Introducción
Algunas de las transformaciones tecnológicas, económicas y políticas que generaron cambios sociales importantes en los siglos XVIII y XIX y que dieron lugar al origen de la Sociología como ciencia, aún continúan profundizándose. Además, la consolidación del sistema capitalista moderno a nivel mundial produjo cambios en la naturaleza que inexorablemente plantean renovados conflictos. Por lo anterior, la Sociología encontró nuevos objetos de conocimiento, tales como la relación entre el ser humano y su ambiente.1
Los océanos, y en particular las zonas costeras, están amenazados por la sobreexplotación pesquera y por diferentes formas de contaminación y erosión. Con respecto a las zonas costeras, parecen poseer mayor riesgo territorial y ser las más afectadas por los cambios en el medioambiente (Rojas Hernández, 2014; Kron, 2008). De acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático del Reino Unido (IPCC por sus siglas en inglés), el aumento del nivel del mar, las inundaciones y los desplazamientos de tierra son algunos de los efectos de eventos climáticos extremos o de cambios en el equilibrio de los patrones de lluvias (2007).
Por ello, un objetivo de este trabajo es analizar las prácticas y representaciones sociales en torno a las cuestiones ambientales en habitantes de cinco localidades costeras del sudoeste de la Provincia de Buenos Aires, Argentina: Villa del Mar, Ingeniero White y General Daniel Cerri -ubicadas en las márgenes del estuario de Bahía Blanca- y Monte Hermoso y Pehuen-Có -situadas en la finalización o zona externa de dicho estuario. Otro objetivo de esta investigación es evaluar de qué manera la posición en el espacio social de los individuos de dichas localidades se relaciona con sus representaciones sociales y con sus prácticas, especialmente con respecto al medioambiente, a la luz de algunos conceptos de Sociología Ambiental.
En concordancia con el método propuesto, la aplicación de encuestas, como herramienta de recolección de datos, permitió un acercamiento a una gran cantidad de habitantes de estas cinco localidades y posibilitó analizar sus percepciones sobre las consecuencias de los cambios ambientales. Como se verá más adelante, se detectó que las representaciones sociales sobre los riesgos y los daños ambientales recaen sobre diferentes destinatarios, que suelen percibirse como los “responsables” de las alteraciones ambientales. Evidentemente estos sujetos suelen estar representados como fuentes externas, y no existe un reconocimiento de malas prácticas ambientales por parte de la propia comunidad.
Este artículo se estructura de la siguiente manera. En la primera sección, se presenta un repaso de conceptos relevantes de Sociología Ambiental, con el fin de establecer el marco conceptual bajo el cual se analizan los resultados del trabajo de campo. La sección 2 contiene una descripción del área de estudio. La sección 3 exhibe los principales resultados del trabajo de campo. Por último, se presentan las reflexiones finales.
1. La Sociología Ambiental: definiciones y planteos
1.1 Los orígenes de la Sociología Ambiental
La Sociología Ambiental, como rama específica, nace a principios de los años 70, en el momento histórico en el que las sociedades política y civil toman particular dimensión de los problemas y desafíos ambientales. Del mismo modo, el ecologismo, como movimiento social, emerge en esa misma época, cuando los problemas ambientales se vuelven una preocupación social cada vez más significativa.
La creciente conciencia sobre las consecuencias de la degradación del ambiente llevó a conformar, por ejemplo, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano (también conocida como Conferencia de Estocolmo) en 1972. El producto de esta conferencia fue una declaración, la cual dejó en claro la importancia de que los países compatibilizaran el desarrollo económico con el cuidado del ambiente, estableciendo la idea de que el crecimiento económico actual no debe comprometer las oportunidades de las generaciones venideras.
Esta nueva conciencia sobre los peligros ambientales plantea la ruptura con el paradigma social dominante, marcado por el pensamiento lineal y mecanicista, que llevaría a un mundo insustentable. Comienza a vislumbrarse así un cambio profundo de racionalidad, al respecto el investigador mexicano Enrique Leff afirma: “de esa crisis emerge un saber ambiental que cuestiona el modelo de racionalidad de la modernidad (…) el pensamiento lineal y mecanicista” (2011: 6).
En este contexto surge la idea de que las cuestiones ambientales incumben a la Sociología, dado que muchos de los problemas ambientales han sido causados por la acción humana y no por el funcionamiento independiente del mundo natural. Por eso, los hechos ecológicos pueden considerarse también sociales. De este modo, estamos en condiciones de afirmar que la crisis ambiental ha enriquecido a buena parte de la teoría sociológica.
La Sociología Ambiental pretendió así establecer una nueva mirada holística y comprensiva, un enfoque filosófico superador del dualismo cartesiano que marca una separación y una grieta entre sociedad y naturaleza, entre el ser humano y su medio y, a su vez, entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. La Sociología Ambiental parte de entender al ser humano como parte integral del medio (Redclift y Woodgate, 2010).
