1. Introducción
El año de 1799, Matthäus Steffel da término a un documento que titula Grammaticae linguae tarahumaricae.1 Este tratado está escrito en latín y hasta la fecha se encuentra aún en espera de ser publicado, tarea que Estrada-Fernández & Grageda Bustamante (en desarrollo) han emprendido. Anteriormente, solo en una ocasión se intentó traducir la obra al español, esa vez por encargo de William L. Merrill, y el esfuerzo directo de Salvador Núñez de Tlayacapan, Morelos, aunque como se indica en El Diccionario tarahumara-alemán recientemente publicado por Merrill (2020), la traducción no pudo llevarse a término.2 En la iniciativa de Estrada-Fernández & Grageda Bustamante (en desarrollo), ha sido fundamental el apoyo que se obtuvo del Seminario de Estudios Medievales de la Universidad Nacional Autónoma de México -aunque ni la gramática ni Steffel se circunscriben a la época medieval ni a su pensamiento- y en la que hay que destacar la participación de Rubén Borden Eng.
La presente contribución tiene como propósito reflexionar sobre la obra Grammaticae linguae tarahumaricae e invita a incursionar en tres interrogantes: la primera concierne al hecho de si este texto califica todavía como obra misionera, la segunda sobre las características gramaticográficas de la obra en comparación con otras elaboradas dentro de ese dominio y la tercera si el autor todavía debe ser con sidera do miembro de la Compañía de Jesús, en el entendido de que esta orden fue suprimida por el papa Clemente XIV el año de 1773, y que Steffel firma el cierre de su obra en 1799, treinta y dos años después de que el rey Carlos II emitiera, en 1767, la orden de suspensión de la Compañía, lo cual se acompañó de la expulsión de todos sus miembros de los territorios y dominios de España.
Las justificaciones del por qué la obra de Steffel es tema central de esta contribución son, en primer lugar, (i) el que Steffel declara, al inicio de su obra, su interés por mejorar el Compendio del arte de la lengva de los tarahvmares, y gvazápares, escrito por Thomas de Guadalaxara (1683),3 afirmación que confirma que Steffel busca “continuar el diálogo” con su predecesor -aspecto característico de algunas obras que se insertan en el ámbito de la llamada Lingüística Misionera, tal como ha sido observado por Zwartjes & Hovdhaugen (2004) - ; en segundo lugar, (ii) el que el análisis del manuscrito de la Grammaticae linguae tarahumaricae permite corroborar indicios de una autoría múltiple aunque quizás no es posible sostener esto con la claridad deseable como Vega (2019) vislumbra en otras obras producidas por miembros de la Compañía de Jesús; en tercer lugar, (iii) el que la obra de Steffel sí lo identifique como parte de los autores de gramáticas elaboradas por jesuitas, en el entendido de que durante el periodo de cinco años -de 1755 a 1760- este autor se preparó en el Colegio jesuita de San Francisco Javier ubicado en Tepotzotlán, al norte de la Ciudad de México para aprender el oficio asumido por los miembros de la Compañía de Jesús, y finalmente, (iv) en que el trabajo gramatical de Steffel representa además -hasta donde ahora se ha podido rescatar de los archivos y limitándonos a la tradición jesuítica de las obras que versan sobre lenguas yuto-aztecas mexicanas- una obra única por sus características post-renacentistas, lo que ya se ha sostenido en Estrada Fernández & Grageda Bustamante (2017) y Grageda (2019).
Esto último se fundamenta en que Steffel da indicios de atender algunos usos pragmáticos del lenguaje, que se deducen a partir de distintos comentarios con los que el autor moravo matiza temas que desarrolla, lo que se observa tanto en la gramática en latín como en el Tarahumarisches Worterbüch (1810). A este respecto, nos referimos a varias de las descripciones que el autor proporciona en sus obras, como cuando advierte sobre los usos gestuales que acompañan el acto de contar de los tarahumaras, o bien, en su descripción sobre el acto de asentir o coincidir con su interlocutor cuando un tarahumara comunica algo durante su narración. Estas observaciones, entre otras, dan evidencia del interés etnográfico manifiesto de Steffel por ir más allá del enunciado lingüístico, o actos de habla, e incursionar en el dar a conocer la reacción del escucha como interlocutor activo, rasgo peculiar que Steffel utiliza en ambas obras. Observaciones de esta índole, es decir, referidas al uso social de una lengua, corroboran lo propuesto por Cerno & Obermeier (2013) de que para la primera mitad del siglo XVIII las prácticas de escritura de los autores jesuitas se inclinaban por valorar contextos pragmáticos del uso del lenguaje, aspecto sobresaliente que además ha impulsado a Estrada Fernández & Grageda Bustamante (2017) a caracterizar a Steffel como autor del Siglo de las Luces.
