INTRODUCCIÓN
Se estudian tres conceptos centrales del pensamiento social en México de 1840 a 1960: “cuestión social”, “problema social” y “justicia social” (en adelante CS, PS y JS, respectivamente) en sus significantes, emergencias, permanencias, desplazamientos, transformaciones, así como las referencias supranacionales y contextos en que emergieron. Se entiende por pensamiento social a las reflexiones y propuestas que surgieron en el siglo XIX sobre el orden social, en contraste con el pensamiento político enfocado en las formas de gobierno, las leyes y la ciudadanía en abstracto. A partir de la filosofía, la teología, la economía y la sociología, surgieron corrientes de pensamiento social que para mediados del siglo XX habían experimentado varios desarrollos. En México, las distintas corrientes de pensamiento social han sido abordadas, pero no reunidas para su comparación, siendo que una o más comparten elementos, espacios y temporalidades. Generar un espacio de confluencia entre las corrientes de pensamiento social mexicanas es el aporte de esta investigación. Para ello se siguen dos estrategias: vincular a las corrientes a partir de identificar los usos que hicieron de los conceptos de CS, PS y JS, y encontrar en los intercambios lingüísticos entre las corrientes, apropiaciones de ideas y resignificaciones, para mostrar que dichas corrientes se desarrollaron en el intercambio y apropiación de ideas, lenguajes, referencias y problemáticas comunes. A partir de ello, se considera que, entre las ideologías, la pureza de ideas no existe, pues todas están constituidas por distintas tradiciones por medio del lenguaje. Por otro lado, hacen falta trabajos sobre los conceptos de CS, PS y JS en México, a los que esta investigación intenta abonar. El “pensamiento social mexicano” ha sido objeto de estudio con diversos enfoques. Bolaños (1996) relacionó paradigmas científicos con el pensamiento social de finales del siglo XIX e inicios del XX. Ibarra (2010) indagó el cambio de pensamiento social en el paso del gobierno monárquico al republicano. Zabludovsky (2017) abordó el pensamiento social a través de temáticas en intelectuales de inicios del siglo XX. Blancarte (1996) reunió el pensamiento social católico e Illades (2018) el socialista, marxista y anarquista. Por su parte, Zermeño (1996) problematizó el pensamiento social del último cuarto del siglo XX. Por su parte, el concepto de CS ha sido tratado por la sociología como las transformaciones del trabajo, las leyes laborales y las políticas sociales del siglo XIX al XX (Bentura, 2013; Castel, 1997); desde perspectivas teóricas se debatieron conceptos sociales y su actualización para abordar los problemas generados por el neoliberalismo (Rosanvallon, 1995). Los trabajos históricos sitúan la CS en entornos nacionales como en Chile (Castillo, 2013; Grez, 2003) y Argentina (Suriano, 2000); desde la etnografía, el concepto se vinculó con actividades comunitarias en Brasil (Iamamoto y Carvalho, 1983; Netto, 1995) y en Argentina (Rozas, 2001). Por su parte, Gonzalo Capellán de Miguel (2010) comparó el desarrollo del concepto entre México y España (1848-1936) desde el catolicismo social con la historia conceptual. El concepto de PS se ha trabajado a partir de problemas sociales concretos, pero sin una reflexión conceptual y de sus usos, partiendo de enfoques sociológicos (Ordorica y Prud’homme, 2012), del trabajo social (Cano, 2015), en el ámbito político (Ubiarco, 2009), en situaciones actuales como los “ninis” (Medel, 2018) y comparando momentos históricos (Marino, 1962; Redacción, 2014). El concepto de JS ha sido sobre todo objeto de la filosofía política: Murillo y Hernández (2011) , así como Málaga (2016) , elaboraron una genealogía que va de los griegos al siglo XX en las ideas filosóficas. A partir del análisis discursivo, Gordon (2002) identificó significantes de JS en agrupaciones políticas mexicanas, y desde la sociología del derecho, se han construido definiciones del concepto (Fajardo y García, 2008). A diferencia de los anteriores trabajos, empleo la metodología de la historia conceptual de Reinhart Koselleck (2012) para el estudio de conceptos y significantes en los contextos políticos y sociales que los hacen posibles. Con el método sincrónico-diacrónico de Koselleck se observan cambios, permanencias, deslizamientos, neologismos, contraconceptos y relaciones entre significantes, así como estructuras y tendencias a largo plazo. Como opción a la historia de las ideas convencional, proclive a crear tradiciones ideológicas con significantes homogéneos, la historia conceptual aporta tramas históricas con énfasis en los usos de los conceptos, pudiendo mostrar sus cambios, diferencias de significados y quiebres ideológicos, junto con sus permanencias en procesos de larga duración. Esa perspectiva permitió distinguir como una de las matrices del lenguaje en las distintas corrientes de pensamiento social al socialismo utópico, de donde emergieron específicamente los conceptos CS, PS y JS. Por otro lado, con la ayuda del enfoque morfológico de Michael Freeden (2013) para el estudio de la estructura interna de las ideologías (corrientes de pensamiento), identifico dinámicas de los conceptos y de las corrientes de pensamiento social, como la migración de conceptos de la periferia al centro de los discursos, el lugar y uso distinto de los conceptos en cada corriente, y la permeabilidad entre las ideologías. La investigación inicia en 1840 con los primeros usos de los conceptos y termina en la década de 1960, con el declive del marxismo leninista ortodoxo y la transformación del apostolado católico social. La periodización y la división entre las distintas corrientes de pensamiento son tomadas de especialistas.1 Las fuentes primarias revisadas comprenden manifiestos políticos de grupos sociales, artículos de opinión en revistas y periódicos, y obras de autores destinadas a su difusión pública. Estas fuentes se complementan con trabajos sobre corrientes de pensamiento social y de historia política. Las preguntas que pretendo responder son: ¿Cuándo surgieron los conceptos CS, PS y JS en los discursos políticos y sociales mexicanos?, ¿cuáles son sus referentes supranacionales?, ¿qué significantes conformaron a estos conceptos?, ¿cuáles son los cambios semánticos que experimentaron?, ¿qué corrientes mencionaron estos conceptos y en qué se diferenciaron?, ¿cómo fueron reemplazados unos conceptos por otros y por qué? El artículo consta de siete apartados y conclusiones: 1) la formación del concepto CS en la modernidad; 2) la CS y el PS en el liberalismo clásico y científico del siglo XIX; 3) conceptos sociales en el anarquismo utópico y el magonista; 4) conceptos sociales del catolicismo del siglo XIX; 5) CS y JS en el marxismo y anarquismo hasta la primera mitad del siglo XX; 6) del PS a la JS en el nacionalismo revolucionario, y 7) lo social en el catolicismo hasta mediados del siglo XX.
