La Mujer Católica Jalisciense (LMCJ) fue el órgano de difusión mensual de la Asociación de Damas Católicas de Guadalajara (ADCG).1 El objetivo de este trabajo es presentar ejemplos de sus contenidos y reinterpretarlos desde fronteras simbólicas. Para su comprensión son necesarios elementos de los contextos históricos revolucionario constitucionalista y el inmediato posterior hasta antes de la Cristiada (1913-1926), precisamente cuando tuvieron lugar conflictos como consecuencia de la tensión entre restauración y secularización. Los grupos de católicos organizados se opusieron al Estado mexicano laicizante y al mundo moderno, sin embargo, en sus discursos y acciones habían aspectos claroscuros en cuanto a sus características y definiciones. La Mujer Católica Jalisciense nació vinculada al desarrollo de los procesos sociales, políticos y culturales de la época. Así que constituye una ventana a áreas de conocimiento e interés de las Damas católicas, actor que formó parte de los sectores organizados en el catolicismo social mexicano.
Movimiento sociopolítico en Guadalajara que dirigido por el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez conformó el campo específico donde diversos actores católicos desarrollaron aprendizajes, vínculos y participaciones. En estos marcos confesionales la prensa católica potenció su voz. Los contenidos de LMCJ describen rasgos de los católicos en general, los seglares activistas, la mujer católica y de las Damas en particular. Igualmente se difundieron concepciones sobre personajes históricos y eclesiásticos. Los diversos perfiles católicos se relacionaban con esferas de encuentros o desencuentros entre cosmovisiones modernas y católicas en los albores del siglo XX. Después de un breve apartado sobre las Damas católicas, este artículo está estructurado por dos ejes, uno aborda aspectos de prensa católica y otro las fronteras simbólicas entendidas como la construcción de significados y representaciones, atributos, interacciones sociales y luchas de los confesionales en la diversidad y unidad católica.
Las Damas Católicas
La ADCG2 se fundó en abril de 1913, dos meses después del arribo de Francisco Orozco y Jiménez a Guadalajara. Fue uno de los cuatro organismos más importantes en el arzobispado, contó con la venia del prelado para el desarrollo de sus acciones y contribuir al movimiento del sector femenino católico en defensa de la familia, la religión y la Iglesia, así también promovió el sindicalismo entre las trabajadoras. Al año de creada, la asociación contaba con 10 000 socias,3 como otros seglares las Damas realizaron su labor social, política, piadosa y caritativa a diferentes escalas, pues visitaban casas, trabajaban en las manzanas y cuarteles urbanos. Estas mujeres focalizaron sus actividades4 a las parroquias y a las instituciones que apoyaban según sus secciones.
Las Damas tuvieron como sede tan sólo a la ciudad de Guadalajara durante sus primeros años de vida, por tanto, la estructura de la ADCG se basó en las divisiones parroquiales el Sagrario Metropolitano, Santuario de Guadalupe, Jesús, San Miguel, la Trinidad, Mexicaltzingo, Mezquitán, Analco, la Purísima y de San Juan de Dios.5 Sus secciones fueron Ropero de los Pobres, Preservación de la Juventud, Protectora del Colegio de María Inmaculada, Protección del Obrero, Protección de la Empleada, Escuelas Católicas, Catecismos, Buena Prensa y Colectas.6 Con el paso del tiempo el grupo de Damas se expandió a diferentes lugares del arzobispado, así que al final de los años diez había círculos y centros en Ahualulco, Ameca, Atoyac, La Barca, Capilla de Guadalupe, Cocula, Degollado, Encarnación de Díaz, Jalostotitlán, El Limón, Ocotlán, El Salto, San Juan de los Lagos, Tala, Tepatitlán, Tequila, Totatiche y Zapopan.7 El director de la ADCG fue el arzobispo y en cada parroquia había como representante un sacerdote asignado. De 1913 a 1923 Catalina Palomar de Verea fungió como presidenta, además se desempeñaron otros cargos, Elisa Gómez, vicepresidenta, Emilia Hayhoe de Chávez, secretaria y Teresa Zavala de Fernández del Valle como tesorera, todas ellas relacionadas con familias poderosas en lo económico, social o religioso en Guadalajara.8
Durante los primeros dos años de constituida, la ADCG se insertó en el trabajo de redes para promover el voto a favor del Partido Católico Nacional (PCN) y recaudar fondos, trabajó con grupos de católicos para impulsar al movimiento general del catolicismo social, conocer sobre sociología católica y además fue un actor sociopolítico que afrontó al gobierno civil o a sujetos históricos radicales.9 Desde su establecimiento hasta antes de la Cristiada, las funciones de las Damas eran fundar y proteger colegios católicos, escuelas dominicales y comedores gratuitos para escolares humildes, establecer roperos de los pobres en donde las socias y miembros de otros organismos repartían la ropa que confeccionaban. Participaban en la obra catequista para la difusión de la doctrina, peregrinaciones, celebraciones religiosas, primeras comuniones, misas, colectas, cruzadas eucarísticas, ejercicios espirituales, rezo del rosario, culto a las divinidades, guardar la cuaresma, ganar indulgencias al confesarse o por realizar otros actos religiosos. Impulsaron los círculos femeninos, de estudio, escuelas de maestras, academias nocturnas, uniones de empleados y ligas de protección moral para los jóvenes, obreros, niños y de los colegios. Las Damas al igual que los diferentes grupos de católicos divulgaban la “buena prensa”. A más de promover el combate de la “inmoralidad en espectáculos y trajes”, invitaron a los vecinos a arreglar las fachadas en días festivos de los católicos, les pedían cumplieran con sus obligaciones religiosas y ciudadanas, de igual modo difundieron entre ellos la acción social católica para solucionar la cuestión social.10
Las luchas de los grupos integrados al catolicismo social fueron contra el individualismo, la revolución, el olvido de Dios y su exclusión en asuntos públicos y privados, la denominada pérdida de la moral católica y social, abandono de la doctrina, ideas contrarias al catolicismo, cambios legislativos en materia de culto, la “persecución” religiosa, el divorcio y las modas modernas. El líder eclesiástico del movimiento, Orozco y Jiménez, defendió la libertad de enseñar, manifestar y expresarse, encabezó la propuesta católica de solucionar los problemas sociales a través del arraigo de las tradiciones, la armonía de las clases, movilizar a los seglares y fomentar el modelo “de la mujer mexicana fuerte, casta, modesta, humilde y piadosa”. En los años de 1913 y 1914, el arzobispo convocó a los fieles a votar y a defender la unidad del PCN. Durante la lucha armada constitucionalista y el momento posrevolucionario, el prelado realizó llamados a la unión para establecer el “reino de Cristo” y “consagrarse a él” tanto a escuelas católicas, hospitales, asilos, orfanatorios, casas religiosas y prensa católica, como a párrocos, sacerdotes, organismos de seglares y fieles en general.11
Francisco Orozco y Jiménez conjuntamente con representantes clericales del diocesano tuvieron interés en integrar las diversas acciones sociopolíticas en un movimiento general, pero además de la unidad tan ansiada se materializaron en el catolicismo social campos e intereses heterogéneos. El prelado apoyó asociaciones de trabajadores, educativas, grupos organizados por género y edad, entre más. Hubo cuatro organismos sociales que cobraron centralidad en la sede de los poderes arzobispales de 1913 a 1926: la ADCG,12 la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM, establecida en 1916), la Confederación Obrera Católica (COC, 1919) que más tarde cambió a Confederación Católica del Trabajo (CCT) y se integró en 1922 a la Confederación Nacional Católica del Trabajo (CNCT, fundada en la ciudad) y el Consejo de los Caballeros de Colón de Guadalajara (CCCG, establecido en 1918). Con el objeto de vigilar y evitar dispersiones se instauró la Junta Diocesana de Acción Católico Social (JDACS, 1918).13 El carácter del catolicismo social fue el establecimiento de redes formativas y de grupos que propiciaban la multipertenencia. Su combate fue intransigente, integral y restaurador.14 El catolicismo social de 1913-1926 en Guadalajara tuvo rasgos nuevos pero a la vez fue una síntesis y reconfiguración de previas experiencias de activismo.15
Prensa católica
Parto de la idea, al igual que Isidoro Guerson basado en Harold D. Lasswell, que la prensa en general ha cumplido con funciones de crítica e impulsora de cambios,16 pues al ser una vocera de grupos de presión ha buscado influir en decisiones políticas y en los modelos del control. En su papel de educadora informa de lo que pasa en el mundo y en el país,17 por lo que puede difundir, criticar o constituirse en agente manipulador de opinión y defensor de intereses específicos. Estas tres acciones de comunicación estaban presentes en la prensa católica de hace más de cien años al representar una entre varias posiciones sociopolíticas en Guadalajara.
