Introducción
Comparar construye cotidianidad, motiva cambios en los individuos, sociedades e instituciones, es un motor de reflexión permanente. Desde las ciencias sociales, la comparación se proyecta a la sociedad como un todo, como la suma de sus miembros, desde su integralidad y asumiendo el divorcio entre la conciencia individual y social (Durkheim, 1895:24). En esta misma dirección, que no es sino el camino a la cientificidad y objetividad, los fenómenos sociales se desvisten de religiosidad, moral y metafísica para ver a los hechos sociales como cosas (Durkheim, 1895: 9), es decir, tratados como cosas materiales y observados con una determinada actitud mental (ibid.: 21). En pocas palabras, se busca llegar a la realidad objetiva de los hechos sociales (ibid.: 31). Esta es la base sobre la cual se erige el método sociológico, cuyo objetivo es lograr resultados prácticos, que en el caso de la política pública, se traduce en la capacidad de incidir en las estrategias estatales para evaluarlas, adaptarlas e innovar.
El ámbito de la política pública coincide perfectamente con el campo de la sociología que Durkheim dibujó. Es la cosa social la que se presenta como su objeto de estudio. Sin embargo, no puede pensarse en el objeto sin el método, ya que éste último es una ciencia inseparable de su objeto y, en esta medida, dos métodos distintos hablan de dos objetos de estudio, dos formas distintas de definir al objeto (ibid.: 8). El ejercicio de comparar no se define por el objeto de estudio sino por el método (Lijphart, 1971); dicho en otras palabras, es el método el que define el objeto y no a la inversa. Desde esta perspectiva, cabe entender a la sociología comparativa no como una rama de la sociología sino como la sociología misma, en la medida que deja de ser puramente descriptiva y aspira dar cuenta de los hechos (Durkheim, 1938: 139, cit. en Santori; 2002), hasta construir (o destruir) hipótesis y conceptos. La relevancia para la política pública subyace en que el método científico es inevitablemente comparativo (Lasswell, 1968: 3; cit. en Collier, 2002: 51) y consecuentemente, su aplicación involucra ventajas de aprendizaje y de costos (políticos y financieros) en el corto y largo plazos.
El objetivo de este artículo es presentar al método comparado, sus debilidades, oportunidades y fortalezas partiendo de la premisa de que se constituye en parte inherente del ejercicio de la investigación y del análisis de la política pública. Esta delimitación implica entender a la política pública como una teoría o hipótesis que desvela su alcance sólo a partir de la implementación y en esa medida, adopta como característica la capacidad de prueba (testability) o verificación que nos permite evaluarla, desecharla o transformarla. Por ello, la pregunta no es si método comparado o no, sino el grado de rigurosidad del método para el análisis de la política pública como la base sobre la cual se cimientan procesos permanentes de innovación.
La literatura existente presenta más áreas de confluencia que de divergencia a la hora de definir aspectos fundamentales del método. Este artículo pretende ser un aporte para vincular la teoría con necesidades cotidianas de investigación; un canal de comunicación que sirva para evaluar, tomar decisiones y actuar. Esta sistematización busca ser un canal de comunicación entre la academia y la vida. Por lo tanto, asumir como académica la responsabilidad de aportar en temas que abonen las decisiones en política pública y no solo criticar y debatir sobre teorías y conceptos. La academia tiene la capacidad de transformar a la sociedad y, por ello, las respuestas metodológicas deberían emanar de ella. A continuación, se delimita el alcance del método; posteriormente se presenta un procedimiento para su implementación, y finalmente, establezco su relevancia para el diseño y evaluación de la política pública.
Método comparado: alcance
El método comparado se refiere al estudio de estructuras macro sociales y específicamente a los estados como unidad de observación por excelencia (Barns, 2003:426; Ragin, 1987). El siglo XX presenció la multiplicación de Estados, un fenómeno que conjuntamente con una creciente participación habrían desembocado en lo que Sartori (2011) define como “la expansión de la política”. Existen en el mundo 194 países que triplican a los 80 estados existentes en 1916 (Sartori, 2011:30). Aunque divididos por fronteras físicas, el acceso a la información y el internet han generado una dimensión virtual con una aparente libre circulación. En este contexto los criterios de costos para la investigación que otrora primaron para la definición del método pasan a un segundo plano, evidenciando la necesidad de equiparnos con herramientas que nos permitan navegar en el mundo de las comparaciones globales para enfrentar la complejidad.
En un proceso de globalización en maduración, la comparación es una estrategia permanente de intercambio de experiencias e innovación de la política pública que se propicia a través de las mejores prácticas y también de las peores, para la (re)formulación de la política nacional y además como instrumento de rendición de cuentas (accountability). Por otro, servirá de instrumento de evaluación para las políticas locales y nacionales en la perspectiva mundial (Brans, 2003: 424). En ambos casos, el valor agregado que conlleva el método es la comprensión de las diferencias culturales y contextos para la edificación de políticas públicas relevantes y pertinentes en un mundo cada vez más transnacional.
Desde esta visión, el método comparado no sólo es un insumo para la política nacional sino para el control de las teorías de relaciones internacionales y de la política internacional. Más aún, es un mecanismo de difusión de los procesos de la política (Landman, 2004: 249). De la institucionalización y propagación del método tanto en la vida pública como en la academia, dependerán políticas y regímenes internacionales sostenibles; de otra forma, “la política comparada global está amenazada por un creciente popurrí de informaciones dispares, poco acumulables y probablemente engañosas” (Sartori, 2011: 42). Este resultado se deriva en gran medida del divorcio entre la academia y la política pública que restringe la posibilidad de contar con expertos comparativistas equipados con los conocimientos para implementar el método y generar una plataforma de intercambio permanente.
La lógica detrás de esta realidad, es que las técnicas que incorpora el método requieren de un set integral de destrezas (skills) del investigador que conjuga la teoría y experiencia empírica. Ésta sería la toga del nuevo cientista social, una que rompe con la división tradicional entre conocimiento nomológico e ideológico, es la bisagra entre ambos mundos. La ruptura metodológica y conceptual entre estas clasificaciones de investigadores ha profundizado sus debilidades.
Por un lado, aunque mayoritarios, los empíricos o idelógicos sólo se concentran en la actualidad política y su trabajo es una descripción, se podría decir histórica, de los fenómenos políticos culturalmente relevantes que no apunta hacia la refutación de teorías científicas o a la tan ansiada generalización. Las explicaciones son locales y definidas en tiempo y espacio con tal especificidad que sólo pueden ser aplicadas al caso desarrollado (Panebianco, 2002:86). La mayor parte de hacedores y decisores de política pública son ideológicos y, sin embargo, sobre sus hombros recae la responsabilidad de definir las estrategias gubernamentales que inciden en la vida de poblaciones enteras. La negligencia de la academia y la falta de difusión de instrumentos de análisis y metodologías, tienen un alto costo de oportunidad para las poblaciones afectadas por una política pública que parte de la ignorancia y un parroquialismo inadvertido de quienes la diseñan.
En la otra esquina están los teóricos o nomológicos que persiguen como fin último la acumulabilidad del saber politológico que se reconoce a través de una jerga que se convierte en lingua franca y pasaporte a un club élite. Sus esfuerzos se encaminan a fortalecer teorías sin el aval del mundo empírico (Panebianco, 2002:83). La repercusión de esta mirada en el mundo académico ha aislado en una especie de claustro a esta élite, aséptica de la mundanidad de la realidad, mientras que ha dejado a los decisores huérfanos de pensamiento estratégico que responda a las necesidades de la sociedad. Panebianco (2002: 91) resume la crítica más voraz contra este grupo al afirmar que el conocimiento no es un objetivo sino un medio. Los comparativistas, por lo tanto, son el puente que une las potencialidades de ambos grupos, las licua y obtiene estudios de caso que apelan a la teoría y a la experiencia.
