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 número71SERRANO, JOSÉ ANTONIO Y MANUEL CHUST, ¡A LAS ARMAS! MILICIA CÍVICA, REVOLUCIÓN LIBERAL Y FEDERALISMO EN MÉXICO (1812-1846), MADRID, MARCIAL PONS, INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS, UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO, 2018, 176 PP. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.71 Michoacán ene./jun. 2020  Epub 30-Jul-2020

 

Reseñas

HOBSBAWM, ERIC, VIVA LA REVOLUCIÓN, ERIC HOBSBAWM SOBRE AMÉRICA LATINA, BARCELONA, CRÍTICA, 2018, 488 PP.

HÉCTOR HERNÁN DÍAZ GUEVARA1 

1Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

HOBSBAWM, Eric. Viva La Revolución, Eric Hobsbawm sobre América Latina. 2018. Crítica, Barcelona: 488p.


Los estudios sobre América Latina, al menos para la historiografía anglosajona, adquirieron una nueva fuerza en la década de los sesenta del siglo XX como consecuencia de la Revolución Cubana. Este acontecimiento puso en el centro de la Guerra Fría a una región poco explorada para los historiadores que, de cierta forma, habían reducido al continente a ser un apéndice de los intereses estadounidenses en la contienda que éstos libraban con la Unión Soviética y que en muchas formas durante el siglo XIX, la habían visto como otra extensión de los intereses mercantiles del Imperio Británico, pero que de repente por los hechos ocurridos en la Habana en 1959, cobraba particulares bríos para poder explicar lo que podría ser el devenir de la confrontación entre Washington y Moscú a escala planetaria, y las particularidades de lo que sucedería en estos países, un modelo de lo que se presentaría en otras latitudes del planeta. América Latina había comenzado a ser sujeto y no un simple objeto de la historia (p. 347).

Eric Hobsbawm no fue ajeno a este nuevo interés, y si bien no llegó a especializarse en el estudio del continente, pues, "nunca trató de convertirse en un historiador de América latina, y nunca se vio a sí mismo como tal" (p. 29), sí dedicó muchos viajes a la región para intentar conocer a mayor profundidad los acontecimientos que en este lugar del mundo estaban sucediéndose con un ritmo dramático, como un laboratorio donde en una generación podían verse cambios que en el resto del mundo se habían tardado siglos en suceder (p. 28).

¡Viva la Revolución!, es entonces un libro que compila distintos textos escritos por el célebre historiador británico a lo largo de cuatro décadas, en donde describe su relación con el continente, vínculo caracterizado al principio por un optimismo histórico —tan difícil de hallar en la historiografía de hoy día—, que anunciaba un mejor porvenir para la región y que a medida que avanzaban los años se fue desdibujando, no solo para el mismo Hobsbawm, sino también para los protagonistas de la historia en la América Latina.

Compilado por Leslie Bethell —quien prologa la obra y hace el papel de editor—, el libro va presentando de forma estructurada la visión de Hobsbawm sobre Latinoamérica, la cual va cambiando desde su primera visita al continente, de la que queda constancia en el primer capítulo del libro denominado Los horizontes de Cuba. Dicha visita formó parte de una misión inglesa compuesta por líderes sindicales, miembros de partidos políticos de izquierda e intelectuales que llegaron a La Habana en 1960 para establecer lazos de amistad con la Cuba de Fidel Castro, donde la revolución recién lograda, rápidamente estaba dejando de parecer liberal y se estaba convirtiendo en un movimiento revolucionario de claros matices marxistas (pp. 35-39) lo que, claro está, emocionó a Hobsbawm como a tantos otros miembros de su generación, quienes vieron en el proceso caribeño una suerte de aceleración histórica de la que pronto se contagiaría el continente.

Este acontecimiento lo que hizo fue incrementar el interés del autor por seguir visitando otros países de la región, de los que fue dejando la explosividad revolucionaria de Sudamérica bajo la forma de artículos, comentarios y reseñas de corte histórico y algunas otras de estilo periodístico de los cuáles tenemos referencia en el segundo capítulo denominado Viaje sudamericano, donde reseña las condiciones excepcionales para la revolución existente en ciudades como Recife en Brasil, como caso paradigmático de un levantamiento de rebeldes primitivos; Sao Paulo, donde encuentra un proceso de industrialización que califica de irreversible, y por lo tanto, como óptima para una revolución de corte marxista clásico; y Cuzco, ciudad andina casi inaccesible desde tiempos coloniales, con las condiciones más adecuadas para un levantamiento revolucionario de corte campesino e indígena. A través de las categorías que intenta exponer Hobsbawm, familiares para el lector europeo, expone los procesos que hacen del continente una de las regiones periféricas con más conflictividad durante la Guerra Fría.

Las categorías de análisis sirven a su vez para estructurar el contenido del libro en tres partes, una dedicada al estudio de la violencia-bandidaje; otra al problema agrícola y de la organización campesina; y una tercera parte dedicada al estudio de los revolucionarios propiamente dichos. Siendo esto así, entre los estudios de la primera parte del libro, vuelve el autor enfocándose sobre el bandidaje social, abarcando desde el caso de los rebeldes del nordeste brasileño, pasando por los bandidos de la Revolución Mexicana hasta el enfrentamiento entre liberales y conservadores de la Violencia en Colombia de la mitad del siglo (capítulos 4, 5, 6, 7, 10, 15 y 29), donde aparecen los famosos rebeldes primitivos —área de estudio de la que él mismo es el original fundador—, y brotes guerrilleros que con facilidad decaen en la figura de narcotraficantes y terroristas, como en el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) (p. 159) y Sendero Luminoso en Perú.