Algo similar ha sido ya afirmado, recientemente, por Grageda et al. (2020) en el estudio introductorio que antecede la obra de Merrill (2020). En ese escrito los autores proponen la idea de que la Gramática latina del tarahumara bien pudiera considerarse como un proyecto de interés tipológico porque va más allá del simple quehacer gramaticográfico. Merrill (2020: 97) coincide con esta perspectiva, ya que en su tratado sobre el diccionario afirma que en las obras de Steffel se deja entrever que tanto él como Hanzely,4 su compañero de empresa, visualizaron el Tarahumarisches Worterbüch más como “una enciclopedia de la cultura tarahumara que un diccionario de la lengua”. Con esta idea presente, la valoración de la Grammaticaae linguae tarahumaricae debe dejar asentado que esta obra consigue ir más allá de los cánones que los diferentes padres de la Compañía de Jesús tuvieron como agenda en la época colonial, pero sí debe situarse como una obra jesuita aunque de posición crítica y racional, y por lo tanto, innovadora.
En este contexto, el presente texto estudia contenidos de la gramática de la lengua Tarahumara de Steffel y otros mencionados en su diccionario, y acentúa aspectos que enfatizan lo afirmado en los últimos párrafos de su gramática.
2. Notas históricas relevantes sobre Steffel y sus obras
Matthäus Steffel, según lo señala Merrill (2020: 69), nació el 20 de septiembre de 1734 en Jihlava, poblado de la región de Moravia en el Reino de Bohemia,5 hoy República Checa. Su ingreso a la Compañía de Jesús se da hacia el año 1754 poco después de cumplir veinte años. Permanece en el área tan solo un año, ya que en 1755 pasa a formar parte de un grupo de doce novicios que serían enviados a las misiones de la Nueva España.
Merrill (2020: 69) indica que de 1755 a 1768, dígase un periodo de trece años, Steffel viviría fuera del Reino de Bohemia. Recordemos que durante los primeros cinco años (1755-1761) de su estancia en la Nueva España, Steffel centra su quehacer en la preparación que recibe en el Colegio de San Francisco Javier de Tepotzotlán (en lo que hoy es el Estado de México), el cual culmina al dejar el estatus de novicio y ser reconocido como sacerdote de la Compañía de Jesús. De esta manera, el jesuita da inicio a su misión, en septiembre de 1761, justo a sus 27 años de edad, cuando emprende su viaje hacia la sierra tarahumara, donde permanecerá hasta 1767 (seis años). Cabe señalar que durante el periodo de su labor misionera en la región tarahumara, Steffel se encuentra en cuatro distintos poblados, en orden cronológico: Tónachi en 1761, Tomochic en 1763, y Nonoava y San Francisco de Borja en 1766.6 De este último poblado saldrá a finales de junio de 1767 con rumbo al puerto de Veracruz con destino a Cádiz vía La Habana, como parte de un grupo de misioneros jesuitas que retornaron a tierras de España en abril de 1768, para después de varias vicisitudes y de un viaje a Italia, arribar de regreso al Reino de Bohemia en 1769, cuando Steffel ya tenía 35 años.
La permanencia de cerca de seis años en poblados de la sierra tarahumara seguramente ofreció a Steffel una excelente oportunidad para lograr el dominio de la lengua que trata en su diccionario y gramática. Merrill (2020) deja constancia de la opinión de Bartholomäus Braun (1765), visitador de la Provincia de la Tarahumara, quien explícitamente describe a Steffel como alguien que “no obstante su mediana salud, [tenía] sobradísima experiencia y noticia en la lengua de los naturales” (Merrill 2020: 79).
Pese a ello, Steffel solamente emprenderá la tarea de elaborar la gramática del tarahumara después de diez años de su retorno, posiblemente convencido gracias a los diálogos que sostuvo con Joseph Karl Hanzely (con abreviaturas C. J. H. de acuerdo a su nombre en latín Carolus Josephus Hanzely) que llega a Brno en 1779 (cf. Merrill 2020: 69). Así, Steffel dará cierre a la escritura de su gramática latina en 1799,7 30 años después de su salida de tierras tarahumaras.
En relación con la autoría de la obra, la información que Merrill (2020) proporciona es, en ocasiones, clara, pero en otros momentos es un tanto ambigua, como mostraré enseguida. En torno a la claridad de que Steffel es el autor de la Gramática de la lengua tarahumara, Merrill (2020: 69) señala:
La gramática de Steffel existe en forma inédita, escrita en letras cursivas muy claras y precisas. Se puede concluir que este manuscrito fue creado por Hanzely, basándose en otro que Steffel le entregó. […] en correspondencia de 1799, Hanzely señala que estaba preparando una copia en limpio de la gramática, porque la caligrafía de Steffel era “algo ilegible”. (Merrill 2020: 69).8
Sin embargo, en otros lugares de su obra, Merrill (2020) ofrece más detalles en torno a la autoría de la gramática de la lengua tarahumara como cuando menciona que C. J. H. “inicia el prefacio de su análisis gramatical”, cuando en realidad este prefacio se encuentra firmado con las siglas M. S. que apelan precisamente al nombre de Steffel.
