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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.21 no.42 Ciudad de México jul./dic. 2011

 

Presentación

 

El estudio sobre los jóvenes tiene ya cierta trayectoria en la antropología. Textos clásicos, como el de Margaret Mead sobre la adolescencia en Samoa a casi un siglo de su publicación (1928) siguen siendo referentes obligados, la autora partió de preguntas tales como si la condición y las representaciones sobre la juventud construidas y vividas desde Occidente podían generalizarse a otros contextos culturales, cuestionamiento aún vigente no sólo en términos teóricos o de descripciones etnográficas, sino también de organización social y política en las sociedades contemporáneas. Como una de las expresiones de este continuado interés, en las últimas décadas en América Latina se han realizado interesantes estudios sobre las expresiones, las demandas, las formas de organización, las expresiones identitarias y el papel que los jóvenes indígenas tienen en sus pueblos de origen, así como en las ciudades y lugares en donde la diáspora ha llevado a vastos contingentes indígenas. En este sendero, y enfocando su atención en la construcción de la juventud o la adolescencia en las comunidades indígenas, las preguntas centrales que se hacen las investigaciones contemporáneas sobre los jóvenes indígenas son: de qué modo se expresan los procesos de globalización, la desigualdad y la diferenciación económica y cultural en los pueblos indígenas, qué repercusión está teniendo el acceso de los jóvenes a los medios masivos de comunicación y a las redes sociales, cuál es el impacto de la educación y la migración en sus vidas cotidianas y las de sus pueblos de origen. Asimismo, se ha explorado cómo se construyen las ciudadanías y las membresías étnicas en contextos de profundo cambio en las comunidades indígenas, o cómo se expresa la participación política, social y cultural de los jóvenes tanto en sus comunidades de origen como en las de destino migratorio, entre lo más relevante; en este sentido es posible hablar propiamente de estudios sobre las juventudes, así en plural, debido a la diversidad de actores, contextos y formas de expresión de las y los jóvenes en el continente americano.

Como una manifestación de este campo problemático, en este número de la revista Alteridades hemos reunido siete artículos que, situados en diferentes países y escenarios de América Latina, reflexionan sobre estos temas. Las autoras somos un grupo de investigadoras que nos hemos congregado en distintos momentos para compartir avances de investigación en cuanto a abordajes teórico-metodológicos, siempre partiendo de la mejor tradición antropológica basada en los estudios de caso. Uno de estos encuentros lo tuvimos en el marco del 53 Congreso Internacional de Americanistas (ica) celebrado en la Ciudad de México en 2010, y hemos continuado intercambiando nuestras reflexiones y preguntas, que ahora compartimos con un público más vasto.

Los escenarios, las pertenencias étnicas y las problemáticas que se tratan en estos artículos son muy diversas y brindarán a los lectores una visión amplia a lo largo de la geografía latinoamericana y, aunque se trate de geografías sociopolíticas y culturales heterogéneas, el hilo conductor que entrelaza todos los artículos es la manera en que se construyen y se expresan las identidades étnicas y etáreas en cinco países: México, Bolivia, Argentina, Brasil y Guatemala.

Una premisa epistemológica presente en estos artículos afirma que es necesario construir modelos explicativos plurales que recuperen los aportes de otras disciplinas, tales como la sociología, especialmente en lo referente a los estudios constructivistas sobre socialización y cambio social, y los vinculen con los socioantropológicos sobre la identidad étnica, la organización social y las estructuras sociopolíticas en los pueblos indígenas, y con aquellos estudios sobre los procesos rituales. En este último sentido, una de las vetas más ricas, que sin proponérselo explícitamente, abrieron camino al estudio sobre los jóvenes fueron los trabajos dedicados al análisis de los ritos, porque fueron justamente los estudios sobre los rituales de paso los que mostraron cómo en cada sociedad se ritualizan las transiciones de roles y estatus entre sus integrantes; en consecuencia, los rituales transicionales vinculados con el paso de la niñez a la juventud y de la juventud a la edad adulta ilustran las características más representativas de estos grupos de edad. En esta travesía, los estudios de van Gennep y posteriormente los de Victor Turner, sobre rituales, son modelos y referentes importantes para conocer las formas en que una sociedad distingue y reconoce cualidades, derechos y obligaciones a sus miembros de acuerdo con su calidad etárea.

