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Medicina y ética

versión On-line ISSN 2594-2166versión impresa ISSN 0188-5022

Med. ética vol.31 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2020  Epub 21-Ago-2023

https://doi.org/10.36105/mye.2020v31n3.02 

Artículos

Postmodernidad, tecnología y comunicación humana*

Mario Souza y Machorro** 
http://orcid.org/0000-0002-9599-6845

** Psiquiatra, psicoterapeuta y psicoanalista. Miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética. México. Correo electrónico: souzaym@yahoo.com


Resumen

El vínculo postmodernidad tecnológica/comunicación humana tiene en los mass-media, la TV, el cine, el internet y sus derivados; en las publicaciones sin censura y en la publicidad, herramientas de distorsión educativa y de salud comunitarias. La postmodernidad impacta en la organización social y en la cultura con su dicotomía de racionalismo vs. irracionalismo. La visión kantiana de la ciencia, la moral y el arte en pro de una sociedad más justa, libre y feliz, se desmorona en el intento de «superar la modernidad». La sociedad cibernética burocratiza e impide la libertad del hombre. Los mass media y la sociedad de la comunicación no han generado una sociedad más «transparente» o consciente de sí misma, sino más compleja y caótica. Las dicotomías sujeto-objeto y público-privado hacen al individuo ajeno a su vida, un elemento de ciencia ficción, inmerso en un proceso virtual que lo desplaza a mundos electrónicos. En el éxtasis de la comunicación el medio predomina con su dispersión sobre el mensaje; el saber científico se orienta al desarrollo tecnológico y al poder, destacando su aspecto lingüístico, que no impide que cada vez más se hable y se escriba peor. El impacto de los mass media impulsa conductas antisociales y una «búsqueda de sensaciones intensas», para aplacar estados emocionales derivados del vacío existencial, de la frustración e insatisfacción vital de ciertas poblaciones. La persistencia de la divulgación enajenante, alienadora de la autoconciencia y falseadora de la realidad, no fomenta el desarrollo de una función personal, vincular y social saludables.

Palabras clave: postmodernidad; tecnología; comunicación; mass media; irracionalidad; enajenación

Abstract

The link postmodern technology/human communication has in mass media, TV, cinema, the internet and its derivatives, uncensored publications and advertising tools of educational distortion and community health. Postmodernity influences social organization and culture with its dichotomy rationalism vs. irrationalism. The Kantian vision of science, morality and art for a fairer, freer and happier society crumble in the attempt to «overcome modernity». Cybernetic society bureaucratizes and impedes man’s freedom. Mass media and the communication society have not generated a more transparent or self-aware society, but more complex and chaotic. Subject-object and public-private dichotomies make the individual oblivious to his life, an element of science fiction, immersed in a virtual process that displaces him to electronic worlds. In the ecstasy of communication, the medium predominates with its dispersion over the message, scientific knowledge is oriented to technological development and power, highlighting its linguistic aspect that does not prevent more and more from being talked about and written worse. The impact of mass media drives antisocial behaviours and «the search for intense sensations» to placate emotional states stemming from the existential vacuum, frustration and vital dissatisfaction of certain populations. The persistence of alienating, self-aware and realitydistorting disclosure does not encourage the development of a healthy personal, linking and social function.

Keywords: postmodernity; technology; communication; mass media; irrationality; alienation

El presente artículo se centra en la realización de una sucinta descripción de la conjunción formada por tres elementos interactuantes, cuya simultaneidad, si bien se ha extendido a todos los grupos y conglomerados contemporáneos, las impacta de distintas maneras y alcances, pero siempre con algún grado de distorsión y afectación a la salud, como se expresa a lo largo del texto. La intención de su confección es plantear, desde la óptica de la educación para la salud mental, una visión crítica del tema.

En la actualidad, es bien sabido por los distintos grupos humanos que la postmodernidad cuenta con un respaldo tecnológico importante y decisivo, que influye directamente en la comunicación entre las personas. Y, si bien no se ha creado hasta la fecha un consenso entre los estudiosos del tema, se afirma que la postmodernidad se inicia de manera fehaciente con la utilización de los artefactos responsables del insuperable alcance de la comunicación masiva.1

Esta forma social preferente de comunicar, no siempre de manera correcta ni adecuada por los comentaristas, dadas las distorsiones lingüísticas que conlleva, se aprecia en todos los medios, momentos, condiciones y circunstancias. En el teléfono celular, por ejemplo, ¡que sirve para todo...! hasta para hacer llamadas. En internet -que aloja tantas cosas contradictorias al mismo tiempo, que se dificulta distinguir la paja del grano-, y en sus multivariados mensajes, imágenes y sonidos cotidianos, que facilitan un gran intercambio insulso de mensajes anodinos, porque los otros han resultado ser dañinos en modo variable, desde leves a graves, como en la pornografía infantil.2

En el rayo láser, de amplia utilidad científica -por ejemplo, en el gamma-knife y en la imagenología como herramienta de las neuroimágenes-, con su variada utilidad técnica y médica, que continúa sorprendiendo con su versátil utilidad en favor de la salud y, en particular, contra ciertas enfermedades de difícil acceso para su diagnóstico y tratamiento.