En ese entonces tuvieron lugar tres sucesos que influyeron en la manera de concebir el papel de la prensa católica: la fundación de nuevos periódicos, el impulso a un sentido diferente de los medios impresos católicos y la expansión del proyecto de “buena prensa”. En el ocaso del gobierno federal de Porfirio Díaz se establecieron varios diarios independientes para difundir críticas al régimen dictatorial o alertar sobre gérmenes revolucionarios como fueron La Libertad, El Estado de Jalisco y la Opinión, El Kaskabel, El Regional (del PCN) y La Chispa (católico y satírico).18 Este semanario dirigido por Abelardo Medina y en el que participaron seminaristas lanzó fuertes comentarios en contra de otros medios informativos que existían entonces, entre ellos, La Gaceta de Guadalajara, El Despertador, Los sucesos, El Pensamiento Libre, El Heraldo de Occidente y El Sermón del Cura. Sumado a lo anterior, a partir del Primer Congreso Católico celebrado en Puebla en 1903 se subrayó la necesidad de “una nueva prensa católica” supuestamente distanciada de la conservadora que era opuesta al liberalismo.19 Ese congreso nacional fue el inicio de una serie de reuniones de activistas católicos (clérigos y seglares) que significaron parte del origen del llamado catolicismo social. Desde ahí se configuró una mirada diferente sobre el papel de la prensa como actor educador y político.
El movimiento sociopolítico que emergía transformó la relación de la prensa con la política y produjo la revisión de su rol como instrumento para difundir contenidos doctrinarios, sociales, culturales y políticos con enfoques más modernos sin dejar de lado las tradiciones. A estos contextos de cambios al interior de los grupos confesionales y sus órganos de difusión se sumó que en 1909 tuvo lugar el 3er. Congreso de Periodistas de la Prensa Asociada de los Estados con el objetivo de fomentar la “buena prensa”. Por su parte el arzobispo de Guadalajara José de Jesús Ortiz fundó la Asociación de la Buena Prensa contra las publicaciones “impías”. De dicho año a 1912 se establecieron diversas publicaciones católicas en la ciudad. Por ejemplo, el Centro Regional de Jalisco de los operarios guadalupanos editó en 1910 Restauración Social,20 sus redactores fueron Juan Torres Septién, Severo Díaz, Miguel Palomar y Vizcarra, Miguel M. de la Mora, Trinidad Sánchez Santos, entre otros. Dos años después se fundaron El Partido Católico y Pluma y Lápiz.21
A la muerte del arzobispo Ortiz en 1912 le sucedió en el cargo Francisco Orozco y Jiménez, quien fue formado en el Pontificio Colegio Pio Latino Americano de Roma y ferviente creyente tanto del poder del catolicismo social como de la “buena prensa”. El jerarca publicó edictos contra impresos no católicos y prohibió a los fieles su lectura. Desde el inicio de su mandato, Orozco y Jiménez declaró que los periódicos anticatólicos “peligrosos” combatían el dogma, la doctrina y moral religiosa, se oponían a los sacerdotes y a la Santa Sede, eran defensores de protestantes, se burlaban de los santos, sacramentos y ceremonias católicas. En su discurso, la prensa que “dañaba las almas”, la fe y las costumbres era tanto de los anticlericales como de los “incrédulos”. Entre este tipo de diarios citó a La Gaceta de Guadalajara, Jalisco Nuevo, El Gato, El Malcriado, El Día, El Correo de Jalisco, El Amigo del Pueblo, Pitágoras y El Kaskabel.22
Si bien el clero y los seglares fortalecieron las promociones a favor de la prensa católica, también consideraron necesario su vigilancia y el cuidado de sus contenidos. En 1917, Manuel Alvarado, representante del arzobispo durante su exilio, con base en la Constitución Officiorum de León XIII, citada por el Concilio Plenario Latino-Americano, dio el mandato que toda clase de impreso religioso se sometería a la censura eclesiástica y recabaría licencia para publicarse.23 Habían pasado más de tres años aproximadamente de la llegada del arzobispo, cuando la Asociación de Damas Católicas de Guadalajara fundó su órgano de difusión La Mujer Católica Jalisciense24 que se sujetó a la censura eclesiástica, como se leía en la portada. Precisamente nació en el tiempo de conflicto entre los poderes civiles, eclesiásticos y organismos de disímiles filiaciones (liberales, católicos, socialistas, protestantes y anarquistas). Años después el arzobispo enfatizaría sobre la importancia de producir y distribuir a LMCJ.25
1917 representó el inicio de la etapa llamada por los especialistas auge del periodismo en Guadalajara caracterizado por su perfil combativo en diversos géneros. Entre los periódicos católicos que se publicaron con tintes políticos, religiosos, antisocialistas y antimasónicos estuvo La Palabra de Anacleto González Flores, que fue enemiga de El Gato y quedó vinculada con La Época de Pedro Vázquez Cisneros, El Porvenir y El Cruzado. Los semanarios La Lucha y El Obrero Católico y los diarios El Obrero y Verbo Libre se unieron a los esfuerzos del periodismo belicoso y fueron distribuidos en 1918 y 1919.26 El semanario de acción social El Obrero Católico quedó bajo la responsabilidad de Nicolás Leaño y después de Anacleto Flores. También fue importante la difusión de El Cruzado, publicado de 1922 a 1926, y sus redactores fueron el presbítero Antonio Figueroa y Agustín Yánez.27
Uno de las publicaciones católicas de mayor difusión en el estado fue Restauración (1919-1956), que era vocera del arzobispado,28 así mismo circularon más periódicos con otras tendencias ideológicas como fueron El Paladín (1918), La Prensa (1921) y Acción Social (1925). Durante esta etapa de florecimiento del periodismo se produjeron a partir de 1920, revistas de espectáculos que eran dirigidas a la mujer, también estaban las de literatura como Aurora (1919-1923) y Mariposas (1922), y las revistas estudiantiles como Plus Ultra (1921-1922) y Azul (1918-1921) que contó con el apoyo de intelectuales de la época.29 La diversidad de órganos impresos a lo largo del periodo de 1913-1926 fortaleció en Orozco y Jiménez la convicción de impulsar la “buena prensa”. lmcj fue una entre muchas voces de los grupos confesionales que buscaban restaurar la cultura católica y consolidar al catolicismo social frente a la modernidad y lo revolucionario.
De acuerdo con Rebeca Viguera, la comprensión de la importancia de la prensa católica radica en reconocer su posición en el contexto histórico, político e ideológico. En momentos secularizantes, la Iglesia católica vio la utilidad de los medios de difusión para desplegar su defensa a través del concepto y movimiento de la “buena prensa”, opuesta a la libertad de cultos y procesos liberales. Su carácter local fue reflejo de realidades nacionales y de su condición por producirse en las ciudades.30 La prensa fue central en el catolicismo social en Guadalajara que representó en parte una continuidad histórica de larga duración al defender el papel de la Iglesia y su control sociocultural sobre los individuos frente al Estado secularizador, pero la lucha en los albores del siglo XX ya tenía diferentes frentes y no sólo contra el liberalismo que decimonónicamente había sido una constante ideológica.
