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El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.86 no.344 Ciudad de México oct./dic. 2019  Epub 23-Jun-2020

https://doi.org/10.20430/ete.v86i344.978 

Notas y Comentarios Bibliográficos

Jaime Ros Bosch, economista*

Jaime Ros Bosch, economist

José I. Casar** 

**Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) (correo electrónico: jcasar@gmail.com).


Resumen

El ensayo pasa revista a la vida y obra académicas de Jaime Ros, economista mexicano recién fallecido. Pone en relieve sus principales contribuciones teóricas y empíricas al análisis del desarrollo y el crecimiento, así como sus aportes en el campo del análisis de la macroeconomía y la política económica en México y América Latina.

Palabras clave: Jaime Ros Bosch; economía mexicana; política económica en México; poskeynesianismo, teoría del desarrollo; crecimiento

Abstract

This essay reviews the life and the academic work of Jaime Ros, a recently deceased Mexican economist. It highlights his main theoretical and empirical contributions to the analysis of development and growth, as well as his enrichments in the field of macroeconomic analysis and economic policy in Mexico and Latin America.

Keywords: Jaime Ros Bosch; Mexican economy; economic policy in Mexico; postkeynesianism; development theory; growth

El 7 de julio pasado murió el economista Jaime Ros. Es una gran pérdida para la disciplina, pero es mayor aún para la discusión económica en México. En esta nota intentaré hacer una breve reseña de su contribución a la primera y de la relevancia de su participación en la segunda. Ya habrá tiempo y lugar para hacer una reflexión más integral sobre este hombre extraordinario; por ahora me constriño al aspecto profesional de su persona -el de mayor interés para los lectores de El Trimestre Económico-, no sin anotar que una relación de 47 años marcada por el “sumo consenso de voluntades, aficiones y pareceres” en que Cicerón cifraba “toda la fuerza de la amistad” inevitablemente habrá de teñir este escrito con tonos de elegía aunque, espero, no le restará validez a lo que sigue.

A lo largo de casi medio siglo de ejercicio de la profesión, Jaime Ros combinó siempre la enseñanza con la investigación, movido por la doble convicción de que la búsqueda de la claridad en la exposición y la interlocución con los jóvenes, por un lado, enriquecían la investigación, y por el otro, la de que la investigación teórica y empírica era indispensable para alimentar la enseñanza y evitar el acartonamiento que suele acarrear el paso del tiempo y la repetición de los cursos. Así, preparaba como si fueran nuevos, cursos que había impartido por años o décadas; respecto de lo primero, cito del prefacio de uno de sus libros: “El libro se benefició […] de las reacciones y preguntas de mis estudiantes de Economía Mexicana I en la Facultad de Economía de la UNAM, a quienes [lo] expuse […] durante los meses en que lo redacté” (Ros, 2013: 12).

Luego de estudiar la licenciatura en ciencias sociales en la Universidad de París en la Francia posterior a 1968 comenzó a dar clases, inicialmente en la Universidad Anáhuac y, siendo estudiante de la maestría en economía de la UNAM, en la propia Facultad de Economía. Salvo un interludio de cuatro años a finales de la década de los ochenta, Ros ejerció la docencia durante toda su vida como economista: una década en total en la Facultad de Economía de la UNAM al inicio y al final de su carrera, 12 años en el CIDE y más de 20 en la Universidad de Notre Dame. Macroeconomía, teoría del desarrollo y el crecimiento y, sobre todo, economía mexicana fueron las materias que más reclamaron su interés; aunque también impartió cursos memorables (al menos para mí) de historia económica y de microeconomía. Mención aparte merecen sus cursos de economía aplicada en el CIDE donde, de hecho, enseñaba de la mejor manera que yo haya visto el oficio de ser economista: proponía una pregunta sobre problemas de actualidad de la economía mexicana y desarrollaba una guía de cómo investigarlos de acuerdo con diversas hipótesis, demostraba por qué tal o cual método era el adecuado, ponderaba la pertinencia de las distintas fuentes de información y transmitía a los estudiantes recursos, prácticas y “trucos” para enfrentar el análisis empírico con solvencia, como si fueran aprendices en un taller medieval de “economía aplicada”.

