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La ventana. Revista de estudios de género

versão impressa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.33 Guadalajara Jan./Jun. 2011

 

Avances de trabajo

 

El boxeo como tecnología de la masculinidad

 

Hortensia Moreno Esparza

 

Doctora en ciencias sociales. Profesora universitaria de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Coordinadora de Género y Semiótica en el PUEG-UNAM. Correos electrónicos: hortensiamoreno@gmail.com / hmoresp@unam.mx

 

Recepción: 16 de marzo de 2011
Aceptación: 8 de abril de 2011

 

Resumen

La tradición del boxeo ha generado un sistema de enseñanza de la disciplina que se extiende en el tiempo y en el espacio con notable regularidad. Al tiempo que reproduce una serie de tecnologías del yo (Foucault), se inscribe en un orden simbólico que otorga valores y lugares jerárquicos en función del género, por lo cual sostenemos que se trata de una tecnología de género (De Lauretis). La investigación empírica que se presenta en este artículo permite observar cómo el aprendizaje de la práctica boxística integra a los peleadores en una estructura social compleja, separada y defendida como un coto de exclusividad masculina con un funcionamiento que abarca varias dimensiones del cuerpo, el género y la educación.

Palabras clave: Cuerpo, tecnologías de género, deporte, masculinidad, educación.

 

Abstract

The culture of boxing has produced a teaching system which expands through time and space with remarkable regularity. It reproduces a series of technologies of the self (Foucault), and at the same time is inscribed in a gendered symbolic order which gives hierarchical values and places to subjects; therefore, we argue that boxing is a technology of gender (De Lauretis). The field research presented in this paper allows us to see how the learning of boxing integrates the fighters into a complex social structure, isolated and defended as an exclusive preserve of masculinity in a way of working that incorporates several dimensions of body, gender and education.

Key words: Body, gender technologies, sport, masculinity, education.

 

El boxeo es un deporte limítrofe cuya legitimidad es puesta en duda con frecuencia. Su finalidad expresa es la destrucción del cuerpo del enemigo, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los deportes institucionalizados, en los que la violencia se disfraza o se atenúa con objetivos que no son los cuerpos de los otros contra los que se compite. El boxeo manifiesta de manera muy franca su relación con el ethos guerrero. Despliega al mismo tiempo una extremada destreza física y un pronunciado desarrollo de habilidades corporales con uno de los más altos riesgos de destrucción y muerte. Es visiblemente somático —físico, material, corporal—, pero se postula estratégico. Depende de virtudes tremendamente antiintuitivas —quizá irracionales—, como el arrojo hasta el grado de la temeridad, la negación del dolor, el sostenimiento de la voluntad por encima de las indicaciones de alarma que el cuerpo expresa, de modo tal que no es difícil encontrar entre las historias de la tradición boxística muchas en las que el grave daño a la salud, o incluso la muerte del boxeador, se debió a su enorme "corazón", a su decisión de desoír esas señales.1 El boxeo, como disciplina corporal, cultiva un cuerpo destinado a su propia aniquilación.

No obstante, hay una interpretación mística del boxeo —la cual inspira una producción cultural extensa—, a partir de la que se elabora una figura heroica que se mueve en el mundo boxístico para fabular mitos de la modernidad, como el de la construcción de la masculinidad, la conversión del niño en hombre o la salida de la pobreza con base en el mérito individual. En todas estas expresiones el boxeo "es conquista y destrucción, competencia pura, hombre contra hombre" (Hauser, 2000: 7).

 

El boxeo en la Ciudad de México

El presente artículo forma parte de un trabajo de investigación para obtener el grado de doctora en Ciencias Sociales, con especialidad en Mujer y Relaciones de Género, por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco, que se titula Orden discursivo y tecnologías de género en el boxeo. Las labores de investigación comenzaron en septiembre de 2005 y concluyeron en septiembre de 2008. El trabajo de campo se llevó a cabo en diferentes lugares (gimnasios, parques de entrenamiento, arenas y campos deportivos) donde se practica el boxeo en la ciudad de México. En total, entrevisté a 10 boxeadoras, 19 boxeadores, ex boxeadores, entrenadores y managers, una entrenadora y 14 personas con otros cargos (funcionarios, médicos del deporte, un periodista, un industrial, un anunciador). Las entrevistas se efectuaron en esos mismos lugares, y su duración varió entre 45 minutos y dos horas.

Desde el inicio, los y las informantes supieron que estaban participando en un proyecto que podría llevar su voz al espacio público. En las transcripciones de las entrevistas se utiliza el nombre de los sujetos, sin intención de "proteger su anonimato". Esta variedad investigativa, en donde "se da la cara", no necesariamente contradice los supuestos etnográficos y presenta ciertas ventajas metodológicas respecto de las entrevistas "protegidas", entre las que se cuenta el hecho de que la aparición pública implica una asunción de responsabilidad, una rendición de cuentas (accountability) que puede no presentarse en otras circunstancias.

Las preguntas que se formularon en las entrevistas estuvieron enfocadas en reconstruir historias de vida e itinerarios corporales en torno a la práctica deportiva y al deporte como un campo social en el que se escenifican performativamente "actos de género" (Butler, 1998, 2001, 2002) y se aplican "tecnologías de género" (Foucault, 1984, 1990, interpretado por De Lauretis, 2000). El cuestionario se enfocó en las trayectorias de ingreso al boxeo, la relación con la familia, las características del entrenamiento y reflexiones acerca del cuerpo, el tiempo y el espacio. Se "dejó hablar" a las y los informantes con bastante libertad, siempre que se mantuvieran dentro de los objetivos de la entrevista. No se utilizó un formulario fijo, sino una guía general y flexible.

Uno de los ejes de esta investigación tiene como base los relatos de vida —como los definen Daniel Bertaux (1993, 2005) y Fortunato Mallimaci y Verónica Giménez Béliveau (2006), es decir, como aproximaciones narrativas en las que la propia voz y la propia lógica de las personas entrevistadas son los hilos conductores del acontecimiento vital— que las personas entrevistadas urdieron en conversación. El campo deportivo, como ámbito particular de la praxis humana, es una fuente de repertorios discursivos —con tipos (genres) relativamente estables de enunciados cuyos contenido temático, estilo y composición les dan un carácter más o menos uniforme— dentro de una muy específica esfera de la comunicación.

 

El boxeo como ciencia y como arte

En el campo del boxeo de la ciudad de México, muchos informantes reprodujeron una mirada ambigua, que idealiza una práctica cuestionable en función de su capacidad de sublimar sus contenidos más inmediatos —violencia, brutalidad, riesgo— en imágenes de espiritualidad y trascendencia, control corporal y sometimiento riguroso del cuerpo a la mente, además de interpretarla como una vía para sobreponerse al ritmo frenético de la vida cotidiana y como una disciplina cuyos dividendos más apreciados son el fortalecimiento de la autoestima, la salud y el bienestar físico:

Rudy Pérez (ex boxeador y entrenador): Yo creo que es el mejor deporte de todos los deportes, el más disciplinado, y lo he visto a través de... pues, licenciados en deporte. Da el ritmo cardiovascular, la torrente sanguínea [sic], agilidad mental, agilidad... incluso hay quienes mejoran su nivel académico, entonces, porque está uno más despierto. Me ha pasado con niños que de repente van mal en la escuela y aquí los han traído y mejora su nivel académico, sus mamás me lo han agradecido... (22 de noviembre de 2005).