Es por esto que el análisis de los contenidos de la prensa, como afirma Muñoz Chaut, nos introduce a cuestiones ideológicas del emisor, expresadas como nociones que son marcos de referencia para el pensamiento y ordenamiento social. La ideología al ser social es determinada por la visión del mundo del sujeto y su forma de codificarlo, desde ahí se comprende los elementos de sentido predominantes. Los contenidos de la prensa dan cuenta de aspectos diacrónicos y situaciones específicas, aportan descripciones, dicen qué es importante o conveniente, así también los impresos son un medio que comunican y buscan autodenominarse poseedores de la verdad.31
La Mujer Católica Jalisciense difundió informaciones que describían “los males del mundo”, los problemas y sus soluciones, daba consejos a sus lectores, mostraba orientaciones sociocatólicas, hacía críticas, ilustraba respecto de temas, divertía sobre otros y publicitaba negocios. Se sustentaba poseedora de la “verdad” y desde su moral religiosa señalaba las semejanzas y alteridades. El nosotros en ocasiones se volvía exclusivo con posturas tradicionales, sin embargo, también era inclusivo y se abría a un abanico de posibilidades de pertenencia entre los católicos. Por eso es que el concepto y categoría analítica de fronteras simbólicas me ha aproximado a lecturas sobre los contenidos para mostrar un mosaico de significados relacionados con su ideología a través de sus intereses, actividades, posiciones, contextos, referencias y orden social.
Los contenidos y las fronteras simbólicas en La Mujer Católica Jalisciense
El formato y tamaño de LMCJ32 fue tipo ejecutivo con pocas hojas (en promedio 15 páginas). La primera edición, dedicada a la portada, se leía su nombre, lema “Oración, Acción y Sacrificio”, datos editoriales y en ocasiones había un pensamiento que enaltecía el necesario “reino de Cristo” o en su lugar un anuncio de algún negocio como por ejemplo las botas que vendía el almacén París y New-York, ubicada en Degollado No. 69, al centro de la ciudad cerca de la catedral. En la última página quedaba el colofón. Lo mundano y lo espiritual estaban muy enlazados en la publicación, en donde se mostraban imágenes de mujeres de elite y líderes católicos o informaciones de comerciantes y empresarios.
Unas dos o tres páginas al principio y final del impreso estaban dedicadas a anuncios sobre productos de fotografía, botica, filarmónicos católicos, pianos, zapatos, cristalería, mercería, ferretería, cervecería XX, tlapalería, sombreros o ropa. Incluso había publicidad a un lado de artículos informativos en el resto de las páginas. En los diferentes números difundieron las publicaciones Restauración y El Obrero. Entre los escritores estaban algunos anónimos o sobrenombres, y otros eran personas o colectivos reconocidos en el ámbito católico: sacerdotes, dirigentes o grupos católicos, e incluso fieles en general. Así pueden encontrarse notas de Joukovski, Nitsuga, Zeta, A., JOM, PB, DO, DEO, LMC, Carmen, Una hermana en JC., María Enriqueta, María Enriqueta Laura, A. Acero, Círculo de Estudios Isabel la Católica, María del Refugio Loreto así como otras dirigentes de las Damas Católicas, J.A. Magallanes, C. Pedro, presbítero Vicente M. Camacho, presbítero Luis Amezcua Orozco, Justina Pérez Merino del Círculo de Estudios Isabel la Católica, Josefina Zuloaga del Círculo Cultura Femenina, Catalina Jáuregui del Círculo de Estudios Isabel la Católica y Tirso Medina de la Acción Católica de la Mujer (Madrid).
Se exponía también publicidad de eventos de organismos católicos locales, comunicaciones con asociaciones internacionales (Liga Femenina Francesa, Acción Católica de la Mujer Española y la Sección de Damas de la Confederación Católica Latino Americana de Guatemala), Cartas (de Luis Javier, arzobispo de Guatemala o de la Condesa de Gavia, presidenta de Acción Católica de la Mujer en España), extractos de la Biblia, citas textuales de papas (León XIII y Pío XI) o religiosos (Fray Luis de León, C. Equia, sj y San Ambrosio), testimonios de fe, poemas (JMV, JZG, Juan de Dios Peza, Antonio Fernández Grilo, Federico de la Vega, Antonio Zaragoza y Rosa María Ramírez de la extinta Escuela Normal Católica), narraciones o artículos tomados de la Mariana, EG del Amigo de la Verdad, PM Corta Días de La Época, Alfredo Méndez Medina, SJ del Mensajero del Corazón de Jesús, así como un artículo de Católica de El Paso. Autores y tipos de artículos que demostraban en cierta forma las relaciones de las Damas hacia el interior y exterior del arzobispado como una especie de radiografía de vinculaciones e intereses temáticos.
Este órgano informativo no tuvo una estructura bien definida en sus secciones y distribuciones, explícitamente sólo se dieron nombre de sección a dos: la Catequista y la del Hogar. Sin embargo, en las diferentes impresiones aparecieron más de una vez otros segmentos como Informes, Informaciones, Pensamientos, Testimonios de Fe, Avisos, Protestas, Recetas, Votos de Gracias, Puntos sociológicos, Conferencia y Moda. Por lo general, en la tercera página se desarrollaba un tema católico que invitara a la reflexión. En promedio, a partir de dicha página se hicieron reconocimientos a personajes o fechas importantes, asimismo estaban debates sobre las costumbres. Sin un orden estricto y constante en sus páginas se abordaban asuntos de los organismos católicos, las actividades de las Damas, la influencia del sacerdote en la sociedad, el hogar, el catolicismo, magisterio eclesiástico, sacramentos, problemas de la sociedad, sociología católica, mundo moderno, perspectivas hacia lo pasado y lo novedoso, sucesos sociopolíticos, campañas contra otras ideologías, historias breves y poesías, relaciones con otros países, la mujer católica, la familia y el activismo de las mujeres.
Al analizar esta diversidad de contenidos encuentro entreveradas tres fronteras simbólicas: una primera es que no obstante las diferencias en los tipos de católicos de las postrimerías del siglo XIX y albores del XX, en el discurso de La Mujer Católica Jalisciense se figuró una frontera simbólica en la que convergieron rasgos tradicionales y sociales; una segunda frontera que reconstruyo es la confluente de posiciones caritativas, piadosas, sociales y políticas como tipos de acciones coexistentes entre los activistas del catolicismo social mexicano de entonces. La tercera frontera que interpreto integra aspectos tradicionales de lo que debía ser una mujer católica pero que se atenuaban por rasgos sociales diversos respecto del activismo de las Damas católicas en el catolicismo social en Guadalajara.
Primera frontera: tradicionales y sociales
Fronteras es un concepto polisémico, Hevilla resalta que puede entenderse como espacios de conflicto, encuentro y desencuentro, diferencias de género, identidades, pasos del yo al nosotros.33 Las fronteras simbólicas, de acuerdo con Sánchez, pueden ser sistemas de valores, categorías sociales, distinciones sociales de grupos, con formas de inclusión y exclusión; son límites que los distinguen socialmente.34 Además afirman Rizo y Romeu que las fronteras son límite (demarcan la diferencia) y pueden de igual modo significar ruptura (aspectos híbridos, permeables, para negociar o integrar). El nosotros ante la necesidad de distinguirse y pertenecer a algo establece límites ante los otros, pero desde los cambios se negocian valores y significados de vida. Así que frontera entendida desde lo simbólico refiere representaciones de los sujetos y grupos y es asimismo una herramienta de análisis que coadyuva a comprender lo propio, lo ajeno y lo permeable en la relación entre sujetos. Además es un espacio que reproduce lo estructural y recrea lo cotidiano, donde se anclan lo simbólico y material que unen lo disyunto en las relaciones y sentidos de lo propio.35
Con base en las aportaciones de Sánchez, Hevilla, García y Romeu, frontera es para el análisis de este trabajo un espacio en el que se construyen pertenencias y diferencias. En los artículos publicados en La Mujer Católica Jalisciense están diversos aspectos -incluso contradictorios- que al analizarlos integran cosmovisiones sobre los católicos. En sus contenidos hay caracterizaciones de esos creyentes y desde sus temas de interés reelaboraron diferentes fronteras simbólicas relacionadas con contextos históricos específicos y se nutrían de luchas contra lo no católico. Entiendo por frontera simbólica los espacios en los que convergen significados no puramente dicotómicos sino matizados o grises en cuanto a las posiciones y antagonismos entre catolicismo y mundo secular.
