Introducción
Con el incremento de la expectativa de vida, tanto a nivel nacional1 como internacional, el segmento de población adulta mayor también se ha ampliado significativamente; representando un gran desafío para las autoridades abordar la problemática social, económica y sanitaria que conlleva; y que en muchos casos incluyen la desnutrición2,3.
Algunas condiciones de su estilo de vida muy arraigados como: inadecuados patrones de consumo de alimentos, desmotivación para cocinar, pérdida de habilidades para comprar alimentos y utilizar equipos de cocina, recursos económicos muy limitados, sedentarismo por incapacidad física o emocional (depresión, duelo), así como la significativa disminución de la interacción social, incrementan sustancialmente la vulnerabilidad en los adultos mayores frente a la nutrición4,5,6.
El proceso del envejecimiento del organismo humano no debería definirse como un mero proceso de cambios biológicos, desde una visión más holística incluye también innumerables cambios de comportamiento social y de perfil psicológico, definiendo un nuevo estilo de vida que repercute en el sistema social y económico de la comunidad y país en general de manera irreversible7,8.
Envejecimiento y vejez son conceptos diferentes. El envejecimiento en principio se entiende como un proceso de cambios físicos y cognitivos en el individuo, desde que nace hasta que muere; mientras que la vejez es la última etapa de la vida, que comienza a los 60 años formando parte del envejecimiento9 y como lo destaca De Beauvoir (1983) “la vejez no es un hecho estadístico, es la conclusión y programación de un proceso”10,11.La vejez tampoco se puede definir universalmente porque es sensible al contexto. Las Naciones Unidas, por ejemplo, considera que la vejez es de 60 años o más12. Por el contrario, un informe conjunto de 2001 del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos y la Oficina Regional para África de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fijó el comienzo de la vejez en el África Subsahariana en 50 años9.
Los gerontólogos han reconocido que las personas experimentan condiciones muy diferentes a medida que se acercan a la vejez, definiendo subgrupos como los jóvenes-viejos (60 a 69), los de mediana edad (70 a 79) y los muy viejos (80+)13.El subgrupo que se amplía más rápidamente en Latinoamérica es el de las personas mayores de 80 años14, pero, aunque la población está ganando tiempo de vida, no necesariamente la calidad de vida de estos últimos años también mejora. Por el contrario, se incrementa la minusvalía física y económica, el deterioro cognitivo, el aislamiento social y los problemas de déficit alimentario como la desnutrición, entre esta población adulta mayor11,15.
La nutrición es uno de los pocos predictores modificables de la salud en la vejez16para múltiples enfermedades relacionadas con la edad, incluyendo sarcopenia y declive funcional17,18. Existe clara evidencia de factores dietéticos implicados en la etiología de estas enfermedades que, a su vez, pueden beneficiarse de una intervención nutricional; por tanto, el desafío de las ciencias médicas sería el de fijar las condiciones de dieta que mejor preserven tejidos y funciones y minimicen enfermedades19.
En Hispanoamérica disponemos de una amplia bibliografía al respecto de estudios muy diversos relacionados con la salud y alimentación de la población adulta mayor, considerándose un tema de interés histórico y a la vez muy actual. Sin embargo, en Venezuela, durante la última década muy pocos estudios han perfilado el panorama de este colectivo, que frente a los enormes cambios sociopolíticos y económicos que atraviesa el país, requiere de una urgente actualización en sus referentes, que permita adecuar las políticas públicas a un segmento de la población probablemente invisibilizada por su diezmada capacidad para hacer presión pública sobre sus propias necesidades.
Así, tratando de responder a esta necesidad, el objetivo principal del presente estudio ha sido el de intentar caracterizar un grupo de adultos mayores de la ciudad de Puerto La Cruz, en el Estado de Anzoátegui, desde el punto de vista sociodemográfico, antropométrico y dietético; para ayudar a reconocer elementos importantes en el diálogo constructivo al respecto de la compleja realidad de este relevante sector social, aportando datos que podrían ser útiles además para la revisión y/o actualización de programas de asistencia alimentaria, educación nutricional, así como en la elaboración de nuevas guías dietéticas más enfocadas en las diferentes realidades y cultura local que contextualicen su cotidianidad.
