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Historia y grafía

versão impressa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.43 México Jul./Dez. 2014

 

Reseñas

 

Michel Foucault y la escritura: un peligro que seduce

 

Michel Foucault and Writing: A Danger that Seduces

 

José Enrique Atilano Gutiérrez

 

Michel Foucault, Un peligro que seduce. Entrevista con Claude Bonnefoy, texto establecido y presentado por Philippe Artières, trad. Rosario Ibañes y Julián Mateo, Valladolid, Cuatro Ediciones, 2012, 103 pp.

 

Departamento de Historia-Universidad Iberoamericana, México.

 

A casi tres décadas de la partida física del intelectual francés Michel Foucault (1926-1984), su legado intelectual sigue dando de qué hablar. ¿Quién diría que aquel sujeto al que se la ha interpretado como el responsable de la muerte del hombre seguiría tan presente en la construcción del saber y del conocimiento occidental?1 Incisivas, penetrantes, con tonos satíricos, las reflexiones que Foucault realizaba provocan, hoy día, fuertes estruendos en la manera en que nos seguimos pensando.

Treinta años han pasado desde la última vez que se le escuchó hablar, pero hoy, gracias al texto "inédito"2 Un placer que seduce, editado en 2011 y traducido al español al año siguiente, podemos volver a recrear su voz en nuestras mentes. Dicho texto es una entrevista que se le hizo a Foucault en el verano-otoño de 1968, poco después de los sucesos estudiantiles acaecidos en mayo de ese mismo año. En esta "audiografía" leemos/escuchamos la manera en que el entrevistador, Claude Bonnefoy, se interesa porque Michel Foucault explique la relación que éste sostiene con su manera de escribir. Lo que se entrama a continuación son una serie de respuestas, comentarios, reflexiones y recuerdos dialógicos que van dibujando aquel rostro humano en la arena, que el mismo Foucault hacía referencia al final de Las palabras y las cosas, editado apenas dos años antes de la entrevista. De hecho, esta "geografía de la voz" gira en torno al proceso escriturístico de otras obras del mismo autor, tales como Historia de la locura en la época clásica (1964) y El nacimiento de la clínica (1966). La boca tiene que explicar lo que la mano hace; en otras palabras, la voz da cuenta de la manera en cómo se está escribiendo. Todo esto para que el oído (en la entrevista) o el ojo (en el texto) se enteren de lo que sucede.

Es de llamar la atención la manera en que se lleva a cabo esta entrevista, sobre todo en las respuestas que Foucault da. La tensión entre preguntar y contestar, en decir las cosas, recuerda mucho a lo que en su última etapa Michel Foucault estudia y plasma en su trilogía Historia de la sexualidad o en su texto de las Tecnologías del yo. Esta plática se convierte en una "confesión" permitida por el mismo Foucault, y quizá se haya percatado de ello, ya que, al responder sobre la definición que él mismo tiene del género de entrevista dice:

Empezaré diciendo que me pone nervioso [...] he de confesarle que no sé qué es. Pienso que quienes se mueven más fácilmente que yo en el mundo de la palabra, para los cuales el universo de la palabra es un universo libre, sin barreras, sin instituciones previas, sin límites, se siente completamente a gusto en la entrevista y no se hacen demasiadas preguntas sobre el problema de saber qué es o de qué tienen que decir [...] Pero yo, ¡en absoluto! Y me pregunto qué tipo de cosas voy a poder decir (pp. 28-29).

Ese universo libre y sin límites que comprende la palabra es el peligro que seduce a Michel Foucault. En parte por fascinación (expectativa de creación) y en parte por la responsabilidad y compromiso que se halla en el decir las cosas. Por ello, para él es importante "encontrar [...] cierto plano del lenguaje, del intercambio, de la comunicación que no sea completamente del orden de la palabra, ni de la explicación, ni tampoco de la confidencia" (pp. 29-30). Si bien sabe que eso es en verdad difícil.