1.2. Sociología ambiental: paradigma y métodos
Desde la década de los 70, algunos autores estadounidenses, como Dunlap y Catton, plantearon la idea de un Nuevo Paradigma Ambiental, en oposición al paradigma social dominante hasta ese momento como patrón cultural del conjunto de la sociedad. Estos autores, pioneros de la Sociología Ambiental, apuntaron a indagar sobre la percepción social del medioambiente, principalmente a través de métodos cuantitativos y encuestas con lo cual, tal como sostienen Moyano et al. (2009), uno de los retos de la moderna Sociología Ambiental es el análisis de las actitudes, los valores y el comportamiento de la población ante los problemas relacionados con el medioambiente a escalas locales y global.
Algunas de las líneas de investigación de esta ciencia fueron la nueva ecología humana, los valores, las actitudes y los comportamientos ambientales, el movimiento ambiental, el riesgo tecnológico y la evaluación del riesgo, la economía política del ambiente y las políticas ambientales, entre otros fenómenos que incumben al ser humano y la relación con su medio natural ( Frederich Buttel, 1987). La Sociología Ambiental moderna se ha percatado de que el contexto y el espacio desempeñan un papel importante para explicar cómo las personas entienden los problemas ambientales y consecuentemente de qué modo se comprometen a resolverlos (Graizbord, 2020).
Aunque no se profundizará aquí acerca de cada una de las perspectivas de aportes a la Sociología Ambiental, siguiendo a Aranda (2004), podemos mencionar el marxismo, la ecología profunda, la ecología humana crítica, el constructivismo y el ecofeminismo. Los pensadores marxistas advierten que existe una dialéctica entre sociedad y naturaleza y, suelen criticar a los movimientos ecologistas por no evidenciar que la producción capitalista es la responsable de la crisis ambiental. En contraste, la ecología profunda es un movimiento más radical que promueve un cambio a una forma de vida más sencilla y cuestiona el imperativo dominante del crecimiento económico; pretende directamente eliminar el antropocentrismo en el análisis económico y político. La ecología humana crítica plantea las cuestiones ambientales en términos de dilemas o decisiones que llevan a consecuencias no deseadas. El constructivismo propone que las cuestiones ambientales son construidas socialmente como problemas que, como tales, no existen por sí mismos. Por último, el ecofeminismo incorpora la perspectiva de género, señala al patriarcado como responsable de la crisis ambiental y manifiesta que generalmente son las mujeres las que muestran un mayor compromiso en las causas ambientales: las mujeres tienen pautas de consumo y de vida menos contaminantes y, paradójicamente, son quienes más participan en organizaciones ecologistas. Integrando las diferentes corrientes dentro de la Sociología Ambiental se aprecia una sociología de la responsabilidad humana más allá del interés corporativo y personal (Leff, 2011).
1.3. La posmodernidad y la cuestión ambiental: desafíos y contradicciones
La Sociología Ambiental nace en la posmodernidad (algunos autores usan el término modernidad tardía), como hemos mencionado, que es el periodo histórico surgido a principios de los años 70. En cuanto a las cuestiones ambientales, este tiempo histórico está marcado por las tensiones entre la vieja racionalidad instrumental y una nueva racionalidad ambiental. En este sentido, es pertinente mencionar que según el investigador mexicano Daniel Gutiérrez Martínez (2017), en la posmodernidad se gesta una revalorización de lo colectivo que permite fundar una nueva sensibilidad ecológica, dejando atrás un pensamiento egocentrado, dando lugar a una ecosofía del mundo que permite una reapropiación del medio a través de los sentidos, de los afectos, de un regreso a valores “pre-modernos”.
Los métodos de la Sociología Ambiental se aplicaron en sucesivos trabajos, principalmente en EEUU y Europa. Posibilitaron, entre otras cuestiones, determinar que existe una inconsistencia entre los valores pro-ambientales manifestados por las personas y sus prácticas sociales. En Política del Cambio Climático, Giddens (2010) señala una paradoja basada en que las personas saben que existe una amenaza global con respecto al cambio climático; sin embargo, no lo enfrentan porque no forma parte de la vida cotidiana, es decir, se espera a que aparezcan signos visibles para empezar a tomar acción. Lo anterior se explica también desde la Teoría de la Estructuración (1984), en donde Giddens diferencia dos tipos de reflexividad dentro de lo que podría llamarse el “reino” de la conciencia, haciendo una distinción entre conciencia discursiva y conciencia práctica, esto es, la distinción entre lo que los sujetos dicen y lo que en realidad hacen. Las personas en su vida cotidiana no están demasiado preocupadas o conscientes de la contaminación humana sobre el ambiente (Leff, 2011).
