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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.72 Michoacán jul./dic. 2020  Epub 02-Ene-2021

 

Reseñas

Karsenti, Bruno, De una Filosofía a otra: Las Ciencias Sociales y la Política de los Modernos

Eduardo Buitrón Portilla1  2 

1Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires, Argentina

2Pontificia Universidad Católica del Ecuador

Karsenti, Bruno. De una Filosofía a otra: Las Ciencias Sociales y la Política de los Modernos. 2018. Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires: 268p.


De una Filosofía a otra: Las Ciencias Sociales y la Política de los Modernos, es un libro que propone repensar la génesis y la significación de las Ciencias Sociales a partir de su diálogo con la Filosofía, en particular con la Filosofía Política. La propuesta de Bruno Karsenti, es sin duda una de las más novedosas reformulaciones de la problemática de la Filosofía de las Ciencias Sociales, ya que su enfoque cuestiona la orientación puramente epistemológica que predomina en los estudios anglosajones vinculados a este campo. El libro fue publicado en 2013 en Francia bajo el título D’une philosophie à l’autre. Les sciences sociales et la politique des modernes, y la traducción al castellano llegó en septiembre de 2017, publicada por la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires, Argentina. El libro merece una revisión por parte de todo aquel que esté interesado en la historia de las Ciencias Sociales y de la Filosofía Política, en su vinculación con el desarrollo de la modernidad. Lo que propone el autor en su libro, en efecto, es redefinir la relación entre Filosofía y Ciencias Sociales para repensar la política de los modernos, alejándose del clásico debate teórico-metodológico.

En lugar de reproducir la contraposición entre Ciencia y Filosofía fundada en una oposición puramente epistemológica y metodológica, Karsenti nos devuelve la reflexión crítica que —desde la Filosofía Política misma—, abrió el espacio intelectual de las Ciencias Sociales. A partir del título del libro, De una filosofía a otra, el autor introduce las siguientes preguntas que son los hilos que van tejiendo la argumentación: “¿Qué produjo exactamente el surgimiento de las Ciencias Sociales en el espacio del trabajo intelectual? Y ¿Qué es, en contrapunto con esa irrupción, lo que permite decir que se sigue haciendo Filosofía, pero de una manera distinta de la que se hacía antes de ese acontecimiento? En resumen ¿Qué nos inclina propensión a pasar de una Filosofía a otra?” (p. 12).

A comienzos del siglo XIX, Augusto Comte propuso un cuadro del conocimiento científico según un orden ascendente de las Matemáticas a la Sociología. La Filosofía entendida como “metafísica”, es severamente criticada por la nueva Ciencia en marcha (p. 14); sin embargo, se trata de ver a qué remite esta metafísica. Como muestra Karsenti, la filosofía que se oponía al surgimiento de la Sociología y de las Ciencias Sociales, descansaba sobre dos presupuestos fundamentales: el sujeto y el poder. Con la Filosofía Positiva de Comte, surge entonces un nuevo conflicto que se manifiesta desde la segunda mitad del siglo XIX. La pretensión de las Ciencias Sociales —claramente presente en la primera definición de la Sociología—, ha sido desactivar no tanto a la Filosofía en general, cuanto a aquella Filosofía Política cuyos fundamentos habían sido elaborados por Hobbes, y que estaban en la raíz del orden moderno surgido con la Revolución Francesa —el individuo libre, portador de derechos, y el Estado soberano, garante de la unidad—. Al disolver sus objetos, la Sociología y las Ciencias Sociales no anularon la tensión interna, al saber del hombre, constitutiva de la modernidad, sino que la desplazaron a otro plano transformándola en un aspecto constante de nuestra condición intelectual (p. 15).