De esta manera, la mejor conclusión es que Steffel escribe su gramática en diálogo con C. J. H., y que la interlocución con colegas que lo invitaron a iniciar la empresa o colaboraron en la reescritura de la gramática era un proceso usual de la época, concepción que aseguraba desarrollar un texto más claro. En la semblanza biográfica que Merrill (2020: 94) da a conocer en su Capítulo 1, deja constancia histórica detallada de cómo Steffel también sostuvo diálogo con otro coterráneo, Antonín Strčanovuský que, como miembro de la Compañía de Jesús, había sido, entre 1757 y 1767, “administrador de las misiones de Gueguachíc y Norogachic”, en la región tarahumara, y que ya en Moravia solía vivir a 30 kilómetros de Brno, donde Steffel se encontraba escribiendo sus obras. Además, según documenta Merrill, Strčanovuský era, hacia la época que Steffel escribió sus obras, uno de varios de los que habían tenido la experiencia de conocer la zona tarahumara, pero el único que permanecía vivo de los del reino de Bohemia y que tenía conocimiento de la lengua hablada por parte de los naturales de la región tarahumara. Así, el diálogo entre conocedores y la reescritura de la obra era sin lugar a dudas algo común. Por ello, hacia la época de Steffel, el que alguien escribiera “con letra más clara” lo escrito en forma manuscrita, no elimina la autoría de la obra, argumento que además permite afirmar el carácter colaborativo de esa empresa, para aludir, de este modo, a la interacción particular que hubo entre Steffel y Hanzely.
3. Gramática en lengua tarahumara en lugar de compendio
El primer aspecto sobresaliente que se observa en la obra escrita de Steffel es la decisión de titularla Grammaticaae linguae tarahumaricae y no nombrarla “compendio gramatical” como se titula la de Thomas de Guadalaxara (1683),9 misionero mexicano también perteneciente a la Compañía de Jesús y que ejerció su misión en poblados de la sierra tarahumara a partir del año de 1675. Seguramente, la decisión de Steffel de no titularla como compendio se encuentra explí cita en su intención de mejorar la obra del jesuita mexicano, a lo que a la vez debió de haberse sumado el convencimiento de que su labor nutriría, de forma más plena, el conocimiento gramatical de esa lengua. Esto se puede constatar en una sección del libro de Steffel donde manifiesta la intencionalidad de que la lectura de su obra considere como auditorio a sus coterráneos europeos, declaración que a su vez permite apoyar la hipótesis de que el autor se aleja de la agenda misionera emanada de los cánones establecidos por la corona de España y dimensionar su obra como una empresa de mayor valía.10 A este respecto, véase la nota que sigue:
Fragmento 1:
Muchas de las cosas que conforman la sintaxis las organicé a partir de las anotaciones del P. Guadalaxara, para que el aprendiz las tenga a la mano en las circunstancias adecuadas; por mi parte, he añadido algunos giros que, según mi larga experiencia, me parecieron por demás cultos y educados. (Steffel 1799. Libro décimo. Sobre la sintaxis).
Asimismo, conviene señalar que el peso de la intención gramaticográfica de Steffel no solo valora el considerar como su audiencia lectora a los hombres cultos de Europa, sino también el hecho mismo de centrarse en una lengua hablada por nativos de América, lo cual ha sido apuntalado por autores como Guzmán Betancourt (1994). A este respecto, cabría recordar lo que este último autor señala en cuanto a las artes o gramáticas que se comenzaron a desarrollar desde el inicio del siglo XVI, ya que este sentir permite visualizar el que Steffel comulgue con otros autores su interés por dar cuenta gramatical de lenguas que no tenían el estatus de clásicas como el latín, griego y hebreo, pero que tampoco se encontraban entre las que representaban a los imperios de la época. Considérese lo que este autor señala:
En 1505 a fray Pedro de Alcalá le toca inaugurar, con su Arte y vocabulista arávigo, la nueva orientación que en lo sucesivo adquirirán los estudios lingüísticos, que consiste en ir dotando de tratados gramaticales y diccionarios a lenguas que tiempo antes habría sido impensable ver sistematizadas de esa manera. (Guzmán Betancourt 1994: 106-107).
El segundo aspecto que más destaca en la gramática de Steffel es el que su obra se encuentre en latín y no en español, lo que pudiera entenderse como natural, dado que la lengua materna de este autor no era el español y que para los años en que cierra su obra mediaban ya más de 15 de encontrarse fuera de los dominios de España. Dicho contexto podría explicar la preferencia del autor por el uso del latín, y además reforzaría la propuesta de que su intencionalidad al escribir la obra no se posiciona, ni comparte, la mirada misionera, sino que orienta su trabajo para lograr una interlocución sobre aspectos de la gramática de una lengua con hombres cultos de la época. Esto puede también constatarse en el prólogo de su diccionario donde dirige la siguiente pregunta: “¿Quién encontrará utilidad a este libro mío?” (Steffel 1809: 297).11
Este mismo posicionamiento se reitera en que la obra se despega un tanto del canon de las gramáticas renacentistas o misioneras al acercarse a un modelo racional del quehacer gramaticográfico, es decir, representativo ya del siglo de la Ilustración. Este detalle se observa en que Steffel incluye lo relativo a los temas de la pronunciación y notas ortográficas de la lengua, no en los contenidos propiamente dichos de la gramática, como sí se incluían en el Arte regia de De la Cerda (1601),12 y en Guadalaxara (1683), sino en los prolegómenos de la obra.
En la gramática de De la Cerda (1601), los temas sobre la prosodia y métrica se encuentran, desde la edición de 1599 -según lo indica Gómez Gómez (2013) - , en el libro V de la obra, lo cual coincide con el libro V del Compendio de Guadalaxara (1683). Esta diferencia en cuanto a la organización de lo prosódico deja entrever que el autor moravo aplica una concepción distinta que podría considerarse parte del modelo racionalista de la gramática.