Material y Métodos
Se define como una investigación descriptiva, de carácter transversal y cuantitativo; que ha contado con el libre consentimiento de los participantes y aprobación correspondiente de la Comisión Científica y Ética del Postgrado de Alimentos de la Universidad de Oriente (28 de enero de 2020). El muestreo se derivó de un amplio ciclo de conferencias, y otras actividades formativas de apoyo, convocadas por diferentes instituciones privadas y gubernamentales en el marco del “Día del Adulto Mayor” que en Venezuela se celebra el 29 de Mayo en el Área Metropolitana de Puerto La Cruz, en Venezuela, entre los años 2020 y 2023; donde se promovieron las características del estudio y la participación activa de personas voluntarias. Los criterios de inclusión de la investigación fueron individuos mayores de 60 años, no institucionalizados, de ambos sexos; mientras que los de exclusión se enfocaron en no presentar un mal estado de salud y/o patologías descompensadas, así como no disponer de tiempo suficiente para asistir a las entrevistas y cumplimentar la información requerida.
Las personas participantes fueron convocadas individualmente para una actividad presencial, que estaba estructurada en dos grandes partes: una primera enfocada en la recolección de la información necesaria para la valoración socioeconómica y de hábitos de compra de alimentos, así como una segunda parte referida a la recolección de sus datos antropométricos y de consumo de alimentos.
Para valorar el nivel socioeconómico se utilizó el Método Graffar Modificado20 que considera variables estructurales como la fuente de ingreso y las condiciones de alojamiento de la persona y su familia, definiendo como no pobres (NP) a los estratos I-II-III de su escala, al estrato IV como pobreza relativa (PR) y al estrato V como pobreza crítica (PC), caracterizadas estas últimas por su incapacidad de satisfacer necesidades básicas.
De igual modo se hicieron preguntas directas al respecto de la frecuencia y lugares de compra de alimentos, criterios de adquisición, principales desafíos para aprovisionarse de comida y autoproducción de algunos alimentos de manera doméstica; para perfilar las posibilidades y hábitos de abastecimiento y consumo de la persona, y su entorno familiar.
La antropometría se abordó tomando la estatura (m) con estadiómetro portátil digital, prototipo de la Universidad de Córdoba (España), así como el peso (kg) empleando la Báscula portátil Tanita®, con capacidad de 200 kg. Esta información sirvió de base para determinar el índice de masa corporal (IMC) en kg / m2, básico para la clasificación del estado nutricional según la Organización Mundial de la Salud. De igual forma se midió el perímetro de cintura, que diagnostica riesgo cardiometabólico en adultos, tomando como patrón la clasificación de la Federación Internacional de Diabetes. La actividad física se evaluó según los criterios propuestos por la OPS- OMS21, los cuales la clasifican en tres niveles: vigorosa, ligera y sedentaria.
Se caracterizó el patrón dietético de cada persona seleccionada combinando la frecuencia cualitativa de consumo de alimentos (FCCA) con el método de recordatorio de 24 horas (R24H); compilando no solamente los datos semicuantitativos de dos días diferente de consumo en una misma semana, sino también los grupos de alimentos habitualmente más consumidos según el criterio de alto (consumo diario), medio (consumo semanal) y bajo (consumo mensual). Estos datos se sistematizaron a través de una entrevista presencial con nutricionistas dietistas siguiendo la metodología de pasos múltiples22 y utilizando un cuestionario digital predeterminado. También emplearon las tablas de medidas y raciones venezolanas23, así como alimentos modelados y un álbum fotográfico de utensilios caseros en tamaño real para precisar las cantidades consumidas.
Se realizó un estudio de frecuencia de consumo para los alimentos reportados por cada participante, determinando la moda estadística para el peso o gramaje de los mismos. Con esta información se obtuvo la valoración nutricional de los datos de consumo, empleando el programa Food Processor®basado en la Tabla de Composición de Alimentos venezolana24 para todos los macronutrientes (energía, proteínas, grasa, carbohidratos) y micronutrientes (calcio, hierro, magnesio, zinc, vitamina A), con excepción de Ácidos Grasos Poliinsaturados (AGP) y vitamina B12 consumidas donde se utilizó la Tabla de Composición de Alimentos de Centroamérica25. El análisis del consumo de calorías y nutrientes de la investigación se basó en los valores de referencia del Instituto Nacional de Nutrición de Venezuela26, determinando para cada tipo de dieta estudiada el perfil calórico, que engloba los macronutrientes (energía, proteínas, grasas y carbohidratos).
La adecuación de los perfiles calóricos obtenidos se estudió en función a los rangos aceptables de distribución de macronutrientes (RADM) para la población venezolana, que los establece en 11-14% para proteínas, grasas entre 20-30% así como 56-69% para los carbohidratos; y considera los márgenes de su consumo como adecuado (95-105%), inadecuado por déficit (<95%) o inadecuado por exceso (>105%). Para micronutrientes los criterios se establecieron en adecuado (85-115%), inadecuado por déficit (<85%) e inadecuado por exceso (>115%)27.
