Introducción
Uno de los recursos más importantes para el desarrollo de destinos turísticos es el paisaje (Pereira de Oliveira, Lüders Fernandes and Stach, 2007; Fyhri, Jacobsen and Tømmervik, 2009; Soares, Medeiros and Sales Filho, 2014). Éste constituye el elemento central en torno al cual han surgido destinos que sustentan su oferta en el sol y la playa (Phillips and Jones, 2006; Malvárez García, Gonzalo Pollard and Domínguez Rodríguez, 2009; Semeoshenkova and Newton, 2015); es el valor principal de los lugares que viven del turismo, más allá de simplemente ser un valor añadido (Nogué, 2010).
En las décadas de los 60’s y 70’s diversos destinos a nivel mundial experimentaron un desarrollo masivo del turismo basado en las “3S” (sun, sea, sand), cobrando gran importancia el turismo litoral (Roig et al., 2005; Sardá, Avila and Mora, 2005; Phillips and Jones, 2006; Roca, Villares and Fernández, 2011; Semeoshenkova and Newton, 2015), haciendo un uso intensivo de las playas (Yepes and Medina, 2005; Valdemoro and Jiménez, 2006; Roca, Villares and Fernández, 2011; Semeoshenkova and Newton, 2015) y desarrollando un turismo excesivo y expansivo (Yepes and Medina, 2005; Valdemoro and Jiménez, 2006; Oreja Rodríguez, Parra-López and Yanes-Estévez, 2008; Rico-Amoros, Antonio Manuel Olcina-Cantos and Sauri, 2009; Lozoya, Sardá and Jiménez, 2011; Roca, Villares and Fernández, 2011; Rangel-Buitrago et al., 2013; Tekken, Costa and Kropp, 2013; Semeoshenkova and Newton, 2015; Sytnik and Stecchi, 2015).
Atraídos por los atractivos paisajísticos de las costas (Demajorovic et al., 2011), se crearon destinos siguiendo el modelo de enclave, considerando la calidad estética del paisaje (Santos and Vilar, 2013), explotando las playas con fines turísticos (Valdemoro and Jiménez, 2006) y basando la economía regional y nacional, en diversas partes del mundo, en el turismo (Barke and Towner, 2003), convirtiéndose en una de las actividades económicas más importantes (Garcia and Severa, 2004; Phillips and Jones, 2006; Rico-Amoros, Antonio Manuel Olcina-Cantos and Sauri, 2009; Micallef, Williams and Gallego Fernández, 2011; Tekken, Costa and Kropp, 2013; Rangel-Buitrago et al., 2013; Roig-Munar et al., 2013; Semeoshenkova and Newton, 2015; Palazón, Aragonés and López, 2016; Sakellariou et al., 2016; Anfuso et al., 2017)
Al paisaje se le asignó un valor monetario (Roig-Munar et al., 2013) y la playa se utilizó como mercancía (Palazón, Aragonés and López, 2016). Se han utilizado los recursos paisajísticos de los litorales de acuerdo con las necesidades y deseos de los desarrolladores turísticos (Botero, Anfuso, A. Williams, et al., 2013), incentivando inversiones de alto rendimiento (Blázquez, Artigues and Yrigoy, 2015) para generar una alta derrama económica (Sakellariou et al., 2016; Anfuso et al., 2017).
En México, así como en otros países, desde la década de los años setenta se impulsó el turismo como vía para el desarrollo regional (Castillo and Villar, 2014; Dávila, 2014; Benavides, 2015). Los sitios con alto valor ambiental y paisajístico, y con una localización geográfica estratégica, fueron seleccionados para la creación de los Centros Integralmente Planeados (CIP’s) (Fonatur, 1982, no date), siendo prioritarios para las inversiones públicas y privadas estatales, particulares o mixtas, particularmente aquellos cuya localización geográfica fue determinante para su desarrollo (Castillo and Villar, 2014) predominando, así, los destinos litorales.
En este trabajo se discute cómo la apropiación práctico-utilitaria del paisaje, por parte del turismo, ha generado implicaciones ecológicas y paisajísticas que han puesto en riesgo el valor del recurso. La pregunta de investigación planteada fue ¿es posible que un turismo caracterizado por la expansión a gran escala y la masificación, basado en la explotación del recurso ‘paisaje’ de sol y playa, sea compatible con la conservación del recurso y la sostenibilidad de la actividad turística, mientras se realiza una apropiación práctico-utilitaria del paisaje?