Finalmente, cabe también reiterar que la opción de Steffel de denominar a su obra como gramática y no compendio, a la usanza de Guadalaxara, estaba sin duda alguna, como ya hemos mencionado, motivada por el interés explícito de mejorar la obra de su antecesor, el jesuita mexicano, ya que en un compendio generalmente no se solía abundar en la especificidad de los temas tratados, sino que solo se enfocaba en lo central o básico de lo gramatical.
Fragmento 2:
Como en un principio no era mi intención escribir una sintaxis, muchas de las cosas pertinentes a este tema se encuentran dispersas en los anteriores apartados de la obra, principalmente aquellas que atienden a la recta conjunción y posposición de las partículas y de los adverbios que van con nombres, pronombres y verbos, ya sea al interior o delante de ellos, en los que radica no solo el buen empleo de esta lengua, sino también su mayor dificultad y toda su belleza. (Steffel 1799. Libro décimo. Sobre la Sintaxis).
Apoyo la actitud de Steffel con otra nota que da en su gramática, y en la que se hace notorio la valoración que manifiesta no solo hacia la lengua de los tarahumaras -“su belleza”, también en el fragmento 2 anterior- sino también hacia la cultura de ellos:
Fragmento 3:
Ahora trataremos aquellas partículas y adverbios que los tarahumaras unen indistintamente a los pronombres, pues casi la total esencia de esta lengua, e incluso su belleza consiste en su recta juntura, como puede verse en los ejemplos que ponemos más adelante. (Steffel 1799. Libro segundo. Capítulo IV. Del uso de las partículas con los pronombres).
4. Gramática racionalista o de uso
Hasta ahora no hay ningún estudio que analice la obra de Thomas de Guadalaxara con la intención de posicionarla en las corrientes gramaticales existentes -expresión con la que no necesariamente me remito a los llamados paradigmas de gramatización de Hernández Triviño (2016), que aluden al quehacer gramatical de la tradición hispánica. Me refiero a posicionarla y comprenderla frente a obras como las de Nebrija y Sánchez de las Brozas; la del primero centrada en un fuerte enfoque normativo y la del segundo, sobre todo a partir de la llamada Minerva, dentro de un marco de enfoque racional y alcance universal, pese a restringirse a una sola lengua. Martínez Cuadrado (2003: 115) advierte que “el paso definitivo” hacia un modelo de gra má tica racional “se daría en el siglo XVII, en el marco del racionalismo cartesiano”.13 Este mismo autor reconoce que la Minerva de Sánchez de las Brozas14 “apunta hacia la universalidad de las reglas gramaticales”, lo que se constata mediante frases que utiliza el autor de la obra, entre ellas: “en todos los idiomas”, “ninguna lengua”, además de ejemplos de otras lenguas.15
En cuanto al historial de la escuela jesuítica en México, de acuerdo al estudio de Hernández Triviño (2016), la autora reconoce un total de 9 gramáticas, 4 en lengua náhuatl y 5 en lenguas del noroeste de México, aunque hay que advertir que sobre estas últimas lenguas, Hernández Triviño omite mencionar el Arte de la lengua el névome o pima de Sonora, publicado por Smith (1862). Todas las gramáticas escritas por miembros de la Compañía de Jesús se ubican cronológicamente entre la tercera mitad del siglo XVII e inicios del XVIII, lo que es natural si recordamos tanto el surgimiento de la Compañía de Jesús,16 como su arribo a la Nueva España en 1572 y los límites temporales en los que les tocó realizar misión en México antes de ser expulsados de los dominios de España.
Según Hernández Triviño (2016: 40), en el paradigma jesuita de la gramatización “se plasmó un nuevo modelo que supuso una vuelta al clasicismo”, ya que acuden al “Nebrija reformado” frase con la que fue conocida la obra publicada por De la Cerda (1601),17 a lo que se suma, según las observaciones de la autora, el que respetan, en mucho, lo hecho para el náhuatl por Rincón (1595) y Carochi (1645). Véase el Cuadro 1, donde además de los años de nacimiento y fallecimiento (entre paréntesis), es posible observar el orden de los contenidos de las obras de los dos autores y donde se observan leves diferencias, como que Rincón atienda lo relativo a la cantidad vocálica, acentos y saltillo en el libro quinto, en tanto Carochi trate el tema relativo a letras y acentos en su libro primero. Estas diferencias tendrían que analizarse a la luz de lo que Smith Stark (2000: 30) señala cuando afirma que estas obras representan “una tradición homogénea de descripción gramatical”.