Las percepciones sobre la vulnerabilidad y el riesgo con respecto al ambiente impactan en el bienestar y en los índices de felicidad de las personas, pero, aunque ellas sepan que el deterioro de un ecosistema está ocurriendo, rara vez esto lleva a una resolución (Kofinas, 2009). Investigaciones que estudian el ambientalismo como fenómeno social han mostrado que éste se manifiesta en una proporción baja de población que ronda el 20% y agrupa principalmente a jóvenes urbanos, políticamente ubicados hacia la izquierda y con niveles educativos altos. Cerca de otro 20% de la población se orienta más al productivismo propio de la modernidad. Por último, la mayor parte de la población se ubica en posturas intermedias con ciertos matices entre ellas (Cerrillo Vidal, 2010). En estos casos la responsabilidad ambiental es limitada y se llevan por conductas que podrían llamarse de bajo costo, como no consumir productos demasiado contaminantes o reciclar la basura.
Por otra parte, las personas se vuelcan a temas como el ambientalismo una vez que las necesidades económicas básicas fueron satisfechas. A su vez en las sociedades industrializadas los más jóvenes adoptan un punto de vista posmaterialista, donde temas como el ambiente y el feminismo adquieren más importancia, lo que suele impulsar a la acción y al compromiso (Inglehart, 2000).
El IPCC (2007) señala que, aunque la sociedad civil tiene un papel importante e influyente en la toma de decisiones respecto de la política ambiental, su participación está mayormente vinculada a cuestiones locales o regionales concretas -generalmente se relacionan más a aspectos laborales o a estilos de vida que al cambio climático en general. Por otra parte, las personas suelen adaptarse paulatinamente en su vida cotidiana a los problemas ambientales de carácter global y por tanto los más difusos de percibir, tales como los cambios en la estacionalidad del clima, el aumento de las temperaturas o los cambios de los periodos de lluvia. Esto reduce su preocupación ante estos problemas y su disposición a actuar para contrarrestar sus efectos (Moyano et at., 2009). Las personas, como se mencionó, aprecian más fácilmente los cambios ambientales locales, que son más tangibles.
En cuanto a la mirada ambiental, en Argentina también existe una puja entre las distintas concepciones del mundo, entre una visión ecologista y otra más productivista (Svampa, 2011). Las ideologías del crecimiento, que se traducen tanto en políticas de corte liberal como nacional-popular, tienen una factura difícil de cuantificar: la crisis medioambiental. Además, “hoy en día cuestiones como la degradación medioambiental, la escasez de agua, la obsolescencia de las infraestructuras o la contaminación pueden traducirse en desaceleración del crecimiento o, incluso, en decrecimiento” (García-Vázquez, 2019: 243). De este modo, aún se percibe el cuidado del ambiente como un obstáculo para el crecimiento económico y no se termina de asumir que un ambiente sano es indicativo de una economía sana (Lucas, 2018), al asegurar el desarrollo sostenible en el futuro.2
El trabajo de Auvero y Swistun (2008) estudia un ejemplo de contaminación y su impacto social en Argentina, tras haber realizado un estudio sociológico en la denominada Villa Inflamable, ubicada junto al Polo Petroquímico de Dock Sud en la región del Gran Buenos Aires. Estos autores afirman que la experiencia de la realidad contaminada de los habitantes de este asentamiento es “socialmente construida, es decir, producida y productora” (Auyero y Swistun, 2008: 22). Esto significa que existe objetivamente y a la vez como construcción social en las representaciones y temores de los vecinos.
Por eso, la experiencia de las personas expuestas a grandes factores contaminantes o al riesgo de éstos es definida por estos autores como “sufrimiento ambiental”. Este concepto no se refiere a la experiencia individual del sufrimiento sino a la aflicción, que es activamente creada y distribuida por el orden social. Se genera así una “confusión tóxica” (Auyero y Swistun, 2008) producto de la incertidumbre acerca de la fuente y efectos de la contaminación. Los vecinos suelen verse expuestos a varias voces, todas supuestamente autorizadas pero contradictorias entre sí, que se expresan sobre un mismo fenómeno: la cuestión ambiental. Esto haría que la población, desmotivada, termine por renunciar a la acción colectiva, delegando las decisiones en las propias empresas o en un Estado que, cautivo de una lógica electoralista, no siempre resuelve la cuestión ambiental de la mejor manera.
2. Método y área de estudio
El escenario de nuestro estudio es el estuario de Bahía Blanca. Es el segundo más grande de la Argentina y contiene cinco puertos a lo largo de los 60 km de su canal principal. Se encuentra en el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires. En su margen, en dirección oeste-este, se ubican sucesivamente las localidades de General Daniel Cerri (Cerri, de aquí en adelante), Ingeniero White, Villa del Mar, Pehuen-Có y Monte Hermoso. Las características sociales y económicas de las dos últimas localidades ubicadas fuera del estuario difieren en mayor medida de las primeras tres. Ingeniero White y Cerri están mayormente habitadas por obreros, trabajadores portuarios y pescadores, y son las más expuestas a la contaminación del aire, el agua y auditiva, dado que en la misma región se emplaza el Polo Petroquímico de Bahía Blanca.3
La localidad Ingeniero White cuenta con una población de algo más de 10,000 habitantes. Algunas actividades económicas más importantes son la actividad del Polo Petroquímico, el trabajo en el Puerto de Bahía Blanca y la pesca. El Polo Petroquímico está integrado por tres tipos de industrias: la petroquímica, la química y la petrolera. En Cerri, fundada en 1867, el Frigorífico Sansisena (luego convertido en CAP-Cuatreros) fue históricamente significativo, hoy sin funcionamiento. El ganado, la fruta, la horticultura y la pesca aún son importantes hoy por hoy. También, lo son las actividades de procesamiento y distribución de gas, cuyas plantas se encuentran en las afueras de su zona urbana.
