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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versão On-line ISSN 2007-963Xversão impressa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.67 Michoacán Jan./Jun. 2018  Epub 17-Mar-2020

 

Reseñas

Guerra Manzo, Enrique, Del fuego sagrado a la acción cívica. Los católicos frente al estado en Michoacán (1920-1940), México, El Colegio de Michoacán/UAM, 2015, 348 pp.

Héctor Andrés Echevarría Cázares1 

1Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH

Guerra Manzo, Enrique. Del fuego sagrado a la acción cívica. Los católicos frente al estado en Michoacán (1920-1940). 2015. El Colegio de Michoacán/UAM, México: 348p.


Los enfrentamientos entre el Estado y la Iglesia han permeado la historia mexicana desde la segunda mitad del siglo XIX. En algunas ocasiones, las disputas se limitaron al ámbito moral e ideológico; otras, las más virulentas, las que dejaron una impronta en la memoria colectiva, se quisieron solucionar a través de las armas. Así, uno de los tópicos más recurrentes en la historiografía mexicana es el que retrata el periodo más difícil de la relación Iglesia-Estado, a saber: la primera Guerra Cristera (1926-1929).

Enrique Guerra Manzo, en su libro Del fuego sagrado a la acción cívica. Los católicos frente al Estado en Michoacán (1920-1940), publicado en el año 2015, ofrece una perspectiva distinta sobre el tema, señalando algunas omisiones de la historiografía consagrada (de autores como Jean Meyer y Matthew Butler), procurando situar a ambos bloques como dinámicos y múltiples. Lejos de comprender a la Iglesia y al Estado como visiones establecidas, el autor se preocupa por estudiar los complejos procesos sociales en el nivel micro, resaltando que, en algunos momentos, las facciones no actuaban conforme a principios ideológicos definidos, sino que se guiaban por su instinto de supervivencia o por lo que el autor denomina oportunidades vitales. De este modo, los actores sociales no sólo sirven de ilustración a las grandes teorías, sino que sus acciones son el resultado de motivaciones diversas: la lucha por el poder, la distribución de los ejidos, las rencillas personales, los intereses de grupo. Y cada región vivió su propio drama. Por ejemplo, el autor advierte que la región de Coalcomán fue un bastión cristero, de cerrazón ante las políticas anticlericales de los años veinte y treinta, mientras que Zitácuaro fue una región que profesó un enconado liberalismo, que se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX. Las regiones michoacanas adaptaban —según sus intereses— las políticas que provenían del centro, de las altas cúpulas institucionales. A decir de Mary Kay Vaughan, el “Estado mexicano de los años veinte y los treinta no fue un Leviatán capaz de arrollar a la sociedad en interés de su proyecto singular. Fue una formación nueva, sometida a persistentes desafíos en un contexto de intensa movilización sociopolítica en torno a proyectos en conflicto”. 1

El libro de Guerra Manzo analiza los juegos de poder entre la Iglesia y el Estado durante el periodo de consolidación de las políticas culturales y educativas de la Revolución mexicana (1920-1940), en un estado tan conflictivo como lo fue Michoacán. Sin embargo, el autor parte de la reflexión sobre las dos cosmovisiones que han implementado tanto la Iglesia Católica como el Estado en el ámbito social. Guerra Manzo afirma que el clero posee una comprensión organicista de la sociedad, en la que el núcleo fundamental lo constituye la familia, amparada en los valores morales cristianos convencionales; desde la ciudad de Dios de Agustín de Hipona, la jerarquía eclesiástica funciona verticalmente y los responsables de la armonía social son los teólogos, los sacerdotes, los frailes. La sociedad cristiana se entiende como un todo; como la República de Platón, cada una de las partes de ese todo desempeña una función definida; transgredirla sería romper con la armonía, ir contra natura. 2 Por otro lado, el Estado moderno, surgido a partir de la Revolución Francesa, entiende a la sociedad bajo el concepto rousseauniano del contrato social; un conjunto de individuos le otorga poder a un Estado que, por definición, propiciará la armonía social. Por esta razón, el Estado es el responsable de inculcar los valores cívicos a las personas a través de la educación, promoviendo la racionalidad y el progreso individual y comunitario.

