La comprensión de la épica flavia se vio lastrada hasta finales del siglo pasado por un par de prejuicios que los estudios recientes han ido superando. Al complejo de inferioridad supuestamente sentido por los autores del siglo i d. C. frente a los logros de los augusteos -que en el caso de Valerio Flaco se habría manifestado, según Wilamowitz (1924, p. 165 n. 2), como una “sklavische Abhängigkeit von Vergil”- vendría a unirse la penetración de la retórica en la poesía que, para bien o para mal (Narducci 2007, pp. 394-395), ya Quintiliano (Inst. 10.1.90) había señalado en Lucano, magis oratoribus quam poetis imitandus, y que Gordon Williams (1978, pp. 266-271) incluyó entre los rasgos que definirían la “decadencia” de la literatura imperial. Veremos, sin embargo, a continuación que, en un poeta como Valerio Flaco -en cuyas Argonáuticas la influencia de la declamación no es demasiado acusada2-, la enfatización de la naturaleza retórica de ciertos pasajes no constituye un tributo rendido de manera acrítica al gusto de su tiempo, sino un modo de distanciarse conscientemente de Virgilio.
Antes de embarcarse en la Argo con rumbo a la Cólquide, el Jasón de Apolonio de Rodas eleva una plegaria a Febo, dios que, a través de un oráculo délfico, le promete socorrerlo en su travesía, de la que se reconocía causante (1.411-424). Valerio, tras haber desdibujado la responsabilidad de Apolo en el desencadenamiento de la aventura de los argonautas,3 hace que el Esónida, al celebrar un sacrificio en honor de las divinidades marinas, se dirija a Neptuno en los siguientes términos (1.194-203):4
O qui spumantia nutu
regna quatis terrasque salo complecteris omnes,
da ueniam. Scio me cunctis e gentibus unum
inlicitas temptare uias hiememque mereri:
sed non sponte feror nec nunc mihi iungere montes
mens tamen aut summo deposcere fulmen Olympo.
Ne Peliae te uota trahant: ille aspera iussa
repperit et Colchos in me luctumque meorum:
illum ego... tu tantum non indignantibus undis
hoc caput accipias et pressam regibus alnum.
Mientras que la invocación del héroe apoloniano a Febo era meramente propiciatoria, el ruego del Esónida valeriano a Neptuno tiene, además, una función apotropaica. Jasón pretende alejar de sí y de sus compañeros el castigo que pueda abatirse sobre ellos por penetrar en el mar, medio vedado al hombre hasta el momento,5 y lo hace mediante una remotio criminis análoga a aquellas que, con referencia a un hecho pasado, pueden darse en el status qualitatis del genus iudiciale:6 si bien concede la ilicitud intrínseca de la acción que se propone llevar a cabo (inlicitas temptare uias hiemenque mereri, 197),7 se defiende ex causis facti afirmando que no es llevado de propio impulso (non sponte, 198)8 y retrotrayéndose al mandato de su tío Pelias, quien lo obliga a hacerse a la mar en busca del vellocino de oro con la esperanza de que perezca en el intento (ille aspera iussa / reperit et Colchos in me luctumque meorum, 200-201). La argumentación es ciertamente capciosa, en la medida en que el Esónida le hace ver a Neptuno que, si actúa contra su persona, estará favoreciendo objetivamente los deseos de Pelias (Peliae ... uota, 200), verdadero responsable de la inminente profanación del reino marino. No se les ha escapado, por lo demás a los comentaristas que la excusa de Jasón, en la que Stroux (1935, p. 312) quiso ver “die alte Entschuldigung dessen, der οὐκ ἐθέλων, der ἄκων frevelt”, tiene un precedente cercano en las palabras con las que Eneas se justifica ante Dido a la hora de abandonarla (Verg. A. 4.356-361):
Nunc etiam interpres diuum Ioue missus ab ipso
(testor utrumque caput) celeris mandata per auras
detulit: ipse deum manifesto in lumine uidi
intrantem muros uocemque his auribus hausi.
desine meque tuis incendere teque querelis;
Italiam non sponte sequor.