Una de las dimensiones relevantes que estos artículos presentan es la relacionada con el carácter de actores sociales que los jóvenes tienen, pues, como podrá constatarse, su papel no se acota a los roles que social y culturalmente les asigna su colectividad y tampoco son sólo el resultado de los procesos macrosociales de cambio que la globalización y la desigualdad imponen a estos sectores, sino que, por el contrario, los jóvenes se apropian de los emergentes recursos culturales y simbólicos disponibles en su entorno y los resignifican, brindándoles novedosos asideros identitarios en los cuales lo moderno y lo tradicional se mezclan de manera selectiva. Otras manifestaciones de la agencia de los jóvenes son el abanico de demandas que expresan o sus nuevas formas de vida: son rockeros, punkeros, líderes políticos, solicitantes de tierras, mientras que las mujeres, además de las anteriores, reclaman su derecho a no ser casadas de forma concertada y a corta edad, sus derechos a acceder a la educación y disfrutar su soltería, también reivindican el derecho a la libertad de expresión, a la libre elección de su pareja matrimonial, a estudiar, migrar o decidir cuándo y cuántos hijos tener, así como a tomar parte de las decisiones de su colectividad, su región o país, entre las más trascendentes.

Con este telón de fondo agrupamos los artículos de la siguiente forma. El primer trabajo es de Maritza Urteaga, una de las antropólogas que en México ha realizado importantes aportes teórico-metodológicos al estudio de los jóvenes, tanto entre las denominadas tribus urbanas, como entre los indígenas citadinos y los rurales. La autora señala que, por sus visiones románticas y por su énfasis en presentar una concepción homogeneizadora de las comunidades indígenas, la antropología tradicional fue en gran medida la culpable de la invisibilidad de los jóvenes. Asimismo, presenta un recuento de las aportaciones más recientes que desde una perspectiva antropológica han realizado diversos investigadores para el estudio de los jóvenes, por lo que su trabajo constituye un buen acercamiento al estado del arte sobre el tema. Afirma que la antropología contemporánea ha dado un vuelco y ha dado visibilidad a los jóvenes y esto se debe al "giro hermenéutico [que] ha permitido el retorno del sujeto, el reconocimiento del punto de vista del 'nativo' y la interdiscursividad en la construcción del conocimiento antropológico al des-centrar la mirada al objeto, la discusión sobre la diversidad, la identidad, la subjetividad, etcétera, y una preocupación por elaborar nuevas metodologías para estudiar a los sujetos que construyen la contemporaneidad. Entre éstos están las y los jóvenes indígenas y las y los jóvenes indígenas migrantes en contextos rurales y en contextos urbanos, quienes plantean un poderoso reto intelectual a la antropología de la juventud".

De acuerdo con Maritza Urteaga, "tal vez tendríamos que pensar en los jóvenes indios más allá de las antítesis occidental/moderno, indígena/tradicional, urbano/rural, desarrollo/atraso, adulto/joven, etcétera, con las que se fueron conformando mundos referenciales que hasta hace poco parecían fijos e inmutables, aunque ahora en quiebre, y los cuales aún sirven de referentes importantes –si bien ya no los únicos– en la construcción de sus modos de ser joven en el mundo y la ciudad actuales", pues estudios etnográficos, como los que presentamos en este número de la revista, "revelan el carácter heterogéneo en el interior de la categoría jóvenes migrantes indígenas y la configuración de paisajes juveniles hechos por el caminar de unos actores que en sus desplazamientos entre mundos rurales y urbanos, locales y transnacionales, diseñan imaginativamente formas de vida juveniles novedosas y diferenciadas del modelo occidental urbano de joven. Esto es lo que hoy día puede aportar la antropología a la comprensión del mundo contemporáneo".