En esos años iniciales de su carrera y bajo su liderazgo, el CIDE consolidó su programa de maestría como uno de los mejores del país y de Latinoamérica. Lo interesante del asunto es que lo hizo no recurriendo al expediente de emular los programas más prestigiados, a la sazón los del itam y El Colegio de México, sino articulando un currículo original que combinaba la lectura directa de los clásicos (Ricardo, Walras, Wicksell, Marshall, Sraffa, Keynes, Kalecki, Hicks, etc.) con textos modernos, lo que proporcionaba al alumno una visión general de las distintas maneras de abordar los temas centrales de la disciplina: la formación de precios, la distribución del ingreso, la determinación del nivel de actividad y el crecimiento. Al mismo tiempo, el programa incluía una fuerte dosis de estadística y matemáticas vinculadas a la enseñanza de la economía aplicada y culminaba con un seminario de economía mexicana al que se invitaba a los más destacados investigadores y profesores de otras instituciones a debatir con el plantel del CIDE respecto de los temas candentes del momento. Con la maestría del CIDE el país ganó una pluralidad en la enseñanza de la economía a nivel de posgrado que no se ha vuelto a registrar cabalmente en épocas posteriores, en que la búsqueda de la excelencia académica, juzgada según se entienden en México los cánones de la academia estadunidense, condujo, con sus matices, a la uniformidad en torno al paradigma dominante.

La participación del CIDE en el debate académico y de política de finales de la década de los setenta y la primera mitad de la de los ochenta, patente en el seminario mencionado, cobró relevancia merced al trabajo de un grupo de investigadores conducido e inspirado por Jaime Ros; su vehículo de expresión fue la revista Economía Mexicana, publicada una vez al año bajo su conducción entre 1979 y 1985. En el contexto de la época se trató de una innovación radical: la revista giraba en torno a un artículo que revisaba la evolución reciente y las perspectivas de la economía; recogía -en la sección sobre dicha evolución- las conclusiones del resto de los artículos de investigación preparados ex profeso sobre los principales problemas del momento y analizaba las perspectivas económicas utilizando un modelo econométrico, construido por Ros,1 en el marco de un programa de cooperación con el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Cambridge. Este modelo, el primero en una institución académica en México, permitía simular escenarios de política económica para evaluar cuantitativamente las distintas propuestas que surgían en aquellos años de intenso debate: los últimos del auge petrolero y los primeros de la crisis de la deuda. Ros imprimió, así, dinamismo y rigor al debate de política económica, con nuevas interpretaciones del funcionamiento de la economía siempre basadas en el análisis de la evidencia empírica, a través de Economía Mexicana y otras publicaciones; más allá de eso, algunas de sus principales aportaciones en esa época se refieren a los determinantes de la formación de precios en el sector manufacturero (que luego darían lugar a un artículo en el Cambridge Journal of Economics [Ros, 1980]), y a una interpretación alternativa de la inflación que ponía mucho mayor énfasis en la evolución de los costos que en la presión de la demanda, lo que correspondía a la realidad de la economía cerrada de aquellos años. También en el Cambridge Journal publicó en 1983 un modelo que vinculaba el comercio exterior de México con la acumulación de capital, mostraba el papel dinamizador de la sustitución de importaciones y la tendencia al estancamiento y al desequilibrio fiscal y externo cuando dicho proceso se detiene (Casar y Ros, 1983).

