Presentación
En diferentes épocas ha habido historiadores de primer nivel que, sobre algún asunto, no han dejado fuente documental, hemerográfica o bibliográfica sin consultar, pero no obstante su exhaustivo periplo sobre el papel, no han tenido la misma vocación para viajar sobre el terreno de los hechos (históricos), para recorrer paso a paso la geografía que ha enmarcado a los sucesos que pretenden historiar. Eventualmente, esa omisión de conocimiento personal, físico, puede provocar o posibilitar desorientación o hasta francos errores de variable importancia. En el caso que ahora vamos a tratar, la confusión de dos lugares -uno campechano y otro tabasqueño- sí convierte un asunto de apariencia trivial, meramente gramatical, en un dislate histórico importante.
Dos lugares muy distantes con dos historias muy diferentes
Muchos prestigiados historiadores han caído en el yerro de confundir a Champotón con Potonchán (y algunos pocos a Potonchán con Champotón). Entre tales plumas de renombre, las hay de la envergadura de Gonzalo Fernández de Oviedo, Juan de Torquemada, Antonio de Herrera, Bartolomé Leonardo de Argensola, Diego López de Cogolludo, Antonio de Solís, William Prescott y Manuel Orozco y Berra, por hablar de los historiadores antiguos y algunos hasta del siglo XIX, pero asimismo yerran reconocidos investigadores modernos y contemporáneos como Robert Cunninghame, Joaquín Ramírez Cabañas, Jorge Gurría Lacroix, José Luis Martínez, Germán Vázquez Chamorro, Nidia Pullés-Linares, Juan Miralles y Christian Duverger, entre otros. Adelantemos de una vez que toda esta larga nómina y otros historiadores más que no mencionamos, tomaron un sendero equivocado por seguir al notable cronista Bernal Díaz del Castillo, quien, en el asunto que nos ocupa, los encaminó mal. Adelante lo mostraremos.
Ese error no tendría mayor importancia si sólo fuera de carácter ortográfico o prosódico, debido a una nomenclatura muy parecida que se presta a enredo. Pero el error es bastante más delicado, pues es geográfico y finalmente histórico, implicando y prestando a confusión dos acontecimientos muy relevantes y ciertamente muy diferentes. Desde luego, ambos lugares existieron realmente -pero son dos distintos- y fueron escenario los dos de hechos importantes y diametralmente opuestos: en Champotón los españoles fueron derrotados y diezmados por los indígenas, por eso le llamaron también Bahía de la Mala Pelea; en cambio, dos años después, en Potonchán los españoles vencieron rotundamente a los indígenas, por lo cual refundaron el sitio como Santa María de la Victoria. Hoy la población de Champotón subsiste (y con su mismo nombre), en tanto que la de Potonchán ya no existe (sólo está en la misma zona de Centla la población de Frontera), lo cual posibilita la confusión.
Precisemos. Champotón es campechano y está 62 kilómetros al sur del puerto de Campeche; allí fue donde los indígenas derrotaron a Francisco Hernández de Córdoba en 1517, haciéndole casi 60 muertos españoles -la mitad de los que iban- e hiriendo gravemente al resto y al propio capitán, quien falleció poco después en Cuba.1 También fue en Champotón donde los mismos indígenas lucharon contra las tropas de Juan de Grijalva al año siguiente, en 1518, tirándole dos dientes y matándole siete soldados, aunque finalmente vencieron los españoles.2 En cambio, Potonchán se localizaba a la orilla del río Grijalva, cerca de su desembocadura, más o menos donde hoy está la ciudad tabasqueña de Frontera y el área natural protegida de Centla, a 241 kilómetros al suroeste de Champotón, y fue allí donde Hernán Cortés derrotó en 1519 a los indígenas, quienes finalmente le obsequiaron 20 esclavas, entre ellas la Malinche.