En cuanto a lo relativo a las gramáticas jesuitas de las lenguas habladas en el noroeste de México (véase Cuadro 2), hasta ahora falta incursionar en un análisis comparativo similar y de mayor detalle de los contenidos de cada una de ellas para poder determinar el modelo que aplicaban. Sobre todo porque solo a partir de ese estudio de mayor profundidad se podrán reiterar las similitudes que muestran y por lo tanto el modelo que asumen, para finalmente explicar hasta qué grado adoptan o se alejan del clásico y renacentista, y si en esto muestran coincidencias con la obra de Steffel (1799).18
Gramática | Fecha estimada de elaboración | Autor y año de elaboración o publicación<?> | Editores y año de publicación o reedición |
Compendio del Arte de la lengva de los Tarahvmares, y Gvazápares. | s. XVII | Thomas de Guadalaxara (1683) | Rodríguez (2010) |
Arte de la lengua Teguima vulgarmente llamada Opata. | s. XVII | Natal Lombardo (1702) | Guzmán Betancourt (2009) |
Arte de la lengua cahíta conforme à las Reglas de muchos Peritos en ella. | s. XVII | Atribuida a Juan B. de Velasco, 1593, 1613 y Tomas Basilio, 1737 | Anónimo (1737) Eustaquio Buelna [1890], (1989) |
Arte de la lengua tepeguana, con vocabulario, confessionario, y catecismo | 1731-1737 | Benito Rinaldini, 1743 | Guerrero Romero (1994) |
Arte de la lengua névome, que se dice pima, Propia de Sonora: Con la Doctrina Christiana Añadidos | s. XVII<?> 1621-1647 | Atribuida a Baltasar de Loaysa (Francisco Oliñano) | Smith (1862), (1970) |
Arte y Vocabulario de la lengua dohema, heve o eudeva | s. XVII | Atribuida a Baltasar de Loaysa | Smith 1861, 1970 Pennington 1981 |
Grammatica Linguae tarahumaricae | 1799 | Matthäus Steffel | Estrada Fernández & Grageda Bustamante (en desarrollo) |
Avanzando en esta dirección, al contrastar la obra de Steffel (op.cit.) con otras producidas por autores jesuitas, como Guadalaxara (1683) y Rinaldini (1743), puede observarse que efectivamente hay algunas similitudes, pero también diferencias, entre ellas, que Stef fel se centra en las clases de palabras y en la inclusión de temas relacionados con la prosodia, dígase pronunciación, ortografía y acento, fuera de los capítulos gramaticales propiamente dichos. Guadalaxara, en cambio, como ya señalé, discute brevemente detalles de lo prosódico en el proemio y los retoma en el capítulo quinto. Dicha organización no se aprecia en la obra de Rinaldini (1743). Sorprende este aspecto si se toma en cuenta que Steffel incursiona en la región Tarahumara cuando el autor de la gramática de la lengua tepeguana aún se encontraba viviendo en la misma zona.19 A este respecto Merrill (2020: 75) señala que el misionero moravo debió de haberse presentado en la misión de Coyéachic donde Rinaldini fungía “como uno de los superiores de la Provincia de la Tarahumara”, factor que podría haber influido para que el joven jesuita tuviera acceso a la gramática y vocabulario de la lengua tepeguana, a menos que la hubiera conocido con anterioridad, precisamente en el Colegio de Tepotzotlán, porque había sido publicada casi 20 años atrás.
Además, hay que destacar que el rasgo más característico de la gramática de Steffel (1799) en relación a la de Guadalaxara (1683) es el de adoptar la descripción gramatical con base en las ocho clases de palabras. Hernández Triviño (2016), en su estudio sobre las gra má ticas misioneras mesoamericanas, advierte que en la tradición jesuítica fue Diego de Basalenque (1577-1651), en su gramática de tarasco, el único en aplicar este principio de ordenanza gramatical de las ocho clases de palabras, lo cual se observaba en la escuela agustina.20 Por mi parte, sumaría a la particularidad de la obra de Steffel el que al contrario de lo que se observa en otras gramáticas de las lenguas del noroeste mexicano, el jesuita moravo no se contiene y aprovecha para expresar su apreciación positiva hacia lo característico gramatical del tarahumara, como se observa en los Fragmentos 2 y 3 anteriormente presentados donde destaca el que aluda a la belleza de la lengua.
Aunado a esto, Steffel transita de momentos descriptivos me ticu losos de lo meramente gramatical como en el Fragmento 4, a incursionar en información etnográfica y de uso, como en el Fragmento 5 que alude a la formación de elementos lingüísticos y su posible variación:
Fragmento 4:
El verbo nulá, pospuesto a otro verbo, señala un mandato, p. ej.: simínulá, ‘ordénale que coma’. Y significa lo mismo cuando se junta a un sustantivo, como en pauguínulá, ‘ordénale que traiga el agua’. (Steffel 1799. Libro décimo. Capítulo IV. De la construcción de los verbos).