Finalmente, la calidad general de la dieta fue medida a través de la técnica de puntaje de diversidad alimentaria, en su modalidad de 12 grupos de alimentos (cereales, raíces y tubérculos, hortalizas, frutas, carne y pollo, huevos, pescado y mariscos, leguminosas, leche y derivados, aceites y grasas visibles, azúcar y miel, misceláneos) y con los siguientes criterios de evaluación: baja cuando el consumo es ≤ 3 grupos de alimentos, mediana cuando se ubica entre 4-5 grupos de alimentos y alta cuando alcanza los ≥ 6 grupos de alimentos28,29.Se empleó estadística descriptiva univariada, bivariada y multivariada para analizar la información; frecuencia absoluta y porcentajes para las variables cualitativas, así como medidas de tendencia central y dispersión para las variables cuantitativas. A través de la prueba Chi Cuadrada y el análisis multivariado de correspondencia se relacionaron las variables; con un nivel de significancia < 0.05 se usó el programa STATA 12.0.
Resultados
Participaron 484 personas desagregadas en tres categorías construidas según subgrupos etarios: las de 60 a 69 años representaron el 51.4% (n=249), entre 70 a 79 años alcanzaron el 42.1% (n=204), así como las mayores de 80 años fueron el 6.4%(n=31). De esta muestra, 184 sujetos fueron del sexo masculino (38.0%) y 300 del sexo femenino (61.9%); caracterizándose socioeconómicamente como no pobres el 54.1% (n=262) y con algún nivel de pobreza el 45.8% (n=222). Sin embargo, por estratos socioeconómicos el grupo más importante fue el de pobreza relativa que abarcó el 37.8% (n=183) de la muestra, seguido por los de media baja con 33.0% (n=160), media alta en 21.1% (n=102) y finalmente pobreza crítica con el 8.1% (n=39).
El diagnóstico del estado nutricional (Tabla 1) arrojó que el 63.4% de la muestra se presenta como normal (n=307), el 35.3% evidenció déficit (n=171), al igual que el 1.2% de las personas evaluadas fueron diagnosticadas con sobrepeso (n=6) casi en su totalidad ubicadas en el subgrupo etario de 60-69 años. No se reportaron personas obesas, así como solo el 0.4% (n=2) de los participantes cursan con riesgo cardiometabólico, concentrados totalmente entre los hombres con diagnóstico de sobrepeso pertenecientes al subgrupo de 60-69 años.
Rango Edad (n) | Diagnóstico Antropométrico | Riesgo Cardiometabólico | ||||
---|---|---|---|---|---|---|
Déficit | Normal | Sobrepeso | Obesidad I | Obesidad II | ||
60-69 M=102 F=147 | 28 (27,45%) | 71 (69,60%) | 3 (2,94%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 2 (1,9%) |
49 (33,33%) | 96 (65,30%) | 2 (1,36%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,0%) | |
70 - 79 M=78 F=126 | 28 (35,89%) | 50 (64,10%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,0%) |
48 (38,09%) | 77 (61,11%) | 1 (0,79%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,0%) | |
>80 M= 4 F=27 | 3 (75,00%) | 1 (25,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) |
15 (55,55%) | 12 (44,44%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,00%) | 0 (0,0%) | |
Total 484 | 171 (35,3%) | 307 (63,4%) | 6 (1,2%) | 0 (0,0%) | 0 (0,0%) | 2 (0,4%) |
Fuente: elaboración propia.
En la Tabla 2 se aprecia que la relación entre las variables sociodemográficas estudiadas con el estado nutricional diagnosticado no ha sido estadísticamente significativa. Sin embargo, es destacable que, aunque el mayor porcentaje de la población posee un diagnóstico nutricional normal, la principal desviación del mismo resulta la del déficit, que logra alcanzar el 37.3% (n=112) en mujeres y 32.1% (n=59) en hombres. Según actividad física, el estado nutricional se distribuyó con similitud y prevaleció la normalidad en todos los niveles. También destaca que las personas con nivel educativo básico son las que presentaron la menor proporción de normalidad para el estado nutricional y la mayor proporción de déficit. Este patrón se repite para la edad; el grupo de las personas mayores de 80 años fueron las que reportaron la mayor proporcionalidad de déficit nutricional y menor proporción de normalidad. El ser profesional no mostro diferencias porcentuales, pero si la estratificación social. La variación entre la pobreza crítica (30.7%) con respecto a los criterios de pobreza relativa (61.7%) y no pobres (69.4%) es muy amplia, mostrando que las personas más favorecidas socioeconómicamente alcanzan una mayor proporción de normalidad nutricional.