Pehuen-Có es una localidad balnearia perteneciente al partido de Coronel Rosales fundada en 1947. Allí, el comercio inmobiliario, ligado principalmente al turismo, es central, claro sin dejar de lado la importancia de la pesca. Tales actividades económicas también son importantes para Monte Hermoso, cabecera del partido homónimo.
Si bien Villa del Mar se encuentra en el partido de Coronel Rosales -se ubica a sólo cinco kilómetros de la ciudad de Punta Alta, cabecera del partido-, se asemeja más a Ingeniero White y Cerri en cuanto a las problemáticas ambientales, lo anterior debido a sus características morfológicas y su cercanía a la desembocadura del estuario. Además, es la localidad más próxima al relleno sanitario de Bahía Blanca. Algunas de sus actividades económicas principales de la localidad son la pesca, el ecoturismo y la Fiesta de los Humedales, que se realiza en febrero.
El estuario de Bahía Blanca y las zonas aledañas enfrentan un proceso de erosión (Ibáñez Martín et al., 2016; Rojas et al., 2014). Las sucesivas actividades de dragado para la profundización del canal principal que se han realizado en torno a los puertos han causado severos daños al hábitat marino. Además, la sobreexplotación pesquera y el cambio climático suman su impacto negativo sobre las actividades de algunos de los actores sociales, como los pescadores artesanales, presentes en mayor o menor número en todas estas localidades mencionadas.
Por otra parte, durante los últimos años ha crecido la pesca de arrastre. Ésta ha causado una mayor sobreexplotación, por parte de los grandes buques pesqueros y una destrucción de biomasa. Este método de pesca es uno de los más invasivos y ha generado que los pescadores artesanales deban adentrarse más en el mar en busca de peces, lo cual ha convertido a esta actividad en una labor más peligrosa y costosa.
En cuanto a las realidades socioeconómicas, se puede mencionar que Ingeniero White y Cerri, donde el empleo está mayormente ligado a la industria y al comercio, los ingresos tienden a ser más elevados que el promedio de las cinco localidades. En relación con esto último, en Villa del Mar, Pehuen-Có y Monte Hermoso es más alta la proporción de personas que trabajan en empleos no registrados. También se detectó, con base en el propio trabajo de campo, que cuando el principal sostén del hogar es un hombre, sus ingresos tienden a ser significativamente más altos que cuando se trata de una mujer. De todas formas, cabe mencionar que la región en conjunto posee un nivel general de ingresos relativos de medios a bajos.
En relación con el ambiente y los recursos naturales, no es posible afirmar que existe gestión comunitaria en ninguna de las cinco localidades del estudio. La mayor parte de los recursos naturales, lo mismo que cualquier otro recurso económico, es manejada de manera remota en la mayoría de los casos bajo un concepto de utilidad individual y bajo la regulación del Estado.
Para la presente investigación se utilizó una muestra probabilística de 726 encuestas estandarizadas, que se aplicaron en estas cinco localidades, Ingeniero White, Cerri, Villa del Mar, Pehuen-Có y Monte Hermoso, en el marco del proyecto Community-based management of environmental challenges in Latin (COMET-LA)4. Tales encuestas se caracterizaron por preguntas cerradas y abiertas y escalas de Likert. La muestra probabilística fue realizada por cuotas. El diseño de investigación fue transversal y su enfoque principalmente cuantitativo y de alcance asociativo con base en los datos obtenidos. Para el análisis se utilizó el programa Statistical Package for Social Sciences (SPSS) de International Business Machines Corporation (IBM).
Las preguntas se agruparon en 1. Aspectos socioeconómicos y 2. Percepciones y representaciones en relación con las cuestiones ambientales. El primer grupo de preguntas ayudó a obtener una descripción más acabada de las condiciones de vida de las poblaciones objeto de estudio. Luego, el mayor porcentaje de preguntas estaban dirigidas a identificar si los encuestados percibían cambios en el ambiente, se indagó acerca de las creencias en relación con las fuentes y motivos de los principales cambios ambientales y sus posibles consecuencias.
Además, se buscó asegurar una representación proporcionada, considerando a la localidad y el barrio. Es decir, se estableció cuántos individuos de la muestra serían necesarios para representar a cada localidad y después cuántos de cada barrio dentro de la localidad, para que sea diversificado y representativo en esa instancia también.5
3. Resultados y análisis
3.1. Representaciones y percepciones en relación con la cuestión ambiental
Una de las primeras preguntas relacionadas con cuestiones ambientales fue “¿cuál cree usted que es el problema más grave o serio que tiene la localidad en estos momentos?”. Ésta era una pregunta de control, pues aún los encuestados no sabían en este punto que el resto del cuestionario se encaminaba principalmente a aspectos ambientales. El propósito de esta pregunta fue analizar si la problemática ambiental surgía espontáneamente como uno de los intereses principales de la comunidad.