Fragmento 5:
Igualmente, cuando a un sustantivo se le añade algo, el mismo sustantivo hace las veces de un verbo. De este modo, si al sustantivo pauguíki, ‘agua’, se le quita su última sílaba, ki, debe añadírsele la partícula níre, p. ej.: pauguiníre, ‘significa el cambio’ o ‘la modificación de alguna cosa’. En el entendido de que pauguiníre señala que algo fue disuelto en el agua [énfasis añadido]. Esta misma partícula níre suele aparecer con sustantivos en lugar del verbo húcu, que es defectivo y de ninguna manera puede conjugarse. (Steffel 1799. Libro décimo. Capítulo IV. Sobre la construcción de los verbos).21
En dicho apartado se puede constatar cómo Steffel aprovecha los espacios de descripción de lo gramatical para introducir comentarios que vislumbran su preocupación por lo relativo a diversos aspectos culturales. Así, al clarificar el significado del término pauguiníre, señala que se trata de un cambio cuando algo fue disuelto en agua, para indicar la especificidad de la expresión que nombra esta noción. Otro ejemplo de ello se observa cuando describe lo duplicado de un término introduciendo una descripción gestual para clarificar la expresión de la dimensión de un animal:
Fragmento 6:
También sirve para responder cuánto mide algo, p. ej.: echú o ecubú chomalí?, ‘¿qué tan grande es ese venado?’ se responde extendiendo los brazos [énfasis añadido]: echulú, echululubú, ‘muy grande’. (Steffel 1799. Libro segundo. Capítulo IV. Del uso de las partículas con los pronombres).22
La descripción relativa al gesto que acompaña la expresión en el fragmento anterior es resultado del interés de lo que actualmente diríamos concierne al uso pragmático y etnocultural del uso lingüístico, más notorio se hace esto en otros lugares, donde el autor opta por abundar en aspectos de mayor peso en el ámbito etnográfico:
Fragmento 7:
Si a un sustantivo se le añade la partícula níra, significa la realización de aquello que expresa el mismo sustantivo, como en tamalíníra, ‘hacer tamales’ o bolas de maíz con picante, en medio de las cuales se pone un poco de manteca a manera de relleno adhesivo, se envuelven con las hojas del mismo maíz para que no se derramen, se amarran y se cocinan en una olla. (Steffel 1799. Libro décimo. Capítulo IV. De la construcción de los verbos).
Y continúa:
Fragmento 8:
[E]ste era el común alimento de los misioneros, con el cual, puesto y calentado en las piedras, cerca del fuego, además de queso y de carne cocida secada al aire, en sus itinerarios espléndidamente se alimentaban. Rara vez, en la misma reducción, y para aquellos que estaban en su casa, de carne reciente, aunque no carecieran de animales, era lícito alimentarse. Cuando un cordero era sacrificado, luego de tres días, la carne de los huesos era separada y en largos bocados con un cuchillo cortada, y, con sal esparcida, no al sol, sino a la sombra, debía ser puesta a secar. Confieso, empero, que ni los tamales, ni la carne tostada, fueron un alimento insípido. Esto, fuera de orden, fue placentero insertar aquí, por una razón, para que entiendan los europeos por cuántas delicias allí los misioneros abundaban. Regresemos a los verbos. (Steffel 1799. Libro décimo. Capítulo IV. De la construcción de los verbos).
Además, el misionero aprovecha sus descripciones para introducir notas que se remiten a lo que hoy consideraríamos propias de la estructura de la información, lo que decididamente está orientado por su interés de comunicar a los interesados aspectos relativos a la relevancia de lo comunicado, y que se relacionan con la prominencia de ciertas expresiones del discurso. Esto se observa en el uso de la par tícu la go -que en tarahumara marca tópico o focalización (véase Estrada Fernández 2018)- por lo que la hemos traducido como pues y que se ilustra en expresiones lingüísticas como jolágo ‘hazlo pues’ (jolágo, fac igitur), o cuando se opta por decir simplemente tóco mú tará, ‘cuenta tú’, o taragó mú, ‘cuenta, pues’, con mayor énfasis prosódico, ante lo que Steffel señala que se usa “como si lo dicho fuera muy imperioso”.
En otros momentos, describe aspectos particulares de la gramática del tarahumara con descripciones semántico-culturales, lo que podemos ilustrar con el fragmento donde describe distintos verbos posicionales clasificatorios que distinguen entre posición vertical, posición de remanso de un líquido, o posición no erguida para seres animados:
Fragmento 9:
Pues los tarahumaras distinguen entre el lugar de los hombres, el de los animales domésticos y el de los líquidos o fluidos. Para referirse a un hombre, dicen guamí karé o gatíki, ‘está cerca’ o ‘vive en’; para los fluidos, guamí maní y para los animales guamí chucú. (Steffel 1799. Libro cuarto. Capítulo III. De otros géneros de los verbos).