En el CD, con su incomparable calidad, difícil de superar, que reúne maravillosas colecciones de música y que, siendo eco de la historia y el progreso, incluye a la vez a todo tipo de personajes del arte, los cuales van, por ejemplo, desde los frívolos y triviales, aquellos que tienen poco que aportar, hasta los más serios y ejemplares.

En la «tele» y en sus programas «des-educativos, contra-educativos» y violentos, que reverberan y se multiplican en los más variados artefactos y videojuegos hostiles, los cuales modelan negativamente la mente de las personas que los utilizan, como ocurre entre las poblaciones infanto-juveniles, e incluso en la opinión pública en general, que no puede impedir su uso ni su impacto lesivo.

En el cine, con sus mafias y propuestas abstractas tan difíciles de asir, que interpretan fantásticamente la realidad y que, como en el teatro, dada la dificultad de su realización, no siempre se ciñen a los hechos o a la historia y prescinden de la verdad, en muchos casos, cambiándola caprichosamente de acuerdo con sus necesidades, tanto de producción como de ganancias económicas. Y, finalmente, en la prensa sensacionalista, al servicio siempre de intereses mercantiles particulares y en muchos casos deshonestos, que informan deformando la realidad social y manipulándola para sus intereses.

Sí, todos ellos, sin duda, también tienen ventajas colosales, pero sólo si se usaran de forma correcta; porque, más a menudo y según consta a la opinión de los investigadores de este tema, los cuales nos informan con su documentación desde hace varias décadas, causan detrimento directo e indirecto a la sociedad. Y qué decir, por ejemplo, de la cotidiana distorsión noticiosa en todos los medios, de las fake-news; de ciertos libros de dudosa procedencia escritos por personas advenedizas en la materia, y de infinidad de programas y publicaciones sin censura, cuyo lamentable alcance es simplemente ¡incomparable! Tanto es así que hoy afectan nuestro entorno con su imponente y reiterativa agresividad, efectiva y penetrante a la vez. Tal condición, manipulada propositivamente y pletórica de riesgos para la salud, dispone de diversas modalidades, apreciadas cotidianamente en nuestro hábitat sociocultural, que terminan por abrumar y dirigir a los recipiendarios, no obstante que se pretenden mostrar sólo como «sugerencias persuasivas». Así sucede, por ejemplo, en la compra de todo tipo de objetos y con el atractivo ropaje de la seducción, por ser símbolos de la postmodernidad.

Esta particular condición de la postmodernidad es, para algunos autores,3 una prenoción originada, al parecer, en la arquitectura de los años setenta. Otros autores cuestionan si se trata de un concepto, de un estilo, de un nuevo periodo; de una práctica o de una fase económica.4 Otros más la consideran una reacción proporcional al proyecto inconcluso de modernidad; es decir, un indicio del sentido histórico de una época y, a la vez, su fin, que impacta en la organización social y en la cultura, manifiesta en la dicotomía racionalismo vs. irracionalismo.5

Al respecto, téngase en cuenta que durante el Iluminismo del siglo XVIII, cuyo desarrollo fundó los valores de la sociedad moderna, se promovió la idea de «la individualidad o emancipación del ser humano». Emmanuel Kant promovió tenazmente una razón formal y diferenciada, independiente de la metafísica y la religión, generando así nuevas esferas de validez: la ciencia, la moral y el arte en pro de una sociedad más justa, libre y feliz, amenazada por el empobrecimiento del mundo vital de las personas. Considerado así, este avance logrado bajo la óptica de un intento de superación de la modernidad, o postmodernidad, representa una amenaza de regresión que desdibuja los valores logrados.6 Véase, por ejemplo, cómo el irracionalismo de una sociedad administrada y cibernética, que ocasiona la muerte del hombre,7 facilita la burocratización y la anexión administrativa del mundo. Pero, a su vez, el postmodernism o, señala Foster, favorece «una posibilidad diferente de existencia» que enfatiza el papel de los mass media en el advenimiento de la sociedad de la comunicación.8 No obstante, el gran conjunto de informadores llamado mass media no ayuda a caracterizar a la sociedad por ser más «transparente» o más consciente de sí misma, sino como una sociedad más compleja, entrópica y caótica. En fin, el camino de la pluralidad y la erosión del «principio de realidad», que tan efectivamente disemina la citada actividad multi-informativa e incesante, es una mezcla contaminante de imágenes, interpretaciones y reconstrucciones que compiten entre sí, sin garantía de un mayor reconocimiento ni autenticidad. Son tan sólo un efecto de disonancia que, según Vattimo, quien defiende a carta cabal la postmodernidad, «impele en forma paradójica a la emancipación».9

