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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.62 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2022  Epub 15-Ago-2022

 

Reseñas

Claudia Masferrer y Luicy Pedroza (eds.), La intersección de la política exterior con la política migratoria en el México de hoy

Alexandra Délano Alonso1 

1The New School, delanoa@newschool.edu

Masferrer, Claudia; Pedroza, Luicy. (eds.), La intersección de la política exterior con la política migratoria en el México de hoy. ,, México: El Colegio de México, 2022. 103p.


Este libro ofrece un diagnóstico urgente y necesario sobre la situación migratoria en México. Los nueve capítulos de diferentes autores, así como el resumen de propuestas escrito por las editoras, Claudia Masferrer y Luicy Pedroza, ofrecen un panorama completo sobre el sistema migratorio en la región, desde Centroamérica y el Caribe hasta Canadá, desde una perspectiva interdisciplinaria. El análisis parte de un reconocimiento de que estudiar las características de la migración en la región, y las respuestas de gobierno y sociedad civil a estos flujos, requieren hacer conexiones entre los procesos de emigración, inmigración, retorno, tránsito, desplazamiento interno, asilo y refugio, considerando sus distintas causas e impactos, así como las maneras en las que éstos se entrecruzan.

En las últimas dos décadas, el discurso del gobierno mexicano se ha enfocado en la idea de desarrollar una política migratoria integral. El escenario al que respondía esta propuesta a principios del siglo XXI se ha vuelto cada vez más complejo, sobre todo considerando el aumento de los flujos de retorno en la última década y el aumento exponencial de las solicitudes de asilo y refugio en los últimos ocho años. Como bien plantean los autores de La intersección de la política exterior con la política migratoria en el México de hoy, el análisis sobre este panorama migratorio implica tomar en cuenta una infraestructura institucional compleja que no se ha actualizado ni se ha integrado a la par de los marcos legales existentes a nivel nacional e internacional, y que no coincide con el discurso de una política migratoria integral.

Una contribución importante del libro es que logra ofrecer un análisis de las implicaciones de la política migratoria en la política exterior más allá del contexto México-Estados Unidos que ha dominado el estudio del tema desde los años noventa. A lo largo del libro, se observa un énfasis general sobre la importancia de la relación de México con los países centroamericanos, que se desarrolla con más detalle en el capítulo de Beatriz Zepeda. A su vez, el capítulo de Ana Covarrubias ofrece una visión amplia de las oportunidades que podría tener el gobierno mexicano al vincular más ampliamente su agenda multilateral con los temas migratorios.

Las propuestas que surgen de este diagnóstico no son nuevas, han estado presentes por años, e incluso décadas, en la agenda de organizaciones de la sociedad civil, grupos de personas migrantes, reportes de centros de investigación y política pública y estudios académicos. El valor del libro es que logra sistematizar las propuestas principales, sustentarlas con una perspectiva académica interdisciplinaria y convocar a un diálogo amplio entre sectores. A continuación, retomo algunas de las propuestas y marcos de análisis que considero más relevantes.

El libro parte de la idea de que es necesario desligar el tema migratorio del marco de “crisis” que impera en el discurso político y mediático. Como bien lo explican Masferrer y Pedroza, hablar de una crisis migratoria plantea un escenario caracterizado por el oportunismo político, políticas de contención con altos costos en vidas humanas, y la ausencia de procesos de diálogo y colaboración entre distintos sectores e instituciones. Como lo señalan otros análisis similares sobre los términos del debate migratorio (véase por ejemplo el trabajo de New Keywords Collective), el planteamiento de la migración como crisis también contribuye a la criminalización de las personas migrantes. Así, es necesario pensar en la crisis, no desde la perspectiva de la migración en sí, sino considerando las fallas estructurales de los sistemas económicos y políticos que han creado condiciones de desigualdad, pobreza, cambio climático y violencia, que son las causas de fondo del desplazamiento forzado, ya sea la emigración, la inmigración, el tránsito, el retorno, o el refugio.