Esto de ninguna manera significa la emergencia natural de un nuevo grupo de investigadores, sino que resalta la necesidad de un conjunto de científicos y profesionales con un entrenamiento específico que conjugue las herramientas de las dos esferas y las potencialice. De ahí la relevancia de una metodología que haga viable el análisis de la política pública. No se trata solamente de ‘un acuerdo que zanje las diferencias de la argumentación’, como plantea Panebianco (2002: 94), sino de una tendencia progresiva por responder a las necesidades crecientes de la sociedad y su complejidad desde una perspectiva multifuncional (Brans, 2003: 424). Así, este trabajo responde a este contexto con una metodología explícitamente concebida para comparaciones entre países, y que sin embargo se presenta como una herramienta con el potencial para servir a cualquier otra comparación entre gobiernos subnacionales, por ejemplo, beneficiándola de las bondades del mismo con la posibilidad de aplicar la gama de técnicas que el método involucra.
Antes de continuar me permito establecer dos prácticas que corrompen al método. La primera es la definición de comparación de la academia americana que establece la diferencia entre la política americana entendida como política interna y la política comparativa utilizada para “otros países”, en general, para uno solo (caso) (Sartori, 2002: 30). Éstos son los comparativistas de la escuela americana o americanistas. La crítica radica en el entendido de que comparar es confrontar una cosa con otra (Sartori, 2002: 31); sin embargo, es método en la medida que coteja dos realidades distintas y con ello regresamos a entender que la comparación no es descripción, es una evaluación, una confrontación con consecuencias entre la empírea y la teoría, el control de la validez universal de una ley (Sartori, 2002: 31). Al no hacerlo, se corre el riesgo de reducir el ejercicio a intentos parroquiales sin mayor trascendencia. Por ello, es crucial entender que el método es transversal a la definición, diseño e implementación de la investigación, es decir, no es un capítulo o las conclusiones, sino el hilo conductor del análisis.
La segunda práctica es aquélla en la que se asume que uno de los criterios para optar por el método comparado singular o de pocos casos (de un N pequeño), es la escasez de tiempo y recursos financieros (Lijphart, 1971; cit. en Collier, 2002: 54). Esta perspectiva constriñe la razón de ser de la investigación. El método se define con relación a los objetivos y no a la inversa, sería sobreponer el cómo al qué. El número de casos que se tomen en consideración, si bien dependerán de los recursos con los que cuente el investigador, este aspecto no será el definitorio a la hora de seleccionar el método. Por el contrario, la complejidad de los problemas, la dificultad y, en algunos casos, la imposibilidad de crear indicadores válidos para conceptos ejes en contextos diversos, puede desembocar en el estiramiento conceptual (Sartori, en Collier, 2002: 60) y con ello en el debilitamiento del sustento teórico, esqueleto de la investigación.
Estos dos problemas constituyen el núcleo del argumento de varios autores (Eckstein, 1975, cit. en Landman, 2004: 28; Lichbach y Zuckerman, 1997) quienes diagnosticaron que la comparación previa adolecía de varios problemas y conllevó al desarrollo del método comparado y su tecnificación. Sartori (2011: 77) advierte “que nos hemos embarcado en una vasta empresa comparada sin tener un método comparado, y por ello sin el adecuado conocimiento metodológico e incluso lógico”.
Así, este trabajo recoge importantes aportes y debates desarrollados desde la década de los sesentas, pero se concentra en los aportes que surgen a finales del siglo XX y en lo que va del milenio. Si bien las primeras comparaciones pueden remontarse a Aristóteles, el objetivo de este artículo no es la revisión de aquellos trabajos enmarcados en un contexto ajeno al actual, sino la sistematización de los aportes para la implementación efectiva del método para el análisis de la política pública.
Operativizar el método requiere, en primera instancia, entenderlo como una práctica cotidiana y por lo tanto intrínseca a la política pública. De ahí la necesidad de descubrirlo del halo de misterio que lo rodea y que limita su accesibilidad. Un segundo paso, es valorar al método como la estrategia para potencializar los recursos en beneficio de la sociedad, no solamente como un ejercicio científico sino como un mecanismo de transformación social. En tercer lugar, cabe entender una política pública como una hipótesis que se somete a prueba a través del método para evaluar si tiene la capacidad de viajar a diferentes destinos y adaptarse a la geografía y rasgos culturales del mismo. Finalmente, asumir el método es un tema de actitud, de humildad y responsabilidad. Mientras los académicos van en busca de grandes teorías, es decir de que sus hipótesis lleguen a adquirir un valor generalizante similar a la ley (law-like), un espécimen en peligro de extinción; los decisores se debaten con limitados recursos y la necesidad imperante de generar políticas a toda costa. El resultado es que ambos acuden casi de forma exclusiva a la estadística, limitando la posibilidad de políticas sólidas. Desvelar el alcance real del método para comparar es lo que dará viabilidad a la “nueva política comparada” (Sartori, 2011).
Hasta aquí se ha definido qué es el método comparativo. Sin embargo, éste es apenas el primer paso del marco metodológico que le corresponde. El siguiente peldaño es definir el método secundario, es decir, si la investigación va a ser cuantitativa o estadística;1 cualitativa o histórica, o mixta. Cabe aclarar que para varios autores el método comparativo es tal, en la medida que no es cuantitativo o involucra muchos casos. Esta concepción ha cambiado pero vale la aclaración para evitar confusiones a la hora de revisar bibliografía. Aunque para algunos autores el sincretismo metodológico equivale a anarquía (Panebianco, 2002:95); los objetivos del proyecto pueden requerir de una combinación de ambos en la medida que sean mecanismos para alcanzar explicaciones causales y llegar a generalizaciones provistas de poder explicativo (Sartori, 2002) que provengan como consecuencia del control de la hipótesis.
¿ Cuali o cuanti ?
Con el fin de guiar al lector en los bemoles de cada método, comienzo por aclarar que una comparación entre éstos es plausible por ser mutuamente excluyentes. Sin embargo, este ejercicio no puede restarle validez a uno u otro. Por ello, cuando Panebianco califica al método comparativo como una variante más débil y menos fiable del método estadístico (Panebianco, 2002: 98), confunde al investigador ya que el método está definido por el objetivo y, en esta medida, se adapta para responder a la pregunta de investigación o hipótesis. Otros autores (Frendreis, 1983, cit. en Sartori, 2002:35; Ragin, 1987) sostienen todo lo contrario, es decir, que el método estadístico está sobrevalorado y que el método comparado es superior por muchas razones. Lijphart (1971: 685) considera a éste como el primer paso hacia el análisis estadístico lo cual puede ser bastante cuestionable si partimos de los objetivos mismos de la investigación. Panebianco abre la comunicación entre ambos métodos, al establecer que buenas comparaciones estadísticas mejoran las probabilidades de buenas comparaciones históricas (Panebianco, 2002: 99). Ragin cierra la duda alrededor de los métodos mixtos explicándolo como mecanismo de control y complemento el uno del otro, es decir, el método cualitativo consolidará los resultados del cuantitativo y viceversa (Ragin, 1987: 17).
Podríamos iniciar la inmersión a los métodos secundarios, con la afirmación de Ragin de que la diferencia entre investigadores cualitativos y cuantitativos radica en que los primeros ven a los casos como un todo (wholes) mientras los segundos los perciben como la suma de características o configuraciones de variables (Ragin, 1987: xi). Sin embargo, el autor aclara que se ha exagerado en los contrastes de ambas estrategias. Esto se debe principalmente a que el todo (wholes), es un constructo, es decir, la suma de una combinación de características, una constelación paralela a la configuración de variables (Ragin, 1987), más aterrizadas a la realidad y, consecuentemente, menos abstractas. El punto de ruptura es el grado de complejidad que se busca. Es decir a mayor complejidad menor capacidad de generalizar y lo mismo es cierto a la inversa. La decisión del método secundario depende de esta definición y de establecer cuál es la escala de abstracción (o complejidad) en la que esperamos que los conceptos a utilizarse se ubiquen para llegar a los objetivos de la investigación. Sartori (2011) define tres “bandas o zonas de altura”: alto nivel de abstracción, nivel medio de abstracción y bajo nivel de abstracción.