Para Karsenti, es ahí donde la filosofía de las Ciencias Sociales encuentra su verdadero objeto: en la tensión interna al saber del hombre y su relación entre el saber filosófico y el científico que nace con la modernidad: “Las ciencias sociales tienen un discurso nuevo que las sociedades modernas produjeron y se aplicaron a sí mismas, por razones que les son propias y que se hunden en lo más profundo de su naturaleza” (p. 16). Todo el largo proceso de revolución de los espíritus, que culmina con la Revolución Francesa, requiere la invención de una ciencia que pueda acompañar la instauración de una nueva política. Por este motivo, las Ciencias Sociales no pueden ser comprendidas solamente como nuevas ciencias, que vienen a completar el moderno edificio del conocimiento, extendiendo el mismo método de las naturales a un objeto, hasta ese entonces más olvidado aún; sino que se constituyen además como ciencias nuevas, en medida de su capacidad al plantear un objeto inédito de reflexión —lo social—, impensable en las coordenadas de la modernidad hegemónica de origen liberal. Por eso, su surgimiento determina también el paso de una filosofía a otra, que implica replantear la relación entre la Filosofía, la Ciencia y la Política.

El plano temporal en el que surgen las Ciencias Sociales, entre finales del siglo XVIII y mitad del siglo XIX, es el mismo en el que Michel Foucault vio, con razón, una revolución epistemológica radical. Lo cual significó que las sociedades criticaran y se replantearan el conocimiento sobre sí mismas, y también significó hacer pensar, hablar y actuar a los sujetos que la constituyen, de una manera nueva, que desbordó, desplazó y negó al discurso de la Filosofía Política. Esto a su vez, abre la discusión sobre el gesto que se le puede atribuir a la formación de las Ciencias Sociales, ¿Es en este caso moderno o antimoderno? ¿Debe más a las luces (luces más maduras que las de la época de los filósofos del siglo XVIII), o a la reacción (que busca restaurar formas de solidaridad cuyos fundamentos habrían destruido la modernidad política)? La sociedad, lo social y lo colectivo se erigen como temas predilectos, de modo que, la interrogante que se plantea tiene que ver con la intención política que está en el origen de este proyecto de conocimiento (p. 17).

El surgimiento de las Ciencias Sociales se debe a una coyuntura particular, ya que se inscribe en los últimos años del siglo XVIII y conecta con lo que fue el cismo de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Por esta razón, solo tienen sentido para nosotros los modernos, justamente en el período en el que se abren las trasformaciones políticas y económicas, cuyos efectos intentamos sobrellevar. La Sociología y las Ciencias Sociales se definen para Karsenti, sobre todo, por un esfuerzo en captar y orientar el devenir histórico de las sociedades modernas, bloqueadas en las aporías y afectas por las patologías generadas por sus propios fundamentos. Es el éxito mismo de la Filosofía Política, centrada en la doctrina del iusnaturalismo, que determinó su fracaso, ya que el día siguiente a la Revolución, una vez traducidas en la constitución, todas las categorías que habían elaborado — individuo, libertad, pueblo, nación, etc.— parecieron incapaces de capturar el sentido de la experiencia compartida. Este desfase originario entre conceptos y experiencia, ha sido el origen de aquellas críticas políticas y reflexiones intelectuales que sustentaron el nacimiento de la Sociología y de las Ciencias Sociales, en su búsqueda de “otra Modernidad Política”.

Así, estas formas de saber, llevan el legado de la emancipación intelectual en el que consistió el momento moderno, pero desde una nueva acepción, en la que se constituyen como Ciencias . Ciencias Sociales. Lo social aparece entonces como la fuente renovada de una dinámica reflexiva que lleva a la crítica de la crítica, no tanto para liquidarla, sino para relanzarla, desplazando el plano en el cual se debían hallar las condiciones de realización del proyecto moderno. La Sociología y las Ciencias Sociales respondieron así a una expectativa profunda de los actores, un deseo inconsciente de comprenderse mejor a sí mismos, en aquellas dimensiones de la experiencia efectiva que no encontraban todavía palabras para ser dichas: “De ahí se sigue que el discurso sociológico fue una demanda a nivel del sentido común. Al interrogarse sobre sí mismo, el sujeto de las sociedades modernas no cesa de preguntarse sobre lo que le permite a esas sociedades realizarse” (pp. 19-20). La Sociología y las Ciencia Sociales aportaron luego una nueva visión sobre la socialización de los individuos, los vínculos que establecen los hombres entre sí, las normas a las cuales están sometidos, y al mismo tiempo, nuevas posibilidades de acción. Siguiendo a Durkheim, Karsenti saca a la luz su sentido fundamentalmente político: “En este movimiento la política exige ser relanzada, no como una necesidad lógica susceptible de ser construida a priori, sino como una necesidad real, establecida a partir de la investigación que solo las ciencias empíricas pueden desarrollar sobre las determinaciones vigentes en la sociedad que se considera” (p. 18).