Factores Sociodemográficos | Estado Nutricional | Valor p | |||
---|---|---|---|---|---|
Déficit n (%) | Normal n (%) | Sobrepeso n (%) | Total n (%) | ||
Género | 0,202 | ||||
Masculino | 59 (32,1) | 122 (66,3) | 3 (1,6) | 184 (100) | |
Femenino | 112 (37,3) | 185 (61,6) | 3 (1,0) | 300 (100) | |
Edad | 0,311 | ||||
60-69 | 77 (30,9) | 167 (67,6) | 5 (2,0) | 249 (100) | |
70-79 | 76 (37,2) | 127 (62,2) | 1 (0,4) | 204 (100) | |
>80 | 18 (58,0) | 13 (41,9) | 0 (0,0) | 31 (100) | |
Nivel Educativo | 0,460 | ||||
Básica | 72 (43,1) | 94 (56,2) | 1 (0,5) | 167 (100) | |
Media | 75 (36,4) | 128 (62,1) | 3 (1,4) | 206 (100) | |
Superior | 24 (21,6) | 85 (76,5) | 2 (1,8) | 111 (100) | |
Ocupación | 0,500 | ||||
Profesional | 49 (34,7) | 88 (62,4) | 4 (2,8) | 141 (100) | |
No Profesional | 122 (35,5) | 219 (63,8) | 2 (0,5) | 343 (100) | |
Actividad Física | 0,566 | ||||
Sedentaria | 91 (44,6) | 108 (52,9) | 5 (2,4) | 204 (100) | |
Ligera | 77 (40,9) | 110 (58,5) | 1 (0,5) | 188 (100) | |
Vigorosa | 3 (3,2) | 89 (96,7) | 0 (0,0) | 92 (100) | |
Estrato Social | 0,410 | ||||
No Pobre | 76 (29,0) | 182 (69,4) | 4 (1.5) | 262 (100) | |
Pobreza Relativa | 68 (37,1) | 113 (61,7) | 2 (1,0) | 183 (100) | |
Pobreza Crítica | 27 (69,2) | 12 (30,7) | 0 (0,0) | 39 (100) |
Fuente: elaboración propia.
Se encontró relación significativa (p<0.005) entre las variables en forma multivariada. Así, el análisis de correspondencias permitió establecer que el estado nutricional normal estaba asociado a tener estudios superiores, no ser pobre, y ubicarse en el subgrupo etario de 60-69 años. De igual modo el déficit se vinculó con ser mujer, tener más de 80 años y estar en pobreza crítica.
El 77.4% (n=375) de las personas señalaron intervenir en la compra de alimentos doméstica, considerando además que el 38.4%(n=186) del total de la muestra informaron vivir solos y asumir exclusivamente la compra y preparación de sus alimentos. En un 60.5% (n=293) de los casos señalaron preferir la compra en Supermercados y grandes superficies, principalmente porque encuentran los espacios más cómodos para desplazarse. El principal desafío a la hora de comprar fue el visual, la incapacidad de leer adecuadamente rótulos y avisos de precios/ofertas con un 59.2% (n=287), de igual forma para el 64.0% (n=310) de los participantes a la hora de comprar la prioridad es el precio de los alimentos, muy por encima del 12.6% (n=61) que consideran más importante el valor nutritivo.
En relación a la estructura de la dieta, se encontró que el 51.2% (n=248) de la muestra reportan la práctica habitual de tres comidas al día, y apenas un 2.2% (n=11) adicional incluye por lo menos una merienda al día. En contraposición, el 45.4% (n=220) de las personas participantes refirieron hacer menos de tres comidas diarias; siendo la combinación de desayuno/almuerzo la estrategia más frecuente de consumo con un 75.4% (n=166). Los tiempos de comidas observan diferencias porcentuales muy amplias por subgrupo etario, son los comprendidos entre 60-69 años los que mayoritariamente hacen tres o más comidas al alcanzar un 55.8% (n=139) de reportes; mientras que la referencia de solo dos comidas es más frecuentemente entre las personas mayores de 80 años, donde alcanza hasta un 87.0% (n=27).
