Introducción
Los jóvenes que no estudian y no trabajan son una realidad internacional. En 2015 el Banco Mundial advirtió que había 600 millones de jóvenes en esta condición, lo que correspondía aproximadamente a 30 por ciento del total; en América Latina la cifra alcanzó en el mismo año los 20 millones (Banco Mundial, 2016). Algunos estudios han mostrado que hay características que predominan, como la presencia de las mujeres o de los menos escolarizados (Banco Mundial, 2016); sin embargo también se ha evidenciado que a la par de esa tendencia general, el universo de los jóvenes que no estudian ni trabajan contiene cierta diversidad en su interior, entre las que destacan: las diferencias en función de la edad, las distintas pautas y magnitudes según la situación conyugal, las distinciones dadas por el nivel escolar, así como las de la región de origen y su presencia también en hogares de recursos no tan limitados (Tuirán y Avila, 2012; De Hoyos, Rogers y Székely, 2016; Navarrete, Padrón y Silva, 2017). Es decir, se trata de un grupo heterogéneo cuya condición está permeada por diversos factores tanto de carácter individual como familiar y contextual.
De Hoyos, Rogers y Székely (2016) marcan -citando a Behrman- cuatro factores que determinan la posibilidad de los y las jóvenes para caer en la condición de no estudio y no trabajo: familiares, individuales, comunitarios y macroeconómicos (De Hoyos, Rogers y Székely, 2016). Entre los factores individuales se menciona el sexo, la edad y la escolaridad adquirida; dentro de los familiares los autores anotan los ingresos o transferencias, el capital familiar y el valor que se otorga a la escuela y al trabajo, los deseos a futuro y las decisiones sobre su ciclo vital; los factores comunitarios se centran en la calidad de la educación, su acceso real y la correspondencia de la oferta educativa y la demanda laboral (en términos sobre todo de las habilidades requeridas); por último, los macroeconómicos tienen que ver con la sociedad de su entorno y contemplan el crecimiento social y económico, el empleo, la volatilidad y los riesgos del comercio y mercado internacional como elementos que determinan su participación o ausencia en el estudio y en el trabajo. Ante esto, la probabilidad de que los jóvenes pasen a ser parte de los que no estudian ni trabajan, es decir, entren al grupo de los llamados NiNi -como se les ha nombrado en el idioma español-, puede variar entre el universo juvenil y entre las sociedades.
A partir de que asumimos que no se trata de un grupo homogéneo y de que la posibilidad de llegar a ser un joven NiNi es diferencial, la intención de este artículo es indagar acerca del camino que lleva a los jóvenes a esta doble exclusión en dos países: México y El Salvador y. Se busca conocer: ¿qué variables inciden en el abandono escolar?, ¿cuáles en la no inserción al empleo?, ¿esto es igual en todas las familias?, ¿es igual para ellas y ellos?, ¿es igual para los jóvenes de todas las edades y de todos los niveles escolares?, ¿es igual en los dos países?
Esta propuesta tiene como objeto conocer de manera independiente los dos procesos que conforman la condición de NiNi, es decir, el no estudiar y el no trabajar, con base en modelos diferenciados; al comprender las particularidades de ambos procesos de forma individual pero condicionada, podremos comprender su conjunción. Es decir, retomamos la idea de que no asistir a la escuela y la inserción laboral son procesos interdependientes con temporalidades diferentes y que pueden medirse en variables separadas, incluso en secciones independientes en las encuestas. Por lo cual suponemos una transición entre ambas situaciones y exploramos el orden de estos eventos a través de la estimación de dos modelos que hipotetizan la realidad de los jóvenes y luego comparamos su ajuste.
Lo que específicamente buscamos mostrar es que los jóvenes que entran a la condición de NiNi no siguen un mismo patrón; es decir, la posibilidad de estar en la situación de no estudiar y no trabajar no ocurre para todos los jóvenes, ni ocurre de igual manera. Esta condición de doble exclusión depende de la composición y necesidad de sus unidades familiares y de sus características personales, de las oportunidades que les ofrece su entorno y de qué ocurra primero: el no estudiar o el no trabajar. En este análisis se revisará la asociación entre las características del joven (sexo, edad, nivel escolar, situación conyugal, parentesco con el jefe) y las composiciones familiares (ingresos familiares, tipo de hogar, tamaño y las tasas de dependencia familiares) con la no asistencia escolar y la no inserción laboral, tanto en su magnitud de efecto como en su dirección, comparando los dos países.
Metodológicamente el estudio se realiza a partir de modelos logísticos secuenciales donde se recupera la particularidad del proceso laboral y del escolar. Se realiza un análisis comparativo para México y El Salvador intentando capturar las especificidades de cada uno asumiendo que, si bien se trata de dos países distintos sociodemográfica y económicamente hablando, ambos han tenido en los últimos años presencia de jóvenes que no estudian y no trabajan, y los han considerado un tema de atención. Para este estudio hemos seleccionado al grupo de jóvenes de 15 a 24 años de edad1 -grupo en el que la mayoría ha buscado insertarse al mercado laboral y en el que la asistencia escolar (sobre todo entre los de menos edad) suele continuar-. Para México los datos provienen de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares para 2014 (ENIGH) y para El Salvador de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) también de 2014.
El artículo está dividido en seis apartados, incluido este introductorio. En el siguiente se realiza una revisión bibliográfica para mostrar someramente lo que se sabe acerca de los jóvenes y su vínculo con la escuela y el trabajo, en particular el caso de los que están ausentes de ambas esferas, se detallan algunos hallazgos y desde qué disciplinas han sido abordados. En el tercero se revisan los contextos salvadoreño y mexicano en general, se mencionan algunos de los cambios sufridos en sus estructuras familiares dado que la propensión de entrar a la condición de NiNi de estos jóvenes -se sabe por la bibliografía existente- está influenciada fuertemente por su unidad doméstica (De Hoyos, Rogers y Székely, 2016), en este apartado también se anotan algunos datos descriptivos de nuestro universo de estudio; en el cuarto acápite se detallan las fuentes y el método; en el siguiente se muestran los hallazgos, para finalizar con un apartado de conclusiones.
Creemos que un estudio de este tipo es hoy en día relevante ya que, como señala la teoría del capital humano, el papel de la escuela y del trabajo son esenciales en la medida en que el individuo realiza una inversión al estudiar y al obtener nuevas habilidades y competencias, mismas que serán recompensadas al ingresar al mercado laboral (Becker, 1983); cuando se abandona la escuela, se detiene la generación de habilidades formales, y si no se tiene acceso al empleo, se detiene una trayectoria que obstaculizará a futuro las oportunidades laborales y de una vida mejor.
Los jóvenes ante la escuela y el trabajo en la literatura
Cuando se estudia la situación que guardan los jóvenes con relación a su inserción al empleo y su papel en la escuela, lo primero que se asume es que el o la joven debería participar en -al menos- una de las dos actividades. Sin embargo, la población juvenil cada vez muestra caminos más diversos en su paso por la escuela y el trabajo; paradójicamente a pesar de que las ofertas educativas se han ampliado y que la posibilidad de que su inserción en la vida escolar ha aumentado, la deserción para muchos de ellos ocurre tempranamente y la incursión en el mercado laboral presenta contratiempos, debido a ofertas laborales limitadas y a condiciones laborales precarias. Muchos jóvenes quedan fuera tanto de la vida laboral como de la educativa y entran a ser parte de los llamados NiNi.
Acerca del estudio de los NiNi
El antecedente del acrónimo NiNi proviene del término NEET (Young people Not in Employment, Education or Training), creado a finales de los ochenta del siglo pasado para referirse en el Reino Unido a aquellos jóvenes de entre 16 y 18 años que no trabajaban, no estudiaban ni tenían una capacitación o formación (Eurofound, 2012). La palabra NiNi es publicada por primera vez en España para evidenciar al grupo de jóvenes de entre 18 y 34 años que ni estudiaba ni trabaja y que iba en franco aumento, este acrónimo cruza rápidamente a América Latina (Téllez, 2011), donde el mismo fenómeno de doble inactividad empezaba a aparecer también.
Los jóvenes NiNi son actualmente objeto de estudio, por una parte por su volumen, pero fundamentalmente porque conforman un grupo que genera muchas incertidumbres a los Estados nacionales y, además, porque suelen ser presa de un estigma al asumirse que forman parte de las filas de la delincuencia y suelen verse como una “amenaza” (Rodríguez, 2012: 57). Para evitar caer en definiciones poco claras, diversas investigaciones se han dado a la tarea de explicar cuáles son las características o las causas de esta doble inactividad.