En su caracterización del boxeo como "ciencia" y como "arte" existe un esfuerzo discursivo —emitido en diferentes discursos tanto orales como escritos— por encontrarle un lugar honroso dentro de las actividades humanas, pese a que exista un inconfundible reconocimiento de su violencia expresa. Para Joyce Carol Oates, es el único deporte "donde el enojo se acomoda, se ennoblece [...]; donde la ira puede ser transpuesta, sin equivocación, como arte" (Oates, 2002: 63).

Según dicho esfuerzo discursivo, el enfrentamiento de dos cuerpos en el cuadrilátero no significa la cruda exposición de la fuerza bruta, sino "un exhibidor maravilloso de aptitudes cerebrales", en el que se ponen en juego cualidades tales como "balance, coordinación, velocidad, reflejos, poder, instinto, disciplina, memoria y pensamiento creativo" (Hauser, 2000: 23). Una pelea, entonces, se convierte en la posibilidad de demostrar una combinación de inteligencia, astucia, gracia, habilidad y, de manera muy especial, "lo que los boxeadores llaman 'corazón'" (Oates, 2002: 79):

Antonio Solórzano (entrenador en jefe del equipo de boxeo de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM): Un atleta profesional, en boxeo, es tremendo. Mis respetos para esa gente, porque es una gente con una mente y un espíritu indomables, fuertes, aparte de la preparación físico-atlética que deben tener, ¿no? Son maravillosos los boxeadores profesionales, por todo lo que implica ser un boxeador profesional. Éste es el deporte más duro, en todos los aspectos, que cualquier otro. Para mí el boxeo es lo más hermoso que hay, y más aquí en nuestra institución; es lo mejor que me ha pasado en la vida (14 de octubre de 2005).

A diferencia de lo que ocurre en otros espectáculos de la violencia —como la lucha libre, pero también los géneros policiacos, bélicos, "de acción", incluso la pornografía en el cine y la televisión—, el boxeo no es teatral; "su violación del tabú en contra de la violencia [...] es abierta, explícita, ritualizada, y [...] rutinaria" (Oates, 2002: 106). En el ring se cumple lo que Thomas Hauser denomina la ley básica del hombre: "si vas a derrotar a otro hombre, derrótalo completamente" (Hauser, 2000: 7). No obstante, en la investigación de campo se repite con frecuencia el argumento de que se trata de una "violencia controlada", una expresión reglamentada de la agresión que, al ser asimilada por la cultura, se legitima a sí misma:

Margarita Cerviño (entrenadora): Es técnico, es elegante, aunque me grite aquí la mitad de la humanidad "¡¿Cómo es posible que me digas que es elegante?!". Porque es muy técnico; bien trabajado, una muy buena pelea siempre se goza. Tenemos la idea de que en el boxeo debe correr sangre, e incluso cuando vemos una pelea técnica —eso le pasaba mucho al Finito López—, si ves una pelea técnica y limpia, a la gente no le gustaba mucho: "¡Ay, qué aburrido, no se abrió la ceja, no salió con la boca toda...!". Ves a boxeadores que salen enteritos, que salen muy bien, y han tenido peleas magistrales (6 de mayo de 2006).

El boxeo es espectáculo, negocio, empresa, apuestas y hasta contacto con el mundo del hampa. Lugar de explotación, pero también camino —aunque precario— hacia la fama y la fortuna. Como el control del negocio es monopólico, su crecimiento monetario implica un extendido abuso de la fuerza de trabajo. John Sugden (1996) ha analizado esta dimensión del boxeo de manera elocuente. Según Hauser, aunque la televisión aporta una cantidad enorme de ingresos, muy poco de ese dinero se filtra hacia abajo; el grueso de las ganancias del boxeo "se divide entre quienes no combaten". A los boxeadores les tocan "salarios pobres, cuidado médico inadecuado y sin pensión más allá de un puñado de recuerdos cuando su carrera termina". De modo que hasta los más famosos pueden terminar en la miseria (Hauser, 2000: 58).

Rudy Pérez: Cuando uno va empezando, está muy mal pagado, y aparte de muy mal pagado, pues no peleamos cada ocho días, peleamos cuatro o cinco veces por año. Entonces lo que uno juntó pues se va invirtiendo en los entrenamientos. El box pues es caro, es caro porque tiene que comprar uno sus cosas, su alimentación, su equipo, pues todo eso, y cuando no hay quién lo ayude y quién lo patrocine, pues es difícil (22 de noviembre de 2005).

El boxeo está lleno de paradojas, sobre todo en el plano económico, dado que se mueve en una frontera muy borrosa entre legitimidad e ilegalidad, sobre todo por la realización de las apuestas. Esto permite que los atletas mejor pagados del mundo sean los boxeadores de campeonato, pero eso no quiere decir que los boxeadores como clase sean los deportistas que reciben más altos sueldos, sino todo lo contrario. Como dice Oates: "la cima de la pirámide es pequeña, la base amplia, bordeando el anónimo subsuelo de la humanidad" (Oates, 2002: 34).

Justo Ríos Martínez (entrenador): Lo que pasa en esto —sí se puede decir, ¿verdad?— es que es una mafia, desgraciadamente. Aquí el chiste [...] existen muchas apuestas, principalmente en Las Vegas, en Estados Unidos. Yo estuve 28 años en Estados Unidos, yo me daba cuenta en el béisbol, en el basquetbol, en el futbol americano cómo se cruzan apuestas, cómo se dejan caer y cómo se dejan ganar... La verdad, esto es lo mejor: [en el caso de] lo amateur, que es derecho, no hay ninguna ventaja. Ya cuando es de negocio ya es otra cosa, y eso a mí no me gusta (2 de noviembre de 2005).

No podría haber boxeo sin un público ávido de emociones fuertes y dispuesto a alimentar con furor irracional, de masa enardecida, la saña de un encuentro. Las actividades boxísticas suelen ocurrir como parte de un conjunto de ceremonias, en un ambiente donde juego, ritual, festival y espectáculo son géneros (genres) de actuación (performance) —análogos a los géneros literarios— que se vinculan dentro de un sistema ramificado (MacAloon, 1982: 104-106). Se trata de conjuntos de símbolos organizados como procesos en el espacio y el tiempo. Funcionan como un aparato que procura, "de forma inseparable, la participación individual del espectador en el espectáculo y la participación colectiva en la fiesta cuya ocasión es el propio espectáculo" y, mediante las manifestaciones colectivas que suscitan, satisfacen "al gusto y al sentido de la fiesta, de la libertad de expresión y de la risa abierta" (Bourdieu, 1998: 32).

Pero sobre todo, el boxeo es una tecnología de género.2 Como afirma Sarah Fields (2005: 130), el box "se ha contemplado como algo que salva la masculinidad (como lo imaginó Teddy Roosevelt) o como algo que destruye la civilización (como lo temieron las cortes en la década de 1860)".

