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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.19 no.37 Monterrey ago./dic. 2023  Epub 03-Mayo-2024

https://doi.org/10.46530/cf.vi37/cnfns.n37.p174-177 

Reseñas

Drogas, violencia y protección en México: nexo histórico y nada natural

Drugs, violence and protection in Mexico: a non-natural historical nexus

Gullermo Alejandro Navarro-Virgen1 

1Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey

Smith, B. 2022. La droga: la verdadera historia del narcotráfico en México. Debate,


Cuando un mexicano enuncia al narco o uno de sus tantos eufemismos conviven la zozobra, la normalidad y muchas expresiones que se jactan de autoexplicativas: “¿Qué pasó? Fue el narco”. Para Benjamin Smith estas explicaciones serían, cuando menos, insuficientes. Como parte de una generación de investigadores de diferentes ramas de las ciencias sociales, que repiensan la violencia del crimen organizado en México y su narrativa, este autor inglés hace un esfuerzo por restituir la historia del narcotráfico en México desde aristas que se le han escapado a la historia oficial y a la memoria colectiva. La droga: la verdadera historia del narcotráfico en México muestra, sobre todo, que el tráfico de drogas no es un fenómeno natural y menos aún lo es la violencia que hoy en día relacionamos con él y los llamados cárteles.

Este libro traza los aspectos relacionados con la droga desde los albores de la Revolución mexicana hasta el presente: la herbolaria, consumo, tráfico, productos culturales, legislación, operaciones de agencias de aplicación de la ley, lavado de dinero, violencia y una lista amplia de efectos sociales que hace de La droga una historia integral para entender la evolución del mercado de sustancias psicotrópicas ilícitas. En el texto, esta evolución comienza con el uso popular de la marihuana como remedio herbario y producto recreativo y llega hasta la corrupción sistemática en instituciones de todos los niveles, la escalada de violencia alrededor de la implementación del Tratado de Libre Comercio de Amércia del Norte (TLCAN), la guerra contra el narco, y la formación de un ambiente violento donde el mercado de protección criminal da forma a la inseguridad pública que hoy conocemos.

Ante tantas cuestiones, pareciera que Benjamin Smith podría terminar por contar generalidades que han sido abordadas a mayor profundidad en otros textos; no obstante, la elección metodológica y el formato del texto permite evitar esto. Benjamin Smith presenta veintidós capítulos, cada uno enfocado en un subtema, personaje, periodo, región y actor distinto, con un estilo narrativo que se separa del formato académico y se acerca más al divulgativo o novelesco.

Los capítulos nos guían ante cuestiones importantes y mucho de lo que no se cuenta. Podemos comenzar por resaltar cómo el autor reta a la manera usual de narrar al narco. Smith retoma historias como la de Leopoldo Salazar Viniegra, promotor de la legalización de las drogas y del enfoque de reducción de daños para usuarios de heroína en la Ciudad de México, para mostrar que otras posibilidades históricas han operado ya en el país. También rescata la historia de Ignacia Jasso La Nacha, una mujer que articuló y operó una red de tráfico en Ciudad Juárez en el periodo posrevolucionario durante más de medio siglo. Sus empresas desafían la idea de que las mujeres relacionadas con el el narco solo son víctimas o amantes aprovechadas de la solvencia económica de los narcos.

La droga muestra además cómo el tráfico de drogas está atravesado por el racismo y el clasismo desde el inicio: la masacre y desplazamiento de comunidades chinas en el noreste del país a principios del siglo XX estuvo impregnada del estigma de que sus miembros eran pequeños cultivadores y consumidores de opio, y la criminalización de marihuana venía acompañada de una retórica de limpieza social de los pobres. Otro elemento sería el mito de los capos de “orígenes humildes” o del campesino que hizo de sí mismo una leyenda: esta es en realidad la historia de pocos narcotraficantes. El negocio a gran escala, los contactos y el saber-hacer eran también heredados, y los campesinos fueron más bien víctimas de intoxicaciones, privaciones de libertad, falsedad de declaraciones judiciales, tortura y otras tantas formas de violencia que incluían, desde luego, el asesinato, tanto por autoridades públicas como por miembros del crimen organizado.

Otra clave en el libro es la comprensión de la transformación de las redes de protección del tráfico de drogas. No siempre hizo falta esconderse de agentes policiales, militares ni de otros traficantes, tampoco coludirse para mantener las operaciones; la criminalización de las drogas trajo esta innovación. El libro muestra la evolución de las redes de protección que inició en ambientes locales, pasó a ser controlada por autoridades públicas de las entidades federativas y llegó a estar codirigida en el nivel federal; como señala el autor “el negocio del narcotráfico no solo era ‘organizado’, sino también disciplinado” (p. 270). Quizá una de las documentaciones más importantes en esta obra es la del caso de Baja California, donde el gobernador Esteban Cantú decidió que la dependencia de los ingresos de la venta de drogas, que los turistas americanos dejaban en Tijuana, era tal que valía la pena mantener las operaciones bajo la coordinación de las autoridades públicas con los traficantes.

