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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.17 no.33 Monterrey ago./dic. 2021  Epub 29-Ene-2024

https://doi.org/10.46530/cf.vi33/cnfns.n33.p119-122 

Reseñas

El trabajo en la violencia: un registro personal

Work in Violence: a Personal Registry

Paulina Sánchez Hernández

Martínez, Ó.. 2021. Los muertos y el periodista. Anagrama,


A pesar de que Los muertos y el periodista es un libro escrito por un periodista, no es un libro sobre periodismo, al menos eso es lo que dice su autor: Óscar Martínez. Este es un texto que pone sobre la mesa la compleja labor de investigar la violencia desde el periodismo.

Esta obra discute el papel de la prensa en la cobertura de la violencia en El Salvador, y al hacerlo, interpela a otras disciplinas que también estudian este fenómeno desde otros ángulos. Es un libro que le habla a cualquiera que pretende entender e incluso explicar las violencias en Centroamérica.

Los muertos y el periodista permiten al lector entender los matices y las complejidades de esta región, a partir de la relación que el autor entabla entre la vida de los personajes y su papel como investigador, convirtiendo a este trabajo en una pieza importante para entender cómo hay personas que devienen en víctimas y victimarios del sistema político y social de este país centroamericano.

Por una parte, el libro es una reflexión personal de Óscar Martínez escrita en primera persona sobre su trabajo; y por otra, el testimonio de pandilleros, jóvenes, madres y hermanos que habitan en los márgenes de El Salvador. El autor relata sus propias experiencias, reflexiones, dudas, memorias y deseos al establecer un vínculo de reportero-fuente con los personajes del libro. La mirada personal de Martínez aporta una perspectiva valiosa hacia varios temas de la ciencia política y las ciencias sociales en general. Si bien es un libro que no busca dilucidar las técnicas o los quehaceres del periodista, sí hace de este oficio un tema central, por su carácter de indagador de historias, y lo entreteje con otros temas como las violencias (del Estado y de actores no estatales), la memoria histórica, el crimen organizado, la policía, la corrupción, la migración, la justicia, y la política. En suma, es un libro que retrata una estructura social y política que se entrelaza con la violencia.

Martínez utiliza la técnica narrativa stream of consciousness o monólogo interior, que permite al autor hilar la historia de los personajes con sus propios pensamientos; incluso la estructura interna del libro está organizada a partir de recuerdos. En este recuento de memorias, cobra un peso particular la historia de Rudi, miembro del Barrio 18. Este relato desencadena el de muchos personajes similares, y otros, que contrastan, haciendo más nítida su figura.

Óscar Martínez encontró a Rudi mientras veía la televisión. El autor escucha en una emisión la noticia de un enfrentamiento entre policías y pandilleros en la iglesia de Santa Teresa de Ávila. Cotidianamente en El Salvador los medios de comunicación consignan este tipo de notas; sin embargo, las versiones oficiales y los medios de comunicación reducen estos eventos violentos a “enfrentamientos”, sin matices, solo buenos contra malos, policías contra pandilleros. El autor duda de estas narrativas maniqueas e intuye que lo que denominan como “enfrentamiento” es en realidad un ataque violento perpetrado por policías, en este caso, en contra de tres jóvenes salvadoreños.

Rudi es uno de los jóvenes que sobrevivió a los disparos indiscriminados de la policía. Era un pandillero, cierto, pero también un joven que llegó al grupo sin conocer realmente el motivo. El autor se acerca a él para conocer información de su vida y entender cómo es que a sus 13 años es parte de las pandillas en El Salvador. El testimonio de Rudi y de su familia le permite entender el contexto sociopolítico en el que se sumergen miles de jóvenes en ese país. La historia personal de Rudi es esencial porque funciona para analizar a profundidad las carencias estructurales que atraviesan su vida y la de su familia ¿Qué otra opción hay, además de las pandillas para un joven salvadoreño? ¡Cuántas deudas tiene el Estado con él y los demás!

El libro también enfatiza las acciones de un cuerpo policiaco violento, que ocasiona que los límites de la violencia ejercida por las instituciones y los criminales se vuelvan difusos. Es así como el texto le otorga otra dimensión a la violencia. El autor se pregunta: ¿Quiénes ejercen la violencia? ¿Solamente las pandillas? ¿Por qué? No solo son los policias combatiendo a un supuesto mal social (las pandillas), son también sujetos, legitimados por un uniforme, quienes ejercen agresiones indiscriminadas contra jóvenes, niños y personas marginadas en El Salvador. Sumado a esto, las narrativas de los medios de comunicación, que repiten palabras como “enfrentamiento” para reportar los actos de violencia, alimentan la idea de que todas las personas muertas en ataques con la policía son pandilleros y todos merecen morir.

Óscar Martínez nos presenta a otro de sus personajes principales: Denis. ¿Cómo llega esta historia a Óscar? Gracias a la madre de Denis, Consuelo Hernández, quien luchó incansablemente por recuperar la memoria colectiva de su hijo. “Denis ni siquiera era pandillero”, relata la nota que publicó el periódico El Faro (en el que escribe Óscar) presentando su historia. Consuelo quería contar, contar es rescatar, que a Denis lo mataron unos policías en una finca en San Blas porque lo confundieron con uno de los pandilleros que se habían refugiado en ese lugar. Esa fue la historia que Óscar escuchó y contó.

