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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.64 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2016

 

Reseñas

Cecilia Eudave, Alberto Ortiz y José Carlos Rovira (eds.), Mujeres novohispanas en la narrativa mexicana contemporánea

Jorge Gutiérrez Reyna* 

* Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Eudave, Cecilia; Ortiz, Alberto; Rovira, José Carlos. ., Mujeres novohispanas en la narrativa mexicana contemporánea. Universidad, Alicante: 2014. 247p.


Novicias travestidas, poetas renombradas, beatas embaucadoras, insurgentes, las mujeres excepcionales de la Nueva España han llamado la atención de la narrativa mexicana a lo largo del tiempo. Al menos desde el siglo XIX y hasta nuestros días, es posible trazar una línea larga e ininterrumpida de obras que han revivido a estos personajes: desde Monja y casada, virgen y mártir de Vicente Riva Palacio, pasando por La culpa es de los tlaxcaltecas de Elena Garro, hasta Yo, la peor de Mónica Lavín.

El libro que ahora reseñamos reúne los trabajos con los que diversos académicos contribuyeron durante un encuentro realizado en Guadalajara en el 2012, cuyo objetivo central fue la indagación sobre la presencia de las mujeres novohispanas en la narrativa mexicana reciente. El encuentro formó parte de las actividades del grupo de estudio “La reconstrucción de la Nueva España desde la narrativa mexicana contemporánea”, a cargo de Alberto Ortiz, y cuyos miembros proceden de las universidades de Alicante, Guadalajara y Zacatecas.

Mujeres novohispanas en la narrativa mexicana contemporánea está conformado por un total de doce trabajos. Tres de ellos se dedican al estudio de obras que tienen como protagonista a sor Juana Inés de la Cruz, siendo ésta la figura más debatida del volumen. Es de esperarse: la Décima Musa es quizá la mujer novohispana que más ha dado de qué hablar. Dos más estudian la presencia de la Malinche entre los escritores contemporáneos y otros tantos, la de Leona Vicario, lo cual se explica debido al furor por los héroes independentistas desatado en nuestra literatura a raíz del bicentenario de 2010. El resto de los trabajos reflexiona sobre obras cuyas protagonistas son Josefa Ortiz de Domínguez, Catalina de Euraso, mejor conocida como la Monja Alférez, Crisanta Cruz, transfiguración literaria de la beata embaucadora Teresa Romero, y sor Antonia de San Joseph, quien mantuvo relaciones sexuales con un fraile y fue procesada por el Santo Oficio. La mayoría de las obras estudiadas son novelas y fueron escritas por mujeres.

Además de estos once trabajos dedicados a productos literarios específicos, se incluye en la compilación “Pensamiento criollo, nación y aporte femenino; elementos de una identidad nacional. El occidente mexicano en los albores de la independencia”, de Carlos Fregoso Gennis, el cual busca, según los editores, ofrecer “un marco reflexivo a la indagación sobre la sociedad que también nos proponemos” (p. 11). A mi ver, el texto no se inserta de ningún modo en el conjunto. Se trata de un trabajo, previamente publicado por Fregoso, sobre el pensamiento criollo/ilustrado a finales del siglo XVIII en el occidente de México (Nueva Galicia), al cual sólo se le añadieron aquí y allá pasajes que pretenden resaltar la importancia de la participación femenina en los procesos independentistas de dicha región. Cosa curiosa, porque ninguna de las novelas o cuentos estudiados en el resto de los trabajos tiene lugar en la Nueva Galicia y son menos los que se desarrollan en los umbrales del México independiente.