El proyecto secularizador fue construido a lo largo del tiempo y los católicos coexistieron con él en diversas formas. Del siglo XIX al XX se pasó del reconocimiento constitucional de nación católica a la propuesta de una república liberal reformista en 1857 para culminar con la Constitución radical de 1917 y sus contenidos en materia de culto. Estos dos últimos hitos históricos tramaron procesos e iniciativas laicizantes de larga duración que implicaban separar las esferas institucionales, prohibir a los católicos participar en el ámbito asociativo, partidista y político, generar antagonismos hacia el poder de la Iglesia católica y su doctrina, cuestionar el papel que desempeñaron la jerarquía y los sacerdotes en la sociedad, criticar la moral católica y oponerse al adoctrinamiento de las conciencias de los mexicanos por parte del catolicismo.
El fracaso del partido conservador decimonónico, la conciliación con Porfirio Díaz, el ocaso de su régimen, la oportunidad de volver a los escenarios políticos en los albores del siglo pasado fueron contextos históricos diversos que configuraron presencias de los católicos en lo público. Así que la experiencia partidista, política y legislativa durante el primer lustro de la década de los años diez, mediante el PCN36 en Jalisco, representó una sincronía que cobraba sentidos históricos diacrónicos significativos pues materializaba luchas católicas añejas y a la vez propuestas innovadoras que las agrupaciones católicas habían abanderado en el tiempo corto y llevadas a iniciativas legales por diputados católicos en el Congreso local: ley de Uniones profesionales (personalidad jurídica a las organizaciones laborales), bien de familia (garantía de patrimonio inembargable), de la Silla (asientos para las dependientas de tiendas), del descanso obligatorio (domingo), otras disposiciones sobre jornada de trabajo y representación proporcional.37
El breve periodo de la experiencia de los católicos como gobierno en Jalisco se concluyó con la llegada de los carrancistas a la entidad, fue un momento en que las pugnas entre gobierno e Iglesia se recrudecieron. Por una parte, la revolución encabezada por Manuel Macario Diéguez (1914-1917) y, por otra, el catolicismo social encabezado por el arzobispo, pretendieron integrar a sus filas diversidad de activistas: trabajadores, empleados, profesionistas, mujeres, hombres, adultos, jóvenes y adolescentes. El comandante y su grupo constitucionalista decretaron medidas legales que confinaban al culto, a las denominaciones católicas y a los activismos confesionales al campo de lo privado, alejados de la política y lo público. El poder cultural, político y social de la Iglesia católica era de nueva cuenta cuestionado. La comandancia de Diéguez representó una tendencia laicizante con intenciones de separar y distinguir las esferas institucionales. Así ocurrió también durante su gubernatura en los últimos años de la década (1917-1919).
Durante el periodo posrevolucionario de 1917-1926 se gestaron gobiernos anticlericales en el país y en Jalisco se buscó radicalizar las disposiciones en materia de culto. Por tanto, fueron momentos en que se agudizaron los desencuentros entre el gobierno civil y el eclesiástico, sindicatos blancos, rojos y amarillos, sectores sociales organizados de católicos versus liberales, anarquistas o socialistas.38 De 1923 a 1926 se estableció en la entidad una tendencia regionalista y su líder fue José Guadalupe Zuno, gobernador de Jalisco. Este pensador liberal cimentó la política secularizada y decretó una serie de reglamentaciones en materia de culto. Las banderas de discordancia entre los actores sociales y políticos giraron en torno a educar a la sociedad, los derechos de los trabajadores, el agrarismo, el ámbito de la religión, el registro de sacerdotes, las propiedades de la Iglesia, las libertades de expresión y asociación de los individuos.39
Las interacciones de la Iglesia católica con sujetos y cosmovisiones relacionados con el Estado mexicano moderno y anticlerical influyeron en la relación de ambos poderes con la sociedad para figurar disímiles (des) acuerdos sociales y políticos. Entre los grupos que se posicionaron antagonistas al proyecto secularizador se encontraron diferentes católicos movilizados y con rasgos según el contexto histórico en el que se anclaron. En los siglos XIX y XX los sujetos católicos produjeron sus clasificaciones con base en sus acciones y programas. Manuel Ceballos ubica cuatro grupos-momentos históricos: los católicos tradicionalistas (1867-1892), católicos liberales (1892-1900), católicos sociales (1899-1909) y demócratas cristianos (1909-1914).40 Aunque también está la categorización: los intransigentes-tradicionales (1867-1892), católicos liberales (1892-1903), intransigentes sociales (1903-1913) e intransigentes demócratas (1912-1931).41
Los católicos tradicionales fueron vinculados con el pensamiento conservador por la defensa del orden monárquico y de ese mundo que forjó a “la nación católica”. Ante la derrota militar y política de los conservadores decimonónicos se dieron las complicidades de católicos con los liberales en el poder, a partir de ello aceptaron conciliarse con el régimen porfirista. En el ocaso de ese gobierno, se establecieron escenarios en pro de la acción social para los nuevos católicos, por ende, se fomentaron las organizaciones y luchas por reivindicaciones laborales. Con los demócratas católicos se participó en política a fines de la primera década e inicios de la segunda de la centuria pasada, quienes lograron cargos públicos y legislaron iniciativas católicas. Adame enfatiza que algunos de los católicos liberales y los católicos sociales continuaron sus ligas con antiguos conservadores, particularmente en la defensa de las tradiciones doctrinarias y en la lucha por los derechos de la Iglesia, no obstante que llegaron a señalar que no eran continuadores del partido conservador.42
A pesar de estas clasificaciones se dieron elementos de continuidad a lo largo del tiempo a través de redes de católicos cuyo apogeo fue la materializaron de la victoria partidista católica en el poder en Jalisco (1912-1914) y el fortalecimiento de los grupos católicos en los años veinte (1920-1926). Si bien se figuraron tipos-momentos de católicos, el contexto histórico de las acciones de redes confesionales que rodeó la vida de La Mujer Católica Jalisciense de 1917 a 1926 definió la confluencia de rasgos de algunas de las tipologías mencionadas y que estuvieron expresados en sus artículos. El tejido social entre los católicos coadyuvo a que construyeran luchas comunes de combate hacia la secularización y en defensa de la religión. De tal forma que el catolicismo social logró su consolidación en Guadalajara con complejos de heterogeneidades y unidad de los movimientos de católicos en el periodo de 1913-1926. Desde aquí es necesario reflexionar que en el producto de difusión de las Damas Católicas de Guadalajara se construyó una frontera que integraba por ejemplo rasgos tradicionales y sociales.
En los años de 1916 a 1926, más allá de una clásica rivalidad entre liberalismo vs catolicismo, los católicos tuvieron un abanico de actores y frentes antagonistas: masones, protestantes, jacobinos, revolucionarios, socialistas, comunistas; ateísmo, modernismo, racionalismo, naturalismo, anticlericalismo, laicismo y secularismo, entre otros. Algunos de dichos fenómenos sociales e ideológicos o actores fueron motivo de discusión en La Mujer Católica Jalisciense. La policromía en sus artículos nos orienta a diversos dilemas y oposiciones. En este apartado rescato sólo algunos limitados asuntos referidos supra y circunscritos a reflexionar sobre la correlación de elementos tradicionales y sociales. Para lograrlo retomo los contenidos sobre el insurgente Miguel Hidalgo y Costilla y el primer emperador Agustín Iturbide, con el propósito de aprehender elementos de embrague entre aspectos históricos y asuntos relacionados con perfiles de católicos.
