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Revista de El Colegio de San Luis

versão On-line ISSN 2007-8846versão impressa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.12 no.23 San Luis Potosí Jan./Dez. 2022  Epub 27-Maio-2024

https://doi.org/10.21696/rcsl122320221396 

Artículos

YoSoy132 y TodosSomosAyotzinapa. Un enfoque desde los sentimientos

YoSoy132 and TodosSomosAyotzinapa. An approach from feelings

Anna María Fernández-Poncela* 
http://orcid.org/0000-0003-3080-212X

* Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: fpam1721@correo.xoc.uam.mx


Resumen

¿Cuáles son los sentimientos que aparecen y destacan entre los participantes de un movimiento social? Esta investigación se centra en la información y datos de la evolución de las emociones y los sentimientos en la constitución, desarrollo y declive de dos movimientos sociales en México, en concreto, YoSoy132 (2012) y TodosSomosAyotzinapa (2014). Se exponen siguiendo un proceso emocional en el devenir de los movimientos, toda vez que se tienen en cuenta los diferentes enfoques existentes en su estudio desde los movimientos sociales y otras perspectivas. Para ello, se cuenta con información general y una treintena de entrevistas con participantes de cada movimiento, así como observación participante de estos movimientos que marcaron la historia reciente de México.

Palabras clave: sentimientos; movimientos sociales; indignación; solidaridad; México

Abstract

What are the feelings that appear and stand out among participants of a social movement? This research focuses on information and data on the evolution of emotions and feelings in the constitution, development and decline of two social movements in Mexico, specifically YoSoy132 (2012) and TodosSomosAyotzinapa (2014). They are exposed following an emotional process in the evolution of the movements, since the different existing approaches are taken into account in their study from social movements and other perspectives. For this, we have general information and some thirty interviews with participants of each movement, as well as participant observation of these movements that marked the recent history of Mexico.

Keywords: feelings; social movements; indignation; solidarity; Mexico

Introducción

En este estudio se presenta una aproximación empírica de las emociones en dos movimientos: YoSoy132 y TodosSomosAyotzinapa. Dicha aproximación se basa en la revisión bibliográfica y documental general y en la realización de entrevistas a miembros de los movimientos. Asimismo, se analiza la presencia y la observación en actividades y manifestaciones de estos. A partir de ello, se diseña un proceso emocional por etapas, desde el surgimiento, desarrollo y finalización, en dos direcciones. La primera, hacia afuera -los responsables en un inicio y las autoridades más adelante o en su caso-; la segunda, hacia adentro -los participantes del propio movimiento-.

En cuanto a la metodología, se aplicaron 30 entrevistas a participantes de cada movimiento, en total 60.1 En el primer caso, a finales de 2012 a estudiantes de universidades públicas y privadas, pues se trata de un movimiento mayoritariamente estudiantil. En el segundo, a inicios de 2015 -cuando su masividad del año 2014 se había reducido- a participantes de este en general, también a jóvenes estudiantes de diversos centros, ya que estos fueron los primeros en movilizarse, en este caso, junto a muy diversos grupos sociales. Todas a residentes de la Ciudad de México. Además de seguir las noticias y realizar la observación participante.

El texto se estructura con un apartado introductorio sobre emociones y sentimientos, seguido de un poco de antecedentes y contexto de los movimientos. Para proseguir con diferentes puntos en torno a diversas etapas del desarrollo de estos, así como a la presencia de emociones en las mismas etapas y sus relaciones y direcciones. Finalmente, el apartado de conclusiones destaca lo más importante y cierra el artículo.

Las emociones y los movimientos

Desde la sociología de las emociones, en la que resalta la importancia cultural en el sentir, significar y expresar emociones (Hochschild, 1983), pasando por las emociones relacionadas con el poder y el estatus social (Kemper, 1978), hasta llegar a las comunidades emocionales (Ahmed, 2015), se ha puesto énfasis en el aspecto social de las emociones colectivas. Por supuesto, hay diferentes miradas y teorías (André y Lelord, 2012); aquí se pone acento especial en la teoría constructivista actual.2

Se habla en general de emociones, si bien es preciso aclarar que estas corresponden más bien a una primera etapa del proceso, reactivas y corpóreas, mientras los sentimientos, manteniéndose en el cuerpo, pasan por el matiz de la mente, el lenguaje y la cultura (Damasio, 2006). Al respecto, es posible decir que “las emociones son básicamente […] procesos físicos y mentales, neurofisiológicos y bioquímicos, psicológicos y culturales, básicos y complejos. Sentimientos breves de aparición abrupta y con manifestaciones físicas” (Marina, 2006). Tienen una duración corta (Filliozat, 2007). Se acompañan con agitación física, a través del sistema nervioso central. Mueven, dan o quitan ánimo (Figueroa, 2010). Los sentimientos son las emociones culturalmente codificadas, personalmente nombradas y que duran en el tiempo. Secuelas profundas de placer o dolor que dejan las emociones en la mente y todo el organismo. Hay quien considera que “la emoción y las reacciones emocionales están alineadas con el cuerpo, los sentimientos con la mente” (Damasio, 2006, p. 14). “Las primeras, con necesidades fisiológicas, y los segundos, con psicológicas y de trascendencia (Maslow, 1982; Muñoz, 2009)” (Fernández-Poncela, 2011, p. 3).

Si bien se consideran los aportes de varias perspectivas teóricas, se focaliza y desarrolla el enfoque de Jasper (1997, 2012, 2013), sociológico y macrosocial, al cual se suma y combina la perspectiva del continuum emocional (Muñoz, 2009; Filliozat, 2007; Greenberg y Paivio, 2007), psicológico y microsocial. Estos son los dos enfoques y los autores centrales para el análisis que se realiza en esta investigación; los básicos, sobre los cuales se engarzan otras visiones, obras y autores complementarios.

En algún momento se tiene también presente a Marcus (2002) y su teoría de la inteligencia afectiva en la participación política, donde las emociones llaman a la acción; y la aproximación cognitiva y evaluativa de las emociones en el paisaje político según Nussbaum (2012, 2018), lo cual subraya el componente emocional de la movilización política, de forma puntual también.

Entre otras teorías citadas está el enfoque de la psicología de masas (Le Bon, 2000; Tarde, 2011). Asimismo, se tiene en cuenta la teoría del comportamiento colectivo (Smelser, 1996), en particular la reacción emotiva ante una tensión o conflicto social que provoca la movilización grupal. Por otra parte, la perspectiva culturalista de identidad colectiva aporta subjetividad y legitimidad ética a un movimiento, en especial respecto a conductas culturalmente orientadas en el sentido de cambio de programas y patrones culturales y morales, así como la autorrealización de los agentes y la libertad del sujeto (Touraine, 2006; Melucci, 1999). Además de la importancia del nosotros colectivo, de la acción social, están presentes en esta mirada lo cognitivo, las relaciones y la inversión emocional. En cuanto a los marcos de acción colectiva, más allá de recursos y oportunidades políticas, el contexto y las agencias subrayan la acción simbólica y el discurso alternativo que anima la acción colectiva (Tarrow, 1997); dentro del marco o esquema mental se construye la percepción de lo justo, significados y creencias desde lo moral, interpretando o guiando la movilización; injusticia, agencia e identidad colectiva, y, ante el agravio, la acción social (Gamson y Meyer, 2000; Hunt, Benford y Snow, 2006).

Todo lo anterior se tiene en cuenta, como se ha dicho, de los trabajos de Jasper (1997), los cuales iluminan este estudio, ya que se centran en la emoción, sin desconocer en su enfoque el componente social y moral, más allá de lo meramente psicológico, estructural, racional o cognitivo, o sumando todo, pero remarcando el aspecto emocional; desde la agencia y la creatividad, relación, significado e intención, en cada contexto social, junto a la política y la cultura, lo cognitivo y lo moral (Goodwin y Jasper, 1999). Las emociones están presentes y dinamizan el proceso evolutivo de la vida y la acción de los movimientos (Goodwin, Jasper y Polleta, 2001), desde su surgimiento hasta su agotamiento (Goodwin y Jasper, 2015).