Si el deporte en general es un campo clara e intensamente generificado, el boxeo multiplica de manera fundamental estas características en todas sus dimensiones, como espacio para la masculinización de los niños y los jóvenes, como el lugar donde se endurecen el cuerpo y el carácter por medio de técnicas corporales intensas, repetidas y deliberadas. Técnicas dirigidas al establecimiento de una disciplina rigurosa cuya finalidad es preparar no sólo para la pelea, sino también para la vida. Hay una conciencia expresa de esta función en los testimonios de nuestros informantes:

Ricardo Contreras (presidente de la Federación Mexicana de Boxeo Amateur): Es la disciplina que hace de un caballero en el ring un hombre en la vida real, en la vida civil. Entréguenos un niño aquí y nosotros le regresamos un hombre. Eso es (28 de noviembre de 2005).

La primera condición del boxeo —en su estructura tradicional— es el aislamiento de los pupilos en un ambiente estrictamente homosocial: el gimnasio. En el imaginario del boxeo, los roles de género están rigurosamente repartidos. Las mujeres pueden ocupar el lugar de espectadoras o pueden funcionar como la red de apoyo que mantiene las condiciones de posibilidad de la vida de un atleta. Pero en el gimnasio, "agotan la energía de los varones y como compañeras sexuales destruyen la concentración de un boxeador" (Fields, 2005: 130), por lo cual se les prohíbe la entrada a esa especie de santuario.

Aunque no exista una barrera formal para su participación [...], las mujeres no son bienvenidas en la sala porque su presencia perturba, si no el buen funcionamiento material, al menos el orden simbólico del universo pugilístico. Sólo en circunstancias excepcionales, como la proximidad de un torneo importante o el día después de una victoria decisiva, se permite a las amigas o esposas asistir a un entrenamiento de su hombre. Cuando van, deben quedarse sentadas inmóviles y en silencio en las sillas colocadas detrás del ring; y normalmente se sitúan a los lados, contra la pared, de forma que no entren en la zona de ejercicio propiamente dicha, aunque no esté ocupada. Se da por supuesto que no deben interferir de ningún modo con el entrenamiento, excepto para ayudar a prolongar sus efectos en casa tomando a su cargo las tareas cotidianas de limpieza y a los niños, cocinando los platos necesarios y proporcionando un apoyo emocional e incluso financiero sin tacha (Wacquant, 2004: 59-60).3

En las peleas, el papel de las mujeres se limita a

...funciones estereotipadas que se realizan usualmente de manera entusiasta y estereotipadamente femenina [como la de anunciar, casi siempre en traje de baño y con maquillaje y peinados vistosos, el número del episodio], porque de otra manera, las mujeres no tienen un lugar natural en el espectáculo (Oates, 2002: 72).

De esta forma, mientras se considera que el boxeo es una actividad "normal" para los varones, aparece como la más inapropiada para las mujeres.

Hay que subrayar que las formas de respeto habituales en el gym son formas exclusivamente masculinas, que afirman no sólo la solidaridad y la jerarquía de los boxeadores entre sí sino, además, y de una forma más eficaz puesto que no es consciente, la superioridad de los hombres (es decir, de los "verdaderos" hombres) sobre las mujeres, término físicamente ausente pero simbólicamente omnipresente en negativo tanto en la sala como en el universo pugilístico (Wacquant, 2004: 74).

No obstante, el mundo del boxeo es inconcebible sin la presencia discreta, silenciosa y cálida de mujeres que funcionan como la principal motivación de los peleadores —como el componente imaginario fundamental del hogar que le da sentido a la acción masculina—, al tiempo que representan uno de los peores peligros a los que se enfrenta la carrera boxística:

Ricardo Contreras: Siempre, en los deportes que hay fama y dinero, siempre hay mujeres. Usted ve que al boxeador que está en el pináculo, en lo máximo de la fama, se le ve rodeado de las mejores vedettes, de las mejores artistas, y entonces cuando sucede alguna situación relacionada con esto, no con el boxeo, sino con estas circunstancias, que sorprenden a un boxeador que se quedó a dormir con la artista fulana de tal y que ya lo acusó por violación para sacarle dinero, que lo encontraron al señor tomando unas gotas de alcohol y ya estaba borracho, que lo vieron con una mujer y ya engaña a la señora... (28 de noviembre de 2005).

 

El lugar

Linda McDowell (2000) desarrolla el concepto de lugar no como una referencia estrictamente espacial, sino como un hecho definido por prácticas y relaciones sociales de poder. Un lugar es la intersección de un conjunto diverso de corrientes e interacciones que operan en un abanico de escalas espaciales; se constituye en el cruce de las relaciones y las prácticas sociales, en el tiempo y en el espacio, y a través de los significados culturales asociados con ellas.

El gimnasio, para Loïc Wacquant (1999: 247), "es una fábrica social destinada a rehacer cuerpos humanos y convertirlos en 'máquinas luchadoras' virtuales". Como tal, forma parte del escenario que posibilita la representación de "actos performativos de género" y es, por lo tanto, una de las claves para comprender las tecnologías de género que este deporte pone en marcha.4 A pesar de que en la actualidad los gimnasios de boxeo son espacios abiertos a personas de uno u otro sexo, su vocación genérica sigue siendo una condición problemática. Esto significa que el ingreso de las mujeres al boxeo aún se lee como una transgresión de fronteras: ellas están invadiendo un territorio masculino. Por lo tanto, resulta decisivo comprender la lógica interna de esta territorialidad, es decir, los elementos y las relaciones estructurales de significación (semiosis) a partir de los cuales se atribuye a una actividad humana su pertenencia al reino de lo masculino o al reino de lo femenino.

A partir de esto es factible una lectura del espacio particular del gimnasio para descifrar las marcas genéricas y las barreras visibles o invisibles que funcionan como mecanismos de exclusión no totalmente infranqueables, y sin embargo vigentes en muchos de sus aspectos medulares. Estas marcas existen como significantes, es decir, como expresiones materiales y perceptibles que nos remiten a significados interpretables. No se trata de signos homogéneos, sino de semiosis, es decir, posibilidades de significación inscritas en una enorme variedad de soportes repartidos no sólo en la distribución arquitectónica —en la medida en que "la arquitectura refleja las ideas dominantes a propósito de las relaciones sociales, e incide en ellas" (McDowell, 2000: 96)—, los objetos, los colores, los accesorios o la iluminación, sino también en las actitudes, los gestos y las palabras de las personas que se encuentran ocupando esos espacios.

El espacio no es un vacío inerte y neutral, sino una entidad cargada de contenidos cuyas propiedades dependen de factores codificados culturalmente; por eso, el espacio es conflictivo, fluido, cambiante. Para McDowell, lo que define al lugar son las prácticas socioespaciales y, de manera decisiva, las relaciones sociales de poder y de exclusión: los espacios "surgen de las relaciones de poder; las relaciones de poder establecen las normas; y las normas definen los límites, que son tanto sociales como espaciales" (ibidem: 15).