El segundo artículo, escrito por Eva Fischer, intitulado "Jóvenes rurales y servicio militar. Un proceso de socialización entre tradición y modernidad", hace una propuesta de mayor complejidad, donde se recuperan los aportes de la antropología y los estudios sociológicos que ofrecen importantes elementos teóricos para el estudio de los procesos de cambio social, especialmente la teoría constructivista; asimismo, propone complementar su modelo analítico con una perspectiva simbólica, que le permite explorar los procesos de cambio vividos entre los jóvenes andinos de dos comunidades de Bolivia, en la comunidad de Upinhuaya que pertenece al municipio Curva y se ubica en una de las cabeceras del valle de la región Kallawaya, y en Copalani, situada en el municipio de Asunta en la región Sud Yungas. Fischer muestra que la construcción de ciudadanos con derechos en estas comunidades está asociada con la nueva relación que se ha establecido entre el Estado boliviano y sus pueblos indígenas en las dos últimas décadas, y una de sus expresiones es el rol que ahora tiene la incorporación de los jóvenes indígenas al servicio militar, pues si bien antes de los años ochenta esta obligación representaba una imposición y se consideraba un peligro (en tanto que desvinculaba a los jóvenes de sus comunidades), hoy en día el ingreso y egreso de los jóvenes a la estructura militar se da a través de rituales comunitarios donde se pone de relieve una nueva ciudadanización, relacionada con la membresía comunitaria, pues ritualmente se otorga la mayoría de edad que brinda acceso a los bienes comunitarios (como a la tierra), los prepara para el matrimonio y para la toma de decisiones en el interior de sus comunidades.

Fischer considera que se trata de una serie de rituales novedosos donde la etnicidad y la ciudadanía se enlazan y cobran nuevos significados. Con una rica descripción etnográfica sobre las festividades que acompañan esta etapa de la vida de los jóvenes andinos, "muestra que los ritos tradicionales y las fiestas modernas asociadas al servicio militar reflejan un acercamiento hacia el Estado y [al mismo tiempo] vinculan al actor joven con [la cosmogonía] del lugar de origen, proceso en el que se incrustan la memoria colectiva y las percepciones sobre las instituciones estatales bajo contextos sociopolíticos recién creados en Bolivia".

Situadas en un contexto pluriétnico de la Sierra Norte de Puebla, Laura Valladares y Rita Flores, en su artículo "Fronteras identitarias: jóvenes, género y procesos de cambio en Jonotla, Sierra Norte de Puebla", exponen cómo la emergencia de un sector de jóvenes en el municipio de Jonotla debe entenderse en un entramado que vincula la historia del municipio, la crisis cafetalera y el inusitado crecimiento comercial y educativo que se ha registrado en los últimos 20 años. Reconstruyen los procesos de cambio que han ocurrido en este municipio desde la década de los ochenta del siglo pasado, y que van desde la lucha contra las estructuras caciquiles, el auge y crisis de una economía cafetalera, la presencia de organizaciones de productores y de la Iglesia, los cuales contribuyeron a formar cuadros de jóvenes comprometidos con la vida comunitaria.

Jonotla es un buen ejemplo de lo ocurrido en los municipios norteños del estado poblano, que han transitado de economías caciquiles a economías campesinas volcadas a la producción cafetalera después de desterrar los añejos cacicazgos, contexto en el cual se instaura una nueva era en el municipio, caracterizada por la búsqueda de una democracia comunitaria y acompañada de inversión en infraestructura de bienes y servicios, entre ellos la educación, de tal modo que se afirma que Jonotla es un municipio donde se viven dos procesos simultáneos: uno que lleva a la expulsión de campesinos debido a la crisis del sector y otro paralelo que lo ha convertido en un municipio de enorme atracción de jóvenes de la región serrana por la nueva oferta educativa, comercial y religiosa. La presencia de jóvenes ha modificado la fisonomía tradicional y las expresiones culturales de los nahuas, totonacos y mestizos del municipio. Entre los cambios más evidentes está la enorme visibilidad de sus jóvenes, quienes se perciben como actores sociales emergentes que enarbolan nuevas demandas, intereses y formas de vivir la cotidianidad. Las autoras argumentan que la visibilidad y agencia de los jóvenes tienen que ver con los cambios experimentados por la propia comunidad y los del ámbito económico nacional, sin descartar el papel del Estado al reconocer a los jóvenes como un sector con derechos, lo que se constata al revisar diversas normatividades que los colocan como un grupo de atención institucional.