La primera se caracteriza por incluir conceptos con un grado de universalidad que trasciende la geografía o la historia, en palabras de Sartori, es omnitemporal. La comparación en esta “banda” se refiere a aquella entre áreas, contextos heterogéneos, que desembocaría en teorías globales. Este nivel explica más y describe e informa menos (Sartori, 2011: 57) y se caracteriza por muchos casos (N grande) que se analizan de forma cuantitativa. La comparación estadística a pesar de haber sido la precursora de los estudios comparados transnacionales y haberse debilitado, vuelve a ganar relevancia por el creciente acceso a información global con estándares internacionales que garantizan su calidad. La segunda involucra conceptos generales pero no universales, sino conceptos de clase que se aplica a comparaciones intra-área, en contextos homogéneos y logra una teoría de medio alcance. Para Lijphart (1971: 684) el método comparado se asemeja al método estadístico en todos los aspectos excepto uno: el número de casos. El método comparado se caracteriza por el análisis de pocos casos (N pequeño), por lo menos de dos. La tercera involucra el uso de conceptos ideográficos y conceptos configurativos aplicados al análisis del caso único que resulta en una teoría de corto alcance (Sartori, 2011: 56). Sin embargo, un solo caso tiene el potencial de consolidarse como la excepción a una teoría de alto nivel. La Gráfica 1 resume estos dos factores con claridad.
Definir una escala al inicio de una investigación y asumirla como inamovible es irreal, por ello cabe siempre revisar cómo responden los conceptos seleccionados al método en el desarrollo de la investigación y en relación con el acceso a información que se logra en el transcurso de la misma. Este paso es establecer un pasaporte que permite que los conceptos puedan aplicarse o viajar en todos los casos estudiados con la misma rigurosidad, sin estirarlo para que se adapte al caso. Para Sartori (2011: 80), la escala de abstracción introduce orden, previene el estiramiento de los conceptos que resulta en falacias y evita “ambiciones irreales, excesivas y mal planteadas”. Una vez resuelto este dilema, se puede establecer con números de casos, lo que corresponde a cada nivel de abstracción.
Si bien me he adelantado a la definición del método cuantitativo o cualitativo, lo que precede a esta decisión es la definición de los objetivos de la comparación. Algunos autores (Panebianco 2002; Landman, 2004) resumen a los objetivos de la comparación en cuatro: contextualizar, clasificar, controlar hipótesis y predecir, pero los objetivos dependen de cada categoría y se repiten con sus respectivas especificidades en varias de ellas (Landman, 2004; Hague, 2007). Sólo la construcción de un conocimiento crítico a través de la lectura nos permite erigir una estructura teórica sólida o hipótesis (Morlino, 2002). Estas últimas no tienen que ser inéditas sino que pueden ser tomadas de estudios ya desarrollados sobre el tema seleccionado. Definir el curso de la tesis require un conocimiento vasto del estado del arte.
Los objetivos de cada tipo de comparación pretenden aclarar el proceso de definición del método. Sin embargo, la guía inicial para definirlo será la identificación del problema de investigación y los objetivos de la misma. ¿Cómo llegar a ellos? A continuación se explica el número de casos y qué conlleva esta definición. El fin es aclarar el alcance del número vis à vis los objetivos, conceptos y técnicas a utilizarse, es decir, es una decisión sobre el todo que no deviene sino del análisis de cada elemento y su viabilidad en relación con el resto.
Método del estudio de caso
En primer lugar, abordo el estudio de un solo caso o Método del estudio de caso. Éste ha merecido un debate profundo en la medida que si partimos del axioma que comparar es confrontar una cosa con otra, para algunos autores esta categoría no cumple el requisito. Sin embargo, lo cumple una vez que se establece que es una medida de control “crucial” (Sartori, 2002: 45) para comprobar leyes universales o intermedias. Es decir, el objetivo del caso es comparar para validar o falsear una teoría, fabricar una hipótesis o explicar los casos de excepción a generalizaciones provenientes de la aplicación del método estadístico. Es un caso frente a la teoría con el poder de cuestionarla, no de falsearla pero si de debilitarla y, con el potencial de abrir un camino hacia una nueva hipótesis. Vale tomar en cuenta que las generalizaciones se decoloran cuando prestamos atención a los casos individuales (ibid.: 44) y este es el gran aporte de los estudios de un caso y la oportunidad que tiene el investigador que opta por este nivel de abstracción. Para los decisores, el estudio de caso se plantea como la posibilidad de evaluar la capacidad de transferencia de una política que funcionó en algún rincón del mundo con el potencial de réplica en nuestro lugar. La descripción y el análisis a profundidad determinarán si una política es replicable en otro contexto político, social y cultural, o no.
El estudio de caso puede además establecer la metodología para completar el proceso de verificación de la ley a posteriori y privilegia la densidad, un verstehen2 en profundidad (Sartori, 2002: 43). De hecho, el distintivo de esta categoría es la descripción densa del contexto. Es clave entender que la densidad no implica que un estudio de caso pueda tener varias observaciones, por ejemplo, las elecciones en un periodo (Landman, 2004), sino que la comparación en este caso es de un fenómeno en un periodo extenso o en distintos periodos (Bartolini, 2002:122). Para explicar con sencillez, retomo la perspectiva de Eckstein (citado en Landman, 1975: 28), para quien el estudio de caso es un equivalente a los estudios clínicos en medicina donde los efectos de un tratamiento se examinan extensivamente. Su relevancia, sin embargo, radica en que son los ladrillos con los cuales construimos nuestra comprensión del mundo político (Hague, 2007:90).
Existen cinco tipos de estudios de un solo país o caso (n=1): representativo, prototipo, arquetipo, crítico y el caso excepción. El primero es el típico de una categoría. El caso prototípico es aquel con el potencial de convertirse en representativo. El caso arquetipo crea una nueva categoría mientras el crítico se desarrolla en un contexto tan adverso que si funcionó en éste, puede funcionar en cualquier otro. Finalmente, la excepción a la regla (Hague, 2007). Cualquiera de estas clasificaciones responde a la definición del estudio de caso de Yin (2003: 13) quien lo define como “una indagación empírica que se concentra en un fenómeno contemporáneo enmarcado en su contexto de vida real y que responde especialmente a aquellas situaciones donde los límites entre el fenómeno y el contexto no son evidentes”. El móvil para optar por este método es el interés de cubrir el contexto o contar con más variables que observaciones. El método del estudio de caso no es equiparable con el método etnográfico o las observaciones de los participantes del fenómeno (Yin, 2003).
Aunque la mayoría de autores definen el estudio de caso como un ejercicio descriptivo, esta clasificación denota una mirada jerárquica y descubre el sesgo que favorece a la estadística en detrimento del estudio de caso y del N pequeño. Adopto la visión de Yin (2003) en la que rompe esta visión y asume un estudio de caso como un medio para explorar, describir y/o explicar o las tres a su vez. La “Crisis de los misiles en Cuba” de 1962, de Graham Allison (1971), es seguramente el caso más sonado de todos los tiempos. Este caso se enmarca en las relaciones internacionales de EUA y desvela a través de la descripción densa de los hechos que incluye horas y días para explicar los procesos decisorios; las burocracias, la psicología individual y de grupos que se evidenció en cada decisión. Varios autores definen al método cualitativo como la herramienta idónea para abordar procesos, no sólo de medir el fenómeno sino de entenderlo desde su interior.
Entre las técnicas del estudio de caso están la entrevista, la observación directa, la observación de los participantes, documentos, cuestionarios, análisis de archivos e históricos, entre otras técnicas. Por ello, el objeto de estudio es un fenómeno contemporáneo y no histórico. Las preguntas que guían la investigación del estudio de caso son primordialmente para Yin, ¿por qué? o ¿cómo? La definición de la pregunta es la que define la unidad de análisis, el caso. Si las preguntas son demasiadas o vagas, no podrán definir la unidad de análisis (Yin, 2003). Aunque el estudio de caso y sus técnicas son cualitativos, cabe hacer hincapié en que esto no excluye el uso de técnicas de colección de datos cuantitativos también, nunca exclusivamente. Esto cobra relevancia a la hora de decidir replicar una política pública. Un modelo estadístico puede ser el inicio de una argumentación hacia la toma de decisiones más no el único argumento porque presenta los resultados, más no los elementos que permitieron obtenerlos.