Durante este periodo en el CIDE y en los dos años siguientes en los que se dedicó a la investigación en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), Ros se consolidó como un notable economista aplicado. En el ILET encabezó un muy ambicioso programa de investigación que produjo un libro pionero, La organización industrial en México (Casar, Márquez, Marván, Rodríguez y Ros, 1990), que, mediante un análisis exhaustivo y minucioso de la información de los Censos Económicos y de la estadística industrial disponible, construyó una tipología de las estructuras de mercado presentes en la industria manufacturera y sus vínculos con el desempeño industrial que ofrece una visión realista, basada en la evidencia y potencialmente provechosa para la formulación de una política de competencia. El enfoque basado en el paradigma “estructura-conducta-desempeño” que contiene esa obra fue pasado por alto y con ello se perdió la idea de que las diferentes estructuras de mercado y tipos de competencia ofrecen resultados diversos en materia de ganancias, excedente del consumidor, innovación tecnológica, entre otras cosas. En su lugar, la política de competencia que se desarrolló a partir de la década de los noventa optó, a mi juicio equivocadamente, por una concepción más pobre en la que cualquier incremento de la competencia es considerado positivo independientemente de cualquier otra consideración. Debe consignarse además otra contribución, no menor, de dicho proyecto: por primera vez en México se construyeron indicadores -de cuatro dígitos en la clasificación industrial- de la presencia de diversos tipos de empresas y se ofrecieron indicadores de concentración (Índices de Herfindhal y CR4s) medidos a nivel de empresa -y no de establecimiento- para más de 200 industrias, que el INEGI juzgó apropiado publicar (INEGI, ILET y Nafin, 1988). De su estancia en el ILET destaca también la compilación de los ensayos del libro La edad de plomo del desarrollo latinoamericano, publicado en las Lecturas de El Trimestre Económico (1993), donde los capítulos a su cargo incluyen algunas de las primeras propuestas para incorporar al análisis macroeconómico la distinción entre el déficit público nominal, el déficit real, el componente inercial en los procesos de alta inflación y las implicaciones distributivas de estos fenómenos.

A la par de consolidarse como un analista de la economía mexicana con un manejo de la evidencia empírica difícilmente igualable, en la segunda mitad de la década de los ochenta Jaime Ros fue adentrándose en lo que sería su otra área de interés fundamental: la teoría del desarrollo y la economía del crecimiento. Vienen a la memoria artículos que examinan las restricciones de ahorro y balanza de pagos al crecimiento, los problemas estructurales de la industrialización en México y, sobre todo, el ensayo publicado en Political Economy (Ros, 1986), en Italia, en el que explora, mediante un modelo particularmente elegante, las condiciones bajo las cuales una especialización basada en las ventajas comparativas bajo un régimen de libre comercio es superior o no, en términos de crecimiento y no sólo de eficiencia estática en la asignación de recursos, a otro en el que se establecen restricciones temporales al intercambio comercial.

Con esas credenciales, en 1988 fue invitado, en calidad de economista senior, a participar en la Comisión del Sur que presidía Julius Nyerere, primer presidente de Tanzania, y cuyo secretario general era el notable economista Manmohan Singh, luego ministro de Finanzas y primer ministro de la India. En la comisión contribuyó a la elaboración de El reto del Sur, publicado en 1990, que revisó la experiencia de los países subdesarrollados desde la posguerra y propuso una nueva agenda de desarrollo. Ahí profundizó en el conocimiento de las diversas trayectorias de crecimiento seguidas ya no sólo en América Latina sino en el resto del mundo.

