Durante el Preclásico tardío (400 a. C.-250 d. C.), la escultura integrada en la arquitectura maya estuvo enfocada en representar deidades (por ejemplo, los dioses solares y las deidades aviares en los mascarones arquitectónicos de la Estructura 5C-2 de Cerros, Belice. Véase Freidel y Schele 1988).1 En el periodo Clásico (250-900 d. C.), en cambio, predominaron las imágenes de figuras reales, ya sean parejas fundadoras, antepasados o gobernantes, quienes en muchas ocasiones emulaban las acciones de los dioses, como sucede en el friso de la Estructura Sub 1-A de Balamkú, Campeche (Salazar Lama 2022a).
En la década de 1990, el Proyecto Arqueológico Calakmul (PAC), encabezado por el arqueólogo Ramón Carrasco Vargas, reportó por primera vez la Subestructura II C (véase fig. 1), que corresponde con la fase arquitectónica 3 de la Estructura II. Fue construida en el siglo IV a. C. y cuenta con una amplia plataforma de dos cuerpos con esquinas remetidas y al menos seis edificios sobre ella (Carrasco Vargas 2000, 2005, 2008; Rodríguez Campero 2009, 2012). Además de su compleja arquitectura, la Subestructura II C contiene un programa escultórico de ocho relieves colosales de estuco reportados hasta la fecha. Todos están pintados de rojo, negro y crema, con algunos pequeños detalles en rosado.2
Los protagonistas de este conjunto de imágenes son diversas deidades mayas representadas en ámbitos cosmológicos también distintos. El friso norte del edificio Sub II C1 tiene un marco que rodea la escena por tres de sus lados (véase fig. 2): se trata de una banda celeste típica de la imaginería maya y de los sitios de la costa del Pacífico durante el periodo Preclásico tardío. Consiste en una franja horizontal con motivos con forma de corchetes y líneas diagonales, rematada en los extremos por cabezas de serpientes colgantes (compárese con las bandas celestes del mural poniente de la Estructura Sub IA de San Bartolo. Véase Taube et al. 2010, fig. 31). Este elemento del friso señala que los tres dioses representados se encuentran en un espacio celestial.
Tomado del acervo fotográfico del autor y el levantamiento 3D de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH (https://www.monumentoshistoricos.inah.gob.mx/index.php), modificaciones hechas in situ por el autor.
El personaje central del friso es Chaahk (véase fig. 3a), el dios maya de la lluvia y las tormentas, mostrado con un aspecto puramente preclásico que incluye algunos rasgos zoomorfos, como un labio superior alargado y proyectado hacia el frente, propio de los reptiles; un diente prominente terminado en punta, común en peces y ofidios; una ceja flamígera cuyos antecedentes están en las representaciones olmecas de reptiles y el cabello atado sobre la frente. Muchas de estas características se mantuvieron en la imagen de este dios incluso durante el periodo Clásico (véase fig. 3b). En el friso norte de Sub II C1, Chaahk fue inicialmente identificado por Ana García Barrios (2007; 2008, 39-44) a partir de un análisis sistemático de todos sus rasgos fisonómicos y elementos del atuendo.
Este dios tiene una postura peculiar: está de perfil, su cuerpo está orientado hacia abajo y tiene las piernas y los brazos flexionados. Se ha dicho que esta pose describe el acto de arrastrase o gatear; sin embargo, también es consistente con las posturas de otros personajes que descienden del cielo, como ocurre con el dios del agua y la lluvia en la Estela 23 de Izapa (véase fig. 4) y con el dios Chaahk en el friso del Palacio H-Sub 2 de Uaxactún (Kováč 2022). Esto no implica que la pose de Chaahk en el friso de Calakmul no conlleve, además de un descenso celeste, un posterior ingreso en un espacio en el que deba arrastrarse. Y es que justo debajo del friso se encuentra el vano de entrada al pasillo abovedado del Edificio Sub II C1, que recrea una cueva debido a la peculiar bóveda de cañón corrido, que además tiene impresiones de manos en negro y un aplanado de estuco irregular que reproduce la superficie natural de una caverna (Carrasco Vargas 2000, 14; 2005, 64; 2008, 229-30; García Barrios 2007, 271).
Basado en las fotografías de J. Kerr (Coe 1982) y un dibujo previo de Karl Taube; modificado por el autor.
Ambos espacios, el cielo y las cuevas, son ámbitos de acción de Chaahk: desde el interior de la tierra produce los vientos húmedos que generan las nubes, mientras que en el cielo desata las lluvias y las tormentas que riegan los cultivos, propiciando con ello el nacimiento del maíz y la regeneración vegetal.