En cuanto a la intencionalidad explícita que Steffel comunica sobre su quehacer gramaticográfico, cabe recordar que el autor anticipa que su obra puede ser de utilidad para tres tipos de audiencias; así, en su declaratoria, Steffel prioriza como su potencial auditorio, primeramente a los tarahumaras, y en segundo término a aquellos que viven en dominios de España, pero con un tono respetuoso de inmediato alude a una tercera audiencia como serían las personas de otras naciones de Europa, ampliando con esta afirmación la panorámica del alcance de su gramática hacia otros interlocutores como sería el público lector de otras regiones del mundo. Lo que se afirma como sigue:
Fragmento 10:
Concluyo al fin esta obra sin arrepentirme de su esforzada elaboración y de lo que hay en ella, haciéndome responsable de esta gran entrega. No me alegraría poco, si en algún momento este libro se hallara a disposición de la nación tarahumara [énfasis añadido] y principalmente de los que habitan las dominaciones hispanas de aquella alejada región de la América [énfasis añadido], o bien, si que en cierto momento tuviese que escribir una gramática de la lengua tarahumara para el uso de las otras naciones de Europa [énfasis añadido].23 (Steffel 1799. Conclusión de su obra al final del Libro décimo, antes de las Sentencias).24
5. Lengua, cultura y el hacer gramática: distancia de un canon gramatical
Estrada Fernández & Grageda Bustamante (2017) emprenden la comparación de aspectos del quehacer gramaticográfico de Thomas de Guadalaxara y Matthäus Steffel, ambos miembros de la Compañía de Jesús en tiempos en que esta pudo conducirse en territorios de España y particularmente en la Nueva España. Los autores cierran su contribución con una hipótesis interesante que respaldan a partir de una serie de comentarios que Steffel incluye en su gramática. Por el interés que estas opiniones ofrecen para el análisis de las perspectivas que estos dos autores tienen en su quehacer, repetimos aquí algunos de estos fragmentos. Con lo anterior nos detenernos y recapacitamos en la intencionalidad de Steffel al afirmarlas. La primera de ellas es la que Steffel menciona también en su Tarahumarisches Worterbüch, y se refiere al modo de contar de los tarahumaras en el Libro primero, Capítulo IV:
Fragmento 11
Al contar, los tarahumaras no sólo pronuncian los números, sino que se esfuerzan en mostrarlos con el apoyo de las articulaciones de sus manos e incluso de sus pies. Cuando dicen diez, ponen los diez dedos de la mano frente a quien los oye; cuando dicen veinte, curvando el dorso, extienden los dedos de las manos hasta los dedos de los pies; y cuando dicen el doce, toman en cuentan las articulaciones de cuatro dedos. (Stef fel 1799. Libro primero. Capítulo IV. De los nombres numerales, y los varios modos de numerar).25
Asimismo, encontramos comentarios que aluden a los sentidos humorísticos que tienen algunas expresiones numéricas, aunque omite explicar el sentido al que alude, como se observa en el Fragmento 12:
Fragmento 12:
En sus bromas, indican el número 48 con la voz piléhocamek, que nunca emplean con otro uso, por lo que parece ser una palabra de juego. ( Steffel 1799. Libro primero. Capítulo IV. De los nombres numerales, y los varios modos de numerar).
De modo insistente Steffel introduce comentarios donde se atisba, abiertamente, su admiración por los tarahumaras, sea por sus bailes, sus comidas, su juego de pelota, sus cantos, su forma de cruzar los torrentes de agua o la constitución física que gozaban. En ese proceso descriptivo etnocultural, Steffel también ejerce una visión crítica al observar detalles que desde su parecer no eran propios de los tarahumaras:
Fragmento 13:
Cuando [los tarahumaras] entregan las raciones en oficio o especie, ya sea en granos de trigo turco, en guijarros o en bolitas para la elaboración de un rosario, las ponen frente al cacique que porta el bastoncillo y este las divide en porciones de diez en diez con un cuchillo, sin embargo, debido a que este modo de contar tiene preferencia por un número romano, no parece que sea propio de los tarahumaras, sino una aportación de los misioneros para ayudarlos en su ignorancia. (Steffel 1799. Libro primero. Capítulo IV. De los nombres numerales, y los varios modos de numerar).26
Lo que podría ser considerado una propiedad retórica-expresiva es la triple enunciación de la partícula erú, para la que Steffel advierte que se enuncia cuando el interlocutor desea aprobar lo dicho por el narrador. La descripción que el autor moravo hace seguramente remite a un acto mediante el cual el interlocutor procede a asentir, confirmar, o incluso matizar, con cierto grado de certeza o empatía, con lo que el narrador afirma, como el Fragmento 14 describe.27
Fragmento 14:
Erú significa concesión para hablar; así, cuando algo es narrado por los tarahumares, al que asienten, con mucha frecuencia repiten erú erú erú. é es una partícula que a los nombres pospuesta incita la atención; p. ej.: Pedróë, así es Pedro. (Steffel 1799. Libro segundo. Capítulo IV. Del uso de las partículas con los pronombres).
Antes de concluir este trabajo, deseo destacar un tema aún pendiente en la valoración historiográfica de la obra de Steffel y la de otros misioneros de la Compañía de Jesús que describieron las lenguas del noroeste de México. El tema amerita una investigación completamente independiente y meticulosa, ya que se trata de ilustrar solo un aspecto donde Steffel se convierte en aportador crítico de lo que debería ser una terminología descriptiva para estas lenguas. En el fragmento que sigue, el autor, al contrario de varios otros jesuitas, termina por aceptar el llamar posposiciones a estos elementos lingüísticos en esta lengua:
Fragmento 15:
A las preposiciones de la lengua tarahumara sería mejor llamarlas posposiciones, pues frecuentemente todas se colocan después de los sustantivos. (Steffel 1799. Libro quinto. Capítulo I. Del significado de las preposiciones).
El análisis de varios de los aspectos a los que me he referido en esta sección, tanto en la gramática de Steffel como desde una visión comparativa, permitiría apreciar con profundidad el desarrollo de un modelo gramaticográfico distinto al que en general manejaron otros jesuitas que se centraron en lenguas yuto-aztecas del noroeste de México. El análisis también permitió identificar con claridad el parteaguas que caracteriza a este autor que manifiestamente se sitúa guiado por satisfacer la curiosidad de un lector fuera de la agenda misionera y orientado hacia una visión más universal de las lenguas del mundo.