LA FORMACIÓN DEL CONCEPTO DE CS EN LA MODERNIDAD
En el siglo XVIII, pensadores ilustrados como Nicolás de Condorcet cuestionaron el providencialismo religioso e, inspirados en el método científico, tomaron la existencia de la sociedad como algo “natural”, evidente y determinante de las relaciones e instituciones humanas. Lo que un sujeto piensa y hace estaría determinado por “lo social” o sea, por su posición en la sociedad, pero la sociedad también podía ser transformada por los individuos para enmendar sus deficiencias (Cabrera y Santana, 2006, pp. 165-192). De este imaginario se derivaron términos para describir la sociedad (“males sociales”, “desigualdad social”), conceptos generadores de experiencias (“causa social”, “regeneración social”, “acción social”) y conceptos creadores de horizontes de expectativas (“justicia social”, “socialismo”, “democracia social”).2 Estos conceptos llegaron a ser englobados en el siglo XIX en el de CS.3 A partir de ello se puede hablar de un pensamiento social diferenciado del pensamiento político. A finales del siglo XVIII existían, en lengua francesa, términos como la question ouvraire o la question de la propriété, pero fue hasta la tercera década del siglo XIX que Víctor Considerant mencionó la question sociale para referirse las problemáticas de los pobres a causa de los gobernantes: “Las Constituciones ponen por escrito los hechos ya consumados; y eso es todo […] mientras se siga por este camino, el futuro no ha de traernos sino guerras, revoluciones y tumultos […] Por el momento es suficiente el haber dejado sentado que hasta ahora la cuestión social había sido planteada erróneamente por nuestros filósofos y por nuestros políticos […]” (Considerant, 1969, p. 150).
De hecho, fueron los socialistas utópicos (Saint-Simon, Víctor Considerant, Étienne Cabet, Felicité de Lammenais, Louis Blanc, Louis Auguste Blanqui, Graco Babeuf, Charles Fourier y Flora Tristán) quienes desarrollaron un amplio vocabulario de lo social que tuvo incidencia en siglos posteriores, aportando más de 50 términos vinculados con lo social.4 En diccionarios franceses del siglo XIX, la question refería a cualquier pregunta al igual que problème, pero este último se usaba además para temas de matemáticas, física, astronomía y filosofía. El Diccionario de la Real Academia Española (RAE, 1832, pp. 222 y 694) definía “cuestión” como pregunta, problema o averiguación. Ahí mismo, “social” era “lo perteneciente a la sociedad”. En la edición de 1869, el significado de “cuestión” permaneció igual, y lo “social” añadió “lo perteneciente a los socios o compañeros, aliados o confederados”. En francés, Considerant (1978) mencionó, en su obra Principes du socialisme (1847), el concepto le problème social como sinónimo de la question sociale, igual que lo hizo el Dictionnaire de la langue francaise de 1874 (Littré, 1957, p. 712). De esa manera se puede considerar que la CS y el PS son sinónimos, al menos durante el siglo XIX. Términos y expresiones diversas orbitaron en torno del concepto CS, y pueden ser reconocidas como partes del mismo con el método onomasiológico (Koselleck, 2012, p. 32), el cual remite a un estado de cosas que no pueden plasmarse en un solo concepto, causando y registrando una pluralidad de denominaciones que se ajustan a la transformación social. La CS aludía a los problemas sociales que trajo la modernidad (un “espacio de experiencia”) y a las soluciones (el “horizonte de expectativa”).5
EL CONCEPTO CS Y PS DEL LIBERALISMO CLÁSICO (1840-1870) AL LIBERALISMO CIENTÍFICO (1870-1920)
La independencia de México trajo el problema de decidir cuál era la mejor forma de gobierno y cuáles las reglas de participación política, originando un rápido desarrollo de la opinión pública. Los involucrados en la opinión pública eran políticos, empresarios y militares protagonistas de los cambios en el país; la mayoría de ellos con una ideología en plena construcción, al igual que la identidad del sistema político y económico del país (véase Roldán Vera, 2009). Hacia 1840, las ideas republicanas de división de poderes y de derechos fundamentales reunían consenso, pero sin unanimidad al lado de democracia o federalismo. Los formadores de la opinión pública entraban en contacto con las ideas y “doctrinas” del pensamiento político y social europeo de diversas formas (véase Suárez, 2003). También se vivía uno de los momentos de mayor vulnerabilidad nacional: la economía nacional se encontraba en sus mínimos, con pronunciamientos a la orden del día y grupos sociales en la miseria fermentando rebeliones; además, con imperios extranjeros interesados en el territorio nacional (véase Palomo, 2008). Mariano Otero (2013)6 fue el primero en utilizar el concepto de CS en el título de su Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana, de 1842. La CS se refiere a la miseria de la población y lo que se podía esperar de cada una de las clases sociales para aliviarla. Aunque Otero sigue la influencia de La democracia en América, de Alexis de Tocqueville (1837) ,7 identificando la participación de las clases sociales en México en los problemas sociales, el préstamo de CS llega del fourierista Víctor Considerant, quien sí manejaba el concepto, y que es mencionado por Otero en su obra. Según Reyes Heroles (1974) , Otero, junto con Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, José María del Castillo Velasco, Isidoro Olvera e Ignacio Ramírez, conforman la corriente de pensamiento social al interior del llamado “liberalismo clásico” que Charles Hale (1989) data entre 1830 y 1870. Para estos políticos, el PS es la propiedad de la tierra,8 acaparada por unos cuantos y el despojo de tierras y agua a los indios (Hale, 2012).9 En la defensa de la propiedad, Melchor Ocampo10 contradijo a Joseph Proudhon en su idea sobre la propiedad como un robo y la entendió como un bien. Además, identificó la causa del PS en las alcabalas, cuya solución era el mejoramiento de la administración. Por su parte, Ponciano Arriaga (2005, p. 165) 11 fundamentó la propiedad como un derecho personal vinculado a la libertad a partir del liberal francés Adolphe Thiers12 y presentó los PS de la miseria, la esclavitud por peonaje, el derecho al empleo público y al voto, desligándose de los “reformadores socialistas”. José María del Castillo Velasco13 se inspiró en las ideas del jurista Manuel Colmeiro, aunque también citaba a William Blakstone, Montesquieu, Alexis de Tocqueville y a los constitucionalistas y federalistas estadunidenses. Además de la propiedad, el PS al que se refirió fue la situación material y social de los indios y de las clases menesterosas, por lo que proponía