Al analizar los contenidos de La Mujer Católica Jalisciense en su número 27 de mes de septiembre de 1921, localicé referencias de reconocimiento al pasado tradicional mexicano del siglo decimonónico. Fecha en que el país cumplía un siglo de ser nación independiente y de la declaración de las tres garantías: religión, independencia y unión. En las primeras páginas estaba la imagen de Miguel Hidalgo y Costilla, con un semblante tranquilo, rejuvenecido, delgado, mirando al horizonte abierto, con su vestimenta característica de cura que integraba lo usado en la práctica del culto y la ropa para salir a espacios públicos: dalmática y sobrepuesta a ella la levita. Hidalgo ha personificado tanto para el ámbito oficial como para el católico, el líder del Grito de Dolores al que van aunados sentimientos y valores patrios, por tanto ha estado vinculado a la antesala del México independiente. Para LMCJ no importó su historia de mujeriego y que era amigo de las tertulias,43 o bien que fue excomulgado por haber incitado a la rebelión e ir contra las autoridades coloniales del Virreinato. Hubo silencio o quizá olvido en que fue la misma Iglesia católica la que lo desconoció y degradó como sacerdote. Estos asuntos resultan paradójicos si los repensamos desde las campañas moralizantes católicas abanderadas por las Damas en Guadalajara, pero tienen lógica en una visión de reconstrucción de lo nacional desde personajes relacionados con el catolicismo y el mundo conservador.
El análisis de una imagen se complementa con el texto que le rodea. Al pie del dibujo de Hidalgo se escribió una poesía que sintetizaba una perspectiva respecto del personaje: el héroe quien dio esperanza, símbolo de la voz del destino, portador de una obra admirada a lo largo de los siglos cuya muerte selló el nacimiento de la patria y su lucha se levantó como monumento de la independencia de México.44 El sentido valorado en la imagen y el texto es análogo con el marco simbólico del héroe Hidalgo unido a patria, como lo hace la historia oficial. Sin embargo, el significado dado en LMCJ al concepto patria fue unido a catolicismo. Patria era el “afecto más noble, sublime y sagrado” de los mexicanos que llevaba implícito “el amor a Dios y a su religión”. La historia con héroes como Hidalgo forjaba “el amor a la nación católica”, unido a la “gratitud y ternura” hacia los personajes cuyas muertes simbolizaron “la patria libre e independiente, la que engrandecieron y honraron”.45
El Himno nacional era también recordado en el impreso del mes de septiembre de La Mujer Católica Jalisciense (1921). Como símbolo patriótico hacía “arder la sangre” pero -señalaba la publicación- “si hubiera alguien que no sintiera esto o negara alguno de los héroes que dio libertad al pueblo e hizo independiente al país”, entonces haría “sombras de negra ingratitud, injusticia y olvido”. Estas palabras fueron la entrada a la defensa y reconocimiento a otro protagonista poco memorado en la historia de bronce: Agustín de Iturbide, quien junto con Hidalgo eran considerados en LMCJ “dos de los héroes más notables”.46 El retrato publicado de Iturbide muestra un semblante joven con mirada tierna y una sonrisa un poco dibujada, portando el traje militar como emperador que tenía en la solapa la bandera con el águila y corona imperial, símbolo de su gobierno. Esta imagen al igual que la de Hidalgo buscaba humanizar y unida al poema pretendía ganar la simpatía de los lectores:
¡Iturbide! La figura gigantesca que surgiera entre un grupo de valientes; el de noble corazón, que legara al mejicano una Patria, una bandera y los grandes ideales: Libertad y Religión!
¡Iturbide! Sol radiante que brillara en nuestro cielo! De la Patria infortunada, fuiste tú el libertador; por ti el hijo del Anáhuac, que gimiera en triste duelo, vió [sic] al fin rotas las cadenas del tiránico opresor.47
A Iturbide se le nombró insurgente por el desenlace de la independencia, soslayando su historia realista al servicio de la Corona y perseguidor de los levantados en el movimiento independentista durante 1810-1816. Era el “insurgente libertador” de las “tres garantías”. Iturbide personificó las esperanzas para crear una monarquía constitucional moderada, así también para proteger a la Iglesia y a los españoles que se quedaron en México.48 Tanto los errores de Hidalgo como de Iturbide fueron justificados en los artículos de LMCJ como resultados de las pasiones humanas pero que no impedían que sus obras culminaran en algo épico como fue la independencia del país.49 En los contenidos mencionados ambos héroes encarnaron momentos “en la defensa y construcción de la patria mexicana”, como se señalaba en el siguiente fragmento:
El grito dado por Hidalgo, en la memorable noche del 15 de Septiembre de 1810 fué [sic] el prólogo del libro grandioso que con sangre de héroes debiera escribirse, para inmortalizar la memoria de los invictos caudillos que sacrificaron su preciosa existencia por amor a la Patria, y descollando entre todas esas grandiosas figuras, aparecen Hidalgo e Iturbide.
¡Hidalgo e Iturbide! El primero puso los cimientos de nuestra independencia; pero tuvo que hacerlo con la sangre de sus hermanos y aun con la suya propia: el segundo por medio de tratados y combinaciones políticas, hábilmente dirigidas, llevó a cabo la colosal empresa del primero. Los dos por si alguna mancha pudiera oscurecer su gloria, la borraron con su sangre y dejaron a nuestra historia dos figuras grandiosas que embellecen sus brillantes páginas!
¡Bendito sea Dios que quiso concedernos esos hombres, ilustres ante todo por su religiosidad y mientras disfrutamos de los beneficios que a tan alto precio nos conquistaron, reciban el homenaje de la nación que agradecida bendice a sus libertadores […] no nos olvidemos de rogar a Dios Ntro. Señor, por ellos, y por esos millares de héroes ignorados que juntamente con el animoso anciano Cura de Dolores y el gran caudillo de Iguala compraron con su vida la autonomía nacional que hasta ahora disfrutamos.50
Religión y patria era el binomio al recordar a los dos personajes de la historia mexicana. Estos llamados a no olvidar sus obras indicaban que los católicos tenían deberes patrióticos para desplegar acciones que mostraran sus talentos, virtudes y sentimientos en la defensa de la nación católica. Schell ha afirmado que las Damas eran intérpretes de la cultura, ganaban espacios públicos y políticos, tenían la capacidad de fomentar la rebeldía, por tanto, la UDCM promovió la fidelidad con la Iglesia católica y difundió una versión de sociedad mexicana en la que Iturbide era héroe de la independencia.51
La muerte, el amor y el servicio eran imprescindibles para un “centinela o soldado de la patria”, entonces el hombre desaparecía ante el ciudadano patriota. Servir era buscar la unión en la familia, en las amistades y aún en la enemistad.52 Se invitaba, a los católicos en general y a las mujeres integrantes de la ADCG en particular, a pensar en favorecer el vínculo sociedad y catolicismo. El número de septiembre de La Mujer Católica Jalisciense (1921) dio muestra de ello. La escuela católica, los profesores, los fieles y los activistas confesionales eran convocados a luchar por la unión entre religión y educación, moral y familia pues eran combinaciones “necesarias y vitales” para vivir en una sociedad católica y frenar al socialismo expandido en otras sociedades en el mundo.53 El frente enemigo ya no era sólo el liberalismo.
Lo expuesto hasta aquí coadyuva a rescatar rostros pro conservadores en defensa de un pasado confesional e imperial que buscaba la hegemonía de la Iglesia católica y su doctrina. La sociedad mexicana, en el presente de las Damas católicas, era comprendida como dominio católico por tanto el nacionalismo no podía entenderse sin catolicismo. Entonces ambos deberían ser constitutivos primordiales en la historia de México pues forjaban heroísmo y éste era un carácter que los católicos utilizaban para autodefinir tanto sus luchas como sus recuerdos sobre las herencias pasadas en la edificación de su memoria colectiva y oficial. Con base en lo señalado, encuentro una analogía entre lo narrado sobre la independencia y el autoreconocimiento de las Damas Católicas de Guadalajara como “heroicas” al defender a la Iglesia, su doctrina y proyecto societal. Un artículo con fecha del 11 de julio de 1918 y reeditado en La Mujer Católica Jalisciense fue dedicado a vanagloriar a las Damas, quienes se opusieron a los decretos y reglamentaciones sobre el número de ministros en Jalisco. Así que las Damas habían protestado ante el gobierno civil.