Desde hace dos siglos las Ciencias Sociales representan un saber extraño, ya que dependen a su vez de la liberación del juicio crítico del individuo, al tiempo que cuestionan ese juicio que estaría dominado por la perspectiva moderna y liberal centrada en el individuo, su autonomía y libertad abstracta. El gesto distintivo de las Ciencias Sociales consiste en introducir el pensamiento de lo social y lo colectivo, no como “sujeto colectivo”, lo cual no sería otra cosa que un “individuo de gran formato”, sino situando en primer plano la estructura colectiva, y comprender cómo los individuos se apoderan de ella, la ponen en juego y en funcionamiento, a través de los juicios que forman en su existencia y la mirada que aplican a los vínculos y las normas que articulan a una sociedad.

Por ello, la perspectiva sociológica no se reduce, como creería una visión ingenua, al simple rechazo del individualismo moderno. El enfoque sociológico comienza con asumir al individualismo bajo la dualidadde sus aspectos y contradicciones. El individualismo no es solo un riesgo para la cohesión social: es también el medio por el cual las sociedades modernas se construyen, si logran sacar a la luz la raíz social de la libertad misma, repensando entonces su sentido para redefinir su realización. Esto es, lo que la Sociología logra introducir e indagar, en específico, sobre la constitución social de la individualidad, tomando distancia con el aislamiento que el subjetivismo metafísico acreditaba y que la Filosofía Política reiteraba en su forma moderna (p. 19).

De este modo, las Ciencias Sociales encarnarían en su discurso una conciencia social de sí, un nuevo sentido común de los modernos, que rebasa la identidad subjetiva, abstractamente postulada, sosteniendo, desde el postulado de la vida social, un juicio crítico según el modo en cómo sociológicamente se ilustra el conocimiento de las sociedades modernas. Este campo de saber surgió por una inquietud de las sociedades que se ven atravesadas y constituidas por procesos de individualización. Es un gesto reflexivo que, en su cuestionamiento filosófico del sentido común moderno, se asemeja, según Karsenti, a la interrogación de la doxa que caracterizó el surgimiento de la Filosofía como Filosofía Política, en la sociedad ateniense del tiempo de Platón.

En vista de que las Ciencias Sociales no tienen más de dos siglos de existencia, se ven en la necesidad de repetir periódicamente su acto de fundación. Deben adoptar constantemente paradigmas diferentes en la búsqueda de dar cuerpo a la voluntad de saber qué las mueve, desde la impulsión de los problemas políticos que las animan. De Comte a Bourdieu y Garfinkel, pasando por Weber, Simmel y Durkheim, la relación entre el conocimiento sociológico y el saber espontáneo del sentido común, es una constante que no deja de oscilar entre el imperativo de ruptura y la necesidad de continuidad. Antes de tomar posición en la disputa, Karsenti nos invita a pensar ante todo en lo que caracteriza estas formas de saber en su especificidad: “La frontera entre los saberes comunes y la ciencia es, en Sociología, más indecisa que en otros dominios” (p. 20). La exigencia de ruptura por parte de la Sociología y de las Ciencias Sociales, si es de una “urgencia particular”, se ensancha desde el interior mismo del sentido común debido al desfase entre conceptos y experiencia que alimenta en los actores la misma voluntad de saber que mueve a las Ciencias Sociales.