La importancia de realizar este trabajo radica en la necesidad de conservar el paisaje al tiempo que se busca la sostenibilidad de la actividad turística a largo plazo, a fin de evitar el declive de los destinos derivado de la pérdida de calidad ecológica y paisajística, los cuales son los principales motivadores de los flujos turísticos (Phillips and Jones, 2006; Torruco and González, 2012; Pereira and Carvalho, 2013; Soares, Medeiros and Sales Filho, 2014). Una visión desde las ciencias del paisaje, en concordancia con el desarrollo del turismo, puede contribuir a la conservación del recurso y a la sostenibilidad de la actividad económica.
Modelo de Enclave Turístico
Contextualización de los Enclaves Turísticos
En el marco de las teorías del desarrollo y de la modernidad, surge la teoría de los polos de desarrollo para incentivar el desarrollo regional. En 1955, Francois Perroux introdujo el concepto de los polos de desarrollo industrial a partir de los cuales se incentivara el crecimiento económico de un sitio, bajo la premisa de que éste surge en un determinado punto geográfico (un centro) y puede contribuir al desarrollo de las urbes. La creación de un polo busca la concentración y aglomeración de insumos, productos y mercados. Posteriormente, en la década de los sesentas, Jacques Boudeville analiza el carácter regional del crecimiento económico de esos polos (Castillo y Villar, 2014).
Los enclaves turísticos hacen referencia a las urbanizaciones turísticas que van privatizando el territorio localizado en la línea costera, y que por su exclusividad, tamaño y renombre, van configurando zonas altamente especializadas y segregadas (Olivares and De Paolini, 2012) y cuya espacialidad ha sido proyectada para uso de los turistas como actores que se apropian de manera efímera del espacio (Olivares, 2014; Covarrubias, 2015). Estos enclaves son manejados por las grandes empresas transnacionales (Cordero, 2011 en Navarro, Thiel and Romero, 2012).
En la década de los años sesenta y setenta se impulsó el sector turismo como vía para el desarrollo regional (Rodríguez, 2009; Navarro, Thiel and Romero, 2012; Blázquez, Artigues and Yrigoy, 2015), adoptando el modelo francés de los polos de crecimiento (Benavides, 2015; Castillo y Villar, 2014; Dávila, 2014). Éste apuesta por la reactivación de regiones a partir de una actividad económica catalizadora que sirva de atracción a muchas otras, eligiendo al turismo y optando por la creación de enclaves; así surgieron varios enclaves turísticos en América Latina y el Mediterráneo (Navarro, Thiel and Romero, 2012; Blázquez, Artigues and Yrigoy, 2015).
Los sitios con un elevado valor ambiental y paisajístico, y con una localización geográfica estratégica para la captación de mercados internacionales, fueron elegidos para el desarrollo de los enclaves turísticos, favoreciendo la participación de inversiones estatales, particulares o mixtas (Castillo y Villar, 2014). El sector turismo se enfocó en la creación y desarrollo de enclaves, con el objetivo de concentrar servicios turísticos en lugares con especial potencial turístico, basado en sus recursos naturales y paisajísticos, y caracterizados por un desarrollo importante de infraestructura (Roca, Villares and Fernández, 2011; Semeoshenkova and Newton, 2015; Iglesias et al., 2018).
Tras el éxito económico de estos enclaves, representado por los flujos turísticos, la derrama económica y su contribución al Producto Interno Bruto, se incentivó la creación de nuevos enclaves tanto en destinos ya existentes como el surgimiento de nuevos destinos. Algunos ejemplos de enclaves turísticos se encuentran en Islas Baleares (Mallorca, Menorca e Ibiza), Alicante, Islas Canarias, Cancún, Varadero, Cartagena, Miami, California, Barbados (Phillips and Jones, 2006; Navarro, Thiel and Romero, 2012; Botero, Anfuso, Williams, et al., 2013; Rangel-Buitrago et al., 2013; Blázquez, Artigues and Yrigoy, 2015; Anfuso et al., 2017).
Diseño de Paisajes en Enclaves Turísticos
El elemento natural y los paisajes son los principales recursos de los enclaves turísticos (Pereira de Oliveira, Lüders Fernandes and Stach, 2007; Garay and Cànoves, 2011; Santos and Vilar, 2013; Soares, Medeiros and Sales Filho, 2014). Para el desarrollo de los enclaves turísticos, la política económica ha establecido sitios de interés de acuerdo con criterios comerciales (Millán, 2012; Castillo and Villar, 2014; Aguilar, Palafox and Anaya, 2015; Benavides, 2015), pero considerando la riqueza biológica y estética de los sitios (Demajorovic et al., 2011; Dávila, 2014), así el paisaje natural ha tenido gran importancia en las políticas globales y nacionales para el desarrollo del turismo (Hernández, 2010; Valenzuela and Coll-Hurtado, 2010; Palafox, Madrigal and Zizumbo, 2011; Aguilar, Palafox and Anaya, 2015; Benavides, 2015).