El conocimiento del designio divino que posee Eneas -quien ha visto con su propios ojos a Mercurio (ipse ... uidi, 358), enviado “por el mismísimo Júpiter” (Ioue ab ipso, 356) para exhortarlo a que deje sin dilación Cartago y ponga proa hacia Italia-9 sitúa, empero, el non sponte del héroe virgiliano en un contexto bien diferente al non sponte de Jasón. Mientras que Eneas intenta calmar la cólera de una mortal apelando a la misión que le impone el dios supremo, el Esónida pretende aplacar al dios de los mares reconociéndose víctima de una coacción humana, con lo cual se vale de una vulgar remotio in hominem allí donde el protagonista de la Eneida había esgrimido una remotio in deum.10 A diferencia de éste, el héroe de las Argonáuticas no ha recibido comunicación alguna acerca de la voluntad de los dioses con respecto a su empresa, de la que se ha hecho cargo sin hallarle más causa que el mendaz encargo de su tío (mox taciti patuere doli nec uellera curae / esse uiro sed sese odiis inmania cogi / in freta, (1.64-66). La confrontación de estos dos discursos pone, pues, de manifiesto el modo en que Valerio distorsiona el modelo virgiliano, enfrentando al non sponte sed iussu Iouis de Eneas el non sponte sed iussu Peliae de Jasón.11 Difícilmente se podría confrontar de manera más chocante el supremo designio divino que rige la acción de la Eneida con la desnuda motivación humana que encontramos al comienzo de las Argonáuticas, cuando a las malas intenciones de Pelias con respecto a su sobrino se opone el afán de gloria de éste sin que los deseos de uno y de otro queden subsumidos en un plan divino que los trascienda.12 Tanto Eneas como Jasón se reconocen, sí, como héroes forzados, pero la fuerza que obliga al primero es la de un Júpiter que actúa como garante del cumplimiento del fatum, mientras el segundo debe obedecer las órdenes de un tirano.13 En consecuencia, el héroe de Flaco ha exteriorizado en su plegaria a Neptuno un pesimismo que resulta más trágico que épico,14 si consideramos que es ingrediente fundamental del epos la teleología de signo positivo que informa la Eneida. Y no otra parece ser la percepción del Esónida cuando, una vez realizados los ritos sagrados que siguen a su invocación a Neptuno, se dirige a los Minias para infundirles ánimo.
La arenga tiene lugar después de que las llamas del fuego sacrificial hayan sido leídas por los profetas Mopso e Idmón. El primero ha podido columbrar algunas de las penalidades por las que habrán de pasar los argonautas -como son el rapto de Hilas, el pugilato entre Pólux y Ámico, las pruebas que impondrá Eetes a Jasón en la Cólquide y el filicidio que cometerá Medea en Corinto (1.217-226)-, y lo ha hecho durante el transcurso de una visión pavorosa a la que el segundo se ha limitado a poner, de un modo más bien vago, el contrapunto optimista (praeduri plena laboris / cerno equidem, patiens sed quae ratis omnia vincet, 235-236).15 Inmediatamente, Jasón apostrofa a sus hombres en un tono que poco tiene que ver con el que ha empleado para suplicar a Neptuno (1.240-251):
Vix ea fatus erat iungit cum talia ductor
Aesonius: «Superum quando consulta uidetis,
o socii, quantisque datur spes maxima coeptis,
uos quoque nunc uires animosque adferte paternos.
Non mihi Thessalici pietas culpanda tyranni
suspective doli: deus haec, deus omine dextro
imperat; ipse suo uoluit commercia mundo
Iuppiter et tantos hominum miscere labores.
Ite, uiri, mecum dubiisque euincite rebus
quae meminisse iuuet nostrisque nepotibus instent.