Para J. Baudrillard,10 la postmodernidad priva el sentido de las dicotomías sujeto-objeto y público-privado. La gente -señala este reconocido autor-, ya no se proyecta en sus objetos, afectos, representaciones y fantasías. «La dimensión psicológica continúa palideciendo y el sujeto siente que ya no es en él donde ocurren las cosas». Es en el éxtasis de la comunicación donde radica la existencia vincular de un individuo con sus propios objetos. De hecho, ambos conceptos de J. Baudrillard: telemática primitiva e hiperrealismo de simulación, señalan cómo un individuo es ahora ajeno a su vida; es un simple elemento de la ciencia ficción, homogeneizado en un proceso virtual, donde se desplazan los movimientos y esfuerzos corporales a mundos electrónicos. Tal miniaturización tempo-espacial es el elemento inmerso en un proceso de aparatos y artefactos ajenos a su mente, todo lo cual termina por reducir el espacio público, que ahora es ocupado por la multifacética publicidad.11 Hoy todo tiene publicidad; hoy todo es vendible; hoy hay que comprarlo todo.

Al parecer, en la actualidad hemos salido del drama del camino de la alienación, señalado insistentemente por E. Fromm, para vivir el pornográfico éxtasis de la comunicación, donde todo queda expuesto; la frenética producción de información se notifica sin censura. Por tanto, el mensaje ya no existe; es el medio el que predomina con su dispersión. Por eso, para J. Baudrillard, la postmodernidad representa el fin de la intimidad y de la interioridad; una nueva manifestación de la forma de excesiva exposición y transparencia, de un mundo que prevalece e ignora a la persona.12 En cambio, para J. F. Lyotard, ambos, modernismo y postmodernism o, se oponen entre sí, debido a la desaparición de la idea social de progreso en la racionalidad y en la libertad.

La sociedad occidental de los dos últimos siglos creyó en la certeza del desarrollo del arte, la tecnología, el conocimiento y las libertades como benéficos para la humanidad. Asimismo, las iniciativas, los descubrimientos y las instituciones gozaban de legitimidad social, en la medida en que contribuían a la libertad, al desarrollo y a la emancipación individual. Por ello, el saber científico, para J. F. Lyotard,13 deviene en una clase de discurso ligado al desarrollo de las transformaciones tecnológicas, en especial tratándose de la comunicación. La multiplicación de las máquinas de información, asimismo, afecta a la circulación de los conocimientos, tanto como el desarrollo de los medios de circulación, el transporte, el sonido y las imágenes. A partir de ello, todo el saber que no pueda traducirse en quantum de información se irá obviando y supeditando a los resultados, y sus avances, a un lenguaje ajeno a los no familiarizados; es decir, el cibernético.14

La proyección, al respecto, será la relación que ocurra entre generadores y usuarios del saber, la cual irá tomando cada vez más la forma de productores y consumidores de mercancías. El saber ya es y será producido para ser vendido, dejando de ser en sí mismo su propio fin, lo cual afectará directamente su valor de uso, dado que no se piensa en términos de valor de cambio. De modo que, en la era postmoderna, la ciencia refuerza su importancia como mercancía indispensable para los países y las potencias productivas; el saber es y será materia de lucha mundial por el poder. Véase cómo los estadosnaciones han luchado por dominar territorios, por la explotación de las materias primas y la mano de obra barata. Hoy, su enfoque se dirige hacia el dominio de la información. Por tanto, saber y poder son de su interés y representan a la par las caras de una misma moneda.14