El estudio de caso como método de uso sistemático para la política pública es crucial en la medida que se convierte en una práctica cotidiana para las decisiones. Por ello, me permito brevemente recoger los aportes de Cartwright y Hardie (2012), así como, el estudio de caso de Harvard. El primero porque hace recomendaciones para el análisis de casos para la política pública y el segundo, por ser el método más utilizado en las mejores universidades del mundo. Christopher Columbus Langdell, decano de Derecho (1870-1895) de la Universidad de Harvard, desarrolló esta metodología como mecanismo para sistematizar y simplificar la educación a partir de casos reales que pudieran conectar la doctrina y principios con la realidad. La Escuela de Negocios adoptó la metodología en 1920 y la Escuela de Medicina en 1985. Hoy en día, su uso en la enseñanza es generalizado en centenares de universidades del mundo. El fin de preparar a los estudiantes para el mundo de la práctica, es decir para “diagnosticar, decidir y actuar”3 a través del análisis y debate desde diferentes perspectivas. Éste es el espíritu que debe fomentar la investigación científica y las decisiones de política pública: el análisis. A continuación recupero los puntos de cada uno que pueden apoyar la evolución de un estudio de caso para la política pública.
El método harvardiano, como cualquier otra tesis, parte de la identificación del problema y éste debe ser presentado de tal forma que una organización puede accionar sobre éste. Así, el problema debe ser presentado de forma sucinta en un párrafo y tiene que ser enfocado desde su relevancia estratégica y no operacional ni táctica. Para definir si un problema es estratégico o no, bastaría plantear la pregunta de ¿qué pasaría en tres o cinco años si el problema no ha sido abordado? A este primer paso, le sigue la identificación de tres escenarios potenciales: el ideal, el satisfactorio y el peor. Todo esto en un párrafo o menos. De esta forma se plantea la relevancia de la investigación. Una vez entendido el problema y su relevancia, el caso requiere de un set de alternativas que son estratégicas y exclusivas. Esta sección del caso requiere no sólo de descripción sino de las ventajas y desventajas de la opción. Muchas investigaciones plantean la problemática y su relevancia que es un ejercicio válido. Sin embargo, para ir más allá, el investigador puede hacer recomendaciones sobre la selección de una de las opciones después de presentar los criterios sobre los cuales toma esta decisión pero además el curso de acción y los objetivos a seguir en un marco de tiempo y objetivos específicos medibles, costos y beneficios. El procedimiento sugiere el involucramiento del sujeto en su objeto de estudio dado su conocimiento.
En esta misma línea, Cartwright y Hardie (2012) parten de la pregunta ¿cómo definir si una política que funcionó allá funcionará aquí? Los autores plantean su proceso de análisis como la recolección de evidencia que permita definir la efectividad de una política o estrategia en tu lugar, es decir, elevar el estudio de caso a una acción a partir de las recomendaciones y análisis del investigador. Esto requiere de una mirada crítica que pueda discernir cuándo un hecho o dato adquiere el valor de evidencia. Esto es cierto en toda investigación. La construcción del argumento no es sino la suma de subargumentos que deben desembocar al unísono en una conclusión casi obvia, sin dejar espacios en blanco.
La evidencia que buscamos en el caso de la política pública y su transferencia es la causalidad, es decir, saber que una acción o política causó una mejora en el resultado esperado. Sin esta relación, la premisa pierde relevancia y la posibilidad de proyectar efectividad se desvanece. En general, las causas no actúan solas sino en equipos (ibid.: 51) y si se hacen diferentes combinaciones de causas, lo más probable es que las contribuciones difieran. En definitiva, se trata de pensar en la política como uno más de los ingredientes que arrojaron tal o cual resultado y no como única variable. El ejercicio radica, por lo tanto, en descubrir el resto de la receta y argumentar la relevancia de otros factores que pueden constituirse en relevantes a la hora de analizar una política pública.
El N pequeño
En segundo lugar, reconstruyo la comparación de pocos países o N4 pequeño. Me rehúso a llamarlo Método comparado como lo han hecho otros autores (Lijphart, 1971;Collier, 2002; Landman, 2004), en la medida que desintegra las categorías y absorbe la inmensidad del método. Para muchos autores esta categoría es el punto intermedio entre el estudio de un caso y la comparación de muchos países (Collier, 2002: 56). Yo estaría de acuerdo dependiendo de la dirección, ésta es una autopista con varios sentidos. Si se refiere a ir de N grande a N pequeña, tiene lógica por entender a la estadística como un paso ineludible en el proceso de definición del tema de tesis o del o los casos. Sin embargo, no veo que ir de N pequeña requiera llegar a N grande, no desecho la posibilidad pero tampoco se puede pensar que es el camino para llegar allá, es verla como un estadío sin serlo, porque responden a objetivos distintos. Asimismo, me atrevo a afirmar que si la metodología de un estudio de caso se construye con celeridad y los resultados lo evidencian, ésta puede reproducirse en un N pequeño.
El N pequeño difiere del estudio de caso ya que al comparar utiliza conceptos aplicables a más de un país de estudio, conceptos con la capacidad de viajar (Landman, 2004: 26; Brans, 2003:426). Esto es cierto también para la comparación de muchos países. La diferencia entre ambos radica en que los conceptos aplicables a una vasta gama de casos suelen ser más abstractos y, por lo tanto, ejercen menor atracción de los estudiosos. Mientras tanto, los conceptos más interesantes tienen poderosas razones para concentrarse en relativamente pocos casos (Collier, 2002:60). Los estudios con una muestra pequeña de países pueden también demostrar los límites de la información globalizada, la que se difunde mediante canales de organismos internacionales (Banco Mundial, ONU, etcétera) e incrementar nuestra comprensión de los procesos políticos y eventos en lo local (Landman, 2004: 245). En este sentido, las preguntas que se prestan mejor a la comparación son más generales e involucran a instituciones, grupos sociales y normas enmarcadas contextualmente (Morlino, 2002:16).
El N pequeño amplía los criterios de evaluación y busca la confrontación sistemática de explicaciones rivales durante un periodo (Collier, 2002: 56, 61). De la misma forma, las posibilidades del objetivo del método se multiplican y por lo tanto establecen nuevos criterios para la selección de la metodología. En primer lugar, y al igual que en la primera categoría (un caso), el objetivo puede ser el control de la teoría y la generación de hipótesis a la vez (Verba, en Collier, 2002); se logra mediante un examen sistemático de la covariación entre los casos. Sin embargo, un objetivo alterno paralelo deja el control y la hipótesis, y plantea como su núcleo la demostración de la teoría, es decir, testear conceptos y categorías en un conjunto de casos, para desembocar en la elaboración de teorías de las relaciones internacionales. Finalmente, un tercer objetivo, es el contraste de los contextos, un ejercicio que registra los procesos de cambio contrastantes en cada contexto (Collier, 2002).
Su ventaja principal es que facilita un análisis sistemático. Para lograrlo es necesario definir un set de “casos comparables” (Collier, 2002), ya sea controlando muchas variables o, en su defecto, confrontando variables cruciales eje del análisis. ¿Cuántos casos son un set? Seguramente ésta es la decisión más difícil; el universo entre dos y 20 sigue siendo enorme para definir el N pequeño. Morlino nos advierte que el número de casos resulta en inferencias diferentes y corresponde a objetivos y preguntas distintas. La comparación binaria puede llevarse a cabo con dos casos diferentes entre sí, que tienden a ser los extremos. El siguiente subgrupo es de tres a cinco casos, que deberían responder a una misma área geográfica, se denomina comparación de área. El mayor número de investigaciones son binarias o trianguales (tres casos) (Hague, 2007: 92). La frontera entre el método cualitativo y cuantitativo estaría entre seis y siete casos. Los estudios de área o regionales con más de 20 casos son escasos e involucran serios problemas para cualquier investigación.
