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El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.86 no.344 Ciudad de México oct./dic. 2019  Epub 23-Jun-2020

https://doi.org/10.20430/ete.v86i344.977 

Notas y Comentarios Bibliográficos

David Ibarra, Mercados abiertos y pactos sociales. Democracia arrinconada*

JVF

Ibarra, David. (, 2017. )., Mercados abiertos y pactos sociales. Democracia arrinconada. México: Fondo de Cultura Económica,


En los tiempos que corren habría que agradecer -al cielo, al infierno o a alguna deidad desconocida- la existencia de economistas como David Ibarra. ¿Por qué? Porque en contraste con la gran mayoría de los académicos actuales, quienes teorizan sobre entelequias que ellos se inventan, Ibarra teoriza sobre las realidades materiales de este mundo; es decir, utiliza su “imaginación sociológica” (W. Mills dixit) y su capacidad mental para entender lo que ahí está, lo que efectivamente existe. Ibarra no es un teólogo, es un economista. La exigencia debería parecernos obvia, elemental, pero en un mundo saturado de ideologías distorsionadoras resulta que cumplir con tal exigencia nos parece algo casi sobrenatural.

Ibarra es parte de una generación de economistas mexicanos (su última cohorte) que estuvieron ligados a los grandes logros (una vez que la Revolución limpió el camino) que tuvo el país en el plano del crecimiento económico, del desarrollo agrario e industrial. Sabe por experiencia vivida lo que es el desarrollo, el mercado real (no el de los manuales neoclásicos) y lo que implica la intervención del Estado en la vida económica.

Retirado de sus funciones públicas, Ibarra se ha concentrado en la investigación. Recientemente publicó un libro de ensayos en el que aborda la economía mexicana. Ahora aparece la obra Mercados abiertos y pactos sociales. Democracia arrinconada, publicada por el Fondo de Cultura Económica. Examina aquí problemas clave que, en este caso, están muy conectados con el proceso de globalización neoliberal. En el libro encontramos muchos temas que ameritarían una exposición y una discusión detalladas, algo que el espacio disponible no permite. Nos limitamos, en consecuencia, a lo que puede ser un simple “llamado de atención” sobre algunos de los temas que aborda el texto, en especial los ligados a la hegemonía del capital financiero.

Nuestro autor subraya que, desde finales de la década de los setenta,

el ascenso de los sectores financieros ha sido prodigioso y creado tres grandes centros mundiales: Nueva York, Londres y Tokio. Los activos foráneos de los bancos subieron, en términos de producto mundial, de 9% en 1977 a 59% en 2000. En Estados Unidos su valor agregado, unido al de los sectores de seguros e inmobiliario, ascendió de 15 a 21% del total entre 1970 y 2007, mientras el sector manufacturero declinaba de 23 a 13% [Ibarra, 2017: 68].

Un impacto no menor de estos procesos radica en lo que Ibarra denomina cambio en los paradigmas empresariales: “La desregulación financiera forma parte de una sucesión de políticas” que buscan impulsar las ganancias capitalistas de corto plazo, “aun a riesgo de provocar inestabilidad económica (burbujas) y concentración de ingresos” (Ibarra, 2017: 86). Sobre la subordinación a las metas del capital financiero, menciona:

Los intermediarios financieros disponen de otro eficaz instrumento para encauzar el manejo corporativo de las empresas. Cuando los administradores descuidan la elevación de las cotizaciones accionarias, las instituciones financieras retiran de su portafolio los valores de las empresas en cuestión, provocando su baja o desplome en bolsa. Así, los bancos y otras instituciones, en vez de perseguir los objetivos de largo plazo de las empresas [productivas], las dirigen a metas usualmente cortoplacistas [Ibarra, 2017: 90].

También leemos: “Las bolsas de valores funcionan cada vez más como centro de distribución de utilidades a los grupos de alto ingreso y menos como instituciones de financiamiento de capital a las empresas”. En suma, “se advierte un claro vuelco en las relaciones de poder entre las empresas productivas y las instituciones financieras” (Ibarra, 2017: 92). O bien: “Está en marcha el proceso de desplazamiento de la industria por el ascenso de las finanzas en las economías del primer mundo” (Ibarra, 2017: 94). Habría que destacar dos procesos conectados, pero no idénticos: 1) en el espacio de las relaciones de poder, la subordinación del capital industrial (que produce y se apropia del excedente) al financiero (que no produce, pero sí se apropia del excedente o plusvalía), y 2) cómo el mismo capital productivo empieza a internalizar las conductas propias del capital financiero y se descompone por dentro.

