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Nova tellus

versão impressa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.40 no.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2022  Epub 08-Abr-2022

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2022.40.1.432584 

Reseñas

Del Nero, Valerio, Juan Luis Vives. Scritti politico-filosofici, Canterano, Aracne Editrice, 2020, 384 págs., ISBN: 978-88-255-3028-5.

Enrique González Gonzáleza  *
http://orcid.org/0000-0001-8208-0953

aUniversidad Nacional Autónoma de México, México, enriquegg2005@yahoo.com

Del Nero, Valerio. Juan Luis Vives. Scritti politico-filosofici. Canterano: Aracne Editrice, 2020. 384p. ISBN: 978-88-255-3028-5.


Palabras clave: Humanismo cívico; Juan Luis Vives; traducciones científicas

Keywords: Civic Humanism; Juan Luis Vives; Scientific Translations

Mientras el recuerdo de Erasmo y Tomás Moro sigue vivo hasta hoy, Juan Luis Vives (1492/93-1540), amigo y corresponsal de ambos, ha pasado por largos periodos de olvido casi total, incluso en España. Sin duda, su manual de conversación latina, los Diálogos (Linguae latinae exercitatio), se mantuvo en las prensas en Italia y España hasta principios del siglo XIX, pero, fuera de su vigencia en medios escolares, nunca gozó de la popularidad del Elogio de la locura ni del reconocimiento otorgado a la Utopía. Con todo, a mediados del siglo XIX surgieron disciplinas académicas como la pedagogía y la psicología, y los escritos del valenciano volvieron a interesar a los estudiosos. Desde Alemania, el apelativo de “padre” de la pedagogía moderna pasó a toda Europa y América. Ese título, que abarca solo una faceta de su vasta producción escrita, persiste en manuales, enciclopedias y diccionarios históricos. Por suerte, desde los pasados años sesenta su nombre ha vuelto a surgir aquí y allá, tal vez con cierta tibieza, pero desde enfoques menos unilaterales.

Varias circunstancias confluyeron al enésimo redescubrimiento. Por una parte, el hecho, destacado por Valerio Del Nero, de que la vasta obra de Vives —aproximadamente 40 títulos— revela tal amplitud de intereses que no cabe bajo un solo calificativo, como el de pedagogo. Por otra, que a partir de los pasados años sesenta se amplió, como nunca antes, el acceso a los escritos del autor. En 1964 salió una reimpresión facsimilar de los ocho volúmenes de Opera Omnia, editados en Valencia casi dos siglos atrás (1782-1790). Hasta entonces solo se accedía a ellos (o a la edición basileense de Opera, 1555, dos tomos) en los fondos reservados de las bibliotecas que los poseían, no siempre de acceso fácil. Más aún, desde hace tiempo, una y otra se consultan libremente en la red. Paralelamente, y más importante que lo anterior, hoy se cuenta con ediciones críticas de un creciente número de obras suyas, que suelen acompañar el texto latino con traducciones rigurosas y anotadas. En 1987, los profesores Constant Matheeussen, Josef IJsewijn, Edward George y Charles Fantazzi (actual director) lanzaron el proyecto Selected Works of J.L. Vives, que ya ha alcanzado diez tomos y abarca una veintena de obras, con versión al inglés. A ellas se suman las que incluyen versión al español o al francés. Tales logros permiten a los estudiosos consultar un número cada vez más amplio de textos latinos fiables y auxiliarse de versiones rigurosas.

