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Intersticios sociales

versão On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.27 Zapopan Mar. 2024  Epub 03-Maio-2024

https://doi.org/10.55555/is.27.562 

Reflexión teórica

La problemática materialista entre Poulantzas y Althusser: método, tópica y sobredeterminación

The Materialist Problematic between Poulantzas and Althusser: Method, Topic and Overdetermination

1 Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CONICET-UNC), Argentina. Correo electrónico: jacinta.gorriti@mi.unc.edu.ar. Doctoranda en Estudios Sociales de América Latina con orientación en Sociología por el Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.


Resumen

Este artículo se propone reconstruir tres elementos que permiten circunscribir la problemática teórica materialista que comparten Nicos Poulantzas y Louis Althusser. Estos son: a) la cuestión del método de conocimiento; b) la reconstrucción de la “tópica” social marxista, y c) la lógica de la sobredeterminación. Sostiene la hipótesis que la teoría poulantziana plantea una modulación específica de cada uno de estos tópicos, por más que sus formulaciones sean diferentes o utilice otros términos. Discute las lecturas que suponen la existencia de una ruptura radical en la teoría de Poulantzas con respecto a los conceptos althusserianos, desde una perspectiva que considera las operaciones de pensamiento que singularizan sus intervenciones, antes que las trayectorias de sus “autores”.

Palabras clave: estado; materialismo; sobredeterminación

Abstract

This article aims to reconstruct three elements that allow us to circumscribe the materialist problematic shared by Nicos Poulantzas and Louis Althusser. These are: a) the question of the method of knowledge; b) the reconstruction of the Marxist social “topic”, and c) the logic of overdetermination. It posits the hypothesis that Poulantzas’ theory presents a specific modulation of each of these topics, despite the differences in their formulations or the use of other terms. It discusses the readings that suggest a radical rupture in Poulantzas’ theory regarding Althusser’s concepts, from a perspective that considers the thought operations that singularize their interventions, rather than the trajectories of these “authors”.

Keywords: state; materialism; overdetermination

Introducción

La relación entre Nicos Poulantzas y Louis Althusser ha sido objeto de discusión durante décadas. Son conocidas las lecturas que sugieren que la influencia althusseriana se limita solo a un momento temprano en la obra de Poulantzas, cuando recupera sus críticas a las tendencias humanistas y economicistas del marxismo para elaborar una “teoría estructuralista” del Estado.1 Entre estas recepciones, se destaca la de Bob Jessop, quien comenta que la adopción del enfoque althusseriano funciona en la obra de Poulantzas como una “escala” [staging post]2 o un puente hacia su propia versión “relacional” del marxismo. Jessop entiende que centrarse en el vínculo de Poulantzas con Althusser no solo lleva a ignorar otros argumentos, temas y fuentes teóricas relevantes en su obra, sino que también hace difícil explicar por qué se acerca a Michel Foucault en su último libro. En otros términos, cómo llega Poulantzas a elaborar su enfoque estratégico-relacional del Estado: una transición en la que elimina los matices estructuralistas en su teoría. En esta lectura, la filosofía de Althusser se identifica con el “estructuralismo”, que es entendido como una posición epistemológica que tiende hacia el formalismo. Sin embargo, la intervención althusseriana en este campo -que dista de ser homogéneo- es polémica.3

Aunque recientemente se ha discutido la tesis de Jessop,4 todavía incide en la recepción de la obra de Poulantzas. En América Latina, algunas investigaciones continúan esta línea. Por ejemplo, en un trabajo novedoso sobre las teorías “pospoulantzianas del Estado” se sugiere que Poulantzas “fue suavizando su mirada althusseriana para deslizarse hacia una más relacional, compatible con los micropoderes, las disciplinas, los saberes-poderes y la circulación del poder por el cuerpo social”5. Otra investigación, afirma que en los años setenta Poulantzas abandona “sus posiciones más teóricamente abstractas y encuadradas en el marco althusseriano”, para dar lugar a un “interés más inmediatamente político”6. Como en el caso de Jessop, en estos escritos se reconocen las repercusiones de la filosofía althusseriana en los primeros textos de Poulantzas, pero se considera que su teoría relacional surge de la revisión profunda de sus textos anteriores, cuando el autor trata de “despegarse de la dureza del planteo althusseriano”.7

