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Revista de El Colegio de San Luis

versão On-line ISSN 2007-8846versão impressa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.12 no.23 San Luis Potosí Jan./Dez. 2022  Epub 27-Maio-2024

https://doi.org/10.21696/rcsl122320221397 

Artículos

Mujeres de ámbar. Una mirada a la minería de ámbar en Simojovel de Allende, Chiapas (México), desde la ecología política feminista

Amber Women. A Look at Amber Mining in Simojovel de Allende, Chiapas (Mexico), from Feminist Political Ecology

Daniela Pinedo Torrentera* 
http://orcid.org/0000-0001-7882-8404

Esperanza Tuñón Pablos** 
http://orcid.org/0000-0002-1269-6928

Sarai Miranda Juárez*** 
http://orcid.org/0000-0003-1387-0497

Naima Jazíbi Cárcamo Toalá**** 
http://orcid.org/0000-0002-9740-2238

* El Colegio de la Frontera Sur. Correo electrónico: daniela.torrentera@gmail.com

** El Colegio de la Frontera Sur. Correo electrónico: etunon@ecosur.mx

*** El Colegio de la Frontera Sur. Correo electrónico: smiranda@ecosur.mx

**** Colegio de Postgraduados. Correo electrónico: carcamo12@gmail.com


Resumen

En el municipio de Simojovel de Allende, Chiapas, se encuentran los principales yacimientos de ámbar de toda Mesoamérica, un bien natural derivado de un proceso de formación de millones de años. La adopción de políticas neoliberales que resultaron en una crisis agraria en México y la apertura de la República China al mercado global incorporaron al ámbar en el mercado internacional alrededor de 1990 y aumentaron el ingreso de la población local a la explotación de esta resina. Este artículo analiza, desde la ecología política feminista, las transformaciones económicas, sociales y ambientales de la minería de ámbar en la vida de las mujeres de Simojovel y el acceso y el beneficio que tienen en la participación de la cadena productiva de la minería de ámbar a partir de los datos obtenidos de entrevistas en profundidad y otras técnicas de corte etnográfico. Se encontró que las mujeres participan en toda la cadena productiva de la minería de ámbar y que las transformaciones en esta actividad afectan particularmente el trabajo productivo y de cuidados que realizan las mujeres.

Palabras clave: minería; ámbar; Chiapas; ecología política; feminismo

Abstract

In the municipality of Simojovel de Allende, Chiapas are the main amber deposits of all Mesoamerica, a natural resource derived from a process of formation of millions of years. The adoption of neoliberal policies that resulted in a peasant crisis in Mexico and the opening of the Republic of China to the global market, incorporated amber into the international market around 1990 and accelerated the entry of the regional population to the exploitation of this resin. This article analyzes from the Feminist Political Ecology the economic transformations, social and environmental impact of amber mining on the lives of Simojovel women and the access and benefit they have in the participation of the amber mining production chain from data obtained from in-depth interviews and other ethnographic cutting techniques. It was found that women participate in the entire production chain of amber mining and that the transformations particularly affect the care and productive work performed by women.

Keywords: Mining; Amber; Chiapas; Political Ecology; Feminism

Introducción

El municipio de Simojovel de Allende se localiza entre montañas y a 122 kilómetros al noreste de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas (México). Su extensión territorial es de 446.99 kilómetros cuadrados y alrededor del 85 por ciento de la población se considera indígena (INEGI, 2020). Este municipio se localiza al norte del estado de Chiapas y limita al norte con los municipios de Huitiupán y Sabanilla y al sur con Chalchihuitán y El Bosque.

En él se encuentran los principales yacimientos de ámbar de toda Mesoamérica, por lo que se le conoce como “la tierra del ámbar” (Lee, 1990). El ámbar es una resina vegetal fósil que existe en pocos lugares del mundo y es el resultado de un proceso de formación de millones de años (Lowe, 2005). Su origen se remonta al Mioceno y proviene de la secreción del árbol prehistórico del género Hymenea que existió entre 25 y 30 millones de años atrás (Riquelme y Méndez, 2016).

Fuente: elaboración propia

Mapa 1 Localización del municipio de Simojovel de Allende, Chiapas 

El ámbar constituye un referente identitario sociocultural importante y un legado irremplazable del patrimonio cultural del estado de Chiapas (Lee, 2004; Lowe, 2005). Su valor estético ha hecho que sea cotizado en el mercado del arte y de la joyería internacional (Pimentel, 2009) soportando una amplia red de actores en la economía local y regional, sobre todo en los municipios de Simojovel, San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez.

Aunque el ámbar se ha extraído desde antes de la Colonia, fue a partir de 1990 cuando creció el interés por esta resina, principalmente por parte de científicos alemanes, canadienses y estadounidenses con el propósito de hacer investigaciones sobre los insectos y restos atrapados en ella (Castañeda et al., 2018; Dunlop et al., 2007; García-Villafuerte, 2007). Sin embargo, en 2012 se inició un proceso compartido con República Dominicana y el Mar Báltico que marcó la intensificación de la minería, y al que Sonia Toledo (2018) llama “la fiebre del ámbar”. Este proceso se originó por una serie de transformaciones socioeconómicas globales y, en particular, por el interés del mercado oriental, que incorporó el ámbar al mercado internacional, lo cual provocó un incremento del precio de este.

El aumento de los precios del ámbar que trajo la llegada de comerciantes de origen chino estimuló el descubrimiento y la explotación de nuevas minas, así como la integración de hombres y mujeres en la cadena productiva de la minería de ámbar (Ytuarte-Nuñez, 2010). Estas circunstancias provocaron, asimismo, la extracción de ámbar de mejor calidad y daños al ecosistema al incitar la perforación de varios cerros, con lo cual se mostró que las dinámicas a escalas global, nacional y local son prácticas de un capitalismo agresivo, en las que no se asume responsabilidad social ni ambiental (Toledo, 2018).

Como resultado de estas transformaciones, el ámbar se ha convertido en una forma significativa de sustento para numerosas familias originarias del municipio que extraen o comercian el ámbar en bruto y para artesanos y artesanas que transforman la resina fósil en obras de valor comercial. Esto modificó el panorama productivo del territorio de Simojovel porque el ámbar suplantó la tradicional actividad agrícola de la región.

La “fiebre del ámbar” comenzó a disminuir a mediados de 2015, cuando artesanos y comercializadores locales de ámbar se organizaron para expulsar a los comerciantes extranjeros, principalmente chinos, a los que se acusaba de acaparar la resina elevando su precio (Pérez, 2017). No obstante, las tendencias de cambio y las condiciones de incertidumbre siguen vigentes, puesto que el mercado de origen chino continúa comprando ámbar a través de intermediarios e interviniendo en los precios (Toledo, 2019).

Si bien las implicaciones de la minería se manifiestan en el conjunto de la población, hay diferencias significativas en la manera en que estas afectan a hombres y mujeres (Bermúdez et al., 2011). Jenkins (2014) y Ulloa (2016) argumentan que, si bien en diversos estudios se abordan los problemas y los debates en torno a la minería, es notoria una tendencia a no tomar en cuenta a las mujeres, las experiencias y perspectivas de estas, así como la ausencia de reconocimiento de los impactos y el papel de ellas en esta actividad.