Cuando el turismo se implanta en un territorio pueden darse dos situaciones de partida (López y Vera, 2001): (1) que el turismo llegue a un espacio “virgen” sin apenas desarrollo territorial y debe crearse ex novo el destino, o (2) que aterrice en un espacio en el que ya existe una estructura territorial con usos ya consolidados […] En el primer caso los usos del suelo se dedican casi exclusivamente a fines turísticos con distintos formatos: por ejemplo Cancún o Torremolinos. De esta manera, la actividad turística que se implanta domina, en régimen de “monocultivo”, las lógicas económicas y territoriales. En el segundo caso, el turismo se incorpora en el funcionamiento de la sociedad local y la economía sin generar cambios profundos en el modelo de implantación preexistente, La Habana o Málaga (Navarro, Thiel and Romero, 2012: 120 ).
El paisaje en los enclaves turísticos tiende a replicarse en todos los destinos, al seguir los mismos patrones arquitectónicos y estéticos que favorecen el desarrollo de la actividad turística.
[…] “se expande y se exporta” hacia nuevos espacios litorales y prelitorales (Navarro, 2006), manteniéndose los mismos patrones de producción y consumo, aunque con construcciones que se caracterizan por su mayor calidad y mejores equipamientos, que apuntan a reducir la percepción de “masificación” […] el modelo turístico dominante en el litoral se basa en el crecimiento ilimitado de la oferta y se caracteriza esencialmente por los intensos procesos de urbanización del territorio con la “excusa” del “desarrollo” turístico (Navarro, Thiel and Romero, 2012: 125-126)
Dichos paisajes suelen contar con el mismo tipo de infraestructura, equipamiento y servicios para satisfacer la demanda turística, y suelen presentar no solamente la misma fisonomía, sino la misma dinámica económica, política y social. Asimismo, la réplica de estos elementos y estructuras ha generado problemas económicos, políticos, sociales, ambientales, territoriales, paisajísticos y culturales similares (Navarro, Thiel and Romero, 2012).
Creando núcleos turísticos muy similares, […] con una oferta muy estandarizada que explotaba la riqueza de los recursos naturales. Se implantó de manera similar en distintos lugares de costa, siempre con una ocupación vertical de la primera línea de playa. Conlleva una elevada vulnerabilidad, ya que su foco de atracción gira en torno a un único punto, los recursos naturales. El objetivo de este modelo turístico es la obtención del rendimiento económico a través del número de visitantes y una política de precios muy agresiva […] (Mínguez and Vera, 2014: 436 ).
Apropiación práctico-utilitaria del paisaje en enclaves turísticos
El Paisaje como Recurso en los Enclaves Turísticos
El paisaje es una determinada porción del espacio que resulta de la combinación dinámica, por lo tanto inestable, de elementos físicos, biológicos y antrópicos que, reaccionando dialécticamente unos sobre otros, hacen del paisaje un conjunto único e indisociable en perpetua evolución (Bertrand, 1983). En él se encuentran componentes naturales y estéticos del territorio, los cuales constituyen importantes recursos para el turismo. El paisaje es un recurso que posee un alto valor para el turismo (Rudzewicz and Lanzar, 2008; Hernández, 2009; Dos Santos, 2011); es un componente fundamental del atractivo turístico (Pereira de Oliveira, Lüders Fernandes and Stach, 2007).
Las playas con alto valor ecológico y paisajístico son el recurso más importante (Roig-Munar et al., 2013; Iglesias et al., 2018), se encuentran entre los principales factores responsables del atractivo de los destinos turísticos (Soares, Medeiros and Sales Filho, 2014). Los recursos naturales, la belleza escénica, la costa, la playa, el mar, la naturaleza adquieren gran importancia para el desarrollo de destinos, particularmente en el caso de los enclaves turísticos (Malvárez García, Gonzalo Pollard and Domínguez Rodríguez, 2009; Garay and Cànoves, 2011; Iglesias et al., 2018).