Hanc uero, socii, uenientem litore laeti
dulcibus adloquiis ludoque educite noctem».
Poniendo otra vez de manifiesto sus dotes oratorias, tan alejadas de las exclamaciones inconexas de Mopso como del laconismo de Idmón, el Esónida pronuncia ahora una cohortatio imperatoria (Zissos 2004b: 33) que constituye un curioso ejemplo de discurso del genus deliberatiuum. Respecto de la plegaria elevada poco antes por el héroe a Neptuno, informada por la retórica de la remotio propia del genus iudiciale, esta nueva oración se propone expresamente como palinodia (non mihi Thessalici pietas culpanda / tyranni suspectiue doli, 244-245), de modo que Pelias se ve sustituido como motor principal de la acción épica por el dios al cual la Eneida -y el propio Eneas al excusarse ante Dido- asignaba este papel: deus haec, deus omine dextro / imperat (245-246). El tirano ha impuesto a su sobrino la busca del vellocino de oro con la intención de librarse de él, pero este utile malvado es subsumido por un utile superior que es la apertura del tráfico marítimo, querida por el sumo Júpiter (ipse suo uoluit commercia mundo / Iuppiter, 246-247).16 Podría, pues, pensarse que, en este punto del relato valeriano, el viejo mito de los argonautas ha quedado adaptado al modelo de motivación épica virgiliano,17 si no fuera porque, una vez más, la confrontación de la oratio del Esónida con la oratio de Eneas que le sirve de modelo viene a poner de manifiesto las diferencias. Se trata, en este caso, de la arenga que dirige el protagonista de la Eneida a sus compañeros una vez que, pasada la tempestad desencadenada por Juno, han arribado a las costas de Libia (A. 1.198-207):
O socii -neque enim ignari sumus ante malorum-,
o passi grauiora, dabit deus his quoque finem.
Vos et Scyllaeam rabiem penitusque sonantis
accestis scopulos, uos et Cyclopea saxa
experti. Reuocate animos, maestumque timorem
mittite: forsan et haec olim meminisse iuuabit.
Per uarios casus, per tot discrimina rerum
tendimus in Latium, sedes ubi fata quietas
ostendunt; illic fas regna resurgere Troiae.
Durate, et uosmet rebus seruate secundis.
Eneas puede confortar a los suyos apelando a la providencia divina (deus, 199) porque, aun en medio de los peligros (per tot discrimina rerum, 204) conoce la meta prescrita por el hado a sus peregrinaciones (tendimus in Latium, 205), que le ha sido revelada gradualmente mediante apariciones y profecías.18 En cambio Jasón, en cuya boca la tímida anticipación del recuerdo placentero de los sufrimientos pasados hecha por Eneas (forsan et haec olim meminisse iuuabit, 203) ha devenido resuelta invitación a realizar hazañas que susciten la emulación de las generaciones futuras (quae meminisse iuuet nostrisque nepotibus instent, 249), no ha recibido un solo mensaje sobrenatural que le permita postular la implicación de Júpiter en una gesta que, a ojos de Mopso, se muestra llena de riesgos (per quot discrimina rerum / expedior!, 217-218). La argumentatio del héroe valeriano, planteada ex abrupto en una alocución que carece de exordio propiamente dicho,19 estriba en la idea de que los argonautas han tenido acceso a los designios de los dioses (superum quando consulta uidetis, 241), pero nada ha revelado acerca de éstos el vaticinio optimista de Idmón, mientras que el vaticinio pesimista de Mopso ha aludido a una causalidad divina negativa, como es la oposición de las deidades del mar a la penetración del hombre en su elemento (fremere et legem defendere cuncti / hortantur, 213-214), que, lejos de dar pie a una interpretación de la voluntad celeste como la que ahora ofrece Jasón, viene más bien a corroborar los temores por él mismo expresados en su ruego a Neptuno. La identificación del presagio favorable al que apela el Esónida (omine dextro, 245) resulta, además, francamente difícil para el lector de las Argonáuticas,20 al que, a diferencia de lo que ocurría en la Eneida, el narrador no le confirma por el momento el beneplácito de Júpiter.21 A falta de dicha confirmación, se puede decir que Jasón está actuando como si fuera -o quisiera ser- Eneas, pero no que sea efectivamente un nuevo Eneas, puesto que, como ha señalado Manfred Wacht (1991, pp. 103-108) su discurso no ha servido para introducir de manera convincente en las Argonáuticas una adecuación de la motivación humana a la motivación divina como la que se daba en la Eneida.