Sin embargo, cabe aclarar que el número de casos afecta las respuestas que se obtengan (Geddes, 2003: 89). Una comparación entre dos casos sólo puede explicar las diferencias entre éstos, de otra forma, el investigador corre el peligro de llegar a conclusiones falsas y débiles, relaciones e incluso de causalidad que pueden proyectarse erróneamente al universo total de los casos. Para ser persuasivas, las teorías deben ser comprobadas por lo menos en algunos casos (Geddes, 2003: 92-95) y éstos donde se testea el argumento deberían reflejar el nivel de análisis (o escala de abstracción) y alcance del argumento y la hipótesis. En conclusión, el esfuerzo debe ir hacia incluir el mayor número de casos posible y plausible.
El N grande
En tercer y último lugar está la comparación de muchos países o N grande. Desde mi perspectiva, este nivel de abstracción es necesario para la definición de la investigación de N pequeño y constituye un arma poderosa para el diseño y justificación de la investigación. Por lo tanto, a pesar de estar listado en tercer lugar, el orden debería invertirse y ubicarlo en primer lugar por abonar datos generales para definir ya sea uno o varios casos. Dos objetivos definen a este tercer tipo de comparación: la clasificación y la predicción o prospectiva.
La clasificación implica contenedores conceptuales que permiten organizar la evidencia empírica de grupos numerosos de países, sistemas políticos, eventos, etcétera. La clasificación es un componente inherente a la comparación sistemática ya que podría incluso ser considerada como un tipo de comparación profunda en la medida que trata de agrupar entidades descriptivas separadas, en una sola entidad. La clasificación es el primer paso hacia la captura de la variación de fenómenos políticos en varios países. Ejemplo: países democráticos versus autoritarios, desarrollados y en desarrollo, etcétera. (Landman, 2004:4).
Las generalizaciones que resultan de la comparación pueden ser la base de predicciones sustentadas en términos probabilísticos. Un ejemplo sería la afirmación: “los países con sistemas de representación proporcional tienen mayor probabilidad de tener partidos políticos” (Landman, 2004:10). Si imaginamos que, por todo lo expuesto, se requieren entre 20 y 50 casos como explica la Gráfica 1, Collier replica afirmando que con nuevas técnicas estadísticas como estrategias de remuestreo, diagnósticos y efectos medios de la regresión, se ha llevado a cabo un análisis cuantitativo mucho más fecundo que contempla un N de 12 y 25 casos (Collier, 2002: 63, 70-71). En realidad estas técnicas han sido abordadas en la literatura como mecanismos de resolución de problemas del N pequeño, pero por ser medidas estadísticas me he permitido clasificarlas como N grande.
Las bondades del N grande son sus debilidades también. Si bien se pueden confrontar explicaciones rivales y factores en varios países durante tiempos y espacios extendidos, el acceso a información similar interestatal se vuelve su mayor enemigo. Esto se debe a que la información no viene unificada y esto dificulta la comparación. Otro argumento en contra es la frecuente falta de rigurosidad del método y procedimiento estadístico. Esto cobra relevancia en la medida que las inferencias que se despliegan de estos mecanismos son tomadas como generalizaciones. Una amenaza adicional es que si el número de aspectos analizados es muy limitado, el resultado puede ser una tendencia (trend) de desarrollo y no una teoría de desarrollo (Bartolini, 2002: 119). Finalmente, el N grande, solo, no arroja explicaciones causales que expliquen contexto, historia o cultura. No es más que una correlación.
Con N grande los casos se suplantan por las variables y el objeto es explorar la covariación entre éstas (Hague, 2007: 94). En este análisis una variable es dependiente y las otras, las que la explican, son las independientes. Se vinculan mediante fórmulas que establecen si tienen o no algún tipo de relación, que se conoce como la correlación positiva. Ésta no equivale a causalidad y la técnica estadística sola no hace la conexión (Freedman, 2001: 301) ni puede reemplazar al trabajo de investigación. Además, si los supuestos del modelo no se derivan de la teoría y las predicciones no se comprueban en la realidad, estamos hablando de inferencias volubles. En el caso de la política pública, uno de los trabajos más relevantes es la Crítica de Lucas, cuyo nombre se debe al apellido de Robert Lucas (1976), es no sólo un cuestionamiento sino un ataque a la utilización de modelos econométricos como base para la formulación y evaluación de la política pública y, en específico, de la política económica.
Su argumento tiene dos pilares. El primero se refiere a que los modelos existentes son inútiles para evaluar cambios futuros de la política. El segundo establece que los modelos existentes no representan las estructuras actuales de la economía. Dicho en otras palabras, el fundamento principal de la argumentación de Lucas es el rechazo a una linealidad de la información y a asumir que las decisiones se reflejan en cambios y que éstos, a su vez, evidencian datos distintos, transformando la trayectoria de las variables, así como a la necesidad de cambiar las ecuaciones que construyen un modelo. Sin embargo, los modelos son herramientas ineludibles y de largo alcance si responden a la realidad y no se autojustifican. Los modelos tienen que asumirse como representaciones simplificadas de un proceso (Geddes, 2003: 32) y en esta medida pueden apoyar el desarrollo de la investigación desde la pregunta o hipótesis más no en el todo. Me sirvo del caso de John Snow para evidenciar mi afirmación y para dejar entrever el rol de la investigación en la política pública.
El experimento de John Snow (1850) nos transporta a una época donde los microscopios existían pero con un grado de resolución mínimo. Más aún, la enfermedad se explicaba como resultado de miasmas: partículas venenosas en el aire. El cólera llegó a Europa a inicios del siglo XIX y cegó miles de vidas. La hipótesis de Snow era que el agente activo era un organismo viviente que ingresaba al cuerpo humano vía alimentos o bebidas, se multiplicaba dentro del cuerpo, envenenándolo y, obligaba al cuerpo a expedir agua. Las hipótesis y argumentos de Snow respondían a la teoría de la infección y no a la de miasmas, con lo cual su reputación era cuestionable.
Snow registra información desde el primer caso de cólera en Londres y posteriormente escoge dos edificios, uno con casos de cólera y otro no; encuentra que el suministro de agua en el primer caso estaba contaminado y en el segundo no. Prosigue su investigación con múltiples estudios para demostrar la relación entre la calidad del agua y la enfermedad. Encuentra que las empresas de agua tenían como fuente principal el río Támesis. La diferencia en su calidad de agua radicaba en que la empresa Lambeth había cambiado su punto de toma de agua río arriba, mientras la otra lo tenía río debajo alado de las descargas del sistema de alcantarillado.
En la epidemia de 1853-1854 Snow mapeó los casos de cólera (a pie) y encontró que éstos se concentraban en los hogares que se surtían de la empresa río abajo. A pesar de que las tuberías de ambas compañías iban juntas en todas las calles de la ciudad y que el uso de una empresa u otra era decisión del ciudadano, propendiendo la franca competencia de ambas, la calidad del agua no se definía ni por el estrato social y económico de los ocupantes, ni por la geografía, que se utilizaron como variables de control. Este experimento a gran escala contó con la participación de más de 300 mil casos de ambos sexos, de toda edad, ingreso y ocupación. La estrategia fue dividirlos entre aquellos servidos con la empresa con agua contaminada y aquellos de la empresa con una fuente limpia, en hogares donde se reportaron casos de cólera. Snow hace hincapié en la cuasi aleatorización como medida de control para la confusión de variables (ver tabla).
