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Revista mexicana de sociología

versão On-line ISSN 2594-0651versão impressa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.66 no.3 Ciudad de México Jul./Set. 2004

 

Reseñas y libros

 

Helena Béjar. 2000. El corazón de la república: avatares de la virtud política

 

Lluís Flaquer

 

Barcelona: Paidós, 244 pp.

 

Universidad Autónoma de Barcelona, España.

 

El rescate del republicanismo es fruto de la búsqueda de una concepción del mundo alternativa, tras la hegemonía de la doctrina liberal después del derrumbe del marxismo. El auge reciente del humanismo cívico, nombre que también recibe la tradición republicana, entronca con el deseo de luchar contra la abulia pública y avanzar hacia una democracia más participativa. Helena Béjar, a quien los lectores españoles conocen muy bien por sus rigurosos estudios sobre el ámbito íntimo, se vuelca a analizar su reverso y a explorar la recuperación de un espacio público vigoroso en nuestro mundo.

El republicanismo clásico se asocia a las poleis, es decir, a un universo premoderno muy alejado de nuestras sociedades contemporáneas. El reto consiste pues en extraer las lecciones del mundo antiguo para poder aplicarlas a la sociedad contemporánea. Pero, ¿es posible remozar el humanismo cívico? ¿Cómo casar a la reciedumbre militar de los antiguos con el pacifismo y la apatía actuales? ¿Cabe desarrollar virtudes patrióticas que no desemboquen en un nacionalismo y en el particularismo que se ciernen sobre la sociedad multicultural y globalizada?

Sí, cree Helena Béjar. Y para ello emprende un apasionante recorrido por la teoría política y social. Entre los clásicos la autora analiza críticamente a Maquiavelo, a Jefferson y a Rousseau, entre otros. Maquiavelo y Rousseau son los padres de la religión como alfaguara del sentimiento patriótico, así como de la idea de la necesidad de una paideia republicana para lograr que la virtud pública arraigue en los corazones. Pero los autores que reflejan mejor la pugna entre lo tradicional y lo moderno son Tocqueville y Durkheim; aceptando el advenimiento del individualismo democrático, quieren conjurar sus peligros. Así, es necesario el desarrollo de asociaciones que puedan llenar el hueco entre el individuo y el Estado.

Según Helena Béjar, el republicanismo moderno es híbrido. Constituye una amalgama del clásico, centrado en la comunidad política, y de nuevos elementos teóricos que giran en torno a la comunidad moral. De ahí que dicho republicanismo moderno entronque con el comunitarismo contemporáneo. Alasdair MacIntyre, Michael Sandel, Michael Walzer y Charles Taylor, entre los filósofos morales y políticos, y Robert Bellah, Amitai Etzioni y David Selznick, entre los sociólogos, son los autores analizados críticamente. Con la excepción de Bellah, no parece que los sociólogos comunitaristas sean del agrado de Helena Béjar. Sus propuestas, a juicio de la autora, constituyen un intento de regeneración de la ética colectiva y caen en un "buenismo" moral y teóricamente blando, lo cual contrasta con la vocación emancipatoria del republicanismo.

El tercer sector ofrece una suerte de escape a este escepticismo de la autora. La cuna de la nueva fraternidad se encuentra no tanto en el ámbito político, como defendían los antiguos, sino en el social. El voluntariado o "altruismo democrático" promueve la sociabilidad, las redes de amistad y el compañerismo. La sociedad civil, espacio donde se afanan las asociaciones voluntarias, representa un marco de ampliación de la conciencia cívica, un ámbito de capacitación que reduce la anomia y un foro de deliberación potencial.

Con todo, Helena Béjar es consciente de las ambivalencias morales y políticas del voluntariado, cuyas organizaciones no son inmunes a la burocratización y al corporativismo. También esta actitud requiere de un análisis crítico. A menudo la compasión representa una compensación de carencias afectivas. Al propio tiempo, el voluntariado está relacionado con un altruismo indoloro, la mala conciencia y el logro de metas posibilistas, de forma que se obvian las causas objetivas de la exclusión social del objeto de ayuda. Uno de los efectos imprevistos del fomento del voluntariado es que puede constituir una posible coartada para soslayar el desarrollo del Estado de bienestar y con ello evitar la extensión de derechos sociales garantizados.

Aquí nos topamos de nuevo con el tema de la comunidad política. Aunque estoy de acuerdo con la tesis propugnada por Helena Béjar sobre el relieve que lo social ha adquirido en las sociedades modernas avanzadas como escuela de capital social, echo en falta una reflexión sobre el Estado, eje fundamental de lo público. Un republicanismo remozado debería revalorizar su papel. Son precisamente las naciones con mayor intervención pública de los ciudadanos aquellas que tienen un Estado más desarrollado.

A mi entender, esta omisión se debe a que Helena Béjar ha bebido más en la tradición contemporánea americana que en la europea, más centrada en la socialdemocracia. El auge del comunitarismo en Estados Unidos se explica por la ausencia de un Estado de bienestar en ese país. Difícilmente va a recuperarse un compromiso con lo público si no se restituye un papel central al Estado como ámbito del bien común. La reconstrucción de la república debe pasar, a mi juicio, por la redefinición de los ámbitos del Estado y del mercado, así como de la familia y del sector informal como marcos de la provisión del bienestar. Quizá convenga regenerar a la comunidad como fuente de moralidad, pero sobre todo debemos recuperar la política, foro y liza básicos de la acción colectiva.

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