A todo ello, como se anunció, se suma el continuum emocional en el proceso de toma de contacto y la acción desde el desarrollo humano. Se trata de un movimiento que va de la sensación o percepción, pasa por la emoción y el sentimiento, crea una necesidad y está orientada a actuar con objeto de satisfacerla (Muñoz, 2009). Dicho proceso, que tiene lugar entre el organismo y el entorno, según el enfoque terapéutico gestalt, acontece entre personas y sus relaciones. Por supuesto, con sus diferencias y distancias, es posible aplicarlo en el devenir de los movimientos y alumbra la evolución de estos.

Desde la filosofía y la psicología, varios enfoques apuntan a las emociones como origen de la acción (Filliozat, 2007; Greenberg y Paivio, 2007). Al respecto, el mismo Jasper (2013) afirma que las acciones sociales se mueven por emociones, con recursos y estrategias; son la fuerza que motiva la movilización. No obstante, sus conceptos y concepciones varían, ya que parten de la sociología. De ahí que se considera positivo intercalar la mirada del continuum emocional propuesto desde la psicología.

Cabe añadir la mirada del trauma (Levine y Frederick, 1999), las emociones en contextos de desastres naturales o catástrofes sociales (Fernández, Beristain y Páez, 1999), e incluso el proceso de duelo (Kübler-Ross y Keller, 2008), como en alguna ocasión se hará, especialmente en el estudio del segundo movimiento centrado en la búsqueda de jóvenes estudiantes desaparecidos, aunque podría aplicar al primero en menor nivel.

Un poco de historia

YoSoy132 (2012)

Con objeto de tener un panorama de los movimientos, se expone un resumen de estos. Para empezar, YoSoy132 surgió a finales de mayo de 2012 en el contexto de la campaña electoral en México.

Si tuviera que definirse el ambiente emocional general en el que tuvo lugar, es posible afirmar que se vivía cierta apatía y desafección política. Incluso se hablaba de abstencionismo en las elecciones próximas, pues ya las encuestas y los medios de comunicación desde medio año antes habían vaticinado la mayoritaria victoria de Enrique Peña Nieto, de la coalición política encabezada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Su origen o incidente concreto que lo causó fue un conflicto puntual en la Universidad Iberoamericana (UIA), en la capital del país. Fue producto de una acción social de reconocimiento (Fraser, 1997; Honneth, 2009) de 131 estudiantes. Por las redes, e incluso por los medios de comunicación, circuló un video como respuesta de estos jóvenes a las acusaciones de líderes políticos del PRI y del Partido Verde en los medios de ser porros y no estudiantes, al manifestarse en su centro de estudio ante la presencia del entonces candidato a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, del PRI. Si surgió de una reacción emocional de enojo, reconocimiento y defensa (Muñoz, 2009; Honneth, 2009), se consolidó con la fuerza motivadora de la acción (Jasper, 1997) y de la solidaridad, la empatía (Rifkin, 2010) y el apoyo social que su acción inicial generó, primero en las redes y después en las calles también (Fernández-Poncela, 2014), al inicio entre estudiantes y más adelante de otros grupos sociales que se fueron sumando.

No sé explicar lo que sentí, pero al ver que los estudiantes de la Ibero se identificaron con sus credenciales y reconocer estar de acuerdo o haber participado en la protesta de inconformidad contra Peña Nieto, me di cuenta que no vivo en un país aborregado y que se puede tener un cambio y una lucha contra la imposición (132, mujer, 29 años, UAM).

Yo vi chicos tratando de participar por primera vez de manera activa en la política (132, hombre, 20 años, UNAM).

Se caracteriza por estar conformado por estudiantes de universidades públicas y privadas del país y por realizar actividades públicas en las calles, con manifestaciones espontáneas y de carácter festivo, en varias ciudades de la geografía mexicana. La primera importante fue el 23 de ese mes. Los eslóganes fueron llamados a la democracia en el país apelando a la historia y a las emociones, las consignas ligeras, las actividades originales y coloridas. Primero, la participación fue por parte de estudiantes de universidades privadas, para luego extenderse a los centros públicos, aun otros grupos sociales en menor medida, y en varios lugares de la geografía mexicana, incluso el extranjero. El 30 de mayo tuvo lugar la primera asamblea interuniversitaria en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a la que siguieron otras.

De todos sus documentos, destaca aquel en el que se apuntan los cambios necesarios para el país más allá de las reivindicaciones político-electorales iniciales, en el que se expresa la pretensión de una profunda transformación social, que iniciaría con seis puntos: 1) democratización y transformación de los medios de comunicación, información y difusión; 2) cambio en el modelo educativo, científico y tecnológico; 3) cambio en el modelo económico neoliberal; 4) cambio en el modelo de seguridad nacional; 5) transformación política y vinculación con movimientos sociales, y 6) cambio en el modelo de salud pública.

El 30 de junio tuvo lugar la llamada Marcha del Silencio debido a la veda electoral, que acabó con velas iluminando el Zócalo capitalino, pues las elecciones eran al día siguiente, el 1° de julio. El 2 de julio, tras estas y con los resultados en que aparecía el ya anunciado triunfo del candidato Peña Nieto, el movimiento salió de nuevo a la calle. Las protestas cambiaron de tono y consignas; ahora se trató de proclamar el descontento fundado en las denuncias de las irregularidades en el proceso y las urnas, hasta lo que llamaron la “imposición” presidencial. Durante los siguientes meses se llevaron a cabo diversas actividades públicas, desde asambleas con otros colectivos sociales que reivindicaban varias cuestiones en distintos lugares del país hasta las marchas y plantones frente al árbitro electoral, por ejemplo.

Dos fueron las etapas, la festiva inicialmente expuesta y la posterior a las elecciones. En esta, y tras la recopilación de incidentes electorales, se salió a las calles ya de forma más reivindicativa. En ese momento se sumaron otros sectores con otras reivindicaciones producto del enojo de los resultados en las elecciones, incluso de forma más masiva y, por supuesto, más combativa.

Como fin del movimiento, el 1° de diciembre, fecha de la toma de posesión del presidente electo, hubo manifestaciones importantes que fueron reprimidas por la fuerza pública, y el movimiento se reconvirtió en la lucha por la liberación de los detenidos. Varios grupos iniciales se dedicaron a reflexionar sobre sus reivindicaciones y accionar, y otros que se adhirieron en las diferentes etapas hicieron lo propio. El movimiento se difuminó; no murió del todo, pues, como se verá, sus grupos y asambleas fueron las que dos años después retomarían la creación del siguiente movimiento, además de diversas personas y más colectivos, pues se trató de un movimiento masivo.

Se habló del despertar de la juventud y su entrada en el panorama político como renovación generacional y con énfasis en la información, la transparencia. Fue un llamado intenso y extenso para profundizar la democracia. Si empezó con una reivindicación de autodefensa puntual estudiantil, prosiguió con la demanda de democratización e información en los medios y voto consciente como llamado general, objetivos concretos que poco a poco se fueron ampliando hasta reivindicar no solo la limpieza y equidad electoral, sino prácticamente el cambio de sistema económico para México, desde el modelo educativo hasta el sistema económico neoliberal.

Hubo quien predijo el despertar de México y quienes lo consideraron un fracaso. En todo caso, es ejemplo de la manera en que un grupo de jóvenes primero se defiende, luego pide la democratización de la democracia, el funcionamiento transparente y la calidad de esta; finalmente, exigen no solo la limpieza del voto, sino un cambio social. Lo que empezó como un llamado a la libertad de expresión y la democratización de los medios de comunicación continuó con un llamado al voto reflexivo e informado, para concluir con reivindicaciones sociales de largo aliento que significaban reformas en el modelo educativo y económico del país. Incluso se pidió la renuncia del presidente electo (Fernández-Poncel, 2013, 2014).

TodosSomosAyotzinapa (2014)

El segundo movimiento, TodosSomosAyotzinapa, en 2014 fue muy activo y masivo durante meses en todo el país y, por supuesto, en la Ciudad de México. Si bien prosigue en la actualidad, está reducido a un núcleo pequeño de familiares de las víctimas y personas que lo apoyan, ya que el motivo por el que surgió todavía no tiene respuesta final.

Precisamente, como ya se dijo, se conformó inicialmente por jóvenes universitarios que rápidamente se solidarizaron y organizaron por sus compañeros estudiantes normalistas desaparecidos, acompañando las demandas de búsqueda de solución y justicia de las madres, padres y compañeros de los estudiantes que encabezaron el movimiento. Se creó en apoyo de los 43 normalistas secuestrados y “desaparecidos” pertenecientes a la escuela Normal Rural de Ayotzinapa, además de los seis muertos y varias personas heridas, en lo acontecido en la ciudad de Iguala (Guerrero) entre el 26 y 27 de septiembre de 2014. Así, sorpresa, indignación y solidaridad rápidamente se abrieron paso en acciones colectivas y un movimiento social de amplio espectro (Fernández-Poncela, 2015).