El turismo de sol y playa es el más importante en países del Caribe, el Mediterráneo y el Pacífico (Lozoya, Sardá and Jiménez, 2011; Micallef, Williams and Gallego Fernández, 2011; Roig-Munar et al., 2013; Semeoshenkova and Newton, 2015; Palazón, Aragonés and López, 2016; Anfuso et al., 2017), cuya estacionalidad y ubicación geográfica les otorga mayor valor turístico (Galacho and Luque, 2000; Mata, 2008; Dos Santos, 2011); los destinos turísticos son escogidos y admirados por sus paisajes (Pereira de Oliveira, Lüders Fernandes and Stach, 2007), particularmente los de mayor valor ecológico y estético. Los enclaves turísticos se caracterizan por ubicarse en sitios de alto valor paisajístico, siendo éste uno de los principales factores para su creación (Moreno and Becken, 2009).
Implicaciones de la Apropiación Práctico-utilitaria del Paisaje en los Enclaves Turísticos
La apropiación paisajística hace referencia a la mirada con la que el observador se aproxima a un determinado territorio (Zuluaga, 2006; Martínez de Pisón, 2009; Palafox, Madrigal and Zizumbo, 2011; Cebrián, 2013; Roger, 2013; Covarrubias, 2015). Existen dos principales tipos de apropiación paisajística, la estética y la práctico-utilitaria. La primera hace referencia a la valoración estética de ese territorio y sus recursos; la segunda hace referencia a la asignación de valor de cambio del territorio y de sus recursos (Gómez, 2006; Covarrubias, 2015).
La elección de los sitios para el desarrollo de enclaves turísticos atiende a la valoración de los elementos naturales y estéticos del paisaje, asignándoles un valor de mercado (Bonells, 2001;Hernández, 2010), de conformidad con los intereses económicos del propio Estado, de inversionistas, desarrolladores y promotores turísticos, fomentando inversiones de alto rendimiento (Picazo, 2012; Botero, Anfuso, A. T. Williams, et al., 2013; Blázquez, Artigues and Yrigoy, 2015), apropiándose del paisaje como un recurso económico para comercializarlo turísticamente (Palafox, Madrigal and Zizumbo, 2011).
Se dirige al paisaje una mirada práctico-utilitaria, adquiriendo valor en el mercado económico, sujeto a procesos de mercantilización (Nogué, 2010; Villar, 2010; Palafox, Madrigal and Zizumbo, 2011; Noguer, 2012; Cruz et al., 2013; Roig-Munar et al., 2013; Covarrubias, 2015; Rementeria, 2015; Palazón, Aragonés and López, 2016). Se considera el aspecto económico del paisaje como recurso, mediante su apropiación, funcionalización y homogeneización, facilitando la llegada de capitales extranjeros, de grupos turísticos internacionales y locales, que se apropian del espacio turístico para la apertura comercial (Palafox et al., 2011), normalmente en las zonas costeras de alto valor ecológico y paisajístico (Moreno and Becken, 2009).
[…] la construcción constante de nuevos enclaves en una sucesión de “periferias turísticas” […] el turismo “descubre” un determinado territorio relativamente virgen desde el punto de vista turístico e inicia las primeras actividades que dan paso luego a una explotación comercial masiva (Cañada, 2011 en Navarro, Thiel and Romero, 2012: 132 ).
En ese proceso de apropiación práctico-utilitario del paisaje, mediante la creación de enclaves turísticos y su masificación, se ha generado una derrama económica importante (Barke and Towner, 2003; Garcia and Severa, 2004; Fyhri, Jacobsen and Tømmervik, 2009; Rangel-Buitrago et al., 2013; Semeoshenkova and Newton, 2015; Sakellariou et al., 2016; Anfuso et al., 2017), pero no siempre el desarrollo regional buscado (Barke and Towner, 2003), y se han generado también una serie de implicaciones paisajísticas y ecológicas negativas (Sardá, Avila and Mora, 2005; Phillips and Jones, 2006; Lozoya, Sardá and Jiménez, 2011, 2014; Ivars i Baidal, Rodríguez Sánchez and Vera Rebollo, 2013; Rangel-Buitrago et al., 2013; Roig-Munar et al., 2013; Palazón, Aragonés and López, 2016; Iglesias et al., 2018), que han puesto en riesgo la conservación del recurso y la sostenibilidad de la actividad económica (Roig et al., 2005; Oreja Rodríguez, Parra-López and Yanes-Estévez, 2008; Roca, Villares and Fernández, 2011; Smaniotto Costa and Rocha, 2016).
Entre las implicaciones paisajísticas se tienen: pérdida del atractivo paisajístico, deterioro de la calidad estética, incremento de la ocupación de la costa, degradación y modificación del paisaje, contaminación visual (Oreja Rodríguez, Parra-López and Yanes-Estévez, 2008; Fyhri, Jacobsen and Tømmervik, 2009; Rico-Amoros, Olcina-Cantos and Sauri, 2009; Botero, Anfuso, Williams, et al., 2013; Ivars i Baidal, Rodríguez Sánchez and Vera Rebollo, 2013; Rangel-Buitrago et al., 2013; Iglesias et al., 2018).