Otro aspecto muy ligado y que debería manejarse como hipótesis a investigar diría que: a) si el excedente empieza a concentrarse más y más en el sector financiero; b) si lo que éste gana lo pierde el capital industrial y productivo; c) dados a) y b), deberíamos esperar una caída en la tasa de acumulación y, por lo tanto, en la tasa de crecimiento. En lo cual operan dos supuestos o hipótesis cruciales: 1) el capitalista industrial funciona con una propensión a acumular muy superior a la que tipifica al capitalista financiero y 2) los efectos de arrastre de la inversión industrial son muy superiores a los que presenta el capital financiero (o “capital dinero de préstamo”).

Hay otro tema básico que debería investigarse: las consecuencias de descomposición moral y social que provoca el dominio del capital financiero. Keynes señalaba que “bancos y banqueros son ciegos por naturaleza” (Keynes, 1988: 163); también decía que “el mundo de la banca es intelectualmente incapaz de comprender sus propios problemas” (Keynes, 1992: 15), y advertía que “transformar al empresario en un especulador es asestar un golpe al capitalismo” (Keynes, 1992: 49). Ya conocemos los peligros que advertía en la “sociedad-casino”. Marx, quien calificaba a los especuladores como verdaderos “bandidos”, también indicaba que “la aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpen proletariado en las cumbres de la sociedad burguesa” (Marx, 1979: 232). También está el testimonio de Brecht: “¿Qué es el asalto a un banco comparado con la fundación de un banco?” (Brecht, 1989: 89). Más allá de estos testimonios está la lacerante realidad que hoy se vive en países como México. ¿Es acaso independiente del dominio y hegemonía del gran capital financiero?

En el nuevo marco nacional e internacional, que opera bajo la égida del gran capital financiero, Ibarra destaca dos consecuencias que son de gran calado: 1) “la reducción de las soberanías nacionales”, con la cual “se comprimen los márgenes de maniobra de gobiernos y partidos políticos, hasta reducirlos a programas de atención social que no afecten la libertad de mercado en el sentido del Consenso de Washington” (Ibarra, 2017: 119), y 2) la posibilidad de gobiernos populares que respondan efectivamente a las demandas de las grandes mayorías se reduce casi a cero: “Hay retrocesos manifiestos en las agudas desigualdades distributivas, la marginación laboral y los Estados benefactores” (Ibarra, 2017: 120). Por estos tópicos alcanza a vislumbrarse una discusión que ha sido muy poco desarrollada en los sectores progresistas: la relación entre metas de inversión y crecimiento, y metas de gasto social y redistribución; en la que el lado más complejo es el del crecimiento, pues requiere reordenamientos y fuerzas políticas mayores. Pero la pregunta queda: ¿es posible modificar la distribución sin alterar a fondo el espacio (estructuras y dinámicas) de la producción?

En el marco descrito de dependencia y desigualdades económicas extremas -también de estancamiento económico-, nuestro autor apunta a “vías heterodoxas de solución”. La última parte del libro analiza estas posibilidades y examina el denominado “impuesto global al capital”, el impuesto Tobin y otros posibles reordenamientos que exigiría la situación actual. También aparece un juicio que nos extraña: una menor tasa de interés castigaría al ahorro. Esta hipótesis, de clara raigambre neoclásica, ha sido empíricamente criticada, por ejemplo, en conocidos trabajos de R. Ffrench-Davis. Lo que sucede es otra cosa: la reasignación de los usos del ahorro a favor de la inversión financiera y en contra de la industrial. Éstos y otros temas de seguro serán más y más discutidos mientras más se agudice la crisis del patrón neoliberal.

David Ibarra no nos habla de “la inmortalidad del cangrejo”; muy al contrario, identifica y discute problemas que son centrales en nuestro tiempo. Nos advierte que esto es lo importante y lo real. A la vez, nos llama a abocarnos a una investigación-discusión colectiva de lo que sí “vale la pena”.

Se lo debemos agradecer.

Referencias bibliográficas

Brecht, B. (1989). La ópera de dos centavos. Madrid: Alianza Editorial. [ Links ]

Ibarra, D. (2017). Mercados abiertos y pactos sociales. Democracia arrinconada. México: Fondo de Cultura Económica/Facultad de Economía-UNAM. [ Links ]

Keynes, J. M. (1988). Ensayos de persuasión. Barcelona: Crítica. [ Links ]

Keynes, J. M. (1992). Breve tratado sobre la reforma monetaria. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Marx, K. (1979). Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. En Obras escogidas, tomo 1. Moscú: Progreso. [ Links ]

* Obra publicada por el Fondo de Cultura Económica/ Facultad de Economía-UNAM, México, 2017.

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