Diversas investigaciones (Bolados y Sánchez, 2017; Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial Ecuador, 2017; Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017; Hill y Newell, 2009; Jenkins, 2014; Salazar y Rodríguez, 2015; Ulloa, 2016) concuerdan en que los distintos ejes socioambientales, económicos, laborales y políticos que ponen en evidencia las desigualdades de género en las actividades mineras son los siguientes: 1) exclusión de la toma de decisiones y de los espacios de participación social y comunitaria; 2) daños a la salud humana y ambiental; 3) desvalorización del trabajo de cuidados, y 4) control y violencia hacia las mujeres y sus cuerpos. Estos estudios también reconocen que hay diferencias entre las minerías artesanales, pequeñas y a gran escala, y que la categoría “mujer” es muy diversa y tiene puntos de intersección con la clase, la raza/etnia, la edad y el nivel educativo.

Respecto a la minería de ámbar, se desconocen las transformaciones que han experimentado las mujeres de Simojovel en su incorporación al sistema de producción y mercantilización del ámbar en una sociedad patriarcal, tema que se aborda en este artículo. Son escasos los estudios metódicos que dan cuenta de la complejidad del sistema de producción del ámbar (Pimentel, 2009) y de las relaciones de poder que determinan el acceso, el uso, el control y el beneficio de esta resina. Son más escasos aún aquellos que abordan, además, esta complejidad desde un marco que subraye la dinámica entre las identidades coexistentes y los sistemas conectados de opresión (Viveros, 2016) utilizando categorías como género, clase y raza/etnia (Quijano, 2000) para examinar las implicaciones sociales, económicas y ambientales de la explotación de este bien natural en las mujeres de este territorio.

El objetivo de este artículo es analizar el papel de las mujeres en la cadena productiva de la minería de ámbar y la manera en que esta cadena ha dado lugar a fenómenos sociales y económicos que han modificado la vida de las mujeres de Simojovel de Allende, Chiapas. El documento se divide en dos apartados. El primero de ellos trata sobre las transformaciones económicas, sociales y ambientales de la minería de ámbar en la vida de las mujeres de Simojovel, y en el segundo se analiza el acceso y el beneficio de las mujeres que participan en la cadena productiva de la minería de ámbar.

Planteamiento teórico

Los dilemas socioambientales presentan retos complejos en virtud de la diversidad de actores y sujetos políticos con intereses distintos que interactúan en el manejo de los bienes naturales (Maya y Ramos, 2006). Los análisis de estos dilemas deben prestar atención al carácter político de los procesos socioambientales estudiados, así como a la forma en que se ven atravesados por relaciones de poder basadas en la clase, el género y la raza/etnia (López-Fabila, 2020).

La categoría de género incide en la manera en que se configuran las comunidades, los grupos domésticos y las instituciones sociales formales e informales que gestionan los recursos naturales. Por lo tanto, las relaciones de poder entre hombres y mujeres forman parte de la organización social y están presentes en los vínculos de la población con su ambiente (Ruiz, 2006). Por su parte, el sistema sexo/género hace manifiestas las formas de jerarquización y opresión de las mujeres frente a los hombres partiendo de que tanto el género como el sexo son construcciones sociales (Butler, 2002).

En este trabajo se reconoce que las corporalidades están atravesadas por el conjunto de contextos sociales específicos e históricos en que viven las mujeres y que las definen culturalmente. Asimismo, se reconoce que los sistemas de poder funcionan de modo simultáneo en torno al género, la clase, la raza/etnia, la cultura, la edad y la nacionalidad, entre otros, que forman un tejido social complejo (Curiel, 2017). El análisis del papel de las mujeres y las implicaciones sociales, económicas y ambientales en la cadena productiva de la minería de ámbar requiere una mirada que dilucide cómo se configuran las relaciones de poder entre los distintos actores que disputan intereses en el uso, acceso, control y beneficio del territorio.

La investigación base de este artículo utilizó como marco teórico la ecología política feminista, un campo interdisciplinario en constante construcción que comprende diversos enfoques de estudio de las relaciones de poder asociadas con la naturaleza, la cultura y la economía, y que se nutre de epistemologías, métodos y valores feministas. Esta nació como un subcampo de la ecología política ante la necesidad de articular las preocupaciones en torno al género y las aportaciones de la teoría feminista, las cuales no habían sido consideradas centrales en el planteamiento de las relaciones ecológico-distributivas (Pérez, 2017).

La ecología política feminista supera el sesgo androcéntrico y vincula algunas percepciones de la ecología cultural feminista, la ecología política, la geografía feminista y la economía política feminista para analizar el género como una variable crítica que concede el acceso de los recursos y su control al interactuar con la clase, la raza/etnia y la cultura para, de este modo, dar forma a procesos de cambio ecológico (Rocheleau et al., 2004).

Rocheleau et al. (2004) proponen un marco teórico analítico mediante el cual se busca comprender la experiencia local en el contexto de los procesos globales del cambio ambiental y ecológico, a partir de ejes que abordan el trabajo productivo y reproductivo, el uso, acceso y control de los bienes naturales, la tenencia de la tierra y la organización de luchas colectivas en pro de los bienes naturales. Por su parte, Rebecca Elmhirst (2017) plantea el desarrollo de la ecología política feminista y las dinámicas de género en el acceso a los bienes naturales y el despojo de estos concediendo importancia conceptual a las formas en que el capitalismo transforma la naturaleza, los patrones de privatización y comercialización y el modo en que estos configuran las divisiones de trabajo existentes en el hogar.

La ecología política feminista también se nutre del ecofeminismo constructivista, teoría crítica que intenta explicar y transformar el sistema de dominación y violencia actual enfocando la atención en la crítica del patriarcado y que concibe la sobreexplotación de la naturaleza como parte de un mismo fenómeno (Peredo, 2017). Dicha teoría aporta una mirada crítica a las opresiones, a través de un análisis interseccional acerca de la manera en que el género, la clase, la raza, la cultura y la etnia configuran los procesos de cambio ecológico que están determinados, a su vez, por proceso tecnológicos y político-económicos, en nuestras relaciones con los seres humanos y seres vivos (Harcourt, 2021).

Estos enfoques se han nutrido de diferentes diálogos que han permitido el reconocimiento de que los cambios ambientales no son procesos neutrales, sino que surgen a través de procesos político-económicos jerárquicos que nacen de una lógica patriarcal y neoliberal (Cruz-Hernández, 2020). Asimismo, concuerdan en que las relaciones de poder que determinan el uso, el acceso, el control y el beneficio de los recursos naturales y los sistemas de participación política y comunitaria responden a experiencias locales que están insertas en contextos globales. En consecuencia, es fundamental analizar el peso que tiene el capitalismo en la transformación de la naturaleza y las relaciones de género.

Recientemente, desde la ecología política feminista, emergió el planteamiento de una ecología política feminista latinoamericana como una perspectiva situada que aborda, entre otros temas, los procesos extractivistas que agudizan las desigualdades de género y la necesidad de dialogar para construir alternativas desde los ecofeminismos, feminismos latinoamericanos, movimientos de mujeres indígenas y otros movimientos sociales (Soto-Alarcón et al., 2020; Ulloa, 2020).