En la escena del friso, Chaahk está flanqueado por dos aves con las alas extendidas y el vientre cubierto de escamas (véase fig. 5). Sin duda alguna, se trata de dos deidades Ave Principal, como se deduce a partir de las cabezas serpentinas en la parte alta de las alas y por los signos akbal, ‘oscuridad’, que tienen pintados con trazos negros justo por debajo de estas cabezas, en el arranque de las plumas. Este es un rasgo diagnóstico al que generalmente se le ve pareado con el signo k’in, ‘día o sol’, en la otra ala. Este pareo de signos es común en las imágenes de esta deidad en el Preclásico tardío, es decir, que son contemporáneas al programa escultórico de la Subestructura II C (por ejemplo, los Monumentos 109 y 110 de Kaminaljuyú. Véase Cortez 1986, 30-31). Posiblemente las dos aves del friso norte de Sub II C1 también tuvieron el signo k’in pintado, sin embargo, no se conservan los trazos suficientes para reconocerlo.
Por los picos abiertos de las dos aves asoman los rostros de dos dioses solares que ven hacia el centro de la escena (véase fig. 6a), comparables con los rostros de K’inich Ajaw en la figura 6b. No solamente llama la atención que ambos dioses estén surgiendo del cuerpo de las aves, algo que es infrecuente en la imaginería maya en general; también es llamativo el hecho de que cada uno de estos seres híbridos, que denominaré provisionalmente «aves solares», se encuentre en un punto cardinal asociado con la trayectoria del sol: el oriente, a la izquierda del friso, y el poniente, a la derecha.
Considero que el aspecto de estas aves solares, que fusiona parcialmente a la Deidad Ave Principal con el dios solar K’inich Ajaw, es equivalente a otros ejemplos mayas en los que K’inich porta las alas, la cola, las garras y el pico del ave en el tocado o como una máscara bucal (véanse figs. 6c y 6d). Fusiones parecidas a estas han sido tomadas como manifestaciones aviares del sol (Taube 2017, 77; Taube et al. 2010, 33). Tal vez se trata de aspectos específicos del dios solar, cuando se encuentra en plena trayectoria celeste.
La estrecha relación entre la deidad aviar y K’inich Ajaw se evidencia en el programa escultórico preclásico de la fachada de 5C-2 de Cerros, mencionado anteriormente. El primer nivel de la escena, en el lado oriente de la fachada, muestra a K’inich elevándose del plano terrestre -mostrado como una cabeza de saurio-, mientras que en el segundo nivel el dios adquiere un aspecto aviar y recorre la bóveda celeste. De manera complementaria, en el lado poniente de la fachada la trayectoria es a la inversa, descendente, y muestra al ave que baja del cielo, mientras que en el nivel inferior el sol está a punto de entrar de nuevo en la cabeza del saurio terrestre (véase este análisis en Salazar Lama 2019, fig. 7.5). Con base en estas observaciones e interpretaciones propongo que las aves solares (deidades ave principal parcialmente fusionadas con el dios solar) ubicadas en el oriente y en el poniente del friso de Calakmul representan el astro en el amanecer y en el ocaso, respectivamente, y que con sus posiciones diferenciadas marcan dos momentos distintos del día. En otras palabras, la ocurrencia duplicada de este ser en una misma escena se debe a que muestra dos momentos o estados distintos de su presencia.
Los Monumentos 109 y 110 de Kaminaljuyú (Salazar Lama 2022b, 173-74), fechados para los siglos I o II a. C. (Cortez 1986), y una placa pectoral encontrada en la región de Motozintla, Chiapas, tal vez de finales del Preclásico medio (Clark y Pye 2000, 226, fig. 12b), muestran pares de deidades aviares colocadas una frente a la otra. Las aves de Kaminaljuyú están enmarcadas por bandas celestes -igual que en el friso de Calakmul-, mientras que las del pectoral chiapaneco se hayan encerradas dentro de un motivo trilobulado de cueva. Si, tal y como aseguran Taube y sus colaboradores (Taube et al. 2010), la deidad aviar fue un aspecto del sol en tiempos preclásicos, los dos casos mencionados bien podrían representar un concepto similar al de la escena del friso de Sub II C1.
En cuanto a los mascarones en el acceso al segundo cuerpo de la plataforma de la Subestructura II C (véase fig. 7a), que son virtualmente idénticos, se nota claramente que se trata de dos seres: uno zoomorfo de cuyas fauces abiertas emerge o asoma el rostro de otro. La criatura zoomorfa presenta rasgos poco claros, aunque una vista detallada revela que tienen algunas características habituales en los seres del mundo acuático, como las escamas alrededor de las fauces, los hilos de agua en el interior de la boca (representados como una serie de pequeños círculos alternados con líneas paralelas delgadas), las cejas globulares terminadas en rizos y dos espirales en las secciones laterales de la parte alta de la cabeza, que son rasgos casi exclusivos de las tortugas y otros reptiles en el arte del Preclásico y de inicios del Clásico.