Uno de los problemas que marcan las investigaciones que buscan explicar la existencia de los NiNi tiene que ver con que la presencia en la escuela: el graduarse de ella, así como la entrada al primer trabajo son elementos que han estado asociados a la transición a la vida adulta, y los jóvenes del grupo de los NiNi, transgreden tal transición. La literatura interesada en conocer cómo ocurren las transiciones durante la etapa de la juventud ha señalado a la salida de la escuela y al inicio de la vida laboral como eventos que marcan el inicio de la vida adulta; sin embargo esta normatividad que identificaba el concluir la escuela-entrar a trabajar-unirse-abandonar el hogar paterno como trayectoria a seguir, no es la regularidad. Hoy los y las jóvenes abandonan la escuela, trabajan, realizan ambas tareas de manera simultánea, salen del hogar paterno, luego vuelven a él, o dejan la escuela pero sin incursionar en el mercado laboral, es decir, no muestran una trayectoria definida. Hoy el paso a la adultez basado en la conclusión escolar y la inserción laboral no ocurre necesariamente y, si ocurre, no sucede de igual forma para todos, la manera en que suceda depende de factores económicos y sociales, los que pueden retrasar, adelantar (Du Bois y López, 2004; Pérez, 2006; Echarri y Pérez, 2007; Cunningham y Bustos, 2011; Giorguli, 2011) o eliminar esta transición. Un elemento que marca la diferencia en dicha transición está en función de las desigualdades en que vive la juventud, que hace que este proceso sea diferencial dando lugar a “transiciones vulnerables” para los más desfavorecidos (Saraví, 2009). Estas transiciones vulnerables son explicadas por Saraví (2009) como aquéllas en donde los jóvenes con más desventajas sociales y económicas, con menos capital humano, quedan en situación de riesgo, exclusión e incertidumbre. Esta desestandarización en las transiciones -identificada por quiebres o alargamientos o superposiciones en la forma de desarrollarse- está asociada a espacios de pobreza y desigualdad y está también vinculada a una limitada estructura de oportunidades, a un problema estructural del mercado de trabajo y a la incapacidad del sistema educativo para retener a los jóvenes en las aulas (Rodríguez, 2012).
Pero no sólo se trastocan o quiebran las transiciones, también los calendarios se diversifican. Por ejemplo, el calendario de la salida de la escuela está marcado por la edad, por el sexo, por la situación socioeconómica, e incluso por el capital cultural con el que se cuenta -cada joven y cada hogar valora de forma distinta el esfuerzo e interés por permanecer en la escuela- (Pérez, 2012); en este sentido, Pérez (2012) encuentra en su estudio para México que son los varones y la población con más recursos económicos quienes menos abandonan la escuela.
Otros textos también revelan que no sólo el sexo y la situación socioeconómica marcan distintas tendencias, el territorio juega un papel importante. Vargas-Valle y Cruz-Piñeiro (2012) analizan a los jóvenes que no estudian ni trabajan en dos regiones de México: norte y pacífico sur. Como parte de sus conclusiones ellos resaltan diferencias territoriales, siendo más afectado el espacio más urbano e industrial (norte del país). Vargas-Valle y Cruz-Piñeiro (2012) al igual que los autores antes señalados concluyen que la estructura socioeconómica del joven sí pesa en la probabilidad de ser NiNi, pero también lo hace el contexto regional.
En términos generales los autores que han estudiado a las y los jóvenes y su vínculo con la escuela y el trabajo y en particular a los NiNi, han mostrado que las características individuales como la edad y el sexo juegan un papel importante (Arceo y Campos, 2011; Tuirán y Ávila, 2012; De Hoyos, Rogers y Székely, 2016), así como el estrato económico (Saraví, 2009 y 2015; Pérez, 2012) y el regional (Vargas-Valle y Cruz-Piñeiro, 2012); pero también la estructura familiar de origen tiene un rol fundamental.
Existen análisis que hacen hincapié en el entorno familiar cuando se analiza a los NiNi, estos textos parten de ubicar a la familia como un aporte fundamental para entender la forma en que los y las jóvenes llevan a cabo sus vidas. Desde la demografía se ha mostrado que la estructura familiar se ha transformado debido a la caída de la fecundidad, al cambio en el modelo biparental, al incremento de los hogares unipersonales, a la mayor presencia de jefaturas femeninas y a la ampliación del periodo de permanencia de hijos en los hogares de origen; estos cambios obligan a nuevos roles a su interior y a una redistribución de las tareas en función de la organización, tamaño y necesidades de cada familia. Tales reacomodos al interior de los espacios doméstico-privados no están exentos de tensiones y conflictos, y la población joven suele participar como elemento activo en estas nuevas conformaciones domésticas. Una hipótesis que plantea Hopenhayn es que ante la actual inestabilidad económica que vive gran parte de las familia de América Latina, suelen alterarse las relaciones intrafamiliares (Hopenhayn, 2007), los hogares en donde habitan jóvenes presentan problemáticas particulares, ya que las relaciones intergeneracionales se conflictúan cuando los miembros jóvenes (pero adultos) no logran independizarse, ya sea por no encontrar empleo o por no tener acceso a una vivienda propia (Hopenhayn, 2007; Stone, Berrington y Falkingham, 2014).
Los estudios muestran que la estructura familiar tiene un peso preponderante en las actitudes, actividades y formas de vida los jóvenes. La literatura desarrollada desde la perspectiva del curso de vida ofrece un marco para analizar la vida individual de la juventud influenciada por el contexto familiar del cual son parte. Particularmente para el tema que aquí analizamos se ha evidenciado la influencia de la estructura familiar y de las características de los padres con miras a entender la participación o abandono escolar de los jóvenes y adolescentes. Los análisis muestran la relevancia de la estructura del hogar, pero también el contexto socioeconómico en el que están inmersos y su familia de origen. El estrato social de origen de los jóvenes es una variable potente: los de hogares más desfavorecidos económicamente, abandonan en mayor medida y más temprano la escuela (Brown, 2010; Pérez, 2012).
Otros estudios basados en modelos multinomiales también han revelado vínculos importantes entre la estructura familiar y la situación de los jóvenes en torno al abandono de la escuela o la falta de acceso al trabajo. Arceo y Campos (2011) realizan para México una investigación para conocer la situación de los NiNi. En este estudio los autores -haciendo uso de varias fuentes- destacan que entre las variables de corte individual que más influyen para colocarse en la posición de NiNi se encuentran el nivel educativo, el sexo del joven y el ingreso del jefe del hogar. A nivel macro encuentran que para México, entre la población femenina joven el tomar la decisión de dedicarse a los quehaceres del hogar es un elemento definitorio en la propensión a no estudiar ni trabajar de estas mujeres. En tanto, para los varones son el nivel escolar y el bajo ingreso del jefe del hogar los elementos que pueden arrojar al joven a la posición de no estudia y no trabaja. En este tenor está también el documento de Vargas-Valle y Cruz-Piñeiro (2012) citado en párrafos anteriores. Para El Salvador, Bolaños Cámbara (2016), partiendo de un modelo logístico multinomial muestra que los jóvenes NiNi salvadoreños (en cualquiera de las modalidades que se puedan presentar: según su participación en el trabajo doméstico o en función de si buscan o no empleo) se incrementan en los hogares de ingresos medios y bajos en comparación con los de hogares más altos y en aquellos donde no se reciben remesas.
En otros países hay también estudios del mismos tipo. Para la Comunidad Europea los textos publicados por Eurofound (2012) anotan que no todos los jóvenes entran ni entrarán a la condición de NiNi (NEET), la mayor presencia ocurre entre los jóvenes que proceden de hogares con padres o abuelos migrantes, o entre aquellos jóvenes que han tenido que abandonar la escuela antes del nivel secundario, o entre los que sufren de alguna discapacidad (Eurofound, 2012). Para el caso de Japón, Shinozaki (2012) empleando datos de la Japan General Social Surveys, utilizando un modelo multinomial con el que busca evaluar los posibles determinantes del empleo de la población joven no unida, muestra que el nivel escolar del joven junto con los ingresos en el hogar y las características del padre de familia son los elementos determinantes para que los adultos jóvenes logren accesar al mercado de trabajo japonés.
El Salvador y México: el contexto y los jóvenes
Latinoamérica es un territorio heterogéneo, con un desempeño diferenciado en sus distintas regiones, en donde América Central,2 el Caribe y México han logrado un cierto crecimiento económico que no se comparte del todo en el Cono Sur (OIT, 2016).3 Sin embargo, aun con las mejoras económicas acontecidas en estas áreas, en su interior ocurren diferencias.