Smith también cuenta cómo la Dirección Federal de Seguridad (DFS) -el servicio secreto mexicano- se implicaría en estas redes de protección. Lo mismo hizo la Policía Judicial Federal. Las redes de protección estaban basadas en una larga cadena de cuantiosos sobornos y las fricciones que surgirían en estas redes serían también causa de los brotes violentos, que generarían el ambiente de inseguridad y de violaciones de derechos humanos, que incluso hoy nos cuesta dimensionar.

Para la década de los noventa, la situación cambiaría rápidamente. El Estado y sus recursos se achicaban ante la reestructuración neoliberal, el TLCAN facilitó el tráfico comercial fronterizo, la hegemonía política del Partido Revolucionario Institucional (PRI) llegaba a su fin y las regulaciones de la adquisición de armas en Estados Unidos se volvieron más laxas; asimismo, las operaciones ilegales de las agencias de aplicación de la ley, la institucionalización informal de la impunidad y décadas de fortalecimiento económico, organizacional y político de grupos criminales -cuya fragmentación estaba por aumentar el nivel de conflicto- serían el caldo perfecto para que el negocio del narcotráfico se diversificara en otros delitos violentos: el tráfico de personas y de migrantes, el secuestro y la extorsión.

Estas son las condiciones en las que Smith establece el inicio de la guerra contra el narco. No sería el primer esfuerzo estatal por reducir el tráfico de drogas -él mismo hace recuentos relevantes, como el de la Operación Cóndor-, pero sí uno que coronó un nuevo panorama en el que el Estado se enfrentaba al narco, cárteles se enfrentaban entre ellos, agencias de fuerza pública se enfrentaban entre ellas, el Estado se aliaba con ciertos grupos criminales en detrimento de otros y de sí mismo… un mosaico de actores criminales en el que el uso de violencia estaba lejos de ser monopólico y legítimo, como también sucedía con la provisión de la protección.

Un último elemento y definitivamente no menos relevante es el intervencionismo americano. El autor de La droga repite múltiples veces que el mercado de drogas se define por la demanda en Estados Unidos; no obstante, más allá de las fuerzas económicas, históricamente el vecino norteño de México ha dado forma a la políticas nacionales para atender el asunto: desde la imposición de las legislaciones que veían a las drogas como un tema de seguridad más que de uno de salud pública, pasando por las operaciones de la DEA en solitario o en conjunto con agencias mexicanas, hasta las omisiones ante el tráfico de armas desde los estados sureños de EE.UU. a México. Benjamin Smith no escatima en casos en los que este país norteamericano ha extorsionado a México a través de su política exterior.

Desde mi perspectiva, cuando se termina de leer La droga hay varias ideas que pueden rondar la mente. De entrada, que la obra de Smith, aunque suena contradictorio, es el resumen más completo de la historia de aquello que llamamos narco en México. Asimismo, que es un trabajo que aporta a la historia, como parte de la última ola de trabajos de académicos renombrados, que abordan el crimen organizado en México y buscan cuestionar las verdades oficiales y debatir la veracidad de la que se ha construido en medios, en la cotidianidad de la población y en los propios trabajos de investigación; si bien estas preguntas son valiosas, el trabajo de Smith, más que dejar las preguntas al aire, hace un esfuerzo por responderlas a través de nuevas fuentes. En ese sentido, su aproximación al fenómeno desde la historia popular parece un acierto incluso si el apartado metodológico del libro se mantiene limitado. En cambio, este acierto no le da el carácter final de “verdadera historia” que presume en su título; como su trabajo deja ver, esta historia sigue en construcción.

Concluiríamos entonces diciendo que La droga: la verdadera historia del narcotráfico en México innova en los métodos para buscar verdades posibles más precisas y desmontar aquellas “verdades” que se dibujan por las particularidades de narrar lo clandestino e historizar un tema donde actores compiten por la legitimidad de lo que cuentan.

El mayor aprendizaje pudiera ser, desde luego, que el narcotráfico no es una condena inherente a la cultura o posición geográfica de México, sino un proceso histórico que se encuentra en uno de sus momentos de alta expresión violenta. No obstante, es imposible no mencionar que, pese a los amplios matices del libro -tal como comentó Ignacio Irazusta al compartir opiniones sobre el texto-, uno no puede terminar de leer las últimas páginas sin sentir que hoy por hoy, la violencia en México, relacionada con lo que inició como narcotráfico, es absoluta, total y nada se le escapa.

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