fomentar en ellos la educación y la mejora de salarios.14 Por su parte, Isidoro Olvera15 señaló que la propiedad era producto de la violencia (de manera más sutil que “robo” de Proudhon, pero al fin la misma idea) y juzgó a Jesucristo como el comunista por excelencia, del que se afirmó discípulo (Zarco, 1857, pp. 98 y 100). Olvera cita al revolucionario francés Pierre Daunou16 y a Emmanuel Siéyes17 en la defensa de la libertad de prensa, la libertad de cultos y la eliminación de obvenciones parroquiales. Olvera propuso la distribución justa de la propiedad bajo el concepto de CS y el carácter social del uso del agua (Zarco, 1857, pp. 101-103). Para estos políticos mexicanos, el derecho a la propiedad de corte iusnaturalista era contrario a los privilegios heredados y al orden estamental, y de él dependía la estabilidad del orden republicano (Hernández, 1993). Ignacio Ramírez, por su parte,18 también defendió la propiedad y el agua usurpada a indígenas y campesinos y, entre otros señalamientos, denunció el “esclavismo” de los indios por “peonaje”. Ramírez (1864) dudaba del comunismo como doctrina para la emancipación del capitalismo porque “degrada la dignidad humana” (p. 217) y no consideró la propiedad como un robo; el problema era la “distribución de la riqueza” producida por el capital, y para ello proponía dos soluciones: hacer accionistas a los trabajadores y multiplicar los centros mercantiles para que el proletario llegara a ser propietario. Ramírez (1889), como los demás liberales “clásicos”, no estaba en contra del capital sino del capitalismo monopólico, coincidiendo con algunos preceptos socialistas: la igualdad política, legal y educativa de la mujer, protección de los derechos de los niños, autonomía de los municipios y defensa de los ideales de la Internacional de París. De acuerdo con los términos usados por los autores que siguieron los liberales clásicos, los conceptos CS y PS procedían de lecturas socialistas;19 sin embargo, los liberales mexicanos no se consideraron a sí mismos socialistas.20 La proliferación de términos sobre lo social no se reducía al lenguaje del socialismo utópico, y, de hecho, los socialistas apropiaron también ideas y conceptos del liberalismo, como el de “democracia”. Los liberales clásicos que utilizaron el concepto de CS y PS lo hicieron en singular para referirse a la pauperización y continuidad en la pobreza de jornaleros, artesanos y obreros, no obstante la independencia nacional, como consecuencia del “monopolio capitalista” de una sociedad corporativa que consideraban como colonial, aristócrata y feudal que se podía reparar.21 En un cambio del lenguaje social, posiblemente por la influencia de la Primera Internacional (1864) y la Comuna de París (1871), para los años setenta del siglo XIX, Ramírez agregó la “explotación capitalista” de obreros, asalariados y jornaleros,22 proponiendo el “acuerdo entre el capital y el trabajo”. Posteriormente, anarquistas y marxistas argumentarían que la explotación era intrínseca al capitalismo. Entre 1867 y 1876, una generación de políticos liberales siguió el positivismo de Augusto Comte,23 para quienes debía gobernarse con una administración científica y no por las armas. En lo que Hale (1989) denomina la etapa del “liberalismo científico” (1867-ca. 1920), identifica tres grupos en disputa: los liberales “puros” o “jacobinos”, los liberales positivistas y los “científicos”. Entre los liberales puros estaba Ignacio Ramírez, José María Vigil y Guillermo Prieto, considerados por los positivistas como utópicos y metafísicos, y que defendían la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma; entre los positivistas estaba Justo y Santiago Sierra, Pedro Noriega, Agustín Aragón y Porfirio Parra, quienes anteponían el orden a la libertad y los derechos individuales a los derechos sociales;24 los científicos eran liderados por José Limantour, y entre ellos Pablo Macedo, Miguel Macedo, Francisco Bulnes y Emilio Rabasa, quienes proponían cambios en la Constitución de 1857 para fortalecer el gobierno. De acuerdo con Vargas (2019) , en la diversidad dentro de cada grupo, algunos liberales “puros” coincidían con el evolucionismo social de los positivistas como Vicente Riva Palacio; los positivistas discutían entre ellos las teorías de Darwin, Spencer, Lamarck y Linneo, y los científicos adoptaron a Herbert Spencer25 en lo social, a John Stuart Mill26 en lo económico, pero en lo político algunos retomaban temas del liberalismo clásico; otros como Sierra, criticaron al positivismo (Zea, 1993). El periódico positivista La Libertad27 mencionó la CS ligada a los liberales puros, criticándolos de metafísicos, literarios y carentes de certezas. La CS en este grupo permanecía por la costumbre y despertaba los rencores de las masas sin educación. El artículo recomienda suprimir la distancia entre las leyes y la realidad e instruir en el trabajo “para ser más aptos en la lucha de la vida”. De manera que, para los positivistas, la CS había implicado un examen de la sociedad sin método ni certeza, por lo que no era válida. La impronta de Spencer hizo pensar que los PS (en plural) no provenían de la desigualdad de bienes, sino de la falta de evolución y de adaptación de los pobres al medio civilizado, donde los más aptos (los ricos) tenían el legítimo poder sobre los demás. Este es un ejemplo del uso distinto de los conceptos en cada ideología, pues de acuerdo con Freeden (2013) , cada una los ordena y significa bajo sus propios intereses. Quizás el ejemplo más radical de ello es el discurso de Francisco Bulnes (1960, p. 247). Para Bulnes, durante el porfiriato no hubo problemas obreros ni agrarios graves. No creía en el sindicalismo ni en las huelgas, aconsejaba suprimir las agitaciones obreras y reprimir “demagogos”. La causa de la pobreza era la incapacidad de los pobres para defender sus derechos, su inferioridad e ignorancia, a lo que ofreció tres salidas: explotar a la clase campesina hasta su exterminio; explotar a los campesinos para que vivieran mal indefinidamente, o sujetarlos a un régimen de tutela civilizador que los convirtiera en ciudadanos a cargo del gobierno (Bulnes, 1968, p. 66). Era necesaria la explotación del peón, que el indio sirviera de carne de cañón, de animal de carga y para proveer a la clase media para que existiera México, y el deber de los aristócratas era mandar sobre ellos.28 Para matizar a esta corriente, habrá que recordar que Sierra trazó las instituciones educativas para beneficio de la sociedad y Andrés Molina Enríquez escribió en 1909 Los grandes problemas nacionales, en el cual denunció la grave situación agraria durante el régimen de Díaz.