El Salvador
El Salvador es el país más pequeño de Latinoamérica. Su población en 2017 era de 6 167 147 habitantes, 54.4 por ciento tenía menos de 30 años. La edad media calculada durante el quinquenio 2010-2015 fue de 26.7 años. Según el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano de 2013, es el país de la región que más aumentó el valor del Índice de Desarrollo Humano entre 1990 y 2012, lo que se logró gracias a la reducción de las tasas de analfabetismo de la población de más de 10 años (que pasaron de 28 a 13 por ciento entre 1992 y 2013), reflejo de un aumento en la tasa neta de la matrícula y de la escolaridad promedio y a la reducción en las tasas de mortalidad infantil y de desnutrición de la población menor a cinco años. Sin embargo, a pesar de estos avances significativos en los ámbitos educativos y de salud, el económico no tuvo los mismos efectos. Su deuda pública se incrementó y la generación de empleos no creció al ritmo esperado, con cifras de 2013 se calcula que de cada 100 personas que conformaban la PEA en ese año, siete estaban desempleadas y 44 subempleadas (PNUD, 2017). A esta situación se agregan otros dos problemas de este país centroamericano: la migración masiva y el alto índice de criminalidad.
Con respecto a la migración, según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) casi tres millones de salvadoreños se encontraban, en 2012, fuera del país en calidad de emigrantes, lo que correspondería a una tercera parte de su población, la mayoría se concentraba en los Estados Unidos. La inestabilidad económica y la violencia son las dos razones principales por la que ocurre este proceso migratorio.
En lo que respecta a la violencia, en 2002 se clasificó a El Salvador como un país con violencia muy alta junto con Colombia, Venezuela y Honduras. En ese año la tasa de homicidios salvadoreña fue tres veces mayor a la tasa mundial (Briceño-León, 2008). Actualmente la tasa ha disminuido, para 2015 ésta era de 87.6 homicidios por cada 100 mil habitantes; sin embargo sigue considerándose elevada y son los jóvenes de 15 a 19 años los que encabezan la lista, seguidos por los de 20 a 24 años (CNN, 2017).4
Durante la segunda mitad del siglo XX, América Latina vivió cambios estructurales importantes: la llegada sin retorno de la urbanización, el descenso de la fecundidad, el descenso de la mortalidad, la entrada e incremento de las mujeres en el mercado laboral, el aumento en los niveles de escolaridad de la población y procesos migratorios complejos tuvieron efectos en el tamaño y composición de los hogares (Quilodrán, 2003; Quilodrán, 2008; Jelin, 2007; Echarri, 2009). Esto lo vivió también El Salvador, dando como resultado la transformación de las familias salvadoreñas. Si bien las nucleares son las de mayor ocurrencia, han disminuido ligeramente (38.6 por ciento en 1992 y 37.5 por ciento en 2012); las familias extensas5 están presentes en este país con más del 30 por ciento pero su comportamiento en el tiempo ha variado mucho más en comparación con las nucleares (39.3 por ciento en 1992 y 32.2 por ciento en 2012) (Fusades-Unicef, 2015). Un elemento que resalta en los arreglos familiares salvadoreños es que la presencia de otros miembros (abuelos, tíos, otros familiares e incluso personas no consanguíneas) es bastante recurrente; estos arreglos familiares extensos parecen ser resultado por una parte, del incremento en la esperanza de vida, lo que hace que las generaciones más viejas pasen más años con sus hijos y nietos o con otros parientes más jóvenes; puede deberse también a la rupturas de uniones de los jefes de hogar que motiva a otros miembros a apoyar a familias monoparentales y está también el proceso migratorio que deja a algunos hogares sin la presencia de uno de los padres, donde el que queda en el hogar decide unirse a otros grupos. Lo cierto es que estas familias extensas resultan ser nada homogéneas, en ellas hay arreglos monoparentales, biparentales, con hijos o sin hijos.
Un fenómeno que se observa en este país es que han disminuido las familias que tienen un padre y una madre presentes, y han aumentando las monoparentales, principalmente las encabezadas por una mujer y más aun donde hay hijos presentes. Otra figura familiar que acompaña estos cambios en El Salvador es el aumento de los hogares unipersonales (Fusades-Unicef, 2015).
Los cambios más significativos en los hogares salvadoreños son: disminución de los hogares extensos (de 39.3 a 32.2 por cientode 1992 a 2012); incremento de los monoparentales (11.0 a 13.3 por ciento), disminución de los nucleares (38.6 a 37.5 por ciento), aumento de los unipersonales (de 6.6 a 9.5 por ciento) y de las familias formadas por parejas sin hijos (de 4.6 a 7.6 por ciento en estos 20 años) (Fusades-Unicef, 2015).
México
México, según la muestra intercensal de 2015, contaba en ese año con 119.5 millones de personas, de las cuales 27 por ciento tenía menos de 15 años, 64 por ciento estaban en el grupo de 15 a 64 y 7.2 por ciento tenían por arriba de 65 años (INEGI, 2015b), la edad mediana en 2015 era de 27 años. En cuanto a su economía, si bien fue boyante durante la década de los setenta del siglo pasado, los éxitos obtenidos hasta ese momento no han vuelto a recuperarse. Al inicio del siglo XXI se dieron algunos brotes de mejora, logrando un PIB de 6.6 por ciento, pero con la crisis de 2008 bajó a -6.1 por ciento, aumentando paulatinamente en los años siguientes, pero sin lograr superar más de 2.8 por ciento (en 2014 el PIB fue de 2.2 por ciento, un año después creció a 2.5 por ciento) (INEGI, 2015a).
El dinamismo en la generación de empleos en México es muy limitado y la población ha tenido que optar por la generación de autoempleos o insertarse en trabajos con condiciones laborales muy deterioradas. La tasa de participación es de alrededor de 60 por ciento (60.2 por ciento en 2014), con un porcentaje de población ocupada en la informalidad de 58 por ciento (INEGI, 2015a). Las oportunidades laborales en los sectores más dinámicos de la economía han disminuido, lo que ha impactado la calidad de vida de las y los mexicanos (Pacheco, 2014).
La migración y la violencia, como en El Salvador, también han estado presentes en México. En 2006 inicia en el país, debido a los altos brotes de violencia y narcotráfico aparecidos en los años anteriores la “Guerra contra las drogas”, pero hasta la fecha no se ha abatido este problema. Según el Índice de Paz Global, en el contexto internacional México en 2016 se ubicó en el lugar 140 de los 163 países considerados en este Índice (El Economista, 2017). De 2000 a 2008, por ejemplo, los homicidios de la población de 10 a 29 años de edad representaron 38 por ciento del total de homicidios en el país, concentrándose en el grupo de 20 a 29 años; a partir de 2008, en lugar de disminuir la tasa -tendencia que venía ocurriendo- se presentó un repunte (Alvarado, 2014).
En cuanto al proceso migratorio, México posee una tradición histórica y fuertes raíces estructurales de la migración hacia los Estados Unidos de más de 160 años (Tuirán y Ávila, 2010), casi la mitad de los hispanos en ese país son de origen mexicano, muchos nacidos ya en Estados Unidos -en 2012 11.9 millones de mexicanos residían en Estados Unidos (Conapo, 2013). En este proceso migratorio la presencia de adultos y jóvenes es significativa, principalmente de población de entre 18 y 44 años. La tendencia de este flujo de población podría revertirse ya que la actual política migratoria en Estados Unidos se ha endurecido y las nuevas directrices parecen indicar que la entrada de migrantes hacia el país del norte será cada vez más difícil.
Variaciones en los arreglos familiares, como las mostradas para El Salvador, también han ocurrido en el caso mexicano. Las transformaciones de la dinámica demográfica han hecho que en México los hogares cambien su tamaño y su composición.
A lo largo del tiempo se observan cambios importantes: las familias nucleares si bien prevalecen, han disminuido: en 1995 según el Conteo de Población fueron 68.4 por ciento, (Echarri, 2009) y para 2010 según cifras censales, las familias nucleares representaron 63.9 por ciento. En términos de su importancia numérica también tienen un lugar importante los hogares extensos: en 2005, con base en el Conteo de Población, alcanzaron la cifra de 23.6 por ciento, (Echarri, 2009), y para 2010 fueron 23.4 por ciento (Rabell y Gutiérrez, 2012). Los hogares unipersonales han tenido un incremento sorprendente: de 2005 a 2010 pasaron de 5.9, a 9.4 por ciento. Los arreglos con jefatura femenina también van en aumento: 23 por ciento en 2005, 24.6 por ciento en 2010 y 29 por ciento en 2015 (INEGI, 2015b).