A pesar de no contar con los títulos universitarios habituales en la academia estadunidense (cursó la maestría en economía en la UNAM y obtuv o un diploma por la Universidad de Cambridge en 1978, pero nunca ingresó a ningún programa de doctorado) fue invitado, a partir de 1990, a la Universidad de Notre Dame, en Indiana, primero como profesor asociado y miembro de la facultad del Kellog Institute. En 1994 fue nombrado profesor y más tarde profesor emérito. Su estancia en Notre Dame se extendió hasta 2011; enseñó sobre todo macroeconomía y desarrollo económico, tanto en la licenciatura como en el posgrado, al mismo tiempo mantuvo un ritmo de producción académica notable por su cantidad, pero más aún por su calidad. En su primera década en Notre Dame publicó cerca de 20 artículos en diversas revistas mexicanas e internacionales. Un tema recurrente en estas contribuciones es el análisis del sector externo: el comercio exterior, la política comercial y los flujos de capital, la política cambiaria y la relación de todo esto con el crecimiento económico.2 Una contribución teórica importante en estos años se encuentra en el artículo que publicó en el Journal of Post-Keynesian Economics en otoño de 1997 con Peter Skott, en el que demuestran formalmente que la presencia de economías de escala en la producción de insumos no comerciables bajo competencia imperfecta basta para generar equilibrios múltiples que reivindican la necesidad de un “gran impulso” en el sentido de Rosenstein-Rodan, aun en una economía abierta. Esta amplia producción en revistas especializadas se combinó, ya desde los años ochenta, con la publicación de otra veintena de trabajos en la forma de capítulos en libros editados por destacados economistas en México, América Latina, los Estados Unidos y Europa, como Lance Taylor, Gery Helleiner, Carlos Tello, Rolando Cordera, José Antonio Ocampo, Rosemary Thorp y Lawrence Whitehead. La variedad de temas de estos ensayos, tanto los de corte más empírico como los puramente teóricos -aunque la frontera es imprecisa-, incluye, como no podía ser de otra manera, el análisis del desarrollo económico de México previo a la crisis de la deuda, la evolución de la misma, la evaluación de las reformas de mercado y de las políticas de estabilización y la reflexión sobre los procesos de desarrollo y las “trampas” que enfrenta el crecimiento a largo plazo.

En el plano teórico, este empeño de largo aliento culmina en el año 2000 con la publicación de su obra La teoría del desarrollo y la economía del crecimiento, que aborda, de manera sistemática, las diferencias en los niveles de vida entre países y entre sus tasas de crecimiento. Se trata de un trabajo de síntesis de las aportaciones de la teoría clásica del desarrollo elaboradas en los años cuarenta y cincuenta por Rosenstein-Rodan, Nurske, Lewis, Prebisch, Hirschman y otros con la teoría del crecimiento derivada de Harrod, Domar y, sobre todo, del modelo de Solow y las teorías modernas del crecimiento endógeno. Anthony Thirlwall, en la reseña que publicó en el Journal of Development Economics, dice: “No muchos economistas del desarrollo son también teóricos rigurosos del crecimiento y no muchos teóricos del crecimiento poseen un conocimiento profundo de la economía del desarrollo: Jaime Ros pertenece a ese selecto grupo de economistas que se sienten cómodos y sobresalen en ambos campos”. El libro está escrito desde la convicción de que la teoría del desarrollo es pertinente para la teoría contemporánea del crecimiento, con su adopción de supuestos empíricamente razonables sobre rendimientos a escala, competencia imperfecta y los excedentes de mano de obra y, en sentido contrario, de que hay muchos elementos en las contribuciones de la economía del crecimiento para precisar y aclarar los problemas que plantea la teoría del desarrollo. Cabe señalar que las formalizaciones que presenta el libro con frecuencia resultan en equilibrios múltiples que ayudan a definir las distintas trampas que impiden el desarrollo en determinadas circunstancias o precisan las condiciones en las que se produce el crecimiento sostenido.

De esta diversidad de resultados, que por cierto corresponde con la diversidad de trayectorias de desarrollo observables en la realidad, derivan dos imperativos para una adecuada práctica de la economía: 1) la necesaria renuncia a la búsqueda del modelo o la explicación única del desarrollo y, por ello, a postular recetas únicas para lograrlo, y 2) en consecuencia de lo anterior, la necesidad de examinar la realidad, la evidencia empírica, en cada caso antes de pronunciarse por un esquema de política económica en particular.