LOS CONCEPTOS SOCIALES DEL ANARQUISMO UTÓPICO (1860-1900) Y MAGONISTA (1900-1925)
A inicios de la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló el primer socialismo en México, también llamado “anarquismo utópico” (1860-1900). Plotino Rhodakanaty, Juan de Mata Rivera, Francisco Zalacosta, Santiago Villanueva, Hermenegildo Villavicencio y Julio Chávez, abrevaron de Charles Fourier y Robert Owen con la idea de integrar la democracia política liberal con el socialismo económico y social para una “democracia social”, pero algunos (Zalacosta) se radicalizaron hasta coincidir con el anarquismo de Proudhon.29 Rhodakanaty (1861) comenzó la primera lección de su Cartilla socialista con el título “Del problema social”, que consistía en la falta de asociación de los individuos y los pueblos para resolver los “males sociales”, que eran los intereses particulares de la industria, de partidos políticos, así como la guerra y la opresión. La respuesta era la “organización social” de los trabajadores para influir en la sociedad en la práctica de la libertad, la justicia y las “virtudes sociales”. Juan de Mata Rivera30 mencionó que la CS era la unidad internacional para remediar los problemas entre el capital y el trabajo. Zalacosta31 se refirió a la desigualdad de las “condiciones sociales” a causa de la aristocracia, por lo que proponía derribar los gobiernos, proclamar la ley agraria, hacer la revolución radical y constituir una gran república universal como matriz de las libertades cívicas. Es posible que, en los anarquistas utópicos, CS remita a las causas y PS a los efectos del capitalismo, y que CS fuese un término que remitía al socialismo utópico temprano, mientras que PS era un término más reciente que se comenzó a pluralizar para usarse en situaciones más concretas y locales.
En el paso del anarquismo utópico al anarquismo magonista (1906-1925), sin estar estos dos movimientos conectados, los opositores al régimen de Porfirio Díaz (1876-1911) se replegaron en clubes clandestinos, como el Partido Liberal Mexicano y el movimiento antirreeleccionista de Madero. Camilo Arriaga y los miembros del Club Ponciano Arriaga (Antonio Díaz Soto y Gama, Librado Rivera, Juan Sarabia) abogaron por la “regeneración de la patria”, que consistía en aliviar las miserias, respetar la libertad de expresión, de pensamiento, y eliminar la tiranía. Arriaga mencionó los “males económicos y sociales”32 que padecían los trabajadores del Valle Nacional en Yucatán, sedientos de JS, mientras que en Ricardo Flores Magón prevaleció la noción de PS (Barrera, 1955), proliferando a su alrededor términos con el adjetivo “social”,33 entre ellos el de JS. Eduardo Blanquel (1963) identifica tres etapas del pensamiento de Ricardo Flores Magón: la liberal de los métodos democráticos (1892-1906), la anarquista radical (1908-1917) y la anarco-sindicalista (1917-1922). En la primera etapa domina su formación positivista, en utilitarismo, en derecho iusnaturalista e influencias del socialismo utópico, pues llama a la agitación de trabajadores para convencer al pueblo y al gobierno de poner fin al régimen personalista de Díaz, sin alentar a la revolución. Fue portavoz de obreros y campesinos tratando de formar un frente popular, sin plantear una pugna con el capitalismo, siendo el problema político la sucesión presidencial. Detrás de los movimientos de Cananea (1906) y Río Blanco (1907) no había una base teórica socialista, sino la idea del reajuste de la estructura liberal para un equilibrio social y una verdadera democracia. Flores Magón había leído a Mijail Bakunin34 y a Pietr Kropotkin (1977),35 así como a Jean Grave y a Enricco Malatesta (1978) ,36 y era asiduo a la literatura social de Emilio Zolá y Máximo Gorki. Con esta base teórica, en 1908 Flores Magón se considera anarquista y promueve el cambio de régimen de propiedad por una revolución social y popular. Aunque el uso del concepto CS no fue común, tampoco desapareció, pues durante la prisión de Flores Magón en Estados Unidos, en México sus compañeros crearon el “Comité por la libertad de Ricardo Flores Magón y compañeros presos en los Estados Unidos por cuestiones sociales” (Duffy, 1960, p. 322). Siguiendo a Blanquel, para Magón la propiedad era producto del crimen, por lo que la fraternidad sólo era posible con su destrucción, hacia un estado superior de distribución de la riqueza. La plenitud ciudadana se alcanzaría con la unión de la libertad con la riqueza, es decir, con la propiedad. La estrategia sería la de forzar la revolución con un contagio de expropiaciones que derrocaría al régimen, en una vuelta de tuerca al planteamiento liberal clásico, cambiando el derecho natural sobre la propiedad individual, por el derecho natural del derecho social, que será la base de la JS como el cumplimiento de los “derechos sociales” en el liberalismo nacionalista. Tras su muerte, se formó el Grupo Cultural Ricardo Flores Magón, el cual definió al magonismo como un “comunismo anárquico”, en concordancia con autores como Ema Goldman y William Godwin, dando continuidad y preeminencia al término de JS (de los trabajadores para producir y consumir).37
CONCEPTOS SOCIALES DEL CATOLICISMO EN MÉXICO (1860-1920)
De acuerdo con Manuel Ceballos (1991) y Elisa Cárdenas (2015, pp. 719-746) , desde inicios del siglo XIX se tensaron los católicos opuestos al liberalismo y al socialismo, cuyo referente era el papa antiliberal Pío IX con su Syllabus errorum, y los católicos “intransigentes”, quienes encontraron referentes de adecuación del catolicismo a los principios del liberalismo e ideas del socialismo, aunque apartados de este último. Ceballos identifica cuatro familias intelectuales en el desarrollo del catolicismo europeo en el siglo XIX que repiten el catolicismo mexicano con diferencia de años: los tradicionalistas (1820-1848), que fueron generalmente monárquicos, partidarios de las formas políticas y sociales del antiguo régimen. Los católicos sociales (1820-1848), dispuestos a aceptar el republicanismo, aunque compartían el intento de restauración del antiguo régimen. Implantaron el mutualismo cristiano y los círculos obreros, con un ideal moralizador. Los católicos liberales (1849-1871), que arroparon las ideas republicanas, democráticas y parlamentarias de los Estados modernos incluyentes de la Iglesia, y los católicos demócratas (1871-1914), que proponían igualdad armónica entre las clases, justicia para todos, participación política y organización popular, donde el sindicalismo cristiano permitía las reformas cristianas en el mundo del trabajo. El desarrollo de estas etapas no fue lineal, pues se traslapan, deslizan ideas entre ellas, y existieron variantes en el interior de cada una. A excepción de los tradicionalistas, los demás se enfocaron en la CS. Siguiendo