¡Son fieles guerreras del ejército de Cristo! […] ¡Que gallardas! […] ¡Ellas son…! ¿Qué valientes! Esas hijas del Anáhuac, son adalides de esta tierra predilecta. ¿No te admira su lealtad? ¡Qué esforzadas! Son las hijas de la Iglesia que marchan a vanguardia en su defensa y que por no mancillar esa enseña de alba plena, colocada entre sus manos, han arrostrado los peligros y dispuesto sus vidas al martirio! […] El verdadero cristiano cifra su dicha en batirse hasta el martirio! […] ¿No te infunde respeto su actitud? ¡Villano! Inclina reverente tu cabeza en su presencia, porque la heroicidad, la nobleza y la hidalguía desfilan ante tu vista! Flores, más flores, allégales a sus pies, mujer cristiana; el perfume de sus hojas al embriagarlas, aumentará el vigor de su energía! Y tú, cobarde villano, traidor, aprende del valor femenil a portar con dignidad la espada que, empuñarán un día tus manos, como hijo de la Patria y de la Iglesia.54
La Mujer Católica Jalisciense glorificó a estas mujeres y las relacionó con el heroísmo por ser capaces de “entregar la vida” en esa lucha católica y unirse entre sí para enfrentar a los “enemigos”. Estas miradas al pasado y a su presente potenciaban la conexión entre catolicismo y nacionalismo, patria y católico, Iglesia católica y sociedad. La publicación reconoció en variadas ocasiones las “obras heroicas” de las Damas Católicas de Guadalajara. Los ejemplos expuestos en este apartado del artículo nos aproximan a elementos tradicionales y sociales pues construyen continuidades a pesar de las rupturas entre la posición conservadora decimonónica y lo innovador del perfil social de los militantes del catolicismo social. “Restaurar el reino de Cristo” era la comunión entre el pasado y el presente pues conjugaba una memoria colectiva católica de heroísmo y reelaboraba una historia católico nacional que integraba la unión de oposiciones y diferencias.
Segunda frontera: católicos piadosos, caritativos, sociales y políticos
Los planteamientos de León XIII en cuanto a intervenir en la sociedad fueron vertebradores al movilizar a los seglares en Guadalajara, el caso de las Damas se incluía en esta cosmovisión. Como parte de la propuesta pontificia para resolver la “cuestión obrera” y combatir a “enemigos” estaba la acción social católica, estrategia que promovieron tanto jerarcas, sacerdotes como dirigentes de los organismos. Los lemas de algunos de los grupos relacionados con el catolicismo intransigente tuvieron el fundamento de movilizar a las masas bajo principios doctrinarios y de armonía entre las clases: “restaurar el reino de Cristo”, “Dios, Patria y libertad” y “justicia y caridad”. Para lograr dicho propósito y para que “la mayoría católica lograra la felicidad y el bien común” había que engranar la acción social con la política.55
El partidismo de los católicos en el primer lustro de la segunda década del siglo pasado se constituyó alrededor del PCN, sin embargo, la acción política iba más allá de la partidista o electoral pues significaba escenas públicas de luchas en defensa de la Iglesia, la religión, libertades individuales y asociativas. La experiencia de trabajo colaborativo entre los organismos confesionales aseguró la unidad y la diversidad de prácticas para manifestarse y movilizarse, para (in) formar, actuar y resistir. A la sazón de la acción político partidista se desplegó la estrategia integradora de las obras piadosas, caritativas y sociales que permitía a la ACDG relacionarse con otros seglares y colectivos, como sucedió por ejemplo con el PCN, la ACJM, los Caballeros y los obreros durante los años diez.
La Constitución de 1917 circunscribió a las Iglesias en las esferas de lo privado, prohibió a sacerdotes o monjas intervenir en cuestiones educativas, sujetó la enseñanza dada en los planteles educativos privados a los lineamientos oficiales, subordinó el registro de sacerdotes al gobierno, desconoció personalidad jurídica a las corporaciones religiosas y les impidió participar en ámbitos públicos y estatales. A pesar de estas disposiciones en materia de culto, los católicos intervinieron espacios privados, sociales, culturales y políticos. Las Damas participaron en estas dimensiones del activismo confesional.
Fue, por tanto, que el conjunto de la acción social y la cívico-política configuraron un todo coherente ofensivo y combativo por diferentes medios acordes a los momentos históricos específicos. Sus ámbitos fueron la prensa, escuela, sindicatos, cooperativas y partido.56 Las militancias de los seglares en el campo del catolicismo social tuvieron como ejes problemas nacionales legislativos en materia de culto, el alcoholismo, la cuestión agraria, obrera, indígena y migrante, el corporativismo, la educación, las clases sociales, la beneficencia, la piedad y la moral católica.
Con base en las ideas expuestas hasta aquí, puedo afirmar que una segunda frontera simbólica presente en La Mujer Católica Jalisciense se configuró por el debate de la participación confesional mediante las acciones múltiples, entrelazadas y alimentándose entre sí, consolidadas durante el primer lustro de los años veinte. Las diferentes actividades y sus combinaciones representaron líneas de continuidades y discontinuidades históricas en los tiempos largos y cortos. Por ejemplo, los organismos piadosos y caritativos con historias decimonónicas prolongaron sus existencias en los albores del siglo XX y entretejieron conexiones y multipertenencias con los grupos de católicos sociales e intransigentes en las parroquias de Guadalajara. En los catorce números que he analizado se informa sobre prácticas de culto y actividades de índole piadosa, caritativa, social, religiosa y política, como se puede apreciar en los temas y subtemas que presento en los siguientes incisos:57
a) Prácticas de culto: referían datos de semana santa y las condiciones de la sociedad, el milagro y su probidad, la blasfemia y moral católica, devociones a la virgen y a la Trinidad, misas, ejercicios espirituales, mayo como el mes dedicado a la virgen, creencias católicas, el escapulario, el crucifijo, los llamados de Jesús, el sufrimiento devenido del pecado, remedios contra los pecados capitales (soberbia-humildad, avaricia-fe, lujuria-dignidad, ira-reconocimiento de errores propios, odio y envidia-perdón, gula-vergüenza, pereza-la gloria eterna), vida espiritual y la confesión, la piedad y caridad. Estos asuntos estaban vinculados con la distancia del catolicismo hacia las supuestas consecuencias de la modernidad y el paganismo en el país, como se señala en el siguiente fragmento:
Nuestro querido México, que, gracias a Dios ha sido iluminado con las brillantes y esplendorosas luces del Evangelio; que ha sido santificado por las plantas divinas de la Virgen del Tepeyac, va perdiendo poco a poco las costumbres morigeradas, sencillas, laboriosas de los tiempos antiguos y corre desatinado por la pendiente rápida y resbaladiza de la inmoralidad. ¿Quién lo detendrá? ¿A que [sic] abismo iremos a parar? Nuestro pueblo a semejanza del pueblo romano […] se ha degradado y no busca otra cosa que la satisfacción de los goces materiales, sin preocuparse por la vida espiritual y por los goces eternos […] pero vosotras Damas Católicas, os habéis impuesto la noble tarea y la santa misión de trabajar por el bien social. Impartís el pan material; pero con verdadero heroísmo impartís también el pan espiritual. El catecismo es una de vuestras obras predilectas, y si la generación presente se salva, habréis salvado también a la Patria! ¿Pan y Circo, la Roma pagana! ¡Pan y catecismo ahora, y vuestra obra será imperecedera!58
b) Sociedad y religión: era el campo de asuntos relacionados con testimonios de fe, características humanas, moral, sociabilidad, amor y simpatía, reconocimiento del 26 de noviembre día de la esposa, hogares cristianos, las vocaciones, la importancia del matrimonio, las modas femeninas en la prensa, indumentaria femenina y el paganismo, moralización de las costumbres e influencia del sacerdote en la sociedad. La suma de estas cuestiones dibujó las posiciones sustentadas en la sociología católica con respecto de la pérdida de la centralidad religiosa en la sociedad, en donde Dios debía ser centro y la familia católica el núcleo de la comunidad, por su parte el Estado no podía quedar ajeno a esta “naturaleza” social:
Dios, en virtud de las inclinaciones y necesidades naturales del hombre, le hace crecer en el seno de una verdadera sociedad, la familia. En ella encuentra el individuo lo indispensable para las necesidades cotidianas. La familia es la primera sociedad natural. Por extensión espontánea o por agregación de varias familias se forma el municipio o ciudad. La ciudad, aunque se base a sí misma para su vida interior, no podría subsistir enfrente de enemigos que la combatieran. La defensa común exige la unión de las ciudades para formar el reino, la nación o el estado, en el cual el hombre encuentra la suficiencia perfecta. El Estado, por tanto, proviene de la naturaleza, al igual que las asociaciones inferiores de que se forma. El Estado es una sociedad verdaderamente natural en el sentido que corresponde a las inclinaciones y a las exigencias de la naturaleza del ser racional. El fundador de la sociedad civil es la naturaleza, o sea el autor de la naturaleza: Dios.59