Con todo, para que un autor llegue al gran público es indispensable que su obra circule profusamente en varias lenguas, más allá de los ámbitos es­trictamente académicos. En este campo, Vives ha tenido dispar fortuna. Como parte de su excepcional fama, en el siglo XVI y a inicios del XVII, una media docena de sus escritos destinados al gran público —los letrados consultaban sus tratados científicos en latín— se reimprimieron muchas veces en francés, inglés, alemán, neerlandés, español, italiano y, a veces, en otras lenguas. Pero, desde mediados del XVII, solo reaparecía en vulgar la Introductio ad sapientiam, y cada vez menos. Hay que esperar al cierre del siglo XIX, para que los pedagogos alemanes publiquen tres antologías. En Inglaterra, Foster Watson tradujo y editó la segunda parte de De disciplinis con un título que haría fortuna: On Education (1913). En el resto de Europa o en América, silencio casi total. Hasta los años sesenta del siglo XX, en vano se buscan nuevas versiones de sus escritos en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra…

El caso español es singular. Con anterioridad a Gregorio Mayans —responsable de la citada edición latina de Opera Omnia—, ningún tratado científico del humanista de Valencia se publicó en la península. Mayans también reimprimió versiones españolas del siglo XVI, del Tratado del socorro de los pobres y la Introducción a la sabiduría. Ambos opúsculos, más la Instrucción de la mujer cristiana (que no reapareció entre 1584 y 1772) y la edición bi­lingüe de los Diálogos (a partir de 1723) fueron las únicas obras vivistas difun­­didas en castellano por casi siglo y medio. Se debe a los intelectuales liberales, reunidos a partir de 1876 en la Institución Libre de Enseñanza, la primera versión de tres obras más: en 1923, El tratado del Alma y el Tratado de la enseñanza, en la huella de Watson. Por fin, ya desde el exilio mexicano, otro institucionista publicó Concordia y discordia (1940).

Reprimidos y exiliados los miembros de la Institución al caer la república, el presbítero mallorquí Lorenzo Riber llevó por fin al castellano la obra casi completa del humanista (1947-1948). Pero el notable mérito de sus dos tomos (más de tres mil páginas que gozaron de vasta circulación) se matiza por el hecho de que su versión, sin duda precipitada, incurre en frecuentes errores de interpretación y sintaxis. Riber, más literato que filósofo, parece desconocer el sentido de la disputa entre humanistas y escolásticos, sobre todo en torno a la dialéctica y la retórica. Por lo mismo, a veces suprime párrafos enteros cuyo sentido se le escapa, los interpreta erróneamente, o busca embellecer el original, inflándolo con tropos y frases ajenas. Su “Estudio biobibliográfico”, muy en la veta nacionalista del franquismo, abunda en enunciados pomposos y retóricos, más que en un manejo crítico de la obra a verter. Recoge la infor­mación biográfica entonces disponible —aunque rechaza los “rumores” sobre el origen judeoconverso del cristianísimo español—, pero evidencia su escasa noticia sobre tales debates, ya entonces tratados por italianos como Garin; por lo mismo, su dominio del latín no le bastó para lograr una versión cabal. A su vez, apenas si incorpora otras notas que las introducidas por Mayans en el siglo XVIII. En vista de las carencias de su labor, de 1992 a 2010 salió en Valencia una nueva traducción, casi integral, de sus Opera. Cada título lleva un estudio preliminar, algunos de plano pobres y anticuados. Además, revela, junto con su dependencia acrítica de la edición mayansiana, un problema capital: su heterogeneidad. A veces, como en los textos a cargo de Francisco Calero, se aprecia mayor cuidado en la versión y abundan las notas. En cambio, en la obra capital de Vives, De disciplinis, un solo dato permite evaluar el conjunto: los veinte libros tocaron a diez intérpretes distintos, no todos especialistas en Vives o en humanismo. Sobra decirlo, cada uno siguió su criterio, con inevitables discordancias: una misma voz latina, ciertos giros gramaticales o, lo más peligroso, posibles conceptos clave, se vertieron como mejor pudo cada colaborador. De ahí los saldos dispares del nuevo esfuerzo: útil medio de difusión, poco fiable para una iniciación rigurosa en la obra y pensamiento del humanista.