Ocurre que en el seno de la era informática, el saber es una cuestión de gobierno. Véase, a guisa de ejemplo, el que hace unas cuantas semanas, el presidente Trump de Estados Unidos ordenó el uso de un dron para matar a un prominente general iraní. Al otro día -afirmó un noticiero televisivo de ese país-, sus militares estaban tan molestos que, a modo de represalia, lanzaron misiles sobre dos bases militares estadounidenses en Irak -cabe señalar de paso que EE.UU. tiene bases militares en casi todo el mundo, apostadas desde el fin de la segunda guerra mundial-, matando al menos a 80 soldados. Acto seguido, el llamado «Big Mouth» de Trump negó los hechos y afirmó que no había muerto ningún soldado y, a cambio, que los castigará con una severa represión comercial como lo ha hecho con otros países. El tema, entonces, es, ¿qué debemos creer y a quién? ¿Qué fue lo que realmente ocurrió? Días más tarde -una vez confundida la gente-, se supo por diferentes noticieros informativos que había sido cierta la primera noticia y el vocero de la Casa Blanca en Washington ya no hizo comentario alguno, guardando así un sospechoso silencio...

En una sociedad donde el componente comunicacional es cada día más evidente -tanto por su calidad de realidad, como por la condición problemática que suele tener, aunque quisiera ignorarse-, respecto del aspecto lingüístico, éste adquiere especial relevancia, no sólo desde el natural punto de vista filológico, sino por su valioso sentido educativo-formativo de transmisión de contenidos, ideas y emociones. Pero he aquí que cada vez más, en forma paradójica, hablamos y escribimos peor; continuamos en nuestro país, como en muchos otros, sin lograr una mínima lectura individual cotidiana.

Ahora, en esta dirección, hay que considerar que el auge y difusión de la informática, la despersonalización del saber y el éxtasis de la comunicación, al mezclarse con las telecomunicaciones, facilita la guerra y, asimismo, atenta contra las fronteras nacionales y disuelve las identidades regionales. De modo paradójico, en el siglo en el que brotan todos los días millares de mensajes, la información como tal supera con mucho a las audiencias y se impone a la comunicación. Al efecto, cabe destacar que por comunicación ha de entenderse preferentemente su definición: «sólo aquella en la que el receptor, haciendo uso del canal comunicativo, hace constar al emisor que ha recibido el mensaje, lo cual crea una acción comunicativa efectiva, si bien no todos los receptores reciben ni decodifican el mensaje». En este punto, cabe señalar que informar y comunicar son verbos distintos, de acción y de significado. Tómese, como ejemplo, que uno puede comprar más de 500 canales para ver en su pantalla... pero ver sólo tres, sin enterarse de los demás. En otras palabras, mucha de la información se perderá en el éter, sin que nadie se dé cuenta o le preocupe; es tanta que resulta imposible enterarse de toda la programación. Pero lo importante a destacar como uno de tantos argumentos, es que la llamada sociedad de los mass media no es lamentablemente aquella sociedad deseable: más ilustrada, más instruida, más gozosa y mejor organizada para proporcionar satisfacciones a las audiencias. Las variadas visiones del mundo mostradas por ellos, sus gestores, pulverizan el ideal de una sociedad transparente y cumplen la profecía de Nietzsche: El mundo verdadero, al final... se convierte en una fábula.

Luego, entonces, la sociedad postmoderna, siendo una sociedad caracterizada por la emergencia y el dominio de los medios, sus mensajes y tecnologías, acentúa el peligro y el horror de una homogeneización social, marcada, además, por el trasfondo ideológico de sus mensajes. En tal sentido resaltan las opiniones de los filósofos nihilistas, como Nietzsche y Heidegger, tanto como las de los pragmáticos, como Dewey y Wittgenstein, que nos señalan que «el ser no coincide necesariamente con lo estable, fijo y permanente, sino que se vincula más al evento, al consenso, al diálogo y a la interpretación». Es decir, se convierte en un reto que impele a cada uno de los miembros de la sociedad, a ser capaces de recibir la experiencia de cambios y contradicciones del mundo postmoderno, como una oportunidad para «la nueva forma de ser, de ser humano».

Por una parte, las actividades informativo-promocionales, casi siempre derivadas de intereses lucrativos, influyen en el universo cultural con un impacto diverso y nocivo, que hoy -ya asumido irreflexiva e inercialmente- impide a las comunidades distinguirlo, merced también a la inadecuada conceptualización difundida de la salud mental y física de las comunidades. Por la otra, a la contradicción habitual y a su confusión consecuente, se suman la manipulación y su psicopatología inherente para distorsionar los vectores de socialización sana; es decir, con los reconocidos valores éticos universales.

