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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.25 no.71 Ciudad de México ene./abr. 2018

 

Reseña

Ficcionalizando la antropología

Alberto Guerrero Torrentera1 

1Escuela Nacional de Antropología e Historia. México carlosalbertotorrentera@gmail.com

García Canclini, Néstor. Pistas falsas. Una ficción antropológica. Editorial Sexto Piso, México: 2018.


Estamos en 2029, 2030. Un arqueólogo chino abandona su país para tamizar el tutelaje intelectual del Estado y para conocer los territorios de donde proceden sus aficiones literarias: México y Argentina. El aprendizaje del español proviene de este amor a las letras y una fascinación de búsqueda que no se limita a la exploración de objetos arcaicos, sino que incluye la cartografía de lo contemporáneo, observada, vivida y asumida entre mafias culturales, políticas y de crimen organizado, la posglobalización donde la expansión del capital rige las lógicas de interacción simbólica, intelectual, online y offline, donde las subjetividades se redibujan en itinerarios multifacéticos y la multiculturalidad -sus expresiones- se inscribe en regímenes de intercambio generalizado. Una mirada que puede enlazar y estratificar. Comprender y asombrarse.

Pistas falsas. Una ficción antropológica es la primera novela de Néstor García Canclini. Con ella, el autor se introduce en la genealogía de antropólogos que han recurrido a la literatura o la escritura creativa, además de la académica, como vía de expresión. La estirpe es variada. Entre ellos, José María Arguedas, Darcy Ribeiro, Miguel Ángel Asturias o Ricardo Pozas. Incluso, Marc Augé. Canclini es conocido por sus trabajos antropológicos en torno a la “cultura popular y la interculturalidad generada por la globalización y sus imaginarios”, como se expresa en la solapa del libro y ha sido ciertamente sorpresivo que en su catálogo de autor aparezca una novela -aunque su interés por la literatura y las artes está más que comprobado en diversas publicaciones, desde Cortázar, una antropología poética [1976], hasta La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia [2010]-. En Pistas falsas, procura mantener, aunado al ensayo y su capacidad de análisis que le ha valido ser uno de los antropólogos actuales más reconocidos, elementos clásicos de la organización ficcional: voces narrativas, una historia y una fábula.

La novela está contada desde dos agentes de la narración: una voz extradiegética (mayoritaria en el relato) que enlaza sucesos, describe escenarios, matiza expresiones e informa al lector. Y una voz intradiegética del personaje principal de la historia, el arqueólogo chino que se establece en Buenos Aires, recorre la Ciudad de México y algunas ciudades españolas. La forma de presentación de la historia es lineal: desde la decisión del especialista en dejar su país natal, hasta la búsqueda-encuentro del amor con Elena, una socióloga argentina.

La fábula -en el sentido que señala Mieke Bal, al referirse a los acontecimientos relacionados lógica y cronológicamente, experimentados u ocasionados por actores- es lo que despierta mayor interés. Como ya indicamos, nos hallamos en el futuro próximo. El arqueólogo ha sido atraído al castellano por escritores argentinos y mexicanos y una beca de investigación sobre el cambio cultural e institucional le permitirá no sólo esa aproximación de la sensibilidad, sino también estratégica: América Latina es un foco de menor atracción para ataques físicos y cibernéticos -como el de Corea del Norte que detuvo, en 2022, el tráfico en la ciudad de Los Ángeles. El viaje le deparará, como sucede en las estancias de investigación antropológica, hallazgos inesperados, el encuentro con situaciones compartidas, la resignificación de la identidad y la alteridad y la construcción de relaciones íntimas.

El arqueólogo chino encuentra, en Buenos Aires, al hijo de un músico que reúne ejecutantes palestinos, árabes e israelíes y que despacha, como la mayoría de los funcionarios culturales, en “departamentos de turismo de empresas trasnacionales” -y los políticos, en sedes corporativas. Encuentra jóvenes homeless que trabajan cinco semanas al año y han domesticado a los animales emancipados del zoológico de Palermo; a entusiastas seguidores de la selección argentina de futbol que polemizan en los bares; a un escritor que representa la industria del turismo cultural- visitas a escenarios o casas de autores.

Un eje crucial de la historia es un congreso en el que se reflexiona, ¿cuándo acabó el siglo XX?, y es así, en el sentido de las tesis que sostiene la obra y en el desarrollo de los acontecimientos. En lo que concierne al primer aspecto, se tocan con ironía las reflexiones en torno a los cortes epistémicos y sus relaciones sociopolíticas y simbólicas. ¿El siglo termina con la caída del Muro de Berlín o de las Torres Gemelas?, ¿con la llegada de Trump al poder, con la derrota de la Revolución cubana o la privatización de los monumentos históricos? En un mundo donde las fotocopias pertenecen a la arqueología (o los bolsillos desfondados de estudiantes empobrecidos); las obras literarias, incluso las de género trasgresor, como sucede con Cortázar, se han mezclado en los libros de medicina o manuales de buenas costumbres porque son las cartas, los inéditos, las fotografías y los objetos, los que forman la parte fundamental de la nueva obra o sus elaboraciones simbólicas más valoradas. Esto impacta en un acontecimiento primordial, el encuentro con la socióloga que signará la trayectoria erótica del personaje. Elena reflexiona sobre tres dimensiones de la literatura hispánica: la farundalización, la fatiga de los géneros y el escándalo de la intimidad que las cartas y otros documentos privados prometían al consumo cultural.