En este sentido, estos enfoques resultan fundamentales en el análisis de las implicaciones de la minería de ámbar en la vida de las mujeres de Simojovel. Es así porque la minería de ámbar está inserta en una economía global de mercado cuyo efecto resuena en las experiencias locales y en la vida de las mujeres.

Uno de los conceptos ordenadores de este trabajo es el de cadena productiva, que hace referencia al conjunto de agentes y actividades económicas que intervienen en un proceso productivo, desde la compra o la extracción de la materia prima hasta la transformación, producción y comercialización (Peña et al., 2008). Dado que en este texto se describe y analiza la participación de las mujeres en la cadena productiva del ámbar desde una lente feminista, recogiendo los aportes de la ecología política feminista, este concepto resulta clave porque posibilita el análisis de la relación del poder económico y la desigualdad de género (Mies, 2019).

Cabe aclarar que este trabajo no aborda el concepto de cadena de valor, dado que esta tiene la característica de que todos los actores conocen los acuerdos y están dispuestos a asumir riesgos y responsabilidades (Cayeros et al., 2016). En el caso del ámbar, no todos los eslabones, desde mineros hasta el consumidor final, tienen información amplia y confiable que les permita crear alianzas o que les ofrezca seguridad; aunado a que el mercado asiático -que ha sido el principal comprador de ámbar en México y otros países- no asume responsabilidades ambientales y sociales en la extracción y la transformación de esta resina.

Otra categoría analítica importante utilizada en este estudio es la de cuerpo-territorio. Presuponemos, siguiendo a Giraldo (2018), que el territorio es un espacio material y no material en el que se configuran las historias colectivas de los seres humanos, la naturaleza y las relaciones de producción y reproducción, mientras el cuerpo es un territorio habitado en el que se expresan estas transformaciones desde la subjetividad (Cruz-Hernández, 2016).

Metodología

Esta investigación se realizó desde un enfoque cualitativo y mediante un estudio de caso. En la investigación se emplearon técnicas de investigación de corte etnográfico con una perspectiva feminista. La etnografía feminista se distingue por problematizar la posición de las mujeres al dejar de verlas solo como informantes y considerarlas creadoras culturales, al tiempo que analiza e interpreta los contenidos y sesgos de género que las colocan en posiciones que muchas veces hacen referencia a la desigualdad que existe y viven (Castañeda, 2012).

Este trabajo retoma e interpreta las experiencias de seis mujeres y un hombre, cuyos testimonios están atravesados por el cuerpo-territorio que habitan, y que nos permiten analizar el papel que tienen en la cadena productiva de esta resina y el modo en que este ha transformado sus vidas. El perfil y las características de estas personas1 son los siguientes:

  • Ana, 21 años, es una mujer indígena tsotsil que vive en el ejido Lázaro Cárdenas. Su mamá es artesana, y ambas pertenecen a una organización ambarera. Estudió hasta el primer año de preparatoria. Está casada desde hace tres años. Su esposo es conductor de un taxi. Tienen una producción constante de artesanías de ámbar que comercializan en Tuxtla y San Cristóbal de Las Casas.

  • Ramona, 29 años, es una mujer indígena tsotsil que vive en el ejido El Porvenir. Habla tsotsil y español. Es madre de dos niños. Tiene ocho años casada. Estudió hasta el tercer año de secundaria. Cuando era niña recogía “pulsitos” de ámbar para venderlos en la cabecera municipal. Sabe tallar y pulir el ámbar desde que tenía 12 años de edad. En la actualidad es artesana; elabora “tiras” de ámbar, que distribuye en Simojovel y Tuxtla. Su esposo es albañil. Cuando tienen dinero para invertir en piezas de ámbar grandes, hace piezas más elaboradas.

  • Adela, 55 años, es una mujer indígena tsotsil que vive en el ejido Lázaro Cárdenas. Habla tsotsil y español. No estudió. Desde niña se dedicó al campo. Sus padres y ella vivían en las fincas y fueron parte del movimiento agrario. Está casada. Tiene dos hijas y dos hijos; el mayor de ellos vive en Estados Unidos y hace 10 años que no lo ha visto; el menor trabaja como cargador de material de construcción, y antes de eso trabajaba en las minas tirando el cascajo. Su hija mayor tiene una discapacidad psicomotora. Junto con su hija menor, cuidan de ella. En la actualidad, Adela cuida su milpa y cafetal, vende sus verduras en el mercado, asa hojas para tamal, cose vestidos y borda para vender. Su papá y su hermano fueron mineros durante mucho tiempo, aunque dejaron esta actividad por ser riesgosa. Trabajó el ámbar solo una vez porque no tenía dinero para comprar los motores de pulido.

  • Maribel, 26 años, es una mujer indígena tsotsil que vive en el ejido Lázaro Cárdenas. Habla tsotsil y español. Lleva siete años casada. Estudió hasta el tercer año de secundaria. Actualmente se dedica al trabajo y cuidado en el hogar. Es hija de campesinos. Su esposo trabaja como transportista de material pesado. Nunca participó en la cadena productiva, aunque sí tenía el deseo de hacerlo, pero su familia no podía comprar el material, ni la materia prima, ni rentar una mina.

  • Reyna, 47 años, vive en la cabecera municipal. Es originaria de Villaflores y vive en Simojovel desde hace 25 años. Está casada. Tiene una carrera universitaria trunca. Es madre de dos hijos; uno de ellos estudia y el otro tiene un cargo como diputado en el municipio. Su esposo también es funcionario público. En la actualidad, ella comercializa piezas elaboradas de ámbar en varias ciudades de México y Estados Unidos. Junto con su esposo, es dueña de un local en el centro de Simojovel.

  • Pilar, 55 años, es una mujer indígena tsotsil que vive en el ejido El Porvenir. Habla tsotsil y español. Está casada. Es madre de nueve hijas y un hijo. Fue parte del movimiento agrario que terminó de eliminar las fincas. No tiene escolaridad. Desde hace 15 años se dedica al ámbar, aunque la mayoría de su tiempo lo dedica al campo. No tiene una producción constante de artesanías de ámbar porque no siempre tiene dinero para comprar la materia prima.

  • José, 64 años, es originario de Veracruz. Vive hace 34 años en la cabecera municipal de Simojovel. Llegó a este municipio por el interés en la resina fósil. Tiene una hija. Se dedica a trabajar el ámbar con plata y madera. No pertenece a ninguna organización ambarera.

Las salidas de campo se llevaron a cabo entre febrero y marzo de 2020. En ellas se realizaron diez entrevistas a profundidad, conversaciones informales, observación participante y registro detallado en el diario de campo. Todos los registros contaron con las autorizaciones verbales y escritas de las y el participante, y se les comunicó con transparencia el objetivo de la investigación.

Se efectuó una revisión de literatura relacionada con el tema, así como de investigaciones previas en la zona y en otros territorios mineros. Asimismo, la información se trianguló con fuentes secundarias. Para la sistematización y el análisis de los datos cualitativos se utilizó el software ATLAS.ti.

