Introducción
La sociología de la inmigración empieza a desarrollase en Europa a partir de los años 70 del siglo pasado (Urteaga, 2012). En la España actual, “la España inmigrante” (Cachón, 2002), abundan los estudios en torno a este fenómeno y diversos organismos públicos almacenan estadísticas de orden registral sobre la población extranjera. Sin embargo, -lo reconocía el propio Instituto Nacional de Estadística (INE)-, persistían “carencias significativas en datos sistemáticos y representativos de esta población y un importante desconocimiento de sus verdaderas dimensiones sociales, económicas y culturales” (Reher et al., 2008: 11). Colmar tales carencias fue uno de los mayores incentivos para la realización de la Encuesta Nacional de Inmigración (ENI) con el objetivo principal de recabar datos sobre “las características sociodemográficas de los extranjeros y las relativas al establecimiento e importancia que las redes migratorias tienen a la hora de influir en sus estrategias y decisiones” (Vaquero y Montoro, 2008: 9).
La ENI recopiló 15 465 cuestionarios válidos, de los cuales 1 850 correspondían a personas nacidas en Marruecos en representación de las 539 773 mayores de 15 años que en 2007 residían en España según la ENI.1 La explotación estadística de esta submuestra revela la existencia de valores incongruentes entre varias de sus características: el colectivo marroquí en la ENI tiene una edad media superior a la del resto de su diáspora, sus miembros han sido naturalizados en mayor proporción, el español es su lengua materna por encima del bereber, cuenta con más viviendas en propiedad y más ingresos, aunque, envía menos remesas.
La búsqueda de una razón a estas incongruencias halla la clave en el análisis de la curva de afluencia de este colectivo hacia España. Ahí se observa un claro desajuste entre los datos de la ENI y aquellos recogidos en fuentes registrales de referencia.2 Esto es, una clara tendencia en la encuesta a sobrestimar los antiguos flujos migratorios procedentes de Marruecos y a subestimar en contrapartida a aquellos más recientes. Este hallazgo confirma la hipótesis de Martí y Ródenas (2012) para la totalidad de la población objetivo de esta encuesta, donde se argumenta que la ENI contiene un sesgo de estimación por año de llegada.3
El objetivo del presente artículo es poner en evidencia las manifestaciones de tal sesgo en el caso concreto de la diáspora marroquí residente en España. Sesgo que afecta a aspectos significativos de la encuesta, puesto que varias son las características sociodemográficas, económicas y laborales de las personas inmigradas que dependen imperativamente de su tiempo de residencia en el país de destino. Y es que el momento de la llegada constituye “un elemento ampliamente reconocido para explicar la evolución de las perspectivas socioeconómicas de los inmigrantes” (Cebolla y Requena, 2009: 3); siendo una de las variables esenciales para interpretar el cambio en las condiciones de vida, los planteamientos de futuro, la movilidad geográfica, el nivel de integración social o los logros profesionales experimentados a lo largo de su trayectoria migratoria. Por añadidura, se trata de una pieza clave para contextualizar históricamente los principales factores de expulsión/atracción, tal como los han enumerado diferentes teóricos de las migraciones desde Ravenstein.
El tema de esta investigación y su población objeto de estudio, adquieren en el momento actual un alto grado de pertinencia para los Estados occidentales receptores de flujos inmigratorios en general, y para España en particular, como “puerta de Europa”. La tensión política y social alrededor de la cuestión inmigratoria no cesa de aumentar, esencialmente cuando se trata de personas procedentes de países de tradición musulmana. Marruecos, de hecho, ha sido tradicionalmente el primer y mayor emisor de inmigración hacia España, especialmente desde su conversión en destino inmigratorio a partir de los años noventa. La colocación de la diáspora marroquí en el centro de fenómenos sociológicos polémicos es habitual, ya sea por el racismo del que es objeto (Calvo Buezas, 1994, 2008), por la segregación espacial y escolar que sufre (El-Habib et al., 2016; Jiménez-Delgado et al., 2016a, Jiménez-Delgado et al., 2016b) o por la radicalización religiosa que algunos de sus miembros están experimentando. Este último fenómeno, el extremismo religioso, es sin lugar a dudas uno de los que más atención mediática, social y política atrae y el que ha puesto a los servicios de inteligencia europeos en estado de alerta continua para mantener bajo vigilancia y control a los potenciales focos de radicalización.
La ola de disturbios urbanos que han azotado varias ciudades europeas desde finales de los años noventa, protagonizados por jóvenes de los guetos, pertenecientes en su mayoría a las sucesivas generaciones de origen inmigrado, ya habían puesto el foco en el colectivo marroquí. En España, y a diferencia de otros países del entorno con anterior tradición inmigratoria, como Francia, Bélgica, Suecia o Reino Unido, apenas se está viendo crecer a la denominada “segunda generación”; por lo que todavía se está a tiempo de prever y de afrontar los principales factores de exclusión y de segregación social, que en los países vecinos contribuyeron de manera determinante al desarrollo de comportamientos disruptivos entre la juventud de origen inmigrado (Cantle, 2001; Cantle, 2013; Burgess y Wilson, 2005; Cantle and Kaufmann, 2016).
Unas estadísticas públicas precisas y transparentes, se presentan aquí como un instrumento fundamental para el estudio y conocimiento exhaustivos de la población de origen extranjero, así como para el diagnóstico correcto de los factores antes mencionados, claves en la lucha por la equidad y la cohesión social, la igualdad de oportunidades y de género y, en casos extremos, por la propia seguridad ciudadana y nacional. En esta línea, la ENI 2007 constituye sin lugar a dudas, un gran ejemplo de trabajo estadístico complejo, que sirve para extraer numerosos aprendizajes, a la vez que para destacar aquellos aspectos criticables y mejorables de cara al futuro.