a Ceballos, los católicos “intransigentes” configuraron la base filosófica neotomista del catolicismo social, que consistió en hacer de la república una metáfora de organismo natural que debía mantener la armonía entre sus partes para conservar la salud. La CS implicaba la disfuncionalidad de una de las partes y el “bien común” y la “acción social” ayudaban a regenerar la salud del organismo social, hasta alcanzar la “paz social”. Para ello, los conceptos rectores eran los de “justicia” (redistributiva y conmutativa) y “caridad” (política y económica). Los católicos “intransigentes” siguieron esta racionalidad en un cristianismo práctico con las asociaciones obreras, sirviendo de modelo al papa León XIII para la encíclica Rerum Novarum. Para Ceballos y Cárdenas, esta encíclica es el punto de llegada de los católicos preocupados por lo social del siglo XIX y el punto de partida para la Iglesia católica del siglo XX. En México, con el triunfo de la república, la Iglesia católica reorganizó sus relaciones con la sociedad por medio de asociaciones mutualistas, cofradías, organizaciones campesinas y obreras, generando la primera forma del catolicismo social de corte asociacionista (1860-1890). Las sociedades mutualistas católicas se expandieron por todo el país, en el medio rural y en el urbano, con el objetivo de administrar contribuciones y servicios humanitarios para las comunidades y gremios. Aunque las cofradías y asociaciones católicas ya se ocupaban desde el siglo XVIII del apoyo a gremios y pueblos, a estas tareas se articuló el nuevo lenguaje de lo social y el impulso de la “armonía” entre trabajadores y empleadores (véase Bautista, 2012; Santos, 2014). Los periódicos La Religión y la Sociedad y La Voz de México38 adaptaron términos del socialismo utópico al catolicismo como “cuestiones religiosas” (defensa del catecismo de Ripalda), y apropiaron preceptos republicanos como “soberanía civil” y “respeto a los principios democráticos” (de los jerarcas católicos), sin mencionar todavía la CS o el PS.39 Esta es una muestra de permeabilidad entre las ideologías, según Freeden (2013) , donde se comparten conceptos sin dejar de competir políticamente en los discursos. La transición del catolicismo asociacionista al catolicismo del apostolado social (1891-1969) se dio con la publicación de la encíclica Rerum Novarum (1891), inspirada en el “obispo de los obreros”, el alemán Guillermo Manuel Ketteler, quien en La cuestión obrera y el cristianismo (1864) propuso que la CS (die soziale frage) estaba vinculada al ministerio doctrinal y pastoral. La articulación de la espiritualidad interior, el mundo del trabajo y el espacio transterrenal, adquirió referentes modernos: el centro de la CS era el derecho de propiedad, que sólo con una actitud interior de “moralidad” y “caridad cristiana” podían prevenir sus “males sociales”. La “virtud moral” de los propietarios hacía posible el “bien social”, en un razonamiento similar al del socialismo utópico. Para ello resultaba necesaria la asociación, la sindicalización, cooperativas de producción, educación en la caridad cristiana y el Estado protector de la clase obrera. En la Rerum Novarum ( Santa Sede, 1891),40 lo anterior implicó la obediencia de los proletarios a las estipulaciones laborales, no perjudicar al capital ni a patronos, la defensa de derechos sin violencia ni sediciones, y “no mezclarse con hombres malvados, prometedores de grandes cosas” (Castillo, 1921, p. 72). Por su parte, los ricos y patronos debían erradicar la esclavitud, respetar la dignidad de las personas y atender la caridad cristiana. La pobreza no sería una deshonra, pues la dignidad y excelencia estaban en lo moral y la felicidad eterna. Las organizaciones mutualistas, cooperativistas y los círculos obreros católicos debían trabajar en torno del sindicalismo católico, y los sindicatos, a su vez, reunirse en confederaciones profesionales. Las profesiones y oficios se reunirían en gremios como en el corporativismo católico feudal, pero ahora en términos modernos. Los partidos políticos se guiarían por principios católicos y la jerarquía católica compartiría los designios políticos con los seglares. La clave era movilizar a los seglares bajo la autoridad eclesiástica en organizaciones de todo tipo para posicionar este sistema (véase Méndez, 1923). A diferencia de las anteriores corrientes de pensamiento social, el catolicismo social institucionalizó el concepto CS como fundamento para la crítica del socialismo y del liberalismo, para establecer histórica y teológicamente su derecho a intervenir en la sociedad y para emprender su modelo católico en todos los ámbitos. Según Hugo Armando Escontrilla (2009) , a partir de la Rerum Novarum y hasta 1917, los católicos mexicanos se movilizaron para detener el avance del comunismo por medio del Partido Católico Nacional (1911) y para defender los derechos laborales con la Confederación Nacional de Círculos Católicos de Obreros (1913). Después de un repunte de activismo social y de reconciliación con el régimen de Porfirio Díaz, comenzó el conflicto entre la jerarquía católica y los gobiernos revolucionarios a partir del respaldo de la Iglesia al régimen golpista de Victoriano Huerta (1913-1914), iniciando una persecución contra los católicos, ubicándolos en la “reacción” (Santiago, 2015). A esto se sumó la inconformidad de la Iglesia por varios artículos de la Constitución de 1917 y la revolución rusa, que despertó la idea de una conspiración global contra la cristiandad. Al fundarse el Secretariado Social de México (SSM), en 1920, bajo la dirección del sacerdote Alfonso Méndez Medina, se elaboró un discurso basado en la Rerum Novarum que colocaba a la CS como fruto del orden liberal a reparar.41
CS Y JS EN EL MARXISMO Y ANARQUISMO HASTA LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX (1920-1960)
