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Acta médica Grupo Ángeles

versão impressa ISSN 1870-7203

Acta méd. Grupo Ángeles vol.20 no.4 México Out./Dez. 2022  Epub 26-Maio-2023

https://doi.org/10.35366/107109 

Editorial

Fraude y manipulaciones científicas

Fraud and scientific manipulations

Samuel Karchmer Krivitzky1  * 

1 Miembro del Comité Editorial, Acta Medica Grupo Angeles. Director Médico del Hospital Angeles Lomas. Director General Emérito del Instituto Nacional de Perinatología (INPer). Profesor titular de la Especialidad de Ginecología y Obstetricia, División de estudios de postgrado, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestro de la Gineco-Obstetricia Latinoamericana. Maestro y Doctor en Ciencias Médicas UNAM. Presidente fundador de la Federación Latinoamericana de Medicina Perinatal (FLAMP). Expresidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG). México.


El peor crimen es simularlo.

Kurt Cobain

Albert Einstein solía hablar del “templo” de la ciencia, un lugar consagrado a la búsqueda de la verdad; sin embargo, en el caso de que exista, las evidencias nos obligan a pensar que ha sido profanado, y desde dentro.

La mentira en la ciencia puede considerarse algo especial. El dogma y el fraude dan pie a falsedades distintas. En algunas circunstancias, una persona dogmática puede engañar, aunque lo más común en estos casos es que proceda a una selección interesada de algunos resultados completamente válidos o se abandonen por completo los intereses científicos en beneficio de otros de índole político o social. A diferencia de ello, la verdadera “pseudociencia” se basa en la falsificación deliberada de ciertos datos, en virtud de unas motivaciones similares; si bien no es raro que el primer beneficiario sea el propio impostor o un reducido grupo de científicos asociados. La falsificación de datos se considera tan aborrecible, que muchos profesionales se sienten ofendidos cuando se enteran de un suceso de tal calibre, incluso cuando afecta a un campo de estudio ajeno. Aunque los científicos no contraen los votos de un monje, muchos de ellos se sienten comprometidos con su labor y las noticias de tales hechos son recibidas con frustración.

Suele argumentarse que la ciencia es capaz de corregir sus propios errores y que sus representantes Figuran entre las personas más nobles del género humano. Ambas ideas, junto con la de que en la ciencia apenas hay lugar para la mentira, son falsas. Hoy que la ciencia y la tecnología poseen una gran influencia en la opinión pública, y por extensión en la sociedad, todos deberíamos conocer los fundamentos de la investigación científica para, al menos, protegernos. No es cierto, por ejemplo, que cualquier artículo publicado en una respetable revista del sector se convierta, por sí mismo, en una fuente de pruebas fidedignas.

¿Cómo se da pie a tanta falsedad y sobre todo cómo puede denunciarse?

En los últimos tiempos, hemos tenido noticia de varios casos de falsificaciones que nos pueden dar algunos detalles sobre cómo y quién sabe por qué sucede.

Estos hechos demuestran cómo a veces la impaciencia y la falta de escrúpulos ha llevado a muchos “científicos” a dar por bueno lo que simplemente desean creer. Los investigadores de nuestro tiempo no son ajenos a estas flaquezas y de hecho pueden verse ejemplos similares en todas las ramas de la ciencia.

En general, la idea de que sólo unos cuantos de estos documentos llegan a la prensa científica es completamente falsa. A decir verdad, se puede afirmar con seguridad que algunos pocos logran ser descubiertos por parte de la comunidad científica y que de ellos, sólo una pequeña parte llega al conocimiento de la opinión pública.

¿Y qué? Quizás usted piense que se trata de una cuestión un tanto esotérica, reservada a los profesionales de la ciencia y no al ciudadano de a pie. Sin embargo, nuestra sociedad depende de la actividad científica: la medicina, la ingeniería, la seguridad nacional se nutre de esas investigaciones. En el siglo XXI, la ciencia se ha convertido en una empresa que exige la atención de todos. Por ello, esas prácticas corruptas deben considerarse un problema público y no solamente científico.

Denuncia científica

Una extraña combinación de erudición e indignación moral hace que este tema se trate en forma imprescindible para todas aquellas personas que se preocupan por el futuro de su país.

En la etapa en la que estamos, cuando está en juego la propia supervivencia de la humanidad, se hace indispensable un cambio radical del modo de pensar y vivir (;) no olviden la necesidad de tratar de hacer una defensa apasionada de la ciencia bien hecha.