Quizá por ello Foucault, cuando se refiere a la escritura, dice tener una "desconfianza casi moral", debido a que no se siente fascinado por el aspecto sagrado que la sociedad occidental le ha dado a la escritura en sí misma. Esa desconfianza se logra dilucidar cuando trae a colación las dificultades que él mismo tuvo que pasar ante su incapacidad de escribir bien, además de sus ya tardías ganas de escribir (según el mismo Foucault, empezó a hacerlo en serio a la edad de 30 años). Ecos de aquella "risa", que Michel de Certeau señalaba como distintiva, resuenan al momento de querer comprender esa extraña relación que existe entre el autor de El orden del discurso y la escritura. De Certeau tenía razón: todo en Foucault es un "sol negro".3

***

¿En qué momento Michel Foucault toma en serio la escritura? Él responde que cuando vive en el extranjero. Pareciera ser que Foucault se encontraba, siempre, fuera de los márgenes de la "normalidad". Dentro de esa "extrañeza" o "anormalidad" es donde podemos entrever la propia sustancia que existen en sus escritos. Antes de eso, la escritura, para él, no era otra cosa que "producir viento" (p. 36). Vivir en un país extraño (Suecia), hablar un idioma diferente, tratar de expresar sus reflexiones, pensamientos, ideas, vivir la cotidianidad, se convertían en experiencias únicas, las cuales hicieron que se acercara y creara un vínculo especial con su propia identidad, nación y lengua: "En definitiva, la única patria real, el único suelo sobre el que se puede andar, la única casa en la que uno puede detenerse y cobijarse, es la lengua, aquella que se ha aprendido desde la infancia" (p. 35).

Después de ello, fuera a donde fuera (Japón, Estados Unidos, Europa), Foucault ya no se iba a desprender de ese lazo que había creado consigo mismo. De esa manera descubre el placer de escribir: "Allí donde ya no es posible hablar, se descubre el encanto secreto, difícil, un poco peligroso de escribir" (p. 36). Dicho secreto ha sido una fórmula con la que, a través de sus obras, expresa los tránsitos por los cuales ha tenido que pasar para así poder consolidarse como uno de los más grandes pensadores del siglo XX.

Esos laberintos ya habían alcanzado su entramado total con la aparición de Las palabras y las cosas. De ahí la insistencia de Claude Bonnefoy al querer "descubrir el envés y algo así como su trama secreta" (p. 27). Para Foucault, dicha trama o secreto no existen como tal, en vez de eso, responde que para él "escribir es una actividad extremadamente suave, como de fieltro" (p. 41). Pero esa suavidad, para sorpresa del propio Foucault, si bien no devela un secreto, deja expuesta una cualidad de su propia escritura: al plasmarse en una hoja en blanco se convierte, para quien lee las obras del intelectual, en un fino filo de bisturí. Así lo afirma el propio Foucault: "Supongo que hay en mi pluma una vieja herencia del bisturí" (p. 42).

***

La escritura de Foucault se ve constituida, entonces, por tres principales ramas: una identidad, un apego a sí mismo y una herencia familiar. Llama la atención que, a lo largo de la audiografía, Foucault se abra y relate esa herencia médica de la cual desciende. Las alegorías se vuelven más precisas, profundas e interesantes: la hoja de papel se transforma en un cuerpo, la pluma en un bisturí, el doctor en un intelectual; ya sea que se trate de una vivisección, autopsia, biopsia u otro procedimiento que pretenda develar los secretos más recónditos del ser humano, todas y cada una de éstas pueden ser ejecutadas de la misma manera en la hoja de papel. Dentro de los documentos, textos e interpretaciones existen síntomas, enfermedades, desviaciones, malestares; y es por medio de la escritura, de empuñar la mano en la pluma y escribir "graffitis sobre el papel" (p. 42) como el diagnóstico y la cura salen a flote.

Lo interesante aquí es saber cómo concibe Michel Foucault dicha perspectiva escriturística. Escribir desde un enfoque médico es tener de cierto modo un acercamiento con la muerte. Muy parecido a lo que el historiador hace cuando se aproxima a documentos que fueron producidos por personajes en el pasado. Esa relación pasado-muerte y presente-vida permite que Foucault busque una distancia entre ambos mundos: el del lenguaje del pasado y el suyo, propio del presente. Dicha distancia permite entrever las diferentes formas de verdad que en el tiempo han existido. Una distancia que, de igual manera, Foucault resalta en la entrevista que se le hace. Aunque haya aceptado esa conversación, trata de mantener un espacio, su propia extrañeza y diferencia.

 

Notas

1 Vid. Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, México, Siglo XXI, 2008, capítulo X: "Las ciencias humanas".

2 Este texto se adscribe a publicaciones tales como Dits et écrits (Quarto Gallimard, 2 vols.) o los Cursos del College de France (en español editados por el Fondo de Cultura Económica y Akal, respectivamente).

3 Vid. los ensayos "La risa de Michel Foucault" (pp. 63-73) y "El sol negro del lenguaje: Michel Foucault" (pp. 75-90), en Michel de Certeau, Historia y psicoanálisis. Entre ciencia y ficción, México, UIA, 2011.

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