La Sociología no es entonces una teoría como otras. Es una teoría para la práctica, en ella se combinan la más alta exigencia científica, un conocimiento de las racionalidades interiores y una vuelta retrospectiva a la conciencia de los actores sociales que deben poder acceder a ella. Para Karsenti, esto es lo que distingue a la Sociología, su posición intrínsecamente democrática, ya que da cuenta de una forma de sociedad, mostrando el espíritu que impregna el conjunto de las prácticas y los pensamientos que se desarrollan en el seno de las sociedades modernas. La sociología no plantea la misma ruptura radical con el sentido común que las otras ciencias, ya que es un conocimiento comúnmente requerido en el seno de las sociedades democráticas, y busca dar un acceso a todos a los verdaderos resortes que las mueven. Por eso tiene en su génesis una razón política (p. 21). Es lo que lleva la sociología a dudar constantemente de sí misma y de su cientificidad. En su génesis, se juega algo más que el nacimiento de una ciencia —en el plano epistemológico— a través la consolidación de su método. Para la Sociología, el batirse por la cientificidad es hacer que se le reconozca y que llegue a ser apropiable por aquellos para los cuales se construye esta nueva ciencia. La Sociología y las Ciencias Sociales nacen del esfuerzo por el cual, cierto tipo de sociedad, trata de acceder a un conocimiento sobre sí misma y del reconocimiento que existen en otros contextos culturales, diversas maneras con las que una sociedad puede representarse a sí misma y perpetuarse a través de esa representación (pp. 21-22).

Así pues, la filosofía de las Ciencias Sociales, pese a que se le puede pensar en el orden estrictamente epistemológico, acarrea una interrogación sobre lo que las Ciencias Sociales hacen en su alteración filosófica a la Filosofía Política y la Política misma, planteando a su vez una historia de la emergencia y de las condiciones de posibilidad de las Ciencias Sociales. Esta es la clave de lectura del libro, donde Karsenti nos dice que la historia de las Ciencias Sociales no puede no ser filosófica, en la medida del surgimiento de una figura discursiva insólita, cuya irrupción se mide en lo que ella afecta a la Filosofía, y en particular a la Filosofía Política (p. 23).

El libro plantea la necesidad de restablecer el régimen conceptual singular de las Ciencias Sociales y pensarlas en cuanto a alteración filosófica, que solo una filosofía de las Ciencias Sociales está en condición de hacer. Karsenti muestra que lejos de haberse constituido sobre la base de un mero enfoque metodológico que diferenciaba entre “hechos y valores”, siguiendo lo que Weber denominaba “neutralidad axiológica”, las Ciencias Sociales fueron pensadas en sus inicios como una respuesta intelectual y política a la crisis de las sociedades europeas, que se expresaron con la convulsión social y política engendrada por la Revolución Francesa y la descomposición del orden teológico-político de las sociedades tradicionales. A partir de este enfoque novedoso, el libro explora en una serie de ensayos, algunos momentos filosóficos que hicieron posible el surgimiento de las Ciencias Sociales, como también sigue el desarrollo sucesivo de la Sociología, centrándose especialmente en los diversos herederos de la tradición francesa —en la confluencia entre estructuralismo, marxismo y pragmatismo—, como Claude Lévi-Strauss, Lucien Sebag, Pierre Bourdieu y Luc Boltanski. Karsenti, intentando plantear así, una redefinición socio-antropológica de los conceptos centrales de la modernidad política y de las premisas ideológicas que la sustentan, mostrando a su vez, cómo las Ciencias Sociales requieren una reformulación constante a medida que las sociedades modernas se mueven, trasforman, descomponen y recomponen a sí mismas, al ritmo de una crisis que parece interminable hasta hoy.