De manera que los importantes sucesos históricos bélicos de Champotón y de Potonchán tienen de por medio el lapso de un bienio y la distancia de 241 kilómetros, amén de una índole esencialmente diferente y hasta opuesta (siendo una de desastre y otra de triunfo). Y, además, no hay bases históricas para la confusión, pues Hernández de Córdoba jamás llegó a Potonchán y Hernán Cortés nunca desembarcó en Champotón.
Historiador o no, quien haya recorrido las carreteras que hoy comunican aquellos dos lugares, tiene muy presente las casi cuatro horas en automóvil que los separan.
Evidencias históricas
Uno de los textos más antiguos sobre la región es el de Juan Díaz, capellán de la expedición que comandó Juan de Grijalva en 1518. Relata que después de pasar por Río Lagartos, al norte de la península de Yucatán, siguieron al puerto de Campeche (llamado “Lázaro” por Francisco Hernández de Córdoba, pues llegó allí el día de ese santo del año anterior, nombre que también le puso al cacique del lugar), y luego “salimos del pueblo del cacique Lázaro […] y dende aquí reconocimos hasta Champotón, donde Francisco Fernández [Hernández de Córdoba], capitán de la otra armada [de 1517], había dejado gente que le mataron, que es un lugar distante cosa de treinta y seis millas […]”.3En efecto, 36 millas marinas equivalen a 67 kilómetros (la cifra que dimos arriba de 62 kilómetros es por tierra, en tanto que por mar la distancia es ligeramente mayor por la forma del litoral, como se puede apreciar en cualquier mapa). En todo caso, el puerto de Campeche y el pequeño poblado de Champotón conservan hasta hoy en día sus lugares y sus nombres seculares. (Pareciera ilógico aclarar que un puerto no ha cambiado de lugar, pero recuérdese el caso del puerto de Veracruz, que cambió tres veces de localización.)
Juan Díaz continúa su relato, ahora ubicado en la desembocadura del llamado por él río Grijalva4 -y por otros escritores río Tabasco-: “Este río viene de unas sierras muy altas, y esta tierra parece ser la mejor que el sol alumbra […] y llámase esta provincia Protontan”5 (Protontan es obviamente Potonchan o Potonchán, como reiteradamente veremos). Cabe destacar que el texto de Juan Díaz con información de 1518 es casi un diario y se publicó prácticamente de inmediato; para 1522 ya tenía dos ediciones en italiano, dos en latín y una en alemán. O sea que lo escribió durante el desarrollo de las propias vivencias, con los nombres frescos en la mente y prestos en la punta de la lengua. La diferencia entre la escritura de Protontan y Potonchan no debe atribuirse a confusión u olvido, sino a la percepción fonética de la voz.6
No obstante, el connotado académico madrileño Germán Vázquez Chamorro, editor del relato de Juan Díaz, dice erróneamente que el combate de Hernández de Córdoba fue “con los habitantes de Poton Chan”.7 Fue en Champotón, que no es lo mismo.
Otros soldados cronistas que vivieron esos sucesos del río Grijalva, pero en sus escritos no dan luces sobre nuestro asunto, son Andrés de Tapia, Bernardino Vázquez de Tapia y Francisco de Aguilar.
En cambio, la que conocemos como primera Carta de relación de Hernán Cortés (escrita en 1519 por el ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz, a instancias y bajo el influjo del propio Cortés) confirma que Hernández de Córdoba, “a diez leguas” (casi 60 km) al sur del puerto de Campeche, “tornó a saltar en tierra junto a otro pueblo que se llama Nochopobón y el señor de él Champotón”, donde perdió en combate contra los indígenas a 26 españoles.8 Aunque estén intercambiados los nombres del cacique y del sitio, el lugar queda muy claro; en cuanto al número de muertos hay discordancia con otras fuentes, pero ello no afecta nuestra investigación.
La segunda Carta de relación, de 1520, tampoco deja ni la menor duda; el propio Hernán Cortés informa al rey que la Malinche la “hube en Potonchán, que es el río grande [de Tabasco]”9 y dos veces más es contundente al afirmar: “Putunchán, que es el río de Grijalva […]”.10 Así, tajante, sin la menor vacilación, dos veces idénticas. No parece probable que Cortés pudiera equivocarse acerca del lugar donde ocurrió su primera gran victoria militar de la conquista de México. Él solía alterar las grafías, pero la identidad de este sitio la deja incuestionable.