Comparando los resultados, se advierten diferencias importantes entre las localidades, como puede verse en la Tabla 1. Se evidencia que la preocupación por lo ambiental es mucho más significativa en Ingeniero White que en el resto de las localidades. Como se ha señalado, el Polo Petroquímico es aledaño a esta localidad y de allí que es frecuente el olor a químicos y gases, además de la contaminación sonora que es causada por las plantas industriales.
Ingeniero White | Villa del Mar | Cerri | Monte Hermoso | Pehuen-Có | |
---|---|---|---|---|---|
Desocupación | 0.16 | 0.33 | 0.44 | 0.17 | 0.04 |
Corrupción | 0.03 | 0.00 | 0.04 | 0.06 | 0.06 |
Inseguridad | 0.20 | 0.29 | 0.24 | 0.26 | 0.15 |
Problemas ambientales | 0.55 | 0.19 | 0.12 | 0.06 | 0.19 |
Situación económica | 0.04 | 0.10 | 0.04 | 0.03 | 0.04 |
Salud y educación | 0.02 | 0.10 | 0.11 | 0.15 | 0.05 |
Infraestructura | 0.00 | 0.00 | 0.01 | 0.06 | 0.00 |
Otros | 0.00 | 0.00 | 0.00 | 0.09 | 0.39 |
Ns/nc | 0.00 | 0.00 | 0.00 | 0.13 | 0.09 |
Total | 1.00 | 1.00 | 1.00 | 1.00 | 1.00 |
Fuente: elaboración propia con base en las encuestas (IBM, 2017).
Por otra parte, se vislumbra que para los encuestados de Cerri y Villa del Mar el problema más significativo es la desocupación. El cierre del frigorífico CAP-Cuatreros y la caída de la pesca artesanal han afectado en el periodo de análisis a estas dos localidades en particular.
Mientras que en Villa del Mar, Cerri y Pehuen-Có los problemas ambientales tienen cierta relevancia, es llamativo el bajo porcentaje de respuesta que se registra en Monte Hermoso, donde la inseguridad y la desocupación aparecen como los problemas más preocupantes para la sociedad.
Con respecto a si en la última década el encuestado había notado cambios ambientales en su localidad, la respuesta afirmativa fue más significativa en las localidades cercanas a los puertos y al Polo Petroquímico, es decir, en aquellas localidades mayormente expuestas a los factores antropogénicos, como se observa en la Figura 2.
Nota: Los análisis se realizan siempre con base en el porcentaje de respuestas válidas.
Fuente: elaboración propia con base en las encuestas (IBM, 2017).
Los resultados son consistentes con un hecho recurrente: las personas solamente son conscientes de los factores contaminantes más próximos y visibles. Cuando las fuentes de contaminación se encuentran más lejos y tienen efectos a largo plazo, como la variabilidad climática, las personas parecen no registrarlo.
Ahora bien, se les pidió a los encuestados que contestaron afirmativamente la pregunta anterior que describieran cómo han sido tales cambios. Las respuestas varían según las localidades. En Monte Hermoso fueron importantes los cambios climáticos (44.5%) y cambios en las mareas y pérdida de costas (14.8%). En Pehuen-Có hubo mayor dispersión: 23.1% mencionó los cambios en el clima, el surgimiento de basurales a cielo abierto fue notado por 20.5% de los respondientes, 12.8% notó cambios en las mareas y la pérdida de las costas, y 10.3% la erosión costera.
Los cambios en el clima igualmente ocupan un papel relevante en Ingeniero White, Villa del Mar y Cerri, que fueron percibidos por 15 a 20% de la población. Pero nuevamente las representaciones en torno a los cambios percibidos en estas localidades están relacionadas en forma más directa con factores antropogénicos. La contaminación del aire por gases representó poco más de 15% de respuestas en las tres localidades, mientras que la presencia de “ruidos y olores molestos” representó cerca de 10% de las respuestas. Por lo que 25% de las personas entiende que los mayores cambios están atados a la polución ambiental.
Una representación emergente significativa fue la relacionada con la flora y la fauna. Cerca de 8% de las respuestas en las localidades de Cerri, Ingeniero White y Villa del Mar apuntaron a la desaparición de animales y vegetales. Otros valores asociados a éste fue la “deforestación de tamariscos”, con casi 2% en Ingeniero White y Villa del Mar y casi 6% en Cerri.