Los problemas de la invención de la nación, abordados en el capítulo 30, Naciones y nacionalismo en América Latina, área historiográfica de la que Hobsbawm es un reconocido experto con su clásica y muchas veces traducida Naciones y Nacionalismo desde 1780; y la temática agrícola presente en la transición de sociedades feudales que aún persisten en el continente hacia sociedades capitalistas a través de la vía de procesos modernizadores que revisa con asiduidad, y donde dichos procesos vienen impulsados por organizaciones campesinas o por políticas de redistribución de las tierras estatales vía reforma agraria como en los casos de Chile y Perú en la década del setenta (capítulos 8, 9, 11, 12, 13, 14, 16 y 17).

Con especial énfasis en los casos colombiano, peruano y brasileño para los cuales intentó formular hipótesis de interpretación de la realidad latinoamericana desde sus particularísimas áreas de interés, en cuyo tratamiento acierta Hobsbawm a la hora de leer sus respectivos procesos desde una perspectiva global que rompe con el aislacionismo con que muchos trabajos han tratado a la región, y es útil para entender procesos históricos con una óptica mayor al encajar la particularidad revolucionaria de los países en otros procesos de más amplitud como cuando, por citar un ejemplo, encuentra en la Colombia de mediados del siglo XX características propias del far west estadounidense del XIX o de la formación institucional de la Inglaterra del XVIII (p. 431), lo que permite ver lo fragmentado del tiempo histórico en el país andino; o al tomar al Perú de la década de los sesenta, que enfatizando sus problemas agrícolas y de debilidad del Estado, lo lleva a compararlo con las condiciones previas al estallido de la revolución soviética en el corazón de la Rusia Zarista (p. 353).

Y Brasil, país con el que Hobsbawm siente un particular afecto no solamente porque allí era “alguien importante” 1 como él mismo recuerda (p. 26), o por su particular afinidad con expresiones culturales como el fútbol o la música (de la que se ocupa en el tercer capítulo titulado Bossa Nova), o por la ya referida presencia de rebeldes y bandidos en el nordeste o de obreros revolucionarios en el sur; sino porque entendía el peso económico que tenía el gigante sudamericano en el continente, un país que es la octava economía mundial (p. 482), lo que hace que el peso del continente se incline en la dirección que Brasil lo haga.

El estudio del rumbo que el continente podría tomar, es al que Eric Hobsbawm dedica la tercera y última parte de su trabajo, viendo, evaluando y finalmente decepcionándose del devenir revolucionario que tomaron todos los procesos que en las páginas de este libro estudió, intentando dar explicaciones de su fracaso, en Cuba con una revolución estancada; en Colombia en un proceso de violencia endémica que surgió como consecuencia directa de una revolución social abortada en 1948; con la revolución también fallida de los militares peruanos de Juan Velasco Alvarado, incapaces de levantar entusiasmo entre las empobrecidas y humilladas masas indígenas y campesinas del Perú, y quienes nunca se comprometieron con los cambios que se presentaban en el país, pues una revolución no se puede construir desde arriba (a esto Hobsbawm le atribuye la causa del fracaso del proceso peruano); en Chile con el asesinato de quien se suponía iba a lograr instaurar el socialismo por la vía pacífica, y por el contrario, terminó siendo reemplazado por sus asesinos auspiciados desde Washington, cuyo imperialismo estudió en un capítulo aparte del libro, el número 23, y a quien responsabiliza de que la izquierda nunca haya tenido oportunidades reales de poder, y que cuando las tuvo, terminó por dilapidarlas, por lo que cierra con el caso de Luiz Inácio Lula da Silva, quien al mando del Partido de los Trabajadores (PT), es descrito por el historiador como un partido obrero clásico que poco a poco fue desvirtuándose y que acabó “decepcionando” y también decepcionándolo (p. 28).

Este libro presenta una perspectiva de análisis de un no especialista en el continente, pero que logra leerla a partes iguales como un observador de inteligencia destacada y un revolucionario en la distancia que tiene la esperanza puesta en que la región alcance por fin un lugar en la historia, pero cuya fe porque esto sea así, no llega nunca a nublar su buen juicio y agudeza a la hora de clasificar y presentar los problemas de un territorio que al día de hoy sigue siendo difícil de leer por su complejidad. Y es aquí donde se presenta el que a nuestro juicio es el principal aporte de esta obra: muestra cómo va evolucionando la mirada del historiador sobre un proceso histórico tan complejo y diverso como es el de la evolución política económica y social de Latinoamérica, cómo se van adaptando las miradas interpretativas y sobre todo la importancia de recalcar las historias de largo aliento, comparativas y globales como aquellas que permiten interpretar con mejores dares los complejos procesos a los que nos enfrentamos a la hora de historiar al continente.

1Con esta afirmación concuerda también Tony Judt en una reseña sobre Años interesantes para The New York Review of Books de 2003 titulada The last romantic.

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