6. Reflexiones finales
Esta contribución se ha planteado tres propósitos: el primero de ellos, relativo a si la Grammaticae linguae tarahumaricae debe ser considerada aún parte de la llamada Lingüística Misionera, tiene dos posibles respuestas: una afirmativa si consideramos que Steffel se formó durante cinco años en el Colegio de Tepotzotlán, donde seguramente aprendió el oficio de escribir este tipo de estudios; y la segunda posible respuesta es negativa, que en realidad depende de la segunda interrogante. Esta segunda inquietud plantea si la gramática de la lengua tarahumara califica como típica obra misionera, a la que debemos responder que no exactamente. Esto debido a que, como en este trabajo se ha argumentado, el quehacer gramaticográfico de Steffel se visualiza ya inserto en lo que sería propiamente el Siglo de las Luces, el cual, unido al interés de carácter etnográfico, orientado hacia la observación crítica sobre el comportamiento y organización de los elementos y construcciones gramaticales, son señales de que su obra se despega de los cánones clásicos de las gramáticas misioneras.
En lo relativo al tercer propósito, sobre si el autor deba ser todavía considerado miembro de la Compañía de Jesús, la mejor posición es acudir a la opinión del mismo Steffel y a cómo él mismo se visualiza al momento del cierre de su gramática. El contenido de los últimos párrafos de la Grammaticae linguae tarahumaricae de Matthäus Steffel permite validar que el juicio histórico que hagamos de ella no puede dejar de considerar a esta obra como producto de un jesuita, pese a la distancia que media entre la época en que ejerció misión durante su corta estancia en la Nueva Vizcaya y el momento en el que dio cierre a su obra, que, como se ha mencionado, ocurrió varios años después de su destierro por el decreto de suspensión de la Compañía de Jesús. En esto, se hace referencia al reclamo directo y enfático que no podremos saber si fue iniciativa aislada del autor o un sentimiento compartido por sus colegas que lo acompañaron en el diálogo gramaticográfico. Como audiencia lectora, observamos que en ese mensaje, o mejor dicho, “denuncia de cierre”, en la forma como Steffel se dirige, el autor hace uso del plural, lo que implica la inclusión de un grupo de coterráneos, dígase personas que compartieron la experiencia de la expulsión y destierro de los dominios españoles pertenecientes a la Compañía de Jesús. El fragmento que enseguida cito nos ofrece la mejor manifestación del autor de que al cierre de su obra se posiciona como miembro de esa orden y de que emite su reclamo a nombre de todos los pertenecientes a ella en el momento de la expulsión:
Fragmento 16:
Ciertamente, si existieran los medios para volver allá, nada me detendría, ni el largo viaje por tierra y mar, ni la pesadez de una edad ya vivida, ni me privaría de viajar a la [región] tarahumara a fin de procurar la salud eterna de esa pobre y miserable gente, para promover la mayor gloria de Dios durante los últimos días de mi vida, ofreciéndole las restantes fuerzas de mi cuerpo y de mi alma, a través de las cuales me consagraría, ¡ay! Destilando lágrimas de los ojos e íntimos sollozos desde el intenso dolor de mi corazón, involuntario, como un rebelde, soy un reo exiliado de lesa Majestad [énfasis añadido]. ¡Oh Dios! ¡Tú sabes la falsedad de esa acusación! Si es que aún se encuentra entre los vivos, Señor Carlos de Agüeros, Ilustrísimo Gobernador de todo el nuevo reino de Vizcaya, cultivador de la más estricta justicia, hable pues de la [región] tarahumara, que junto con nosotros mostró fidelidad tanto a usted como al rey, hable de toda Vizcaya, de la que sabe más que nosotros, y no guarde silencio, como si estuviera frente a Dios. ¿Y por qué razón, usted, Señor Obispo Pedro de Tamarón, quien exploró con sus propios ojos toda la [región] Tarahumara poco antes de nuestra expulsión, juzgó como crímenes de perfidia las cosas que habíamos hecho? (Steffel 1799; como nota final de su obra).
Este legado de Steffel no solo reconoce que el autor aún se consideraba miembro de la orden, sino además convierte el final de su obra en un documento de denuncia política y reclamo a personas en particular, entre ellos, al gobernador de la Nueva Vizcaya en el momento de la expulsión, y al obispo Pedro de Tamarón como antesala a su mensaje de injusticia que proyecta hacia el futuro, como se observa cuando continúa:
Fragmento 17:
Sin embargo, la inocencia sucumbió [refiriéndose a la de la orden], la lengua de los malditos venció, la perversidad y la conspiración de algunos mentirosos prevaleció ante la verdad, la probidad y la fidelidad de otros. El crimen que se nos ha impuesto, en su momento, será algo que nuestra época pueda enseñar a otras [énfasis añadido], y estos mismos calumniadores serán considerados como aquellos que fueron adiestrados para ruina de los reinos. De corazón, perdonamos la rapiña de los que, con buen nombre y fama, arrojaron esas injurias, y pedimos a Dios que sea indulgente con los que en esta vida dan mal por bien, pues, cuando estén en la otra, seguro se arrepentirán y les serán dados los premios eternos. (Steffel 1799, como nota final de su obra).
Apreciar los fragmentos que se han incluido en esta contribución permite finalmente apreciar el quehacer de Matthäus Steffel como autor y jesuita que ejerció misión en la región tarahumara.