Los personajes en el centro de estos mascarones, los que asoman por las fauces de las criaturas, son distintos. Se trata de dos dioses mayas del maíz, que durante el Preclásico tardío compartieron muchos rasgos fisonómicos con el dios homólogo olmeca (Pérez Suárez 1997; Taube 1996). Este dios es poco frecuente en los relieves de estuco preclásicos. No obstante, algunos cuantos ejemplos, como los mascarones del edificio Nohochbalam de Chakanbakam, Quintana Roo, y del Edificio Sub 1 de El Pesquero, Guatemala (véanse figs. 7b y 7c, respectivamente), indican que dicha deidad sí perteneció al repertorio de dioses mayas representados en la escultura integrada en la arquitectura.
En los mascarones de Calakmul, las orejeras de las dos deidades del maíz integran brotes de esta misma planta, lo que me llevó recientemente a sugerir que podrían tratarse de versiones tempranas de los dioses del maíz foliados del periodo Clásico (Salazar Lama 2022c, 138). En otro trabajo también planteé la posibilidad de que dichos mascarones representaran al dios joven en crecimiento; es decir, que aludieran a una nueva planta de maíz brotando de la tierra (Salazar Lama 2022b, 178). Ahora bien, para formular una interpretación completa sobre estos mascarones, se debe considerar que el dios emerge por las fauces de una criatura acuática parecida a una tortuga. Estas escenas pueden explicarse a la luz de otras imágenes mayas del ciclo de vida del dios del maíz, que lo muestran renaciendo a través del caparazón hendido de una tortuga, después de haber recorrido el acuoso y oscuro inframundo (…) (véanse fig. 8; Quenon y Le Fort 1997; Taube et al. 2010, 72-86).
Después de analizar las características de las criaturas zoomorfas en los mascarones y de estudiarlas con una visión comparativa (véase figs. 9a y 9 b), se pudieron restituir virtualmente las partes faltantes del relieve, es decir, el pico y la nariz. La imagen resultante es, en efecto, muy cercana, sino es que idéntica, a la de una tortuga (véase fig. 10), comparable con las que se muestran en las figuras 9a y 9c.3 Es importante destacar que el pico proyectado hacia el frente y terminado en una punta virada abruptamente hacia abajo es un rasgo constante en las tortugas de la Reserva de la Biosfera de Calakmul y de la península de Yucatán en general, por lo que la reconstrucción virtual que se presenta tiene, además de un sustento iconográfico, un fuerte apoyo en las características propias de la fauna local.4
Recientemente se contempló la posibilidad de que las criaturas zoomorfas de los dos mascarones fuesen tiburones, no tortugas (agradezco a Christophe Helmke por este señalamiento. Comunicación personal, 3 de diciembre de 2022). Esta interpretación parece plausible a la luz de los rasgos acuáticos que las tortugas y los tiburones comparten. En efecto, algunos de ellos, como las escamas alrededor de la boca, los ojos redondos y las cejas abultadas terminadas en rizos son frecuentes en las representaciones de ambos animales, sobre todo en la iconografía maya temprana.5 No obstante, más allá de estas similitudes hay dos elementos importantes que deben ser tomados en cuenta para acotar la interpretación: 1) Las criaturas de los mascarones tienen motivos con forma de espirales en ambos lados del cráneo (véase fig. 9b, rasgo III), lo que es bastante común en otras imágenes de tortugas mayas (y en menor medida en otros reptiles. Véanse figs. 9a y 9c).6 Las representaciones de tiburones, en cambio, tienen aletas caudales en la misma posición (Taube et al. 2010, 79-80, fig. 51). 2) Las representaciones más tempranas de tiburones en la iconografía maya (véanse los ejemplos anteriormente citados de Hellmuth 1987a y 1987b, n. 5) incluyen aletas en la cabeza y el rostro: en ocasiones, están adosadas o añadidas a volutas amplias que emergen de las comisuras de las fauces, aunque la mayoría de las veces se encuentran sobre el hocico, las cejas y la nariz, tal y como lo señala Hellmuth (1987a, 111-27. Véanse algunos ejemplos adicionales en Salazar Lama 2022a, fig. 4.11). Los mascarones de Calakmul claramente carecen de estos rasgos.7