En relación con las implicaciones ecológicas negativas, se destacan: erosión o transformación de la costa, rompimiento del balance natural de los ecosistemas, pérdida de biodiversidad, sobreexplotación de recursos, destrucción de hábitats, deterioro de flora y fauna, disminución de la línea de costa, decremento de la calidad de agua, pérdida de cubierta vegetal, presión sobre los recursos hídricos, agotamiento de agua subterránea (Barragán Muñoz et al., 2003; Garcia and Severa, 2004; Anfuso and Gracia, 2005; Sardá, Avila and Mora, 2005; Yepes and Medina, 2005; Valdemoro and Jiménez, 2006; Phillips and Jones, 2006; Demajorovic et al., 2011; Lozoya, Sardá and Jiménez, 2011; Tekken, Costa and Kropp, 2013; Ivars i Baidal, Rodríguez Sánchez and Vera Rebollo, 2013; Semeoshenkova and Newton, 2015; Sytnik and Stecchi, 2015; Palazón, Aragonés and López, 2016; Sakellariou et al., 2016; Iglesias et al., 2018).
El turismo es el factor de mayor presión sobre las costas (Sardá, Avila and Mora, 2005). Muchas zonas costeras están bajo presión básicamente por la industria turística, debido a su paisaje (Iglesias et al., 2018); de ahí la importancia de preservarlas para proteger sus recursos (Phillips and Jones, 2006). Es importante reducir el impacto del turismo e incrementar el valor escénico de los destinos donde se ubican enclaves turísticos (Iglesias et al., 2018). La pregunta clave es cómo proteger los recursos costeros mientras las tendencias de crecimiento del turismo continúan sobre las costas y cómo hacer compatible la conservación del paisaje con el desarrollo del turismo (Phillips and Jones, 2006).
En ese sentido, el conflicto de intereses entre la conservación y el desarrollo se acentúa en las costas debido a la alta competencia de usos, ya que el turismo no ve los esfuerzos de conservación como un tema que pueda beneficiarlo (Roca, Villares and Fernández, 2011). Sin embargo, es necesario garantizar la viabilidad ambiental y económica de los enclaves (Sakellariou et al., 2016) al tiempo que se conservan los paisajes que le dan sustento. La conservación de los recursos naturales y del paisaje escénico constituye la piedra angular para el desarrollo y sostenimiento del turismo (Sakellariou et al., 2016), pues “El valor ambiental del territorio es siempre superior a su valor turístico y, por tanto, la actividad turística nunca debería impedir el mantenimiento a largo plazo de los valores ambientales” (Fariña, 2003 en Navarro, Thiel and Romero, 2012: 435).
Metodología
A partir del método deductivo se analizó el modelo de enclave turístico, tomando como referencia literatura científica sobre estudios de caso del Mediterráneo y el Caribe, sobresaliendo el caso de los enclaves españoles, los cuales sirvieron de modelo para la réplica de enclaves en diferentes partes del mundo. Para el caso de México, se revisó literatura de estudios de caso en destinos tradicionales de sol y playa como Acapulco, Puerto Vallarta y Mazatlán, así como en los Centros Integralmente Planeados, entre ellos Cancún, Huatulco y Los Cabos.
Se analizó la apropiación del paisaje en los litorales mexicanos para uso del turismo como un detonador del desarrollo regional, a partir del modelo de desarrollo económico y su influencia en la implantación de enclaves turísticos, el cual asignó al paisaje y sus recursos valor de cambio para la generación de plusvalía. Asimismo, se analizó cómo la implantación del modelo de enclave ha traído consigo una serie de implicaciones ecológicas y paisajísticas que han puesto en riesgo la sostenibilidad de los destinos, siendo este último punto de vital importancia dada la contribución de la actividad turística a la economía local y nacional.
Análisis de Resultados
Apropiación práctico-utilitaria del paisaje para la creación y consolidación de los enclaves turísticos mexicanos
El impulso del turismo en México, como detonador de desarrollo regional, tuvo sus orígenes en la década de los 50’s en destinos como Acapulco, Manzanillo, Mazatlán, Puerto Vallarta, Cabo San Lucas, Cozumel e Isla Mujeres, convirtiéndose posteriormente en importantes polos turísticos de sol y playa (Talledos, 2012) y, a finales de los años 60’s, se realizan estudios técnicos en otras regiones litorales para la creación de los Centros Integralmente Planeados, replicando el modelo de enclave (Oehmichen, 2010; Baños, 2012; Talledos, 2012).
