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Crítica (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0011-1503

Crítica (Méx., D.F.) vol.45 no.133 Ciudad de México Abr. 2013  Epub 19-Mar-2020

https://doi.org/10.22201/iifs.18704905e.2013.729 

Simposio: The Languages of Publication of Analytic Philosophy

Filosofía analítica en lengua vernácula

Analytic Philosophy in Vernacular Language

Guillermo Hurtado* 

*Instituto de Investigaciones Filosóficas, Universidad Nacional Autónoma de México, gmhp@unam.mx


RESUMEN

Se sostiene que la propuesta de Rodriguez-Pereyra de que los analíticos iberoamericanos publiquemos todos nuestras investigaciones en inglés es inviable e indeseable.

Palabras Clave: metafilosofía; filosofía latinoamericana; filosofía analítica en español; filosofía académica; filosofía contemporánea

SUMMARY

It is argued that Rodriguez-Pereyra’s proposal that Iberoamerican philosophers should publish all their papers in English is non viable and undesirable.

Key Words: metaphilosophy; Latin American philosophy; Spanish-language philosophy; academic philosophy; contemporary philosophy

El tema del idioma en el que conviene que publiquen los filósofos analíticos no es nuevo, pero hay que reconocerle a Gonzalo Rodriguez-Pereyra haber sido el primero en plantear francamente la posición anglófona. He ofrecido mi defensa del idioma español y sin tapujos en varios escritos.1 Sin embargo, la manera sutil en la que Rodriguez-Pereyra ha presentado su posición me hizo ver que, para responderle, había que tomar otras vías retóricas.

Comencemos por dejar muy en claro qué es lo que Rodriguez-Pereyra no hace. Él no comete el error de defender la tesis burda de que hay idiomas más propicios para la filosofía que otros; que el inglés es idóneo para ella y que el español no lo es. No, él sostiene que, dadas las cosas como son en la filosofía analítica de nuestros días, conviene que los analíticos publiquemos en inglés nuestras investigaciones para que así podamos dar a conocer nuestro trabajo en el exterior.

Los argumentos de Rodriguez-Pereyra en favor de su tesis son todos razonables y, sin embargo, son todos rebatibles. La argumentación de Rodriguez-Pereyra presupone una concepción de la filosofía analítica y sobre esa base sostiene que para que nosotros alcancemos sus fines es conveniente que lo hagamos por ciertos medios (a saber, que publiquemos en inglés). No comparto esa concepción estrecha de la filosofía analítica. Considero que lo que hoy se conoce como “filosofía analítica” es una degeneración de lo que fue en sus orígenes y, lo que es más, pienso que la filosofía analítica latinoamericana debería tener otros fines que la distinguieran de la que se realiza en Estados Unidos o en Europa (cfr. Hurtado 2012). Pero no voy a argumentar por el momento en contra de Rodriguez-Pereyra desde mi concepción de la filosofía analítica. Mi estrategia de discusión tomará otra ruta.

Supongamos que, siguiendo el exhorto de Rodriguez-Pereyra, los filósofos analíticos iberoamericanos publicáramos todos nuestros trabajos de investigación en inglés. ¿Qué consecuencias se desprenderían de ello? Una de ellas es que uno sería nuestro idioma de investigación (el inglés) y otro nuestro idioma de docencia (el español). Rodriguez-Pereyra propone que para tender puentes hagamos textos de divulgación en español a fin de dar a conocer nuestros resultados de investigación. Pero ¡qué fastidio! Habría que estar traduciendo nuestros trabajos de investigación o redactando versiones light. ¿No sería mejor que diéramos nuestras clases en inglés? Pero no todos los alumnos saben inglés. ¡Pues que aprendan! (como decía Enrique Villanueva). Se podría decir que así como los interesados en estudiar física teórica tienen que saber matemáticas, los alumnos de filosofía analítica tienen que saber inglés. Pero, ¿qué pasaría con los alumnos que no quieren estudiar filosofía analítica? Ellos podrían seguir cur-sando sus estudios en español, de manera que se trazarían dos líneas de estudio: una en inglés, para la filosofía analítica, y otro en español, para la filosofía continental (o como se la llame). Los alumnos analíticos tendrían, por lo tanto, que escribir todos sus exámenes, trabajos y tesis de grado y posgrado en inglés. De esta manera, podríamos tener la tranquilidad de que los estamos preparando en verdad para ser en un futuro filósofos analíticos. Una ventaja adicional es que aquellas facultades de filosofía de Iberoamérica en las cuales se enseñara (en inglés, claro) la corriente analítica podrían aspirar a aparecer en los rankings de The Philosophical Gourmet Report, y esto ayudaría a los administradores universitarios a determinar el nivel internacional de sus programas. De modo que, de seguir la recomendación de Rodriguez-Pereyra, el desempeño de los filósofos analíticos iberoamericanos se mediría en cada caso por su impacto en los medios angloparlantes. En consecuencia, quienes siguieran publicando en español, por terquedad o incapacidad, serían penalizados o simplemente despedidos. Y por lo que toca a las revistas de filosofía analítica que se publican en los países hispanohablantes, lo coherente es que dejaran de publicar artículos en español; lo cual, sin duda, les ayudaría a subir en los rankings mundiales. De realizar todas las medidas anteriores, nuestra integración con la filosofía analítica anglosajona sería total. Seríamos como los australianos o los canadienses. Los filósofos analíticos iberoamericanos ya no estaríamos aislados o marginados por la mala fortuna de hablar un idioma periférico.