Ros habría de llevar este espíritu a su máxima expresión cuando 13 años después publicó una versión revisada y ampliada de su libro del año 2000, Rethinking Development, Growth and Institutions de próxima aparición en español bajo el sello del Fondo de Cultura Económica con el título -más apropiado al contenido- de La riqueza de las naciones en el siglo xxi. Desarrollo económico, crecimiento e instituciones.3 Se trata de una reorganización y ampliación del material del libro anterior que busca, en palabras del propio Ros, “reivindicar las intuiciones de la economía clásica del desarrollo e integrarlas a la corriente principal de la economía moderna del crecimiento”. El libro retoma los modelos neoclásicos, incorpora los avances de los 12 años previos en la teoría del crecimiento endógeno e incorpora, en el marco de las nuevas teorías del crecimiento, un análisis amplio del papel del progreso técnico endógeno que incluye los modelos que tienen su origen en los escritos de Schumpeter. Hace una nueva exposición, más decantada y organizada con mayor claridad, de los aportes de la teoría clásica del desarrollo. Incorpora el análisis del papel de la demanda efectiva empezando con los modelos keynesianos originales en los que la demanda afecta tanto el nivel del ingreso como la tasa de crecimiento; examina los modelos de la tradición estructuralista, y el papel de los términos de intercambio e identifica lo que llama la “paradoja de Thirlwall” al demostrar que de aplicarse la ley que lleva su nombre, y que conduce a enfatizar los patrones de especialización, el crecimiento del país subdesarrollado es independiente de su tasa de ahorro e inversión y queda determinado exclusivamente por el crecimiento del país desarrollado y la elasticidad ingreso de la demanda por los bienes de cada uno de los países; pasa revista también a los modelos tipo Kaldor-Robinson que endogeneizan el progreso técnico, los de economía dual de Kalecki y los modelos estructuralistas latinoamericanos, para terminar con lo que llama “trampas de endeudamiento y colapsos del crecimiento” -como los experimentados por México y buena parte de América Latina en los años ochenta y por Japón en los noventa-, en los que las políticas macroeconómicas fueron incapaces, durante largos periodos, de elevar el crecimiento. Por último, el libro cierra con la discusión de los determinantes del crecimiento asociados con la dotación de recursos naturales, la geografía y los factores históricos como el colonialismo. Discute también el reto que ha supuesto el surgimiento de la corriente del nuevo institucionalismo entre economistas e historiadores a partir del trabajo de North y su escuela, y que cobró gran fuerza a partir de los escritos de Acemoglu y Robinson. Esta corriente encuentra en el entramado institucional -la seguridad de los derechos de propiedad y más en general el Estado de derecho, así como la presencia de políticas que distorsionen lo menos posible el funcionamiento de los mercados- la explicación para las diferencias observadas en los niveles de riqueza entre países.

Todo lo anterior se presenta contra el telón de fondo de un extenso y original uso de la evidencia empírica disponible para más de 80 países a partir de 1950, lo que conforma un vasto y erudito tour de force del desarrollo y de las ideas que han pretendido explicarlo e incidir en él. La evidencia muestra que el mundo ha experimentado lo que se ha llamado “gran divergencia”: la creciente brecha entre las naciones líderes y los países más pobres. Al mismo tiempo, se observa lo que Ros llama una “convergencia en clubes”, en la que algunos países, dadas determinadas circunstancias, cierran la brecha frente a los líderes. Insiste Ros: “No hay un modelo único capaz de explicar este hecho estilizado o que sea claramente superior a las otras explicaciones”. Se inclina por los modelos de la teoría clásica del desarrollo, pues son capaces de generar trampas de pobreza a niveles bajos de ingreso y crecimiento rápido a niveles medios; pero apunta que, en este último caso, el modelo se puede asimilar a otros (por ejemplo, Gershenkron) que encuentran umbrales debajo de los cuales no se puede escapar de la pobreza por diversos factores. Todos, sin embargo, requieren alguna forma de rendimientos crecientes a escala. Respecto de los determinantes “profundos” de la diversidad de niveles de ingreso -instituciones, geografía e incluso apertura al comercio-, demuestra que, si bien pueden ser cruciales en casos individuales, difícilmente pueden erigirse en explicaciones causales únicas y generales. Así como los determinantes del desarrollo varían entre países, también varían a lo largo del tiempo y habrá que buscar explicaciones adecuadas para cada país en cada etapa del desarrollo. Al final, dice Ros, “creo con razón, que en el análisis del crecimiento y el desarrollo no hay lugar para fundamentalismos; lo que se requiere es la combinación de un pensamiento teórico claro y abierto con el conocimiento detallado de la historia y la evidencia empírica de cada país”.

Precisamente ese talante es el que se encuentra en los trabajos de Jaime Ros de los últimos años.