El modelo turístico mexicano se caracteriza por el impulso de ciertas zonas del país, particularmente en los destinos litorales, y por presentar el patrón denominado “enclave” (Baños, 2012). Los primeros enclaves surgen en los llamados destinos tradicionales de sol y playa, como Acapulco (Howell, 2011), bajo el modelo fordista de estandarización y producción en masa (Pelas, 2011). Estos enclaves, y los posteriores, surgen bajo la premisa de impulsar el desarrollo regional a partir de la implantación de la actividad turística, dirigida al mercado internacional en zonas marginadas del país pero con un elevado valor ambiental o paisajístico (Castillo and Villar, 2011); esta situación se observa tanto en los destinos tradicionales de sol y playa como en los Centros Integralmente Planeados.
A esos recursos ambientales y paisajísticos, principalmente de los litorales, se les ha asignado un valor mercantil, para producir destinos turísticos y reproducir el modelo de enclave (Talledos, 2012). El elemento natural es el principal patrimonio con que cuentan los enclaves turísticos (Dávila, 2014). Como señaló Carlos Tello Díaz (Tello, 2003) , “vivimos en un mundo donde si talar un bosque es rentable, se tala; si destruir el paraíso es rentable, se destruye”. Así, han surgido una serie de enclaves turísticos en el Mar Caribe, en el Océano Pacífico y en el Mar de Cortés (ver Figura 1).
Para la reproducción de estos enclaves, el Estado ha expropiado tierras bajo la figura de “utilidad pública” y ha utilizado la fuerza para legalizar la propiedad de grandes extensiones de playas (Talledos, 2012), a través de la figura del fideicomiso (Baños, 2012; Talledos, 2012). Aquellos que poseen el capital económico tienen la capacidad de utilizar el espacio, definirlo y adecuarlo a sus intereses (Oehmichen, 2010:30). El afán de ganar recursos económicos a toda costa, cueste lo que cueste, se observa en la apropiación del paisaje en los diferentes enclaves turísticos (Tello, 2003) como recurso susceptible de comercializarse (Oehmichen, 2010).
El turismo exige la puesta en valor del recurso natural y paisajístico para albergar la planta, infraestructura y equipamiento turístico (Baños, 2012), utilizando en su diseño una zonificación estricta donde se concentren hoteles, centros comerciales, restaurantes y campos de golf, separadas de las áreas urbanas (Talledos, 2012). Los enclaves de sol y playa han sido pensados como sitios de recreación turística para personas de muy alto nivel socioeconómico, y se ha aprovechado la belleza de sus paisaje, sus playas vírgenes, sus áreas selváticas, la abundancia de su naturaleza tropical (Oehmichen, 2010; Talledos, 2012), construyendo paisajes segregados y fragmentados (Castillo and Villar, 2011), creando escenarios artificiales y procesos de ocupación del litoral marino para el aprovechamiento privado (Baños, 2012).
Fonatur, mediante una visión paradisíaca y totalmente contemplativa del paisaje (Talledos, 2012) ha elegido lugares con recursos naturales sin condiciones de infraestructura favorables pero con un elevado valor ambiental o paisajístico para inversiones estatales, particulares o mixtas (Castillo and Villar, 2011), siendo muy valorados los recursos marinos y naturales (Baños, 2012).
Implicaciones ecológicas y paisajísticas de la apropiación práctico utilitaria del paisaje en los enclaves turísticos mexicanos
En esos procesos de estandarización y réplica de elementos para el diseño de los enclaves turísticos (Pelas, 2011), han surgido una serie de cambios en el paisaje costero generado por la construcción de infraestructura turística sobre la línea de costa, resultando en la destrucción de manglares, lagunas costeras, arrecifes de coral, destrucción de hábitats, degradación de ecosistemas costeros, pérdida de servicios ambientales, entre otros (Ortiz-Lozano et al., 2005;Pelas, 2011; Baños, 2012; Talledos, 2012). Un ejemplo de esto puede verse en Nuevo Vallarta con la construcción del Mayan Palace (ver Figura 2) y Cancún (ver Figura 3).
De acuerdo con Ortiz-Lozano et al. (2005) , el turismo ha ocasionado severas modificaciones e impactos en Ixtapa, Los Cabos y Playa del Carmen, mientras que ha ocasionado daños extremadamente severos en Huatulco, Mazatlán, Cancún y Acapulco. El desarrollo de grandes hoteles ha impactado dramáticamente dunas de arena y ha generado cambios en los patrones de erosión de las playas y, en un esfuerzo por mantenerlas, han sido manipulados los procesos naturales de erosión y reconstrucción (Pelas, 2011).