Este artículo se estructura de la siguiente manera: un primer apartado expondrá una breve aproximación a la ENI y a sus posibles sesgos. El segundo apartado pondrá énfasis en dos variables clave: la edad y la nacionalidad. El tercer apartado relatará una resumida descripción cronológica de las pautas de afluencia de la inmigración marroquí a España, contrastando las informaciones obtenidas de la ENI con las de otras fuentes registrales y confirmando el sesgo problemático de la encuesta, cuyas evidencias e impacto sobre ciertos aspectos de la misma serán expuestos en un cuarto apartado. Finalmente, las principales conclusiones y recomendaciones se recogerán en un quinto y último epígrafe.
La Encuesta Nacional de Inmigrantes ENI 2007
El trabajo de campo de la ENI se efectuó entre noviembre de 2006 y febrero de 2007.4 La población objetivo la constituyeron las personas nacidas en el extranjero que tenían más de 15 años y vivían en España, o tenían intención de hacerlo, desde hacía un año o más, excepto aquellas españolas nacidas en el extranjero que en el año de su llegada a España tenían menos de dos años de edad. En total, se recopilaron 15 465 cuestionarios válidos.5
La ENI constituye una gran fuente de datos, con una amplia cobertura geográfica y demográfica y una gran diversidad de temas, que con “la incorporación de una perspectiva longitudinal con preguntas retrospectivas permite entender la experiencia inmigratoria como un proceso vivo” (Reher et al., 2008: 3), desde el nacimiento de la idea de emigrar hasta el momento de la entrevista.6 La encuesta se ha convertido de hecho en una referencia obligada para el estudio del fenómeno inmigratorio, con “una riqueza envidiable tanto con respecto a las fuentes oficiales en España como las del resto de Europa” (Reher et al. 2010: 4-5).
Aunque, por lo general, todas las encuestas por muestreo son sensibles a una variedad de fuentes de sesgo -como los errores de muestreo (sampling error) y aquellos ajenos al muestreo (nonsampling errors), o los errores de observación y aquellos de no-observación (Cea, 2004; Groves et al., 2009; Dussaix, 2008)-, en este apartado se expondrán solamente algunos de los sesgos con cierta relevancia en el caso concreto de la ENI.
Al componerse de un único corte transversal, esta encuesta puede incurrir en sesgos de estimación debido a varios motivos. Uno de los cuales está relacionado con las migraciones de regreso al país de origen -o de partida hacia un tercer país-, otro consiste en la variabilidad de la “calidad” media de las sucesivas cohortes de flujos llegados en momentos diferentes. Según Borjas (1985 y 1995), este tipo de situaciones puede implicar entre la inmigración antigua, una sobrerrepresentación de las personas más “exitosas”, puesto que una parte de aquellas con menos suerte ya habría retornado al país de origen. El sesgo de deseabilidad social es otro a tener en cuenta en preguntas relativas a las condiciones de la vivienda, a la participación social, a la religiosidad o al estatus documental de la persona entrevistada en caso de no estar regularizada. Otro sesgo no muestral es el de la memoria, ya que el uso de variables retrospectivas en la ENI genera respuestas construidas a partir del recuerdo del propio sujeto, pudiendo incurrir en imprecisiones7 (González, 2012). De esta pequeña muestra de errores, ninguno parece tener un peso importante.
Según Martí y Ródenas (2010 y 2012), el sesgo más significativo en la encuesta es el de estimación del volumen inmigratorio por año de llegada. Sesgo que se debe a dos fuentes de error: la de cobertura y la de no-respuesta. Este sesgo, sin embargo, no ha sido mencionado por autores partícipes de la ENI. Por ejemplo, Reher y Requena, 2008; Reher y Requena, 2009; Stanek, 2009; Sanz y Sánchez, 2009; Cebolla y Requena, 2009; Reher y Sánchez, 2009; Requena y Rosero, 2009; González y Echeverri, 2009; Colectivo Ioé y Fernández, 2010; Reher et al., 2010; De Miguel et al., 2011; Sánchez, 2011; Requena y Sánchez, 2011; Reher y Silvestre, 2011; Durque et al., 2013. Tampoco lo han hecho otros estudios fundamentados en la ENI como Sanromá et al., 2009; Simón et al., 2010 y 2014; Alonso y Gutiérrez, 2010; Veira et al., 2011; Castro y Rosero, 2011; Cortina y Esteve, 2012; Solana et al., 2013; Luzán, 2013; Aysa y Cachón, 2013; Esteban, 2013; Grande y Del Rey, 2012; Grande et al., 2013 o Grande, 2014.
En el Informe de la encuesta y en otros estudios, se habla más bien del sesgo de selección que reduciría el número de casos venidos en los primeros años del fenómeno inmigratorio y no el de aquellos más recientes en llegar:
existe cierto sesgo de selección en la utilización de la variable año de llegada, de modo que los inmigrantes venidos en fechas más recientes han tenido una menor probabilidad de poder marcharse de España, frente a los que vinieron en las primeras etapas del proceso migratorio”
Este estudio explota el fichero de microdatos de la ENI con el uso del software estadístico SPSS (18.0) y expone las cifras elevadas según las ponderaciones muestrales consignadas en el mismo fichero (Reher et al., 2008). Se trata de algunos de los resultados obtenidos de la explotación estadística de la ENI, concretamente de la submuestra marroquí.8 Resultados que han sido contrastados con fuentes registrales oficiales -el Padrón Municipal (en adelante, PM), la Estadística de Variaciones Residenciales (en adelante, EVR) y los Anuarios Estadísticos de Inmigración (en adelante, AEI)-, pero también con referencias de la literatura especializada. Este ejercicio de contraste se apoya en varios ejemplos para demostrar las evidencias del sesgo de estimación contenido en la ENI,9 empezando por las variables edad y nacionalidad.
Algunas incongruencias en la ENI: nacionalidad y edad
La nacionalidad
Uno de los datos llamativos encontrados en la encuesta es aquel que desvela el número de marroquíes que en 2007 tenían la nacionalidad española: unas 108 814 personas, esto es, una quinta parte de la diáspora en cuestión. Proporción un tanto elevada al tratase de una de las comunidades extranjeras con mayores dificultades para acceder a tal estatus documental (Cebolla y Requena, 2009). La Tabla 1 muestra a este respecto una comparativa aproximada entre ENI y PM. Con el fin de equiparar ambas fuentes y sabiendo que el PM no ofrece cruces de las variables nacionalidad y país de nacimiento con la variable edad, esta comparativa admite y aplica la deducción de la misma proporción de marroquíes menores de 16 años en el Padrón (10.5 por ciento) a personas empadronadas con o sin nacionalidad española.