La conclusión es que si todas las compañías cambiaban la fuente como Lambeth, se podrían salvar cerca de 1000 vidas. Snow publicó su estudio y el impacto de sus encuentros incidieron en la política pública de su país de origen (Inglaterra) y en las epidemias de Nueva York de 1832, 1849 y 1866. En la última se aplicaron las recomendaciones de Snow y el índice de mortalidad fue diez veces menor. En 1892, en la epidemia de Hamburgo se siguió aplicando la teoría de miasma y miles de personas fenecieron. Las implicaciones de este ejemplo en el resultado global es que existen dos formas de hacer investigación, una desde la realidad, gastando suela de zapato, y la otra, con modelos en un laboratorio. Hoy Snow es reconocido como el precursor de la epidemiología.
En una época donde la información está a disposición del investigador, es necesario aprovechar esta ventaja. Sin embargo, los problemas sociales sobrepasan la capacidad de generar información y bases de datos confiables. Además, existe un abuso del discurso cuantitativo como plantea Sartori (2011:37). El tratamiento estadístico sólo entra en escena cuando hay números suficientes y se convierte en central para la disciplina únicamente cuando disponemos de variables relevantes que miden las cosas que nos interesa analizar. Y estas dos últimas condiciones son difíciles de cumplir. Sin embargo, todo investigador debería tener exposición a los modelos, para enriquecer la imaginación teórica y mejorar la calidad de sus especulaciones (Geddes, 2003: 34).
Parte del trabajo del investigador es definir la información que su investigación requiere para poder recolectarla y sistematizarla. Es decir, no son las bases de datos las que definen el tema de investigación. En todo caso, el N grande no equivale a la implementación de un modelo estadístico, tampoco la evaluación de una política pública. En relación con la utilidad que el uso de regresiones pueda tener para investigaciones cualitativas, los extremos que de ellas emanen definirán las excepciones e insumo para los estudios de caso.
Cierro el N grande con palabras de Heckman, Premio Nobel 2000, quien delimita a la econometría y los modelos desde su alcance para la política pública: “El objetivo de la estimación econométrica estructural consiste en aportar los ingredientes necesarios para resolver distintos problemas de toma de decisiones. Estos problemas engloban tareas tan distintas como: a) evaluar la efectividad de una política económica existente, b) hacer conjeturas sobre la efectividad que pueda tener una política determinada en circunstancias diferentes a las que esta política se ha aplicado anteriormente, o c) predecir los efectos de una nueva política que nunca se había aplicado antes”.5
Procedimiento
Si bien algunos autores consideran que el método comparativo ofrece fuertes perspectivas teóricas y marcos analíticos, carece de una definición operacional (Barns, 2003: 430; Sartori, 2011); me atrevería a decir que mucho se ha dicho sobre diferentes aspectos pero de manera asincrónica, en general, existe literatura suficiente para definir un procedimiento que guíe a quienes deciden optar por este método.
La pregunta de investigación
La pregunta de investigación es la llave que nos permite definir el tema y su alcance. Lo que define un tema en primera instancia es la curiosidad, intuición y pasión que éste produce en el investigador (Geddes, 2003). La emotividad con el tema genera un nivel de compromiso con la investigación mucho más vinculante que una selección mecánica (Geddes, 2003). La pregunta no es sino el arte de enmarcar nuestro tema en el tiempo, el lugar y el concepto al que buscamos referirnos. Max Weber le da un papel protagónico a las emociones al expresar “Without this strange intoxication, ridiculed by every outsider; without this passion[…] you have no calling for science, and you should do something else”(Weber, cit. en Geddes, 2003). De ahí que el tema es del investigador y no del mentor (en el caso de tesistas), quien es el copiloto de esta aventura. Quien define el destino, el vehículo y las escalas, es el investigador.
Como se dijo antes, la pregunta es la introducción a la comparación donde se definen incluso los casos a tratarse. La pregunta es el puente que zanja las brechas existentes en el campo o tema a estudiarse en el estado del arte. No podemos copiar una pregunta de investigación, porque estamos tratando de generar nuevo conocimiento. Por lo tanto, es inédita. Sólo a través de una meticulosa revisión de la literatura se puede llegar a una pregunta propia y para ello no basta con leer la introducción y conclusiones de los libros a revisarse (Geddes, 2003: 35). La pregunta resume el interés y la pasión del investigador pero además los ordena dándoles coherencia y relacionándolos con el concepto, el alcance y el método. Si la respuesta a la pregunta de investigación es sí o no, está mal planteada, ya que lo que buscamos es la densidad explicativa sobre un grupo de casos similares hasta el punto de ser comparables, y disímiles hasta poder explicar cómo sus diferencias afectan el fenómeno que estamos tratando de aclarar.
Matriz
La definición de países no viene por iluminación espontánea, es un proceso de trabajo intenso que incorpora la acumulación de lecturas y la sistematización de las variables que éstas arrojan, organizadas en una matriz (Morlino, 2002:112). El objetivo sin duda alguna es clasificar, parametrizar, en palabras de Morlino (2002: 18), para organizar la comparación inicial en la etapa preliminar de definición del tema y especificar con mayor rigor tanto las dimensiones temporal y espacial elegidas como las propiedades y las variables sobre las que se quiere llevar a cabo la comparación (Bartolini, cit. en Morlino, 2002: 25). En esta fase, y concuerdo con Morlino, es clave la recolección tanto de datos estadísticos como de los conceptos que conformarán el marco teórico, brújula de la investigación. En palabras de Sartori (2011), es el “momento de formación del concepto” o conceptualización, un paso previo a la cuantificación y operacionalización. Es necesario saber qué vamos a contar antes de hacerlo.
Llegar a los conceptos que regirán la investigación requiere de lecturas y del control del estado del arte. Cabe entonces la distinción entre concepto y variables, ya que una variable es siempre un concepto, pero un concepto no es necesariamente una variable (Sartori, 2011:60), es la diferencia entre definiciones de significado teórico y definiciones operacionales. Estas últimas son las que verifican al concepto conjuntamente con los indicadores. A mayor exactitud del concepto, mayor posibilidad de conectar con las definiciones operacionales. Son los conceptos los que van a determinar la escala de abstracción y, en esa medida, el tipo de investigación: cualitativa o cuantitativa, y de allí, el universo a analizarse. Es con base en los conceptos que se construyen los criterios de selección o la constelación de características que hará un caso comparable con otro. En el caso del método cuantitativo, lo mismo es cierto para las variables dependientes e independientes.
Aunque para varios autores (Morlino, 2002; Bartolini, 2002) la definición de variables es una decisión posterior a la definición espacial y temporal, en este protocolo consta como segundo paso en la cadena de procesos. Esto se debe a que al parametrizar se convierten en constantes todos los factores que potencialmente podrían influir sobre el fenómeno que deseamos explicar (Morlino, 2002: 18) y la definición de objetivos. La cosecha de información teórica y estadística permitirá al investigador saber cuáles son las áreas de oportunidad en un tema x y cuáles los criterios para definir espacio y tiempo comparables en todos los casos seleccionados. Es un tema de acceso y disponibilidad para definir cada variable y justificar el tema, los objetivos y el método.
Aquí cabe la recomendación de Lijphart de reducir el número de variables. La relación entre casos y variables se enfoca en asegurar el cumplimiento del proyecto de investigación. Existen dos estrategias para esta reducción. La primera, que se vincula directamente con la teoría, apela a teorías o hipótesis fuertes como fuente de reducción de los factores explicativos de un fenómeno (Morlino, 2002:24). El objetivo es reducir los atributos y ganar generalidad. La segunda, se deriva de un tema innovador huérfano de antecedentes que podría requerir de más variables, menos tiempo y menos casos. En resumen, los expertos recomiendan menos variables cuando existen más casos y menos casos cuando se tienen más variables.