Cabe pues concluir que la traducción de un autor renacentista, o cualquiera del pasado, si se busca hacer de ella un eficaz medio tanto para la difusión como el estudio de su obra, exige método y rigor; dista de ser tarea fácil y cabe dudar de su éxito cuando se anteponen la premura o la presión de plazos impuestos desde fuera. Demanda un intérprete capaz de situar históricamente al autor y la obra, y al tanto, en lo posible, de las coyunturas en que cada texto se escribía. A más del dominio de ambas lenguas, importa que maneje el vocabulario científico o técnico del autor y sus contemporáneos. Más aún si se trata de un escrito de carácter polémico; sin familiaridad con la jerga académica de cada contendiente, puede no percatarse, por ejemplo, de expresiones irónicas. Por otra parte, se da el hecho capital de que no es lo mismo dominar el latín escrito por un hablante nativo, como Cicerón o Virgilio, que la lengua artificial, hoy llamada neolatín, elaborada por cada humanista —con mayor o menor pericia— para escribir su obra. Y en el caso concreto de Vives, cabe advertir sobre una dificultad adicional: se lo acusa, casi sin excepción, de cierta duritia de estilo.

El florentino Valerio Del Nero ilustra bien lo que se requiere para una buena traducción. Especialista en humanismo renacentista, ha seguido la huella de dos grandes estudiosos italianos de dicho fenómeno en el siglo pa­sado, Eugenio Garin —de quien fue discípulo directo— y Cesare Vasoli. Para ambos, ese movimiento de renovación cultural, lejos de reducirse a Italia, se expandió de la península a toda Europa y, sin duda, más allá. A diferencia de Kristeller y sus seguidores, para quienes el humanismo se reduce al cultivo de la gramática, la elocuencia y la moral, Del Nero y sus maestros sostienen que, a lo largo y ancho de Europa, los humanistas, aplicando las armas de la filología, exploraron todos los campos del conocimiento, incluidos, por su­puesto, la dialéctica, la filosofía en sus diversas ramas y las ciencias naturales, sin detenerse ante las llamadas ocultas, ni excluir de su horizonte la teología y diversas manifestaciones de religiosidad y espiritualidad. Además, varios de ellos, ligados a las cortes y sedes del poder, participaron activamente en política —baste recordar a Moro y Maquiavelo—, y escribieron tratados de carácter político.

Tales premisas explican el interés de un estudioso italiano como Del Nero por el polifacético humanista valenciano, de quien se ocupa, con creciente interés, al menos desde 1986. Destacan dos sólidos estudios: Linguaggio e filosofía in Vives. L’organizazione del sapere nel “De disciplinis” (1991) y Tradizione classica e cultura umanistica nel “De disciplinis”. Se le debe, además, amplia gama de aportes sobre la psicología, el lenguaje, el sentido en que se puede llamar a Vives “pedagogo”. En sus trabajos, lejos de limitarse a un análisis aislado de Vives y algún texto (al estilo de los positivistas deci­monónicos), busca relacionarlos con el complejo marco social y político y los debates culturales, filosóficos y religiosos del tiempo del valenciano, sin omitir a sus contemporáneos, así figuras de la talla de Erasmo o Moro, como los italianos Valla, Sadoleto y Nizolio, entre otros. De modo paralelo, durante su vida académica Del Nero ha enseñado latín e historia de la filosofía. Ese doble ejercicio lo faculta para difundir la obra de Vives en italiano con sin­gular cuidado. En suma, su competencia como intérprete lo evidencia, a una con su cuidado para traducir los textos vivistas, su carácter de estudioso de la obra del valenciano en el marco del humanismo italiano y europeo, y de sus grandes temas y problemas.

Ha traducido L’aiuto ai poveri (2008); L’insegnamento delle discipline, la segunda parte del De disciplinis (2011), y prepara la primera. Le han inte­resado también los Scritti spirituali (2018), y ahora publica los Scritti politico-filosofici. Como puede apreciarse, los sucesivos títulos traídos al italiano revelan las varias facetas del pensamiento vivesiano. En el presente volumen reúne dos conjuntos de opúsculos y tratados que Vives dedicó a los conflictos que desgarraban a Europa, en particular, las guerras entre las incipientes naciones y llamó a poner fin a la sangrienta rivalidad entre los príncipes, y a los disturbios derivados de la Reforma, cuando aún se creía posible lograr acuerdos, mediante un concilio general, que soldaran las rupturas entre los distintos bandos de la cristiandad.