En suma, la discusión central es sobre la Modernidad Política, ya que es esa la cuestión que anima el diálogo que Karsenti busca establecer entre la Filosofía Política y las Ciencias Sociales. El libro se extiende sobre un pensamiento histórico y conceptual que el autor llama filosofía de las Ciencias Sociales, y nos propone una relectura de las Ciencias Sociales en diálogo con la Filosofía. Se trata de una necesidad imperiosa en el estado actual de las mismas. Recuperar la exigencia teórica y la orientación política de la Sociología y de las Ciencias Sociales, se constituye como la propuesta del libro, que supone, restablecer un “diálogo” con la Filosofía en un sentido mucho más estrecho y más exigente que un simple y amable intercambio de puntos de vista (p. 26). Lo que se propone es un trabajo de investigación en conjunto que recupere el espíritu de las Ciencias Sociales en tanto acto político de alteración filosófica, y a su vez, conocimiento y crítica de las sociedades democráticas modernas.

LIMITACIONES Y NUEVAS LÍNEAS ARGUMENTATIVAS

Es cierto que el libro se centra, por las razones que acabamos de ver, en la trayectoria europea e incluso francesa de la Sociología. Si seguimos el razonamiento de Karsenti, este atravesamiento de la experiencia posrevolucionaria, lejos de ser un reflejo sociocéntrico, representa un paso necesario para quien quiera entender la génesis y la significación de las Ciencias Sociales. La ambición que el libro nos restituye, al plantear el proyecto de una transformación radical del sentido común moderno, parece abrir, sin embargo, el camino de una investigación ulterior, susceptible de descentrar la mirada, focalizándose sobre la Historia Filosófica y política de la Sociología y de las Ciencias Sociales afuera de Europa. En efecto, si estas últimas surgieron para colmar el desfase entre conceptos y experiencia, llevando adelante una crítica inmanente de la modernidad liberal, queda abierta la pregunta sobre lo que pasó en aquellos lugares del mundo donde este mismo desfase tomó la forma de una herida abierta en el cuerpo social, luego de la importación violenta de las categorías europeas. Se trataría de saber qué tipo de modernidad se constituyó a partir de la reflexión crítica que desencadenó la respuesta social antagónica a dicha importación, si es que se tradujo en la formulación de un proyecto sociológico.

A la hora en que la Ciencia Política dominante sigue aplicando esquemas descriptivos y explicativos simplificadores, basados en abstracciones derivadas de la experiencia occidental —solo hace falta pensar en la oposición “democracia/autoritarismo”—, cabe preguntarse si los clásicos de las Ciencias Sociales pueden todavía ayudarnos en la búsqueda de un pensamiento y de una política que puedan ir más allá de las categorías e instituciones cuyo origen remonta a la Revolución Francesa; o si hace falta complementar sus reflexiones y propuestas para llevar adelante la misma ambición, con la producción original de aquellos investigadores que, en las “periferias”, supieron relanzar la crítica del sentido común moderno, explorando las quiebras abiertas en el tejido de la experiencia por la imposición de un proyecto moderno que, desde luego, no ha podido quedar intacto en su primera formulación liberal.

En conclusión, hace falta prolongar el programa de una filosofía de las Ciencias Sociales en la dirección de una historia descentrada, que pueda sacar a la luz una alteración filosófica y política que queda todavía impensada, ya que se le relega al estatuto de una “desviación” respecto al camino supuestamente único de la modernidad. La nueva mirada que Bruno Karsenti propone sobre la Historia europea, al acentuar la relación entre saber y política en la búsqueda de otra modernidad, no puede no invitarnos a revisitar nuestra propia historia, al practicar este diálogo entre Filosofía Política y Sociología a partir del cual se halla una posible nueva comprensión de lo que significó y significa, para nosotros, el surgimiento y desarrollo de las Ciencias Sociales. El punto es servirse del libro para abrir el debate y ampliar la mirada más allá de la tradición francesa y europea, y orientar la comprensión de las Ciencias Sociales en nuestro contexto.

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