Resultados

Transformaciones de la minería de ámbar

Nos interesa analizar las transformaciones que ha tenido Simojovel y la manera en que estas han modificado la vida de las mujeres. Un primer y claro cambio observado es la reconversión de las actividades productivas, en las que niños y jóvenes de familias campesinas empobrecidas comenzaron a incorporarse en las fases de la cadena productiva del ámbar.

Pues… yo ahorita veo, más en las mañanas, aquí cerca de la carretera donde va el camino hacia las minas, veo que vienen y salen llenísimas de muchachos que tienen diez-once años y ahí vienen con sus papás. Aunque tengan terreno, pues si no tienen terreno de minas, ya ahí las abandonan, porque aquí siempre tienen terreno todos los hombres. Pero más se dedican al ámbar. Sus terrenos, ahí abandonados (Ana, 21 años, ejido Lázaro Cárdenas, trabaja en el hogar).

Otra transformación que percibimos consiste en el marcado aumento de circulante de efectivo. Este empezó en 2012, tras la llegada a Simojovel de los compradores de ámbar de origen chino,2 que ofrecían montos de dinero, nunca registrados, a cambio de esferas de ámbar amarillo totalmente limpio y transparente y de piezas especiales por su color o por tener algún residuo vegetal o insecto en su interior.

De acuerdo con Sonia Toledo (2018), antes del arribo de estos comerciantes, el gramo de ámbar amarillo de primera se pagaba a 70 o 75 pesos mexicanos. Tras su llegada, se empezó a pagar el gramo de primera a 285 y 250 pesos mexicanos. Algunos artesanos refieren que el precio del ámbar en bruto podía alcanzar hasta 300 mil pesos el kilogramo, dependiendo de la calidad (REMA, 2015).

Pero no sé qué pasó; hay muchas cosas: el precio tan exagerado te hacía dudar. ¿Qué había en el fondo de todo eso? El lado del dinero o qué, pero era exagerado. No sé, el kilo de una bolita (esfera) así limpia, pues 150 pesos el gramo, o sea, ¡150 mil el kilo! (José, 64 años, cabecera municipal, artesano).

Claudia Ytuarte-Núñez (2010), en el seguimiento de la trayectoria de las piezas de ámbar mexicano hasta la feria Tucson Mineral and Fosil Showcase, en Arizona, Estados Unidos, se percató de que el ámbar de Chiapas, República Dominica y el Mar Báltico se distingue por su calidad y pureza entre las gemas semipreciosas y fósiles. Según Besser (2020), es posible deducir que el costo de esta gema en el mercado internacional y en el mercado negro es lo suficientemente redituable para pagar los precios que ofrecen en las zonas de extracción y que provoca que el precio real del ámbar no llegue a las familias mineras y artesanas.

Las transformaciones económicas, a su vez, han ocasionado cambios sociales en el territorio, que van desde modificaciones demográficas y culturales hasta tecnológicas. Esta tierra de ámbar se ha convertido en un punto de interacción de personas de distintas localidades de la región que buscan incorporarse a alguna de las fases de la cadena productiva del ámbar, compradores nacionales e internacionales de ámbar; además de migrantes campesinos que se dirigen al norte del país y a Estados Unidos.

La afluencia de personas y los precios elevados del ámbar son dinámicas que, sumadas, se asocian al aumento de violencia, mayor consumo de alcohol, tráfico de armas y drogas en el territorio (Toledo, 2018; Xicotencalt, 2020). Cabe señalar que la misma dinámica se observa en República Dominicana y el Mar Báltico, regiones en las que la demanda china de ámbar elevó los precios, provocó la apertura de nuevas minas en condiciones que ponen en riesgo la vida de los mineros y ha potenciado conflictos violentos por el uso de la tierra, la entrada del contrabando y narcotráfico (Silko, 2018; Volchetskaya et al., 2017).

Todo fue cambiando mucho en el momento que la gente empezó a tener más dinero, que fueron encontrando más ámbar. Acá es la tierra del ámbar; la gente antes trabajaba el campo porque no existía más. Luego el ámbar sí les ha dejado un poco de dinero, y muchos, no sé, no han sabido valorar ese dinero y lo gastan en cualquier cosa; aquí existen ya muchas drogas (Ramona, 29 años, Ejido El Porvenir, artesana).

Históricamente, las relaciones de género en Simojovel se han estructurado con base en el dominio del hombre sobre la mujer, tanto para mestizas como para indígenas (Pérez, 1989; Toledo, 1996; Toledo, 2004). Las transformaciones económicas derivadas de “la fiebre del ámbar” afectan a las mujeres de manera particular, pues en los territorios mineros se identifica un aumento de la violencia de género y una profundización de las representaciones y los estereotipos sexistas, que, para las mujeres, se expresan en sentimientos de miedo, inseguridad y confinamiento en el espacio-privado-doméstico (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017). En paralelo, las nuevas formas de ocio introducidas, como el consumo de drogas y alcohol y la apertura de prostíbulos en los territorios mineros, relacionados con la afluencia de dinero, acentúan la violencia machista y los discursos de apropiación y control social de las mujeres y sus cuerpos.

Dijeron que ya no iban a permitir que vendan alcohol y dijeron que a las mujeres tienen que invitarlas [a la junta ejidal] porque ellas son las que más sufren, así como nosotras. Nosotras sufrimos algunas muertes, si llegan los hombres a golpear y a los hijos también (Adela, 55 años, ejido Lázaro Cárdenas, campesina).

En su trabajo de campo, Sonia Toledo (2018) relata la manera en que los grupos de intermediarios que se reúnen para la compra de ámbar han generado conflictos en la población, tanto por las denuncias de las mujeres por el acoso que sufren de estos hombres cuando transitan por el municipio, como por los asaltos, las balaceras y el tráfico de drogas y armas ocurridos cuando estos grupos se forman. Sin duda, el incremento de la violencia en este territorio es un indicador del deterioro social de la vida de las mujeres en territorios mineros (Bermúdez et al., 2011). Lo mismo señala Maribel:

Pues, en una ocasión, cuando llegaron los chinos allá [al ejido Montecristo], porque ya ves cómo ellos traen dinero; pues, según que estaban investigando para robarles. Sí nos afectan porque qué tal si estás en el parque, estás cerca de ellos, o los que están vendiendo sus productos y llegan a secuestrar, a robar, no vaya a ser que te vaya a afectar una bala perdida, o lo que sea; pues siempre afecta eso, ¿no? (Maribel, 26 años, ejido Lázaro Cárdenas, trabaja en el hogar).

A diferencia de la minería a cielo abierto, el ámbar en Simojovel se extrae con herramientas rudimentarias y no se utilizan excavadoras o químicos dañinos a la salud ambiental o humana. No obstante, se observa una transformación del paisaje ocasionada por la apertura de minas en los cerros de la región, lo que termina, a su vez, modificando las actividades productivas porque imposibilita la siembra de milpas, y se pone en riesgo la vida de los mineros que cavan cada vez más profundo para encontrar ámbar, lo cual provoca que los cerros colapsen.