La transformación acelerada de tierras dedicadas a la agricultura, para convertirlas en terrenos destinados a albergar hoteles, campos de golf, centros de convenciones, tiendas departamentales, boutiques con ropa de marca, restaurantes y discotecas, así como algunos conjuntos residenciales para personas de muy altos ingresos (Oehmichen, 2010) ha generado drásticos cambios en el uso del suelo (Baños, 2012), siendo el enclave turístico, un modelo económico y territorial que genera grandes desequilibrios ambientales y territoriales (Castillo and Villar, 2011), un ejemplo de ello se observa en la Figura 4, la cual muestra la pérdida de cubierta vegetal en Cancún en un período muy corto.
Dicha situación se observa tanto en los enclaves turísticos desarrollados de manera espontánea en la costa del pacífico y del golfo de México (Acapulco, Puerto Vallarta, Manzanillo), como el de los centros integralmente planeados de los años setenta y ochenta (Cancún, Ixtapa, Loreto, Los Cabos y Bahías de Huatulco) (Castillo and Villar, 2011); sitios en donde ha sido necesaria la destrucción de un espacio para producir otro (Talledos, 2012).
El desarrollo de enclaves turísticos bajo la modalidad de sol y playa ha generado fuertes impactos visuales en las costas, además de la formación de escenarios exclusivos accesibles a las élites (Hernández, 2010). Las transformaciones del espacio han sido considerables debido al crecimiento urbano, la expropiación de tierras ejidales, el impacto ambiental, originando nuevos paisajes (Valenzuela y Coll-Hurtado, 2010). Al igual que en otras partes del mundo, los enclaves turísticos han mostrado deterioro ambiental (Blázquez, Artigues e Yrigoy, 2015).
Conservación del paisaje y la sostenibilidad de la actividad turística en los enclaves mexicanos
El mal manejo de las actividades turísticas en los enclaves turísticos ha generado la destrucción de la biodiversidad (Flores, Aguirre, Flores y Guardado, 2010), disminución de especies (Almeida, 2010; Hardiman y Burgin, 2010; Pérez et al., 2009) y perturbaciones sobre flora y fauna (Almeida, 2010; Benavides y Fraga, 2014; Kerbiriou, Leviol, Jiguet y Julliard, 2008). La desaceleración de enclaves como Puerto Vallarta y Acapulco ha surgido como resultado de una disminución en la pérdida del atractivo (Baños, 2012) debido a la sobreexplotación del recurso.
La política económica de la costa mexicana ha privilegiado la ganancia inmediata más que una gestión integral de mediano y largo plazo, por ello los enclaves turísticos presentan serios problemas ambientales (Pérez-Campuzano and Santos-Cerquera, 2015: 296 ). Cuando la franja litoral se conservaba sin edificar, la flora y la fauna del sitio se mantenían en su estado natural, pero con la transformación para uso turístico, dichas especies fueron desplazadas (Baños, 2012).
La belleza y el clima del lugar hacen que los visitantes lleguen y que muchos de ellos regresen (Sarmiento, 2017). La calidad del atractivo paisajístico es determinante no solamente para la decisión de crear un enclave turístico, sino para su elección por parte del visitante. La pérdida del atractivo influye en los flujos turísticos y éstos en la derrama económica (Torruco and González, 2012).
Discusión
El modelo de enclave turístico mexicano ha atendido a una política económica internacional que ha buscado en el turismo una vía para el desarrollo de zonas económicamente deprimidas. El Estado mexicano se ha apropiado del paisaje de manera práctico-utilitaria, al seleccionar los sitios con mayor riqueza biológica y paisajística que pudieran garantizar el éxito económico de los enclaves. Se han replicado los mismos elementos en los diferentes destinos, y esa réplica ha generado la modificación del paisaje y la pérdida de servicios ambientales, derivando en algunos casos en la pérdida del atractivo al sobreexplotarse el recurso. En enclaves como Cancún y Nuevo Vallarta, la fisonomía del paisaje ha sido altamente modificada, resultando imposible devolverles a estos territorios la fisonomía anterior.