El libro ofrece alternativas reales a los discursos y políticas dominantes y explica claramente cómo la vinculación de la migración con temas demográficos, económicos, climáticos y políticos puede ser una oportunidad para resolver no sólo los retos que presenta la movilidad humana, sino los temas estructurales que afectan tanto a personas migrantes como a ciudadanos. En México es claro que el rechazo de algunos sectores de la población a la migración (con un discurso preocupante que hace eco al sentimiento antiinmigrante en Estados Unidos) también proviene en parte de las carencias que hay dentro de México. Las preguntas comunes son: ¿cómo ofrecer trabajo a las personas migrantes si no hay trabajo en México? ¿Cómo ofrecer acceso a servicios si la propia población mexicana enfrenta discriminación y falta de recursos e infraestructura? El libro ofrece datos y evidencia clara para demostrar que la atención de las necesidades de las personas migrantes no sólo es posible con los recursos e infraestructura que hay en el país, sino que es una oportunidad para atender las necesidades de la población mexicana, así como las causas estructurales de la emigración. Existen ejemplos claros sobre cómo la migración de retorno ha sido un detonador para resolver problemas de fondo en el acceso al sistema educativo, por ejemplo.

Con un enfoque de corto, mediano y largo plazo, que considera tanto las políticas de atención a migrantes en lo inmediato y políticas demográficas y económicas en el futuro cercano, casi todos los capítulos coinciden en una cuestión fundamental: la necesidad de fortalecer, antes que nada, la infraestructura institucional en México. Hoy en día, la responsabilidad sobre la atención a la población migrante recae en una serie de secretarías y subsecretarías que están desligadas, que no mantienen memoria institucional cuando hay cambio de gobierno, que no comparten estrategias y recursos, y a veces se contradicen en el discurso y las acciones. Han existido algunos intentos de crear espacios interinstitucionales, pero han sido limitados. En este análisis queda clara una vez más la necesidad de articular una política integral en el ámbito institucional y de dedicar los recursos necesarios para lograrlo. El cambio no es sólo un tema de coordinación intersecretarial, sino que constituiría un cambio de visión sobre la migración como una serie de procesos separados, que deben atenderse cada uno de manera independiente. También sería una oportunidad de reconocer las políticas y experiencias que han funcionado en algunos ámbitos (por ejemplo, la atención a la diáspora) y que podrían adaptarse en otros.

A su vez, el libro enfatiza la necesidad de promover colaboraciones multisectoriales a través de un acuerdo nacional en el que participen gobiernos, sector privado y sociedad civil. Aunque existen ejemplos de colaboraciones de esta índole en el ámbito local, la realidad es que en los últimos años se han ido cerrando espacios de participación a la sociedad civil y a las comunidades de personas migrantes (cuyas voces tampoco están muy presentes en el libro, como admiten las editoras en la introducción), e incluso se ha criminalizado a personas y organizaciones que realizan trabajo humanitario y acciones para proteger los derechos de las personas migrantes. Como lo ha documentado Isabel Gil, existen ejemplos de estas colaboraciones en el ámbito local, con los importantes casos en Ciudad Juárez, en Tijuana y otras ciudades. Aquí, las comunidades locales han logrado organizarse, movilizar recursos de diferentes sectores y poner en práctica un enfoque de solidaridad que demuestra cómo la inclusión de las personas migrantes y la lucha por sus derechos va de la mano con la defensa de los derechos de las y los ciudadanos.