Si bien los hechos ocurrieron en la región guerrerense, donde el conflicto y la violencia son frecuentes por el narcotráfico y la delincuencia organizada, entre otras cosas, la magnitud de lo acaecido o su repercusión social y en los medios llegaron al plano internacional y a la conciencia de la población del país. Si tuviera que describirse el clima emocional de esos días, posiblemente surgiría cierto desasosiego, en algunos casos, y hartazgo, en otros, en torno a la violencia que estaba presente en varios lugares, así como a la impunidad y la corrupción imperantes.

Surge en un contexto en el que hay un enorme descontento de toda la población, dos años después de las movilizaciones de lo que se podría llamar la imposición de Peña Nieto. Es muy claro que se va a venir… A mí me queda claro que tanto las normales rurales como los estudiantes no encajan en el proyecto actual de nación (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

¿Como antecedente? Bueno, un tanto como contexto, ya había problemas en el ámbito escolar con la huelga del Politécnico… Antes, Tlatlaya… Son demasiadas situaciones… Primero enmarcamos el movimiento 132, el más importante movimiento estudiantil desde el del 68; obviamente, luego fueron otros (Ayotzinapa, hombre, 21 años, Escuela Esmeralda).

Pues los estudiantes, ese era un sector ya un poco sentido por la situación del 2012, del Politécnico, de los recortes y demás… y que eran estudiantes los que desaparecieron (Ayotzinapa, hombre, 21 años, Escuela Esmeralda).

El caso es que, aprovechando la programada y tradicional marcha en conmemoración de la matanza del dos de octubre de 1968, se sumó a esta la reivindicación de los 43 normalistas. Eso fue solo el inicio, ya que durante los tres meses siguientes hubo actividades diversas en todo el país e incluso en el extranjero y manifestaciones en la capital, al menos dos por semana, a veces, de todo el movimiento y, en ocasiones, de asociaciones y grupos concretos, pero por la misma causa. La última masiva fue el 26 de diciembre. El siguiente año se mantuvo la actividad, pero ya más reducida numéricamente y acotada a ciertos sectores y a los padres de familia. Quizás en parte por el informe de la “Verdad histórica”, que en noviembre narró, en voz de la autoridad, cómo los secuestrados fueron asesinados y quemados en un basurero público y sus cenizas arrojadas a un río, aunque controvertida por otros expertos que estudiaron el tema. Más tarde se comprobaría que esta historia es falsa, pero que impactó y conmocionó de nuevo a toda la población que seguía la noticia día a día y esperaba la resolución del caso.

Al inicio, sus peticiones eran concretas; con el paso del tiempo y al no obtener respuestas creíbles por parte de las autoridades competentes -locales, estatales y federales- ni percibir pasos claros hacia la justicia demandada, estas se ampliaron políticamente hasta añadir la renuncia del presidente, al grito de “Fuera Peña”, lo que recuerda la demanda final del movimiento anterior en su segunda fase más radical. Las demandas iniciales eran: a) la presentación con vida de los 43 normalistas -“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”-; b) justicia; c) castigo a los culpables, y d) apoyo a familiares y normalistas.

El objetivo, el principal es simbólico, pienso yo, porque después de cierto tiempo nos dimos cuenta que no iban a aparecer con vida… Eso sí, justicia, pues quiénes los asesinaron; creo que ahí la principal demanda era encontrar sus cuerpos, saber quién los había matado, por qué, que les hicieran un juicio (Ayotzinapa, hombre, 20 años, Escuela Esmeralda).

Destaca, además de su masividad, el interclasismo y la hermandad de amplios y diversos sectores de la sociedad, mujeres y hombres, pobres y ricos, mayores y jóvenes e incluso niños, de diversas fuerzas políticas y sindicales y organizaciones sociales de todo tipo. Los estudiantes fueron los primeros que, en las aulas, los recintos escolares y en las avenidas, se manifestaron constantemente: desde el pase de lista de los 43 y las sillas vacías hasta llenar las paredes de las calles con las imágenes de los rostros de estos normalistas.

Como se dijo, los grupos y las asambleas organizadas del movimiento anterior fueron, en varios casos, germen del siguiente. Infantes en escuelas dibujaban lo acaecido y lo exponían en la entrada de estas; se realizaban actividades creativas y audaces, continuas e insistentes, jornadas de veladoras en el espacio público convocadas en días precisos, marchas multitudinarias de horas por el centro de las urbes, etcétera. Y es que se trató de un movimiento social por el derecho a la vida y contra la violencia en el país, más allá de la reivindicación concreta en torno a los normalistas (Fernández-Poncela, 2015); un movimiento que liberó conciencia de la injusticia y la violencia llevada al extremo en amplios sectores de la sociedad, que seguían cotidianamente los acontecimientos y estaban movilizados, con expresiones diversas, todas unidos para el mismo fin; que aprovechó, como diría Holloway (2010), las grietas del sistema o, en palabras de Morin (2011), se encaminó a abrir vías para el cambio.

Dos movimientos, uno por la libertad de expresión, por una democracia informada y libre, que prosiguió con demandas tanto de cambio social de largo aliento como contra el neoliberalismo y con la petición de la renuncia del presidente electo; otro que buscaba encontrar a los desaparecidos estudiantes normalistas, que acabó solicitando fin a la violencia y justicia en el país, además de la renuncia del presidente. Movimientos que vienen y van, pero de los que queda la experiencia, la organización, la memoria, la emoción, que lleva incluso de un movimiento al otro; en el segundo caso, de forma indeleble, interclasista, intergeneracional, interétnica, internacional, pues se grabó y marcó con sangre.

Tras esta breve exposición de los movimientos, ahora se pasa a su disección según etapas y emociones, a la luz de las teorías y su revisión en la práctica, o, sería mejor decir, la experiencia reorganizada y alumbrada por los enfoques teóricos. La emoción tiene lugar en la relación entre las personas y su ambiente -por supuesto, teniendo en cuenta su propio interior-, esto es, la relación organismo-entorno (Muñoz, 2009). En los casos de las emociones en los movimientos manifiestas frente un acontecimiento determinado, aunando biología y cultura, respondiendo a una necesidad, guiando una acción, parte de las reacciones innatas para la sobrevivencia, parte de las programaciones mentales de las personas y sociedades y parte de las prácticas culturales en cada momento y lugar espacio-temporal, la acción y el movimiento permanentes de la vida (Ahmed, 2015).

Proceso emocional

Reacción emocional inicial y shock moral

Tras un trauma personal o cultural o una catástrofe natural o social (Beristain et al., 1999), incluso un inicio de duelo (Kübler-Ross y Kessler, 2008), hay huida o lucha, o paralización en el sentido de disociación y negación mental, mientras el cuerpo está en estado de alerta (Levine y Frederick, 1999). Lo que ocurre es que se produce un estado de shock, el impacto de un hecho directo o la noticia de este, que produce una desagradable sorpresa y asombro, aun incredulidad, siempre conmoción, ya sea en carne propia, ya sea también por la información sobre algo que moviliza emociones fuertes.

En el caso de los desastres naturales o los eventos y crisis sociales se habla de estado de choque o choque emocional, y tienen lugar la conmoción-inhibición-estupor ante lo acontecido (Beristain et al., 1999). Por supuesto, se trata de un gran impacto psicológico que deriva en una serie de emociones, e incluso cambios de comportamiento, y que puede llegar más allá, a ser impacto psicopatológico con el desarrollo del síndrome de estrés postraumático según los casos (Páez, Fernández y Beristain , 2001). Este primer momento Horowitz (cit. en Fernández, Beristain y Páez, 1999) lo describe como choque y anestesia o bloqueo afectivo, seguido de negación, evitación y recuerdos intrusivos. Como acontece también en las etapas de un duelo, que es, al fin y al cabo, una pérdida, la negación -“no puede ser” o “no lo puedo creer”- actúa a modo de protección de la psique (Kübler-Ross y Kessler, 2008).