Con ese doble fin, en 1526 publicó media docena de opúsculos intitulados De Europae dissidiis et republica. Se trata, primero, de una carta de 1522 a Adriano VI (m. 1523), instándolo a convocar un concilio general enderezado a reconciliar a todos los cristianos; dos misivas a Enrique VIII de Inglaterra, de 1525, en que le pedía actuar como pacificador entre Francisco I de Francia, prisionero del emperador Carlos V, y este. En el volumen incluyó además un punzante diálogo, inspirado en Luciano y sin duda en Erasmo, donde discute si declarar o no la guerra al Turco, que amenazaba conquistar Europa. Vives incluyó también una carta al cardenal Wolsey, favorito del monarca inglés, y al obispo John Longland, confesor regio, instándolos a la paz, y dos discursos políticos de Isócrates, traducidos al latín. Del Nero prescinde de estas últimas piezas, y pasa al De concordia et discordia in humano genere, publicado en Amberes en julio de 1529, apenas meses antes de que los turcos sitiaran, sin éxito, la estratégica ciudad de Viena. Si en De Europae el humanista se dirigía a los poderosos, ahora, en el extenso tratado dividido en cuatro libros, habla ante todo a los distintos miembros de la sociedad, señalando que las dis­cordias privadas abren la puerta a los males públicos y, a la inversa, la armo­nía entre los miembros de la sociedad está en la base de todos los bienes públicos. En un quinto libro proponía medidas para conseguir la paz. En el sexto y último prevenía de los males que —en su opinión— los turcos traerían consigo si se adueñaban de Europa. La falta de ediciones críticas al momento de realizar su traducción llevó a Del Nero, circunstancia que aclara, a valerse de la edición dieciochesca de Mayans. El intérprete acompaña su versión con un esclarecedor estudio introductorio (pp. 11-77), un preámbulo particular a cada obra, y casi ochocientas notas de pie en que da cuenta de las copiosas citas traídas a colación por Vives, así bíblicas como de autores clásicos, explica pasajes difíciles o aporta noticias históricas. Por último, ofre­ce un índice de nombres citados. Se trata, en suma, de un modélico buen hacer que, sin lugar a dudas, convendría generalizar en el ámbito hispánico.

Bibliografía

Del Nero, Valerio, Juan Luis Vives. Scritti politico-filosofici, Canterano, Aracne Editrice, 2020, 384 págs., ISBN: 978-88-255-3028-5. [ Links ]

Recibido: 02 de Agosto de 2021; Revisado: 20 de Agosto de 2021; Aprobado: 10 de Septiembre de 2021

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Enrique González González es doctor en Historia por la Universidad de Valencia, España; investigador nacional emérito del Sistema Nacional de Investigadores; ganador del Premio Universidad Nacional; becario de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation; profesor de la Facultad de Filosofía y Letras e investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (IISUE-UNAM). Es autor, coautor o coordinador de 20 libros, de 27 artículos en revistas especializadas y más de 110 capítulos de libros de carácter académico, en torno a la historia de las universidades, el papel del humanismo renacentista en el Nuevo Mundo y la circulación y la censura de los libros académicos en el siglo XVI. Destacan sus recientes volúmenes El poder de las letras. Por una historia social de las universidades de la América hispana en el periodo colonial; y la edición crí­tica de Juan de Palafox y Mendoza, Constituciones para la Real Universidad de México (1645), ambos en 2017, y en colaboración con Víctor Gutiérrez. El primero constituye un repaso general de la historia de las universidades durante la dominación española; propone opciones para producir nuevos estudios que examinen el papel de los graduados en las sociedades coloniales. A su vez, incluye una guía sistemática de los archivos y bibliotecas que poseen documentos sobre cada una de las treinta universidades del periodo, y el más amplio repertorio bibliográfico hasta ahora. El segundo, junto con un amplio estudio introductorio, es el resultado del cotejo de cinco manuscritos de los siglos XVII y XVIII y de tres impresiones de la obra, en el mismo periodo.

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