Como es habitual en las recopilaciones de esta índole, la calidad de los artículos de Mujeres novohispanas... es desigual. “La Malinche: historia y mito en dos novelas mexicanas contemporáneas” de Beatriz Aracil es un trabajo modélico. Cuando hablamos de las mujeres novohispanas en nuestra literatura, hablamos más de una reinvención que de una recuperación. Cada reinvención puede revelar aspectos y preocupaciones fundamentales del escritor que la realiza y de la sociedad a la que pertenece: ¿cuáles son las causas de que se reinvente a un personaje novohispano de una cierta manera y no de otra en un momento dado? Esa pregunta es la que busca responder Aracil y es quizá la pregunta que estudios como los incluidos en el presente libro tendrían que aspirar a responder. La autora, a partir de una propuesta de Sandra Messinger, entiende a la Malinche como un signo al que se le van añadiendo, borrando, modificando significados con el paso del tiempo: un palimpsesto. Sustentada en una documentación suficiente, Aracil rastrea los significados que se le han conferido a la Malinche durante los siglos XIX y XX (traidora, heroína romántica, símbolo del desarraigo), para luego identificar cuáles de esos significados perduran y cuáles más se agregan en las dos novelas estudiadas: Amor y conquista, de Marisol Martín del Campo, y Malinche, de Laura Esquivel.

Asimismo, destaca “La Monja Alférez y sus representaciones en México a lo largo de más de cien años”, de Josefina María Moreno de la Mora. Se trata de un artículo panorámico en el que se identifican “las estrategias discursivas que diferentes autores mexicanos utilizaron desde el inicio del Porfiriato hasta el último cuarto del siglo XX para representar a la Monja Alférez” (p. 131). Aunque podría cuestionarse el hecho de que en su análisis Moreno de la Mora emplee conceptos concernientes a la mujer vestida de hombre en el teatro áureo español (cuestionamiento, por cierto, que se hace la autora misma), el resultado es un trabajo bien documentado, iluminador y, sobre todo, fresco: desfilan por el análisis una película protagonizada por María Félix y un culebrón del 86. La conclusión es esperable: “cada deconstrucción constituye un documento sobre el contexto sociocultural del momento en que se escribe” (p. 131).

“Salir del blanco y negro: sor Juana Inés de la Cruz, de la historia a la ficción”, de Eva Valero Juan, no es menos interesante. En este artículo se estudia la obra de tres novelistas, en las cuales es palpable una necesidad de reescribir mediante la ficción ese oscuro y neblinoso período final de la vida de sor Juana. En ellas, sor Juana no muere, como parece que efectivamente ocurrió, cercada y silenciada por prelados poco carismáticos, sino que, de un modo o de otro, se alza heroicamente sobre sus verdugos: como el Faetón de su Sueño, eterniza su nombre en la ruina. Ello revela que continúa vigente la búsqueda por hacer de sor Juana el “icono de una nación en la que la voz de una mujer habría conseguido vencer la condena al silencio impuesta... desde la esfera masculina” (p. 241), quizá porque seguimos buscando en esas figuras lejanas aquello de lo que todavía carecemos.

Otros textos de Mujeres novohispanas... no son tan interesantes. Es el caso de “Lo que faltaba decir de la Décima Musa en el siglo XXI...”, de Alfredo Cerda Muños, un artículo un tanto desordenado que reflexiona sobre la novela de Kyra Galván, Los indecibles pecados de sor Juana (en el texto a veces se llama Los pecados indecibles... y se vacila entre Kira y Kyra). Su objetivo no queda lo bastante claro (la redacción dificulta ciertos pasajes), pero el trabajo básicamente se limita a “corroborar” la veracidad histórica de la novela de Galván con base en Las trampas de la fe de Octavio Paz, que quizá no es el libro más adecuado para cumplir con este propósito.

Retomando el asunto de la veracidad histórica, de la fidelidad al “dato duro” que se supone debe guardar la novela histórica, encuentro en el volumen algunos planteamientos que pueden dar pie a amplias discusiones: ¿se puede decir, con Cecilia Eudave, que este tipo de narraciones “pierde su fortaleza cuando manipula para sus intereses literarios la trama, la veracidad de los sucesos” (p. 81)? Mucho más acertadas me parecen las palabras de Antonio Rubial, citadas por Víctor Manuel Sanchis Amat: la novela histórica puede “construir y reconstruir personajes en situaciones posibles y crear interacciones que no sucedieron pero siempre que el argumento y la recreación de época estén lo más apegado posible a la documentación que refleja la realidad que se pretende narrar” (p. 205). Quien escribe novelas históricas, por supuesto, debe documentarse ampliamente, pero también debe sentirse con toda la libertad de alterar cuanto quiera la información obtenida en dicha documentación. La novela histórica es un producto literario en sí mismo que tiene sus propias reglas, su propio engranaje y cuya calidad no está, o no debería estar, determinada por su apego a los datos que nos proporciona la Historia. A quienes estudiamos la presencia de los personajes virreinales en la literatura reciente nos corresponde explicar el cómo y el porqué, no realizar el juicio de las obras, mucho menos un juicio basado en la lejanía o cercanía de la obra respecto a la información histórica disponible.