El tema de la integración o la inclusión de las personas migrantes por lo general ha quedado fuera de la discusión pública y del marco de la política migratoria mexicana, con excepción de la política consular. En Estados Unidos, desde hace muchos años, el trabajo de las organizaciones de personas migrantes y de sus aliados en ese país llevó a un cambio de enfoque en el discurso de la política consular mexicana hacia la inclusión. De un discurso nacionalista y enfocado en la protección consular, la política consular pasó a promover de manera activa el acceso a la educación y a la salud de las personas migrantes como un tema prioritario, reconociendo que, aunque la población migrante sólo esté en un lugar de manera temporal, es necesario promover su acceso a derechos sociales, económicos y políticos. Los programas que ha desarrollado el gobierno mexicano en este sentido son resultado justamente de alianzas multisectoriales entre sector público y privado (fundaciones, iglesias, escuelas, hospitales, empresas, sindicatos e incluso consulados de otros países latinoamericanos). Hay mucho que aprender de estas experiencias y de cómo pueden traducirse a una política migratoria amplia a nivel nacional o, como bien plantea el libro, a una política binacional o transnacional, en la que exista una responsabilidad compartida y una visión de los procesos migratorios como algo continuo. Asumir la continuidad implica reconocer que los derechos que se promueven para la persona que ha emigrado son los mismos que deben reconocérsele -a esa misma persona u a otra-, cuando regresa al país o cuando está en tránsito. Una política integral significa proteger los derechos de las personas en donde quiera que estén y crear oportunidades para que esa movilidad ocurra de manera segura, sea en la dirección que sea.

Uno de los escenarios que plantea Ana Covarrubias en su capítulo me parece fundamental para repensar las coaliciones y alianzas necesarias para lograr esta visión y resistir las presiones y los intereses políticos y económicos que han llevado a México a desarrollar una política más enfocada en la seguridad y el control de la migración que en la protección de los derechos humanos. Covarrubias plantea la posibilidad de dejar de lado la idea predominante en la política exterior mexicana de que es necesario “compartimentalizar” o separar el tema migratorio de otros temas en la agenda bilateral para evitar confrontaciones con EE.UU. Es claro que la separación de temas ya no es viable y, por ello, sugiere que México aproveche la oportunidad que tiene, dada su experiencia en el tema migratorio, para ligarlo con otros temas a nivel multilateral y regional, que puede abrir el espacio necesario para crear nuevas coaliciones y alianzas que permitan atender otros temas claramente ligados, como el cambio climático y el desplazamiento forzado.

Si bien el diagnóstico y las propuestas son claras y están bien fundamentadas, las preguntas que quedan abiertas a partir de la lectura son las siguientes: ¿qué se requiere para dar estos pasos? ¿Quién o quiénes deben participar en la adopción y puesta en práctica de estas propuestas? El texto plantea la necesidad de que haya voluntad política, pero considerando que el tema migratorio no ha sido prioridad en las agendas gubernamentales y que, independientemente del partido en el gobierno, mantener políticas de contención no ha tenido consecuencias en el ámbito político, ¿de dónde puede venir la presión para lograr un cambio? ¿Qué tendría que suceder a nivel político, económico y social para que las propuestas se traduzcan en acciones?

Han existido muchos procesos de diálogo tanto en el ámbito nacional, como bilateral, regional y multilateral, y algunos de ellos han logrado cambios importantes en el discurso y en el marco normativo en México. ¿Cómo lograr que el diálogo que se propone aquí lleve a acciones de corto, mediano y largo plazo para desarrollar una política migratoria que realmente sea integral, y que cuente con la infraestructura y los recursos necesarios? Sin duda, publicaciones como ésta, accesibles a un público amplio, con propuestas concretas y una plataforma que promueve el diálogo, son fundamentales, pero sólo un primer paso. Queda la posibilidad de responder a esta pregunta abierta y dar seguimiento a las propuestas por medio de las plataformas digitales en las que se ha publicado el libro. Celebro que las editoras abran estos espacios para el debate público. Como parte del público lector, ésta es también una invitación a pensar en el papel que cada persona tiene en esta transformación, desde los términos que usamos para hablar de las migraciones, hasta nuestra participación en procesos de acompañamiento y solidaridad con las personas migrantes que pueden impulsar cambios desde la sociedad y no dependan únicamente de la voluntad de los gobiernos.

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