Sin negar los desacuerdos evidentes entre Poulantzas y Althusser, ni las críticas que se dirigen entre sí, proponemos cambiar el enfoque. No poner el acento en la relación entre ambos autores -fijados a sintagmas como estructuralismo, que circularon en sus recepciones iniciales- sino en las operaciones de pensamiento que producen en sus obras. Para esto, nos proponemos reconstruir sucintamente la problemática que comparten, es decir, el modo en que entienden e interrogan sus objetos teóricos. Una “problemática teórica” puede ser definida como una unidad compleja en la que se entrelazan elementos heterogéneos y desiguales, que tienen como efecto la producción de un conocimiento específico.8 Este concepto althusseriano apunta a una noción del proceso de conocimiento que desborda las formulaciones de los autores empíricos. Nuestra hipótesis es que Poulantzas y Althusser comparten una misma problemática materialista desde posiciones diferentes. En este sentido, recuperamos aquí la idea que anticipamos en otro trabajo anterior, cuando definimos al enfoque de Poulantzas como “una teoría materialista del Estado”.9 En este artículo nos interesa mostrar que, a pesar del cuestionamiento de Poulantzas a la lógica de la sobredeterminación, su teoría parece trasladar -incluso más rigurosamente que Althusser en algunos puntos- la complejización de la contradicción marxista a un pensamiento relacional del Estado y la práctica política.

Siguiendo a Roque Farrán,10 decimos que una teoría se puede definir como materialista no por su referencia a ciertos contenidos, sino porque busca el efecto de conocimiento mediante la composición o el anudamiento de dimensiones irreductibles. Un abordaje materialista puede reconocerse en la elaboración de un corpus textual que reconfigura, desplaza y se ejercita en el uso de determinados conceptos o tradiciones de pensamiento. Desde esta perspectiva, más que una ruptura, lo que produce una teoría materialista son “reestructuraciones y transformaciones radicales en torno a los materiales disponibles”,11 es decir, los conceptos y las definiciones, que pueden volverlos irreconocibles desde el punto de vista de quienes los analizan separadamente. No se trata de una sumatoria ecléctica, sino de un trabajo de producción conceptual a través de dispositivos concretos de pensamiento.

Al inscribir nuestra intervención en el campo de esta problemática, en la que leemos la teoría de Poulantzas, no nos proponemos reconstruir su trayectoria teórica -como si esta fuera una “expresión transparente de esfuerzos personales”-.12 Más bien, apuntamos a componer entre Poulantzas y Althusser un corpus común que nos ofrece elementos para un abordaje materialista de los procesos sociales. A diferencia de Jessop, consideramos que esta vía no solo puede abrir nuevos espacios de exploración de la teoría poulantziana al ponerla en diálogo con una corriente teórica más vasta que incluye aportes de la política contemporánea, el psicoanálisis, la filosofía y la sociología latinoamericana. Entendemos que puede, también, contribuir a reactivar algunos de sus interrogantes en nuestras condiciones actuales. Aunque este camino exceda los objetivos de nuestro trabajo, cabe señalar la vigencia de las discusiones que aquí se presentan en estudios sobre la globalización e internacionalización de los Estados y los procesos políticos de cambio social.13

