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Estudios de Asia y África

versión On-line ISSN 2448-654Xversión impresa ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.50 no.1 Ciudad de México ene./abr. 2015

 

Reseñas

Abbas Amanat y Farzin Vejdani (eds.), Iran Facing Others: Identity Boundaries in a Historical Perspective

Agustín Hernández Berea* 

*El Colegio de México, México.

Amanat, Abbas; Vejdani, Farzin. Iran Facing Others: Identity Boundaries in a Historical Perspective. Nueva York: Palgrave Macmillan, 2012. 292p.


Con la imagen de Rostam levantando por los aires a un div, este volumen define en un instante la temática de sus páginas desde su portada. La ilustración del héroe iraní por excelencia derrotando al div (que representa las fuerzas indómitas de la naturaleza, la magia oscura, la tierra incógnita y los habitantes salvajes que en ella habitan) sin usar otra cosa más que fuerza es, sin duda, una declaración. La imagen no dice dos cosas más igualmente importantes. Una, que esta victoria de Rostam se debe en partes iguales a su fuerza y a su astucia. Antes del momento plasmado, el héroe debió usar toda su inteligencia para engañar al div y así arrojarlo al océano para nunca más sufrir su invasiva presencia. Segunda, que este tipo de imágenes, junto con los pasajes del Shahnameh que representan, son símbolos fácilmente identificables para virtualmente cualquier iraní; pero su relevancia escapa a los extranjeros. Así se dilucidan los motivos del Shahnameh y de las relaciones de inclusión-exclusión que conforman la identidad; referencias que habrán de aparecer a lo largo de todo el texto.

El trabajo está formado por doce artículos vinculados a la discusión académica contemporánea en torno de la identidad iraní. Su objetivo es mostrar las distintas arenas en las que hoy se discute lo que constituye la iranidad, sin buscar la toma de posturas fijas o esenciales relativas a dicho concepto. En línea con el proyecto trazado, cada capítulo despliega conceptos, polémicas y autoridades propios. La diversidad disciplinaria que ofrece se presta, como una gran oportunidad, para comprender mejor la forma en que los iranís enfrentan retos internos y externos mediante la instanciación y universalización de su identidad. Nótese, no obstante, que la información tratada en ocasiones es especializada y no representa un modo idóneo de introducirse a la iranología en general.

Las primeras páginas del texto corren a cargo de los editores. Primero con un prefacio de Vejdani a manera de breve exposición de motivos y temas, los cuales surgen del ciclo de conferencias dictadas, en 2008, en la Universidad de Yale bajo el título de “Facing Others: Iranian Identity Boundaries and Modern Political Cultures”. A continuación, el doctor Amanat ofrece un trabajo valiosísimo a guisa de introducción. En estas páginas presenta las principales preocupaciones que han movido la búsqueda por la identidad en Irán, comenzando, como es de esperarse, con uno de los pasajes más famosos del Shahnameh de Ferdowsi: la historia de Rostam y Sohrab. En obvia discusión con el primer capítulo (y con la tesis doctoral de su autor, Dick Davis), el texto aborda las ansiedades personales de los iranís frente a los múltiples compromisos identitarios que debe enfrentar toda persona. Usando magistralmente este punto de partida, Amanat arranca una revisión conceptual e histórica del tema que da origen al libro. En un ejercicio apabullante de agilidad mental y erudición, el autor nos lleva de la épica del siglo XI a la historia política del siglo XVI, a la dinastía Pahlavi, de regreso al Shahnameh, a los espejos de príncipes, a la conquista árabe, al islam, al sur y sureste de Asia persianizado; en fin, a casi todo lugar y tiempo donde lo persa y los iranios dejaron una huella. En el proceso, el autor muestra la importancia que esos recorridos tuvieron para la identidad iraní.

A continuación, Dick Davis, probablemente el más importante académico sobre el Shahnameh en lengua inglesa, abre el apartado de “Exclusión cultural y memorias cuestionadas”. El tema que trata, como es de esperarse, es la obra de Ferdowsi. En su artículo se aleja de la tónica de sus obras más populares de análisis literario y filológico para presentar evidencias textuales de que esta épica, enarbolada por tantos años como la piedra angular de la identidad iraní, está muy lejos de presentar una definición fija de lo que es Irán. Lo que es más, sus historias más famosas se desarrollan en países periféricos para el Irán actual y con personajes cuyo origen étnico no es necesariamente persa. Así desmiente el mito de una delimitación histórica inmemorial del territorio y el pueblo que sustentan al Estado-nación moderno.

