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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.5 no.10 Ciudad de México abr. 2009

 

Reseñas

 

La crisis de representación política como crisis de los partidos: hacia una renovada agenda de investigación

 

Ángel Sermeño*

 

Montero J. R., Gunther R. y Linz J. (editores) Partidos políticos. Viejos conceptos y nuevos retos. Madrid: Fundación Alfonso Martín Escudero/Editorial Trotta, 2007, pp. 342.

 

* Profesor–investigador en la Academia de Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Correo electrónico: angelsermeno@yahoo.com.mx.

 

La tesis central que estructura el conjunto de trabajos que componen el presente volumen colectivo sostiene que "una nueva mirada a los partidos políticos resulta (hoy) más pertinente que nunca" (p. 15). Lo primero que cabe decir al respecto es que tal idea constituye una abierta y decidida toma de postura en el interior del debate contemporáneo sobre la así denominada "crisis" de los partidos políticos en tanto agentes de representación y agregación de intereses. Se trata, evidentemente, de una postura defensiva y a favor de los partidos que se conduce contra la corriente del actual clima antipartidista expresado en el creciente déficit de confianza que los partidos registran ante la ciudadanía. Este texto que comentamos, tiene como objetivo mostrar las limitaciones de dicha tesis antipartidista, más que sumarse al amplio coro de sus impulsadores.

Cabe señalar que existe, en efecto, un difundido número de persuasivos argumentos presentes en la más reciente literatura empírica dedicada al estudio de los partidos políticos, en virtud de la cual se afirma que el desempeño de tales organizaciones de intermediación en los sistemas democráticos contemporáneos se encuentra en franco declive. De manera específica, se sostiene que a) los partidos se están convirtiendo en actores políticos irrelevantes, dado que claramente se percibe que están siendo reemplazados tanto por los movimientos sociales organizados informalmente como por los modernos medios de comunicación. Otro argumento señala que los partidos b) ante el desdibujamiento de la convencional geometría política izquierda–derecha han perdido sus referentes ideológicos y ya no son capaces de orientar con acierto y dirección a la ciudadanía. Un efecto surgido como consecuencia de lo anterior es que c) los partidos pierden irremediablemente la posibilidad de contar con lealtades numerosas y de largo plazo al punto que han dejado de contar con la ideología como un arma para movilizar eficazmente al electorado. De hecho, d) la pérdida de esa dimensión ideológico–identitaria ha impulsado de igual forma cambios organizativos internos en los partidos, que los habría conducido a transformarse en estructuras o maquinarias (frías y desalmadas) orientadas a la pragmática obtención de votos. En suma, pues, el alejamiento y la pérdida de confianza de los ciudadanos en los partidos (y cabe añadir con razón en el liderazgo de los mismos) muestran inequívocamente el ostensible fracaso de los partidos en sostener la principal función que les compete, que es la de ser instancias de representación.

Ante esta difundida visión, se alza el presente volumen. Por supuesto, no en el sentido de negar el hecho de que los partidos han y continúan afrontando una serie de nuevos problemas y dificultades (organizativas, funcionales, electorales, culturales, etcétera), producto tanto de las enormes transformaciones sociales como de las innovaciones tecnológicas acaecidas en las últimas décadas. Las tendencias del cambio en este sentido son objetivas: los partidos acusan, como decía líneas arriba, una caída en los niveles de afiliación y en los niveles de identificación partidista en la ciudadanía por muchas y complejas razones: la secularización de la sociedad, la expansión de las clases medias, el incremento de la participación de la mujer en el mercado de trabajo, la explosión masiva de la inmigración, el incremento de valores postmateriales y, sin pretender un listado exhaustivo, el ya también referido impacto de los desarrollos tecnológicos (medios de comunicación que desplazan a los partidos y el auge del internet).

Ahora bien, siendo estos desafíos muy serios y sus impactos severos e innegables, no justifican, sin embargo, en opinión de los autores del presente volumen, un análisis que se estructura a partir de lo que denominan una excesiva actitud "pesimista" o "fatalista". El tono alarmista respecto del relativo declive de los partidos no toma en cuenta un dato muy significativo, a saber: "muchos de los partidos han logrado adaptarse a las nuevas condiciones de la competencia política" (p. 16) y han continuado aportando estabilidad al funcionamiento de los regímenes políticos. Esto significa que en ningún caso estudiado, y a pesar de la fuerza de los emergentes retos, "los partidos han desaparecido o han sido reemplazados por otros tipos de organizaciones (como los grupos de interés o los movimientos sociales) o prácticas institucionalizadas (como las de la democracia directa)" (p. 21).

Por tanto, dado que los partidos forman parte de ese pequeño grupo de instituciones esenciales e imprescindibles para el funcionamiento de la democracia representativa y han mostrado una importante capacidad de adaptación, lo que en verdad se requiere es más bien renovar las perspectivas y agendas de estudio sobre tales organizaciones de intermediación. En efecto, la bibliografía académica que estudia los partidos es considerable y aparentemente inabarcable; y, pese a ello, insuficiente. Los nuevos papeles que los partidos desempeñan en las democracias modernas vuelven irrenunciable renovar y dotar de congruencia y consistencia su estudio. De hecho, el reto consiste en triunfar donde hasta ahora la teoría de los partidos ha fracasado. Esto es, en generar un cuerpo convincente de teorías de rango medio que sirvan de base a la investigación futura. Hasta ahora, reconocen los autores del presente volumen: "los estudios sobre partidos han realizado pocos progresos en el desarrollo de una teoría construida sobre análisis empíricos comparados, hipótesis susceptibles de ser sometidas a comprobación y explicaciones válidas de fenómenos centrales" (p. 23).

Finalmente, resulta paradójico que la crítica a los partidos no refleje un rechazo a la democracia. La gente brinda su apoyo a la democracia, reconoce a los partidos como parte de ésta y, empero, expresa también su desconfianza, que va acompañada —como ya vimos— de un amplio espectro de críticas negativas. En tal sentido, debemos ponderar mejor el hecho de que el rechazo a la "partidocracia" por parte de los ciudadanos expresa no sólo dilemas inherentes a la naturaleza de los partidos (los partidos son víctimas de las funciones contradictorias que se les asignan), sino también manifiesta expectativas ambiguas por parte de la ciudadanía (por ejemplo, que los partidos expresen mis intereses, pero no intereses particulares). Ello, en realidad, apunta a la necesidad de re finar la investigación para entender mejor el funcionamiento de los partidos y la imagen que los ciudadanos tienen de ellos. La aparición en español del presente volumen viene, sin duda, a enriquecer nuestra participación en este debate abierto, complejo y fascinante sobre la ¿crisis, persistencia o renovación? de los partidos políticos en las democracias representativas.

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