Por su parte, Maya Lorena Pérez Ruiz, en su trabajo titulado "Retos para la investigación de los jóvenes indígenas", dirige su interés al estudio de los jóvenes explorando la noción misma de jóvenes e intenta romper con aquella vieja certeza de la inexistencia de los jóvenes en las comunidades indígenas; incluso debate sobre la asumida inexistencia del término, para lo cual realiza una búsqueda en fuentes coloniales en donde encuentra una palabra para designarlos. Extiende su reflexión a los mayas contemporáneos, pues su trabajo etnográfico llevado a cabo en Yaxcabá, Yucatán, le permitió recuperar la acepción maya que alude a los jóvenes. Otra de las líneas de argumentación de la autora es la relacionada con la imposición de categorías para nombrar a los otros, a los indígenas, desde una posición dominante; en este caso hace referencia a la noción de indígenas, la cual no era asumida por los mayas hasta muy recientemente, cuando se efectuaron las modificaciones en materia de derechos indígenas. Sólo entonces, para disputar sus derechos, los mayas se reivindican como indígenas.

El mismo proceso de clasificar y nombrar a un sector por su edad y los diversos imaginarios sobre su identidad, actividades y roles, a decir de Pérez, son ajenos a la autopercepción de los jóvenes mayas, de allí que proponga construir una categoría de jóvenes que exprese y recoja las autoadscripciones, además de explorar el concepto de joven en la propia lengua maya. En su trabajo de investigación, mediante entrevistas a adultos de Yaxcabá, encontró que es común el uso "del término chu'palech, que tradujeron como 'muchacha'; asociándolo con la idea de que la muchacha 'está en peligro' y 'genera peligro'". Por su parte –menciona Pérez–, que Lázaro Tuz Chi, quien trabajó en Tiholop, municipio de Yaxcabá, establece que para hablar de los jóvenes se "emplea el término taankelem paal, cuyo significado es 'los que ya tienen fuerza en sus hombros'". Lo anterior significa "que ser joven, muchacho, mozo, o muchacha, moza, doncella, no se define por la edad, ya que puede haber una persona de 15 años ya casada que [por ese hecho] dejó de ser muchacho o muchacha, y otra que a los 25 lo siga siendo, porque aún no se ha casado, lo cual mantiene a esa persona dentro de un estatus en el que todavía no puede acceder a ciertos ámbitos de acción, participación y decisión en la vida social de su familia y de su grupo. En esta región, por lo tanto, hasta hoy es imposible que existan los 'adultos jóvenes' y los 'jóvenes casados', en virtud de que esto contradice la definición de muchacho o muchacha". Lo que sí hay, en cambio, es "un proceso de resignificación del término tradicional. Así que al preguntarles, tanto a adultos como a muchachos, qué significa en la actualidad ser joven, han salido a relucir los conflictos generacionales, así como la batalla por dotar de nuevos sentidos a la noción tradicional de ser joven". En este artículo se trata, como afirma la autora, de desnaturalizar la noción de joven aplicada a contextos indígenas y de construirla acorde con cada cultura y pueblo indígena.

El siguiente trabajo nos sitúa entre los mapuche residentes en la ciudad de San Carlos Bariloche, provincia de Río Negro, Argentina, en donde, desde una posición de investigadora activista, Laura Kropff ha acompañado a los mapuche y participado en su movimiento por la recuperación de sus tierras. Se trata de un movimiento lidereado por jóvenes mapuche quienes, a través de un proyecto colectivo conformado por activistas, artistas, comunicadores e investigadores mapuche y no mapuche que, desde 2003, emprendieron la Campaña de Autoafirmación Mapuche Wefkvletuyiñ –estamos resurgiendo–. El título del artículo es elocuente en sí mismo: "Los jóvenes mapuche en Argentina: entre el circuito punk y las recuperaciones de tierras". Retoma el concepto de movilidad estructurada del modelo de Lawrence Grossberg (1996) para considerar "tres planos de individuación, más el de la identidad como construcción temporal de la diferencia, el plano de la subjetividad (conciencia del tiempo interno) y el de la agencia (desplazamiento temporal de la diferencia)." De acuerdo con la autora, "en la conformación de estos tres planos participan, a su vez, tres tipos de maquinarias: estratificadoras (que regulan el acceso a las experiencias y conocimientos del mundo produciendo subjetividades desiguales), diferenciadoras (vinculadas a regímenes de verdad que producen sistemas de identidades y diferencias) y territorializadoras (que establecen sistemas de circulación entre lugares). [Por tanto,] en el marco de las estructuras sedimentadas de circulación y acceso que resultan de la acción de estas maquinarias se van desarrollando las movilidades en un interjuego entre estabilidad y cambio" en la vida de los jóvenes mapuche de esta región argentina.