Debe resultar evidente para cualquiera que tenga un mínimo conocimiento de los países hispanohablantes que una situación como la que he descrito sería insostenible en términos políticos, institucionales y financieros. El uso generalizado del inglés entre los filósofos analíticos provocaría eventualmente un cisma en nuestras facultades de filosofía. Quizá la única solución sería tener dos facultades separadas: la de tendencia analítica y la continental. ¡Pero eso sería una barbaridad! Además, ninguna universidad sostendría dos programas de filosofía (a duras penas mantienen uno). En el afán de ser escuchados por los filósofos analíticos angloparlantes, estaríamos cometiendo el grave error de aislarnos lingüísticamente del resto de nuestros colegas. Los demás humanistas y científicos sociales de países como los nuestros (que seguirían usando el español) verían la filosofía analítica como un odioso enclave del pensamiento anglosajón. Fuera de las salas de seminario, los analíticos hablarían entre sí en español, pero una vez que comenzaran la discusión filosófica, se hablarían en inglés. ¡Qué ridículo! Está claro, por lo tanto, que si siguiéramos al pie de la letra la recomendación de Rodriguez-Pereyra y asumiéramos las consecuencias de esa decisión, nos meteríamos en serios problemas.

Si alguien quiere que su investigación sea reconocida en el exterior, pues que publique en inglés o en chino (o en los dos). Si no domina esos idiomas, pues que le traduzcan sus textos. Pero la filosofía, como práctica ligada a nuestra forma de vida, a las sombras y los destellos de los usos de nuestro lenguaje coloquial, a nuestros problemas y preocupaciones más hondos, a nuestros ideales colectivos, a nuestra labor profesional en una institución, tenemos que seguir haciéndola en español. Publicar filosofía analítica en español tendría que ser el resultado natural, incuestionable, de esa practica. Además, no debemos olvidar que hay 500 millones de hispanohablantes. Tampoco es como si habláramos noruego o húngaro. ¿A qué viene entonces ese afán por publicarlo todo en inglés? Para algunos, éste puede ser un síntoma de la necesidad psicológica de recibir la aprobación de los otros, un vestigio de la dependencia mental de los americanos. No creo que eso sea lo que ahora esté en juego. Como ya dije, lo que pienso que está detrás del debate es una concepción de la filosofía como una disciplina modelada a partir de las mal llamadas “ciencias duras”, es decir, como una práctica intelectual ultraprofesionalizada, ultraespecializada, de carácter transnacional, sin vínculos relevantes con su realidad social circundante, dependiente de la inversión mo-netaria que se haga en ella y con centros hegemónicos reconocidos. Pero si eso es lo que está en el fondo del asunto, yo propondría que ése fuera el tema de la discusión. ¿Es eso lo que ha sido o tiene que ser la filosofía analítica? ¿Es eso lo que los iberoamericanos queremos que sea?

Referencia

Gonzalo Rodriguez-Pereyra, 2012, “Qué es y qué puede ser la filosofía analítica”, Diánoia, vol. 57, no. 68, pp. 165-173. [ Links ]

1El más reciente, de 2012, “Qué es y qué puede ser la filosofía analítica”, Diánoia, vol. 57, no. 68, pp. 165-173.

Recibido: 26 de Marzo de 2012; Aprobado: 18 de Septiembre de 2012

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