En 2009 publicó (en coautoría con Juan Carlos Moreno-Brid) un libro que revisa, con las herramientas analíticas del economista del desarrollo y de la economía aplicada y la curiosidad del historiador, el desarrollo de México en perspectiva histórica. Se encuentra ahí, por ejemplo, que los factores geográficos e institucionales desempeñaron un papel muy relevante en el atraso relativo del país hasta la época del advenimiento de los ferrocarriles, pero mucho menor después. Examina en detalle el proceso de urbanización y de industrialización por sustitución de importaciones y sus límites, así como la crisis de la deuda y las reformas de mercado que la sucedieron.

Sobre el periodo posterior a la crisis de la deuda Jaime Ros escribió dos libros importantes. El primero, Algunas tesis equivocadas sobre el estancamiento económico de México, publicado en 2013, hace un recuento detallado de los argumentos esgrimidos para justificar las reformas de mercado desde los años ochenta hasta el presente. Con el bagaje que le proporcionan sus libros anteriores, revisa en detalle y sin prejuicios los argumentos teóricos y la evidencia esgrimida por los proponentes de las reformas y, si bien encuentra que muchas son meritorias per se, sostiene de manera persuasiva que no pueden tener mayor efecto positivo sobre el crecimiento. Rebate la idea, muy en boga hoy, de que el lento crecimiento de México se debe al pobre desempeño de la productividad total de los factores y propone, volviendo a la tradición de Kaldor y luego de revisar la evidencia, una causalidad inversa: el lento crecimiento de la productividad es endógeno y resulta del bajo crecimiento de la actividad económica y del acervo de capital. Sobre esta base refuta también la idea de que las distorsiones institucionales y de política social que favorecen la informalidad son las responsables del magro crecimiento de la productividad. Concluye: “De eliminar todas las distorsiones, y en ausencia de nuevo capital, la mayoría de las empresas hoy informales seguirían siendo poco productivas” (Ros, 2013). Examina también la idea de que la falta de flexibilidad del mercado de trabajo constituye un freno a la creación de empleo y la tesis de que la falta de competencia es un obstáculo al crecimiento económico. Por último, discute los problemas asociados con la escasez de capital humano y las fallas institucionales (limitaciones del Estado de derecho y alto costo de hacer negocios) como factores que restringen el crecimiento y que fundamentan el caso a favor de una nueva ronda de reformas estructurales.

El diagnóstico final que ofrece Ros es que este amplio abanico de transformaciones microeconómicas, al margen de sus innegables virtudes, no podían tener mayor impacto sobre el crecimiento. El libro se escribió mientras estaba en curso el debate sobre una nueva ronda de reformas. A partir de 2013 el presidente Peña Nieto las impulsó y, en el marco del Pacto por México, el Congreso las aprobó; la persistencia del bajo crecimiento y la desigualdad desde entonces han validado, a mi juicio, la justa posición de Ros.

La lección del libro Algunas tesis equivocadas… es que las causas del lento crecimiento no deben buscarse en el ámbito de la microeconomía; el consenso que sostenía que, una vez alcanzados el equilibrio interno y el externo y con la inflación bajo control, la política macroeconómica había cumplido su tarea y era la hora de las reformas estructurales, no es correcto en su opinión. La clave para salir del estancamiento estaba -y está todavía- en la macroeconomía; a demostrar esta tesis, y a proponer las políticas para lograrlo dedicó Jaime Ros su siguiente libro titulado precisamente ¿Cómo salir de la trampa de lento crecimiento y alta desigualdad?