Kropff estudia los vínculos entre espacios rurales y citadinos donde residen los mapuche y la forma en que los jóvenes indígenas se relacionan para, desde una posición contracultural como es el movimiento punk, reivindicar su pertenencia étnica contemporánea y articularla con la lucha del pueblo mapuche por la recuperación de las tierras que les han sido usurpadas a lo largo de la historia, con cuya agencia "desafían, de diferentes modos, las construcciones hegemónicas de aboriginalidad, edad y espacio". Así, este artículo nos muestra que hay diferentes formas de ser mapuche y de luchar por su permanencia como pueblo diferenciado culturalmente, cuyas particularidades étnicas no remiten sólo a las nociones tradicionales de mapuche-campesino-organización tradicional, pues ser mapuche es también ser citadino, luchador social, joven, profesionista, portador de una cultura punk-mapuche, estas características o expresiones identitarias son, en la misma medida, expresiones contemporáneas de su etnicidad.

Desde los márgenes de la ciudad, Alice Sophie Sarcinelli, en su trabajo "Infancias marginales, los márgenes de la infancia. Trayectorias de muchachos en situación de calle en el noreste brasileño", explora la identidad social de un grupo de chicos de entre 9 y 16 años, usuarios de crack, que moran en la plaza central de una metrópoli en el noreste brasileño. En términos de abordaje teórico la autora debate en el marco del "campo de los estudios del ciclo de vida [que] se configuró en diferentes subdisciplinas que teorizaban por separado la infancia y la juventud, lo que refleja también la forma de pensarlas en el campo social y jurídico". Desde una posición crítica, se propone llevar a cabo una ruptura epistemológica al "cuestionar la separación entre los estudios sobre la infancia y los estudios sobre la juventud, estimulando un diálogo". Pone en duda la pertinencia de separar las investigaciones sobre niñez de aquellas dedicadas a la juventud, pues se pregunta cuál es la frontera, en tanto que demuestra que los niños al igual que los jóvenes toman decisiones, responden a condiciones de violencia y exclusión; señala la capacidad de decisión y de sobrevivencia de los niños en condiciones de calle, en un ambiente sumamente adverso y de amplia circulación de drogas.

Por otro lado, este trabajo busca hacer una contribución a la cartografía del panorama de la juventud en Latinoamérica, en tanto que "los muchachos que moran en la calle hoy en día en el noreste de Brasil representan las consecuencias extremas de las grandes transformaciones socioeconómicas de ese país, pero también de la continuidad y la permanencia de las desigualdades estructurales de la sociedad brasileña" y que son compartidas por otros países de la región. En este sentido, Sarcinelli rechaza "las representaciones míticas y estereotipadas de los niños en situación de calle", como vulnerables, sin posibilidades de agencia sobre la situación que viven, por el contrario, coloca a los "individuos y calles histórica y socialmente situados, contemporáneos, profundamente imbricados en las relaciones sociales de la ciudad y en los contextos sociopolíticos" del Brasil de la actualidad, da cuenta de las dificultades del trabajo con niños en situación de calle, por los escenarios de pobreza y violencia cotidiana, pero muestra a través de sus entrevistas cómo los niños han tomado la decisión de vivir en la calle, la relación que tienen con sus familiares y su rechazo a retornar a sus ámbitos familiares desgarrados o signados por la violencia; de allí que la calle sea para algunos su espacio de libertad, de vida. Sin duda es un texto interesante que busca romper viejas certezas, colocar a los niños como actores conscientes de su entorno y que toman decisiones. Este artículo presenta uno de los rostros de una gran ciudad brasileña, un rostro visible de una ciudad que pertenece a un país colocado entre las seis economías bautizadas como "emergentes".