A la arenga virgiliana sigue una apostilla del narrador mediante la cual éste nos hace saber que Eneas disimula su congoja a fin de infundir esperanza (talia uoce refert curisque ingentibus aeger / spem uultu simulat, premit altum corde dolorem, 208-209), sin que por ello comprometa la veracidad de un discurso en el que, al afirmar la legitimación divina de su aventura, no hace otra cosa que compartir con sus asendereados compañeros el conocimiento que por vías sobrenaturales se le ha transmitido.22 El narrador de las Argonáuticas se limita, en cambio, a mencionar escuetamente la reacción favorable de los Minias a la suasoria de Jasón (paretur, 252), sin preocuparse de justificar ante el lector el acentuado cambio que, entre la plegaria a Neptuno y la cohortatio, se ha producido en la actitud del héroe. Se descarga así sobre este la responsabilidad de una interpretación de la voluntad celeste que carece de fundamento objetivo, con lo que la dissimulatio atribuida por Virgilio a Eneas se inclina hacia la simulatio. Mientras que el Anquisíada, a pesar de las penalidades soportadas, se ponía en manos del designio divino que se le había ido comunicando, el Esónida postula para su expedición a la Cólquide -provocada, como él mismo ha reconocido, por el odio de Pelias- un designio divino que no ha tenido manera alguna de conocer, y que bien podría estar inventando suadendi causa. Las sospecha no es descabellada, puesto que la simulatio o fingimiento constituiría tan sólo un paso más en la carrera de un héroe que ha dado ya muestras de su aptitud para la dissimulatio u ocultación a la hora de convencer a Acasto, el hijo de Pelias, para que se una a los Minias.23
No han faltado estudiosos que, esgrimiendo los pasajes que acabamos de examinar, hayan puesto en tela de juicio el estatuto heroico de un Jasón que, como un orador poco respetuoso con la verdad, se muestra dispuesto a convencer a cualquier precio,24 ya sea el destinatario de sus habilidades oratorias un dios como Neptuno o un grupo de mortales como los argonautas.25 Mas nuestro propósito no ha consistido en fundamentar una lectura moral de las Argonáuticas poco benévola con el protagonista, sino en exponer la manera en que se exacerba en los discursos de éste la dimensión suasoria presente en los discursos de Eneas que le sirven de modelo. Esperamos, en fin, haber demostrado que Valerio Flaco, lejos de estrechar los paralelismos que pudieran aproximar entre sí a ambos personajes, ha fomentado este exacerbamiento con el propósito de poner de manifiesto la radical inadecuación de la retórica empleada por el Anquisíada a la situación en que se halla el Esónida.26 A nuestro juicio, no se trata de que el segundo sea peor que el primero bajo una perspectiva ética, sino de que debe ser necesariamente distinto bajo la perspectiva estética, literaria, de un poeta que se sabe epígono, sí, de Virgilio, pero también de Lucano, y que, en calidad de tal, es perfectamente consciente de la dificultad que entraña postular de modo no problemático la implicación divina en los asuntos humanos cuando se está intentando recomponer un universo épico que, con la enmienda a la totalidad hecha a la Eneida por la Farsalia, se había quedado sin dioses.