Enrique Guerra Manzo señala que ambos proyectos sociales chocaban entre sí. Pese a todo, fue hasta el ascenso de la generación sonorense en el poder, en 1920, cuando las discrepancias entre la Iglesia y el Estado se volvieron más agudas, complicándose un modus vivendi entre ambos bloques, hasta llegar al enfrentamiento armado. En un principio, Álvaro Obregón instó al clero mexicano a colaborar en los patrióticos propósitos del gobierno emanado de la Revolución. Empero, la Iglesia católica se negó aduciendo que los males de la sociedad se debían precisamente al liberalismo esgrimido por los partidarios del movimiento armado. 3 Desde entonces, la gran familia revolucionaria profesó una suerte de jacobinismo, como afirma Alan Knight:

Como sus compañeros franceses, los jacobinos mexicanos cerraron las iglesias, expulsaron a los curas, destruyeron los íconos y trataron de establecer una suerte de religión cívica ‘basada en el nacionalismo secular y revolucionario’. Además […] el jacobinismo mexicano siguió hegemónico —al menos en el discurso nacional oficial— a través de los años veinte y la primera mitad de los treinta. 4

¿Cómo fueron asumidas las políticas anticlericales en las regiones? ¿Quiénes fueron los protagonistas (líderes de corporaciones, ideólogos, estrategas) de la Guerra Cristera (1926-1929) en Michoacán? ¿Qué agrupaciones religiosas atizaron la rebelión armada, o bien, fungieron como intermediarias con el gobierno? Todas estas interrogantes guían el trabajo de Guerra Manzo, arrojando nuevas luces en la historiografía en torno a la rebelión cristera.

Coalcomán, Zitácuaro y Zamora

En Michoacán convivieron diversas facciones a lo largo del periodo de tiempo aludido por Guerra Manzo (1920 -1940): agraristas, liberales, católicos, protestantes. Asimismo, dentro de las facciones coexistían diversas tendencias: por ejemplo, en el bloque católico se encontraban los súbditos radicales, combatientes en la primera y la segunda guerra Cristera, enemigos acérrimos del gobierno; y los católicos moderados que optaban por la resistencia pacífica, incluso aliados del régimen. Convivieron distintas organizaciones católicas de variado talante: la LNDLR (Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa), radical y combativa; la ACM (Asociación Católica Mexicana), emisaria del Episcopado mexicano que, tras los Arreglos de junio de 1929, decidió neutralizar la beligerancia; la UNS (Unión Nacional Sinarquista) que encaminó los intereses católicos hacia la acción cívica.

En el plano de las ideas se suscitaron algunos debates en torno a la postura que debía tomar la Iglesia católica frente a los constantes ataques del Estado posrevolucionario. Según el autor, sobresalían dos personajes: Miguel Palomar y Vizcarra y Leopoldo Ruiz y Flores. El primero era partidario de un catolicismo demócrata e intransigente, que pedía defender la libertad religiosa a través de las armas; el segundo era más bien partidario de un modus vivendi entre la Iglesia y el Estado, consciente de que “era imposible esperar la derogación de las leyes anticlericales”. 5 Ambas figuras representaban las reacciones de un clero lastimado por los decretos que prohibían el culto religioso; una Iglesia que acababa de resentir la primera Guerra Cristera (1926 a 1929). Leopoldo Ruiz y Flores —afirma Guerra Manzo— incluso realizó labores de “cabildeo” en el Vaticano y en Washington, con la finalidad de que los ataques gubernamentales cesaran. 6 Pretendía establecer un acuerdo tácito entre el gobierno y las altas cúpulas de la Iglesia.

Como se mencionó con anterioridad, nuestro autor reconstruye los juegos de poder entre la Iglesia y el Estado mexicano en tres regiones de Michoacán: Coalcomán, Zitácuaro y Zamora. En cada una de estas regiones se vivió de forma diferente la pugna entre ambas visiones políticas y educativas. Guerra Manzo justifica su investigación arguyendo que “las tres regiones constituyen sistemas de interacción complejos entre facciones locales que rivalizaban entre sí y que no siempre coinciden con la lógica homogeneizadora de los respectivos proyectos de orden social que enarbolaban tanto las élites edificadoras del Estado como la jerarquía eclesiástica”. 7

Coalcomán, uno de los principales bastiones cristeros, se valió de la guerra de guerrillas para repeler a los batallones del gobierno federal; en esta región se formó la famosa secta “La Cruz de Palo”, en honor al cura Epifanio Madrigal, cristero que fue asesinado por exaltar los ánimos de los habitantes de la región.