El choque traumático acontece al experimentar un suceso como amenaza potencial o peligro real de la vida, que transforma la capacidad de respuesta afectiva; el cerebro se activa y el sistema nervioso se excita. Aparecen los síntomas de alerta, miedo, ansiedad y estrés. Estos síntomas no son causados por el suceso en sí, sino son consecuencia de la percepción del mismo suceso y la acumulación de los residuos de energía que el cuerpo no transita o saca, completando su proceso natural de entrar y salir de la inmovilización (Levine y Frederick, 1999).

En todo caso, y para los movimientos estudiados, no se trata de un trauma directo propiamente dicho -sino solo para los directamente implicados-. Sin embargo, se expande con rapidez a diversos sectores sociales, tanto que se crea un movimiento social. De alguna manera y en cierta medida, las noticias de la denigración de los estudiantes de la UIA y, muy especialmente, de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa -además de muertos y heridos en el hecho- no dejan de producir un impacto, trauma o shock en las personas. Por ello, los movimientos que surgieron pudieran ser una retroalimentación del suceso, o tal vez son una suerte de transitar esas emociones y soltarlas descargando la energía contenida en el impacto sentido.

Tienen lugar un shock moral inicial propiamente, según la terminología de Jasper (1997); un agravio moral y sentimiento de injusticia, si nos remitimos a Moore (1985); el marco de la injusticia (Gamson, cit. en Jasper, 2013), y un conflicto o trauma, según los diferentes enfoques en psicología ya mencionados.

En el primer movimiento, ante el shock inicial hubo sorpresa para el grupo de estudiantes deslegitimados -como narraron con posterioridad en entrevistas públicas y en un libro-. Hubo asombro entre quienes siguieron las noticias en los medios de comunicación y en las redes, y algo de confusión por lo que pasaba, sobre todo sorpresa por el video de respuesta, más que por la acusación inicial en sí. Las y los protagonistas agraviados, tras la conmoción, respondieron ante la falta de reconocimiento y respeto (Frazer, 1997; Honneth, 2009) con un video de autorreconocimiento y valoración, para cubrir estas necesidades (Maslow, 1982; Muñoz, 2009), que es el que prendió los ánimos para el inicio del movimiento cuando se conoció públicamente, incluso apareció en medios como la televisión y prensa escrita.

De hecho, no se recuerdan las críticas y abucheos que recibió Peña Nieto en su visita a la Ibero esa tarde del viernes 11 de mayo de 2012, sino lo que quedó grabado para la historia y en la memoria colectiva fue el video de los 131 jóvenes estudiantes que mostraban su credencial de estudiante y afirmaban serlo. De ahí el nombre del movimiento, “YoSoy132”, como adhesión, reconocimiento y simpatía a los protagonistas del suceso.

Sorpresa, satisfacción, las ganas de poder hablar, sentí que me escucharon (132, hombre, 20 años, UNAM).

Me sorprendió que unos niños, unos chavos, de una universidad privada corran a su candidato, me sorprendió y realmente me motiva a crear un movimiento más grande: lo vi como una puerta… un movimiento estudiantil general con ideologías diferentes, pero todos con un mismo objetivo, y eso fue motivador (132, mujer, 21 años, UAM).

En el caso del segundo movimiento, ciertamente el shock fue general; para quienes sobrevivieron a los acontecimientos de Iguala fue realmente traumático, lo mismo que para sus familias y compañeros de estudio (Levine y Fredrickson, 1999). Luego se difundió la noticia en los medios, primero algo confusa y aparentemente irreal, parcialmente cotidiana como un suceso más de violencia en el país. Muertos, heridos, secuestrados o desaparecidos, imágenes y voces, un relato entrecortado, declaraciones, búsquedas y más confusión, aparecían en los medios de comunicación.

Lo cierto es que hubo unos días de impasse entre esa noche del 26 de septiembre de 2014 y los inicios del movimiento el 2 de octubre. Se debió a la falta de conocimiento fehaciente por parte de la mayoría de la población sobre lo acontecido y seguramente el impacto provocado por la tragedia y la magnitud de los hechos, las vidas humanas -seis muertos y 43 desaparecidos-, en el imaginario colectivo y la mente personal. Eso sí, tuvo lugar el shock moral y el sentimiento de injusticia (Jasper, 2013; Moore, 1985). Como se trataba de estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, a unos kilómetros de Iguala, el movimiento recibió dicho nombre, “TodosSomosAyotzinapa”, también como adhesión solidaria y empática a la tragedia.

Principalmente fue el sentimiento de asombro e impotencia y en segundo lugar poner una parte de ti en apoyo de esa gente (Ayotzinapa, hombre, 19 años, IPN). Surge en Ayotzinapa, cuando los padres de los 43 normalistas hacen pública la desaparición y empiezan a buscar los cuerpos de los sobrevivientes, a partir de eso se genera (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

Emociones reflejas y reacción emocional

Siguiendo con la comparación del duelo, cuando la negación remite se sustituye con la realidad de lo que ha pasado directamente o se dice que ha pasado. Entonces inician las preguntas sobre cómo y por qué ha sucedido lo acontecido. Se intenta encontrar una explicación a la realidad y, tras la primera etapa de insensibilización, aflora el sentimiento negado: la ira (Kübler-Ross y Kessler, 2008). La ira contra algo o alguien; en el caso de Ayotzinapa, primero, contra los responsables, o sea, quienes secuestraron y mataron; en segundo lugar y tiempo después, contra quienes no dan solución, los encuentren e impartan justicia, el gobierno en diferentes niveles de responsabilidad, local, estatal y federal.

En comparación con las catástrofes naturales y los desastres sociales y sus consecuencias emocionales, se trata de la fase del miedo como reacción o la emoción que surja en cada caso, ya que, ante la percepción del riesgo, el temor es protección. No obstante, pueden tener lugar reacciones impulsivas, desorganizadas, hasta cierta pérdida de sentido de la realidad, desconfianza y pánico (Beristain et al., 1999). Como fuere, es reacción ante lo acontecido, en este caso, la terrible noticia de desaparición forzada.

Hacia los responsables

Una vez que ha pasado el shock, llega lo que Jasper (2013) denomina emociones reflejas, que son respuestas o reacciones al entorno físico y social inmediato, lo que serían las emociones propiamente dichas para la neurociencia de Damasio (2006), o la reacción emocional primera fruto de la conciencia inmediata, desde el enfoque gestalt (Muñoz, 2009).

En general, aparece enojo como emoción primaria que invita a la defensa (Muñoz, 2009), con sus grados de intensidad, duración y niveles de direccionalidad -ira, furia, cólera, rabia, coraje, frustración, como mencionan algunos testimonios recabados-, y que desde las ciencias sociales se le llama indignación ante la injusticia (Moore, 1985; Nussbaum, 2014), desde un enfoque cognitivo y en parte moral. Pese a ser una emoción inicialmente reactiva, luego puede trocarse en sentimiento de larga duración y mantenerse.

Lo primero que sentí fue frustración, fue rabia, fue eso; no puede ser otra cosa… Dan información… y eso te hace enojar más, pues es eso, sentir frustración y enojo ante esa situación, esto es lo que uno siente (Ayotzinapa, hombre, 21 años, Escuela Esmeralda).

Sentí indignación, frustración, impotencia, dolor, todo y mucho más (Ayotzinapa, hombre, 24 años, UNAM).

Rabia, enojo, ira al ver que mucha gente sí aporta… y dices: excelente, yo lucho (Ayotzinapa, hombre, 23 años, TEC).

La indignación ha sido estudiada por varios autores, de Moore (1985) a Hessel (2011). De esta, Nussbaum (2018) ha dicho que tiene cierta utilidad al indicar una falta, señalada como disuasión de la posible agresión, ira necesaria y útil para proteger la dignidad y el respeto por uno mismo e importante para el combate de la injusticia.

Según esta autora (Nussbaum, 2012; Nussbaum, 2018), si las emociones son juicios de valor, la “ira noble” es algo preciado para la lucha por la justicia. Es un sentimiento solidario, pues es simpatizar con el dolor de los otros ante la injusticia. Aunque también la ira es instigadora de violencia (Ahmed, 2015). Desde los marcos de la acción colectiva se subraya, asimismo, la indignación moral como un esquema que interpreta y moviliza (Snow y Benford, cit. en Chihu-Amparán, 2000; Gamson, cit. en Chihu-Amparán, 2000). Para los movimientos estudiados, aparecen la injusticia y la indignación por el insulto y el menosprecio, en el primero, y por el secuestro y asesinato, en el segundo.