La corrupción de la ciencia es más penetrante y peligrosa de lo que muchos piensan.

A pesar de las frecuentes manifestaciones sobre la responsabilidad pública de los periodistas y los empresarios del sector de la comunicación, conviene tener en cuenta que tales medios no existen para servir a los ciudadanos, sino para venderles información y entretenimiento y, de este modo, obtener ingresos nada desdeñables gracias a la publicidad. Incluso los medios “no lucrativos” deben asegurarse una mínima financiación que les permita mantenerse, de ahí que su nombre aluda más a un sistema de organización.

Sea como sea, la ciencia siempre ha puesto un problema para los medios de comunicación. No sólo es aburrida, sino que además utiliza un lenguaje tan especializado, que apenas se entiende. Por si fuera poco, la mayor parte de los periodistas no poseen una formación demasiado completa en lo que a ciencia se refiere y aumentan a comprender algunos de sus principios fundamentales, al igual que al público al que se dirigen, por lo que resulta extraño que a veces se incurra en errores o equivocaciones que pasan prácticamente desapercibidos. En estos casos, la información se convierte en todo lo contrario y se presta a todo tipo de manipulaciones, quienes dirigen los medios de comunicación dan a entender que el público siente cierto interés por los aspectos más llamativos de la ciencia, pero que no desean saber demasiado, porque la consideran aburrida. En este caso, vuelve a confirmarse la equivocación acerca de la responsabilidad de las empresas: los beneficios lo justifican todo, incluso que se sacrifique la información en aras del espectáculo.

Hemos llegado a un punto en el que la mayor parte de la literatura científica y técnica escapa de la comprensión de cualquier lector lego en la materia. El hecho no debería extrañarnos tanto, ya que ningún especialista en una materia determinada puede estar al tanto de lo que hacen sus colegas en otras áreas de investigación, por muy cercanos que se encuentren.

La batalla contra la mentira requiere ante todo una defensa a ultranza de la racionalidad y la independencia de criterio; no cabe duda de que los científicos se encuentran en la primera línea, pero nosotros, los ciudadanos de a pie, nos encontramos inmediatamente después, condenados al oscurantismo. La historia nos ha enseñado que la verdad es siempre la antesala de la libertad, ¿qué otra cosa puede ofrecernos la mentira sino la esclavitud?

Las mentiras de la ciencia constituyen un análisis apasionado minucioso y sumamente escrupuloso de todos los abusos y manipulaciones que sufre la ciencia en la actualidad, así como un toque de atención que debería hacernos despertar.

Ojalá no necesitásemos leer sobre el tema. No obstante, pensamos que lamentablemente debemos informarnos sobre los avances científicos de hoy en día.

A lo largo de este siglo, el impacto de la ciencia sobre nuestras vidas será mucho mayor de lo que hemos experimentado hasta el momento, de ahí que su manipulación y tergiversación sea tan peligrosa. Las líneas se han trazado con claridad y no dan lugar a ninguna duda; o se está a favor de la ciencia, o se está en contra.

¿Quiénes se atreverán a luchar contra el conocimiento en una época en que la ciencia y la tecnología poseen una influencia tan grande? Como siempre, los principales enemigos se encuentran en grupos e instituciones cuyo poder consideran en peligro. Todos podemos hacernos una idea de quiénes se trata. Basta con tenerlo en cuenta de ahora en adelante.

La ciencia es la única empresa humana que nos brinda la posibilidad de controlar nuestro propio destino, corromperla, es suponer echar por tierra nuestra capacidad racional y, en definitiva, regresar a un estado evolutivo anterior. Si se nos arrebatan las evidencias que nos ayudan a comprender mejor la realidad que nos rodea, nuestra existencia carecerá de realidad, de sentido, y nos veremos abocados a una larga y desesperada agonía.

Por desgracia, la pseudociencia es algo más que el precio que debemos pagar por vivir en una sociedad libre; es un cáncer que pudre los conocimientos de nuestra convivencia y al que debemos combatir en todo momento. Si no lo hacemos, es muy probable que tarde o temprano nos enfrentemos a grandes calamidades de las que no saldremos indemnes.

Si fracasamos, estaremos condenados al oscurantismo.

*Autor para correspondencia: Samuel Karchmer Krivitzky. Correo electrónico: skarchmerk@gmail.com

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