En la ciudad de México, la estructura interna de los gimnasios de boxeo parece organizarse alrededor del cuadrilátero, de la misma forma que el entrenamiento tiene como punto culminante el sparring, es decir, la práctica de tirar golpes a un oponente, dentro del ámbito perfectamente acotado del ring, en lapsos de tres minutos de actividad por uno de descanso. Se trata de un ejercicio que se desarrolla invariablemente bajo la cercana supervisión del entrenador. Es durante el sparring cuando el peleador recibe indicaciones decisivas sobre cada uno de sus movimientos corporales en un escenario que repite hasta cierto punto las condiciones de la pelea.5

Los inmuebles no siempre fueron diseñados con el objetivo de servir para estos fines, sino que han sido adaptados a partir de bases arquitectónicas diversas. Las variantes se dan sobre todo en la disponibilidad de espacio, la iluminación y la ventilación. En todos ellos se notó una continua pugna por el espacio, no sólo por conseguir o construir locales adecuados, sino por la disponibilidad del espacio personal que requiere un atleta para desarrollar una actividad intensa que consiste, la mayor parte del tiempo, en aprender y repetir hasta la saciedad un tipo muy específico de movimientos corporales.

Rudy Pérez: Bueno, yo en mi casa tengo un espacio grande, pero todavía no tengo la losa; entonces ahí les daba clases, obviamente colgando mis costales y demás, así empecé, a raíz de un amigo, porque se aproximaba una fiesta del 30 de mayo en San Fernando, que realmente el organizador de esa fiesta he sido yo. Obviamente también con ayuda del municipio, con los permisos y ayuda con el ring y demás. Entonces ahí pues se aproximaba esa fecha y empecé a entrenar a unos chavos, debe hacer como diez años. Ya después le pedí a mi papá que me diera permiso de ponerlo aquí, de hacerlo aquí, y así empecé (22 de noviembre de 2005).

En ninguno de estos lugares existe una prohibición de entrada a las mujeres; no obstante, una cuidadosa observación permite darse cuenta de que no es fácil el ingreso, ni para los hombres ni para las mujeres. La mayoría de las personas que entrenan en estos lugares ha podido hacerlo gracias a la invitación previa de un visitante habitual. Una vez dentro, la repartición del espacio no es sencilla; por lo general, el acceso a los diferentes aparatos está regulado por la supervisión de un entrenador. Es éste el que indica cuándo y cuánto tiempo se debe dedicar a golpear el saco o las peras, cuánto a saltar la cuerda, cuánto al sparring.

Francisco Sánchez Bello (entrenador, Gimnasio Pancho Rosales): El boxeador muchas veces, dicen, nace, no se hace. Pues okey, muchas veces sí, pero hay boxeadores que están dentro del gimnasio y es como en una escuela. En una escuela va a salir adelante el alumno más educado, más disciplinado, más aplicado en todo. Aquí dentro del gimnasio hay jóvenes que vienen y yo pienso que ese chamaco que le pone muchas ganas, ése es el que va a sobresalir mañana (abril de 2006).

Sin entrenador no hay entrenamiento: la posibilidad de que una mujer se integre a la actividad cotidiana de un gimnasio está mediada por ese vínculo. Las opiniones de los entrenadores fueron diversas, pero en todas se puede discernir una sensación de extrañamiento, en la que sigue estando presente la idea de que las mujeres que boxean están fuera de lugar:

Roberto Rocha Díaz (entrenador): La mujer nació para otras actividades. Yo creo que la mujer es más astuta como para tirarse golpes salvajemente. La mujer siempre será más astuta, más inteligente, tiene todo. El dominio está en las mujeres, en todo el mundo, entonces imagínese si se van a destruir como nosotros, los hombres, que somos unas bestias, pues no van a aguantar (29 de septiembre de 2005).

 

Técnicas corporales

La "cultura" boxística consiste en una serie de posturas y gestos repetidos hasta la saturación y con tanta acuciosidad que terminan por convertirse en coordinaciones motoras, es decir, terminan por volverse respuestas automáticas, actos eficaces, disposiciones fundamentales (corporales, emocionales, visuales y mentales), un "saber práctico compuesto por esquemas inmanentes a la práctica". Se convierte, pues, en un capital específico, un capital que reside en el cuerpo, un capital fisiológico que "una vez utilizado, carece de valor en otro campo" (Wacquant, 2004: 66-67).

Sergio Vadillo Hernández (entrenador, Gimnasio Nuevo Jordán): Todo lo que tú haces va a ser natural; como eres derecha, vas a tener más fuerza con tu mano derecha, entonces se trabaja más la izquierda, la izquierda siempre se va a trabajar porque es más débil, no tiene coordinación, es más débil, y se trabaja más la izquierda para que los dos brazos tengan la misma fuerza. Tú te das cuenta, ahorita en el entrenamiento, siempre yo les digo: "Trabaja dos veces la izquierda y una vez la derecha; dos veces la izquierda y una vez la derecha". Eso es lo que va a hacer que tu brazo izquierdo tenga rapidez, fuerza, punch, todo eso (12 de septiembre de 2005).

Según Wacquant, no se puede dilucidar la importancia y el arraigo del boxeo "sin examinar la trama de relaciones sociales y simbólicas que se tejen en el interior y alrededor del gimnasio, núcleo y motor oculto del universo pugilístico" (Wacquant, 2004: 29).

El boxeo es una cultura profundamente cinética, un universo en el que lo más esencial se transmite, se adquiere y se despliega más allá del lenguaje, en la conjunción de tres elementos: el cuerpo, la conciencia individual y la colectividad (ibidem: 19).

En el boxeo, el cuerpo es al mismo tiempo "agente y objeto de la práctica, y es mediante estas prácticas corporales como se definen y organizan las estructuras dentro de las cuales se forman los cuerpos y se forjan identidades significativas y corporificadas" (Woodward, 2007: 86). En la inculcación del noble arte como trabajo de conversión gímnica, perceptual, emocional y mental que se produce de forma práctica y colectiva con base en una pedagogía implícita y mimética que, pacientemente, redefine uno a uno todos los parámetros de la vida del boxeador (Wacquant, 2004: 23-24).

En su exploración, Wacquant encuentra que las salas del boxeo de todo el mundo "se componen más o menos de los mismos elementos y se parecen unas a otras hasta confundirse" (ibidem: 30). De la misma forma, la disciplina consiste de los mismos movimientos y rutinas, con variantes mínimas, en todos los puntos geográficos donde se practica. Esta regularidad —característica de todos los deportes en sus versiones "oficiales" y que es además el fundamento de la competen-cia— obedece, por un lado, a una reglamentación formal —escrita en reglamentos y sancionada por cuerpos directivos internacionales— y, por el otro, a una tradición que permanece a través del tiempo.

En los diferentes gimnasios visitados durante la investigación de campo se observó una clara uniformidad estructural, adaptada a las condiciones específicas de cada establecimiento. Aunque es evidente una heterogeneidad derivada de los muy distintos orígenes de cada gimnasio, en todos encontramos la misma composición básica, organizada en función de características espaciales heteróclitas, pero alrededor de un principio básico: la posibilidad de desarrollar las mismas actividades corporales —las técnicas boxísticas— que se llevan a cabo en todos los gimnasios de boxeo del mundo.

Roberto el Gallito Sanvicente Vidal (ex boxeador y entrenador, Gimnasio Nuevo Jordán): Para mí, lo primero que debe hacer el peleador, sea amateur o profesional, debe de tener una condición física, dedicarse a correr todos los días, levantarse temprano, en parques o en cerros, para tener un cuerpo sano y una fortaleza en su cuerpo. A mí me ponían en la cuerda, que es para amacizar las piernas, me ponían dos rounds, o sea 10 minutos, pero como yo corría bastante, no me interesaba. Ahora, cuando me pasaban al saco, al costal, me enseñaban cuál era el upper, cual era swing, cuál era el jab, cuál era el gancho al hígado, cuál era el remate (12 de septiembre de 2005).