La verdad, yo sentí mucha emoción de que un grupo de estudiantes de una universidad privada se levantaran contra ese pendejo, y pensé que esto era el principio de un cambio real (132, hombre, 23 años, UNAM).

Sin embargo, no podía faltar el miedo y la ansiedad, parte del estrés ya mencionado de la contención energética del shock inicial (Levine y Frederick, 1999), además del miedo al futuro y la inseguridad. Si se piensa en la ansiedad desde Marcus (2002), esta sería motivadora para informarse o participar; incluso sería instigada por el propio movimiento con objeto de animar la movilización en el reclutamiento (Jasper, 2013).

Personalmente sentí rabia, y como que de alguna forma esas injusticias cotidianas… se hicieron más presentes… ellos eran estudiantes también… Y sentí un poco de miedo e inseguridad… y que en algún momento u otro tú también podrías ser víctima de la violencia fácilmente solamente con defender tus ideales (Ayotzinapa, mujer, 20 años, UNAM).

El enojo y el miedo, como emociones reflejas, son dirigidas (Nussbaum, 2012) o dedicadas a los otros, los responsables, desde los directos hasta el propio gobierno que permite, cuando no fomenta, ese estado de cosas. Por ejemplo, el enojo y la indignación por la falta de reconocimiento y respeto por parte de dirigentes políticos de la calidad de estudiantes de los integrantes de una protesta en la UIA, que fueron tachados de minoritarios, escandalosos e intolerantes o porros provocadores, fueron la chispa inicial del movimiento 132, tras el video de respuesta de 131 estudiantes reivindicándose. Más tarde, las respuestas en las redes y la indignación ampliadas a muchos más estudiantes hicieron el resto, al parecer.

Como ilustración en el caso de la desaparición de normalistas de Ayotzinapa en Iguala, la desazón, el dolor y la confusión dieron paso a la indignación y al enojo, quizás difusos al inicio por no saber bien hacia quién dirigirlos; primero, hacia responsables sin rostros claros; luego, hacia las autoridades locales, los policías municipales y la delincuencia organizada; más adelante, hacia el gobierno estatal y federal. La indignación se contagió a amplios sectores sociales, lo cual recuerda a la teoría de la psicología de masas (Le Bon, 2000; Tarde, 1962); incluso la reacción emocional contagiosa ante el conflicto y la privación como impulso grupal que guía el movimiento según el comportamiento colectivo (Smelser, 1996).

Yo era muy apático. Entonces empecé a enterarme, empecé a informarme y me gustó, y dije bueno hay que apoyar, hay mucha gente involucrada, mis amigos, y somos mexicanos, y vamos a hacer este movimiento (132, hombre, 23 años, UNAM).

Se considera que si el responsable es el gobierno, ya sea comprobable o sea una sospecha, la indignación moviliza con más fuerza al involucrar cierto sentimiento de traición (Jasper, 2013). En los dos movimientos estudiados, al final sus demandas se radicalizaron pidiendo la renuncia del propio presidente del gobierno.

Hacia los afectados

No obstante, en paralelo, puede tener lugar una reacción de afecto, compasión, simpatía, empatía, y solidaridad con los afectados, los 131 desacreditados e insultados y, en particular, los familiares de los desaparecidos y sus compañeros estudiantes, uniéndose a la búsqueda y a la reivindicación de justicia.

Creo que un primer momento sería la reacción inmediata por parte de los compañeros sobrevivientes y por parte de las otras normales, e igual de importantes los padres de los desaparecidos, los padres y las madres, esos como que son el pilar. Ya después de eso, habrán sido como dos o tres semanas… se suma la masa y hay un montón de gente en el país que empieza a apoyar… Entonces eso es por fases… Quienes toman las decisiones, esos están en Guerrero, eso se conformaron prácticamente desde el día siguiente… y todos los demás quienes hemos estado en las marchas, y así pues, al final somos como personas que reforzamos su posición (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

Cuando yo vi las primeras protestas del TEC con la Ibero, la Anáhuac y la cobertura mediática que se estaba dando, pues en realidad no le vi mucha esperanza… Mi visión cambió totalmente cuando fue la primera marcha anti Peña y la Ibero la encabezaba… Había asamblea en la UAM y nosotros trabajamos dentro de la asamblea (132, hombre, 25 años, UAM).

Ante los violentos sucesos, para los afectados sobrevivientes y sus allegados también es necesaria la seguridad, la cohesión social y la ayuda mutua; además de la clarificación de los acontecimientos (Beristain et al., 1999). De hecho, conviene, para todo mundo, prevenir los efectos emocionales de la ansiedad y la depresión, y la tensión psicológica generalizada -tristeza, miedo, enojo, desesperanza, sentimiento de injusticia, duelo-; incluso, la posibilidad de desarrollar síndrome de estrés postraumático, que implica reexperimentar el evento traumático, anestesia, evitación, estado de alerta, problemas de sueño y concentración, embotamiento e irritabilidad, culpa del sobreviviente, etcétera (Beristain et al., 1999; Páez, Fernández y Beristain , 2001). En general, se concentra en ansiedad o miedo, depresión o tristeza, enfado o agresividad (Fernández, Beristain y Páez, 2001). En estas situaciones aparece el conflicto, la polarización actitudinal, los prejuicios y estereotipos, una percepción entre grupos opuestos desfavorable y hostil, aun enfrentamientos (Páez, Fernández y Beristain , 2001).

Los traumas en el nivel colectivo y social o se negocian o estalla la violencia. Las divergencias y desencuentros del pasado crean un legado de miedo, separación y hostilidad; los traumatizados parecen arrastrados a situaciones que evocan el trauma original; con un sistema nervioso excitado e hipervigilante, buscan la fuente de la amenaza retroalimentado el miedo y una reactividad intensa y posibles candidatos para enemigos, en la búsqueda de descargar la energía almacenada y no resuelta en el momento del impacto (Levine y Frederick, 1999). De ahí que sea importante la aparición inicial de solidaridad, empatía, compasión y apoyo afectivo como forma de acompañamiento y contención.

Aquí podría verse el paso de emociones reactivas reflejas a emociones reflexivas, que se abordará en el siguiente punto. En este paso ya aparecen los sentimientos como tales.

Emociones reflexivas y sentimientos morales

Quizás este periodo se asemeje a la negociación en el duelo, cuando la ira se sosiega y llegan los pensamientos que quieren reparar lo irreparable, o la culpa para estar bien ante algo que no está bien en modo alguno, una suerte de intento de adaptación a la realidad (Kübler-Ross y Keller, 2008).

De hecho, es posible también pensar que se trata de las anteriores emociones reactivas reconvertidas ya en sentimientos nombrados, aposentados y atravesados por la cultura (Damasio, 2006). El sentimiento es la emoción como parte de la experiencia en el tiempo; así que no hay tanto cambio de emociones, como extensión, establecimiento y nombramiento de estas, reconvertidas en sentimientos o calificadas de reflexivas, que algunos llaman conciencia reflexiva (Muñoz, 2009).

Para Jasper (2013), la emociones en esta etapa son denominadas emociones reflexivas. De estas forman parte las lealtades u orientaciones afectivas -apegos y aversiones- con valoraciones cognitivas como amor, simpatía, respeto o confianza y sus opuestos. En este grupo también se hallan los sentimientos morales, los cuales, como su nombre lo anuncia, tienen que ver con principios y juicios morales -aprobación o rechazo-. Aquí se trata de algo a más largo plazo, desde la satisfacción individual por hacer aquello considerado correcto hasta la compasión hacia el otro; además de que persiste la indignación que ya había aparecido como emoción refleja (Nussbaum, 2012; Jasper, 2013).

Hacia los agresores, hacia la no actuación del gobierno, hacia los otros

El enojo y la indignación hacia los agresores y responsables, con rechazo como emoción reflexiva, sentimiento moral y juicio moral, parecen dominar (Nussbaum, 2012; Jasper, 2013). La emoción se reconvierte en sentimiento al mantenerse en el tiempo, y pasa por el pensamiento, la cultura y la experiencia (Damasio, 2006), con más o menos intensidad y mayor duración. Tienen lugar versiones y desaprobaciones, como se indicó. Los agresores o adversarios son responsables o culpables, causantes del daño. El enojo es defensa (Muñoz, 1999) y demanda de justicia (Nussbaum, 2018). Todo ello ya quedó expuesto e ilustrado con anterioridad.