El aporte de energía suministrado por los macronutrientes se esquematiza en la Figura 1, cuya porcentualización resultó en líneas generales bastante heterogénea entre los subgrupos estudiados; observándose como solamente el correspondiente a personas entre 60-69 años se ajusta a la recomendación de los RADM venezolana. También permite apreciar las importantes diferencias entre el consumo calórico diario, donde la tendencia parece indicar que se desploma con la edad; con déficits significativamente estadísticos (p<0.005) para los mayores de 80 años.
En la Tabla 3 se observa una amplia adecuación porcentual registrada para los carbohidratos en todos los subgrupos etarios estudiados; pero por el contrario la adecuación de proteínas y grasas no es tan homogénea. El déficit de adecuación de proteínas alcanza un 51.9% (n=106) en el subgrupo 70-79 años y 70.9% (n=22) en el de mayores de 80 años; al igual que en las grasas con 52.9% (n=108) y 61.2% (n=19) respectivamente. Sin embargo, solo se encontró significancia estadística (p<0.005) para los déficits tanto de proteínas como de grasas en el subgrupo de >80 años.
Adecuación de Nutrientes 60 - 69 | Subgrupos Etarios | Total General | |||
---|---|---|---|---|---|
70 - 79 | >80 | ||||
Energía | Déficit | 13,2% | 45,0% | 67,7% | 30,1% |
Adecuado | 76,7% | 50,0% | 32,2% | 62,6% | |
Exceso | 10,0% | 4,9% | 0,0% | 7,2% | |
Proteína | Déficit | 20,4% | 51,9% | 70,9% | 36,9% |
Adecuado | 68,2% | 47,0% | 25,8% | 56,6% | |
Exceso | 11,2% | 0,9% | 3,2% | 6,4% | |
Grasas | Déficit | 2,8% | 52,9% | 61,2% | 27,6% |
Adecuado | 83,9% | 43,1% | 38,7% | 63,8% | |
Exceso | 13,2% | 3,9% | 0,0% | 8,4% | |
AGP | Déficit | 46,5% | 49,5% | 51,6% | 48,1% |
Adecuado | 53,0% | 49,5% | 48,3% | 51,2% | |
Exceso | 0,1% | 0,9% | 0,0% | 0,6% | |
Carbohidratos | Déficit | 1,2% | 0,0% | 0,0% | 0.6% |
Adecuado | 96,3% | 56,8% | 29,0% | 75,4% | |
Exceso | 2,4% | 43,1% | 70,9% | 23,9% | |
Ca | Déficit | 49,7% | 50,4% | 70,9% | 51,4% |
Adecuado | 48,9% | 49,0% | 29,0% | 47,7% | |
Exceso | 1,2% | 0,5% | 0,0% | 0,8% | |
Fe | Déficit | 38,5% | 51,4% | 83,8% | 46,9% |
Adecuado | 59,4% | 48,5% | 16,1% | 52,0% | |
Exceso | 2,0% | 0,0% | 0,0% | 1,0% | |
Na | Déficit | 0,0% | 0,0% | 0,0% | 0,0% |
Adecuado | 50,3% | 51,9% | 61,2% | 50,9% | |
Exceso | 49,7% | 47,9% | 38,8% | 49,1% | |
Mg | Déficit | 4,0% | 49,0% | 38,7% | 25,2% |
Adecuado | 83,9% | 43,1% | 61,2% | 65,2% | |
Exceso | 12,0% | 7,8% | 0,0% | 9,5% | |
Zn | Déficit | 47,7% | 57,3% | 45,1% | 51,6% |
Adecuado | 51,4% | 41,6% | 54,8% | 47,5% | |
Exceso | 0,8% | 0,9% | 0,0% | 0,8% | |
A | Déficit | 47,7% | 67,6% | 90,3% | 58,8% |
Adecuado | 52,2% | 32,3% | 9,6% | 41.1% | |
Exceso | 0,0% | 0,0% | 0,0% | 0,0% | |
C | Déficit | 52,6% | 69,1% | 87,0% | 61,7% |
Adecuado | 46,1% | 30,3% | 12,9% | 37,3% | |
Exceso | 1,2% | 0,4% | 0,0% | 0,8% | |
B12 | Déficit | 28,1% | 53,9% | 70,9% | 41,7% |
Adecuado | 69,4% | 46,0% | 29,0% | 57,0% | |
Exceso | 2,4% | 0,0% | 0,0% | 1,2% |
Fuente: elaboración propia.