Phillips y Jones (2006) señalaron que la pregunta clave es cómo proteger los recursos costeros mientras las tendencias de crecimiento del turismo continúan sobre las costas y cómo hacer compatible la conservación del paisaje con el desarrollo del turismo. En España, por ejemplo, se ha suspendido la expedición de licencias en Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote para la construcción de nuevos establecimientos turísticos (Oreja Rodríguez, Parra-López and Yanes-Estévez, 2008). Recientemente destinos como Barcelona han lanzado una campaña en contra del turismo de masas bajo la consigna “Tourist Go Home” (Prensa Asociada, 2017) como consecuencia del crecimiento descontrolado de dicha actividad.
En México, Baños (2012) sugiere la creación de políticas que promuevan el control de la expansión urbana y regulen el mercado de suelo, incorporando instrumentos de planeación urbana específicos para el litoral y controlando la especulación del suelo. Un hecho claro es que el modelo de enclave conlleva la modificación del paisaje y la sobreexplotación de los recursos, al tratarse de un modelo expansivo, de alta densidad, y que en el caso de México y de otros países, como España, se trata de destinos ofertados al turismo masivo; contrario a algunos enclaves de las islas del Pacífico cuya verdadera exclusividad los restringe a un reducido número de visitantes, lo que a su vez limita el impacto.
Restringir el número de visitantes en enclaves diseñados para recibir un turismo masivo resultaría contraproducente, pues incidiría en la disminución de la derrama económica que se desea captar y dejarían de ser rentables. Tampoco se considera viable la reconversión de enclaves cuya vocación ha sido ser destinos masivos de sol y playa. Pero lo que sí podría ser factible es trabajar en su sostenibilidad, construyendo enclaves resilientes no solamente ante los efectos adversos del cambio climático, sino principalmente ante los efectos adversos derivados del mismo modelo de desarrollo, restringiendo los permisos de construcción de más infraestructura turística, para el caso de Cancún, por ejemplo, y los cambios de uso de suelo.
Conclusiones
A partir del desarrollo del turismo se ha impuesto vocación turística a sitios con gran riqueza paisajística y biológica, mediante una apropiación práctico-utilitaria de los recursos. Este modelo de desarrollo turístico ha generado derrama económica importante para los inversionistas y desarrolladores turísticos, así como las cadenas hoteleras internacionales; por tanto, es un modelo de desarrollo que se sigue promoviendo, pese a haberse demostrado que las comunidades locales no han sido altamente beneficiadas por el desarrollo de esta actividad, y que la serie de implicaciones paisajísticas, ambientales, territoriales, sociales, económicas y culturales dejan manifiesta la ausencia de planeación, o la falta de visión que beneficie a las comunidades locales.
Se ha observado que el paisaje es un recurso muy valioso e importante para el desarrollo del turismo y, particularmente, para los enclaves turísticos, convirtiéndose en un factor determinante para la elección de los sitios en los cuales llevar a cabo estos desarrollos turísticos. El turismo se ha apropiado de los paisajes y, en ocasiones, ha creado paisajes nuevos en los territorios donde se crean enclaves turísticos; un ejemplo muy significativo es Cancún, un sitio creado ex profeso para el desarrollo del turismo. La principal apuesta por parte del gobierno federal, los gestores, inversionistas, desarrolladores y promotores turísticos sigue siendo el desarrollo de enclaves turísticos de sol y playa, al ser el modelo más rentable.
Respondiendo a la pregunta planteada al inicio de este documento de si es posible que un turismo caracterizado por la expansión a gran escala y la masificación, basado en la explotación del recurso ‘paisaje’ de sol y playa, sea compatible con la conservación del recurso y la sostenibilidad de la actividad turística, mientras se realiza una apropiación práctico-utilitaria del paisaje, se podría señalar que no es una tarea sencilla; sin embargo, sería posible en la medida en que se comprenda que la conservación del recurso ecológico y paisajístico es el pilar para seguir manteniendo el desarrollo de la actividad en óptimas condiciones. Es preciso comprender la interrelación entre calidad del recurso y elección del destino pero, sobre todo, el valor ecológico del recurso, más allá de su valor económico.
La transformación del modelo turístico debe atender no solamente a los intereses de unos cuantos, sino a la participación de varios actores sociales, de entre los que debieran destacar las comunidades locales, poseedoras legítimas de los recursos. Asimismo, es necesaria la valoración no solo económica, sino ambiental, social, cultural e histórica de los recursos ambientales y paisajísticos, y la búsqueda del equilibrio entre una explotación sustentable de recursos y su conservación. En ese sentido, se plantea la necesidad de realizar estudios desde la visión de las ciencias del paisaje que considere el modelo de desarrollo turístico, la apropiación paisajística, el valor ecológico y estético de los recursos y la sostenibilidad económica de la actividad.