Para Ros, “la causa próxima más importante del lento crecimiento es una baja tasa de acumulación de capital tanto público como privado”, y dedica el libro a explicar las causas de esa debilidad de la inversión y a proponer medidas para revertirla. Entre las primeras identifica la penuria fiscal del Estado que ha conducido a un muy bajo nivel de inversión pública, en particular en infraestructura, y de manera notoria, en el sur del país. Esta situación da lugar a niveles de productividad muy bajos, que reducen la rentabilidad, inhiben la inversión de las empresas privadas modernas y configuran una “trampa de pobreza” en la que no hay inversión ni infraestructura porque no es rentable; por ello no hay empleo bien remunerado ni poder de compra, lo que lleva a que no sea rentable invertir en la región. La solución a este impasse radica en un “gran impulso” de inversiones públicas y privadas simultáneas, lo que requeriría, sin embargo, una reforma fiscal sustantiva. El tema es crucial para Ros: la baja carga tributaria está también en la base de la desigualdad, pues su efecto en la distribución del ingreso posimpuestos es mínimo en comparación con otros países y porque genera una trampa adicional, contribuye al lento crecimiento al castigar la inversión pública, lo que propicia la expansión del sector informal que, a su vez, impide el crecimiento de la base fiscal, y reduce el crecimiento de los ingresos públicos.

Ros sostiene que la política monetaria enmarcada en el régimen de metas de inflación, dado el mandato único del Banco de México, introduce un sesgo hacia la sobrevaluación del tipo de cambio real que periódicamente reduce la rentabilidad de la producción de bienes comerciables; lo que tiene un efecto negativo sobre el crecimiento y sobre la productividad agregada del capital. Examina las posibilidades de diseñar un nuevo enfoque de política industrial en el marco de las restricciones impuestas por las reglas de la omc y el tlcan y sugiere tres áreas de acción: una política cambiaria que tenga como objetivo mantener un tipo de cambio real competitivo; una política de desarrollo regional para el sur del país, lo cual cabe perfectamente en las reglas internacionales aceptadas por México, y una reforma financiera que revitalice la banca de desarrollo para ampliar la oferta de crédito y reducir su costo.

Un mérito mayor del libro es el tratamiento de la desigualdad que interactúa con el lento crecimiento para generar un círculo vicioso, una trampa más, en el que el bajo crecimiento fomenta la expansión del sector informal; esto a su vez deprime la productividad y los ingresos de los trabajadores informales, lo que se convierte en un factor que frena el crecimiento de los salarios en el sector moderno y contribuye al deterioro de la distribución funcional del ingreso. La desigualdad y, en particular, el estancamiento de los salarios inhiben la expansión del mercado interno y reducen el crecimiento, cerrando así el círculo. Al momento de su muerte, Ros trabajaba en un libro precisamente sobre el tema de la desigualdad; esperemos que pronto vea la luz.

Incansable, luego de publicar ¿Cómo salir de la trampa…?, Jaime Ros volvió al origen: coordinó la publicación de una nueva Revista de Economía Mexicana, ahora en la Facultad de Economía de la UNAM, cuyo primer número apareció en 2016 y recientemente sumó su cuarta entrega. Al igual que 40 años atrás en el CIDE, la revista presenta un balance anual de la economía de su autoría y un conjunto de trabajos de investigación empírica de autores diversos sobre temas relevantes que nutren ese ensayo de revisión. En conjunto, la revista constituye un verdadero informe anual de la marcha del país en materia económica.

Se ha tratado de encasillar a Jaime Ros en diversas escuelas: se le ha llamado neorricardiano, poskeynesiano, neoestructuralista y demás. La verdad es que, como muestra su obra, Ros era alérgico a la economía concebida como doctrina. Su manera de abordar los problemas económicos consistía en examinar primero la evidencia empírica y sólo después elegir las herramientas analíticas adecuadas para el problema que estaba considerando. Admiraba profundamente a Keynes, quien le parecía un modelo a seguir, y si fuera necesario colgarle una etiqueta, yo diría que era un keynesiano en el espíritu de la siguiente cita tomada de la correspondencia entre Keynes y Harrod:4 “La economía es la ciencia de pensar en términos de modelos aunada al arte de elegir qué modelos son relevantes al mundo contemporáneo”.

Jaime Ros fue un economista extraordinario. La magna síntesis que ofrecen sus trabajos teóricos da cuenta sobrada del dominio que tenía de los modelos de que dispone la economía contemporánea. Sus trabajos aplicados atestiguan su maestría en el arte de elegir los más adecuados a los problemas que enfrentamos.