La lenta y prolongada temporalidad del entrenamiento tiene como finalidad afinar una sensibilidad corporal específica, la cual requiere "una incorporación imperceptible de los esquemas mentales y corporales inmanentes en la práctica pugilística que no admite mediación discursiva o sistematización alguna" (Wacquant, 1999: 250) y que se traduce en el conjunto de posturas, patrones de movimiento y estados cognitivo-emocionales que definen la maestría de un boxeador: "el trabajo corporal reorganiza el campo corporal del boxeador en su totalidad" (ibidem: 252).

Antonio Solórzano: Indudablemente que aquel alumno o que aquel entrenador que quiera debutar profesionalmente a un joven, obviamente que como en la educación formal tenemos que ir a la preprimaria, a la primaria, a la secundaria, a la preparatoria, es un proceso que debe iniciarse a temprana edad, este proceso es un proceso educativo, formativo, deportivo, entonces sí es necesario que los jóvenes se preparen previamente en el boxeo amateur para que, si ya decidieron debutar como profesionales, lo hagan con una preparación íntegra y adecuada (14 de octubre de 2005).

El boxeo no sólo implica la totalidad del propio cuerpo, sino una lectura del otro cuerpo en el ring. Los boxeadores aprenden a conocer y monitorear sus propios organismos, y también a evaluar el cuerpo de sus oponentes "mediante una lectura de su superficie exterior". Antes de cada pelea, los boxeadores y sus entrenadores "evalúan metódicamente el cuerpo de su adversario, intentando detectar índices de posibles debilidades que puedan ser explotadas" (Wacquant, 1999: 252-253):

Jhonny González (boxeador): Ya me mandaron de hecho la cinta de mi próximo rival que va a ser el próximo 25 de febrero [2006] con el que voy a pelear en Las Vegas, para estudiarlo y empezar a entrenar en diciembre para ganarle. Ése es el chiste de todo boxeador, el estudiar al rival para salir el día del enfrentamiento y ya saber qué golpes poderle conectar (24 de noviembre de 2005).

La experiencia de entrenadores y mánagers en el trabajo con mujeres deriva en diversas posiciones que reflejan, por una parte, una sensación de discordancia, pero también una adaptación a nuevas condiciones y nuevas reglas del juego dentro del campo boxístico. Sin embargo, la presencia de mujeres siempre es problemática; no es sencillo compartir el espacio, no se pueden aplicar los mismos criterios para unas y otros. Lo que se subraya y se naturaliza es la diferencia entre hombres y mujeres, en dos vertientes principales: o la incapacidad de ellas para la práctica —y la obvia superioridad física de los varones— o su sobredesempeño.

Ariel Carmona (entrenador): El entrenamiento de una mujer sí es diferente. Los hombres por lo regular su trabajo es más rudo, más rudo en todos los aspectos, y en la mujer es un poquito más lento, pero como que la mujer es más inteligente, como que la mujer le pone más atención a los entrenamientos y todo. Entonces, si nos vamos por los dos lados, aprenden casi al mismo tiempo, pero el proceso de las mujeres a nivel fortaleza es un poquito más lento (29 de septiembre de 2005).

 

El dúo entrenador/pupilo

La técnica del boxeo se transmite "cuerpo a cuerpo": es una disciplina que requiere la presencia del entrenador como agente del conocimiento corporal, y de compañeros aprendices con quienes se ensaya y se repite cada detalle de una minuciosa preparación. Estos dos factores conjugados —entrenador/pupilo—, indispensables para la pedagogía boxística, estructuran el entrenamiento como una práctica que requiere condiciones espacio-temporales muy especiales. De ahí la constitución del gimnasio como un lugar social de índole específica, a donde no cualquiera puede o quiere entrar. Los límites del gimnasio no son nada más barreras físicas (puertas, paredes, marcas materiales), sino sobre todo barreras simbólicas, prohibiciones explícitas rigurosamente observadas por propios y extraños, que no sólo delimitan con claridad un "adentro" y un "afuera", sino también áreas internas de diferente acceso, en función de una inflexible jerarquía dentro del grupo que establece el sitio que cada quien puede ocupar.

Ignacio Beristáin (entrenador, Gimnasio Romanza): Este gimnasio implica un gasto aproximadamente de 8 [mil] o 9 000 pesos al mes, sin pensar en la renta; nosotros no pagamos renta, pero de gas, de agua, de predial, de todo, es una cantidad, y no sale de lo que se les cobra de cuota de recuperación, que le hemos dado en llamar; siempre hay que poner para que esto se mantenga, y entrenamos boxeadores que se han hecho aquí, no vienen extraños (5 de octubre de 2005; el subrayado es del autor).

No es sólo el espacio, sino también la temporalidad lo que se determina con rigor en el "centro del dispositivo de aprendizaje pugilístico"; se trata de una sincronía colectiva, de un "ritmo común" que se impone desde el centro con indicaciones cronométricas —usualmente auditivas, como el sonido de un silbato, un timbre, una campanada o una orden ver-bal— para pausar los lapsos de actividad y de descanso en función de la estructura del boxeo (tres minutos de ejercicio intenso por uno de descanso), coordinada a partir de la lógica de los encuentros en el ring.

Los púgiles, independientemente de la hora a la que empiecen los entrenamientos y los ejercicios que estén haciendo, trabajan siempre de acuerdo, puesto que el respeto de este tempo es un imperativo sin excepción que se impone a todos por sí mismo [...]. El tiempo en el gym es un tiempo ocupado, limitado, que marca el cuerpo y lo moldea a su ritmo. El ejercicio cadencioso habitúa progresivamente al organismo a alternar el esfuerzo intenso y la recuperación rápida según el ritmo específico del ejercicio hasta habitarlo con esta necesidad. A largo plazo regula el "reloj biológico" del boxeador hasta el punto de que su cuerpo pueda, por sí solo, medir la sucesión de asaltos (Wacquant, 2004: 109).

Estas dos condiciones —de aislamiento en el tiempo y en el espacio— producen el ambiente privilegiado del gym: un emplazamiento ritual donde se escenifica de manera cotidiana y metódica la ceremonia mágica de la masculinidad en un ambiente de pares. Ambas dimensiones permiten el establecimiento de un centro de significación para la vida de quienes acuden diariamente a este reducto semisecreto, iniciático, religioso, de dolorosa solidaridad, donde la vida cobra sentido en oposición al sinsentido de la realidad exterior en lo que Wacquant (2004: 30) ha denominado el "culto plebeyo de la virilidad".

Como se trata de un ámbito atravesado por saberes tradicionales —que se transmiten por vía oral, de maestro a discípulo—, los ejercicios y los regímenes de los boxeadores aparecen a menudo como una práctica empírica que no pasa de manera formal por las instituciones, los textos y los aparatos burocráticos.6

Benjamín Ibáñez Ureña (vicepresidente de la Asociación de Boxeo de Aficionados del D. F.): Cuando llegan, yo los empiezo a trabajar, los empiezo a enseñar, y posteriormente se van viendo las cualidades, que si puede o no puede. Cuando no se puede, cuando veo que la hacen bien, pero en las peleas no, lo mejor es sugerirles que dejen este deporte porque... siempre les digo: "Aquí no les avientan bombones ni pétalos de rosa, son golpes, y el chiste es subir a pegar, no a que te peguen". Entonces, si tú no haces nada por quitarte los golpes, te tiran tres y te pegan seis, lo mejor es decirle adiós a este deporte (5 de mayo de 2006).