De otra forma, la investigación puede enfrentarse a dos problemas típicos. El primero a tener muchas variables y pocos casos; mientras se aumentan las variables, llámense características, van disminuyendo las opciones o casos y, en el peor escenario, puede no haber casos con todas las variables seleccionadas. Frente a semejante problema se pueden aumentar los casos aunque en realidad ésta no sea la vía seleccionada por los investigadores (Lijphart en Collier, 2002: 62); la recomendación es seleccionar casos comparables desde el inicio y en menores cantidades. La otra opción es disminuir las variables. El segundo problema es el exceso de objetivos, que pueden volver a la investigación una aventura poco probable de conclusión. Más adelante se analiza el tema de los objetivos de la investigación. Sin embargo, dos criterios para concretar objetivos es el acceso y disponibilidad de información, ya sea en la caracterización como en la definición de tiempo y finalmente, espacio.
Tiempo
Para definir el tiempo se requiere evaluar la información recolectada en la matriz. Los registros de información varían de país a país y su acceso dependerá de cada caso. La disponibilidad de información, ya sea en un periodo o varios, establecerá el alcance longitudinal del tema. El tiempo, entendido como una dimensión objetiva en la que se recoge información y se acopian observaciones, es decir, entendido como una dimensión de variación (Bartolini, 2002: 106), se complementa con la dimensión del espacio. El tiempo no es historia. Aquí un punto de ruptura entre el historiador y el investigador de política pública. La aclaración de Bartolini sirve para explicarlo. El “presente” es una perspectiva temporal no más amplia que un arco de vida de alrededor de 60 años (Thurp, 1970, cit. en Bartolini, 2002: 117) y en este marco tenemos un caso. La historia es todo lo que precede a esta temporalidad. El objetivo de una investigación comparada no es hacer historia, sino explicar fenómenos y casos, enmarcados en un periodo. El tiempo es parte del constructo conceptual.
La construcción de la hipótesis o pregunta central y, posteriormente, los casos a seleccionar, también requieren de esta definición. El tiempo nos ofrece dos tipos de comparación. La primera es la comparación sincrónica en la cual se comparan varios casos en un mismo momento y, la segunda es la comparación diacrónica en la cual se contrasta el mismo caso (un caso) en momentos diferentes y sucesivos para establecer la influencia de un fenómeno específico o, en su defecto, varios casos en diferentes momentos (Morlino, 2002: 22). Cuando se busca prospectiva como objetivo, la definición del tiempo es crucial y requiere de la observación de un fenómeno en un periodo extenso aplicado a diferentes casos. Este ejercicio es principalmente estadístico. Lo mismo sería cierto si se aplica a un solo caso pero desde una perspectiva cualitativa e histórica. Cuando se trata de un caso, el tiempo puede ser un mecanismo de comparación efectivo.
Objetivos
Después de escoger las variables y evaluarlas y definir los tiempos es imprescindible definir los objetivos de la investigación. No es un tema de cantidad sino de realidad. Los objetivos deberán ser específicos, cuantificables, alcanzables, orientados a resultados y en un tiempo determinado (SMART,6 por sus siglas en inglés). Si bien ningún autor ha abordado el tema de esta manera, todos parten del tiempo como una variable transversal a la investigación conjuntamente con el espacio. Objetivos que cumplan con estas características permitirán enchufar a tierra el análisis dejando la ambición, la abstracción y, consecuente, la desilusión, en el cementerio de las tesis o investigaciones interminables.
Marco Conceptual
Aunque el caso se refiere coloquialmente a una entidad, llámese país, ciudad, institución, agencia, movimiento social, revolución, etcétera, la definición técnica se refiere a una unidad donde cada variable medida adquiere un solo valor o clasificación. Para múltiples casos nos referimos a observaciones que responden a países. Cuando el universo es demasiado amplio, se recomienda una selección aleatoria para evitar sesgos (Geddes, 2003). Sin embargo, el caso no nace, se hace. Los casos, que son la unidad de observación, deben ser comparables, es decir bastante similares o, al contrario, bastante distintos (Sartori, 2002: 35). No son sujeto de un ejercicio de comparación entidades totalmente símiles o disímiles. El meollo del asunto está en encontrar, mediante la revisión exhaustiva de variables, casos o entidades, que compartan ciertos atributos y también diferencias no comparables. Esta fase de definición recoge la matriz de variables y las reclasifica en conceptos más grandes. Un ejemplo simple y claro de Sartori es que peras y manzanas pueden agruparse como frutas. Así, recupero su acepción de clasificar como el acto de ordenar un universo en clases mutuamente excluyentes (Sartori, 2002: 36): países democráticos versus países autoritarios, por ejemplo. A más categorías menos variación interna y viceversa, es la regla de oro tanto para los casos como para este ejercicio previo. Pero esto no responde a la pregunta ¿qué es comparable?
Las categorías no son naturales, son construcciones conceptuales y de ahí el hincapié de Morlino a lo largo y ancho de su artículo en la definición conceptual y teórica del ejercicio de la investigación como el sostén de ésta. En la clasificación se hace la mayor apuesta, es el determinante para saber si tenemos un caso o no y, en definitiva, si tenemos un tema de investigación o no. Sin embargo, estas construcciones pueden suscitar angustia y desasosiego, y llevar al investigador a caer en las cuatro fuentes de error para la definición de los casos y que no son excluyentes entre sí, sino todo lo contrario, se concadenan: 1) parroquialismo; 2) incorrecta clasificación; 3) gradualismo, y 4) alargamiento de los conceptos (concept stretching) (Sartori, 2002: 37).
Cuando Sartori habla de parroquialismo, un término que parece peyorativo, se refiere a una falta de interés o iniciativa del investigador al definir sin un sustento riguroso el estudio de un solo país. Se entiende que quien está frente a un estudio comparado, tiene la capacidad para someterse a una búsqueda de información a nivel mundial con la ayuda de herramientas digitales disponibles hoy en día como el internet, bases de artículos, scholar google, entre otras. El acceso a información global es una tendencia promovida por organismos internacionales, como PNUD y el sistema ONU en general, Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial, y la academia: University of Connecticut, University of Michigan, entre otros (Landman, 2004: 245), que no sólo publican su información sino que ponen sus bases de datos a disponibilidad del público desde sus páginas web. Por ello, el parroquialismo no tiene excusa, porque es la omisión por decisión propia del investigador a las grandes teorías y busca nociones que consideran hechas a su medida, pero que en la recta final dan a luz a conceptos amorfos: el perro-gato, el perro-pez, etcétera (Sartori, 2002). El resultado es que se desvirtúa el trabajo de investigación en su totalidad. Aduzco buena parte de este ejercicio no a la ociosidad sino a que por encima de cualquier otro criterio se sobrepone el tema de los recursos al que apelan muchos autores.
Asimismo, clasificar mal, es decir, construir una categoría tan amplia como los partidos monopartidistas que pone como ejemplo Sartori, engendran monstruos como el perro-gato-tigre. En esta categoría caerían los países comunistas, Japón, Suecia en algunos puntos históricos, México, etcétera, que nada tienen que ver los unos con los otros.
El gradualismo es seguramente el más claro síntoma de la debilidad y prematura obsolencia de un concepto. No parte de ser excluyente, entonces es todo y nada: los sanos-enfermos de Sartori. Finalmente, el concept stretching es estirar un concepto más allá de sus límites. Las inferencias que resulten del concepto, por lo tanto, pueden ser falseadas con facilidad y el trabajo puede perder todo sustento. Por ejemplo, si definimos la constitución como cualquier forma de estado, la hipótesis “las constituciones obstaculizan las tiranías” (Sartori, 2002: 39) será pulverizada. Reconociendo la necesidad básica de la tesis para tener un marco conceptual fuerte, vale la pena medir si nuestros conceptos y constructos están cayendo en cualquiera de estos problemas. Una vez hecha la purificación, podemos iniciar lo que llamaría la definición espacial.
Definición de los casos: dimensión espacial
Existen dos estrategias para comparar y definir los casos. La primera es el método de acuerdo (MA) o concordancias y la segunda, el método de la diferencia (MD). El MA es la estrategia que se concentra en las variables, es decir, se basa en las similitudes o factores comunes en países homogéneos o áreas, como diría Sartori (Europa Occidental, América Latina, etcétera), con excepción del factor o variable que queremos observar. En este Método, lo que nos hace similares no explica el fenómeno. El MD, por el contrario, compara países que no tienen características en común y a los que sólo les une el fenómeno que se estudia. Esta estrategia desecha explicaciones sistémicas del fenómeno. Las tablas 3 y 4 resumen estas variantes. En todo caso, para construir esta matriz se deberán conocer similitudes y diferencias con igual profundidad para poder establecer los contrastes que le servirán a la investigación (Hague, 2007: 92).