E.: Oiga, y cuando llegaron los comerciantes chinos y empezaron a abrir más minas, qué pasó con la agricultura. Porque esos terrenos tampoco puedes usarlos para milpa.

J.: Ya no, ya no; queda destruido. Hay minas de quinientos metros, ¿te imaginas?, y entrando, a veces, a gatas (José, 64 años, cabecera municipal, artesano).

Las modificaciones en la topografía de la región pueden ocasionar también cambios climáticos, así como deslaves o alteraciones en el ecosistema a causa de la deforestación. En nuestros días, en la vida de las mujeres no es perceptible una afectación directa provocada por los cambios ambientales. Sin embargo, es posible que el colapso de las minas por la sobreexplotación de estas implique la muerte de sus esposos, hijos, padres o hermanos y, de este modo, tenga consecuencias en sus vidas. El siguiente relato refiere cómo una mujer campesina prohibió a su hijo menor entrar en las minas a sacar tierra en carretilla por lo pesado de las carretillas y por el riesgo de que la mina colapse.

Si ya tiene como dos años que él pensó “quiero sacar tierra en carretilla”. Se le dijo que en carretilla la tierra es pesada. “Voy a sacar, aunque sea media carretilla”, dice. “Es que un hombre me da trabajo”, dice. Y así entró a tirar tierra, poco tiempo. Luego lo dejó porque tengo miedo de que pase algo ahí adentro de la mina. Le dije “más, mejor sal de ahí”. Es que hace un tiempo murieron dos muchachos en la mina, y no quiero que le pase algo a mi hijo, no quiero. Es que es muy peligrosa la mina; a veces cambia la capa, se cae y ahí se va a quedar. Y le dije “mejor sal de ahí y busca algo, aunque sea un trabajo sencillo, aunque sea barato, te van a pagar, pero mejor”, le dije (Adela, 55 años, ejido Lázaro Cárdenas, campesina).

Aunque no se han publicado estudios geológicos que evidencien la cantidad disponible de ámbar en los yacimientos, diversos autores y medios de comunicación locales de Chiapas han publicado que es inminente el agotamiento de esta resina fósil (Burguete, 2017; Dominguez, 2019; Martín, 2015; Náfate, 2019). Esta situación pone en riesgo el sustento económico de muchas familias de Simojovel y otros municipios, así como el sistema sociocultural que se ha construido alrededor del ámbar.

Yo siempre me hago esa pregunta y le pregunto a mi esposo; le digo “oye, ¿será que todo el tiempo va a haber ámbar o se va a acabar?” A veces le digo que me entra un poquito de miedo de que se vaya a acabar, porque hay minas muy profundas, muy profundas y muy peligrosas. Pero él dice que no, porque ya tiene tantos años y sigue habiendo. Pero yo digo que, tengo la duda, que sí ha de haber, pero se tiene que acabar (Reyna Morales, 47 años, cabecera municipal, artesana y comerciante).

Por su parte, las mujeres entrevistadas, dadas las estructuras laborales en Simojovel y la dependencia del trabajo de cuidados y reproductivo indispensables para el sostenimiento de la vida, terminan asumiendo una carga laboral mayor, pues no solo participan en alguna de las fases de la cadena productiva del ámbar para obtener algún ingreso económico, sino que también son las responsables de todas las actividades en el hogar como el aseo, la preparación de alimentos y el cuidado de la casa en general y de la familia.

En el contexto rural de Simojovel, las mujeres campesinas participan también en la producción de maíz y café. Por lo tanto, asumen el cuidado de las milpas y los cafetales, principalmente aquellas cuyos esposos murieron en la mina, resultaron heridos o migraron a otras comunidades en busca de minas con ámbar. En esta línea, es central comprender que la minería tiene impactos no esperados como la situación de las mujeres y sus roles de cuidado (Pérez et al., 2019).

Es importante señalar que la apropiación de los elementos de la naturaleza que son considerados escasos -como lo es el ámbar- da lugar a una serie de dinámicas conflictivas en torno a la extracción, la transformación y la comercialización de este que están relacionadas con las dinámicas globales del mercado. El caso del ámbar de Chiapas y la extracción intensiva de este puede inscribirse en lo que Maristella Svampa (2013) llama el “consenso de los commodities”, establecido como un nuevo orden económico y político en el que los precios de las materias primas y de los bienes de consumo experimentan una elevación originada por la demanda de estos por parte de países centrales y emergentes.

La cadena productiva y la participación de las mujeres

La cadena productiva de la minería del ámbar consiste en tres fases, a saber: extracción, transformación y comercialización (Peña et al., 2008) (véase la figura 1).

Fuente: elaboración propia con base en Ytuarte-Nuñez (2010) y el trabajo de campo.

Figura 1 Fases de la cadena productiva del ámbar y participación de las mujeres 

La primera fase inicia en la selección del lugar donde se extraerá el ámbar. Los mineros detectan la resina a través de residuos en el terreno, la apertura de cuevas a un lado de las minas en donde ya se ha extraído ámbar o a partir de vetas de carbono. En función de las condiciones del terreno se determina el método de extracción, sea en pozos, en barrancas a cielo abierto, con minas de túnel de tiro o recolección manual. El ámbar es extraído con herramientas rudimentarias como picos, palas, marros y cinceles, con el apoyo de luces ultravioleta para localizar las piezas de ámbar que se encuentran incrustadas en la roca. No se utiliza maquinaria pesada.

Debido a las propiedades físicas del suelo y a las condiciones climáticas, la principal temporada de extracción del ámbar es la seca y durante febrero, marzo y abril (Ytuarte-Núñez, 2009). El resto del año, la actividad minera desciende y la población se concentra en la siembra y cosecha de maíz, frijol y café.

En esta fase participan mineros propietarios de tierras con minas y mineros de Simojovel u otros municipios que arriendan tierras con minas para explotarlas. De manera indirecta participan también aquellos ejidatarios propietarios de tierra con minas que rentan sus terrenos a los mineros porque, por distintas razones, no pueden trabajarlas ellos mismos. En esta primera fase, las mujeres no trabajan de forma directa en las minas, pues existe la creencia cultural de que las mujeres que entran a las minas traen “mala suerte”, pues tienen la misma energía que la montaña y eso provoca que se deje de encontrar ámbar o que la mina se derrumbe.

Asimismo, el trabajo de extracción del ámbar, realizado por los mineros, es considerado un trabajo masculino por el alto riesgo de que la mina colapse y por la fuerza requerida para esta labor. No obstante, hay mujeres y niños de ambos sexos que recolectan los restos de ámbar -conocidos como “pulsitos”- del cascajo que se saca de las minas. Este trabajo también es riesgoso; incluso se relata que en uno de los ejidos se prohibió la recolección de “pulsitos” después de que una mujer resultó herida cuando los mineros depositaron el cascajo de la mina.