En las localidades más cercanas a las industrias, los puertos y el Polo Petroquímico, la representación de la actividad humana como única causante de los cambios ambientales es de gran relevancia. En Ingeniero White 82.2% de la población responsabilizó al Polo Petroquímico y a los trabajos portuarios por los cambios ambientales percibidos, mientras que en Villa del Mar y Cerri este porcentaje de respuesta fue 74%. En Monte Hermoso y Pehuen-Có rondó un no despreciable 55% de respuestas. Aunque se perciba que los factores contaminantes humanos tienen un impacto de largo alcance, las personas que están más cerca de las fuentes geográficamente consideran más esa influencia.
Fueron pocos los encuestados que nombraron espontáneamente la falta de peces o la pérdida de biodiversidad marina -a causa, en parte, de la sobreexplotación pesquera y los demás cambios ya mencionados- como un problema ambiental -menos de 1% en todos los casos. Aunque se sabe fehacientemente que es uno de los cambios ecológicos producidos más importantes en la región, destaca que los pobladores no lo perciban como una cuestión relevante. En particular, teniendo en cuenta que la pesca artesanal en el estuario y la costa adyacente de Pehuen-Có y Monte Hermoso involucra a más de 1500 familias y ha sido uno de los temas de mayor presión política y presencia mediática en relación con los reclamos ambientales. Tampoco fue importante la presencia de aspectos relacionados con la contaminación del agua. En ese sentido, la existencia de manifestaciones y reclamos por la sobreexplotación pesquera y la falta de peces son más un reclamo económico que ambiental y de un sector particular de la población.
Como se mencionó, la importancia que los encuestados dieron a la contaminación provocada por las industrias dependió de la distancia espacial que tenían respecto del Polo Petroquímico y del Puerto de Bahía Blanca. Las Figuras 3 y 4 muestran qué nivel de relevancia dieron los individuos a la contaminación emitida por las industrias como causante del deterioro ambiental.
En Pehuen-Có y en Monte Hermoso -las localidades más lejanas al centro industrial- la mayoría de los encuestados no dieron demasiada importancia a la contaminación generada por las industrias. A medida que consideramos localidades más cercanas al Parque Industrial de Bahía Blanca, más encuestados manifiestan que la contaminación de las industrias tiene mayor importancia en sus localidades. El mayor porcentaje corresponde a Ingeniero White, con alrededor de 84% (Figura 4).
Otro análisis de relevancia consiste en identificar la percepción de los encuestados, en cuanto a las afectaciones de los cambios ambientales en su vida cotidiana y sus condiciones socioeconómicas. Al preguntarse si consideraban que los cambios ambientales habían afectado su trabajo, entre 28 y 30% de los encuestados percibieron que habían afectado negativamente su fuente de empleo.
También, se abordó si estos cambios afectaron en su salud. Entre 46 y 66% respondió que sí y su afección fue negativa. Nuevamente, el porcentaje más elevado corresponde a las localidades de Ingeniero White. Los encuestados que notaron problemas de salud respondieron que habían desarrollado alergias y reacciones cutáneas, así como mayor frecuencia en los resfriados.
3.2. Sobre la responsabilidad y las prácticas de los actores en el cuidado del ambiente
Nuestro análisis apunta a trabajar sobre las representaciones, las prácticas y la interrelación entre éstas. Cuando se preguntó a los encuestados sobre quién debe hacerse cargo de la gestión de los problemas ambientales, el Estado (ya sea alguno de sus niveles o todos) aparece como responsable en hacerse cargo de los temas ambientales, esta idea aparece significativamente en las representaciones de los vecinos. Lo anterior se refleja en las Figuras 5 y 6.
Según puede observarse en las Figuras anteriores todas las localidades, en mayor o menor medida, señalaron al Estado (nacional, provincial o municipal) como el actor que debería responsabilizarse por la cuestión ambiental. Sólo para un número que ronda 10 a 12% de los encuestados son los propios vecinos y las organizaciones sociales quienes deben hacerse cargo de los problemas ambientales. Aquí aparece lo que Cerrillo Vidal (2010) denominó “gap ambiental”. Las personas tienen una cierta conciencia ambiental, que se pone de manifiesto en sus respuestas anteriores, pero cuentan con que algún tercero (ni ellos ni el emisor) debería ocuparse del tema.
Por otra parte, uno de los puntos de la encuesta es la participación de los encuestados en organizaciones o grupos ambientalistas. En este caso, existen diferencias entre localidades. Si bien las representaciones con respecto a los cambios en el ambiente antes analizadas señalarían que la preocupación ambiental existe, en estas poblaciones no parece haber una participación significativa en organizaciones o movimientos proecológicos. En casi todas las localidades, la participación osciló entre 10% y 17%, salvo en el caso de Villa del Mar, donde alcanza 32% de participación.
Algunas teorías de Sociología Ambiental sostienen que quienes viven en lugares con mayor renta se interesan en el ambientalismo o pueden tener valores postmaterialistas. Sin embargo, en Villa del Mar y Pehuen-Có son las localidades en donde las familias perciben un ingreso menor y al mismo tiempo es allí donde mayor participación o compromiso medioambiental existe, aunque ésta sea relativamente baja.