Ante la necesidad de dar sentido sobre todo a hechos dramáticos, se buscan causas y responsables, un grupo concreto, las autoridades en general; hay que castigar y criticar (Fernández, Beristain y Páez,1999).

Creo que ahí, la principal demanda es la aparición con vida de los compañeros. Es una demanda que puede parecer ilusoria, pero no deja de ser justa… Creo que también visibiliza el resto de desaparecidos del país… que siguen sin aparecer (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

Hacia los directamente afectados, solidaridad3

Por otra parte están las emociones hacia las personas afectadas, agredidas directamente o víctimas, como se las nombra. Hacia estas aparece el sentimiento de empatía (Rifkin, 2010), apoyo y solidaridad, en íntima relación con la compasión, emoción política para Nussbaum (2017); sin olvidar el reconocimiento (Fraser, 1997; Honneth, 2009). Esto combina emoción reflexiva y sentimiento moral de apego y aprobación (Jasper, 2013). Se aprecia un afecto o apoyo que vincula (Muñoz, 2009), ligado a la compasión, motivo de participación y solidaridad en la lucha.

Aparece con objeto de seguir y apoyar a los estudiantes de la Ibero, pues los habían llamado porros y vendidos (132, hombre, 23 años, UNAM).

Esto se tiene que saber, tiene que tener solidaridad (Ayotzinapa, mujer, 30 años, UACM).

Sentí como un ímpetu, como motivación, querer seguir apoyando, seguir involucrándome, que mucha gente junta podríamos seguir haciendo algo muchísimo mejor y más grande (Ayotzinapa, hombre, 24 años, UNAM).

Primero me detuve a tener un juicio más objetivo, intenté como calmarme… Empecé a investigar muchas cosas por internet sobre lo que estaba pasando para saber cómo podía ayudar, qué papel podía tener respecto a todo lo que estaba pasando (Ayotzinapa, hombre, 20 años, Escuela Esmeralda).

Como se observa en los testimonios, son sentimientos morales, emociones más calmadas, deseos de actuación. Aparecen hermanadas justicia y solidaridad hacia los afectados y un reclamo indignado hacia los responsables. Junto con esto, las emociones internas de las/os participantes de los movimientos, que se muestran a continuación.

Sentimientos colectivos compartidos y emociones recíprocas

Nosotros, el movimiento

Muy importantes son las emociones y los sentimientos compartidos y recíprocos entre las y los participantes en el interior del movimiento, entre quienes se establecen relaciones de compañerismo que construyen aliento intersubjetivo y lazo social. De la simpatía se pasa a la empatía, así como al desarrollo de identidades colectivas, que configuran y refuerzan el accionar colectivo hacia afuera. Valores intersubjetivos, ideología moral, cohesión grupal, el “nosotros” desde la subjetividad de grupo en el contexto de las relaciones sociales en construcción (Touraine, 1990, 2006; Melucci, 1986, 1999); las lealtades afectivas, en el sentido de orientaciones afectivas estables, como señala Jasper (2013); la satisfacción por estar y participar como algo considerado necesario, digno, justo, honesto, como “deber” hacer “lo correcto”. En este punto, destacan las frases enunciadas por Jasper (2013) respecto a algunos grupos, el sentimiento de sentirse protagonista “haciendo historia”, y que también aparece en el presente estudio.

Ese sentimiento de esperanza al saber que se lanzaba la voz en contra de un sistema corrupto, pensaba yo que era ahora cuando se debía expresar mi inconformidad y no quedarme callado; esas oportunidades son la que marcan una nueva etapa de la historia (132, hombre, 25 años, UNAM).

Pienso que no va a desaparecer cierta organización en el estudiantado y la sociedad, sí quedó una estructura… porque tiene una importancia histórica y pues porque es una brújula moral también (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

Aquí está la importancia de los discursos, ritos y símbolos (Touraine, 1990): las agencias de significación colectiva y acción simbólica, con un nuevo discurso alternativo de vida, creencias, significados y esquemas de interpretación, en el enmarcamiento, guía de percepción y acción, formas de entender la vida que movilizan toda vez que legitiman la acción colectiva (Tarrow, 1997; McAdam, McCarthy y Zaid, 1999).

Yo sentí que era el momento de salir y gritar todo lo que pensaba y sentía. La primera marcha fue para mí la mejor de todas porque ahí estábamos unidos universidades públicas y privadas, sin egos, sino con un mismo objetivo, hacernos escuchar, y habíamos encontrado la situación perfecta. Yo pensé que tal vez no duraríamos, pero íbamos a darle a estas elecciones algo distinto (132, hombre, 19 años, UNAM).

El mayor reto, que no se vuelva moda o que no se vuelva historia… que no se convierta en meme ni en objeto de museo… No se ha cerrado, sigue abierto. Esto no se ha terminado, los problemas siguen ahí… el narcotráfico, la corrupción, la economía del país (Ayotzinapa, hombre, 21 años, Escuela Esmeralda).

Y si de frases llamativas y emotivas hablamos, varias hay en los movimientos estudiados que fueron eslóganes en las convocatorias de actividades o aparecieron en estas y que tienen carácter épico. En el movimiento YoSoy132: “¿Quieres marcar la historia de México?” o “La patria los estaba esperando”. En el movimiento por Ayotzinapa, las palabras y gritos de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “Justicia” o “Son semilla”.

[…] simpatizo con el movimiento, ya que despertó la voz de los jóvenes, cuando antes no participaban, despertó la ciudadanía de México e hizo que se movilizaran un poco, fue lo que me gustó del movimiento (132, mujer, 21 años, UAM).

Como una mezcla de emociones y sentimientos, hace mucho tiempo que no se veía una unión así de los jóvenes; estamos hartos, queremos innovar, cambiar la situación del país, en el ámbito político y poético (132, mujer, 20 años, UAM).

Creo que ahí la principal demanda es la aparición con vida de los compañeros, es una demanda que puede parecer ilusoria, pero no deja de ser justa… Creo que también visibiliza el resto de desaparecidos del país… que siguen sin aparecer (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

El compañerismo, el placer de compartir y conversar, el entusiasmo por los pequeños logros, y el orgullo de pertenecer y de hacer lo correcto en el sentido de contribuir al cambio para mejorar la sociedad y el país (Jasper, 1997).

Los logros del movimiento fueron la cohesión social, la postura de la sociedad frente a los movimientos estudiantiles… Hubo problemas de organización también, pero yo creo que el logro grande fue plantar la semilla en las generaciones que estamos ahorita en este nivel educativo y generar esa conciencia de solidaridad; creo que eso sería lo más importante (Ayotzinapa, hombre, 21 años, Escuela Esmeralda).

No pueden faltar la alegría y el entusiasmo, emociones resultantes de la identidad y la reciprocidad grupal (Touraine, 1990; Melucci, 1986); el sentido de pertenencia y apego, la satisfacción e incluso el placer. Estas emociones, que tienen la función de vivificar (Muñoz, 2009), crean energía emocional (Jasper, 2013), retroalimentan al grupo y su dinámica. Desde lo lúdico que predominó en la primera etapa del primer movimiento hasta lo combativo de la segunda, que se compartieron con el segundo movimiento. En la primera etapa del primero hubo marchas con música, canto, baile, lo cual desarrolló y alimentó el placer de compartir y estar juntos en torno a un objetivo común de mejorar una situación dada.

Alegría como estudiante universitaria por la gran organización y participación (132, mujer, 19 años, IPN).

Personalmente a mí me dio mucha felicidad pensar que estábamos despertando no solos los jóvenes; es un sentimiento muy alegre (132, hombre, 21 años, UNAM).

También la esperanza que mueve al movimiento, valga la redundancia, y provoca ímpetu. En este caso, y según las baterías morales de Jasper (2013), enojo y esperanza van de la mano, son emociones positivas o negativas que por su contraste aportan energía a la acción misma. Lo que evoca al binomio angustia-esperanza, en similar sentido para Marcus (2002). En todo caso, ambas parejas miran hacia afuera y expanden energía.

Yo sentí una gran esperanza en un cambio (132, hombre, 21 años, UNAM).

Sentí una gran esperanza de cambio, en mi conciencia sentía que yo tenía que participar (132, hombre, 23 años, UNAM).