Todo el colectivo* | Con nacionalidad española | Sin nacionalidad española | |
ENI (a) | 537 997 | 108 814 | 429 183 |
100.0% | 20.2% | 79.8% | |
PM (Totales) (b) | 621 295 | 97 274 | 524 021 |
100.0% | 15.6% | 84.3% | |
PM, sólo mayores de 15 años (c) | 555 731 | 87 009 | 468 722 |
c = b * (1 - 10.5%) | 100.0% | 15.6% | 84.3% |
Diferencia relativa (a-c)/a | -2.9% | 20.0% | -8.8% |
* Excluidas las personas que no sabían si tenían la nacionalidad española (0.3%).
Fuente: elaboración propia a partir de los microdatos de la ENI y el PM.
Los resultados de la Tabla 1 muestran una diferencia relativa estimada en 20 por ciento a favor de la ENI. Hay que señalar que el PM no recoge la variable “edad de llegada” a España, imposibilitando una comparativa más exacta con la ENI, puesto que no se puede descontar a las personas españolas de nacimiento que a su llegada no cumplían los dos años de edad. Si esta opción fuera viable, el dato en cuestión sería todavía más acusado. La diferencia entre el número de marroquíes con la nacionalidad española en la ENI, por un lado, y en el PM, por el otro, indica una importante ventaja cualitativa de la submuestra seleccionada de este origen, en comparación con el resto de sus compatriotas residentes en España.
Este hecho se puede atribuir parcialmente a aquellas personas que adquirieron la nacionalidad española pero no la transmitieron al PM por la razón que fuese, de modo que en la ENI se han declarado como naturalizadas, mientras que en el Padrón siguen figurando sin tal atributo. No obstante, esta hipotética situación sería bastante marginal en el caso de la diáspora marroquí, dada la relevancia del suceso de naturalización para su estatus administrativo y legal y, por tanto, su necesidad de reflejarlo en todas las instancias administrativas principales. La parte más abultada de la diferencia entre PM y ENI se debe, más bien, al sesgo de estimación contenido en la última. Y es que de aquel 20.2 por ciento de marroquíes de nacimiento que en 2007 tenían la nacionalidad española según la ENI, más de la mitad, 11.1 por ciento, era de ascendencia española directa. Individuos cuyo perfil es drásticamente distinto al de la mayoría de marroquíes “comunes” y, por tanto, lejos están de ser representativos de esta diáspora.
No en vano, cuando Sempere habla de los pieds-noirs españoles procedentes de Marruecos, subraya su fácil integración a su llegada a “una sociedad que de hecho era la suya” (1998: 25). Estos pieds-noirs han sido excluidos de algunas investigaciones desarrolladas a partir de la ENI (por ejemplo, Sanromá et al., 2009; Simón et al., 2010 o Sánchez, 2011) en aras de una mayor homogeneidad de la población objetivo (Sanromá, 2009: 4) o para “eliminar cualquier sesgo potencial creado por los informantes que pueden ser, de hecho, españoles, pese a haber nacido en el extranjero” Sánchez (2011: 40). Aunque estos autores no hablan de una sobrestimación de esta peculiar inmigración ni explican por ende la razón que pudiera estar detrás, su alta proporción en la ENI contribuyó a inflar el volumen de los flujos llegados a España antes de los años noventa, lo que derivó en un “maquillaje” del perfil socioeconómico y laboral del colectivo en cuestión.
Por tanto, el criterio de la ENI de primar el origen por encima de la nacionalidad a la hora de determinar su población objetivo, para no perder a “verdaderos inmigrantes” que tenían la ciudadanía española en origen, como es el caso de varias procedencias latinoamericanas (Reher et al., 2008: 18), generó en el caso marroquí un efecto perverso. Y es que el grado de mestizaje que alcanzó la diáspora española en Marruecos y en Latinoamérica dista de ser el mismo. Mientras en el primer caso, mantuvo relaciones endogámicas debido al relativo corto periodo de tiempo que ahí estuvo y a las evidentes diferencias lingüísticas y culturales con lugareños y lugareñas, en el segundo, su integración fue mucho mayor; siendo un factor determinante las afinidades lingüística, cultural y religiosa derivadas de siglos de colonización y de convivencia. De ahí que las personas de ascendencia española en tierras iberoamericanas son en cierta medida ciudadanas con características similares a la población mayoritaria. Caso muy distinto es el de Marruecos.10
El reconocimiento, en el informe de la ENI, del inconveniente que supone la inclusión en su universo muestral de personas nacidas fuera de España con la nacionalidad española desde nacimiento (ídem), pone sobre aviso al investigador interesado. No obstante, la magnitud de dicho inconveniente no emana solamente de una decisión metodológica previa y concienzudamente adoptada, sino que representa un indicio más del sesgo contenido en la encuesta como será explicado en el apartado siguiente.
La edad
La comparación entre los resultados globales de la encuesta y los datos del PM, indica una alta semejanza en los valores que toman las características demográficas básicas como el volumen de la población inmigrada, su edad, su sexo, su procedencia o su distribución geográfica por el territorio español (Martí y Ródenas, 2012). En el caso marroquí, se confirma dicha similitud respecto del volumen y de la distribución por Comunidades Autónomas y sexo, caso distinto es el de la variable edad. El análisis de los valores absolutos por franja de edad revela niveles de discrepancia llamativos. Esto es, mientras la diferencia entre ENI y PM respecto del volumen total de marroquíes es apenas de 2.8 por ciento a favor del registro municipal, la diferencia relativa alcanza los 25 puntos porcentuales a favor de la ENI entre la población mayor de 64 años (33.3 por ciento entre varones y 18.1 por ciento entre mujeres). Los individuos marroquíes de la ENI son, por tanto, bastante mayores que sus semejantes inscritos en el Padrón (Tabla 2).