Continuando sobre la disciplina literaria, Sunil Sharma nos presenta un muy útil panorama sobre el concepto de ‘ajam o mundo persófono o persianizado. Tras rastrear los escritos de crítica literaria persa, particularmente los diccionarios biográficos literarios (taskereh), la obra del maestro Edward G. Browne y su equivalente en urdu, Shibli Un’mani, el autor llama la atención hacia la exclusión de los cánones literarios de la abundante producción literaria en lengua persa de autores indios. Para cerrar el apartado encontramos un trabajo sobre la apropiación y olvido consciente de la figura del mazdakita azerí Babak Jorramdin, quien lideró una poderosa rebelión contra el poder del califato abasí. En juego con la identificación islámica o preislámica de la identidad nacional, su figura se recibió de formas distintas en Irán. Por otra parte, también se convirtió en un símbolo de la independencia azerí y del comunismo iraní. La figura histórica y su actitud hacia el gobierno árabe, pero también hacia el general iraní que lo sometió, así como su filiación religiosa y étnica, ejemplifican las ansiedades que provocan estas figuras “limítrofes” en la idea de lo iraní.

Precisamente el problema de los límites, establecidos fijamente por el Estado pero difusos en términos sociales, es el locus del artículo de Fariba Zarinebaf. Inscrito en el apartado sobre imperios y encuentros, su propósito es llamar la atención hacia la porosidad de la frontera que supuestamente separó a los imperios iranís y otomano. Para probar su dicho recurre a referencias históricas sobre el intercambio perenne entre ambos poderes, tanto de población general como de príncipes y aspirantes a los tronos vecinos. De particular interés son las páginas sobre los Qizilbash iranios y los Celali otomanos, cúpulas militares de gran importancia para ambos Estados abrigados por el enemigo en caso de enemistarse con sus patronos originales.

En contraste con la sensación de profunda implicación entre otomanos e iranís del capítulo precedente, los siguientes tres capítulos lidian con los Otros lejanos, casi aparecidos de la nada. Los autores de los siguientes capítulos nos informan cómo la llegada “repentina” de los rusos y la lenta infiltración de los británicos ocasionaron respuestas muy distintas, que van desde la negación de la humanidad del Otro atemorizante hasta la interiorización del Otro admirado. Cabe destacar que el apartado sobre imperios dedica dos capítulos, bien merecidos, a los británicos y uno, respectivamente, para otomanos y rusos. Pero la ausencia del encuentro con Francia es desconcertante, apenas y se le menciona al paso una o dos veces en todo el libro. El asombro es aún mayor cuando el mismo Amanat nos dice “los franceses, que ejercieron la mayor influencia cultural en la conformación del Irán moderno” (p. 128). Además, uno se pregunta si la oposición otomana y la idea de “turcos” no fueron más relevantes para el imaginario iraní de lo que se admite; pero el libro apunta hacia construcciones modernas de identidad, donde los grandes referentes estuvieron en Europa. Además, algunas oposiciones no se presentan en su historicidad, sino en su resignificación a la luz de la tensión islámica-preislámica.

Con la salvedad de la ausencia francesa veremos que los otros dos actores, Rusia e Inglaterra, serán referentes esenciales para la identificación de lo que es Irán hacia el exterior. La imagen del imperialismo ruso, expuesto en extenso por Rudi Matthee pero presente constantemente a lo largo del resto del volumen, nos indica hacia el enemigo desconocido y “bárbaro”. Aunque el autor admite que en el imaginario popular la amenaza inminente siempre fue Inglaterra, y después Estados Unidos, se pregunta por qué es de esa manera si este último tuvo presencia militar limitada a dos invasiones en la costa sur; mientras que el imperio ruso ocupó buena parte del norte del país y arrebató militarmente todas sus posesiones del Cáucaso. Más adelante expone el marcado carácter de incivilizado que se daba a los rusos, pero también el escaso conocimiento que se tenía de ellos. El término preferido para referirse a ellos, Rus-e manhus, “Rusia ominosa”, esclarece qué papel se daba a este imperio. En contraste, vemos un periodo de entusiasmo rusófilo con el reinado de Catalina la Grande, quien ocasionó admiración por su gran habilidad y por su género, al grado que se le conoció con el calificativo de Jorshid kolah, “coronada por el Sol”, seguramente en referencia al Farr o aura regia que se decía tenían los grandes reyes iranios preislámicos.

Los siguientes dos artículos dedican su atención a las distintas reacciones que provocó el imperialismo británico. En el artículo del doctor Amanat sobre anglofilia y anglofobia vemos las ambivalencias de este imperio lejano. A diferencia del miedo provocado por Rusia, Inglaterra inspira admiración inicialmente cuando el aparato imperial británico aún se antojaba lejano; esta actitud cambia levemente con la expansión del imperio británico de India hacia el golfo Pérsico. Sin embargo, en vez de provocar un rechazo absoluto, esta nueva amenaza transformó la admiración en una idealización de la inteligencia y poder inglés, como el imperio invencible que Irán aspiraba a ser. Este último punto es desarrollado con mayor detalle por Lyman Stebbins, quien, no obstante, casi ninguna parte de su argumentación la dedica a lidiar con asuntos de identidad. Su trabajo expone las estrategias políticas seguidas por el imperio británico entre 1890 y 1919, que consistieron en promover lazos fuertes con las familias aristocráticas regionales para después impulsar un involucramiento más directo en la política central iraní después de la revolución constitucional y el tratado anglo-ruso.