c) Problemas sociales para ser intervenidos: eran aquellos aspectos derivados del alcoholismo, mundo moderno, el mal social, demonio y baile, “libres pensadores y católicos”, abandono de la doctrina, pornografía en impresos, esculturas, postales y cubiertas de los libros; individualismo, la prensa liberal de moda y la cuestión social como resultado del paganismo. Estas preocupaciones bosquejaron las relaciones antagónicas entre el catolicismo y el ámbito secular, el que fue criticado por LMCJ porque no orientaba en doctrina católica, como se lee en la siguiente nota,
Sin la Eucaristía la cuestión social es insoluble. La única solución de la cuestión social es la acción social católica y la vida de esta misma acción es la Sagrada Eucaristía. De ese Sol Divino y Fuente de vida sobrenatural, tiene que brotar la luz y la fuerza necesaria para solucionar la tremenda crisis social, porque atraviesa el mundo […] La cuestión social, es decir, esa falta de armonía que lamentamos entre las diversas clases sociales, nació del retroceso que ha dado el mundo al paganismo y con el [sic], al egoísmo con sus odios, rencores, envidias y venganzas que son sus consecuencias necesarias […] El remedio del mal del mundo consiste en una inmensa elusión de caridad […] Para orientar pues a esas masas extraviadas e imprimirles el saludable movimiento de regeneración social, son indispensables grupos de hombres superiores, de inteligencia ilustrada, con prudencia exepcional [sic], de corazón magnánimo, de voluntad inquebrantable, de valor temerario, de abnegación sin límites, de paciencia inagotable; en una palabra, hombres íntimamente informados en la verdadera caridad cristiana, con todo el cortejo de virtudes que la acompañan. […] El movimiento social que llama la atención del mundo entero […] es el de los católicos belgas […] en pro de los sindicatos cristianos.60
d) Luchas políticas fueron comprendidas en su posición contra otras ideologías (liberales, jacobinas, socialistas y espiritistas), campañas y movilizaciones, la mala prensa y malas lecturas, actos corruptos, la enseñanza oficial, el desorden, la “ruina de la agricultura”, la mendicidad como carencia de fe; abanderaban la defensa de la Junta de Periodistas Católicos (JPC) a nivel nacional en junio de 1922, enfrentaban las expulsiones del país de algunos prelados, estaban en contra de la enseñanza racionalista y de los maestros misioneros estatales. Así que el espacio público y el político tuvieron en su seno las disputas de los católicos en cuanto a los debates enlistados, por ejemplo el educativo alejado de la religión:
La clase ínfima del pueblo, de ese pueblo por el que dizque tanto se preocupan los gobiernos y la sociedad, es en donde sienta sus reales la mendicidad, hija casi siempre de los más repugnantes vicios […] ¿Cuál es la causa […]? La ignorancia y el completo abandono del catecismo. Si es verdad que los gobiernos se han preocupado siempre tener escuelas gratuitas, es también una verdad y muy amarga, que de ella han procurado borrar hasta el nombre Dios y demasiado sabemos que un pueblo sin temor de Dios, sin religión, marcha a la ruina.61
Ojalá y la mal entendida libertad de enseñanza […] sea pronto sustituida por la verdadera libertad del magisterio […] Ojalá y al lado de los que con ruin mezquino interés de lucrar y con satánico y criminal proposito [sic] de pervertir trabajan, se levanten denodados, Misioneros apóstoles impulsados sólo por la tan alta vocación de la Providencia a defender los intereses de Dios y de la Patria.62
Los aspectos antes enlistados y tematizados dieron forma a las discordias y problemas de la época que obligaban a las Damas Católicas y a los seglares del catolicismo social mexicano a ser versátiles en sus perfiles para incluir lo caritativo, piadoso, cívico, social y político. Con ello una frontera simbólica que hacía posible integrar los caracteres mencionados sin soslayar las distinciones entre los mismos según circunstancias y momentos históricos específicos.
Tercera frontera: modelo de mujer católica y mujeres activistas
Esta tercera frontera simbólica permitió el engranaje de dos planos para definir a las mujeres católicas aunque pudieran ser considerados como opuestos: un modelo tradicional de mujer católica (así en singular) y otras concepciones que definían a las mujeres católicas (en plural) nuevas o con rasgos modernos por participar en movimientos sociopolíticos católicos en Guadalajara. Así, por un lado, en La Mujer Católica Jalisciense se enfatizó la necesidad de reproducir un imagen de mujer subordinada al hombre, respetuosa de las jerarquías, “casta, humilde, virtuosa y resignada”, “ángel del hogar”, defensora de la familia y opuesta a las modas modernas, por ejemplo en el vestir:63
El [Segundo] Congreso [de la Unión de Damas Católicas Mexicanas, udcm] insiste con todo encarecimiento en que las socias de la Unión den buen ejemplo en el vestir, adaptándose en todo a las prescripciones de la modestia cristiana y tomando particular cuidado en que estas mismas prescripciones normen el vestir de las niñas. Encarece a este propósito, la fundación de la Liga de la Modestia Cristiana en todos los Centros y hace votos por que se establezca también en las obras similares y en las asociaciones piadosas. Recomienda a las socias hacer una propaganda individual en el seno de sus familias y amistades a favor de la moralización de las modas y para abstenerse de concurrir a balnearios y piscinas en donde no se guarde la debida corrección.64
No obstante que el modelo de mujer recatada y devota fue difundido por las Damas Católicas de Guadalajara a través de su órgano de difusión y reproducido en las escenas diarias; de igual modo, se promovió en La Mujer Católica Jalisciense el catolicismo social con un nuevo modelo de mujeres militantes confesionales invitadas a salir de la casa y del templo para intervenir los espacios públicos, sociales, cívicos, políticos, piadosos y caritativos. El perfil social fue subrayado como imprescindible en LMCJ con el objeto de la defensa de la religión y de la Iglesia católica frente un Estado moderno y revolucionario, una sociedad más secularizada y ante otras ideologías “enemigas”. La acción social católica y el valor religioso debían regir el trabajo de las Damas.65
[…] la Unión Nacional de Damas Católicas Mexicanas no es una asociación religiosa […] las obras de acción social a que se dedica y que constituyen su principal objetivo, suponen […] una verdadera y sólida piedad. Dichas obras no son otra cosa que la caridad en acción, la caridad practica, [sic] […] el primer valor que se ha de desarrollar en el alma femenina es el religioso, el [sic] da el sentido definitivo a toda la vida; es el que obra con fuerza más enérgica y suave a la vez sobre todas las ideas, sentimientos y acciones del hombre, y con particular eficacia en la mujer […]66
En el nuevo modelo de mujeres activistas católicas era necesario el aprendizaje sociolótico para formar la conciencia social, el estudio de las necesidades de las localidades y sus remedios,67 las Damas tendrían que trabajar por el “reinado social de Cristo”, de forma que sus campos de acción iban desde actos religiosos hasta movilizaciones por reformas a la Constitución de 1917. Además de las obras piadosas y de caridad, se hicieron llamados para que las Damas oraran para salvar a la sociedad y desarrollaran su papel de “mujeres fuertes” en tareas más allá del ámbito privado; como expresó el señor Corona:
Es tiempo ya, dice el Ilmo. Prelado, de que la mujer no se concentre tan solo al templo y al hogar, que no se contente con dedicarse a las tareas domésticas y con orar; que salga del hogar, ella debe ir por todas partes socorriendo las miserias materiales, moralizando y dando siempre grandes ejemplos de virtud; que sea ella el tipo de la verdadera mujer fuerte. Que luche, que trabaje y se esfuerce en defender sus derechos ahora que está amenazada de perder lo más sagrado que hay para ella, el hogar y su religión.68
No obstante que la centralidad de la lucha estaba en la defensa del tradicional modelo de mujer católica, las Damas encabezaron manifestaciones en 1918 y 1919 ante las legislaciones secularizantes.69 Asimismo levantaron protestas, como la de mayo de 1921, contra los socialistas por poner la bandera roja en la Catedral de Guadalajara, reclamaron a las autoridades civiles el respeto de los derechos católicos y lucharon por la libertad del “sentimiento nacional” católico. También protestaron ante el presidente de la República y el gobernador de Michoacán por lo sucedido el 8 y 7 de mayo en Morelia y por el apoyo estatal a los socialistas quienes “profanaron” imágenes y templos. Frente a estas disputas, las Damas exigieron garantías individuales para los católicos del país.70 Estas mujeres organizaron y participaron en manifestaciones masivas en defensa del culto católico y sus representantes.