Con respecto a los minerales estudiados se reportan consumos adecuados generales más elevados en el caso del magnesio (65.2%) y hierro (52.0%); mientras que el calcio logra adecuación solo en el 47.7% de la población, así como el zinc, que la alcanza para el 47.5% de las mismas. Hubo significancia estadística significativa (p<0.005) para los déficits de zinc en el subgrupo de 70-79 años, calcio y hierro para el subgrupo de >80 años, así como para el exceso de sodio en los subgrupos de 60-69 y 70-79 años (Tabla 3).
De las vitaminas consideradas para esta investigación presentaron en general muy amplios márgenes de déficits para todas las personas participantes, particularmente con significancia estadística (p<0.005) la adecuación para las vitaminas A (41.1%) y C (37.3%). Por otro lado, la vitamina B12 alcanzó en el 57.0% de la población adecuación de ingesta, pero hubo déficits estadísticamente significativos (p<0.005) en los mayores de 80 años, como se observa en la Tabla 3.
Por grupos de alimentos, los cereales con 88% (n=426) resultaron los de más amplio consumo diario, e incluyen particularmente a la harina de maíz pre cocida y el arroz blanco; al igual que el café incluido en el grupo de alimentos varios como se aprecia en la Figura 2. Las bebidas deshidratadas en polvo, que comercialmente se comercializan en pequeños sobres para preparar un litro en agua, resultaron uno de los productos más frecuentemente utilizado por el 40 % (n=194) de participantes al día, y un número similar semanalmente. Las carnes de pescado y pollo son las de mayor consumo con 45% y 40% respectivamente, así como el queso blanco duro del grupo de lácteos junto a los huevos reportaron frecuencias semanales importantes y complementarias sobre todo en los desayunos. También destacan las frecuencias de consumo semanal de leguminosas, raíces y tubérculos; pero particularmente importante son los grupos de legumbres (15% al día), frutas (10% al día) y semillas (10% semanal), que son los de menor frecuencia de consumo por el grupo en general.
Con respecto a los alimentos más consumidos por estas personas adultas mayores, la Tabla 4presenta los doce más importantes para cada subgrupo etario caracterizado. En general, los alimentos que coinciden en todos los estratos socioeconómicos son: harina de maíz pre cocida, queso blanco duro, arroz blanco, pescado, yuca, bebidas deshidratadas, avena y leche completa, aunque con diferentes referencias porcentuales. El subgrupo de 60-69 años se diferencia por reportar pollo y caraotas, dos fuentes adicionales muy importantes de proteína; mientras que los estratos de 70-79 y >80 años reportan pasta, papa, maicena y auyama, la única hortaliza que aparece en todo el contexto de alimentos más consumidos. Tampoco aparece ningún alimento o producto del grupo de grasas visibles entre los más consumidos por la muestra en general.
Posición | 60 -69 años (n= 249) | 70 - 79 años (n= 204) | >80 años (n= 31 | |||
1 | Café | 100 % | Harina Maíz P | 100 % | Harina Maíz P | 100 % |
2 | Queso Bla Dur | 96% | Café | 98% | Arroz B | 100% |
3 | Harina Maíz P | 96% | Arroz B | 98% | Café | 94% |
4 | Arroz B | 94% | Queso Bla Dur | 93% | Maicena | 80% |
5 | Avena | 88% | Bebidas Des | 88% | Queso Bla Dur | 80% |
6 | Bebidas Des | 88% | Avena | 83% | Bebidas Des | 80% |
7 | Pescado | 76% | Pescado | 78% | Pescado | 64% |
8 | Azúcar | 76% | Auyama | 68% | Auyama | 64% |
9 | Pollo | 72% | Leche Comp | 58% | Papa | 58% |
10 | Caraotas | 52% | Azúcar | 53% | Leche Comp | 51% |
11 | Leche Comp | 52% | Yuca | 53% | Yuca | 51% |
12 | Yuca | 52% | Pasta | 49% | Avena | 48% |
Excluye: sal y legumbres utilizadas como aliños Fuente: elaboración propia
Finalmente, el puntaje de diversidad dietética alcanzado por el grupo en general parece resumir su panorama dietético; la participación de estos grupos de alimentos en cada una de las diferentes dietas estudiadas permitió ubicar al 4.3% (n=21) de los participantes dentro del criterio de Alta Diversidad, un 50.2% (n=243) en Mediana Diversidad, así como un 45.4% (n=220) con Baja Diversidad, a expensas sobre todo de la marcada ausencia en la dieta de los grupos de legumbres, frutas y semillas.