Ninguno de los informantes que se identificaron como entrenadores o como entrenadores/mánagers habían recibido una instrucción institucional; todos se habían formado en la práctica, la mayoría como boxeadores. La enseñanza del boxeo se imparte mediante un método cuya eficacia se va probando de manera tautológica: un entrenador es "bueno" en la medida en que sus pupilos ganan más peleas:

Miguel Ángel Ratón González (entrenador y mánager): Yo fui y soy actualmente mánager del año, y probablemente repita la dosis este año que viene [2005 y 2006]. Tengo 13 peleadores profesionale s, y de los 13, sólo hemos perdido tres peleas de tres y cuatro rounds, pero otros han ganado seis, otro cuatro, otro siete. En total, de los 13 boxeadores que hay, calculo que entre todos han ganado 35 peleas (24 de noviembre de 2005).

Esta independencia no siempre cuenta con la simpatía de las instancias gubernamentales que tratan de controlar y dirigir el deporte; el grado de burocratización de las prácticas más aceptadas en el establishment deportivo contrasta visiblemente con el estatuto semiclandestino del boxeo:

María Alma Velázquez Rivera (funcionaria, Aspectos Técnicos del Deporte, Instituto del Deporte del Distrito Federal): Todo deportista tiene derecho a contar con un plan de trabajo diseñado, sistemático, anual; debe de tener la aplicación de cargas de trabajo ya programadas y adecuadas a su edad, a su género, a su nivel de rendimiento, años de práctica en el deporte. Hay una anarquía, porque ningún entrenador se preocupa, entonces me saco de la manga lo que te toca, y ahora sí que los garbanzos de a libra se dan solitos, entonces a esos chicos les aplicas una carga de trabajo y se adaptan, porque son garbanzos de a libra, pero ¿cuántos chicos no se lesionan precisamente por una mala adecuación? O porque no hay ni siquiera una planificación deportiva (12 de octubre de 2005).

La mirada institucional suele no contemplar la dimensión afectiva —implícita o explícita en muchas de nuestras entrevistas— del dúo formado por el entrenador y el pupilo, un vínculo personal que puede ir más allá de la capacitación del cuerpo para la realización de una tarea más o menos especializada. En la visión de muchos de nuestros informantes, esta ligazón es un componente crucial para la práctica en la medida en que la confianza ciega y la observancia rigurosa de las indicaciones del entrenador son decisivas para el éxito de un boxeador. Algunos de nuestros entrevistados interpretaron este lazo como una relación amorosa:

Roberto El Gallito Sanvicente Vidal: El peleador tiene que tener mucha disciplina, mucho respeto al mánager, y el mánager al peleador. Para que uno tenga una educación ejemplar. Me enseñaban varias cosas que las aprendí por mí mismo. Aprendí porque yo trataba de hacer lo mejor para que mi mánager se fijara en mí, con disciplina, con amor él a mí, y yo con mucho amor a mi deporte darle mucho corazón arriba de un ring a mi manejador para que se sintiera orgulloso de mí (12 de septiembre de 2005).

En muchas ocasiones el vínculo es previo al ingreso al boxeo, porque una de las vías de entrada es precisamente la pertenencia a una familia boxística; muchos testimonios registran cómo se vuelven boxeadores y entrenadores —y también boxeadoras— los hijos y hermanos de boxeadores y entrenadores más o menos establecidos, y de esta manera el mecanismo de reproducción de la práctica depende del acceso a los lugares y a los secretos que determinan la configuración del campo mediante relaciones familiares, las cuales se convierten en el capital social más importante de muchos atletas.

Francisco Sánchez Bello: Más que nada, como padre, dentro del gimnasio no existe papá para ellos. Tengo a mi hijo que fue medallista de plata en los Juegos Panamericanos de Cuba 91, representando a México: Ricardo El Pollo Sánchez, y ésa fue una satisfacción muy grande para nosotros, para el pueblo de México, porque a ellos nada más los llevaban para cubrir el programa de ellos en el Comité Olímpico y, bendito sea Dios, él fue el único medallista para México y nadie daba un quinto por él, y después tuve la satisfacción muy grande en sacar campeona a mi hija [Elizabeth Sánchez], es una cosa muy grande que tenemos... (abril de 2006).

A pesar de esta solidaridad, la relación entrenador/pupilo no siempre es desinteresada y afectuosa; en particular, porque el boxeo es también un negocio en el que se juega dinero. A menudo se dan condiciones de explotación y abuso de la fuerza de trabajo que están determinadas por la estructura del campo, pues la posibilidad de ganarse la vida en el oficio depende de la concertación de peleas públicas que generarán ingresos dentro de un aparato complejo de intereses.7 En última instancia, un boxeador es una inversión tanto para el entrenador/ mánager como para la familia de aquél, que distrae una considerable cantidad de recursos para manutenerlo y cuidarlo.8 Las negociaciones para programar peleas no son sencillas y dependen de muy delicados equilibrios en los que se juegan las carreras de los boxeadores, así como su integridad y bienestar físicos. Lo que queda claro, a partir de los testimonios de nuestros informantes, es que el entrenador/mánager es una figura decisiva para el destino de un boxeador:

Alberto Reyes (industrial, fabricante de guantes y artículos para boxeo): En el caso de los promotores, no quieren arriesgarse. Les llaman hoy día match makers, que son los que se encargan de organizar los encuentros. Han tomado la mala costumbre de organizar sus peleas al vapor. Dicen: "Ah, bueno, pues al mánager Fulano yo le llamo dos días antes y le digo: 'Yo necesito un peso pluma, necesito a Fulanito, yo sé que tú tienes un peso pluma'. '¡Oye, pero no está listo'. 'Lo necesito para que pelee el sábado', y hoy es miércoles o viernes. 'No, pero que no está listo y no quiere pelear.' 'Si no pelea, te congelo y no te contrato a ninguno de tus boxeadores'". Así se las gastan. Y el boxeador, bueno... todos los jóvenes, por su juventud, siempre dicen que van a poder ganar: "No, no, yo no, no importa que no haya corrido, no, yo le gano". Pero ya arriba del ring es otra cosa, porque tienen un rival con las mismas condiciones y características que él, y bueno, a veces las peleas por eso no salen tan buenas (30 de noviembre de 2005).

 

El ámbito protector del gimnasio

Para convertirse en una fábrica de capital corporal, el gimnasio debe funcionar como una escuela de moralidad, una máquina en la que se fabrica "el espíritu de la disciplina, la vinculación al grupo, el respeto tanto por los demás como por uno mismo y la autonomía de la voluntad" (Wacquant, 2004: 30). Esta característica está muy bien expresada en algunos de los testimonios de nuestros informantes:

Esteban Martos Núñez de Cáceres (médico de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal): Yo les puedo presentar a muchos que estaban en garras del vicio, cocainómanos incluso, y ahí están, han peleado; hay uno que acaba de ir a pelear a las islas del sud Pacífico, a Borneo, ¿cuándo soñaba con ir a Australia, Inglaterra, Japón, la India? Es otro mundo, es muy diferente al mundo de las drogas, ¿verdad?, que viajan por la estratósfera, pero no viajan en la realidad, a conocer nuevos países. Además ganan dinero, ¿verdad? Hasta les pido prestado (5 de mayo de 2006).