El marxismo leninista (1920-1960) se difundió en México después de la revolución rusa con la propagación mundial de partidos comunistas, a través del sindicalismo, vía el Partido Comunista Mexicano y por los exiliados españoles. El marxismo reemplazó al socialismo utópico como perspectiva teórica y como método para interpretar las experiencias vividas y los horizontes de expectativas. Marx retomó en sus primeras obras los temas de los socialistas utópicos, para después criticar la sociedad industrial inglesa y el capitalismo mundial a partir de la economía científica. En sus primeras obras, Marx y Engels mencionan la CS relacionada con la situación de la clase trabajadora urbana y agrícola;42 sin embargo, el concepto desaparece posteriormente, y en su lugar toma relevancia el concepto “relaciones sociales”, pues en las relaciones de trabajo, producción y repartición de la “plusvalía”, radica el meollo de la desigualdad social y económica que produce el capitalismo. La desaparición del concepto CS denota que los “males sociales” para Marx no son un efecto colateral del orden económico o político, sino parte integral a la estructura del capitalismo.43 Marx se centró en los procesos de producción, las relaciones entre clases sociales, y las tácticas y estrategias para la revolución social, en un cambio de perspectiva que asumieron socialistas europeos y mexicanos. En consonancia, Rosa Luxemburgo no mencionó la CS ni Vladimir Lenin, quien diferenció las “cuestiones teóricas” de las “cuestiones técnicas y de organización” de los proletariados en la lucha revolucionaria, enriqueciendo términos y temas. Se puede decir, siguiendo a Freeden (2013, p. 89) , que conceptos centrales como la CS desaparecen de los discursos, en este caso el marxista, por cambios en la perspectiva de las problemáticas a las que refieren; en ese proceso, conceptos periféricos emergieron y tomaron lugares centrales de manera desagregada, como “sindicalismo” e “imperialismo”. Illades (2018) identifica cuatro generaciones de marxistas mexicanos de 1930 a la fecha. En la primera generación está Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Teja Zabre, José Mancisidor, Luis Chávez Orozco y Rafael Ramos Pedrueza. Aquí se menciona a Vicente Lombardo Toledano, considerado el máximo referente del marxismo leninista-estalinista, a Felipe Carrillo Puerto y Rubén Jaramillo, estimados como variantes marxistas con pensamiento ecléctico transicional, así como a Valentín Campa de la corriente sindicalista. Felipe Carrillo Puerto transitó del socialismo utópico al marxismo científico, sin mencionar la CS ni el PS, pero que es útil para identificar el lenguaje de distintas corrientes.44 Por su parte, Vicente Lombardo Toledano tampoco utilizó el concepto de CS o PS, pero desarrolló un extenso lenguaje social y resignificó el concepto de JS (ideal de la clase trabajadora) entre otros.45 En México, la lucha social se diversificó entre sindicatos y movimientos de trabajadores del campo y la ciudad con objetivos distintos (Padilla, 2015): lograr derechos laborales hacia el socialismo (Campa) o cambiar las estructuras económicas, políticas y sociales a partir de células comunales en la línea del maoísmo y el guevarismo (Jaramillo). Campa y Jaramillo46 mencionaron que la JS y el concepto PS tuvieron una función práctica-pedagógica para politizar a los trabajadores, que consistió en concientizarlos en una problemática social concreta, analizar sus causas y vínculos con otras circunstancias, buscar soluciones de manera democrática e integrar consejos para actuar con demandas inmediatas. La segunda generación de marxistas cuestionó a sus antecesores en los años cincuenta. Entre ellos, José Revueltas, Adolfo Sánchez Vázquez y Eli de Gortari (Illades, 2018). Para Revueltas (1987), los PS se desmenuzaban en aristas como consolidar la independencia económica y política y definir la función del intelectual en la izquierda. Así, los PS tomaron un lugar central para definir problemas concretos en búsqueda de la praxis revolucionaria. Además, resignificó lo social a partir de una crítica al marxismo leninista, al estalinismo y al Partido Comunista Mexicano, aportando nuevas categorías de análisis social y con ello nuevas perspectivas.47 Por su parte, al desaparecer la Casa del Obrero Mundial (1916), los anarquistas magonistas y los miembros del Grupo Anarquista Luz (los españoles Luis Méndez, Eloy Armenta, José Colado, Jacinto Huitrón y el colombiano Francisco Moncaleano) se replegaron al sindicalismo mexicano como su ala radical anarcosindicalista (1912-1940) (Rodríguez, 2016), donde el uso del concepto CS fue casi nulo, al aparecer sólo cuando se menciona a los “presos por cuestiones sociales”. En lo que llamo “anarquismo confederado” (1941-2000), se mantuvo la referencia a “luchadores, presos y perseguidos por cuestiones sociales”, integrando la noción de JS como libertad personal, prosperidad y felicidad.
DEL PS A LA JS EN EL “NACIONALISMO REVOLUCIONARIO” (1920-1960)
A partir del gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) se gestó el “nacionalismo revolucionario” (véase Carmona, 2014),48 que implicó hacer válida la JS prometida por la revolución. Entre el “liberalismo clásico” del siglo XIX y el “nacionalismo revolucionario” hay una diferencia: mientras que el primero defendió derechos sociales, el segundo discute cómo las políticas de bienestar deben maximizar el uso de los recursos (Sánchez, 1992, p. 145). En este marco, JS fue un concepto periférico que ocupó el lugar central en los discursos. Según Pereyra (1987, p. 59) , la JS cobró preponderancia en el entendido de que, posterior a la revolución, se emprendió la construcción de la democracia, pero era necesario subsanar las carencias básicas de la población como el reparto agrario, la desnutrición, la falta de higiene, trabajos dignos con salarios decorosos, viviendas y educación, reunidos en el concepto de JS. Este concepto fue reconocido en el Plan Sexenal de Lázaro Cárdenas (1933) como el principio que sustentaba la revolución mexicana. Para Ezequiel Padilla (1943) , el reparto agrario logró progresos hacia la JS, basada en el espíritu de empresa, en la responsabilidad individual y el respeto de la libertad, que llevarían a la prosperidad económica por la justa distribución. Para Padilla, el comunismo, el nazismo y el liberalismo clásico negaban las libertades humanas, y por ello eran contrarios a la JS. Los políticos, expertos y pensadores de las naciones democráticas organizarían la JS a través del Estado para evitar los monopolios económicos, la concentración del poder político y moderar entre los intereses sociales.49 Algunos intelectuales críticos con lenguaje marxista y el materialismo histórico como punto de partida, fueron ideólogos de la revolución mexicana, entre ellos, Jesús Silva Herzog y Jesús Reyes Heroles. En 1960, Jesús Silva Herzog (2006, pp. 293-298) posicionó la JS como punto de partida para la crítica de la revolución mexicana.50 Por su parte, en 1961 Jesús Reyes Heroles publicó el tercer volumen de El liberalismo mexicano, donde reunió las ideas que conformaron la corriente del “liberalismo social” del siglo XIX, y que respondían a la CS, originando así esta tradición. Para Reyes Heroles, el “liberalismo social” estaba anclado al problema de la propiedad de la tierra, de manera que Hidalgo y Morelos fueron los fundadores del “liberalismo social” al exigir la distribución de propiedades para la población pobre y los pueblos indígenas. Repasó personajes, legislaciones, movimientos campesinos e indígenas, y fuentes supranacionales de 1810 a 1875, mencionando la JS como principio de la revolución mexicana, diferenciada de la CS como concepto del siglo XIX.