Con base en todas estas observaciones, planteo que las criaturas que en las fauces tienen a los dos dioses del maíz poseen un aspecto más cercano al de un reptil y probablemente se trata de tortugas. Siguiendo esta interpretación, también propongo que las escenas de estos mascarones muestran el momento previo del surgimiento o renacimiento del dios del maíz a través de la tortuga, al igual que en las imágenes clásicas del mito (Quenon y Le Fort 1997). Lo común en la iconografía maya no es mostrar a la deidad saliendo por la boca de la criatura, sino por el caparazón hendido, tal y como se muestra en la figura 8. Esta diferencia podría deberse a que los mascarones de Calakmul son algunas de las primeras expresiones visuales de este episodio mítico (fechadas para el siglo IV a. C.), cuando aún no existía la relativa estandarización en las representaciones del surgimiento del maíz del periodo Clásico (Salazar Lama 2022c). Sin embargo, cabe recordar que, aunque son pocas, sí existen otras imágenes -como la del friso de la Estructura 1-A Sub de Balamkú- en las que un agente humano que personifica al dios del maíz naciente emerge por las fauces abiertas de un sapo con cabeza y pico de tortuga (Salazar Lama 2022a, 97-100). Algo parecido también ocurre en las estelas 8 y 11 de Izapa, en las que algunas criaturas con rasgos mezclados de sapos, reptiles y tortugas abren sus fauces para dar paso a otros personajes emergentes (véanse las imágenes de estas estelas y una discusión al respecto en Morales Aguilar et al. 2022, 128-38, figs. 9a y 9b).8 El aspecto de estos seres híbridos, cabe decirlo, es cercano al de las criaturas de los mascarones de Calakmul.9
Además de las ya mencionadas, otras deidades abarrotan el programa escultórico de la Subestructura II C de Calakmul, aunque su precario estado de conservación impide tener certeza -por el momento- de su identidad. El friso en la cara sur de Sub II C1, por ejemplo, tiene también una banda celeste que enmarcó una escena ahora perdida casi totalmente, pero en la que se detectaron restos de una orejera con una cabeza de serpiente adosada en uno de los lados. Como he intentado mostrar recientemente (Salazar Lama 2022b, 176, figs. 4 y 12), estos últimos elementos son comunes en el atavío de los dioses solares preclásicos y otros seres celestiales. En consecuencia, la escena de este friso pudo haber sido la contraparte del friso de la fachada norte y mostrar igualmente deidades emparentadas con el sol e inmersas en un entorno celeste.
Otros espacios cosmológicos también fueron representados en los relieves de esta subestructura. El Edificio Sub II C2 (véase fig. 1) tiene dos caras (norte y sur) con mascarones zoomorfos gigantescos cuyas fauces dentadas abiertas corresponden con los vanos de entrada de ambas fachadas; ambos vanos, no está de más decirlo, conectan con un pasillo abovedado que también recreó el espacio interno de una cueva (Rodríguez Campero 2007, 181; 2009, 1345) y que está repleto de pintura mural en colores rojo y negro con escenas y personajes que caracterizan y definen un ambiente subterráneo (Salazar Lama y Esqueda Lazo de la Vega, de próxima publicación). ¿Acaso las fachadas escultóricas de este edificio Sub II C2 son los antecedentes preclásicos de las fachadas zoomorfas de estilo Río Bec y Chenes que recrean montañas sagradas, y cuyas bocas describen la entrada de la cueva?10
Actualmente está en curso un proyecto multidisciplinario que busca responder esta y otras preguntas sobre el programa escultórico de la Subestructura II C (Salazar Lama 2022b).11 Los dibujos que aquí se presentan fueron producidos en la primera etapa de registro y análisis efectuada a finales de 2020 e inicios de 2021. Actualmente, se trabaja en la reconstrucción virtual de esta subestructura y los primeros resultados obtenidos parten de dichos dibujos y de un registro fotogramétrico detallado efectuado durante el primer trimestre de 2022. La hipótesis reconstructiva del mascarón oriente que se muestra en la figura 10 es solo uno de los primeros intentos de recuperación visual del aspecto original de los relieves de estuco y de las formas arquitectónicas de esta subestructura.
Entre las muchas cuestiones que intenta resolver este proyecto se encuentra el tema de las complementaciones entre las escenas y los personajes de las distintas imágenes escultóricas. A primera vista, estas complementaciones sugieren que existe una narrativa que conecta todas las imágenes, generada por un funcionamiento y un sentido integral.
Esta presunción se basa en el hecho de que los espacios cosmológicos como el cielo (habitado por toda clase de seres y deidades celestes y solares), la montaña, la cueva y la tortuga terrestre con su interior acuático, así como el dios Chaahk y la deidad del maíz, aparecen juntos protagonizando algunos mitos de creación, sobre todo el ciclo de vida del dios del maíz. Esto se puede constatar en los murales preclásicos de la Estructura Sub IA de San Bartolo y en algunas escenas pintadas en las vasijas estilo Códice, muchas de las cuales fueron producidas en Calakmul en los siglos VII y VIII de nuestra era (Doyle 2016; Salazar Lama 2022b).
Desde esta perspectiva, todo parece indicar que el programa escultórico de la Subestructura II C recreó y materializó un evento o una serie de episodios míticos concatenados en el entorno construido. Esto explicaría, entre otras cosas, la finalidad de edificar un espacio repleto de dioses en el corazón de Calakmul.