Había una señora ahí que estaba buscando pulsitos, pero los mineros no se dieron cuenta que había una persona y tiraron los pedazos de tierra encima a la mujer. Y ya la comunidad de Montecristo decidió que ya no permiten que entren niños, mujeres ni personas de la tercera edad, porque no quieren que a ellos les pase algo, un accidente, o que alguien muera al instante. Porque a veces vienen tierras grandes y, pues vienen, bajan con ganas, pues. Y ya están muy altos, así. Por eso dejaron de ir mujeres (Maribel, 26 años, ejido Lázaro Cárdenas, trabaja en el hogar).

Pimentel (2009) menciona que quienes recolectan “pulsitos” son principalmente mujeres divorciadas, madres solteras o huérfanas a quienes se les ha negado la tenencia a la tierra y quienes se encuentran en una situación vulnerable. Durante el trabajo de campo en Simojovel se observó que las mujeres que van a las minas a recolectar los “pulsitos” son, en mayor medida, mujeres indígenas que viven en comunidades cercanas a la cabecera municipal. Esto también refuerza el argumento acerca del modo en que las mujeres acceden marginalmente al excedente derivado del ambiente; los hombres son los principales beneficiarios en esta etapa de la cadena productiva del ámbar.

Gabriela Factor y Andrea Mastrangelo (2005) destacan que los argumentos sobre la ausencia de mujeres en las minas (el riesgo de derrumbes o un trabajo rudo y masculino) son figuras retóricas que invisibilizan la presencia real y constante de las mujeres en esta actividad. En virtud de tal invisibilización, es posible afirmar que las mujeres siempre han estado presentes en la actividad minera, como mineras, como hijas, esposas o viudas de mineros, como artesanas, como comerciantes, y como sostén de la vida en sus hogares. Por lo tanto, la cadena productiva de la minería de ámbar y las transformaciones que esta ha traído al territorio tienen implicaciones diferenciadas sobre las mujeres, refiriéndonos al territorio no solo como un espacio geográfico, sino también como un espacio de vida social y corporal (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017).

Volviendo a las aportaciones de Rocheleau et al. (2004) sobre la tesis de que el género es una categoría que determina el uso, el acceso y el beneficio de los bienes naturales, el acceso al ámbar define también los beneficios que cada actor y actora tendrá dentro de la cadena productiva de esta gema. En esta primera fase, el principal acceso al ámbar lo tienen los hombres ejidatarios y que tienen terrenos con minas, pues ellos tendrán el beneficio directo de la explotación de la mina, ya sea que lo hagan ellos mismos o la arrienden. Aquí cabe anotar que las mujeres en contextos rurales e indígenas se encuentran en una situación de desventaja en el ejercicio de sus derechos, acceso a los servicios básicos, recursos productivos, trabajo renumerado, educación, salud, tenencia, uso y aprovechamiento de la tierra, y que lo mismo sucede y se refrenda en Simojovel.

En Chiapas, los núcleos agrarios certificados en sus distintas modalidades (comuneros, posesionarios y avecindados) por mujeres representan solo 21.8 por ciento del total, frente a los certificados por hombres, que corresponden a 78.2 por ciento (Registro Agrario Nacional, 2020). Además, las investigaciones participativas realizadas por el Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas (CDMC, 2014) reconocen que las mujeres que acceden a la tierra parcelada son principalmente viudas, de edad avanzada y son propietarias hasta que el hijo mayor crece y toma posesión de las tierras. Por lo tanto, las mujeres solo acceden a la tierra a través de la herencia y la cesión gratuita, lo que, aunado a las leyes agrarias, las legislaciones civiles y los usos y costumbres dominantes en la región, muestra la vigencia de las concepciones patriarcales (Salazar, 2017).

La segunda fase en la cadena productiva del ámbar es la transformación de este, que comprende el pulido y talla y la elaboración detallada de artesanías y joyería. Las mujeres desempeñan un papel importante en esta fase, pues ellas son principalmente quienes se encargan del pulido, diseño, corte y engarzado de las piezas destinadas a la joyería artesanal de ámbar.

De acuerdo con Perla del Carpio (2012), las artesanas disfrutan de independencia en la elección de los colores de las piezas que elaboran, y este trabajo les permite generar espacios donde se fortalecen los vínculos familiares al ser una actividad que se realiza en el ámbito del hogar: “El ámbar a mí me gusta porque me gusta estar engarzándolo, diseñando cositas que… Te da vida, ¿no?, porque al estar trabajándolo tu mente se despega, de lo bonito que es trabajar el ámbar” (Reyna Morales, 47 años, cabecera municipal, artesana y comerciante).

Por otro lado, las tareas de pulido, diseño, corte y engarzado están asociadas a los roles tradicionales de género y son llevadas a cabo en los límites del hogar, lo que hace que sea un elemento importante para el análisis de las esferas productivas y reproductivas, donde las mujeres desarrollan ambos trabajos de forma simultánea (García et al., 2014). Estas actividades se centran en prácticas construidas culturalmente y legitimadas en términos de subordinación de género, que rezaga a las mujeres a espacios que les han sido asignados cultural y socialmente (García et al., 2015) y que refuerzan sus dobles o triples jornadas de trabajo.

Cabe hacer notar que mientras algunos hombres son reconocidos como artistas o maestros artesanos por piezas que han sido valoradas y exhibidas en exposiciones y museos nacionales e internacionales, las mujeres son menos reconocidas porque elaboran piezas menos detalladas destinadas al mercado local y nacional; por ejemplo, las “tiras”, que son piezas repetidas de una misma forma y son utilizadas para formar aretes, collares o pulseras.

E.: ¿Qué hace él que tú no sepas hacer? A.: Dijes, aretes, pulseras, en diferentes formas. E.: Ah, y ¿qué formas sabes hacer tú? A.: Yo, pues lo que son las tiras. Algunos aretes sí sé hacer, o engarzarlos; puedo hacerlos (Ramona, 29 años, ejido El Porvenir, artesana y ama de casa).

Por otro lado, quienes participan en esta fase pueden o no pertenecer a alguna organización ambarera. En 1995, como iniciativa de algunos artesanos, se buscó el apoyo de la representación estatal del Fondo Nacional para Empresas en Solidaridad (FONAES) para recibir financiamiento y capacitación y para ser parte de eventos nacionales. Así se comenzaron a formar organizaciones de artesanos de ámbar. De esta iniciativa y del interés de la Secretaría de Desarrollo Económico en manejar este producto nació el Consejo Estatal Regulador del Ámbar.

La conformación del Consejo benefició al gobierno del estado, pues se logró, primero, controlar a un grupo social en un territorio considerado conflictivo y, después, incorporar al sector artesanal al sistema hacendario (Ytuarte-Nuñez, 2010). Más tarde, en 2003, se publicó la Norma Oficial Mexicana (NOM-152SCFI-2003) que establece las especificaciones fisicoquímicas que debe cumplir el ámbar de Chiapas y colocó al ahora Consejo Regulador del Ámbar de Chiapas como un organismo certificador del control de calidad de esta resina y a los servicios de una entidad aprobada por la Entidad Mexicana de Acreditación.