Así pues, Cortés coincide claramente con Juan Díaz. Entonces, ¿de dónde proviene una larga serie de errores posteriores?
El responsable de la confusión
Debemos imputar al soldado cronista Bernal Díaz del Castillo, ni más ni menos, el haber iniciado la confusión. Bernal, autor de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, terminó de escribir esas memorias de la conquista 47 años después de sucedida, cuando era “viejo de más de 84 años”, según su propio decir. No sorprende, por tanto -aunque su libro sea el más importante que hay sobre la conquista-, que haya confundido en sus recuerdos de casi medio siglo después, a Champotón con Potonchán. En efecto:
Bernal alude 22 veces al verdadero Champotón, donde fueron muertos soldados de Hernández de Córdoba en 1517 y de Juan de Grijalva en 1518 y donde Hernán Cortés no hizo alto en 1519. De esas 22 veces, diez 11 le llama correctamente Champotón, en tanto que doce veces 12le llama desacertadamente Potonchan o Potonchán. Es obvio que las sílabas prácticamente iguales de ambos topónimos propiciaron el despiste en la mente anciana, creyendo recordar que se trataba del mismo sitio. Coherente con su error, las cinco veces 13que Bernal menciona a Centla -como Zintla o Zitla-, en la desembocadura del río Grijalva, donde Cortés derrotó a los indígenas y recibió como obsequio a la Malinche, nunca menciona que allí era el auténtico Potonchán. (Como Bernal Díaz del Castillo es el autor medular para este ensayo, conviene revisar, aunque sea de manera somera, todas esas citas de su Historia, lo cual hacemos en un anexo para no interrumpir la ilación de estas páginas.)
En la edición de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo hecha por Joaquín Ramírez Cabañas, el académico se dejó llevar por la confusión toponímica de Bernal y así, sin aclaraciones, asienta en el índice de nombres, en la entrada de Potonchán: “Vid. Champotón”.14
Para corroborar que Bernal es el responsable inicial de esta larga cadena de confusión, es importante destacar que los principales autores del siglo XVI que tratan el tema del descubrimiento y posterior conquista de México (es decir, las expediciones de 1517, 1518 y 1519) no caen en las fallas toponímicas de Bernal Díaz del Castillo, pues sólo habían leído a Cortés y acaso a Juan Díaz, mas no a Bernal, dado que su Historia verdadera llegó manuscrita a Madrid hacia 1570 15y se publicó por primera vez en 1632. En contraste, la segunda Carta de Cortés, hacia 1524 ya se había publicado en castellano, francés, latín, italiano y flamenco.
En tal situación inequívoca -es decir, sin esos yerros geográficos e históricos- están Pedro Mártir de Anglería con sus Décadas del Nuevo Mundo de 1530, Francisco López de Gómara con su Historia general de las Indias de 1552, Motolinía con su Historia de los indios de la Nueva España, Diego de Landa con su Relación de las cosas de Yucatán, Bartolomé de Las Casas con su Historia de las Indias -los tres últimos de mediados de siglo-, Gonzalo de Illescas con su Historia pontifical de 1565 y Alonso de Zorita con su Relación de la Nueva España escrita hacia 1584.
Acabamos de mencionar párrafos atrás al historiador Joaquín Ramírez Cabañas, quien se dejó llevar y se sumó al error de Bernal en la edición que hizo de su Historia verdadera. El mismo Ramírez Cabañas continuó la equivocación, por su cuenta, en la edición de Illescas que tuvo a su cargo, pues también en el índice de nombres, en la entrada de Potonchán indica: “Vid. Champotón”, y en una nota al texto del propio Illescas donde éste, correctamente, le llama Potonchan a Centla, lo contradice el editor Ramírez Cabañas: “La confusión entre los pueblos de Potonchan y el del cacique de Tabasco, ya en el río de Grijalva, está igualmente en Gómara”.16 Lo cierto es que ni Illescas ni López de Gómara estaban confundidos sino correctos, pues se basaron en las Cartas de Cortés, en tanto que la inexactitud la generó décadas después Bernal… y arrastró a muchos con él, a lo largo de los siglos, incluido Ramírez Cabañas ya en el siglo XX.