Lo anterior indica que en espacios donde parece haber un menor capital económico existe un mayor capital social orientado al cuidado del ambiente y de los recursos comunes. En Pehuen-Có la participación alcanza 17%. Esto no resulta extraño, dado que las redes de capital social son un recurso eventual que las familias de zonas de niveles con ingresos bajos pueden utilizar ante los posibles riesgos o necesidades. Además, Villa del Mar y Pehuen-Có son las dos localidades más pequeñas del grupo de estudio y con un tipo de vinculaciones más de tipo barrial, en las que suelen predominar vínculos sociales motivados por objetivos comunes concretos y que no se ven fuertemente afectadas por los procesos de fragmentación social de las áreas urbanas (Ibarra, 2020).
Se realizó a su vez el entrecruzamiento de datos para analizar si el porcentaje de participación en organizaciones ambientales aumentaba entre quienes habían ponderado, con un alto grado de relevancia, la contaminación de las industrias como problema ambiental. Los números no fueron muy diferentes a los anteriores, a excepción de Villa del Mar y Pehuen-Có, donde el porcentaje de participación ascendió a 30 y 44.4%, respectivamente, lejos del promedio general para el resto de las localidades (13%).
La participación es menor en las localidades de Ingeniero White y Cerri. Esto quizás se debe a que son más atravesadas por el paradigma de la modernización, que de algún modo descree de las iniciativas ambientales y ecologistas. En Ingeniero White son muchas las personas que viven del trabajo portuario, al Polo Petroquímico -su política es procurar la contratación de las personas de la localidad- y al Parque Industrial de Bahía Blanca.
De cualquier modo, en términos generales se remarca que una mayor representación o percepción de ciertos problemas ambientales no se asocia directamente a prácticas de protección, militancia, participación en organizaciones sociales o defensa del ambiente. Se opta por no comprometerse, considerando que las acciones ambientales no dan fruto y no tienen la incidencia buscada.
Con respecto a esto último, otra pregunta de la encuesta permitió conocer el tipo de asociaciones u organizaciones en las que los vecinos participaban. En esto también hay diferencias por localidades. En la mayor parte de las localidades no existe una organización o asociación verdaderamente fuerte que se destaque significativamente entre las demás, en el sentido de que se caracterice por una participación masiva de los vecinos. No obstante, en Ingeniero White y Cerri fue significativa la participación en charlas y marchas, así como la colaboración mediante firmas o conformidad de otras actividades similares. Es decir, no serían participaciones estables y formales sino de carácter espontáneo en acciones de reclamos puntuales o coyunturales.
Éstos entrarían en el registro de lo que Svampa (2011) llama el Movimiento de Justicia Ambiental o reclamos de Ecología Popular y no se centraría en el cuidado del ambiente por sí mismo, sino que pretende defender un recurso común que a la vez, en muchos casos, es fuente de empleo o ingresos de las familias.
Al indagar acerca de los motivos por la no participación en una organización ambientalista, abundaron respuestas, tales como la falta de tiempo, la falta de interés y la falta de oportunidades para participar. En definitiva, se percibe una falta de acción conjunta en cuanto a los problemas ambientales. En particular, en Ingeniero White, Cerri y Villa del Mar cerca de 5% manifestó directamente una disconformidad hacia las organizaciones ecologistas, por no confiar en ellas, no querer involucrarse o no apoyar sus causas.
En Monte Hermoso y en Pehuen-Có, por otra parte, fueron muchos los que manifestaron que en sus localidades no hay asociaciones u organizaciones medioambientales o que no estaban enterados de las mismas (21.3% y 10.5%, respectivamente). Se sabe que existen varias, por las respuestas abiertas de quienes sí participaron. Sin embargo, pareciera que estas agrupaciones no están suficientemente difundidas.
En términos generales, si tomamos a la mayor parte de los encuestados de las cinco localidades, puede afirmarse que hay un déficit de capital social, entendido como un involucramiento voluntario de las personas en organizaciones sociales y civiles (Graizbord, 2020).
En relación con la disposición a pagar por la realización de proyectos a favor del medioambiente, nuevamente en Ingeniero White y Cerri existe una menor respuesta afirmativa y una menor disposición para colaborar económicamente. Cerca de 35% en ambas localidades estaría dispuesto a colaborar y casi 60% no lo estaría. Por otro lado, en Monte Hermoso, Villa del Mar y Pehuen-Có, las respuestas a favor para colaborar económicamente fueron de 44%, 47% y 49%, respectivamente.
En este sentido, se verifican en las localidades estudiadas resultados similares a los hallados por Buñuel González y Delgado Lobo (2003), en donde se expone que, aunque las personas den relevancia a las cuestiones del medioambiente, no están dispuestos a contribuir financieramente para conservarlo, puesto que piensan que eso es responsabilidad de las industrias o de los gobiernos.