Los datos mostrados para ambos países, si bien no corresponden exactamente en el tiempo, sí permiten evidenciar algunas tendencias: por ejemplo, el arreglo familiar nuclear es más representativo en México que en el país centroamericano, en donde el arreglo de familia extendida está más generalizado; también vemos que la estructura familiar monoparental, en el caso mexicano remite principalmente al caso de la jefatura femenina,6 situación que no es tan palpable en El Salvador, al menos no en las cifras a las que hemos tenido acceso. Pero a pesar de esto, los nuevos arreglos familiares aquí mostrados tanto para México como para El Salvador han ido cambiando paulatinamente y responden a transformaciones del modelo tradicional (nuclear-patriarcal), las que tiene que ver, citando a Hopenhayn
(con la crisis de) la modernidad y la modernización de las relaciones, donde destaca la velocidad del cambio entre generaciones, la secularización y relativización de los valores, la emancipación de la mujer, la ‘normalización’ de las rupturas familiares en la vida cotidiana y en los referentes de comunicación de masas, entre otras (Hopenhayn, 2007: 72).
Estamos así ante dos países que presentan quiebres en su economía, cambios en su dinámica migratoria y procesos violentos que ponen en riesgo a la población, dejando a los jóvenes -que son de interés en este análisis- con una estructura de oportunidades limitada.
Los jóvenes en El Salvador y en México
Tanto en El Salvador como en México los NiNi han sido cuantificados: las cifras para 2012 en El Salvador indican que 25.2 por ciento de los jóvenes de entre 16 y 29 años no estudiaba ni trabajaba (ocho de cada diez NiNi correspondía al sexo femenino), porcentaje que ha ido disminuyendo en el tiempo (Bolaños, 2016). En México la situación es similar, en 2010 los NiNi alcanzaron la cifra de 8 358 140 personas, lo que equivalió a 42.8 por ciento de las mujeres y a 12.8 por ciento de hombres de entre 15 y 29 años de edad (Pederzini, 2011) e igual que en El Salvador en términos relativos van en descenso (Navarrete, 2016).
Según las encuestas de hogares que se utilizan en este análisis,7 en los dos países en estudio los y las jóvenes de entre 15 y 24 años en el año 2014 representaban alrededor de una quinta parte de la población (18 en México y 20 por ciento en El Salvador), participación que se traduce en un volumen de 21 953 367 de población joven mexicana y un volumen de 1 312 319 jovenes salvadoreños. Esta alta presencia del grupo etario coincide con una dinámica demográfica con mayor porcentaje de personas no dependientes que dependientes8 lo que se ha denominado como “bono demográfico”. Esto se puede apreciar más claramente en las pirámides comparadas de los países en la Figura 1, donde los dos grupos quinquenales en estudio superan a la población de 65 años o más, del mismo modo, a pesar de que ambas naciones mantienen una reducción de sus bases, es notable que El Salvador es una sociedad más joven.
Fuente: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, EHPM, de El Salvador (2014) y la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, ENIGH, de México (2014).
No tan notable en la figura anterior es la diferencia entre la población por sexo. En ambos países existe un desequilibrio que es más sustancial en El Salvador (0.95 y 0.89 hombres por mujer, respectivamente). No obstante, este desequilibrio desaparece dentro de la población joven, donde hombres y mujeres están equidistribuidos (0.99 y 0.96). Es decir, en la población joven captada en las encuestas aquí empleadas no quedan explícitos los resultados inherentes a la migración y la sobremortalidad masculina que generarían los desequilibrios.
Este hecho es relevante en tanto muestra que en 2014 los dos eventos mencionados anteriormente que, según la literatura, marcarían la vida de los jóvenes y que han permeado la vida en las dos naciones (la emigración y la mortalidad por violencia entre jóvenes), no se perciben como evidentes en la estructura poblacional.
En términos de las dos transiciones a la adultez que nos atañen en el presente trabajo, 44 por ciento de la población joven mexicana asiste a la escuela; similar a 42 por ciento de los jóvenes en El Salvador. Ambos países han mostrado aumentos en sus tasas de matrícula y mejoras en los indicadores de calidad educativa, aunque sus desempeños no son líderes en la región (Bellei et al., 2013). Del mismo modo, los dos países mantienen un perfil de abandono escolar similar con una tasa de deserción intracurricular de alrededor de 14 por ciento en el primer año de bachillerato en El Salvador o de educación media superior de 14.9 por ciento para México, esto a pesar de que desde 2013 en México se decretó la educación media superior como obligatoria (INEE, 2015; Ministerio de Educación, 2016). No obstante el incremento observado en las matrículas educativas y el amplio conocimiento formal e informal que los jóvenes han adquirido, su inserción al mercado laboral es limitado para algunos. De tal cuenta, que sólo cuatro de cada diez jóvenes en los países en estudio logra insertarse al mercado laboral, como lo veremos más adelante.
Como observamos, en ambos países la linealidad que hasta hace algunos años se mostraba entre la escuela y el trabajo se ha roto. Hoy la permanencia en el sistema educativo o la inserción en el mercado laboral no son tareas siempre exitosas, por lo que indagaremos qué factores los orilla a quedarse sin escuela y sin trabajo, y cómo estos elementos difieren si asumimos diferente orden en los eventos.
Método y fuentes
El texto aquí presentado se llevó a cabo utilizando dos encuestas de hogares que permiten dar cuenta de las características de los jóvenes, de las estructuras familiares y permiten, a su vez, reconstruir los ingresos familiares de acuerdo a todas sus fuentes más allá de las laborales. Por lo que para El Salvador se utiliza la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) y para México la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), ambas para 2014.
Los jóvenes en este trabajo son aquellos que tienen entre 15 y 24 años, para el análisis de las transiciones se excluyó a la población que declara no haber trabajado en el período de referencia por causa de alguna discapacidad permanente.
Los jóvenes que “estudian” son aquellos que declararon estar asistiendo a la escuela en el año de levantamiento de la encuesta. Se consideró como población que “trabaja”, a aquella que se declaró como ocupada durante el período de referencia. Por lo que los NiNi serán la contraparte. Cabe señalar que los períodos de referencia de la actividad económica son diferentes para los dos países estudiados: para El Salvador se toma en cuenta una semana antes del ejercicio de la encuesta, mientra que para México se toman cuatro semanas. Nótese que independientemente del período de referencia de la actividad económica, los procesos educativos y laborales mantienen entre sí diferencias en sus acotaciones temporales.
Para establecer nuestro estudio introdujimos variables que caracterizan a los individuos (sexo, edad, escolaridad, parentesco con el jefe, situación conyugal) y los hogares en que residen (tipo de hogar, tasas de dependencia, tamaño del hogar y el quintil de ingresos totales del hogar).9 En el caso de las variables de hogar éstas nos permiten ver las demandas de cuidados, los tipos de dinámicas a partir de la conformación de parentesco así como la condición económica.
Se presenta en un primer momento un análisis descriptivo de la población que no estudia, de la población que no trabaja y de la población que no trabaja y no estudia de manera conjunta.
Posteriomente, se ajustan modelos logísticos secuenciales que permiten establecer la probabilidades individuales y condicionadas de las transiciones (Buis, 2011; Buis, 2013). Dado que tenemos información de corte transversal, planteamos dos escenarios posibles: que los jóvenes primero no asistan a la escuela y dado que no lo hacen, no estén insertos en el mercado laboral. El segundo escenario consideraría la transición inversa: los jóvenes no están en la inserción laboral y dado que esto sucede, no asisten a la escuela. Con este tipo de modelo se pretende estimar el efecto de las variables explicativas sobre las probabilidades de no estudiar, y dado que no se estudia, de no trabajar, para llegar a la condición final de ser NiNi. De manera análoga, también modelamos las probabilidades de no trabajar, y la probabilidad condicionada de que dado que no se trabaja, no se estudie, para llegar a la condición final de ser NiNi. Este tipo de estimaciones multivariadas van ajustando una serie de modelos logísticos binomiales en relación a la población en riesgo en cada etapa de las transiciones. La ventaja de modelar juntas todas las transiciones es que permite establecer hipótesis sobre los efectos de las variables independientes a lo largo de todas las transiciones estimadas y permite establecer análisis de sensibilidad sobre la presencia de la heterogeneidad no observada a lo largo de las transiciones (Buis, 2011).
Estos modelos secuenciales son modelos discretos, que también son utilizados a manera de permitir correlación entre las categorías de un modelo logístico multinomial, sin ausmir que existe la propiedad de independencia irrelevante de las alternativas (IIA); por esto proponemos este modelo. Si modeláramos las categoría NiNi frente a la inserción en estudio y en el trabajo en un modelo multinomial sería erróneo porque el ser NiNi proviene de la conjunción de ambas variables; y por tanto, por construcción hay una relación entre las alternativas en términos de su sustitución.
El caso particular nos permite ver las diferencias entre el efecto en las variables seleccionadas a la luz de las probabilidades condicionales, lo que hace posible señalar el perfil de los que no asisten a la escuela y su probabilidad de no trabajar y, viceversa, el perfil de los que no trabajan y su probabilidad de no asistir a la escuela. Finalmente, también podemos comparar los efectos condicionados con las probabilidades finales de no estar estudiando y no estar trabajando. Por lo tanto se establecieron dos modelos para cada uno de los países: un primer modelo se ajusta para i) la probabilidad de no estudiar; ii) la probabilidad de no trabajar, dado que no se estudia. Un segundo modelo ajusta i) la probabilidad de no trabajar; ii) la probabilidad de no estudiar, dado que no se trabaja.