LO SOCIAL EN EL CATOLICISMO DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX (1920-1960)
El conflicto entre la Iglesia y el Estado se agravó en el mandato de Plutarco Elías Calles (1924-1928) al intentar convertir las infracciones en materia de culto en delitos penales, lo que desembocó en la guerra Cristera (1926-1929) y orilló a seglares a la clandestinidad. Así surgieron dos rutas para el activismo católico: por un lado, los grupos con actividad pública; por otro, los grupos secreto-reservados, como la Liga Nacional de Defensa de las Libertades Religiosas (1925) (véase Santiago, 2015). En 1931, el papa Pío XI conmemoró los 40 años de la Rerum Novarum con la publicación de la encíclica Quadragésima (Pío XI, 1931), en la cual hizo un balance del apostolado y renovó el compromiso con la CS como el enfoque general que englobaba la perspectiva pastoral cristiana ante la modernidad, las reflexiones sobre el catolicismo y la crítica de las demás ideologías, además de reconocer a la política social cristiana como la fuente creadora del derecho de los trabajadores, de la salud, de los niños y de las mujeres. En la Quadragésima, el concepto de JS perfiló las buenas prácticas cristianas en el sistema capitalista, tales como la moderación de la ganancia, salarios apropiados y distribución moderada de la riqueza; también es sinónimo de “bien común”, lo que significa un equilibrio entre la ambición individual y la colectiva, es decir, entre el “individualismo” liberal y el “colectivismo” socialista. Las relaciones entre capital y trabajo debían ser reguladas conforme a las leyes de la justicia, llamada “conmutativa”, con la ayuda de la caridad cristiana. Así, la JS y la “caridad social” eran los principios más elevados a lograr por las instituciones públicas. Para el cuidado de la CS por parte de clérigos y laicos, se proponía la colaboración de las diversas clases, la represión de las organizaciones socialistas, la supresión de desórdenes, y una magistratura católica como autoridad moderadora. A pesar de que la Quadragésima prohibió el uso de armas y las sociedades secretas, con la educación socialista (1934) emergieron agrupaciones católicas antiestatales en escuelas y universidades, entre ellas, la Unión Nacional Sinarquista (UNS). La UNS (1937) surgió como un movimiento de campesinos inconformes con la reforma agraria y con la subordinación de la Iglesia al Estado. Posteriormente atrajo a comerciantes, ejidatarios, artesanos y obreros. Sus líderes pertenecían a la clase media y trabajadora, entre ellos Salvador Abascal, Manuel Zermeño, los hermanos José y Alfonso Trueba e Ignacio Padilla (García, 2012). El objetivo de la UNS era instaurar el orden social cristiano como alternativa entre el liberal y el socialista, en donde la Iglesia y sus valores fueran los modelos del gobierno mexicano. El sinarquismo51 se caracterizó por un nacionalismo exaltado, hispanismo radical, anticomunismo y una posición antiliberal, antiprotestante y antiyanqui. En su rama femenina, las “adelitas” tuvieron una participación importante en la logística del movimiento, así como en la educación y formación de jóvenes sinarquistas, y fue en estas actividades que el adjetivo “social” se reprodujo.52 En los discursos sinarquistas el concepto de JS significó la “paz social” que había sido arrancada a los mexicanos por la revolución francesa y el orden democrático;53 por lo que está relacionada con “gobierno” y el lugar político, social y económico al que debe pertenecer cada individuo y grupo social de acuerdo con su mérito y carácter moral.54 Siguiendo a Meyer (2005) y a Escontrilla (2009) , a partir de 1936 Cárdenas tejió acuerdos con la cúpula eclesiástica, abriendo espacios para la derecha y dando pie a la creación del Partido Acción Nacional (PAN) en 1939. Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna fundaron el PAN, cuyo propósito era organizar un partido de minorías excelentes para llevar al poder a universitarios. El PAN (1939) siguió los principios de la Rerum Novarum y en uno de ellos se menciona al Estado como garante de la lucha por la JS. En los gobiernos de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y Miguel Alemán Valdés (1946-1952) se fortaleció la relación entre la Iglesia y el Estado y el SSM actualizó su papel social creando escuelas y casas-hogar, uniones empresariales, diócesis de trabajo social, escuelas de periodismo, institutos de investigación social e instancias diocesanas. El director del SSM, Pedro Velázquez, planteó transformar la sociedad capitalista por una sociedad más justa, donde los trabajadores fuesen los motores del cambio. Velázquez (1945) (Velázquez y Toral, 1947, 1961) mantuvo los conceptos de CS y PS como sinónimos para referirse a los “males de la sociedad” causados por el liberalismo, el socialismo y el fascismo55 y perfiló la JS (virtud generadora de sociedades dichosas viviendo en y para la comunidad) como parte sustancial de la “caridad”. De acuerdo con Freeden (2013, p. 87), la prioridad de algunos conceptos políticos centrales respecto a otros responde a necesidades concretas. En el catolicismo apostólico la CS no dejó su lugar central como efecto colateral del capitalismo, donde las injusticias del capitalismo se podían componer por la acción católica, lo que permitía dar sentido a la labor pastoral. Siguiendo a Blancarte (1992) , de 1950 a 1958 se establece la identidad del proyecto social cristiano como alternativa a otros proyectos, resolviendo hablar por los que no tienen voz para defender a la sociedad de la injusticia social por medio de organismos regionales como el Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM). De 1960 a 1968 la Iglesia católica emprendió una democratización interna y un proceso de apertura ante el mundo. A partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), concebido por el papa Juan XXIII como aggiornamento, que significa renovación o puesta al día del “magisterio pastoral”, surgió la opción de la “Iglesia de los pobres”.56 El Concilio Vaticano II recuperó los conceptos de “Iglesia como comunidad” y “lucha por los derechos civiles”,57 lo que acercó a católicos y marxistas, cuya relación permitió adaptar el materialismo histórico