Sumario y reflexiones finales
Es posible afirmar que en términos generales el problema ambiental preocupa a una minoría de personas en las cinco localidades del estudio. Una mayoría pone como prioritarios problemas de otra índole que (entienden) afecta de forma más directa sus vidas cotidianas. En especial, la crisis ecológica global y los problemas socioambientales complejos se mantienen alejados de la conciencia inmediata de las personas en sus situaciones diarias. Es cuando se indaga directamente sobre cuestiones ambientales específicas que aparecen las representaciones que marcan una disconformidad por parte de las poblaciones estudiadas con respecto al cuidado del ambiente.
En cuanto a representaciones sociales se vio que, en relación con el espacio geográfico ocupado, la cercanía directa con los factores antropogénicos de contaminación aumenta la posibilidad de que los encuestados noten cambios ambientales en los últimos años.
Un dato interesante es que el mayor porcentaje de las personas preocupadas por el medioambiente correspondían a los grupos de jubilados/ pensionados y estudiantes, es decir, quienes están en los extremos de la distribución etaria. Las personas de mediana edad se mostraron más preocupadas por otras cuestiones, tales como las financieras, el desempleo o la inseguridad.
Si se intenta buscar un factor común en las representaciones sobre los principales problemas de cada localidad, lo que emerge son los riesgos (ambiental, a perder el empleo, sobre la seguridad propia o de la familia). Son los miedos propios de la sociedad del riesgo (Giddens, 2010; Beck, 1995). No aparecieron con tanto peso otras cuestiones que también podrían estar asociadas directamente con la noción de riesgo, tales como la corrupción, la baja calidad de la educación o las deficiencias en la atención de la salud pública, por ejemplo.
Si se tienen en cuenta todas estas representaciones y percepciones mencionadas, sensación de riesgo ambiental, representación sobre el impacto ambiental en la salud, representación sobre el impacto laboral negativo de los cambios ambientales, entre otras, podría hacerse una referencia al concepto de “sufrimiento ambiental”, que se mencionó (Auyero y Swistun, 2008).
Se observó que las representaciones sobre las problemáticas ambientales en general giran en torno a cuestiones locales y regionales, es decir, no se ven como una problemática más general o global, o de factores contaminantes de más largo plazo y mayor alcance. Por otra parte, al igual que en otras latitudes (Buñuel González y Delgado Lobo, 2003), existe una fuerte representación en cuanto a que es el Estado, en alguno de los tres niveles de gobierno (municipal, provincial o nacional), quien debe ocuparse de la problemática ambiental.
Quizá por eso es por lo que, salvo en Villa del Mar, en las demás localidades, en mayor o menor medida, hay una escasa tendencia a participar en organizaciones o asociaciones medioambientales, aun para los que perciben cambios ambientales en sus localidades. Esto parece manifestar que la presencia de una conciencia ambiental no va asociada a la constitución de un capital social que bregue por el cuidado del ambiente. No hay una relación directa entre el pensar y las acciones de las personas, entre sus representaciones y sus prácticas, entre una conciencia discusiva y una conciencia práctica (Giddens, 1984).
A esto hay que sumar el hecho de que se encuentra presente en las representaciones de los vecinos una suerte de “confusión ambiental socialmente construida”, producto de la diversidad de voces y opiniones (muchas veces contrapuestas) que se expresan sobre la cuestión ambiental, como se mencionó. Los medios, las industrias, las empresas, los políticos, el campo académico y el de las organizaciones suelen tener visiones encontradas sobre las prioridades que debe establecer para sí la sociedad y, por lo tanto, el lugar que debe ocupar el cuidado del ambiente. De esta forma, las comunidades quedan tironeadas por distintos “saberes expertos” y se opta por no hacer nada, ante la incertidumbre sobre quién tiene razón y quién debe actuar. Así, se llega, en la práctica, a una suerte de “aceptabilidad del riesgo” (Auyero y Swistun, 2008) entre los vecinos de las localidades, aunque perciban que éste existe.
También se corrobora una hipótesis de la Sociología Ambiental, la cual señala que la institucionalización de la cuestión ambiental llevó a que las personas no lleven a cabo acciones proambientales directas con la idea de que alguien (principalmente el Estado) ya se está encargando del problema (Cerrillo Vidal, 2010). Esta idea se complementa con la explicación esgrimida por Svampa (2011) acerca del ambientalismo en América Latina: está sujeto a una lectura parcial, una mirada prejuiciosa, una desconfianza y una fácil estigmatización política. Además, las personas piensan que la presión no va a tener resultados, por lo tanto, no realizan acciones ya que se encuentran desmotivados para hacerlo (Scheffer et al., 2000).
De allí que en las localidades del estuario, el reconocimiento de la existencia de problemas ambientales se revela a partir de las preguntas inducidas y no de forma espontánea y, una vez revelada, no se asocia a una mayor participación en actividades o movimientos proambientales. Aquí se plantea una paradoja: las personas reconocen que existe una amenaza con respecto a la contaminación y el cambio climático, sin embargo, no hay una asociación directa y clara entre estos dos fenómenos y no lo enfrentan porque no forma parte de la vida cotidiana, alguien debería hacerlo por ellos, como el Estado (en alguno de sus niveles) o las industrias o simplemente por desmotivación.