En sentido lato, este tipo de organización recupera formas de socialidad muy semejantes a las que Michel Foucault estudia en El uso de los placeres (1984) y en Tecnologías del yo (1990). Los dispositivos de saber-poder que se desarrollan en el gimnasio recuerdan principios como la enkrateia, inventada por los griegos del periodo clásico y definida por el autor como "forma activa de dominio de uno mismo, que permite resistir o luchar, y asegurar su dominio en el campo de los deseos y de los placeres", la cual

...se sitúa en el eje de la lucha, de la resistencia y del combate: es moderación, tensión, "continencia"; la enkrateia domina los placeres y los deseos, pero necesita luchar para vencerlos [...]; es la condición de la sõphrosynç, la forma de trabajo y de control que el individuo debe ejercer sobre sí mismo para volverse temperante (sõphrõn) (Foucault, 1984: 62-63).

De ahí el carácter monástico, casi penitencial, del programa de vida que exige el boxeo, el cual se convierte, para Wacquant, en "vector de una desbanalización de la vida cotidiana" al convertirla rutina en el medio de acceder a un universo en el que se entremezclan aventura, honor y prestigio (Wacquant, 2004: 30). Estos tres factores, interpretados precisamente como atributos relacionados con la masculinidad, se enganchan con una "subordinación fanática del yo en términos de un destino deseado" (Oates, 2002: 27), una ascética cifrada por la renuncia, el sacrificio, el control sobre sí:

Roberto Santos (reportero de boxeo; jefe de prensa de la Organización Mundial de Boxeo): Yo que he tenido oportunidad de ver el inicio de las carreras de tanto peleador, es un sacrificio enorme. No hablo mal ni menosprecio otro tipo de deporte, pero yo siento que el trabajo, la dedicación, el profesionalismo, el sacrificio que debe realizar un boxeador, y ahora las boxeadoras, tiene un grado mayor de dificultad que cualquier otra actividad, porque aquí no son goles, no son canastas, no son puntos, aquí son golpes (17 de noviembre de 2005).

Este proceder permite que la renuncia, el sacrificio y el control sobre sí puedan ser caracterizados como una libertad (Foucault, 1984: 76).9 Se trata, sin duda, de una libertad paradójica, sostenida en la abnegación, la renuncia y el sacrificio. Un sacrificio que se extiende a todas las dimensiones de la vida de un boxeador. Para tener éxito, un atleta del ring debe someterse a un régimen que rebasa con mucho las horas y el ámbito del gimnasio, para impregnar todos los aspectos de la vida privada: dieta estricta, horario regular, obligación de ir a la cama temprano, abstinencia sexual durante las semanas anteriores al combate, renuncia a prácticamente todo tipo de vida social; todos estos factores son parte de la cotidianidad de un boxeador dedicado.10

El gym funciona como una institución que reglamenta toda la existencia del boxeador: uso del tiempo y el espacio, cuidado de su cuerpo, estado de ánimo y deseos;

[...] al reclutar a sus jóvenes y apoyarse en su cultura masculina del valor físico, el honor individual y el vigor corporal, se enfrenta a la calle como el orden al desorden [...], como la violencia controlada y constructiva de un intercambio estrictamente civilizado y claramente circunscrito (Wacquant, 2004: 64).

Cuyo fundamento es la aceptación

...de un sistema de valores que enfatiza el respeto por uno mismo y por otros: no sólo el respeto físico, sino también el respeto por el carácter propio y del oponente [...]; un trabajo ético junto con los principios del sacrificio [...], agresión controlada y una renuncia a la violencia viciosa que es tan familiar en los vecindarios más allá de las puertas de los clubes de boxeo (Sugden, 1996: 183).

Varios autores (Oates, 2002; Hauser, 2000; Anasi, 2002; Woodward, 2007; De Garis, 2000; Wacquant, 1992, 1999, 2004) coinciden en la lectura del gimnasio como un lugar de realización, donde niños, jóvenes y hombres —siempre en masculino— encuentran un sentido para la vida, respeto, trabajo y disciplina, además de que sirve para apartarlos "de una vida de drogadicción, conducta antisocial y crimen" (Hauser, 2000: 14). Todos ellos subrayan en algún momento la cualidad generificada de este cumplimiento:11

La factura de la personalidad consciente en el boxeo a menudo se basa en una lógica binaria, especialmente en relación con el género. Dicha identidad, o conjunto de identidades, podría involucrar una fuerte inversión en y una identificación con la masculinidad tradicional, en oposición a la feminidad que se constituye como su contrario psíquico y material (Woodward, 2007: 37-38).

En cada uno de estos textos se encuentra una forma de expresión de lo masculino que se reproduce en el campo específico del boxeo. Para Lawrence de Garis (2000: 94-95), la masculinidad "a menudo se pone a prueba en un mundo homosocial con otros hombres". Oates (2002: 49) habla del ataque y la sumisión absoluta del otro como reacción del ego masculino —una respuesta "que depreda la civilización"— más allá del instinto de defenderse. Para Kath Woodward (2007: 86-87), las técnicas corporales y el régimen físico del entrenamiento a menudo implican "la habilidad de controlar el dolor y ejercitar la disciplina y el auto-control, los cuales operan no sólo internamente, sino que son parte de lo que constituye la masculinidad en términos temporales y espaciales". Robert Anasi (2002: 101) considera que un nocaut —mandar a alguien a la lona— significa arrebatarle la hombría. Para Hauser (2000: 7), el varón está obsesionado con la victoria. Wacquant (1992: 234) afirma que la cultura del gimnasio es un espacio quintaesencialmente masculino "dentro del cual la entrada de mujeres es tolerada sólo en tanto en cuanto [sic] sea incidental". Algunos de nuestros informantes subrayan esta dimensión:

Ricardo Contreras: Usted no ve a un boxeador con el pelo largo —le estoy hablando de boxeo amateur—, no ve un boxeador con aretes, con poses feminoides. Nuestro deporte es viril. No los ve con uñas largas o pintadas. Y entonces creo que esas circunstancias de las que yo le hablo serían materia más que suficiente para decir que la práctica de nuestro deporte, bien llevada, de forma organizada, resulta benéfica para quienes lo practican (28 de noviembre de 2005).

En el boxeo, las cualidades de los varones se oponen implícitamente a las características de las mujeres en un juego en el que los principios de lo humano se identifican con lo masculino. De la misma forma, Foucault (1984: 55-56) reconoce, en la caracterización de la templanza —como arte de los placeres capaz de limitarse a sí mismo—, una estructura en esencia viril:

[...] la intemperancia depende de una pasividad que la emparienta con la feminidad [...]; ser intemperante es [...] estar en un estado de no resistencia y en posición de debilidad y de sumisión; es incapaz de esta actitud de virilidad respecto de sí mismo que permite ser más fuerte que sí mismo [...]; el hombre de la falta de dominio (akrasia) o de la intemperancia (akolasia) es un hombre al que se podría llamar femenino, más ante sí mismo que ante los demás (Foucault, 1984: 82-83).12

 

Conclusiones

La construcción discursiva de la mística del boxeo postula la figura heroica del boxeador como un resistente paradigma de la masculinidad, en el que se reivindican valores de mérito individual, autoconstrucción, coraje, resistencia (como cualidades espirituales) y fuerza corporal que subliman la violencia de la práctica boxística en un imaginario intensamente atravesado por significados de género.

