El parto instrumentado ha tenido modificaciones históricas en cuanto a la que tanto se practica. Existen condiciones no solo médicas sino también culturales, geográficas y hasta históricas que han analizado el uso de instrumentos en la atención del parto que van desde su exaltación para facilitar el nacimiento hasta su satanización dejando las posibilidades de su utilidad en duda.
En este número de GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA DE MEXICO se publica un artículo original que, precisamente, compara las tasas de éxito y de complicaciones en mujeres que tienen el nacimiento por vía vaginal, asistido por fórceps o por vacuum y es un estudio observacional y comparativo entre estos dos instrumentos.
En términos generales, el parto instrumentado es practicado por el obstetra; de acuerdo con los desenlaces de este estudio sucede en aproximadamente el 2% de los nacimiento por vía vaginal. Por razones de disponibilidad, el fórceps se aplica con más frecuencia que el vacuum, a pesar de que, en general, tiene una tasa de complicaciones fetales mayor.
Una de las variables analizadas con mayor frecuencia, cuando se trata de evaluar la calidad de la atención obstétrica, es la vía de finalización del embarazo. En otras palabras, la prevalencia de nacimientos por vía vaginal se ha asociado con la buena atención médica cuando supera a la tasa de cesáreas.
En este artículo se comenta, ampliamente, acerca de la necesidad de la enseñanza en la utilización de estos instrumentos para favorecer, sin incrementar la morbilidad materno fetal, su uso y formar parte del arsenal terapéutico que disminuya la tasa de nacimientos por vía abdominal.
El problema que se ha discutido es que esa enseñanza parece ir en decremento dado de que los obstetras, en la actualidad carecen, per se, de la experiencia en la utilización de fórceps y, más aún, de vacuum lo que dificulta la trasmisión de conocimientos y aptitudes prácticas para la aplicación de estos instrumentos.
Artículos como éste deben encender, de nuevo, la posibilidad de incrementar su aplicación para disminuir, con la práctica, las posibilidades de morbilidad que, eventualmente, tienen y se les han adjudicado.