Resultados
Este acápite inicia con un análisis descriptivo para, posteriormente, explicar los modelos para ambos países.
Análisis descriptivo
En este texto se parte de que un joven que no estudia, o un joven que no trabaja puede desencadenar en ser un joven que ni estudia ni trabaja. En la Tabla 1 y en la Tabla 2 se anotan los perfiles por separado de de tres poblaciones: la población joven que no estudia, la que no trabaja y la que no estudia ni trabaja. Las tablas evidencian diferencias entre los perfiles, lo que ayuda a entender qué características de los dos primeros subgrupos coinciden o no con los del tercer subgrupo: los que ni estudian ni trabajan.
El Salvador | |||
Joven No estudia |
Joven No trabaja | Joven No estudia No trabaja |
|
Total | 57.5% | 59.9% | 25.32% |
Edad Media | 20.5 | 18.6 | 20.0 |
Sexo | |||
Hombre | 56.4% | 47.1% | 13.8% |
Mujer | 58.7% | 72.3% | 36.8% |
Escolaridad (años) Media | 8.3 | 9.3 | 8.2 |
Residencia | |||
Urbana | 49.8% | 63.7% | 21.5% |
Rural | 69.1% | 54.5% | 31.7% |
Parentesco | |||
Jefe | 93.7% | 19.1% | 15.4% |
Cónyuge | 96.1% | 71.7% | 68.7% |
Hijo(a) + Jefe hombre | 47.0% | 62.1% | 18.8% |
Hijo(a) + Jefe mujer | 50.2% | 59.3% | 20.1% |
Otro | 59.9% | 64.3% | 30.4% |
Situación conyugal | |||
Unido(a) | 94.8% | 51.8% | 48.4% |
No Unido(a) | 47.7% | 62.2% | 19.6% |
Quintil de ingresos | |||
1 | 70.30% | 65.0% | 42.2% |
2 | 61.70% | 61.2% | 30.1% |
3 | 57.30% | 60.9% | 25.4% |
4 | 54.50% | 54.5% | 18.1% |
5 | 41.70% | 58.4% | 10.4% |
Tipo de hogar | |||
Nuclear | 54.3% | 60.2% | 23.3% |
No familiar | 66.6% | 46.3% | 17.5% |
Extensos | 62.4% | 60.0% | 29.5% |
Tamaño de hogar | 4.96 | 5.01 | 5.02 |
Tasa de dependencia (menores) | 0.39 | 0.37 | 0.42 |
Tasa de dependencia (mayores) | 0.07 | 0.08 | 0.07 |
Muestra | 16,699 | ||
Población | 1 298 012 |
Nota: no se incluyó en la muestra a los y las jóvenes que declararon no haber trabajado por motivo de alguna discapacidad.
Fuente: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, EHPM, de El Salvador (2014) y la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, ENIGH, de México (2014) y la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, ENIGH, de México (2014).
Joven No estudia |
Joven No trabaja |
Joven No estudia No trabaja |
|
Total | 55.3% | 54.8% | 19.6% |
Edad Media | 20.4 | 18.4 | 19.9 |
Sexo | |||
Hombre | 54.0% | 43.7% | 9.1% |
Mujer | 56.6% | 65.9% | 30.1% |
Escolaridad (años) Media | 9.7 | 10.3 | 9.5 |
Residencia | |||
Urbana | 51.1% | 56.7% | 17.8% |
Rural | 69.7% | 48.1% | 25.9% |
Parentesco | |||
Jefe | 85.2% | 15.3% | 7.4% |
Cónyuge | 93.6% | 66.1% | 62.1% |
Hijo(a) + Jefe hombre | 45.9% | 57.6% | 14.6% |
Hijo(a) + Jefe mujer | 51.9% | 54.1% | 16.9% |
Otro | 63.8% | 55.2% | 26.1% |
Situación conyugal | |||
Unido(a) | 94.0% | 44.7% | 41.4% |
No Unido(a) | 44.8% | 57.6% | 13.7% |
Quintil de ingresos | |||
1 | 66.6% | 53.7% | 27.4% |
2 | 59.2% | 55.5% | 23.3% |
3 | 54.8% | 54.5% | 19.4% |
4 | 51.0% | 54.6% | 15.4% |
5 | 42.6% | 56.0% | 10.9% |
Tipo de hogar | |||
Nuclear | 65.4% | 50.3% | 23.6% |
No familiar | 49.2% | 57.6% | 17.4% |
Extensos | 58.1% | 48.4% | 16.4% |
Tamaño de hogar | 5.21 | 4.92 | 5.19 |
Tasa de dependencia (menores) | 0.26 | 0.31 | 0.31 |
Tasa de dependencia (mayores) | 0.05 | 0.05 | 0.05 |
Muestra | 13,374 | ||
Población | 21 817 892 |
Nota: no se incluyó en la muestra a los y las jóvenes que declararon no haber trabajado por motivo de alguna discapacidad.
Fuente: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, EHPM, de El Salvador (2014) y la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, ENIGH, de México (2014).
Según las bases de datos utilizadas la coincidencia de no estudiar y no trabajar afecta mucho más a la población joven salvadoreña que a la mexicana: una cuarta parte de los jóvenes salvadoreños y una quinta parte de los jóvenes mexicanos, como se muestra en la Tabla 1 y en la Tabla 2, también existe en El Salvador mayor presencia de jóvenes que o no estudian o no trabajan.
En cuanto a la edad, en ambos países, los jóvenes que no están estudiando tienen edades superiores a los que no están trabajando; mientras que los que de manera simultánea no estudian y no trabajan presentan una edad más parecida a los jóvenes que no estudian (aproximadamente 20 años). Lo que parece reflejar que las dificultades en la inserción laboral afectan a la población desde edades más tempranas (alrededor de los 18 años), mientras que el abandono escolar sucede en edades más avanzadas de la juventud.
En términos de la prevalencia de los fenómenos, llama la atención que es ligeramente mayor el porcentaje de jóvenes (hombres y mujeres) que no trabajan en El Salvador en comparación con México, más en el caso femenino que en el masculino. En cuanto a la condición hombre y mujer, vemos diferencias menores entre quienes no estudian: ellas y ellos más o menos participan con la misma magnitud en las aulas, no así con respecto a la no participación laboral donde la presencia femenina se amplía, mostrando diferencias de poco más de 50 por ciento entre ellas y ellos. Según estas cifras parece que la situación de los que no estudian ni trabajan está más cercana al comportamiendo de la no inserción laboral, principalmente en el caso femenino.
Como era de esperarse, los que no están estudiando tienen menores niveles de escolaridad que los que no están trabajando y los que ni estudian ni trabajan presentan aun niveles más bajos. También podemos observar que México supera en términos de escolaridad en promedio un año a los jóvenes salvadoreños.
En términos de ubicación geográfica, en general vemos que los jóvenes rurales abandonan antes la escuela, pero hay más problemas de desempleo para los jóvenes en los espacios urbanos. El porcentaje de jóvenes NiNi es mayor en ámbitos rurales. Esto da cuenta que en las zonas rurales hay menos oportunidades escolares, y tampoco hay muchas oportunidades laborales lo que implica mayores prevalencias de que conjuntamente un joven no estudie ni trabaje.
La posición en el hogar de los jóvenes también establece diferencias entre quienes no estudian, no trabajan y su conjunción. Los jóvenes cuando son jefes de hogar tienden a no estar estudiando en casi su totalidad y muestran mayores porcentajes de participar en el trabajo, lo que resulta en una menor participación dentro de los NiNi. Por el contrario, en el caso de los cónyuges (que en su mayor parte son mujeres) se disparan las prevalencias de la exclusión laboral y escolar. Los jóvenes que son hijos de familia tienen mayores tasas de participación escolar, esto se debe a que, por una parte tienen menos años que los jóvenes emancipados, pero también mayores apoyos familiares, lo que les permite continuar estudiando (situación similar a la mostrada por Arceo y Campos, 2011; y De Hoyos, Rogers y Székely, 2016) por ello, también tienen menores niveles de participación laboral. Los que presentan otro parentesco u otra relación con el jefe distinta a ser hijo, mantienen una mayor exclusión laboral que los hijos y son un grupo que participa en mayor proporción en la condición de NiNi.