Por otra parte, la ADCG participó en el Comité Organizador de las Fiestas Patrias en Guadalajara y del Centenario 1821-1921. En ese tiempo las Damas trabajaban no sólo en las zonas urbanas sino también en rurales. Para la celebración cívica formularon un programa de actividades que incluía el 13 de junio una misa en Catedral con el lema “justicia y caridad” y dedicada a los agricultores y sus familias. En la misma fecha se entronizó al Corazón Sacratísimo de Jesús en capillas de las haciendas, en casas de los patrones y en hogares campesinos. También repartieron hojas impresas a los trabajadores del campo con contenidos sobre el “reinado divino en los hogares”. Igualmente, recomendaron iluminar y adornar las casas de la ciudad en las que se entronizó a Jesús para expresar públicamente que eran los “vasallos de Jesucristo Rey”; para lograr su cometido, establecieron un Centro para donar imágenes para las entronizaciones, hojas con las promesas al Divino Corazón y los distintivos para la ceremonia.
Estas militantes amalgamaron las imágenes de mujer católica tradicional y las de mujeres activistas sociales. Esto permitió articular diversas acciones en las comunidades parroquiales y entre diferentes grupos confesionales del arzobispado. Inclusive en la estructura de la ADCG a través de secciones se rescataron diferentes actividades. La sedimentación en sus perfiles confesionales del límite tradicional y la ruptura moderada con este modelo hegemónico de mujer católica favoreció que las Damas salieran más allá del templo y el hogar, esto ejemplifica una tercera frontera simbólica que nos habla de mujeres tradicionales y activistas sociopolíticas.
A manera de reflexión final
Los dilemas del catolicismo social reseñados en La Mujer Católica Jalisciense giraron en torno a la cuestión social y la urgencia de restaurar el “reino de Cristo”. Las tipologías de los católicos y la convergencia de sus diversos elementos en las militancias durante 1913-1926 contribuyeron a desarrollar los movimientos de católicos. Desde ahí que los contextos históricos y las fronteras simbólicas nos ayudan a una mejor comprensión de los contenidos en LMCJ, publicación ubicada en la época en que la prensa católica cubrió un rol vertebral en las luchas confesionales ante el constitucionalismo y los gobiernos civiles. Su producción se dio en momentos álgidos de la tensión secularización versus catolicismo, modernidad versus tradición. La nueva prensa sociopolítica confesional se posicionó ante diversos antagonismos y no tan sólo el liberal. Si bien la prensa católica fue una herramienta manipuladora también fue crítica y simbolizó a un actor en el México moderno. La “buena prensa” se integró al entramado de actores católicos contra sus “enemigos” y se desplegó como una opción pedagógica de los individuos.
Las tres fronteras simbólicas que reconstruí a partir de los contenidos analizados de La Mujer Católica Jalisciense nos aproximan al conocimiento sobre características, funciones y actividades de los católicos y de las Damas. Así es que encontramos una frontera constituida a partir de rasgos tradicionales y sociales. Tipologías que eran definidas como diferentes pero que en las informaciones revisadas confluían sin distinciones para elaborar perfiles más complejos de los católicos. La primera frontera que he encontrado se enriquece cuando entretejo los atributos piadosos, caritativos y políticos. Además estas figuraciones de pertenencia se amalgamaban en una tercera frontera simbólica con dimensiones que identifican el modelo de mujer católica tradicional. Esta perspectiva histórica y tradicional de género cohabitaba en LMCJ con aspectos más novedosos que referían las capacidades y posibilidades de las féminas militantes para intervenir en una diversidad de espacios. Desde estas tres fronteras simbólicas nos aproximamos tanto al catolicismo social con sus grupos en Guadalajara como en específico a las Damas Católicas. Las voces presentes en LMCJ eran expresión de representaciones, liderazgos, movimientos y sujetos católicos. Durante casi una década de su producción y circulación se convocó a mujeres y hombres, sacerdotes y seglares, líderes y bases a participar en espacios públicos y privados con el objeto de “restaurarlo todo en Cristo”.
Su objetivo era (in) formar a sus lectores, lógicamente esto correspondía a la intencionalidad general del movimiento sociopolítico llamado catolicismo social pero enriquecida desde la experiencia del activismo de las Damas. Es por eso que los contenidos de La Mujer Católica Jalisciense eran estructurados mediante ejes de conocimientos sobre la doctrina católica, programas de actividades, ámbitos sociales, protagonistas y acciones. Ya que una de las ideas difundidas al interior de los grupos de seglares era la de conocer sus realidades desde una especie de trinomio problemas-conocimientos-acciones pero para la defensa de la tradición, la religión y la Iglesia. Sin embargo, aunque defendían lo institucional, a la vez y paradójicamente, en sus fundamentos y estrategias se gestaron rasgos que correspondían a organizaciones y luchas del mundo moderno, por ejemplo, las cuestiones labores con sus reivindicaciones, sindicatos, movimientos sociopolíticos de hombres y mujeres. La confluencia de estos diversos asuntos hizo que lo difundido en la publicación tuviera esos grises o matices que hace la polisemia en sus contenidos.
En lo dicho en LMCJ encontramos un engranaje argumentativo del perfil tradicional representado en las figuras de Hidalgo e Iturbide, tan polémicas para la historia del país. Las ambigüedades simbolizadas en ambos personajes conllevan discusiones sobre sus relaciones con los poderes y la Iglesia católica, la autoridad colonial e insurgencia, el concepto de patria y patriotismo, la nación y “héroes”, los hechos y mitos, la pérdida de la nitidez de sus características y la tendencia a elaborar un relato histórico con tintes católicos conservadores. El objetivo era la difusión del heroísmo y remembranzas históricas, algo presente en el esquema cognitivo de los líderes católicos. Así puedo interpretar una transferencia de los significados de eventos o personajes históricos al heroísmo necesario de las Damas Católicas en la lucha cristianizadora. Como parte de esta estrategia discursiva presente en la publicación se encontraban textos diversos, unos que señalaban oposiciones hacia actores gubernamentales o radicales de la sociedad, otros que referían paisajes bíblicos o de divinidades, unos más sobre las actividades cotidianas de la ADCG. Precisamente, son estos mosaicos los que muestran la complejidad de límites y rupturas en las fronteras simbólicas reconstruidas a través de contenidos de La Mujer Católica Jalisciense.