La historia de Denis ocasionó que los policías que mataron al joven fueran a un juicio. ¿El periodismo cambia vidas? ¿De qué manera aporta el oficio a la justicia? A lo que responde Martínez: “si algo me enorgullece del oficio es que, cuando se hace bien, suele alcanzar niveles de profundidad en sus investigaciones que superan a los de la justicia de los países enclenques como El Salvador” (p. 112).

Registrar una historia para después hacerla pública también tiene costos, a veces demasiado altos. ¿Cómo pedirle a una madre que recuerde cómo mataron a su hijo, si lo que quiere es olvidar lo ocurrido? El autor pone preguntas sobre la mesa que responde de forma precisa, quizá no de forma contundente, porque resulta imposible otorgarles una respuesta absoluta, pero sí vierte luz sobre dilemas recurrentes: qué contar, cómo contarlo, para qué.

Las fuentes son el elemento principal de cualquier historia periodística. Los relatos más contundentes, como el de Denis (que lograron mover una estructura política a favor de las víctimas), se alcanzan por personas como Consuelo, a quien el autor describe como una mujer valiente y reconoce su labor. Óscar Martínez reflexiona sobre lo que puede ofrecerle a una fuente como Consuelo, quien arriesga su vida para salvar la memoria de su hijo asesinado. ¿Cuándo es pertinente no contar una historia? El autor responde que “no es posible contar esa historia porque no hay forma de garantizar un mínimo de seguridad para esa fuente” (p. 130). Empero, después de evaluar los riesgos, Consuelo decidió hablar. En palabras del autor: “ella había tomado la decisión digna e informada de hablar con nosotros para luchar contra el sistema por la dignidad de su muerto” (p. 130). El papel del periodista es proteger también las decisiones de sus fuentes.

A lo largo de la historia, Óscar Martínez habla también de otros personajes, como de personas de la política que evidentemente difuminan las líneas entre lo legal y lo ilegal. Habla de migrantes, de mujeres, de personas que deciden ayudar a migrantes, aunque en realidad los convierten en activo de sus negocios. El autor hace un recorrido por las calles de El Salvador y sus vendedores informales, habla de mafias, de diputados, de otros periodistas, y las historias de todos ellos. Las historias de la gente que Óscar acompañó. Habla de los hermanos de Rudi, de abogados, de más policías y de cárceles.

El título del libro es contundente: Los muertos y el periodista. Conocemos al periodista en primera persona, un hombre comprometido con la verdad y la justicia, en medio de una abrumadora escala de grises, de matices, y frente a un mar de decisiones. También conocemos a los muertos. Los muertos de los que habla son muchos, y los leemos como recuerdos del autor. Se asoman en memorias reconstruidas por las páginas de su libreta negra, y las notas de voz en su grabadora. Los muertos fueron migrantes, jóvenes como Denis o pandilleros como Rudi. Pero los muertos también son los familiares de Denis y los hermanos de Rudi, quienes al final terminaron condicionando su vida al contexto violento que han vivido y van a seguir viviendo.

Los muertos y el periodista tiene muchos puntos fuertes. Primero, es una reflexión que propone detenerse a escuchar para entender, dudar y comprobar; y segundo, plantea muchas preguntas necesarias para comprender el fenómeno de la violencia. Se fundamenta principalmente en entender por qué las sociedades en Centroamérica son tan violentas. Desglosa la respuesta a esta pregunta con otros cuestionamientos, presenta también personajes con toda la entrega que se merecen y deja de lado la dicotomía buenos-malos. El texto exhibe además los límites difusos entre las instituciones y el crimen organizado. Cuestiona a las policías y a los sistemas judiciales, presiona al Estado y lo responsabiliza de tantos años de impunidad. Asimismo, el libro pone en primera persona a un periodista honesto, a veces con miedo, pero siempre con una insaciable búsqueda de justicia. El libro es también valioso por el testimonio en primera persona del periodista, un testimonio que convive con todos los demás personajes. La experiencia personal de Óscar Martínez es imposible de ignorar. El autor es un periodista, pero sobretodo, una persona comprometida con la verdad y la memoria. Su trabajo y lucha van en contra de las narrativas simplistas de la prensa que intentan ver a las pandillas como un mal social irreductible.

Resulta importante reconocer el papel de Óscar Martínez en la realidad actual. Es un periodista incómodo para el régimen de Bukele. Colabora en El Faro, un medio al que el presidente y varios funcionarios públicos no dejan de atacar. Socialmente su trabajo es incómodo; varias personas lo acusan de pandillero, y bajo esa creencia malintencionada, tienen una opinión negativa sobre El Faro. Nosotros, los lectores evitamos creer que existe algo más allá de una narrativa que elude el binomio buenos-malos de una sociedad; lo cual, para un régimen como el de Bukele es conveniente porque facilita las alternativas de pactos y mano dura. A pesar de que Los muertos y el periodista es un libro que relata experiencias duras, cualquier lector puede encontrar en las palabras del autor, los sentires compartidos de vivir investigando estos temas enmarcados en la violencia.

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