Un caso singular es el de Gonzalo Fernández de Oviedo -quien jamás vino a México- y su Historia general y natural de las Indias concluida antes de 1557. Allí no menciona por su nombre a Potonchán o Tabasco o la desembocadura del río Grijalva, pero alude al sitio cayendo en parecida confusión a la que estamos revisando, pero al revés: “Y más adelante, en otro puerto que se dice Champotón, se tomó una india que se decía Marina”.17 Ya sabemos que la Malinche fue dada a Cortés en Centla o Potonchán, a la orilla del Grijalva; llamarle Champotón a Potonchán es una equivocación mucho menos frecuente que la contraria, pero es obvio que igualmente deriva del evidente parecido silábico de los topónimos.
Los primeros seguidores (del error) de Bernal
Hay tres autores que probablemente leyeron la Historia de Bernal mucho antes de su publicación en 1632, pues quizá tuvieron acceso al manuscrito llegado a Madrid hacia 1570, dada su influencia en la corte imperial. Ellos son Lasso de la Vega, Antonio de Herrera y Bartolomé Leonardo de Argensola.
Pensamos que el poeta madrileño Gabriel Lobo Lasso de la Vega pudo haber consultado el manuscrito porque sirvió “en la guardia interior de[l] palacio” real y fue “historiador universal [y] continuo de su majestad”.18 Dio a las prensas en 1588 su poema épico De Cortés valeroso, donde altera la toponimia de la derrota española:
Lasso de la Vega sigue la equivocación de Bernal, y Nidia Pullés-Linares, editora de Lasso, los sigue a ambos en su error cuando intenta aclarar en las notas a pie de página: “Potonchán, ciudad indígena conocida también como Champotón”.21
Es curioso -y contradictorio- que el propio Lasso de la Vega también le llama varias veces Potonchán al verdadero, al del río Grijalva,22 por lo que seguramente había leído asimismo las obras de Cortés, Gómara e Illescas. Más poeta que historiador o geógrafo, en su larga epopeya de 1 115 octavas se le pasó por alto la contradicción.
Otro autor con probable acceso al manuscrito de Bernal fue Antonio de Herrera, cuya Historia general de los hechos de los castellanos se publicó entre 1601 y 1615; desde 1596 Herrera fue cronista mayor de Indias, primero con Felipe II y luego con Felipe III. Herrera le dice malamente Potonchán a Champotón, aunque agrega con acierto que ya le llamaban Bahía de la Mala Pelea.23 A Centla -el verdadero Potonchán- sólo le llama Tabasco a secas o Nuestra Señora de la Victoria.24
El tercer autor errado es Bartolomé Leonardo de Argensola con sus Anales publicados en 1630.25 Nos parece probable que Argensola -capellán de la emperatriz y cronista mayor de Aragón- también haya conocido el manuscrito de Bernal, pues repitió su desacierto. En cuatro ocasiones menciona la derrota de Hernández de Córdoba y la batalla de Grijalva en Potonchán;26 sólo una vez lo nombra correctamente (o casi), llamándolo Chaponton.27
Caso diferente es el de fray Juan de Torquemada. Aunque su Monarquía indiana se publicó en 1615 (antes que la Historia de Bernal), su autor dice: “Yo vi, y conocí en la ciudad de Guatemala, al dicho Bernal Díaz, ya en su última vejez, y era hombre de todo crédito”.28 No lo dudamos, pero es lógico que ya le fallara a veces la memoria. Por eso Torquemada, después de sus conversaciones con Bernal, tiene la misma confusión y escribe que las gentes de Juan de Grijalva “llegaron al paraje del pueblo de Potonchán […] y los indios soberbios, por haber echado antes de su tierra [a] la gente de Francisco Hernández [de Córdoba], se hallaban bien armados”.29
A partir de la publicación de la Historia de Bernal en 1632, esta obra se convertiría en la fuente más leída sobre la conquista -a la par que las Cartas de Cortés- y, en consecuencia, el error que nos ocupa será más difundido y persistente desde entonces.
