Introducción
La enfermedad tromboembólica venosa (ETV) representa la tercera enfermedad cardiovascular más frecuente. Esta consiste en trombosis venosa profunda (TVP), embolia pulmonar (EP) y síndrome postrombótico (SPT). De acuerdo con estudios internacionales, la incidencia de la TVP es de un caso por cada 1,000 habitantes; esto representa aproximadamente 120,000 casos al año en nuestro país.1 Cuando existe una trombosis del sector iliofemoral, sólo el 33% de los pacientes resuelve su evento a través de anticoagulación. Esto quiere decir que el 66% de los individuos restantes con antecedente de una TVP proximal tienen riesgo de presentar síndrome postrombótico; peor aún, el 50% de ellos podrían desarrollar úlceras de origen obstructivo, lo que conlleva a la disminución de productividad laboral (Figura 1).
Durante décadas, el síndrome postrombótico ha sido tratado con anticoagulación y terapia compresiva; sin embargo, este paradigma ha cambiado drásticamente en los últimos tres años: actualmente, la tendencia y mejores resultados son a través de la reconstrucción con stent mediante cirugía endovascular, sobre todo en el sector iliaco-femoral y vena cava inferior.2 El beneficio del “stenting” ha reflejado mejoría de la calidad de vida a tres años comparado con terapia de compresión.3
El síndrome postrombótico (SPT) es una condición crónica que se define por la presencia de signos y síntomas, generalmente, dos años posteriores al evento trombótico, secundarios a la hipertensión venosa producida por insuficiencia valvular, obstrucción o ambas.4 La magnitud del síndrome postrombótico, así como la terapéutica a emplear con cada sujeto, son definidas en gran porcentaje por la escala de Villalta (Cuadro 1), la cual permite realizar el diagnóstico y clasificar la severidad de la enfermedad.
La presencia de trombo en el sistema venoso profundo resulta en una importante respuesta inflamatoria mediada por componentes celulares en la pared venosa y leucocitos circulantes. Se cree que ocurre un atrapamiento de glóbulos blancos, que produce la activación de neutrófilos y monocitos (Neutrophil Extracellular Traps, NET), dando como resultado lesión endotelial. Esto causa engrosamiento de la pared vascular, disminución de la distensibilidad y deterioro de la función valvular; ocurre obstrucción por la permanencia de trombo o insuficiencia valvular.5 Los factores predictivos para el desarrollo del SPT son retrombosis ipsilateral, anticoagulación subóptima, TVP extensa y trombosis residual, además del antecedente de insuficiencia venosa crónica, especialmente en personas en etapas CEAP 5-6 (úlcera cicatrizada o activa). Asimismo, existen en la actualidad biomarcadores de SPT tales como dímero D elevado -el cual funciona, además, como factor pronóstico-, factor V de Leiden y factor VIII.6,7 Existen datos clínicos relevantes para el estudio del paciente con síndrome postrombótico; estos son TVP previa, trauma, enfermedad maligna, masa compresiva, antecedente de filtros de vena cava, entre otros. Es importante conocer la duración e intensidad de los síntomas y las características clínicas del cuadro, como dermatitis ocre, la presencia de úlceras y edema, ya que su presentación y localización puede orientarnos al sitio de trombosis y segmento venoso comprometido.
Estudios de imagen
A diferencia del sector femoral y poplíteo, el Doppler dúplex no se considera el estándar de oro de imagen en el SPT, puesto que la sensibilidad en el sector iliaco proximal es baja.8 Es indispensable contar con una tomografía venosa (flebotomografía) con reconstrucciones para determinar el nivel de la trombosis, así como sus características. Sin embargo, la realización de este estudio demanda gran cantidad de medio de contraste, por lo que actualmente el método de imagen preferido es la resonancia magnética en fase venosa, donde los hallazgos son disminución en el calibre del vaso afectado por su cronicidad, así como múltiples colaterales, especialmente en la región abdominal y púbica.9
Cuando un individuo se somete a una reconstrucción del segmento iliocavo, la utilización del IVUS (Intravascular Ultrasound, iLab Boston Scientific Natick, MA) se vuelve esencial para determinar el diámetro verdadero de la vena afectada; además, proporciona imágenes en tiempo real de estructuras intravasculares, tales como sinequias o trabéculas e información adyacente, como compresión o una tumoración.10
Procedimiento endovascular
El procedimiento deberá ser realizado bajo anestesia general, ya que a diferencia de las angioplastias arteriales, la dilatación venosa suele ser dolorosa y poco tolerada por el sujeto, incluso con sedación. El abordaje puede ser a través de la vena yugular, femoral ipsilateral o contralateral, siempre y cuando se encuentre libre de enfermedad, o vena poplítea ipsilateral con la persona en posición prona; siempre con la utilización del ultrasonido Doppler para la punción (Figura 2). Además, el enfermo debe recibir anticoagulación a 18/UI/kg. Dependiendo del sitio anatómico obstruido y de la extensión del trombo, se planea la reconstrucción. En los casos donde el paciente tiene compromiso del filtro de vena cava, se prefiere realizar la reconstrucción por arriba del sector renal; en este procedimiento, se utiliza la técnica conocida como “crushing”, la cual consiste en aplastar o atrapar el filtro de vena cava contra la pared de la misma mediante la colocación de un stent desnudo, balón expandible, de alta fuerza radial, como un stent Palmaz (Cordis, Miami Lakes, Fla).11 Cuando existe ligadura quirúrgica previa por trauma, atresia o trombosis de larga evolución, la vena cava inferior (VCI) puede ser notablemente más estrecha o no existir un segmento de su longitud. Para el abordaje de estas lesiones, se utilizan técnicas convencionales endovasculares como la manipulación de las guías para la recanalización de obstrucciones severas o conectar segmentos discontinuos de la cava.12 Si la recanalización aguda es necesaria, pueden realizarse accesos bidireccionales, llevando a cabo la captura de una de las guías para obtener un sitio de entrada y poder hacer la angioplastia con balón y la colocación de un stent que una el segmento discontinuo u obstruido.