Cierra este dossier con el trabajo de Verónica Ruiz Lagier, espléndido estudio sobre la población acateka, de origen guatemalteco, que vive en Chiapas desde los ochenta del siglo pasado. La autora centra su investigación en la población que proviene de San Miguel, Guatemala, y llega a Chiapas como refugiada de la guerra que asoló su país por más de una década; trabaja con los jóvenes para explorar cómo se expresa su identidad. En sus pesquisas, Ruiz Lagier halló que "ser joven" es una categoría social que se ha ido modificando de acuerdo con los nuevos contextos que les ha tocado vivir a los acatekos, y se pregunta si existen prácticas culturales específicas para este sector, cuáles prácticas culturales acatekas continúan siendo útiles en las relaciones sociales en el interior de la comunidad creada en México o en el contexto migratorio, así como sobre qué prácticas culturales reivindican o modifican las generaciones nacidas ya en México.

En este artículo muestra cómo las "comunidades construyen y modifican sus representaciones identitarias en cuanto mexicanos, refugiados, migueleños, jóvenes, etcétera", para lo cual se enfoca en los "espacios de interacción donde las reproducen: la escuela, la asamblea, el ámbito familiar y las fiestas; es decir, donde se pueden percibir aquellas prácticas cotidianas que impulsan los procesos de rutinización explicados por Bourdieu, en los cuales el contenido cultural de la población es reinternalizado (como estructura-estructurada)". Los jóvenes entrevistados por Ruiz Lagier "pertenecen a tres comunidades de origen guatemalteco: La Gloria, San Francisco y Nueva Libertad; ubicadas en el municipio de La Trinitaria, Chiapas. Son hijos y nietos de familias refugiadas entre 1981 y 1982. Sus padres nacieron en los campamentos de refugio en Chiapas y sufrieron constantes desplazamientos, hasta establecerse donde hoy se ubican y donde fundaron sus comunidades entre junio de 1984 y 1992 contra la voluntad del gobierno mexicano, que se proponía reubicar a la población refugiada lejos de la frontera con Guatemala, en los estados de Campeche y Quintana Roo. [Por ende,] la historia de estas comunidades y de sus miembros es de resistencia y rupturas internas [...] Los jóvenes son las dos primeras generaciones nacidas en territorio mexicano, por lo que comparten la experiencia de sobrevivencia que implica el refugio, porque por años han sido discriminados por el gobierno municipal y la población aledaña (del mismo modo que sus padres, a quienes se les ha llamado despectivamente 'los guatemaltecos' y 'los refugiados'). Han formado parte de una población segregada que ha tenido que organizarse para exigir sus derechos ciudadanos y acceder a los programas sociales estatales y federales; en consecuencia, es entendible que en la actualidad los jóvenes reivindiquen constantemente su mexicanidad frente a sus familiares tanto de Guatemala como de México". Los datos recopilados por la autora apuntan que "los miembros de estas comunidades, incluyendo a los jóvenes, han fortalecido una nueva pertenencia asociada al lugar donde viven, es decir, una identidad residencial que se suma a otras existentes: la religiosa y la étnica". Un elemento que llama la atención lo constituye el hecho de que esta población ha construido una red migueleña que "se extiende desde Centroamérica hasta el sur de Estados Unidos, e incluso hasta Canadá". En este sentido resulta interesante confirmar el carácter situacional de la identidad, pues algunos de los jóvenes entrevistados a su regreso de Estados Unidos señalaban haberse apoyado "en familiares o conocidos de su comunidad actual y [encontrarse] con amigos y familiares guatemaltecos; es decir que en el contexto migratorio se activa la identidad y la pertenencia a La Gloria, a San Francisco y a Nueva Libertad, ahora comunidades mexicanas, pero en los lugares de acogida en Estados Unidos se relacionan y se apoyan en una red más amplia que, más que guatemalteca, se define como 'migueleña'".