Otro connotado historiador, Antonio de Solís, en su Historia de la Conquista de Méjico, aparecida en 1684, expresamente dice que en el “paraje de Potonchan, o Champoton, [fue] desbaratado”30 Hernández de Córdoba; al verdadero Potonchán o Centla, lugar de la victoria española, sólo le llama Tabasco.
Diego López de Cogolludo, en su Historia de Yucatán de 1688, también repite el desacierto llamando a veces Potonchán al realmente nombrado Champotón.31 Otras veces le dice bien, por su sobrenombre de Bahía de la Mala Pelea.
La confusión continuó en los siglos XIX y XX
William Prescott, en su consagrada Historia de la conquista de México de 1843, no se mete en honduras cuando habla de las expediciones de 1517 y 1518, pues no llama por su nombre a los lugares que nos ocupan, sólo habla de los sucesos sin precisar sitios. Pero cuando se refiere a la expedición de Cortés de 1519 -que navegó frente a Campeche sólo de paso, sin tocar tierra-, sí yerra llamando Potonchán a Champotón.32
Asimismo, el americanista británico Robert Cunninghame, que biografió a Bernal en 1915, reitera el equívoco.33
En 1968, Jorge Gurría Lacroix se refiere a la llegada de Juan de Grijalva al río tabasqueño que bautizó con su propio nombre, y afirma: “A este lugar algunos cronistas lo llamaron Potonchan, seguramente por confusión con Champotón”.34 Desde luego, la cuestión es al revés: el verdadero Potonchán era ése, en la desembocadura del río Grijalva, y la confusión es llamarle Potonchán al campechano Champotón.
El mejor biógrafo de Cortés, sin duda nuestro admirado José Luis Martínez, a finales del siglo XX continúa con la inexactitud de Bernal cuando alude al trayecto de Hernández de Córdoba: “Costeando la península, desembarcaron en busca de agua en Campeche, y en Potonchán o Champotón, que llamarían Costa de la Mala Pelea, los rechazó el cacique Moxcoboc”.35
Los contemporáneos
Llama la atención que en plena era de los mapas aerofotogramétricos y del geoposicionador satelital, muchos historiadores no nos hayamos percatado de la confusión que ocupa a estas páginas. Hemos arrastrado por casi cinco centurias una desorientación que nos ha despistado. Cabe aclarar que utilizamos el término “despistado” sin ninguna intención peyorativa, sino en su más literal significado: quien ha perdido la pista, la huella o el rastro, y tal es el caso que aquí tratamos.
Efectivamente, ya en el siglo XXI, Juan Miralles, en dos de sus libros donde hace referencia a Champotón, señala que Bernal usaba indistintamente ese nombre o el de Potonchán, sin aclarar Miralles la confusión de Díaz del Castillo, porque no la registró como tal.36 Pero en un tercer libro suyo Miralles adopta como propio el error de Bernal, pues refiriéndose a la resistencia armada que los tabasqueños de Centla (el verdadero Potonchán) opusieron a Cortés en 1519 -mismos indígenas que el año anterior habían recibido cordialmente a Grijalva-, dice Miralles que “Bernal lo atribuye a que los de Potonchán [aquí debería decir Champotón] se habían mofado del acogimiento amistoso que dispensaron a Grijalva”37 los de Centla en 1518. Ciertamente, a pesar de los 241 kilómetros que median entre Champotón y Potonchán, había vínculos familiares entre los caciques de ambos lugares, y al parecer el del primero se burló del otro. De hecho, Bernal Díaz del Castillo les llama hermanos a estos caciques, no sabemos si con un sentido textual o refiriéndose solamente a una gran cercanía entre ellos; dice que los indios de Tabasco, ya derrotados, fueron cuestionados por Cortés acerca de los motivos por los cuales se habían resistido y le habían dado batalla: “Y respondieron que ya habían demandado perdón de ello y estaban perdonados, y que el cacique de Champotón, su hermano, se lo aconsejó, y porque no le tuviesen por cobarde, y porque se lo reñían y deshonraban, y porque no nos dio guerra cuando la otra vez vino otro capitán con cuatro navíos, y, según parece, decíalo por Juan de Grijalva”,38 que por todo ello combatió a Cortés.