16 a 39 años | 40 a 64 años | 65 años o más | Suma | |
Ambos sexos PM | 365 605 | 163 532 | 26 594 | 555 731 |
Ambos sexos ENI | 333 667 | 169 965 | 33 244 | 536 876* |
Diferencia relativa | 8.7% | -3.9% | -25.0% | 3.4% |
Varones PM | 247 108 | 100 393 | 12 069 | 359 570 |
Varones ENI | 212 493 | 113 959 | 16 088 | 342 540 |
Diferencia relativa | 14.0% | -13.5% | -33.3% | 4.7% |
Mujeres PM | 118 497 | 63 139 | 14 525 | 196 161 |
Mujeres ENI | 121 174 | 56 004 | 17 159 | 194 337 |
Diferencia relativa | -2.3% | 11.3% | -18.1% | 0.9% |
* Se han omitido los casos de la ENI que no sabían su edad (0.5%).
Fuente: elaboración propia a partir de los microdatos de la ENI y el PM.
La explicación a esta incongruencia se halla en el sesgo de estimación por año de llegada: la sobrestimación de flujos llegados a España décadas atrás -por tanto, de mayor edad que quienes lo han hecho recientemente-, genera un efecto perverso sobre la estructura de edad, fruto del cual, la proporción de personas mayores adquiere un peso superior ficticio. Buen ejemplo de ello son las personas nacidas en Marruecos de madre y/o padre españoles, quienes pertenecen a la franja de edad de 65 años o más en 35 por ciento de los casos, frente a menos de tres por ciento entre el resto del colectivo marroquí (Figura 1). Y, mientras que la edad mediana general se sitúa en los 33.7 años, la de los individuos con ascendencia española directa se eleva a los 58 años.
La comunidad marroquí, con 12 por ciento del total de la inmigración residente en España, es la más numerosa de entre las más de 200 procedencias contempladas en la ENI, por delante de la rumana (9.5 por ciento) y de la ecuatoriana (8.2 por ciento). Tanto europeos del este como andinos no empezaron a emigrar a España según la ENI, hasta finales de los años noventa; sólo uno por ciento de los primeros y cuatro por ciento de los segundos había llegado antes de 1997. Contrariamente a éstos, 40 por ciento de los marroquíes de la ENI ya habían llegado antes de 1997. Dato que dista patentemente de aquel registrado en los AEI, elaborados por el Ministerio de Trabajo e Inmigración, donde esta proporción apenas supera 11 por ciento.
Y es que el fenómeno inmigratorio en España no comienza a tomar dimensiones relevantes hasta mediados de los noventa, convirtiéndose a partir de 2006, en uno de los mayores destinos migratorios a nivel mundial (Khaldi, 2007). Los datos de la ENI, sin embargo, muestran a partir de 2001 una ralentización en la afluencia de personas nacidas en el exterior, marroquíes inclusive. Tendencia que como se verá más adelante, contradice aquella marcada por la EVR, la cual refleja -como es de esperar-, un incremento de los flujos inmigratorios en periodos de bonanza económica. Así lo confirman paradójicamente los mismos autores del informe de la ENI: “al menos hasta 2008, la intensidad de estos flujos migratorios ha ido en aumento cada año” (Reher y Requena, 2009: 8).
Volviendo la vista atrás, 50 mil marroquíes que en 2007 residían en España habrían llegado, según la ENI, entre el fin del primer conflicto mundial y mediados de los años sesenta.
Afluencia marroquí a España
De las 50 mil personas nacidas en Marruecos que llegaron a España entre 1918 y 1965, 80 por ciento eran españoles de nacimiento. Esta dominante proporción “española” puede atribuirse a la importante presencia de colonos de esta nacionalidad en el Marruecos ocupado (1912-1956), unos 138 mil (Gózalvez, 1994; Cebolla y Requena, 2009). Las crisis económicas se suceden en el país norteafricano en su etapa postcolonial, estrenándose la década de los setenta con grandes contestaciones sociales. Contexto que preludiará nuevas formas de emigración, como la reagrupación familiar o la emigración temporal (Belbah y Veglia, 2003; Khachani, 2004). Según la ENI, unas 23 mil personas llegaron a España procedentes del reino alauita durante la década de los setenta, de las cuales 55 por ciento eran españolas de nacimiento. En los ochenta, el número de marroquíes emigrados a España, según la ENI, casi se duplica en relación a la década anterior, registrando 40 mil nuevas llegadas. Incremento que puede atribuirse en gran medida, a la situación socioeconómica insostenible a la cual se enfrentaba el pueblo marroquí (Pironet, 2006; Zaoual, 2008). Mientras tanto, la afluencia de descendientes de españoles caía considerablemente, aunque, en términos acumulativos, seguirán constituyendo hasta 1989 el 50 por ciento de los contingentes migratorios procedentes del país vecino (Figura 2).
Los trabajadores y trabajadoras marroquíes residentes en el extranjero ayudarán a reducir la pobreza de sus familias en origen y a equilibrar la balanza de pagos de su país natal a través del envío de remesas, pese a ello, la economía marroquí seguirá sufriendo de graves anomalías de carácter estructural (Zaoual, 2008). El régimen, en un intento de rebajar la tensión social y la presión sobre el mercado laboral, toma en 1990 la decisión de simplificar los complejos trámites para la obtención de pasaportes. Esta medida será clave. Con su pasaporte en la mano, miles de marroquíes viajan a España aprovechando que este Estado todavía no imponía grandes restricciones fronterizas (Lazaar, 2003).
Ese mismo año se registra un nuevo record de llegadas, más de 24 mil. Así pues, para entonces ya habrían llegado a España 140 369 marroquíes, según la encuesta. Dato que contrasta con aquel registrado por los AEI: apenas 16 615 permisos de residencia, menos de una cuarta parte de la cifra proporcionada por la ENI (Figura 3). Tal diferencia no se puede imputar a la inmigración irregular, para entonces todavía marginal (López y Lorenzo, 2004; Khachani, 2004), más bien, se trata de otro indicio del sesgo de estimación por año de llegada.