Pues antes para mí ser ciudadano era estar como en papel apático con el que te podías quejar del gobierno, pero no reaccionabas… Después del movimiento, creo que se sintió ese poder que tenían los ciudadanos; era como responsabilidad hacia los problemas del país…. y una empatía también hacia los afectados. Entonces, después del movimiento, como que se sensibilizó un poco la población… más informados… juicio crítico… importantísimo la construcción de un mejor gobierno, de una mejor sociedad. La información es vital para que tú puedas decidir y luego votar o no votar. No sé, como que el hecho de ser más consciente de lo que ocurre en tu país hace que seas más bueno tomando decisiones (Ayotzinapa, hombre, 20 años, Escuela Esmeralda).

En este orden de ideas, es posible pensar en la construcción identitaria con objeto de actuar sobre el mismo movimiento y la sociedad, luchar por el control cultural contra una sociedad programada con patrones culturales y morales (Touraine, 1987, 1990, 1997). Toda vez que el movimiento no busca la toma del poder, pero sí un cambio de códigos culturales, además de la mencionada autorrealización de los actores, creadores de códigos y culturas alternativas a las hegemónicas (Melucci, 1996, 1999). En fin, movilizar recursos, utilizar oportunidades, levantando un discurso social alternativo que justifica y anima la acción colectiva (Tarrow, 1997); una redefinición de creencias compartidas que fomentan la acción del sufrimiento social o la indignación moral y que mueven conciencias y enfocan hacia el cambio (Gamson y Meyer, 2000; Hunt, Bendord y Snow, 2006).

Enojo por la injusticia hacia los responsables y esperanza en el triunfo con justicia, reconocimiento para el 132, además y sobre todo de democratizar la democracia; justicia para el caso de Iguala y los normalistas, también con la esperanza de conseguirla. Estas son parejas emocionales en la movilización. Y es que las emociones, igual que vienen y van, se superponen, se suplantan, se combinan y se concatenan, a veces en parejas, emociones complejas o secundarias. En este caso, emociones compartidas como la indignación hacia el adversario o la solidaridad a los agraviados, y reciprocas como la amistad y el apoyo al interior del movimiento.

Para el afrontamiento por parte del individuo y del colectivo, en estas situaciones conviene el apoyo y la solidaridad, la expresión y la escucha, la búsqueda de información y clarificación, así como el consuelo ante la pérdida (Páez, Fernández y Beristain, 2001), y el trabajo de elaboración y superación del impacto de la catástrofe como etapa previa de la aceptación final (Horowitz, cit. en Fernández, Beristain y Páez, 1999). Levine apunta la necesidad de transformar el trauma, en vez de retroalimentarlo; la importancia, para ello, de compartir y de la vinculación física presencial y emocional (Levine y Frederick, 1999).

Lo que me encontenta ahorita es que queda esta organización y al menos hay una cohesión estudiantil, que hay como líneas de comunicación entre las escuelas, unidad, y eso como estudiante te da seguridad de estar dentro de la seguridad (Ayotzinapa, hombre, 20 años, Escuela Esmeralda).

De la emoción a la necesidad y la satisfacción con la acción

En el proceso o continuum emocional, de la emoción y/o sentimiento se pasa a la necesidad, esto es, se siente una necesidad, que para ser satisfecha requiere de una acción. Cada emoción posee una función, y esta sería la que alumbra y motiva la dirección de la acción, todo en términos muy generales, por supuesto. Brevemente, el miedo es protección; el enojo, defensa; la tristeza, introspección; la alegría, vivificación, y el afecto, vinculación (Muñoz, 1999), como se ha visto en las emociones en las distintas etapas de estos movimientos y sus actividades y movilizaciones.

Si tomamos el enfoque de Tarrow (1997) de los movimientos sociales en contextos de oportunidades políticas cuando la ciudadanía se organiza y despliega acciones colectivas frente a élites o gobiernos en busca de soluciones a problemáticas concretas, podemos observar y explicar el devenir de los movimientos estudiados. El papel de las emociones es, pues, como la gasolina que enciende la chispa inicial y mantiene el desarrollo, e incluso auguran su declive. En este proceso es donde cobra significado el choque inicial, el enojo y la indignación, la empatía y la solidaridad, que hemos visto. El enojo que defiende de los otros, el miedo que protege y el afecto que une el nosotros, o la alegría de compartir que vivifica, así como la tristeza al ver cómo no se logran los objetivos directos o explícitos y cómo el movimiento pierde fuerza y declina o fenece, por lo menos en su versión física y pública, creando reflexión e introspección.

Llegados a este punto, recordemos los objetivos de los movimientos. El primero, democracia en los medios, libertad de expresión, derecho a la información, voto informado y reflexionado; luego ya evolucionó hacia cambios sociales y económicos de más largo alcance y la “No imposición” del candidato presidente. El segundo, aparición con vida de los estudiantes, justicia y castigo a los culpables; evoluciona también hacia la demanda de acabar con la impunidad y la violencia, incluso la consigna de “Fuera Peña”, el presidente.

En este contexto, y más allá de la discusión acerca de si los movimientos triunfan al obtener logros concretos o de si más allá de estos se consiguen otras cosas menos visibles (Wallerstein, 1968), o si aunque aparentemente se fracase hay efectos (Tarrow, 1997), se ha de decir que al no alcanzarse los logros pretendidos aparecen sentimientos de frustración o impotencia, que es enojo reprimido y hacia dentro, por no ser escuchado, no tener impacto político o reconocimiento social (Jasper, 2013; Honneth, 2010). Además de cierta tristeza o decepción generalizada, que invita a meditar. Veamos este punto en los siguientes testimonios.

Fue algo muy padre porque dices en qué momento se formó esto y quiénes lo formaron, o sea, fue algo muy emocionante… Después tristeza, decepción, no se logró lo que se quería (132, mujer, 20 años, UAM).

La emoción de creamos un movimiento que se está expresando… La decepción, no se lograron cosas (132, hombre, 22 años, UAM).

Siento un poco de desesperación al ver que la juventud otra vez se queda en la desidia al ver que no pudieron tumbar al candidato… Hace falta construir organizaciones revolucionarias (132, hombre, 22 años, UNAM).

Todo ello puede llegar a asemejarse con la etapa de depresión en el duelo clásico, cuando tras la negociación, y ya en el presente con la realidad asumida, llega cierto vacío como fase necesaria y respuesta correcta a la pérdida vivida (Kübler-Ross y Keller, 2008). En este caso, tristeza por los hechos y, sobre todo, porque en el momento no habían conseguido sus metas, y por su disolución con el tiempo. Finalmente, la aceptación de la realidad (Kübler-Ross y Keller, 2008), que no es estar o sentirse bien, sino aceptar lo ocurrido, seguir viviendo o llevando una vida normal a pesar de la falta y la pérdida, así como aceptar el declive del movimiento y la apariencia de los no logros, en concreto de las demandas del mismo movimiento. Queda el aprendizaje, la memoria y la experiencia personal y social, como lo dejan ver varios testimonios.

Queda el sentimiento de que se han sentado las bases a nivel nacional de que es posible que ante la inconformidad de la gente puede haber movimientos masivos que bien organizados pueden lograr grandes cosas… El 132 nos dejó el saber que la sociedad está harta, está despierta, se da cuenta y que bien organizada sí podemos lograr cambios, ¿por qué no? (132, mujer, 20 años, UAM).

Pero mientras fue pasando el tiempo, sinceramente desgasta mucho, desgasta el movimiento mentalmente a la gente… el gobierno da largas y largas para desgastar las mentes y cuerpos… y sentí indignación, pero con un cierto grado de conformismo… siempre pasa lo mismo y ya te vas a acostumbrar de que las cosas sean así… a pesar de haber hecho el esfuerzo… Debilita un poco porque no se ven resultados (Ayotzinapa, hombre, 24 años, UNAM).

Eso sí, con el paso de los días y la distancia, se valoran las vivencias, se mantienen los recuerdos, y aun se expresan ideas y sentimientos, a modo de aprendizaje latente, individual y colectivo, como señala Jasper (2013). El orgullo del “deber cumplido” o el sentir que se está “haciendo historia”, como ya se dijo, en virtud del reconocimiento de haber vivido, sentido y mostrado la injusticia, a modo de un tránsito de soltar emociones desagradables o dolorosas (Ahmed, 2014).