El gimnasio de boxeo, como el locus de formación y socialización de la praxis, se convierte entonces en un espacio para la masculinización de los niños y los jóvenes, donde se endurecen el cuerpo y el carácter mediante técnicas corporales orientadas en una rigurosa disciplina con la que los varones se preparan no sólo para la pelea, sino también para la vida. El aislamiento de los pupilos en un ambiente homosocial —con la exclusión expresa o disimulada de las mujeres— alimenta en el imaginario del boxeo una tipificación de género que repite las normas de la socialidad en un contexto acotado.

En este ambiente, la presencia de mujeres se percibe como una discordancia —aunque las condiciones actuales hayan obligado a hacer adaptaciones e improvisar nuevas reglas del juego dentro del campo boxístico—: las mujeres siguen siendo un problema. El boxeo necesita subrayar y naturalizar la diferencia entre hombres y mujeres como incapacidad para el desempeño de la disciplina, lo cual se traduce en un postulado de supremacía masculina.

La estructura de esta organización se reproduce de manera pedagógica en el gimnasio de boxeo, donde el aprendizaje se realiza "cuerpo a cuerpo" entre entrenador y pupilo, y gracias a la presencia de compañeros aprendices. Dentro de ese ámbito, las condiciones de aislamiento en el tiempo y en el espacio producen un emplazamiento ritual en el cual se escenifica de manera cotidiana y metódica la ceremonia de la masculinidad, y permiten el establecimiento de un centro de significación para la vida, en oposición al sinsentido de la realidad exterior.

Este panorama se ha interpretado a la luz de la reflexión de Foucault sobre tecnologías del yo que funcionan como dispositivos de saber-poder, lo cual nos permite relacionar éstos con formas de autodominio y control del cuerpo que derivan en configuraciones activas de la subjetividad. No debe sorprender que estas configuraciones se relacionen imaginariamente con la masculinidad, interpretada no como "naturaleza" o "esencia", sino como logro, realización y cumplimiento. Esta visión permite comprender los resortes discursivos del género como efectos de significación y, por lo tanto, redimensionar sus condiciones de posibilidad.

 

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Notas

1 En la jerga boxística, "tener corazón" tanto en inglés (heart) como en español significa soportar el castigo hasta trascender la vulnerabilidad del cuerpo. Para Joyce Carol Oates (2002: 79), "corazón" es "la capacidad de seguir peleando cuando uno ha sido lesionado".

2 Para Teresa de Lauretis (2000), las tecnologías de género estarían ligadas con prácticas sociocultura-les, discursos e instituciones capaces de crear "efectos de significado" en la producción de sujetos hombres y sujetos mujeres. El género y las diferencias sexuales serían efecto de representaciones y prácticas discursivas.

3 ""Ni siquiera una vez en los muchos meses que pasé en clubes de boxeo en Hartford, Belfast o La Habana me encontré con una mujer. Era como si la mera presencia de una hembra intimidara el encanto masculino que enmarca la conciencia de un boxeador"" (Sugden, 1996: 193).

4 Hemos denominado como "actos performativos de género" cierto tipo de acontecimientos ritualizados que tienen una ubicación determinada en el tiempo y en el espacio, cuentan con un conjunto de reglas (escritas y no escritas), además de que son una experiencia compartida y una acción colectiva (véase Palomar, 2005). En los gimnasios de boxeo, e l género es actuado repetida y cíclicamente por agentes que encarnan dramática y activamente significados culturales particulares.

5 Excepto porque se trata de un trabajo de ensayo donde no hay ganador ni perdedor, suele llevarse a cabo ——incluso en el área profesional—— con careta de protección, y no todos los gimnasios cuentan con un ring con las especificaciones oficiales.

6 Allí donde otros deportes "han dado lugar a complicadas burocracias compuestas por múltiples funciones ultraespecializadas, el boxeo sigue funcionando con la tríada artesanal del entrenador, preparador y mánager —y a veces una misma persona asume las tres funciones" (Wacquant, 2004: 118-119).

7 "Un mánager es el representante comercial del peleador. Su trabajo es manejar los detalles del negocio, negociar contratos de peleas y obtener para su peleador la mayor cantidad posible de dinero en el ambiente más seguro disponible en el lapso más corto. Generalmente un mánager se queda con 30% de los ingresos de su peleador, aunque la cifra varía" (Hauser, 2000: 34).

8 "Una de las principales funciones de la pareja formada por el entrenador y el mánager es modular y ajustar la trayectoria de su pupilo en el tiempo para optimizar la 'rentabilidad de la inversión' pugilística del trío, es decir, la relación entre el capital corporal depositado y los dividendos obtenidos por los combates en forma de dinero, de experiencia pugilística, de fama y de contactos útiles con agentes influyentes, como los promotores" (Wacquant, 2004: 130).

9 "Esta libertad-poder que caracteriza el modo de ser del hombre temperante no puede concebirse sin una relación con la verdad. Dominar sus placeres y someterlos al logos no forman más que una sola y la misma cosa [...]. No podemos constituirnos como sujeto moral en el uso de los placeres sin constituirnos al mismo tiempo como sujeto de conocimiento" (Foucault, 1984: 84).

10 "El dominio que un régimen convenientemente meditado debe cubrir se define por una lista que con el tiempo ha adquirido un valor casi canónico [...]; comprende: 'los ejercicios (ponoi), los alimentos (sitia), las bebidas (pota), los sueños (hypnoi), las relaciones sexuales (aphrodisia)' —todas cosas que deben ser 'medidas' [...]; el régimen debe tener en cuenta numerosos elementos de la vida física de un hombre, o por lo menos de un hombre libre, y ello a lo largo de todos los días, desde el levantarse hasta el acostarse [...]; el régimen problematiza la relación con el cuerpo y desarrolla una manera de vivir en la que las formas, las elecciones, las variables están determinadas por el cuidado del cuerpo" (Foucault, 1984: 95-96).

11 "A través de esta concepción [la del pensamiento griego] del dominio como libertad activa, lo que se afirma es el carácter 'viril' de la templanza [...]. En esta moral de hombres hecha para los hombres, la elaboración de sí como sujeto moral consiste en instaurar de sí a sí mismo una estructura de virilidad; sólo siendo hombre frente a sí mismo podrá controlar y dominar la actividad de hombre que ejerce frente a los demás en la práctica sexual [...]. En el uso de sus placeres de varón, es necesario ser viril respecto de uno mismo, como se es masculino en el papel social. La templanza es en su pleno sentido una virtud de hombre" (Foucault, 1984: 80-81).

12 La templanza implica que el logos sea colocado en posición de soberanía sobre el ser humano; que pueda someter los deseos y esté en situación de regular el comportamiento (Foucault, 1984: 84).

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