La curva de visados responde al eje secundario derecho, ya que su escala es mayor que las otras dos variables. Esta especificidad se explica porque no todos los poseedores de visados materializan su viaje y solamente una proporción de quienes lo hacen convierten su visado en una residencia efectiva y, por tanto, en una inscripción padronal.
Fuente: elaboración propia a partir de los microdatos de la ENI, de la EVR y de los AEI.
Pese al soplo de aire fresco que supuso la obtención de pasaportes para miles de personas candidatas a emigrar, la década de los noventa no aporta alivio alguno al bajo nivel de vida de los hogares marroquíes. Las grandes desigualdades alimentan la precariedad y el desempleo de masas, dando origen a la inmigración clandestina (Touhami, 2006; Zaoual, 2008). Estos flujos se potencian frente a la inmigración regular, perjudicada por el sistema de visados adoptado por España en 1991 (López y Lorenzo, 2004, Khachani, 2004; Khachani, 2006). En este año, la ENI muestra una caída en el número de llegadas de marroquíes, iniciando una llamativa ralentización de su afluencia. Tendencia que si no fuera tan rele vante podría atribuirse al incremento del control fronterizo, sin embargo, y a juzgar por el volumen de llegadas que la ENI recoge entre 1991 y 1996, los flujos marroquíes habrían sufrido excesivamente el impacto de tal medida. Lo cual contrasta con el efecto llamada que genera la campaña de regularización extraordinaria de 1991 (Khachani y Mghari, 2006), cuando el número de marroquíes residentes legalmente en España conoce una alza histórica de 200 por ciento (AEI), frente a un escaso seis por ciento de incremento en las llegadas según la ENI. No será hasta 1996 cuando el volumen de llegadas vuelva, según la encuesta, a los niveles de 1990. Tal como muestra la Figura 3, en 1998 la ENI recoge el mayor pico de afluencia registrado hasta entonces: cerca de 34 mil nuevos inmigrados.
Marruecos recibe el nuevo siglo con importantes novedades políticas, no obstante, el panorama socioeconómico nacional mantiene los elementos necesarios para seguir expulsando a una considerable parte de la ciudadanía (Khachani, 2006). Asimismo, otro factor que favorece el incremento de la afluencia de marroquíes hacia España es la campaña de regularización extraordinaria de 2000-2001. Aunque, según la ENI, en este caso tampoco se habría generado un efecto llamada significativo, puesto que entre 2001 y 2002 el número de llegadas de estos oriundos conoce un descenso que se vuelve sostenido a partir de 2003. Rumbo opuesto adoptan, sin embargo, los visados concedidos a marroquíes y la EVR correspondiente a las nuevas altas de este colectivo en el Padrón (Figura 3).
Y es que, contrariamente a lo recogido en la ENI, este periodo conoce un ascenso del número de llegadas, esencialmente con el anuncio -ya en 2004- de la nueva campaña de regularización de 2005. Operación de envergadura que provoca un importante efecto llamada. El número de permisos de residencia otorgados ese año a marroquíes registra un incremento histórico de más de 106 mil concesiones respecto del año anterior (Figura 4). Así lo demuestran también la EVR y el volumen de visados entregados el mismo año. Ambas series concuerdan en unas pautas de evolución positivas, en sintonía con la fase de crecimiento económico que conoce España en este periodo y el resultante descenso en las tasas de desempleo (Khaldi, 2007; Cebolla y Requena, 2009; Reher y Requena, 2009; Martí y Ródenas, 2012; Colectivo Ioé, 2012). Tendencia que se invierte a partir de 2008, con el inicio de la crisis financiera internacional.
El contraste entre la ENI y los demás registros oficiales queda patente en el Figura 4, donde se compara el stock anual acumulado de marroquíes en la ENI, por un lado, y en los AEI y el PM, por el otro.11 En el inicio de las series (1988), la diáspora marroquí supera los 106 mil efectivos según la ENI, mientras que los AEI apenas recogen un tercio de esta cifra: 11 960. Al cabo de los años, esta discrepancia se irá reduciendo llegando a ser mínima entre 2005 y 2006, asemejándose las cifras de la encuesta a aquellas de la fuente ministerial.
Algo similar sucede al introducir los datos del Padrón en la comparativa. El número de marroquíes empadronados en España en 1998 tan sólo constituye 73 por ciento de aquel recogido en la ENI, y eso a sabiendas de que esta última excluye a las personas nacidas a partir de 1992 -por no cumplir todavía los 16 años en 2007- y a aquellas nacidas en Marruecos de ascendencia directa española que a su llegada a España no cumplían los dos años de edad. Dicho porcentaje irá in crescendo hasta prácticamente igualar 100 por ciento en 2004, invirtiéndose la tendencia a partir de entonces a favor del registro municipal.12
El sesgo de estimación por año de llegada
Todos los indicios anteriores demuestran que la encuesta contiene un error de representatividad de las personas nacidas en Marruecos según su año de llegada; lo cual confirma la adecuación al caso norteafricano de la hipótesis de Martí y Ródenas (2012) en referencia a la globalidad de la población objetivo de la ENI. En dicha hipótesis, se atribuye a la encuesta la existencia de un sesgo en la estimación de la inmigración recién llegada al país; sesgo cuya no-corrección posterior a la realización de la misma generó una creciente subestimación de los flujos llegados a partir de 2001 y una sobrestimación de aquellos que lo hicieron antes. En lo que se refiere a la diáspora marroquí, este sesgo alteró el perfil real de sus miembros, transfigurando -a un estado mejor, pero ficticio- numerosas de sus características que dependen del tiempo de residencia acumulado en destino. Éste es el caso de variables como la situación económica y laboral, el grado de integración en la sociedad de destino, el dominio de su idioma, el estado civil y legal, el envío de remesas, los planes de futuro, la trayectoria migratoria, la movilidad territorial o las condiciones de vida en general.