Por otro lado, la región de Zitácuaro, de raigambre liberal, se caracterizó por la pugna entre los adeptos de la JPLBJ (Junta Patriótica Liberal Benito Juárez) y los agraristas, sin que los católicos quedaran fuera de la lucha por el poder; Zitácuaro —enfatiza Guerra Manzo— es el caso más representativo de que “la política anticlerical no surgía sólo desde arriba sino que brotaba también desde abajo”. 8 La persecución religiosa desde abajo obligó a los católicos a valerse de la resistencia pasiva: aprovecharon las desavenencias entre liberales y agraristas para imponer su proyecto social. En Zitácuaro, la Iglesia centró sus fuerzas en la lucha moral y educativa.

Finalmente, el autor cita el caso de la región del Bajío zamorano, profundamente católica, para ilustrar la resistencia de los habitantes a las políticas anticlericales del Estado posrevolucionario; en Zamora, la lucha por las almas le causó serias dificultades al gobierno mexicano porque los padres de familia no mandaban a sus hijos a la escuela, minando la aspiración revolucionaria de forjar un hombre nuevo, con principios cívicos y una comprensión distinta (racional) del mundo social. Según el autor, en la región de Zamora se utilizó una de las estrategias preferidas de la Iglesia católica: “acatar las leyes emanadas del Estado posrevolucionario, y al mismo tiempo resistirlas utilizando al ciudadano católico”. 9

A pesar de que el proyecto educativo emanado de la Revolución mexicana rindió algunos frutos importantes, no logró modificar la mentalidad de los mexicanos ni erradicar el oscurantismo de las prácticas religiosas católicas. 10 En este sentido, Enrique Guerra Manzo nos muestra la frustración que llegaron a experimentar los representantes del régimen oficial y el tono conciliador que tuvieron que adoptar frente a la intransigencia de los creyentes. Fue hasta las postrimerías del gobierno de Cárdenas que se estableció un modus vivendi entre la Iglesia y el Estado; a partir de entonces las fricciones en las regiones fueron aminorando, sin desaparecer del todo.

En suma, el libro Del fuego sagrado a la acción cívica. Los católicos frente al Estado en Michoacán (1920-1940), vuelve sobre un tema clásico en la historiografía mexicana del siglo XX, pero ofrece una versión matizada, regional y diversa de un evento histórico en el que intervinieron numerosos actores sociales y políticos. Descifrar los afanes ocultos de los personajes también es tarea del historiador. A final de cuentas, la historia es un río profundo, misterioso, en cuyas aguas y vestigios se advierten múltiples sentidos, direcciones, finalidades.

Referencias bibliográficas

Vaughan, Mary Kay, La política cultural en la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 2000. [ Links ]

De Hipona, Agustín, Ciudad de Dios, Madrid, Editorial Católica, 1958. [ Links ]

Platón, Diálogos. La República, Madrid, Gredos, 1988. [ Links ]

Guerra Manzo, Enrique, Del fuego sagrado a la acción cívica. Los católicos frente al estado en Michoacán (1920-1940), México, El Colegio de Michoacán/UAM, 2015. [ Links ]

Knight, Alan, La revolución cósmica. Utopías, regiones y resultados, México 1910-1940, México, Fondo de Cultura Económica, 2015. [ Links ]

1 Vaughan, Mary Kay, La política cultural en la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 22.

2Véase De Hipona, Agustín, Ciudad de Dios, Madrid, Editorial Católica, 1958; Platón, Diálogos. La República, Madrid, Gredos, 1988.

3 Guerra Manzo, Enrique, Del fuego sagrado a la acción cívica, pp. 37-38.

4 Knight, Alan, La revolución cósmica. Utopías, regiones y resultados, México 1910-1940, México, Fondo de Cultura Económica, 2015, p. 152.

5 Guerra Manzo, Del fuego sagrado a la acción cívica, p. 179

6 Guerra Manzo, Del fuego sagrado a la acción cívica, p. 178.

7 Guerra Manzo, Del fuego sagrado a la acción cívica, p. 33.

8 Guerra Manzo, Del fuego sagrado a la acción cívica, p. 229.

9 Guerra Manzo, Del fuego sagrado a la acción cívica, p. 294.

10 Knight Alan afirma: “Pero cambiar corazones y mentes era otra cosa, y los esfuerzos callistas para destruir la influencia de la Iglesia o los esfuerzos cardenistas para crear una nueva mentalidad ‘socialista’, con un fuerte contenido de conciencia de clase, fracasaron. […] El Estado nunca estableció un monopolio nacionalista-revolucionario y siempre tuvo que coexistir con otros ‘nacionalismos’, especialmente el católico/ guadalupano”. Knight, La revolución cósmica, p. 188.

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