Discusión
El panorama sociodemográfico, antropométrico y dietético que ha permitido visibilizar esta investigación responde a la urgente necesidad de contar con información local, que ayude a conocer el mundo alimentario actual de las personas adultas mayores, con miras a enfocar la acción técnica sobre los puntos críticos que podrían condicionarles una mejor calidad de vida dentro del desafiante contexto económico, social y nutricional por el que atraviesa Venezuela30.
La adecuación nutricional aparece fuertemente afectada por los contextos sociales de pobreza, que probablemente sea la principal razón por la cual estas personas mayores estudiadas ven limitado un acceso más amplio a los alimentos tanto en variedad como en calidad; pero de igual modo un bajo nivel educativo también parece hacerles más vulnerables a no poder acceder y manejar de manera acertada la información necesaria para mejorar sus dietas con los recursos locales disponibles31,32.
En nuestra investigación encontramos un 35.3% de déficit tras la evaluación antropométrica de la población, caracterizada por acentuarse a mayor edad de los participantes; así el subgrupo de mayores de 80 años alcanzo niveles de déficit no menores al 55.5%. Frecuentemente en referencias internacionales se describen prevalencias considerables de déficit nutricional en el adulto mayor, es en caso de Kalan et al (2020) quienes en Turquía reportaron un 6.6% de desnutrición y 31.6% adicional en riesgo de ella33 en una amplia muestra; y Razón et al (2022) en Bangladesh, quienes coinciden al concluir en su estudio que con el avance de la edad el porcentaje de peso inferior al normal también aumentaba significativamente, especialmente en adultos mayores de 85 años34. Por otro lado, también destaca como hallazgo antropométrico interesante en nuestra investigación, la ausencia de obesidad y apenas un 1.2% de sobrepeso. Esto contrasta con algunos resultados recientemente obtenidos por Choque et al (2017) en Bolivia, donde una cuarta parte la muestra de adultos mayores cursaba con déficit al igual que otra cuarta parte con obesidad35, con Álvarez et al (2012) en una comunidad de Perú reportaron 15% de déficit y 27.5% en obesidad36, o el más cercano en el Estado de Miranda, Venezuela donde Jiménez et al (2021) reportaron 20% de déficit y 25% de sobrepeso37; observando que la mayoría de investigaciones reportan un equilibrio en la prevalencia de déficit y sobrepeso u obesidad en grupos de adultos mayores estudiados.
Esta diferencia puede estar vinculada a los perfiles calóricos determinados en nuestra investigación, la ingesta media de energía y macronutrientes en las personas mayores a 70 años, ha sido inferior a los niveles recomendados por las RADM venezolanas. Hallazgo que no es peculiar, ya que se documenta en el contexto internacional, como Corish y Bardon (2019) en Irlanda, Ahn et al (2017) en Corea del Sur o Deer et al (2021) en Estados Unidos, la enorme dificultad práctica que representa alcanzar las directrices locales o internacionales recomendadas en cada país por un sector significativo de esta población38,39,40.
Sin embargo, al respecto de los perfiles calóricos muy bajos o insuficientes existe una gran polémica, ya que algunos estudios relacionan las dietas hipocalóricas donde reducen el aporte entre un 15-25% de las calorías diarias totales, con longevidad. Esto podría resultar contradictorio porque la restricción energética también podría limitar el contexto general de aportes adecuados de otros nutrientes básicos para la salud y la vida. Pero al comparar el mapa mundial de las zonas en las cuales la longevidad de las personas alcanza los valores más elevados, como la Cuenca Mediterránea y Japón, en ellas las personas longevas han realizado una reducción calórica mantenida, pero de forma equilibrada en el aporte de nutrientes sin causar malnutrición, y han realizado ejercicio físico como denominador común41.
También encontramos que para las personas mayores que conformaron la muestra de nuestra investigación, después de la disponibilidad económica, la condicionante principal que orientaba la compra de sus alimentos era la funcionalidad, preferir aquellos establecimientos que le permitían acceder y desenvolverse con más fluidez y tranquilidad. La OMS (2015) en su Informe sobre Envejecimiento ya enfatizaba que el envejecimiento considerado saludable era algo más que la simple ausencia de enfermedad, ya que conservar óptimamente las capacidades funcionales era lo más importante para las personas mayores42 en su conjunto. Esto les reduce en la práctica el abanico de opciones de compra, particularmente a grandes cadenas de supermercados que, dentro del contexto de economía globalizada, son los puntos de venta de la agroindustria y por tanto privilegian el mercadeo de procesados y ultra procesados, productos cuya calidad nutritiva en general es muy pobre y, en determinadas patologías comunes en adultos mayores, particularmente contraindicados43,44.