Martí y Ródenas (2012) atribuyen la subestimación de las entradas anuales de personas inmigradas recientes a los sesgos de cobertura muestral y de no-respuesta. El primero se refiere a un déficit de la muestra al no cubrir toda la población objetivo, de modo que el valor que toma una característica determinada entre la población encuestada sea distinto en la población no encuestada. Un ejemplo de esta falta de cobertura en la ENI es la exclusión de las viviendas colectivas como hostales o centros de acogida, donde puede residir una parte de las personas recién llegadas, lo cual subestima en alguna medida esta categoría de la población objetivo. La alta tasa de no-respuesta contenida en la ENI -28 por ciento- se debe a varios motivos, como las dificultades lingüísticas, la ausencia del hogar o la desconfianza, características comunes entre individuos más recientes en llegar. En primer lugar, su dominio del idioma es limitado debido al corto tiempo que llevan en el país. Se trata aquí de un factor clave tratándose de la diáspora marroquí (Maya Jariego, 2001). Ofrecer cuestionarios en árabe13 no es tampoco una solución en el caso de marroquíes con poca o nula instrucción escolar, quienes serían incapaces de leer y de entender correctamente un documento de la envergadura del cuestionario de la ENI redactado en árabe clásico.14
En segundo lugar, la ausencia en el hogar de las personas a entrevistar se explica por carecer de rutinas estables al estar involucradas en una intensa búsqueda de empleo o ejerciendo en varios empleos a la vez. Los tediosos trámites burocráticos que acompañan las primeras fases del proceso inmigratorio son otra razón que mantiene a las personas recién llegadas fuera del hogar durante largas horas del día. Por último, estas personas suelen expresar cierto recelo hacia cualquier tipo de interrogatorio o encuesta formal, especialmente si se encuentran en situación irregular (Martí y Ródenas, 2010) o por dudas sobre el uso que se hará de los resultados (Maya Jariego, 2001).
Otro factor a señalar es el caso de mujeres marroquíes recluidas en el ámbito doméstico, que al encontrarse solas en la vivienda o al carecer del permiso del marido se niegan a colaborar (Idem). La sustitución de estas viviendas “sin respuesta”, por otras cuyos ocupantes llevan más tiempo establecidos en España -quienes tienden a colaborar mejor en las encuestas gracias a su conocimiento del idioma, a su mayor integración social y a la disminución que ello supone en términos de desconfianza-, genera un sesgo por año de llegada. En la ENI, además, la persona elegida para contestar a la encuesta, entre las que habitan la vivienda, es seleccionada aleatoriamente, lo cual puede implicar que no sea la más propensa a colaborar o la que mejor dominio del idioma tenga; a diferencia de otras encuestas de hogares donde cualquier miembro puede postularse como informante (Martí y Ródenas, 2010).
Para corregir los sesgos de cobertura y de no respuesta, se hace uso de las técnicas de reponderación o de corrección de los coeficientes de elevación, en función de informaciones conocidas de antemano sobre la población objetivo y de las diferencias constatadas entre ésta y la población efectivamente encuestada. Estas técnicas permiten mejorar la precisión de las estimaciones y acercar lo máximo posible la estructura de la muestra a aquella conocida de la población objetivo (Dussaix, 2008), disminuyendo la ponderación de los grupos sobrerrepresentados dentro de la muestra y aumentando la de aquellos subrepresentados. Eso sí, este procedimiento parte de la hipótesis de que dentro de cada categoría, las personas entrevistadas constituyen una muestra representativa de la población perteneciente a dicho subgrupo, situación que no se aplica al caso de la inmigración reciente, subestimada en la totalidad de categorías de la ENI. Esta situación impide que las técnicas de reponderación tengan un efecto de estimación adecuado sobre los flujos de entrada, y que más bien puedan agravar el sesgo de estimación de las personas recién llegadas al no contemplar la variable año de llegada en el proceso de post-estratificación (Martí y Ródenas, 2012).15
Otras evidencias del sesgo de estimación en el caso marroquí
Las lenguas maternas
Según los datos de la ENI, el árabe es la lengua materna de 77 por ciento de la comunidad marroquí en España, seguida del español que lo es para 13 por ciento, y de los idiomas autóctonos (tamazight, rifeño y tachelhit) hablados por poco más de nueve por ciento. Una información que se contradice con el dato de que 40 por ciento de la población marroquí es bereberófona (Chakir, 1998) y que una de las dos capitales rifeñas, Nador, es con diferencia la mayor emisora de marroquíes hacia España, según los datos de la propia ENI (Figura 5).
Nota: Este mapa expone la distribución institucional oficial marroquí, la misma que fue adoptada por el INE para las regiones de nacimiento de las personas encuestadas de la ENI, donde se incluye a las provincias del Sahara Occidental como parte de Marruecos.
Fuente: elaboración propia a partir de los microdatos de la ENI.
La Vivienda
En el momento de la encuesta, la proporción de personas nacidas en Marruecos propietarias de su casa se elevaba a 30 por ciento según la ENI. Una considerable cifra que puede atribuirse nuevamente al sesgo de estimación. De hecho, entre este colectivo, 80 por ciento de aquellas personas de ascendencia directa española eran propietarias de su vivienda en el momento de la encuesta, frente a 24 por ciento entre el resto de marroquíes de la ENI.
La mitad de quienes en el momento de la encuesta se alojaban en régimen de alquiler, pagaban un precio medio de 325 euros mensuales. Este precio es imposible de comparar al primero que las personas de este origen pagaron a su llegada a España; curiosamente, de los individuos que pagaban aquel primer alquiler en euros -unas 106 581 personas-, ninguno se acuerda de o responde a la cuantía que abonaba por ese alquiler, a diferencia de 90 por ciento de quienes lo hicieron en pesetas -unas 73 280 personas-, quienes sí indican una cifra exacta. ¿Cómo puede ser que personas llegadas antes de la instauración del euro sí recuerden el precio su primer alquiler, mientras que absolutamente la totalidad de las recién llegadas no lo sepan o no contesten? Otra incongruencia en los datos de la vivienda, tema clave para el conocimiento de las condiciones de vida de las personas inmigradas.16
Los Ingresos
Los datos de la ENI sobre ingresos se refieren únicamente a los percibidos por individuos ocupados en el momento de la encuesta. Al no disponer de información longitudinal con referencia a los sueldos en trabajos anteriores, se imposibilita realizar un seguimiento dinámico de la “evolución económica” de estos trabajadores y trabajadoras. Aquí, la ENI muestra que, de las 297 293 personas nacidas en Marruecos que trabajaban en el momento de la encuesta, 45 por ciento percibía menos de un mil euros al mes.