Ante tal fenómeno, los miembros de la sociedad, inequitativamente preparados para percatarse de tan deletérea influencia, tampoco están -ni se sienten aptos-, para erigir una razonable defensa.14 Es verdad que los científicos de representación social promueven la educación para la salud y sus aspectos psicosociales -educación sexual, contra la violencia y el uso de drogas, actividades en favor de la familia, etcétera-, pero el analfabetismo científico de esta comunidad y la banalización de la cultura que difunden, señalada en su momento por C. Fuentes, contribuye, por ejemplo, al insuficiente manejo de la salud. Por tanto, es preciso adecuar la información científica y su apropiada comunicación social de la verdad.15 Además, el sistemático impacto de los mass media sobre poblaciones vulnerables impulsa conductas antisociales, de auto y hetero agresividad y otras «de búsqueda de sensaciones intensas». Entre las más conocidas de éstas destacan los deportes extremos, el abuso y la dependencia de psicotrópicos -legales e ilegales-, la conducción de vehículos a alta velocidad, la promiscuidad y la violencia sexual, la tendencia suicida, la portación de armas, los robos, el vandalismo, etcétera, con miras tendientes a aplacar sus estados emocionales, no sólo los derivados del interés de explorar el mundo -lo cual sería legítimo-, sino los derivados de la ignorancia, del vacío existencial, de la frustración e insatisfacción vital; de la desesperación, la enajenación, el caos y las tendencias suicidas, en cuya manifiesta psicopatología participan -aún sin saberlo- muchos miembros de las poblaciones infanto-juveniles.

En consecuencia, el elevado costo de ignorar el impacto de los mass media en la salud psicofísica comunitaria trae consigo una incalculable dosis de sufrimiento y de dolor prevenible. Tal condición social, sufrida por quienes no saben que no saben, que se encuentran bajo el sometimiento y la inequidad, demanda legítimamente, con su injusta condición lastimera, una enérgica y decidida participación humanitaria de quienes formamos la sociedad, con acciones responsables y efectivas de carácter formativo, educativo y de salud. Por lo tanto, cabe señalar que, mientras persista un esquema de divulgación social enajenante, alienador de la autoconciencia y falseador de la realidad, combinado con la ignorancia e irreflexión de la gente y la nula ponderación de los mensajes, es iluso esperar el desarrollo de una función individual, vincular y comunitaria saludable. 16

Notas bibliográficas

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2 MATTIAS, B., GRETCHEN, R., BLYKER, M., POTENZA, N. When pornography becomes a problem. Clinical insights. Psychiatric Times. 2019; Dec. 13, vol. 36, issue 12. [ Links ]

3 GÓMEZ SÁNCHEZ, LUIS EDUARDO. Desconstrucción o nuevas síntesis. Aproximaciones críticas a la noción de postmodernidad. En: Imágenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna. CLACSO; 1988. [ Links ]

4 FOSTER, HAL, ET AL. La postmodernidad . Barcelona: Kairós ; 1988. [ Links ]

5 HABERMAS, J. El discurso filosófico de la modernidad. Madrid: Taurus; 1989. [ Links ]

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11 LYOTARD, JEAN-FRANÇOIS. La postmodernidad (explicada a los niños). México: Gedisa Mexicana; 1990. [ Links ]

12 VATTIMO, GIANNI. La sociedad transparente. Paidós/ICE-UAB, Colección Pensamiento contemporáneo; 1990, 10. [ Links ]

13 BARROSO GÓMEZ, J. Medios de comunicación y postmodernidad. Hacia una prensa ética, comunitaria y planetaria. Razón y palabra. Deporte, cultura y comunicación. Número 69: 2-10. [ Links ]

14 SOUZA Y MACHORRO, M. Mass media y psicopatología; violencia sexo y drogas. Revista electrónica de Medicina Neuropsicológica. 2012, enero; 13: 519-526. [ Links ]

15 WATZLAWICK, PAUL. Teoría de la comunicación humana: interacciones, patología y paradojas. Herder: Palo Alto, California; 1967. https://doi.org/10.2307/j.ctvt9k0tj [ Links ]

16 SOUZA Y MACHORRO, M. Violencia social y familiar en el Perú actual. Hospital Hermilo Valdizán. Oficina de Apoyo a la Docencia e Investigación. Auditorio Farmindustria: Lima, Perú; 2012, mayo; 29-30. [ Links ]

* Modificado del original titulado La magnífica herramienta de la tecnología y la comunicación humana. Mesa de discusión La tecnología postmoderna, sus alcances bioéticos e impacto en la salud mental. Primer Congreso Internacional de Bioética: Conocimiento, derecho y nuevas tecnologías en salud. Pasado, presente y futuro. 13-17 de enero de 2020. Sala Guillermo Soberón, Palacio de la Facultad de Medicina, UNAM, CDMX.

Recibido: 20 de Marzo de 2020; Aprobado: 15 de Mayo de 2020

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