Algunas mujeres y sus familias pertenecen a estas organizaciones. Reconocen que entre los beneficios de ser parte de estas se encuentra la certificación de denominación de origen del ámbar que comercializan y la posibilidad de asistir a la Expo Ámbar que se realiza en Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal de Las Casas, lo cual representa la posibilidad de dar a conocer sus artesanías y encontrar posibles compradores nacionales e internacionales. No obstante, reconocen también que pertenecer a una organización supone conflictos, pues es necesario llegar a acuerdos con todos los integrantes y los intereses políticos y personales de los líderes pueden no traer beneficios a todos.

Las mujeres entrevistadas que participan en esta fase como artesanas obtienen el ámbar a través de sus esposos mineros, ya sea que renten minas o sean ejidatarios con minas, o lo compran en bruto a otras mujeres o a otros mineros. No todas las mujeres ni todas las familias tienen acceso a la misma calidad y cantidad de ámbar, pues, para hacerlo, deben hacer una inversión en los motores de pulido, las lijas y en el ámbar. En la actualidad, el costo del kilogramo de ámbar es de aproximadamente 600 pesos mexicanos.

Solo una vez hice como diez collares nomás y los vendí; pero no hice más porque no tenemos paga para comprar los motores que necesitamos cuando hacemos ámbar. Como no tengo paga, pues no puedo hacer. Tengo un chiquito motorcito, así nomás, pero ya no trabaja; ya lo dejé (Adela, 55 años, ejido Lázaro Cárdenas, campesina).

En este sentido, de acuerdo con las mujeres entrevistadas, no todas ellas y sus familias pueden formar parte de estas organizaciones porque no les es posible cumplir el requisito de tener una producción constante de artesanías de ámbar, ni cuentan con la solvencia económica para acreditar la denominación de origen del ámbar.

Ytuarte (2010) menciona que en estos procesos de certificación se vislumbran los distintos intereses de los actores involucrados en el sector, pues, además de encarecer el producto al llevarlo a entidades acreditadoras, terminan beneficiando a aquellos sectores que quieren comercializarlo internacionalmente. Es un hecho que si bien estas certificaciones amplían el mercado de compra y venta del ámbar, no garantizan un beneficio colectivo en la región.

Por último, la tercera fase de la cadena productiva consiste en la comercialización del ámbar en bruto o de la joyería y artesanías de ámbar. Las organizaciones ambareras suelen tener una carpa o un local en el parque central de la cabecera municipal de Simojovel, donde venden sus productos al mercado local, nacional e internacional. Estas organizaciones y los grupos que las conforman tienen acuerdos para definir los precios y, así, evitar conflictos. Algunas artesanas y artesanos han establecido contacto con revendedores de artesanías de ámbar en San Cristóbal de Las Casas o en Tuxtla Gutiérrez. Estos compran periódicamente sus productos para venderlos, después, en sus locales. También hay mujeres y hombres que no tienen un establecimiento, y llevan sus artesanías en morrales para ofrecerlas a las personas que caminan por la plaza central en busca de esta gema.

Las mujeres artesanas y comerciantes definen el diseño, la estrategia de venta, los lugares de oferta y el precio de sus piezas, sin tener acuerdo con las otras comerciantes. No obstante, existe un acuerdo tácito sobre el respeto a la oportunidad de venta de cada una, en virtud del cual cada mujer espera a que una de ellas termine de ofrecer sus productos al posible comprador antes de iniciar a ofrecer los propios.

El papel de las mujeres en esta fase es muy importante, ya que muchas de ellas salen de sus comunidades hacia la cabecera municipal o viajan solas o en grupos a entregar sus piezas a clientes establecidos en San Cristóbal de Las Casas, Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y Comitán. Sin duda, estas experiencias pueden abonar al empoderamiento de estas mujeres (Rowlands, 1997).

E.: ¿Y sueles tú ir a venderlo? A: Sí. E.: ¿Dónde lo vendes? A: Sí, yo soy la que sale a vender; a él no le gusta. E.: ¿Él no sale a vender? A: Sí. O sea, cuando voy a Tuxtla sí va conmigo, pero la que hace el trato soy yo y por eso soy yo la que vende (Ana, 21 años, ejido Lázaro, artesana).

De este modo, las mujeres participan en toda la cadena productiva del ámbar. Esta participación en las tres fases se suma -y se complejiza- a las tareas socialmente asignadas del trabajo doméstico y de cuidados, invisibilizado e impagado, que es fundamental en la sostenibilidad de la vida y la economía doméstica.

De acuerdo con el INEGI (2020), la población económicamente activa masculina en el municipio de Simojovel es de 70 por ciento y la femenina es de 30 por ciento. Mientras la población femenina no económicamente activa es de 83 por ciento, la cual se dedica a los quehaceres del hogar; de ahí que sean ellas las que alimentan, lavan, crían a las infancias y cuidan de la población mayor. La exclusión de las mujeres en los ámbitos mineros se debe, entonces, a la reproducción de las lógicas de cuidado que suelen ignorar el rol social y económico de estas actividades de abastecimiento y de cuidado, en tanto que son de carácter informal o entendidas como parte del mundo privado (Pérez et al., 2019).

A.: Pues, cuando nos levantamos es hacer el café, el desayuno, hacer el pozol, hacer la tortilla. E.: ¿Y después qué hace? A.: Barrer, trapear, lavar. E.: Y cuando estaba trabajando el ámbar, porque ahorita no lo está trabajando, ¿hacía lo mismo? A.: Lo mismo; hacía lo mismo. E.: ¿Y a qué hora le dedicaba tiempo al ámbar? A.: Pues, por ejemplo, ahorita, cuando trabajo a veces, cuando tengo dinero, pues sí compro unos dos-tres kilos de ámbar, comienzo a trabajar como a las doce, a las once, porque me ocupan más las cosas de mi cocina, pues. Así es. E.: Y cuando se pone a trabajar el ámbar, ¿cuánto tiempo le dedica? A.: Unas tres o cuatro horas (Pilar, 55 años, ejido El Porvenir, campesina y artesana).

El trabajo de cuidados sostiene la vida. Desde una perspectiva socioambiental, implica entenderlo como un proceso que preserva la existencia y que (re)genera lazos sociales, así como vínculos humanos y no humanos (Trevilla e Islas-Vargas, 2020). Aunado a esto, en el contexto de Chiapas, en específico en Simojovel, las mujeres son indígenas, campesinas, con poca escolaridad y algunas monolingües que habitan un municipio de alta marginación (CONEVAL, 2015).

En resumen, en la primera fase de la cadena productiva, el acceso al ámbar por parte de las mujeres se ve condicionado por la tenencia de la tierra. Esta no les pertenece a pesar de que sus esposos puedan ser ejidatarios o mineros y cuyo beneficio directo por la explotación de este bien natural les corresponde. Asimismo, se ve condicionado por las creencias locales basadas en prácticas culturales que restringen el ingreso de las mujeres a las minas por el peligro de que se derrumben o porque son un factor que impida el hallazgo de ámbar.

En la segunda fase de la cadena productiva, las mujeres tienen participaciones más diversas condicionadas por la cantidad y la calidad del ámbar al que pueden acceder. Por ejemplo, hay mujeres campesinas que viven en las comunidades y se dedican esporádicamente al ámbar, que no pertenecen a una organización ambarera, cuya participación depende de reunir el dinero suficiente para invertir en materia prima y equipo de pulido. Por otro lado, hay mujeres que viven en la cabecera municipal que rentan un local en la plaza central, que pertenecen a organizaciones ambareras, cuya principal actividad productiva son las artesanías de ámbar.