En México, el arqueólogo chino asiste a un simposio-festival sobre urbanismo, Mextrópoli. Ahí aparecen problemas globales que ha vivido en otros espacios: corrupción, mafias ligadas a la construcción, la movilidad y el crimen, soluciones descabelladas -circuitos urbanos de cuatro niveles-, gentrificación y miseria a unas manzanas de distancia. La importancia de la antropología pareciera radicar en la comprensión de los imaginarios y la significación de la urbe para quienes la viven y desarrollan. Quizá en la evaluación crítica de quienes diseñan políticas que no viven o vivirán, por razones de clase social o edad. Pero las ciudades globalizadas, dinámicas, interconectadas por bienes y servicios materiales y digitales -incluso viviendo la posglobalización- conviven con arquitectos adheridos a la funcionalidad y la privatización masiva del espacio, más que a la utopía. Aquélla se encarna en la venta de aldeas medievales en el País Vasco orientadas al turismo musulmán, a donde el arqueólogo se dirige para asistir al Centro Chino de Investigaciones sobre Occidente. Finalmente, la vuelta a Buenos Aires implica uno de los encuentros posibles con sí mismo y convocar, en la dualidad del amor, el diálogo que parece banalizado en una sociedad saturada por intercambios acelerados de personas, bienes y signos, parodiando a Lévi-Strauss. También será padecer el plagio intelectual y la voracidad académica entre pares.

La novela no es sólo arte narrativo. Es también descriptivo -espacios, personas, emociones- y de ideas. El equilibrio del conjunto de la obra no siempre se obtiene. Al leer Pistas falsas se tiene la sensación de que la narración y la descripción se subordinan en ocasiones a las tesis que sostienen sobre todo los personajes por medio del diálogo -y en el caso del arqueólogo, en sus reflexiones escritas en su diario de campo o la intelección, mientras observa o vive sucesos-. Las tesis no solamente se desenvuelven en torno al poder político, las luchas sociales y las representaciones deslegitimadas o incorporadas a la lógica gerencial; la expansión del capitalismo sin contrapoderes efectivos que le reorienten, sino que se disemina en los medios de comunicación, la producción y uso de las tecnologías, la espectacularización y comercialización de la vida intelectual y emocional; en la corrupción que vuelve por momentos indistinguibles las fronteras entre los poderes legítimos y los que no lo son, el crimen organizado y la administración pública, la investigación académica y el servicio corporativo; el desplazamiento económico-político al continente asiático; la urbanización acelerada y descontrolada; las creencias populares y los sistemas de reproducción de los grupos sociales. Tesis que se interesan por la génesis simbólica del arte plástico y los públicos que decodifican la trasgresión y la ironía sin exculpar clases o grupos culturales; el gusto por explorar los límites y las características de la literatura en un público que se modifica con la historia. Las referencias a Goya, Leo Ferrari o Cortázar son constantes. Esta argumentación es una columna que vertebra la parte “antropológica” del discurso en donde la ficción sirve de mediación para un análisis y crítica de la cultura., que incluye una empática sátira.

Más aún. El recurso antropológico se ve en la distancia entre el observador y lo observado. Se plantean dos distancias. Una, es interna al relato: un chino que se desplaza hacia América Latina (la ausencia recurrente de un nombre propio del héroe acentúa esta distancia cultural, pero debilita la proximidad estética). La otra lejanía es la relación entre el lector y la obra: una distancia temporal al situar la ficción en el futuro. Esto da libertad a los agentes narrativos para el uso de la sorna, encuadrar el dolor de la situación social y una radiografía del hoy proyectado al devenir. Incluso, podría situarse esta inventiva dentro de los libros de desplazamientos que encierran una reflexión sociocultural y política, como los Viajes de Gulliver, pero también con las novelísticas de la filosofía ilustrada de Diderot y Sade, en donde la escena o el acontecer literario sirven, en varias oportunidades, de pretexto discursivo para enunciar una tesis filosófica. En este sentido, los personajes de Pistas falsas gozan de las virtudes y las limitaciones de este enfoque: lo que se gana en elaboración intelectual se pierde en acción dramática.

El recurso plantea también algunas dificultades en la verosimilitud del personaje principal. Por ejemplo, el énfasis manifiesto en reflexionar sobre el comercio ambulante en la Ciudad de México, las protestas políticas, la impuntualidad, la religiosidad popular próxima al narcotráfico y el tránsito saturado, hace que el personaje, con pocos días de estancia en el país, sepa que la ropa que venden entre los automóviles es más barata que “en los comercios formales”, que los quesos son de Oaxaca y que distinga las quesadillas a distancia. Sabíamos que el personaje era un amante de la literatura mexicana, pero sabíamos poco de su pericia en las sutilezas de la vida cultural. Estos pequeños deslices (hay otros que denotan que el desplazamiento deja de ser sorpresivo y, no lo es, debido a un multiculturalismo incrementado por las tecnologías y la ciudadanía mundial, que acusa más a su origen por el aplanamiento interior del héroe) no interfieren en bienvenir una obra que procura, justamente, la mixtura de los géneros y entrelazar la mirada de la antropología con la ficcionalidad en un ejercicio lúdico, crítico y de apuesta a la creatividad.

Una lectura que valida que la actividad imaginaria es una táctica para observar la dimensión cultural de la vida humana y el entorno natural, y simultáneamente, que las implicaciones narrativas del trabajo intelectual de las ciencias sociales y humanas son parte constitutiva de sus retóricas. Pistas falsas. Una ficción antropológica convoca a mantener el asombro del pensamiento y su dimensión inventiva.

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