En términos de la situación conyugal, se observa una coincidencia entre la unión y la salida de la escuela, de tal cuenta que más de nueve de cada diez jóvenes unidos no están estudiando, mientras que la participación laboral de los unidos es superior a la de los no unidos. En el caso de los que no estudian ni trabajan, los unidos engrosan a este universo, en donde hay un amplio porcentaje de población femenina.
Al igual que vimos previamente en la revisión de la literatura, los jóvenes que viven en los hogares que pertenecen a los estratos más bajos, tanto en México como en El Salvador, están más excluidos de los procesos educativos. En cuanto a la no participación laboral de los jóvenes, en el caso de México ésta es muy similar entre todos los estratos, mientras que en El Salvador es sustantivamente mayor en los estratos bajos. La participación de los NiNi en los estratos más bajos aquí reportados corrobora la tendencia descrita en el apartado de revisión de literatura, es sustantivamente superior, así es en ambos países.
Con respecto a la organización familiar, vemos que los distintos tipos de hogar cambian las prevalencias de nuestro fenómeno de estudio, no sólo entre estos tres grupos de jóvenes, sino es un elemento que distingue a cada país.
En El Salvador los jóvenes que forman parte de hogares no familiares abandonan más la escuela y se insertan más al mercado, en el caso de México los jóvenes que no asisten a la escuela pertenecen más a hogares nucleares, y los que menos se insertan al mercado son los de los hogares no familiares. En el perfil de doble exclusión, en El Salvador los jóvenes con organizaciones domésticas extensas están más relacionadas a este proceso y en México son los jóvenes que residen en los hogares nucleares. Recordemos la alta presencia de hogares extensos en El Salvador y de hogares nucleares en México.
En términos del tamaño de hogar, las diferencias entre las unidades domésticas de los jóvenes que no asisten a la escuela, que no trabajan y de los NiNi no son significativas (cifras no mostradas en las tablas), de igual forma sucede con la tasa de dependencia debida a la presencia de mayores de 65 años. En el caso salvadoreño, los jóvenes que sufren la doble exclusión residen en unidades con mayores niveles de dependencia debida a la presencia de menores (de 15 años) en el hogar, mientras que en México, la tasa es muy parecida a la de los jóvenes que no trabajan.
Hasta aquí se ha descrito de manera muy amplia cuál es el comportamiento general, pasemos ahora al modelo explicativo.
Análisis multivariado
Como se anotó, la Tabla 1 y la Tabla 2 muestran diferencias en los perfiles sociodemográficos de la población que no trabaja, la que no estudia y la que conjuga ambas condiciones. Para establecer las diferencias entre estos tres procesos, objetivo de este artículo, es necesario llevar a cabo un estudio multivariado.
A continuación, presentamos los efectos marginales promedio de las variables explicativas sobre las transiciones hacia la nula inserción educativa y la nula inserción laboral (los resultados de cada uno de los modelos se pueden consultar en la Tabla 3 y en la Tabla 4). Como se observa, para comparar mejor los efectos de las variables en términos de su escala, las variables numéricas (edad, años de escolaridad, tamaño del hogar, tasas de dependencia) fueron introducidas en términos de sus desviaciones estándar. Esta estandarización también nos ayuda a comparar los países que tienen diferentes distribuciones, sobre todo en términos de edad (veáse Figura 1) y de niveles de escolaridad en los jóvenes.
El Salvador | México | |||
P(no estudiar) |
P(No estudiar y no trabajar) |
P(no estudiar) |
P(No estudiar y no trabajar) | |
|
|
|
|
|
Hombre | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
Mujer | 1.1028** | 5.3245*** | 0.9961 | 5.0445*** |
(0.051) | (0.267) | (0.048) | (0.311) | |
Edad (std) | 9.1121*** | 0.6997*** | 5.7200*** | 0.6418*** |
(0.382) | (0.020) | (0.226) | (0.023) | |
Residencia urbana | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
Residencia rural | 1.6410*** | 1.0696 | 1.6372*** | 0.9318 |
(0.079) | (0.052) | (0.092) | (0.058) | |
Unido(a) | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
No unido(a) | 0.1385*** | 0.9560 | 0.1598*** | 0.4728*** |
(0.018) | (0.072) | (0.017) | (0.040) | |
Jéfe | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
Cónyuge | 0.9869 | 3.4963*** | 1.1155 | 6.0389*** |
(0.254) | (0.402) | (0.252) | (1.027) | |
Hijo(a) con jefe hombre | 1.0026 | 1.6396*** | 1.1048 | 5.5421*** |
(0.210) | (0.208) | (0.199) | (1.012) | |
Hijo(a) con jefe mujer | 0.8402 | 1.6231*** | 1.1352 | 5.3566*** |
(0.174) | (0.203) | (0.204) | (0.997) | |
Otro | 1.0050 | 2.1400*** | 1.1806 | 5.9894*** |
(0.212) | (0.276) | (0.216) | (1.123) | |
Escolaridad años(std) | 0.2257*** | 1.0043 | 0.2061*** | 1.0389 |
(0.008) | (0.033) | (0.009) | (0.032) | |
Escolaridad años (std) | 0.7037*** | 0.9831 | 1.3124*** | 1.0160 |
(0.016) | (0.026) | (0.032) | (0.015) | |
Ingreso pc del hogar | 0.7147*** | 1.0651* | 0.6606*** | 0.6517*** |
(0.026) | (0.036) | (0.033) | (0.052) | |
Nuclear | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
No-familiar | 4.6237 | 0.0676** | 0.9049 | 1.1163 |
(5.179) | (0.074) | (0.060) | (0.089) | |
Extensos | 1.1369** | 1.1430** | 1.2664 | 1.0360 |
(0.069) | (0.070) | (0.224) | (0.211) | |
Dependencia menores (std) | 1.0238 | 1.0208 | 1.0246 | 1.0637* |
(0.026) | (0.027) | (0.031) | (0.034) | |
Dependencia mayores (std) | 0.9746 | 1.0166 | 0.9199** | 1.0216 |
(0.025) | (0.027) | (0.024) | (0.030) | |
Tamaño hogar (std) | 0.9364** | 1.0354 | 1.1661*** | 0.9400* |
(0.028) | (0.031) | (0.040) | (0.034) | |
Observaciones | 16197 | 13249 | ||
Log-likelihood | -11588.5 | -9523.5 |
* p < 0.10
** p < 0.05
*** p < 0.001
Coeficientes exponenciados. “std”, alude a los valores estandarizados.
Fuente: elaboración propia con base en la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, EHPM, de El Salvador.
El Salvador | México | |||
P(no trabajar) | P(No trabajar y no estudiar) | P(no trabajar) | P(No trabajar y no estudiar) | |
|
|
|
|
|
Hombre | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
Mujer | 3.5682*** | 1.6943*** | 2.8465*** | 1.4868*** |
(0.138) | (0.109) | (0.117) | (0.109) | |
Edad (std) | 0.4609*** | 9.1034*** | 0.4204*** | 5.0070*** |
(0.010) | (0.513) | (0.011) | (0.293) | |
Residencia urbana | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
Residencia rural | 0.8180*** | 1.6265*** | 0.7752*** | 1.4495*** |
(0.031) | (0.105) | (0.035) | (0.120) | |
Unido(a) | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
No unido(a) | 1.2312** | 0.1012*** | 0.7915*** | 0.0773*** |
(0.085) | (0.017) | (0.056) | (0.012) | |
Jéfe | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
Cónyuge | 4.4415*** | 1.2140 | 7.3286*** | 1.9469 |
(0.490) | (0.438) | (1.070) | (0.871) | |
Hijo(a) con jefe hombre | 1.7100*** | 1.1876 | 4.6328*** | 2.2980** |
(0.190) | (0.358) | (0.657) | (0.945) | |
Hijo(a) con jefe mujer | 1.6065*** | 1.0391 | 3.9334*** | 2.2396** |
(0.177) | (0.311) | (0.563) | (0.920) | |
Otro | 2.1285*** | 1.2117 | 4.8859*** | 1.9491 |
(0.244) | (0.368) | (0.709) | (0.804) | |
Escolaridad años(std) | 1.3814*** | 0.2256*** | 1.3805*** | 0.1993*** |
(0.028) | (0.011) | (0.033) | (0.013) | |
Escolaridad años (std) | 1.1212*** | 0.7133*** | 1.0130 | 1.3395*** |
(0.017) | (0.021) | (0.013) | (0.051) | |
Ingreso pc del hogar | 1.2199*** | 0.6744*** | 1.0088 | 0.5103*** |
(0.035) | (0.036) | (0.019) | (0.047) | |
Nuclear | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 | 1.0000 |
(.) | (.) | (.) | (.) | |
No-familiar | 0.0783** | 1.2770 | 1.0746 | 0.8354* |
(0.065) | (2.038) | (0.060) | (0.084) | |
Extensos | 1.0832 | 1.2291** | 0.9866 | 1.2067 |
(0.053) | (0.099) | (0.147) | (0.335) | |
Dependencia menores (std) | 1.0132 | 1.0437 | 1.0329 | 1.0161 |
(0.021) | (0.036) | (0.025) | (0.045) | |
Dependencia mayores (std) | 1.0240 | 0.9499 | 1.0689** | 0.9181** |
(0.022) | (0.033) | (0.023) | (0.035) | |
Tamaño hogar (std) | 0.9910 | 0.9605 | 0.8678*** | 1.1086** |
(0.024) | (0.038) | (0.024) | (0.058) | |
Observaciones | 16197 | 13249 | ||
Log-likelihood | -12570.5 | -10376.6 |
* p < 0.10
** p < 0.05
*** p < 0.001
Coeficientes exponenciados. “std”, alude a los valores estandarizados.