La selección del o los casos dependerá además de los aspectos técnicos y criterios que se escojan, pero además de las destrezas del investigador. Uno de los skills claves para definir los países a escoger es el (los) idioma(s) que domina el investigador. Esto se debe a que buena parte de la literatura para cada país se desarrolla en el idioma oficial del mismo, por un lado y, por otro, a que cualquiera sea el método secundario (cuali o cuanti) se requerirá del levantamiento de información en formato de encuestas, entrevistas o grupos focales, que necesariamente deberán ser llevados a cabo en el idioma del país seleccionado.
Un segundo elemento clave a la hora de definir la dimensión espacial del estudio es la selección de conceptos que puedan viajar, así como la capacidad del investigador para traducir los conceptos que pueden transnacionalizarse y lograr equivalencia tanto a nivel conceptual como a nivel de indicadores (Barns, 2003:426; Landman, 2004: 25; Sartori, 2002). Éste es en realidad el punto medular de la comparación.
En primer lugar, dos entidades pueden ser idénticas en la medida que comparten iguales cualidades, propiedades y características, es decir, es una comparación entre manzanas y manzanas. Son similares si el nivel de similitud es parcial, en cuyo caso podríamos decir que es una comparación entre peras y manzanas por ambas pertenecer a la categoría de frutas. Finalmente, pueden gozar de una equivalencia funcional, en la medida que comparten funciones. Ejemplo: los presidentes son representantes simbólicos de la nación, jefe de Estado y líder de partido (Landman, 2004: 36). Pero, ¿qué se puede comparar en un país?
Aunque la unidad de observación de la política comparativa es el país o Estado, la mayor parte de estudios se enfocan en características específicas y no en el sistema político de forma integral. Para Hague y Harrop (2007) existen tres tipos de niveles de análisis: instituciones (gubernamentales), contexto social y el Estado como un todo. Estas categorías son por comparables con las establecidas por Barns (2003): dinámicas intra-organizacionales de la burocracia, relaciones político-administrativas, y relaciones entre la administración y la sociedad civil. Apelo a la clasificación de Hague y Harrop por ser más concreta y simple.
Las instituciones pueden ser entendidas desde varias perspectivas pero su valor radica principalmente en el compromiso en el largo plazo que tienen en una sociedad y el cual redunda en predictibilidad. Son el espejo de la sociedad, instituciones débiles son estados débiles. Un enfoque institucional subyace en el hecho de que la institución crea conductas, la estructura crea cultura y no a la inversa. Dado que son una incubadora de carreras, también son un nido de intereses de sus propias burocracias, convirtiéndose incluso en actores políticos autónomos, cuya fuerza proviene de sus procedimientos estandarizados y estructuras. ¿Qué entendemos por institución?
La institución gubernamental se concibe como una organización patrimonio de un gobierno y que se encuentra contemplada en la constitución. Dado que casi todos los países cuentan con la función ejecutiva, legislativa y judicial, estas instituciones son unidades "naturales" del análisis comparativo. También pueden ser otras organizaciones gubernamentales que no estén contempladas en la constitución, por ejemplo, gobiernos locales o, en su defecto, organizaciones políticas no gubernamentales tales como los partidos políticos. En cualquier caso, el análisis se dirige a las posiciones no a las personas. Una segunda posición se resume en entender a las instituciones como un grupo de normas formales de interacción entre sus miembros. Finalmente, pueden ser entendidas como un organismo con historia, cultura, memoria y personalidad jurídica.
El contexto social es un intento por ir más allá de la concepción occidental de democracia y la amplía a sistema político rompiendo la visión institucional y dotándola de un aspecto funcional. Es el proceso de colocación de los valores y demandas sociales en leyes, políticas y decisiones. La relación es retroactiva ya que éstas se reflejan en la sociedad e inician o, por lo menos, influencian el siguiente ciclo de demandas. Para los estudios comparativos, la ganancia es haber logrado una nueva visión de la cosa pública.
Finalmente, los ochentas fue el regreso del Estado como objeto de estudio, el estado visto como un agente transformador de la sociedad por su capacidad administrativa y el monopolio del uso legítimo de la fuerza. Esta perspectiva difiere de las dos anteriores en la medida que se asume al Estado como autónomo y no como un preso de las fuerzas sociales. Las funciones específicas del Estado son tres: 1) defiende las necesidades básicas e intereses de quienes controlan los medios de producción de la sociedad en cuestión; 2) se propicia legitimidad y asegura la convivencia armónica y; 3) un Estado sobrevive en la medida que puede defender su economía y sociedad de ataques externos.
Conclusiones
Comparar es, en primer lugar, una lupa con la que se garantiza un conocimiento del país de uno porque quien no conoce otros países no conoce tampoco el propio (Sartori, 2002:32). La fortaleza del método es que nos permite conocer los lugares que desconocemos (Hague y Harrop, 2007: 83), es un viaje a lugares a los que se quiere llegar, el vehículo es la investigación. Es un lente más amplio con el que crece la visión del investigador y, eventualmente, la del decisor.
La comparación y la metodología en la que se cimienta no son una necesidad sino una demanda creciente para la investigación académica y, la política pública. Por ello, los aportes que viabilicen su uso generalizado deben sistematizarse y difundirse. El parroquialismo tiene altos costos en la era de las crisis económicas globales, un planeta en cambio climático, diásporas permanentes, entre otros fenómenos que son nuevos en la medida que han sido evidenciados por su estudio y no por iniciarse en el nuevo milenio. Esta actitud nace del miedo que produce lo desconocido. Si tomamos al cambio climático para analizar el costo de oportunidad de las acciones locales, nacionales e internacionales, se pone en evidencia que sin difundir aquellos casos exitosos y fallidos, estamos destinados a repetir los errores. El problema es que la suma de errores puede desembocar en el fracaso de enfrentar de manera efectiva la amenaza para la humanidad que conlleva este fenómeno.
Mientras las explicaciones metodológicas cuenten con esta aura de claustro, un metalenguaje de difícil traducción para los investigadores y decisores, el método no se revelará en su esplendor y simpleza. Los investigadores tienen la obligación de promover una perspectiva global y la responsabilidad moral y misión de generar no solo debates sino metodologías que permitan confrontar la realidad y servir a la sociedad.
Atrás quedaron las bibliotecas y el trabajo solitario. El mundo google es una biblioteca abierta y las redes son el modelo de sostenibilidad para la investigación mundial. Más aún, desarrollar la destreza de la comparación requiere de practicantes y académicos, y la tecnología abre la posibilidad de generar espacios de trabajo y puntos de encuentro virtuales transnacionales a costos ínfimos. Omitir este método tiene costos de oportunidad enormes ya que sus campos de acción directos son los Estados nacionales, gobiernos locales, partidos, organismos internacionales, entre otros; es decir, instituciones con la capacidad de transformar a la sociedad.
El primer paso es encender la curiosidad del investigador para pensar más allá de su pueblo, ciudad o país, de hacer de la investigación un pasaporte a una carrera global. La tarea es dotarlo de herramientas que guíen la salida de las zonas de confort que conllevan a investigaciones mediocres y decisiones de política pública que se construyen a partir de éstas. El futuro de las ciencias sociales es comparar y evaluar para innovar y dejar la sotana colgada en el claustro, mientras el trabajo en red con pares en distintos rincones del mundo genera una ciudadanía global. En tiempos de globalización, comparar es el único camino para lograr políticas públicas acordes a los retos del mundo globalizado de hoy. Concluyo mi trabajo con la frase de Alexis de Tocqueville: “sin comparaciones, la mente no sabe cómo proceder”.