No soy yo la que pensáis. Variables contemporáneas del personaje sor Juana Inés de la Cruz”, de Alberto Ortiz, se limita a reseñar negativamente cinco novelas protagonizadas por sor Juana. Se encontrará el lector con unas críticas del tipo: “no es creíble el tuteo de una niña de 12 años del siglo XVII a su tío sacerdote” (p. 156) o “las reflexiones acerca de la época y la vida de sor Juana que Laura hace, asimilando a Kyra Galván, son de una interesada sentimental, nunca de una doctorante” (p. 165). Algunas de sus objeciones son debatibles, por ejemplo ésta: “cuesta trabajo imaginarse a sor Juana ocupada por largo tiempo en los hornillos conventuales” (p. 158). ¿Acaso no escribió la monja en su Respuesta a sor Filotea: “si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”? Otras más lindan en lo risible: Laura, personaje de la novela ya aludida de Kyra Galván, es una doctorante “mediocre”, “pues pretende investigar el tema en internet” (p. 165); “Las tortillas, aunque fueran de mediodía no estarían «frías y duras como piedras» cuando Juana las toca al llegar tarde para cenar” (p. 156).

Aunque en su primera mitad es notable, tiende también a la reseña “Mujeres ante la Inquisición en la narrativa mexicana: de Sara de Córdoba a Crisanta Cruz de Ángeles del abismo”, de José Carlos Rovira, quien concluye que la de Enrique Serna “es una novela fácil, intrascendente y, a medias, bien narrada” (p. 184). Es similar el caso de “La construcción del personaje femenino a través de un auto inquisitorial en Los libros del deseo, de Antonio Rubial”, artículo de Víctor Manuel Sanchis Amat. Su primera parte es una valiosa reflexión sobre la novela histórica y, específicamente, la que se ocupa de procesos inquisitoriales padecidos por mujeres; la otra rueda tediosamente sobre un resumen argumental.

A pesar de sus altibajos, Mujeres novohispanas en la narrativa mexicana contemporánea es un volumen que constata la profusa vitalidad de la que gozan los personajes femeninos del virreinato en nuestros días. A través de sus páginas, de los artículos que lo conforman, conocemos una larga lista de textos que reinventan una y otra vez a estas mujeres, de muy diversas maneras. Por ello, es muy difícil hablar de tendencias generalizadas en la realización de estas reinvenciones, aunque se vislumbra una cierta preferencia por los temas con perspectiva de género y por la humanización de estas figuras que la Historia ha mitificado: estas mujeres se enamoran, ríen, se equivocan, abortan, sufren abusos sexuales... También es sugerente el hecho de que algunas obras, como Los libros del deseo de Antonio Rubial o Amor y conquista de Marisol Martín del Campo, busquen una cierta neutralidad ante la Historia, “la construcción de un mundo virreinal alejado de las máscaras y los radicalismos ideológicos”, en palabras de Sanchis Amat (p. 208); mientras que otras, como Los indecibles pecados de sor Juana, de Kyra Galván, o Catalina, mi padre, de Gloria Durán, busquen precisamente lo contrario y nos presenten una sor Juana que posa desnuda para Villalpando, tiene hijos y es perseguida por el Santo Oficio.

En todos los casos queda claro que estas mujeres virreinales excepcionales no son nunca las mismas, nuestras plumas las siguen imaginando no como fueron, sino como querríamos que fueran: cada generación y cada autor las mira a través de un cristal diferente. Siguen siendo depositarias de las más hondas preocupaciones e intereses de la sociedad que las reinventa y, a través de los siglos, se han ido construyendo como un palimpsesto. La historia de esas reinvenciones es también la nuestra: cada capa refleja lo que fuimos, lo que quisimos ser; es posible que en la capa que superponemos el día de hoy nos reflejemos nítidamente.

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