Fuente: elaboración propia con base en la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, EHPM, de El Salvador (2014) y Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, ENIGH, de México (2014)
Se hizo además un ajuste especial al ingreso de los hogares. Para poder eliminar la endogeneidad producto de los ingresos laborales de los jóvenes que trabajan en el hogar, restamos sus ingresos a los montos de los hogares; de este valor obtuvimos un ingreso laboral familiar ajeno al joven, dicho monto también lo dividimos entre el tamaño del hogar, esto servirá para controlar el efecto de que hogares de mayor tamaño contengan mejores ingresos, sin que necesariamente implique mayor bienestar para sus miembros. Este nuevo ingreso también se estandarizó para evidenciar sus efectos de manera comparable con el resto de variables.
Dado que los jóvenes no estudian, la probabilidad es que tampoco trabajen
El primer grupo de modelos supone que los jóvenes abandonan la escuela, luego entonces podrían entrar a la categoría de NiNi, por tanto se modela primero la probabilidad de no estudiar y, dado que no estudian, la probabilidad de no trabajar.
Los efectos marginales de la Figura 2 muestran cómo las variables independientes, en promedio, afectan las probabilidades de transición entre ser joven y no estudiar, y dado que no se estudia, de no trabajar. También se incluyó la probabilidad de la transición completa, es decir ser un joven NiNi.
Fuente: estimaciones a partir de los resultados de los modelos de la Tabla 4.
Nota: “std” refiere a los valores estandarizados. Se incluye un efecto cuadrático de los años de escolaridad.
Es notable cómo al descomponer las transiciones notamos que existen variables que actúan en sentidos diferentes. Veamos a cada una:
La variable sexo, en cuanto a la transición de dejar de estudiar, no presentó un cambio importante: el ser mujer no provoca un cambio significativo con respecto a ser hombre (dejando el resto de variables en sus valores promedio); no obstante sí implica mayores probabilidades hacia el no trabajar dado que no se estudia, la probabilidades de que un joven que no estudia, además no trabaje aumenta sobre todo si se es mujer. Este patrón es igual en ambos países.
Es notable cómo la edad actúa en sentidos diferenciados tanto para El Salvador como para México. Si se aumenta una desviación estándar en la edad de los jóvenes, las probabilidades de no estudiar aumentan, ceteris paribus.10 No obstante, mientras más años tengan los jóvenes que no estudian, es menos probable que no trabajen, en otras palabras: conforme aumenta la edad hay mayor probabilidad de que los jóvenes que no estudian incursionen en la vida laboral. Estos efectos se disipan cuando se estudia la transición completa a ser NiNi, donde los efectos marginales son cercanos a cero. Esto nos confirma la importancia de analizar estos procesos por separado.
En cuanto al lugar de residencia, el área rural implica mayores probabilidades de inasistencia escolar; mientras que no implica cambios en las probabilidades de no trabajar de los jóvenes que no estudian con respecto a los que residen en áreas urbanas, igual sentido para ambos países.
La situación conyugal marca diferencias entre los dos países. El modelo indica que los jóvenes que no están unidos tienen menores probabilidades de no asistir a la escuela. Pero no estar unido para los jóvenes mexicanos implica menores probabilidades de exclusión laboral, mientras que para los jóvenes salvadoreños es indiferente.
Con respecto al parentesco con el jefe de hogar, las probabilidades de no estar estudiando son similares en todas las categorías con respecto a las de los jóvenes que fungen como jefes en sus unidades domésticas. No obstante, la relación de parentesco sí implica un efecto en términos de las probabilidades de no trabajar entre los jóvenes que no estudian: en el caso mexicano, todas las categorías diferentes a ser jefe amplían en magnitud similar; mientras que en el caso salvadoreño destaca sobre todo la categoría de cónyuge.
El nivel escolar ha sido un factor ampliamente asociado a la posibilidad de convertirse en NiNi, en la Figura 2 vemos que menores niveles de escolaridad están asociados a menores probabilidades de inasistencia escolar, pues dan cuenta de un proceso inacabado en su carrera escolar. Pero, los niveles de escolaridad de los jóvenes que no estudian no tienen efectos en las chances de que estos jóvenes incursionen o no en el mercado.
Los ingresos del hogar (descontando la aportación laboral del joven) se asocian negativamente con la probabilidad de no estudiar, es decir entre mayores los niveles de ingreso del hogar, más probabilidades de que el joven asista a la escuela. Para los jóvenes mexicanos que no estudian, los mayores ingresos del hogar generan también menores probabilidades de que no trabajen; mientras en el caso salvadoreño, los ingresos del hogar no cambian las probabilidades de no trabajar.
En las variables del tipo de hogar, los efectos en los jóvenes salvadoreños son más evidentes que en el caso mexicano. Residir en hogares extensos frente a uno nuclear implica más probabilidades de exclusión escolar y laboral para los jóvenes salvadoreños, pero la pertenencia a hogares no familiares arroja efectos encontrados: aumento en tasas de exclusión escolar y disminución en la no actividad laboral. Mientras que estas diferencias no son significativas en el caso mexicano. En otras palabras, en El Salvador, si el joven pertenece a un hogar extenso hay alta probabilidad de que abandone la escuela tempranamente y luego abandone el trabajo; pero si vive en un hogar no familiar quizá abandone la escuela, pero eso no significa que no se inserte en el mercado.
El resto de variables concernientes al hogar no generaron cambios promedio significativos en ninguno de los países a excepción del tamaño del hogar, que es significativo sólo a nivel de la no asistencia escolar: en El Salvador disminuye la exclusión laboral, mientras que en México, la aumenta.
Dado que los jóvenes no trabajan, la probabilidad es que no estudien
Ahora veremos el caso contrario. Al igual que en el análisis anterior, se muestran los efectos marginales (Figura 3), pero cambiando el orden: cuál es la probabilidad de no trabajar, y dado que no se trabaja, la de no estudiar. Esto nos permitirá ver el efecto del no trabajo en la propensión a abandonar la escuela y por lo tanto convertirse (por pasos) en un NiNi.
Nota: “std” refiere a los valores estandarizados. Se incluye un efecto cuadrático de los años de escolaridad.
Fuente: estimaciones a partir de los resultados de los modelos de la Tabla 4.
Los efectos marginales se leen de manera análoga a la figura anterior, por lo que seremos más sucintas al describir los resultados.
En el caso de la variable sexo, el ser mujer joven aumenta ampliamente las probabilidades de no trabajar, y tambien aumenta las probabilidades de no estudiar entre aquéllas que ya no trabajan. En cuanto a la edad, según los resultados en 2014 para México y El Salvador, conforme se incrementa la edad, los jovenes tienen mayores probabilidades de no trabajar, pero entre estos que no trabajan se reducen las probabilidades de no estudiar al aumentar la edad. Es decir, mientras mayor se es, y si no se ha podido incursionar en un empleo, la alternativa de continuar estudiando o volver a la escuela se vuelve más improbable.
Los jóvenes que residen en zonas rurales tienen menores probabilidades de trabajar que los que viven en zonas urbanas, y si no trabajan tienen mayores probabilidades de no estudiar cuando habitan en áreas rurales. Situación similar en los dos países; y que coincide con los resultados del modelo anterior.
La situación familiar aborda una nueva perspectiva a la luz de la Figura 3: el parentesco con relación al jefe muestra que si no se es jefe del hogar, los y las jóvenes tienen mayor probabilidad de no trabajar y una vez que no trabajan, esta posición los hace más proclives a no estudiar; situación que se mantiene en ambos países.
El nivel escolar incide en una relación inversa con la probabilidad de no trabajar, entre mayores los niveles se reducen las probabilidades de no estar inserto laboralmente; y si se tiene elevada escolaridad pero no se trabaja, aumentan las probabilidades de no incorporarse a la escuela, lo que puede deberse a la finalización de los niveles educativos requeridos, igual sucede en México y en El Salvador.