Se trata, como podemos ver, de textos que nos permiten problematizar la noción de jóvenes indígenas, acercarnos a las dimensiones situacionales y contextuales donde se construyen las identidades étnicas de los jóvenes. En este sendero, una de las certezas que nos dejan estos trabajos es la importancia de recuperar a los jóvenes como actores complejos, en quienes priva la diversidad de modos de vida, de formas de construir las identidades y pertenencias sociales. Otra certeza se refiere a la continuidad de las identidades primordiales de los jóvenes con sus pueblos de origen, a pesar de encontrarse en megaciudades o allende las fronteras nacionales.

En la sección "Investigación antropológica" se han reunido tres artículos; el primero a cargo de Aäron Moszowski Van Loon, "De la autonomía y sus vicisitudes. Un modelo para su análisis", que tiene como objetivo proponer "un modelo para evaluar el 'proyecto autonómico'" que se discute en México desde finales de la década de los años noventa, "con el que se pretende modificar la estructura jurídico-administrativa del Estado, para reconciliarla con los derechos humanos colectivos de los pueblos indígenas". Realiza una revisión de los principales autores, sociólogos, politólogos, filósofos y antropólogos, que han reflexionado sobre el tema de la democracia, la autonomía y los derechos humanos. Dirige su discusión "explorando el concepto de democracia, y tres de sus expresiones –la democracia realmente existente, la democracia vista desde el proyecto autonómico y la democracia como concepto puro–", en cuanto directrices para analizar el modelo de autonomía. Para enriquecer su modelo distingue la justicia del derecho y "problematiza la relación entre la autonomía y el derecho consuetudinario indígena".

En el segundo artículo de esta sección, "Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad", Ana Ramos presenta un amplio estado del arte de los estudios sobre la memoria, analizada a partir de diferentes corrientes y perspectivas, desde aquellas que la consideran como una tradición heredada, como fuente de la historia, hasta la memoria como uso estratégico del pasado para entender o actuar en el presente. Se trata de una revisión que nos brinda un panorama sobre las contribuciones de cada corriente, así como sobre sus límites y dilemas. Para Ramos es importante realizar un recuento de los trabajos cuya aportación ha sido ir circunscribiendo el tema de la memoria a ciertas prácticas específicas de la cultura.

Cierra esta sección el trabajo de Georgina Flores: "Antes se tocaba papel, se estudiaba con un maestro. Remembranzas de la educación musical rural en Totolapan, Morelos"; se trata de un estudio etnográfico del pueblo de Totolapan, localizado en el municipio de Tlayacapan, Morelos; el interés fundamental de la autora es recuperar la voz de las y los ancianos sobre la trayectoria musical del pueblo y sobre cómo perciben los cambios que se han registrado en los últimos años. La autora busca recuperar la memoria sobre la tradición de las bandas de música y mostrar la nostalgia con la que los ancianos ven la pérdida de ciertas prácticas como era la enseñanza musical a cargo de grandes maestros del pueblo, quienes enseñaban música (es decir, a escribir y leer partituras y aprender un repertorio tradicional) a niños y jóvenes. No obstante sigue siendo honrosamente un pueblo de músicos (existen por lo menos 350), ya no leen "en papel" (partituras, sino que aprenden "de oído" los ritmos modernos, de manera preferente la música norteña), y aunque proliferan bandas que tienen gran prestigio y son el orgullo de los lugareños, los ancianos asumen como una gran pérdida la falta de mentores, que prácticamente han desaparecido.

En la sección de "Traducción" hemos incluido el artículo de Jacques Galinier, "Iconografía otomí y nomadismo del sujeto", que fuera publicado originalmente como "Iconographie otomí et nomadisme du sujet", en el libro coordinado por Aline Hémond y Pierre Ragon, L'Image au Mexique, usages, appropriations et transgressions.

Por último, en la sección "Lecturas" presentamos el trabajo de Odile Hoffmann, quien habla del libro de Emilia Velázquez: Territorios fragmentados. Estado y comunidad indígena en el Istmo veracruzano, y el de Andrés Oseguera Montiel, que se refiere a la obra Multitud y distopía. Ensayos sobre la nueva condición étnica en Michoacán, de Luis Vázquez León.

 

Laura R. Valladares de la Cruz y
Maya Lorena Pérez Ruiz

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