Entre los individuos aventajados con ingresos superiores a los tres mil euros, hay que subrayar la existencia de un rasgo bastante común: 44 por ciento es descendiente directo de españoles; característica que incrementa las posibilidades de tener ingresos altos, ya que su proporción apenas supera 11 por ciento entre el colectivo marroquí encuestado. Además, la mitad de marroquíes con ingresos superiores a dos mil euros, al igual que 64 por ciento de aquellos con más de tres mil, llevaban residiendo en España desde antes de 1987. Hasta entonces, la proporción de descendientes de españoles constituía cerca de 60 por ciento de los contingentes nacidos en el país norteafricano. Diferente es el caso de las personas que ingresaban entre 250 y 499 o aún menos de 250, ya que cerca de la mitad de las primeras llegó a partir de 1997, mientras que casi 70 por ciento de las segundas lo hizo a partir de 2002.
Estos datos evidencian una relación lineal directa entre el tiempo de la residencia y los ingresos percibidos, manipulando al alza los recursos económicos de la diáspora marroquí debido al sesgo de estimación. De hecho, el salario medio del colectivo marroquí era más alto según la ENI, que el de sus “competidores laborales” de Rumanía y Ecuador (Tabla 3).
Marruecos | % | Rumanía | % | Ecuador | % | |
Salario medio | 1 017 | 955 | 959 | |||
Menos de 1 000 € | 134 303 | 45.2 | 178 438 | 55.0 | 165 221 | 58.4 |
1 000 € y más | 152 153 | 51.2 | 142 467 | 43.9 | 112 703 | 39.8 |
No tiene ingresos | 555 | 0.2 | 0.0 | 0.0 | 0.0 | 0.0 |
No sabe | 10 283 | 3.5 | 3 342 | 1.0 | 5 050 | 1.8 |
Total | 297 293 | 100.0 | 324 247 | 100.0 | 282 974 | 100.0 |
Fuente: elaboración propia a partir de los microdatos de la ENI.
Los resultados de la ENI no revelan datos significativos que expliquen el por qué el colectivo norteafricano ingresaba más que sus semejantes europeo del este y andino. Esta “ventaja salarial” se contradice con que la proporción de trabajadores y trabajadoras de origen marroquí ejerciendo en el sector agrícola sea superior en relación a las otras dos procedencias y que su nivel formativo sea claramente inferior (Cebolla y Requena, 2009); siendo solo 72 por ciento de marroquíes quienes tienen algún tipo de estudios, frente a casi 100 por ciento de rumanos y ecuatorianos (Tabla 4). Y es que, difícilmente se puede entender que las personas procedentes de Marruecos percibieran salarios más altos. El oriundo marroquí precisamente, “se encuentra en una situación objetiva de mayor desventaja social y económica” según Cebolla y Requena (2009), ya sea en comparación con la propia sociedad española (autóctona) o frente al resto de procedencias extranjeras.
Las remesas
Las remesas representan uno de los temas de mayor interés en los estudios de la inmigración. No obstante, en lo que concierne al caso marroquí, la ENI no refleja más que una reducida parte de estos envíos. Según sus datos, el volumen de remesas enviadas por estos oriundos en 2006 fue inferior a los 232 millones de euros, mientras que el Office des Changes marroquí, organismo oficial que computa estas transferencias, habla de cerca de 630 millones; a sabiendas de que las personas de este origen, acuden con mucha frecuencia a canales informales de envío, escapándose de esta manera de las estadísticas oficiales del Estado marroquí. Así pues, la ENI coloca a las remesas marroquíes por debajo de las rumanas y bastante alejadas de las ecuatorianas (Tabla 5).
Marruecos | Rumanía | Ecuador | |
Todos los inmigrados (a) | 539 773 | 430 865 | 371 743 |
Enviaron remesas en 2006 (b) | 218 400 | 266 137 | 249 081 |
a/b | 40.4% | 61.7% | 67.0% |
No saben cuánto dinero enviaron (c) | 47 400 | 55 932 | 40 584 |
c/b | 21.7% | 21.0% | 16.3% |
Saben qué cantidad exacta enviaron (d) | 171 000 | 210 205 | 208 497 |
d/b | 78.3% | 79.0% | 83.7% |
Volumen acumulado (e) | 231 730 250 € | 324 962 466 € | 479 654 320 € |
Media de remesas por inmigrado en 2006 (e/d) | 1 355 € | 1 546 € | 2 300 € |
Fuente: elaboración propia a partir de los microdatos de la ENI.
Esta diferencia de flujos monetarios puede deberse a lo reciente de la inmigración rumana y ecuatoriana en comparación con la marroquí. Los norteafricanos tienen a sus familiares viviendo en España en mayor medida que sus semejantes europeos del este y andinos, por lo que es menor su necesidad de enviar dinero al otro lado del Mediterráneo. También hay que señalar a esa parte de la “inmigración marroquí” de ascendencia directa española, quienes no tendrían a nadie allá dependiente de su ayuda económica. De ahí que la media de transferencias realizadas sea función inversa de los años de residencia acumulados en España (Tabla 6). Sin embargo, estas interpretaciones lejos están de explicar el volumen sorprendentemente pobre de las remesas recogidas en la encuesta, tan alejado -en términos agregados- de aquel registrado por el Office des Changes, confirmando una vez más el sesgo de estimación contenido en la ENI.