La técnica de angioplastia subintimal y reentrada con balón se ha usado exitosamente en arterias. En oclusiones venosas, esta técnica debe ser usada siempre y cuando las guías (acceso bidireccional) se encuentren intraluminales para evitar complicaciones.13
En casos realmente complicados, están siendo utilizados con éxito instrumentos endovasculares de reentrada (Outback Re-entry Catheter Cordis, Miami Lakes, Fla); sin embargo, la experiencia aún es muy limitada. Los stents más comúnmente empleados son desnudos y autoexpandibles. Existen stents exclusivos para angioplastia venosa; entre ellos Zilver Vena (Cook Medical), Veniti Vici Venous Stent (Veniti), Sinus venous (OptiMed), Venovo (Bard), los cuales deben preferirse sobre los stents arteriales por el “recoil” aumentado de las venas y la necesidad de mantener la fuerza por más tiempo, entre otros.14
Tratamiento intervencionista del síndrome de May-Thurner
El síndrome de May-Thurner es la compresión de la vena iliaca común izquierda debido al cruce de la arteria iliaca común derecha sobre la vena y el cuerpo vertebral (Figura 3). Se cree que la compresión crónica conduce al daño endotelial y una respuesta fibrótica, dando lugar a bandas dentro de la luz venosa. Es importante distinguir el síndrome de May-Thurner trombótico del no trombótico. El tratamiento de la enfermedad no trombótica suele ser un procedimiento más simple y puede requerir menos tiempo de anticoagulación después de la colocación del stent. Por otro lado, el síndrome de May-Thurner complicado por trombosis requiere dilatación con introductores de diferentes diámetros, angioplastia con balón y colocación de stent autoexpandible, así como mayor tiempo de anticoagulación tras el tratamiento endovascular.15
El objetivo principal de la angioplastia venosa no es anatómico (lograr un determinado diámetro) sino funcional, para proveer una baja resistencia al retorno venoso. La tasa de permeabilidad global en vena cava es de 90% a los dos años y de 84 y 86% a más de tres años. Otros objetivos del tratamiento involucran la ausencia de recurrencia de los síntomas y disminuir la morbilidad que se presenta asociada a la trombosis.16
Sector femoropoplíteo
Los individuos con trombosis en el sector femoropoplíteo no muestran SPT grave.17 Para aquellos que desarrollan enfermedad venosa crónica secundaria a TVP femoropoplítea, la recanalización endovascular aún es controvertida. El tratamiento de estos sujetos requiere de un análisis cuidadoso de riesgo-beneficio. Cabe señalar que se carece de datos en el tratamiento de la enfermedad crónica femoropoplítea y que, en este momento, gran parte de la experiencia es anecdótica. El procedimiento de recanalización a menudo implica el acceso de una vena de la pantorrilla o la vena tibial posterior en el tobillo, de manera que se entra por una vena abierta. Esto se realiza con una combinación de una guía hidrofílica rígida y un catéter hidrofílico rígido. La recanalización se lleva a cabo a menudo con angioplastia.
A través de los años, nuestro grupo ha adquirido la experiencia necesaria para dominar la técnica de recanalización del sistema venoso, de lo cual es pionero en México, con un éxito técnico de alrededor de 95% y de 86% de permeabilidad a tres años, sin complicaciones significativas y con periodos de recuperación inmediata.
Durante décadas, miles de personas han padecido la presencia de síndrome postrombótico, sin que durante ese lapso obtuvieran una verdadera solución a su patología. Hoy en día, el tratamiento endovascular de este terrible padecimiento ofrece de manera segura y eficaz una alternativa real de controlar (y, en la mayoría de los casos, curar) la sintomatología producida por el antecedente de una trombosis. Si bien es cierto que las permeabilidades a largo plazo (10 años) no se conocen, la angioplastia venosa y colocación de stents han revolucionado y siguen innovando el tratamiento de la enfermedad tromboembólica venosa. Es nuestro deber como subespecialistas informar a la comunidad médica y pacientes que hoy en día el síndrome postrombótico no debe ser el basurero de la patología venosa, sino una oportunidad más para mejorar la calidad de vida de aquellos a quienes atendemos.