Visualizamos un enorme desafío, pues los adultos mayores no parecen planificar su alimentación en función a sus necesidades nutritivas, sino principalmente al precio de la comida disponible y las condiciones de acceso al lugar de venta, quedando excluidos así muchos productos con gran densidad de nutrientes. Está establecido técnicamente que las dietas pobres en calorías son proporcionales a una también baja diversidad dietética45; y en este estudio hemos encontrado una cadena de correlación entre pobreza, dietas energéticamente insuficientes y puntajes críticamente bajos en la variedad de grupos de alimentos consumidos por los adultos mayores. Así, las dietas sustentadas en arroz y harina de maíz pre cocida de los subgrupos de mayor edad y de los estratos más pobres, mostraron inadecuación por exceso para carbohidratos, y los déficits más amplios para los restantes nutrientes estudiados. Se reportó como la principal fuente de proteína de origen animal el queso blanco duro, caracterizado por un aporte también considerable de sodio que podría implicar riesgos potenciales en patologías cardiovasculares y renales, presentes frecuentemente en este grupo etario poblacional. De igual modo, la marcada inadecuación de vitaminas y minerales para el grupo general de adultos mayores se muestra vinculada a una casi inexistente proporción de consumo de frutas y legumbres.
Existe un consenso entre los investigadores y el público en general de que las frutas y legumbres a menudo se identifican como la parte más importante de una dieta para prevenir enfermedades relacionadas con la edad. A lo largo de décadas de transiciones de pautas nutricionales de grupos de alimentos a pirámides y platos, las frutas y legumbres han mantenido un lugar destacado en las pautas nutricionales diarias establecidas por los departamentos y ministerios de salud en todo el mundo16 por lo que se hace particularmente importante que los adultos mayores sean conscientes de privilegiar su consumo, en el contexto de su tendencia natural a comer cantidades más pequeñas de alimentos en general, lo que podría conducir a la deficiencia de vitaminas y minerales importantes46.
Sin embargo, el bajo consumo de frutas y legumbres observado en esta investigación, puede contextualizarse como un problema de salud pública nutricional tanto a nivel local como global47,48, que parece ser el reflejo tanto de una prolongada crisis económica que vulnera su acceso, sino también por la facilidad para adquirir bebidas deshidratadas sin ningún valor nutritivo que generalmente vienen respaldadas por agresivas campañas publicitarias y que en el caso de las frutas han terminado sustituyéndolas; lo que genera la urgente necesidad de plantear nuevos modelos de acceso preferencial a frutas y legumbres locales y de temporada para la población mayor, regulación de la publicidad y mercadeo de bebidas industrializadas poco saludables, y educar en nutrición para sustentar los esfuerzos, con un patrón de consumo ecológico y más saludable49.
Finalmente, el uso de grasas visibles tan importantes como los aceites y semillas se muestran afectados probablemente por los altos precios del producto en el mercado local, limitando no solo la disponibilidad de calorías en un contexto de dietas poco energéticas, sino que además limitan la disponibilidad de los AGP, que son de importancia muy relevante para la conservación de las funciones cognoscitivas del adulto mayor50. El consumo de pescado, que resultó ser alto en comparación a otros estudios poblacionales locales y nacionales51 resulta aún insuficiente para lograr su adecuación. De igual modo el consumo deficitario de AGP requiere atención especial, sobre todo considerando que la ciudad de Puerto La Cruz, se encuentra ubicada geográficamente en la costa del mar Caribe y dentro del eje pesquero más importante de Venezuela52; por tanto la dieta de estas personas, como la de la población en general, debería estar fuertemente vinculada a los espacios productivos locales53,54.
Conclusiones
Las limitantes identificadas en el presente estudio comparativo son: el tamaño poco homogéneo de los subgrupos etarios de muestra y en el género de la población, así como vincular las patologías presentes en los participantes, que aunque compensadas en algún grado, podrían afectar su aporte alimentario y actividad física. De igual modo, al haberse realizado solo en una ciudad, no perfila la situación para este grupo etario en todo el país. Como conclusión, existen diferencias en el estado nutricional de adultos mayores según su estrato socioeconómico, siendo más vulnerables las mujeres, con mayor presencia de desnutrición vinculada a dietas insuficientes e inadecuadas según va avanzando la edad. Mejorar la calidad de vida de la población adulta mayor implicaría entonces intervenciones, situadas y ajustadas a la asistencia social que reciben, orientadas a prevenir la pobreza y optimizar la calidad de la dieta consumida.