Cabe señalar y no olvidar que, en ambos casos, las mujeres son las responsables del cuidado y el trabajo reproductivo, y que, en el caso de las mujeres indígenas y campesinas, sus condiciones materiales precarias, la discriminación por sexo, raza/etnia, clase y el lugar de origen o residencia hacen aún más restrictivo su empleo y beneficio en la cadena productiva de esta gema. Visto de esta manera, es imposible negar el rol de las mujeres involucradas en la cadena productiva de la minería de ámbar, en el ámbito privado o en el público.

Por último, en la fase de comercialización, los beneficios están dados también por el acceso diferenciado de las mujeres y sus familias a la opción de contar o rentar un local en la cabecera municipal; a tener una producción constante para enviar sus piezas a comerciantes de Tuxtla, San Cristóbal de Las Casas y otros municipios; a pertenecer a una organización ambarera y acreditar el ámbar que venden, y a lograr establecer redes comerciales con el mercado nacional e internacional.

Las aportaciones de María Mies (2019) y el análisis de la cadena productiva del ámbar nos permiten constatar que las mujeres tienen un papel importante en esta cadena y que, en el contexto del análisis global y local, su rol hace posible la expansión de los mercados, que de no estar, se estancarían.

Conclusiones

La cadena productiva de la minería de ámbar en el territorio de Simojovel de Allende responde a cambios derivados de la globalización que tienen implicaciones en el modo en que se ocupan los territorios y en las formas de vida de quienes los habitan, en particular en la vida de las mujeres. Esta cadena ha traído fenómenos sociales y económicos ocasionados por la presencia extractiva que dialogan y profundizan los mandatos de género.

Las transformaciones observadas son la reconversión de las actividades productivas en virtud de la cual se tiende a dejar el campo por el trabajo en alguna de las etapas de la cadena del ámbar, y la imposibilidad de sembrar en los terrenos donde se ha abierto una mina o donde se coloca el cascajo que sale de ahí, lo que también aporta a esta reconversión y a la doble o triple jornada de trabajo de las mujeres. Si bien Simojovel antes de la “fiebre del ámbar” ya era conocido como un territorio en conflicto por temas políticos, las mujeres entrevistadas reconocen que este proceso trajo un alto flujo de dinero, principalmente administrado por hombres, y, con esto, un aumento del consumo de alcohol y drogas y conflictos armados con los intermediarios.

Se observó, asimismo, que a largo plazo es posible que el impacto ambiental de las minas tenga consecuencias ambientales más contundentes, derivadas del colapso de los cerros, que modifiquen los cursos y captaciones de agua, generen cambios climatológicos, aumento de deslaves, modificación del paisaje y transformaciones en la flora y fauna. De esta manera, la ecología política feminista representa un marco adecuado para el análisis de esta problemática en la que intervienen relaciones sociales de poder asociadas a la naturaleza, la cultura y la economía.

En el territorio no hay empresas extranjeras o nacionales que tengan concesiones mineras para la exploración y explotación de esta resina, a diferencia de la minería a gran escala en México. Por lo tanto, quienes deciden sobre estos asuntos son los ejidatarios y las asambleas ejidales. Inferimos, entonces, que esta es una de las razones por las que no hay un conflicto socioambiental en la región ni un proceso de organización de defensa del territorio asociado a la minería de ámbar.

Las mujeres de Simojovel participan en las tres fases de la cadena productiva de la minería de ámbar. En la primera fase toman parte en la recolección de “pulsitos”, en la que sus vidas, al igual que las de los mineros, corren riesgo por el posible colapso de las minas o por ser impactadas por el cascajo retirado de los túneles. En la fase de transformación participan como artesanas haciéndose cargo del diseño, el pulido y el engarzado de las piezas. En la última fase, de comercialización, participan vendiendo el ámbar en bruto o artesanías de ámbar dentro y fuera de su localidad.

Al mismo tiempo, ellas son las encargadas del trabajo de cuidado, dadas las actividades asignadas dentro del sistema cultural sexo/género que tienen que ver con el cuidado del hogar, el aprovisionamiento de insumos para la satisfacción de necesidades de la familia en la vida diaria, el afecto y la crianza y, en el caso de las mujeres campesinas, el cuidado de las milpas, cafetales y animales de crianza.

Aunque el ámbar ha representado una oportunidad económica para varias familias, no todas tienen los mismos beneficios, pues no todas tienen el mismo acceso a la tierra, a la posibilidad de pertenecer a una organización, a la probabilidad de establecer relaciones con el mercado nacional e internacional, a la certificación de sus piezas de ámbar, o a la misma calidad y cantidad de la resina. Así, el acceso y el beneficio a la cadena productiva que tienen las mujeres de Simojovel están diferenciados por el género, la raza/etnia y la clase.

Históricamente, Simojovel ha sido un territorio complejo marcado por la Colonia, el establecimiento de las fincas, el movimiento campesino, el levantamiento zapatista; actualmente, atravesado por flujos migratorios hacia el norte del país y Estados Unidos, el crimen organizado y la minería de ámbar. Por lo tanto, resulta importante continuar profundizando en los patrones históricos de desigualdad que afectan de formas distintas a los cuerpos que habitan este territorio, con la finalidad de entender el panorama y tener herramientas para derribar estas desigualdades.

Por último, si bien la minería de ámbar en Simojovel no es un proceso extractivo a gran escala, las transformaciones que se han vivido en este territorio responden a una (re)patriarcalización de los territorios donde se profundiza la violencia hacia las mujeres, la toma de decisiones masculinizada, la división sexual del trabajo, la complejización del trabajo de cuidado y los daños a la salud ambiental.

La intención de este trabajo no es condenar la extracción del ámbar o su cadena productiva, sino pensar en las dinámicas del mercado que colocan a las familias mineras y artesanas, y en especial a las mujeres, en posiciones vulnerables, donde el precio real de esta resina no llega a las y los productores, y quienes motivan su extracción no tienen una responsabilidad social o ambiental.

Agradecimientos

Al Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología (CONACYT), por la beca otorgada a la primera autora para cursar su maestría. A las comunidades de Simojovel, y en especial a la señora Juana, Mari y Reyna, por acoger, dedicarle tiempo y brindarle cariño a la primera autora durante su trabajo de campo. A las/los dictaminadores anónimas/os que nos hicieron observaciones y sugerencias muy valiosas para la mejora de este artículo.

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1Los nombres de estas fueron modificados para conservar el anonimato.

2Aquí cabe mencionar que China es el principal comprador mundial de ámbar y que ha mantenido su presencia en los sectores extractivos de América Latina y el Caribe (ALC), pues es el comprador de más de una quinta parte de todas las exportaciones extractivas de la región (Ray y Gallagher, 2017).

Recibido: 27 de Agosto de 2021; Revisado: 04 de Marzo de 2022; Revisado: 08 de Marzo de 2022

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