Referencias bibliográficas

Casar, J., y Ros, J. (1983). Trade and capital accumulation in a process of import substitution. Cambridge Journal of Economics, 7(3-4), 257-267. [ Links ]

Casar, J., Márquez, C., Marván, S., Rodríguez, G., y Ros, J. (1990). La organización industrial en México. México: ILET/Siglo XXI Editores. [ Links ]

INEGI, ILET y Nafin (1988). Estadísticas industriales. Información por tipo de empresa e índices de concentración. México: INEGI. [ Links ]

Ros, J. (1980). Pricing in the Mexican manufacturing sector. Cambridge Journal of Economics, 4(3), 211-231. [ Links ]

Ros, J. (ed.) (1984). Modem: un modelo macroeconómico para México. México: CIDE. [ Links ]

Ros, J. (1986). Trade growth and the pattern of specialization. Political Economy, 2(1), 55-71. [Versión revisada en: Bharadwaj, K., y Schefold, B. (eds.). Essays on Piero Sraffa: Critical perspectives on the revival of classical theory. Londres: Unwin Hyman Ltd.] [ Links ]

Ros, J. (2013). Algunas tesis equivocadas sobre el estancamiento económico de México. México: El Colegio de México/UNAM. [ Links ]

* Agradezco los comentarios de Martín Puchet A. sobre una versión previa de este ensayo.

1 En Ros (1984) se hicieron públicos la especificación, la información básica y los resultados del modelo, algo que no era, ni es hoy en día, común en nuestro medio.

2 Entre 1990 y 2000 publicó en El Trimestre Económico sobre movilidad de capital; en Coyuntura Económica, revista colombiana, sobre la apertura comercial en los años ochenta; sobre política comercial e industrial en el Bangladesh Journal of Development Studies; sobre integración económica en América Latina y sus dificultades en América Latina Internacional; sobre las perspectivas del tlcan en 1992, donde ya señalaba que, luego de la apertura comercial unilateral previa, la relevancia del tratado radicaba más en su efecto sobre los flujos de capital. Escribió también para Comercio Exterior y para el Journal of Interamerican Studies and World Affairs sobre el mismo tema y en Economía Mexicana, Nueva Época abordó la relación entre flujos de capital y tipo de cambio. Participó en la Revista de la cepal en el número conmemorativo del 50 aniversario de la institución con un ensayo que revisaba el tema clásico de los términos de intercambio y su influencia en el desarrollo económico; en The Manchester School of Economic and Social Studies presentó un modelo (en coautoría con Peter Skott) que muestra el efecto negativo sobre el crecimiento de la sobrevaluación del tipo de cambio aunada a la apertura comercial en condiciones de rendimientos crecientes a escala; combinación que conduce, luego de un incremento inicial, a una reducción del salario real a largo plazo. Retomó este tema desde un punto de vista empírico en Estudios de Política Económica y Finanzas de la Universidad de Palermo; este artículo fue central en su interpretación posterior de la economía mexicana.

3 Entre 2000 y 2013 Ros publicó otra veintena de artículos en revistas nacionales e internacionales y otros tantos capítulos en libros editados en México y otros países. Muchos de esos trabajos formaron la base para el libro de 2013. En esos artículos aborda temas de política monetaria, el efecto de los choques de demanda agregada sobre el crecimiento, la importancia del “gran impulso” para el desarrollo del sur de los Estados Unidos en los años treinta, la política social y el desarrollo, la distribución del ingreso, la pobreza y el desarrollo, y las instituciones y el crecimiento, entre otros. Estos trabajos aparecieron lo mismo en Economía UNAM y en Investigación Económica que en El Trimestre Económico o en la Revista Mexicana de Sociología, en la Revista de la cepal, en el Journal of Development Studies y en World Development, Structural Change and Economic Dynamics, en la International Review of Applied Economics, en el Journal of Institutional and Theoretical Economics y en Economy and Society, entre otras.

4 Carta de J. M. Keynes a R. Harrod del 4 de julio de 1938.

Recibido: 16 de Agosto de 2019; Aprobado: 19 de Agosto de 2019

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