Otros investigadores del presente siglo XXI persisten en el equívoco, como Christian Duverger cuando escribe acerca de Hernández de Córdoba: “[…] a finales de marzo desciende hacia Campeche, luego a Champotón (Potonchan). Los mayas arrojan a los intrusos […]”, etcétera.39 Por supuesto, el paréntesis que identifica como una sola a las dos toponimias es parte de la cita textual que tomamos del historiador franco-mexicano.
Dentro de los historiadores modernos que no incurren en la alteración multicitada están Joaquín García Icazbalceta,40 Francisco Javier Santamaría en su obra de elocuente título El verdadero Grijalva41y Marcos E. Becerra en Nombres geográficos del estado de Tabasco, de 1909, quien apunta atinadamente: “El nombre de Potonchán, de una antigua población de Tabasco, se ha confundido por todos los historiadores modernos y muchos de los antiguos, con el de Champotón, antigua y actual población de Campeche”.42 Asimismo, dos historiadores anglosajones, el estadounidense Robert Chamberlain y el británico Hugh Thomas, en el siglo XX, usan los nombres correctos.43
Resulta interesante que tampoco los arqueólogos suelen tener dudas al respecto. Los que han excavado en Champotón, Campeche, le llaman así, por su nombre de siempre, aunque a veces recuerdan su designación prehispánica de Chakan Putún.44 Igualmente, los que han trabajado en la zona de Potonchán, a la orilla del Grijalva, así lo llaman con acierto, y las diferencias que tienen estos últimos estudiosos entre sí solamente se deben a la localización precisa del sitio arqueológico de Potonchán, pero siempre en la misma zona bien delimitada de Centla o Santa María de la Victoria, hoy Frontera, en Tabasco.45
Conclusiones
Este botón de muestra -la recurrente equivocación de Champotón con Potonchán- debiera enseñarnos a los historiadores la trascendencia de conocer personalmente los lugares donde han acaecido los sucesos históricos, de llevar a cabo una especie de trabajo de campo para no escribir sólo a partir de libros, periódicos y documentos; ello evitaría confundir toponimias tan diametralmente contrapuestas como Bahía de la Mala Pelea y Santa María de la Victoria.
Para una investigación histórica, tan importantes como el contenido de las fuentes documentales, hemerográficas y bibliográficas pueden ser las evidencias tangibles, en nuestro caso geográficas: la existencia (o no) de un lugar, su ubicación exacta en el mapa y su cotejo con la información escrita. De alguna manera, esto significa agregar al trabajo del historiador tradicional cierto espíritu arqueológico: confrontar el contenido de las fuentes escritas con los indicios materiales.
También debiéramos aprender la importancia de la desconfianza (por lo que toca a la información histórica). Si bien la suspicacia sistemática a nivel individual es algo desagradable, a nivel profesional -de la Historia- es algo indispensable. La lectura y la interpretación de los hechos deben hacerse con ojos críticos, mas no porque supongamos mala fe o torcida intención en los informantes, sino simplemente por la facilidad con la que es posible equivocarse. Lo hemos visto con Bernal Díaz del Castillo, aunque su caso es muy particular debido a la avanzada edad que tenía cuando escribió su Historia.
En este ensayo donde Bernal Díaz del Castillo es el protagonista, nos ha tocado abundar en un yerro suyo, pero mucho más justo sería ahondar en el insólito mérito de haber escrito el libro más importante sobre la conquista de México con más de ocho décadas de existencia a cuestas.