El apartado que sigue se aleja mucho del tema político para regresar a la apropiación del pasado en la construcción de una ideología nacionalista. Quizá el capítulo tercero sobre Babak Jorramdin se ubicaría más apropiadamente en este grupo, pues los dos artículos de esta sección ofrecen visiones sobre las ambigüedades de la identidad en las zonas periféricas y su apropiación o rechazo por el Estado central. A este tenor, Afshin Matin-Asgari muestra las dificultades del debate académico en torno de la identidad iraní moderna. Cuestiona las dificultades que provoca la promoción de una sola variedad de lengua irania, el persa, como lengua nacional, en detrimento de otras tantas presentes en el país; igualmente, cuestiona la identificación étnica de los iranís con los grupos del sur de Irán, los persas, los cuales no representan la diversidad étnica nacional. A estas preguntas responde aduciendo la agenda enarbolada por la dinastía Pahlavi de reapropiación del pasado imperial aqueménida y sasánida. Finalmente, muestra cómo esta política identitaria se plasmó en la enseñanza forzosa del persa en todo el país y en discursos exclusivos de identidad.

En el siguiente capítulo, Chehabi responde al exclusivismo persa con un artículo muy informativo sobre las estrechas relaciones entre Irán e Iraq, así como sus ambiguas identidades en ambos lados de la frontera. Para desmentir el discurso de esencial oposición entre ambos países propugnado a partir de la guerra de la década de 1980, el artículo muestra que las poblaciones siguen yendo y viniendo. Con estos movimientos se comparten ideas y vidas sin verdadero correlato en las políticas estatales. Para mostrar su tesis nos muestra ciertos grupos importantes presentes en ambos lados de la frontera. El más importante, dice, es el de los shiitas y sus lugares de peregrinación, ‘atabat, y centros de aprendizaje que promueven los lazos entre comunidades; también dedica algunas páginas a los kurdos, asirios, caldeos, judíos, bahaís y los ulama de doble nacionalidad que han jugado papeles importantes en la vida pública de los dos países. En un tono más personal, también llama nuestra atención hacia las múltiples similitudes lingüísticas, gastronómicas, musicales, arquitectónicas, rituales y deportivas.

Cierra el volumen el apartado sobre la conformación de la identidad en la sociedad. Teniendo como referencia la diversidad presente en el país frente a la imagen monolítica propugnada por el Estado, tres autores señalan identidades que se han presentado como el Otro dentro de Irán: judíos, zoroástricos y bahaís. Sobre los judíos demuestra Daniel Tsadik que existe, ciertamente, una idea de particularidad judía, pero también de iranidad. Esta combinación se ve demostrada en el dialecto judeopersa que, por cierto, fue el primero que utilizó la lengua persa moderna. Adicionalmente, la jerarquía de estas dos identidades ha encontrado reacciones distintas: mientras que algunos judíos iranís han preferido la tierra en la que nacieron sobre su “tierra ancestral”, otros han preferido migrar, pero conservando una comunidad única de judíos-israelís (o estadounidenses o europeos) iranios.

Mina Yazdani, por su parte, construye un artículo muy interesante sobre la demonización de los bahaís a partir de Las confesiones de Dolgoruki. Éste es un texto apócrifo que supuestamente expone las maquinaciones del ministro ruso en Irán, Dolgoruki, para crear un movimiento que dividiera al país y así facilitar la consecución de ambiciones rusas. Aunque el texto comenzó como una carta que demandaba su reproducción o, de lo contrario, alguna gran calamidad caería sobre el receptor (como los correos electrónicos cadena), recibió total credibilidad a pesar de sus inconsistencias. Numerosos ulemas creyeron en su contenido, mientras que para la academia bahaí demostrar su falsedad fue un objetivo prioritario. Al final, este proceso de creer y desmentir terminó por popularizar el texto, lo cual trajo consecuencias fatídicas para la comunidad bahaí, a la que se identificó con el enemigo del norte. Algo parecido sucedió con los zoroástricos, cuya identidad religiosa fue utilizada por la dinastía Pahlavi como lo auténtico iraní. En el proceso, las comunidades zoroástricas fueron cuestionadas sobre la naturaleza de su identidad: ¿era religiosa o era étnica? Posteriormente, con el ascenso del discurso islamicista, los pocos grupos zoroástricos se vieron forzados a internacionalizarse, y se diluyeron gradualmente al punto que hoy se teme su desaparición.

En conclusión, Iran Facing Others es un texto obligado para el estudio de lo que constituye Irán. O, mejor dicho, de cómo se ha construido la idea de Irán y la iranidad. En él podemos hacernos ideas más claras sobre las dificultades internas y externas que han llevado a los discursos más radicales de iranidad, pero también adquirir nociones básicas que distingan entre Irán, mundo iranio, persa, iraní. Su lectura, sin embargo, no debe hacerse sin un conocimiento previo de historia general de Irán, particularmente del siglo XVI en adelante.

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