Un gran orgullo de formar parte de lo que se dijo era la primavera mexicana, de estudiantes de universidades públicas y privadas juntos todos… Del despertar de México también, porque ya es el momento de cambiar la política (132, mujer, 19 años, UAM).

Emoción debido a que tenía poco tiempo de interesarme por la política en sí… Sentía que la población vivía en la ignorancia o en el conformismo… En el movimiento vi la oportunidad de aportar algo a mi país desde temprana edad (132, hombre, 20 años, UNAM).

Lo que yo creo que queda del movimiento es el sentimiento de unión del pueblo (132, mujer, 19 años, UAM).

Ante sucesos de gran magnitud, vividos directa o indirectamente, hay que aprender a aceptar los límites propios, así como los sentimientos, la fatiga o falta de energía, desarrollar el autocuidado, favorecer el descanso y afirmar la vida (Beristain et al., 1999).

Finalmente, la aceptación de lo sucedido tiene lugar no sin cierta culpa o pesadumbre, como una fase de resolución y adaptación (Fernández, Beristain y Pérez, 1999), de asimilación para la recuperación (Horowittz, cit. en Fernández, Beristain y Pérez, 1999). Y es que los movimientos fenecen, el desgaste es natural o el fracaso aparente llega en algún momento.

Yo siento que ha sido un gran aliciente para toda la sociedad, pues generó un gran cambio de pensamiento en las personas… un gran debate… en donde el principal objetivo fue cuestionar a los candidatos sobre lo que podían ofrecer a la sociedad (132, mujer, 21 años, UAM). El desgaste es el mayor reto, es el desgaste… El gobierno intenta dividir a los papás, no lo ha logrado… la versión oficial no satisface a nadie, pero está el desgaste (Ayotzinapa, hombre, 20 años, UNAM).

Desde mi punto de vista, este movimiento ha sido más fuerte que el movimiento del 132, y si es que desaparece, será hasta que sea esclarecido este asunto, mientras no. Actualmente ha perdido un poco de fuerza, pero la lucha sigue (Ayotzinapa, mujer, 22 años, UAM).

Como se observa, entre uno y otro hay relación no solo de organización, ya que la del primero en varios lugares inició y nucleó al segundo, sino también de ideas políticas y, por supuesto, de emociones, como se espera haber dejado claro a lo largo de estas páginas. Eso sí, ambos movimientos traspasaron sus reclamos iniciales y expandieron fronteras ideológicas; la lucha por la democracia y por la vida va más allá de los incidentes de falta de reconocimiento y respeto y de los acontecimientos traumáticos y sanguinarios que los crearon, y su energía se abre hacia el futuro, pese al cansancio y las dificultades declaradas y la aparente derrota en el momento.

Una constante era la aparición con vida… pelear contra la impunidad… castigo a los culpables… La otra constante que podría haber era el paro de la violencia en el país, pero esa es una petición idealista, pero también puedo decir que era una constante (Ayotzinapa, hombre, 24 años, UNAM).

Creo que genera una resonancia, creo que no es un movimiento que vaya a desaparecer, y no me refiero a ese movimiento de los padres yendo de un estado a otro… sino a la conciencia sobre el caso. No creo que se olvide este movimiento tan importante… Esos movimientos a veces, su gran logro, enseñarnos un poco cómo tratar con estas situaciones; ojalá fueran más efectivos, más contundentes, pero no es tan sencillo (Ayotzinapa, hombre, 21 años, Escuela Esmeralda).

Así se llega al debilitamiento y cansancio emocional y a la valoración de la experiencia cognitiva, la reflexión social y el proseguir con la vida. La energía de ideas y afectos, de actitudes y acciones, de comportamientos y vivencias sigue su curso, y quién sabe qué alumbrará en un futuro. Quizás algo de más democracia y de más respeto a la vida, según los objetivos de los movimientos estudiados. Tal vez, incluso, un cambio de opinión ideológica o un movimiento de conciencia social.

Conclusiones

Llegamos al cierre del texto tras una revisión completa del proceso evolutivo emocional de YoSoy132 y TodosSomosAyotzinapa, con el objetivo de la investigación cumplido y presentada la respuesta a la pregunta central sobre las emociones en los movimientos sociales.

Del shock moral y la reacción emocional se pasa a las emociones reflejas hacia responsables -indignación, enojo, miedo- y afectados -empatía y compasión-. Luego se pasa por los sentimientos morales y emociones reflexivas hacia agresores, autoridades y afectados, toda vez que, en paralelo, aparecen las compartidas y recíprocas entre los miembros del movimiento -solidaridad-. Estas mociones devienen en sentimientos y crean necesidades que buscan satisfacción guiando acciones y esperan resultados -esperanza y frustración-.

En el caso de las crisis sociales derivadas de traumas, muchos de gravedad, es posible encontrar entre las acciones reparadoras la creación de asociaciones y movimientos sociales que eliminan las diferencias, promueven la solidaridad, configuran redes de apoyo y trabajan para el cambio, a fin de paliar la situación, incluso con planes hacia un futuro mejor. Los movimientos sociales se encargan de gestionar ayudas y demandas, del apoyo mutuo y la solidaridad a los afectados y/o sobrevivientes, así como de la denuncia y la lucha pública por la justicia. De hecho, se habla de la manera en que frente a una injusticia social hay una toma de conciencia, se ayuda a las familias afectadas, a la vez que se construye memoria colectiva, el apoyo mutuo forma el tejido social al mismo tiempo que tiene lugar una reivindicación política general contra las causas del sufrimiento (Fernández, Beristain y Páez, 1999). Este proceso es comparable o similar a algunos movimientos sociales como los estudiados, en los que se observaron rasgos del trauma (Levine y Fredrickson, 1999) y del proceso de duelo (Kübler-Ross y Kessler, 2008), sin dejar de subrayar el contiuum emocional desde la psicología (Filliozat, 2007; Greemberg y Paivio, 2007; Muñoz, 2009).

Este trabajo se ha centrado en el devenir de dos movimientos y en el rol emocional en estos, desde la chispa inicial hasta la desmovilización final. Los movimientos sociales son protagonizados por hombres y mujeres, actores sociales que entran en la arena pública posiblemente movidos por emociones en mayor grado de lo que suele considerarse (Jasper, 1997). Influidos por noticias o hechos, en un fenómeno de toma de conciencia o influencia emotiva, persiguen maximizar las oportunidades del momento desplegando recursos y estrategias (Tarrow, 1997), guiados por la cultura y el autodesarrollo (Touraine, 1990; Melucci, 1999), movidos y comprometidos desde la evaluación y la moral (Nussbaum, 2012, 2018), y la cognición dentro de marcos de acción colectiva (Hunt, Snow y Beford, 2000), sobre todo, dejándose arrastrar consciente o inconscientemente por el estado emocional personal, cuando no colectivo, del momento (Le Bon, 2000).

Queda, como se dijo, el orgullo por hacer lo que se siente, el cansancio por no lograr los objetivos, la memoria y la experiencia de lo vivido y aprendido. La latencia en la semilla queda, truncada o presta a germinar en algún otro momento de la historia.

Bibliografía

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1Las entrevistas giraron alrededor de diversos temas en relación con el movimiento. Para este texto únicamente se trae una selección de testimonios en torno a emociones y sentimientos, ya como respuestas a pregunta directa sobre estos, ya sobre otras cuestiones en donde afloró la expresión emocional. La elección de fragmentos del relato también se adecua a la evolución emocional en las distintas etapas y la direccionalidad de la misma, así como su tránsito o intensidad. Con objeto de identificar la narrativa, se pone al final de esta el movimiento, el sexo, la edad y la universidad de quien corresponde el testimonio dado.

2Aquí se nombrarán ambos conceptos según su empleo por autores/as y de forma en general intercambiable como en la vida cotidiana tiene lugar.

3Aquí, por razones prácticas y de análisis, hablaremos de los afectados como otros, pero, por supuesto, son los otros al inicio; luego forman parte del nosotros; es más, crean y son núcleo del movimiento. No obstante, se consideran los que sufren el daño de forma directa y en carne propia. Si bien encabezan y son parte del movimiento, repetimos, aquí los analizaremos por separado en esta etapa.

Recibido: 24 de Agosto de 2021; Revisado: 21 de Febrero de 2022; Revisado: 21 de Marzo de 2022

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