Conclusiones
Las incongruencias estadísticas aparecen con frecuencia en sondeos de opinión llevados a cabo por compañías demoscópicas, medios de comunicación o informes de partidos políticos. La sociedad y la comunidad científica están familiarizadas con ello. Asunto complejo y diferente es comprobar la fiabilidad y reproducir encuestas paralelas a aquellas desarrolladas por entes públicas de referencia, como ministerios y registros gubernamentales o el propio Instituto Nacional de Estadística. En estudios anteriores, demostrábamos cómo las estadísticas oficiales de carácter registral podían manipular hacia una imagen mejor pero ficticia, la situación delicada que viven algunas minorías en España, ya sea a nivel residencial como educativo (El-Habib et al., 2016; Jiménez-Delgado et al., 2016a, Jiménez-Delgado et al., 2016b).
La explotación estadística de la ENI lleva a conclusiones comparables al revelar numerosas incongruencias en los valores de algunas variables de gran relevancia: la muestra marroquí en esta encuesta tiene una edad mayor que el resto de la diáspora marroquí en España y disfruta de la ciudadanía española en mayor proporción, padres y madres hispanoparlantes más que bereberófonos, tiene más viviendas en propiedad y alcanza mayores ingresos, eso sí, envía menos remesas. La explicación a estas incongruencias se halla en el análisis de la variable año de llegada, donde se muestra que la ENI ha sobrerrepresentado a apersonas aasentadas en España desde décadas atrás, en detrimento de aquellas otras más recientes en llegar. Esto es, el sesgo de estimación por año de llegada. De ahí que el colectivo marroquí en la ENI no registre picos de afluencia paralelos y sucesivos a las últimas campañas de regularización extraordinaria, más bien, y en contraste con las fuentes literarias y registrales de referencia, su llegada adopta una clara tendencia a la baja a partir de 2003.
El INE y las personas expertas que han colaborado en la ENI, no realizan ninguna comparativa entre ésta y otras fuentes oficiales respecto del volumen de afluencia inmigratoria a España, detallada poraño; aún tras la aparición, en 2010, del trabajo de Martí y Ródenas, identificando el sesgo de estimación por año de llegada para el conjunto de la población objetivo de esta encuesta.
Dicho sesgo afectaría a las conclusiones de numerosas investigaciones fundamentadas en la ENI, dibujando a una inmigración con perfiles sociodemográficos y económico-laborales maquillados y distorsionados.17 Ejemplo de ello es la significativa presencia en su muestra de personas españolas de nacimiento. Es cierto que en la submuestra que nos concierne, apenas constituyen 11 por ciento, es cierto también que cumplen los requisitos para integrar el universo muestral, sin olvidar que el informe de presentación de la encuesta ya anunciaba la existencia de tal "inconveniente” (Reher et al. 2008: 18). Inconveniencia, sin embargo, que va más allá de unas personas indudablemente alejadas de lo que es -en el caso marroquí- un “inmigrado común”, para representar un indicio más de la sobrestimación de flujos antiguamente llegados a España, independientemente de su descendencia.
El estudio estadístico exhaustivo de la población inmigrada es una tarea necesaria para afrontar futuras investigaciones. Para ello, es imprescindible minimizar el impacto de sesgos capaces de distorsionar los resultados de una encuesta de la envergadura de la ENI; asumiendo recomendaciones metodológicas generales como las de Groves et al. (2009) o Font y Méndez (2013), o en particular, las de Martí y Ródenas (2010 y 2012) respecto de la inclusión del año de llegada como variable básica en el diseño muestral y en los ajustes de reponderación posteriores a la realización de la encuesta. Pero también resulta imprescindible reconocer la brecha que dibuja la herramienta corriente de recogida de datos a través de los mecanismos clásicos de encuesta, especialmente cuando la población objetivo se constituye de individuos que por sus características intrínsecas, expresan cierta desconfianza y reticencia a desvelar información privada a un encuestador que les es “extraño” y que se comunica en un idioma que no les es cómodo hablar. La alta proporción de no respuestas contenida en la ENI lo demuestra claramente. De ahí que una vía alternativa a contemplar, sería una recogida de datos periódica y unificada en colaboración con las administraciones locales.
Las entes municipales y las ONG cuentan a menudo con equipos de profesionalesde la intervención sociocomunitaria y de la mediación intercultural dedicados a la asesoría y a la atención a las familias inmigradas. Estos equipos entablan lazos de confianza con la población extranjera gracias a su labor social y a su continua presencia física en un espacio común, cercano y familiar. También suelen realizar recuentos poblacionales a pequeña escala en los barrios donde ejercen. El conocimiento individualizado que tienen de vecinos y vecinas y su grado de confidencia con los mismos son cruciales; sobre todo cuando, entre ellos, hay profesionales con conocimiento de los idiomas y de las culturas de los principales colectivos inmigrados. Según Maya Jariego (2001), recurrir a entrevistadores bilingües de la misma minoría étnica -y del mismo género en ocasiones- puede suponer una gran ventaja a la hora de acercarse a una comunidad como la marroquí. De esta forma se genera confianza en el proceso de la entrevista y se superan los obstáculos de comprensión o aquellos de carácter cultural, lo cual podría incrementar significativamente la tasa de respuesta. Otra medida a adoptar es la difusión del proyecto de encuesta entre a población objetivo antes de iniciar el proceso de entrevistas; a través de medios locales y en espacios comunes, como puede ser durante actividades destinadas a personas inmigradas en centros sociocomunitarios, en ONG o en asociaciones culturales y/o religiosas.18
Aprovechar y reforzar estas y otras potencialidades locales para crear sinergias y desarrollar bases de datos con información sociodemográfica y económica sobre la población inmigrada, podría ser una opción fácilmente actualizable, estadísticamente viable, etnográficamente fiable y económicamente eficiente.19 Esta es una vía alternativa para el conocimiento y registro estadístico no-invasivo de la población minoritaria, que abriría una nueva puerta a la comunidad científica para contribuir en favorecer la cohesión y la paz social, previniendo, en el sentido opuesto, situaciones futuras de ruptura y de injusticia social.