El efecto de los ingresos del hogar (descontando la aportación laboral del joven trabajador) es negativo en la exclusión laboral, es decir a mayores ingresos aumenta la inserción laboral; lo que quiere decir que los hogares con mejores condiciones económicas están asociados a una mejor inserción laboral de los jóvenes que residen en ellos. Mientras, el nivel de ingresos no parece tener efecto sobre la participación educativa de los jóvenes que no trabajan. Nuevamente, las otras variables de hogar no muestra efectos marginales promedio tan grandes sobre las probabilidades de no trabajar, y de no estudiar, dado que no se trabaja.
Con esta aproximación metodológica se ha mostrado la interdependencia de estos procesos en dos espacios diferentes: El Salvador y México, con el objeto de entender con mayor detalle las posibles diferencias. Los resutados muestran que algunas variables tienen efectos sobre las probabilidades de no estudiar y de no trabajar, y sobre las probabilidades condicionadas (probabilidad de estudiar, dado que no se trabaja, y probabilidad de no trabajar, dado que no se estudia); así, la probabilidad de vivir la doble exclusión no es igual para todos y dependería de cómo ocurren las transiciones, incluyendo su secuencia.
No obstante, es importante hacer una comparación sobre los modelos en términos de la información y que determina qué tipo de transición asumida se ajusta mejor a los datos obtenidos en los países. En ambos países la transición normativa que implica que se deja de estudiar y dado que no se estudia se deja de trabajar, refleja un mejor ajuste en términos de la función de verosimilitud (véase Tabla 5) y por tanto una mejor predicción del fenómeno de ser NiNi. Lo que denota que, a pesar de los cambios que han vivido ambas sociedades, es ésta secuencia la que explica de mejor manera la llegada de los jóvenes a ser NiNi, lo que implicaría que las polticias públicas se deben orientar a la inserción laboral de aquellos que salen de la escuela, o bien, detener el proceso manteniendo a los jóvenes mayor tiempo en las aulas.
El Salvador | México | |||
P(no estudiar) | P(No estudiar y no trabajar) |
P(no estudiar) | P(No estudiar y no trabajar) |
|
Observaciones | 16197 | 13249 | ||
Log-likelihood | -11588.5 | -9523.5 | ||
P(no trabajar) | P(No trabajar y no estudiar) | P(no trabajar) | P(No trabajar y no estudiar) | |
Observaciones | 16197 | 13249 | ||
Log-likelihood | -12570.5 | -10376.6 |
Fuente: estimaciones a partir de los resultados de los modelos de la Tabla 3 y de la Tabla 4.
Conclusiones
En general, los textos que revisan la situación de los NiNi, es decir, los jóvenes que no estudian ni trabajan, los analizan a partir de que conforman un contingente que no va a la escuela y no trabaja, o sea, a partir de que comparten esta doble exclusión. Normalmente no se considera cómo es que llegaron a esa condición.
En este artículo se asumió que la inserción o salida de un trabajo y la permanencia o salida de la escuela son procesos que les suceden a los jóvenes de múltiples maneras y que puede haber interdependencia entre ellos; la forma en que confluyen uno y otro depende de las características de los jóvenes y sus entornos y hogares, pero también del proceso que ocurra primero: el abandono escolar o la salida (o no entrada) de un empleo. Ubicar a todos los NiNi como una categoría homógenea, si bien ha permitido conocerlos, no aporta información acerca de la ocurrencia de los dos procesos que los conforman; en este sentido, analizar de manera interdependiente los fenómenos de abandono escolar y de no inserción laboral reflejará distintas complejidades que conlleva a la construcción del NiNi. Desde luego hay elementos metodológicos que hacen del estudio de ambas condiciones una labor aproximada ya que la inserción educativa se mide en términos anuales, mientras que, dadas las condiciones de inestabilidad de las economías, la inserción laboral posee una medición de más corto plazo. Aquí hemos presentado un primer acercamiento a esta propuesta.
Dentro de los hallazgos que quisimos resaltar está el calendario de ocurrencia de los eventos en función de la edad de los jóvenes, donde encontramos que hay una presión por salir de la escuela y de insertarse laboralmente mientras se van cumpliendo años. Por otro lado se hizo hincapíe en las dinámicas del hogar, destacando la importancia de la posición del joven en el hogar (jefe, cónyuge, hijo(a) y otro) y la dinámica de generación de ingresos. En el caso salvadoreño, más que en el mexicano, la organización familiar en términos del tipo del hogar (nuclear, extenso y no familiar) tiene capacidad predictiva de los procesos de inserción/exclusión educativos y laborales, principalmente en el caso de la familia extensa. Mientras otras variables no tienen efectos tan claros, como son las tasas de dependencia.
La comparación entre ambos países permite evidenciar algunas coincidencias, sobre todo en el funcionamiento de las variables de los jóvenes como individuos (sexo, edad, escolaridad, situación conyugal); pero muestra algunas otras en las relaciones entre los hogares, especialmente en términos del impacto de las variables de organización familiar y en el peso de los efectos marginales relacionados con el ingreso.
En cuanto al orden de los eventos, De Hoyos, Rogers y Székely (2016) en un estudio de corte cualitativo para México mostraron que el elemento que dispara la presencia de los NiNi es el abandono escolar, debido a que los jóvenes dejan la escuela con el objeto de iniciar la vida laboral, muchos la inician, pero dada la irregularidad y precariedad de los empleos, la inestabilidad laboral los lleva al desempleo y a futuro les resulta muy complicado regresar a la escuela y entran, entonces, a la categoría de NiNi. En el estudio que aquí presentamos, basado en modelos secuenciales, asumimos que el no estudiar o no trabajar son situaciones que pueden llevar a la condición de NiNi, pero llegar a serlo depende de la edad, de la escolaridad, del sexo y de la estructura familiar y en este caso del país que se estudie. Los resultados provistos por los modelos estadísticos proveen información que confirma la hipótesis de la transición normativa, donde la salida de la escuela precede al trabajo, dado que tienen un mejor ajuste para explicar la llegada a ser NiNi. Sólo que en este caso no necesariamente la salida de la escuela habla de la conclusión de estudios, y la entrada al trabajo no siempre es en condiciones ventajosas que permitan que el joven se afiance a un empleo.
Los procesos ante la escuela y el trabajo que viven los NiNi de ambos países son diversas: por ejemplo, las mujeres cuando no estudian no necesariamente inician su vida laboral, pero si ellas no están trabajando -visto el proceo laboral como el inicial-, la probabilidad de abandonar los estudios es grande. Con relación a la situación conyugal, los jóvenes solteros son más propensos a no abandonar la escuela, pero aun abandonándola, presentan más probabilidades de encontrar trabajo (al menos en el caso de México); en cambio, si el modelo inicia con el no trabajo, la probabilidad de que estos jóvenes estudien es muy remota y pasarán a ser parte de los NiNi. La edad, como acumulación de años, es una variable que aparentemente no afecta la probabilidad de ser NiNi, pero mientras más años se tienen, se abandona más (o se concluye) la escuela, pero a la larga, se encuentra un trabajo. En el otro sentido, es decir, si se revisa el modelo que inicia con el no trabajo, al aumentar la edad la probabilidad de no estudiar para estos jóvenes que de principio no están trabajando es mayor.
El nivel escolar de los jóvenes es una variable que afecta sobre todo a los jóvenes más escolarizados, las cifras revelaron que: entre mayores son los niveles escolares de estos jóvenes, si ya no están estudiando (seguramente han concluido su formación) la probabilidad de además no trabajar es baja, o sea, ellos pueden encontrar un trabajo: pero, entre el grupo que en principio no han logrado incursionar en el empleo, la probabilidad de volver a estudiar es muy baja, esto corrobora la presencia de jóvenes NiNi altamente escolarizados.
Con relación a las variables del hogar, el ingreso familiar resultó ser muy importante: un joven que proviene de hogares con ingresos elevados y que no estudia, tiene más probabilidades de encontrar un trabajo (sobre todo en el caso mexicano), mientras que en sentido inverso, no hay relevancia estadística.
En este artículo hemos buscado establecer una nueva manera de entender los dos eventos, de manera separada, intentando recobrar sus particularidades, pero condicionando sus efectos a través de los modelos secuenciales, los que permiten establecer las estimaciones en las probabilidades condicionadas de estudiar o trabajar, diferenciando un evento sobre otro. Del mismo modo, este documento intenta establecer conclusiones sobre las transiciones y su orden utilizando la información transversal, que además tiene la ventaja de estar más disponible en los países latinoamericanos. Con los resultados mostrados, creemos, se corrobora la heterogeneidad de este grupo de población y la necesidad de estudiar no a los NiNi en general, sino a los procesos que estos jóvenes viven y que los lleva a convertirse en los que ni estudian ni trabajan.