y la teoría del imperialismo de Lenin al cristianismo. En sus textos, la JS se entiende como “igualdad” social y económica, “equidad”, “dignidad de la persona”, “paz social e internacional”, y respeto a los “derechos fundamentales”. Siguiendo a Escontrilla (2009), el Concilio Vaticano II, junto con la encíclica Populorum Progressio (1967), y la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Medellín (1968), fueron las plataformas del trabajo social por los pobres. En la Conferencia de Medellín,58 los obispos analizaron la relación entre fe y justicia, denunciando la injusticia y violencia institucionalizada, por lo que la teología se perfiló como una Teología de la Liberación. Los textos referenciales de la Teología de la Liberación en Latinoamérica aparecieron a partir de 1970. Rubem Alves escribe su primera obra en 1970; José Míguez Bonino, en 1970; Gustavo Gutiérrez, en 1971 y Leonardo Boff, en 1974. Gustavo Gutiérrez es considerado el “padre” de la Teología de la Liberación, quien distinguió tres niveles de liberación articulados (Ibáñez, 2003). La lucha por la justicia (JS) supone: 1) una liberación socioeconómica y política, orientada a transformar las estructuras sociales, que debía acompañarse con 2) la conformación de un “hombre nuevo” con valores y acciones cristianos, y dar pie a 3) la liberación espiritual en Cristo erradicando el pecado como la fuente de todas las servidumbres e injusticias (Gutiérrez, 1994, pp. 91-92). De esta manera, el vínculo entre liberación y justicia es un principio que los teólogos de la liberación comparten. José Míguez Bonino (Fonseca, 1998) compartía este principio, a partir del cual criticó a Alves de proyectar una posibilidad de la liberación humana por medio de la creatividad existencial, en vez de afrontar el problema de la injusticia, señalándole su poca preocupación por la praxis política y las necesidades materiales de los hombres. Los teólogos de la liberación siguieron varios caminos. Camilo Torres Restrepo se unió a la guerrilla colombiana y exigió al gobierno “paz con JS”; es decir, fin al conflicto armado con transformación del campo, desarrollo rural, seguridad alimentaria, y resguardo de los derechos fundamentales y humanos (Medina, 2017). Los conceptos de CS y PS fueron desplazados por “justicia” y JS, pero no dejaron de ser enunciados como referencia a la tradición de la doctrina social de la Iglesia. En México, el SSM apoyó la opción de la Teología de la Liberación en la Conferencia de Medellín y en el Primer Congreso Nacional de Teología en 1969, donde Pedro Velázquez contribuyó a la gestación del catolicismo liberacionista (1969-1990).
CONCLUSIONES
La ruta de este trabajo comenzó con el concepto CS, el cual, en sus inicios, mostró ser un concepto aglutinante de principios preceptores de teoría, leyes y prácticas, pero con el paso del tiempo pareció poco viable para expresar las preocupaciones de las corrientes que daban prioridad al movimiento en las luchas políticas y sociales. Para este tipo de corrientes (generadoras de cambio) como el marxismo y el anarquismo, el concepto representó un obstáculo en su adecuación con las prácticas políticas, por lo que fue más útil el concepto PS en plural, que finalmente también se vio rebasado por otros conceptos. En el caso de las corrientes con tendencia a mantener y perpetuar el poder (generadoras de estabilidad) como el liberalismo y el catolicismo, la CS y la JS les permitió trazar tradiciones propias que aportaran raíces, abolengos y firmezas para mantener el poder a largo plazo y adaptarse a los nuevos tiempos y necesidades. De acuerdo con Michael Freeden, a mayor abstracción de los conceptos, mayores posibilidades de encubrimiento y de cambio de postura. Por otro lado, los cortes en las corrientes de pensamiento social fueron marcados por el seguimiento de referentes teóricos, uso de metodologías para el estudio de lo social, cambios en los agentes sociales y las especificidades de los momentos políticos. Sin embargo, al tener como objeto de estudio al lenguaje, este trasciende sus lugares y espacios de enunciación con duraciones distintas, lo que puede difuminar los cortes periódicos y, para ello, en algunas partes se atendieron autores de “transición” (en el paso del socialismo utópico al marxismo). Entre las corrientes de pensamiento sus desarrollos fueron desiguales, de acuerdo con procesos propios; mientras que al interior de cada corriente se traslaparon distintas posturas, hubo vueltas a ideas anteriores, y proyecciones a futuro que desafiaron el presente. En el uso de los conceptos, la lógica se puede describir a partir de la metáfora de la madeja de hilos, de la cual las corrientes de pensamiento jalan sus filamentos y los disponen en un nuevo tejido, de manera que se puede rastrear su procedencia; pero en el nuevo tejido el hilo ya es otro, y de estos nuevos espacios se puede jalar el filamento a otros tejidos, transformándose de nuevo. A partir de la metáfora de los sedimentos se puede ver que estos hilos, en su paso de un tejido a otro, van acumulando significantes y sentidos de los anteriores tejidos, quedando sedimentados, aunque con la opción de poder resurgir en cualquier momento. Esto podría explicar que una corriente de pensamiento “pacifista” como el catolicismo, de pronto cuente con miembros que se levantan en armas en su defensa, sin ser evidente que estos grupos en el pasado tuvieron vínculos con prácticas e ideas de lucha del anarquismo, por ejemplo. A partir de esta dinámica de jalar hilos, anudarlos en nuevos tejidos y sedimentar significantes y sentidos, es que los conceptos CS, PS y JS se apropiaron y adaptaron entre las corrientes de pensamiento social, pudiendo además comparar sus desarrollos en tiempos largos y mapear los préstamos de lenguaje y de conceptos que constituyeron la cultura política mexicana y sus respuestas a problemáticas en común. Esto permite comprender el funcionamiento de redes de recepción y apropiación de ideas, revelar dinámicas de intertextualidad en los discursos y acceder a un amplio panorama de trayectorias de enfoques sobre lo social, que, en tiempos de incertidumbres ideológicas y políticas, ayudan a ubicar parámetros y complejidades.