En este artículo, entonces, presentamos tres tópicos clásicos en la tradición marxista que permiten revisar el vínculo de la teoría de Poulantzas con la filosofía althusseriana y mostrar la “tendencia materialista”14 que atraviesa su propuesta. Tópicos que se enmarcan en debates más amplios de las ciencias sociales de la época, pero que tienen una modulación singular en estas teorías. Estos son: (i) el problema del método de conocimiento; (ii) la reconstrucción de la “tópica” social marxista, y (iii) la lógica de la “sobredeterminación”. Como argumentamos a continuación, se trata de cuestiones recurrentes en las obras de Poulantzas, aunque a menudo aparezcan bajo otros términos y desde formulaciones distintas a las de Althusser. Mientras que el primer tópico nos ayuda a despejar la acusación de “teoricismo” -de la que Poulantzas se hace eco, en línea con el proceso de “autocrítica” que abre Althusser en los setenta-15, los otros dos nos permiten demostrar que su perspectiva relacional atraviesa el conjunto, heterogéneo y dispar, de su obra. El modo de exposición que presentamos oscila entre los escritos de Althusser y Poulantzas, porque es justamente en sus intersticios que encontramos la problemática que nos atañe. Como este trabajo se inscribe en una investigación de más largo alcance no pretendemos elaborar aquí un análisis exhaustivo de aquellos tópicos, ni de la problemática materialista. Simplemente, nos interesa dejar presentados los materiales que orientan nuestra búsqueda.

El método materialista: la crítica del empirismo y el supuesto “teoricismo”

A mediados de la década de 1960, Althusser se pregunta por la filosofía que Marx funda al producir una “ciencia de la historia” en ruptura con la problemática teórica en la que antes se situaba. Para definir el lugar de esta ruptura en la obra de Marx, así como su especificidad, Althusser recurre a la teoría y el método marxistas. Es decir, aplica a Marx los principios filosóficos que encuentra diseminados en sus escritos. A esta manera de interrogar su objeto teórico la define como una lectura sintomática.16 La “circularidad productiva” de este método,17 que extrae la filosofía marxista de su propia aplicación, consiste en leer los vacíos de la teoría de Marx para descubrir “lo no descubierto en el texto mismo que lee” o para formular “una respuesta que no corresponde a ninguna pregunta planteada”.18 Marx habría procedido del mismo modo con los textos de la economía política clásica, al desplegar a partir de los lapsus en sus formulaciones conceptos como los de plusvalía y fuerza de trabajo, que responden a problemas inadvertidos por sus autores.

Esta operación le permite a Althusser separar a Marx de Hegel y mostrar la especificidad de la contradicción marxista respecto de la contradicción hegeliana. La revolución teórica que Althusser identifica en Marx no consiste en la mera inversión de los postulados de la economía política clásica, sino en un cambio de terreno. Mientras que esta se apoya en una “problemática empirista” que presenta lo económico como un dato de la realidad, inmediatamente observable y medible, el materialismo histórico se basa en una “filosofía de la opacidad de lo inmediato”,19 que resulta necesario trabajar. Althusser observa que Marx presenta los fenómenos económicos no por su evidencia empírica, sino por su concepto. Más precisamente,

[…] por el concepto de la estructura (global) del modo de producción, en tanto que ella determina la estructura (regional) que constituye los objetos económicos y […] los fenómenos de esta región definida, situada en un lugar definido de la estructura del todo.20

Frente a la identificación entre razón y realidad que plantea la problemática empirista, Althusser entiende que la teoría marxista parte de una distinción entre lo real y su conocimiento. Las indicaciones de Marx acerca del proceso de pensamiento, como el paso de lo abstracto a lo concreto, apuntan para Althusser a la construcción del concepto del objeto real como condición de posibilidad de su conocimiento. En este sentido, el pensamiento no trabaja sobre un “objeto puro” idéntico al objeto real que busca conocer, sino sobre una materia prima compuesta por representaciones e intuiciones teóricas que transforma a lo largo de su desarrollo.21 A diferencia de la concepción empirista, que postula un acceso directo al objeto real a través de un proceso de abstracción que intenta depurar o separar lo esencial de su apariencia fenoménica, el método materialista consiste en la producción del concepto de este objeto real -que no puede ser leído inmediatamente en tal o cual proceso-.22

Althusser advierte que, pese a que Marx recurra a un lenguaje similar al del empirismo cuando distingue la “esencia íntima” de las cosas de sus determinaciones “fenoménicas”, en su interpretación del fetichismo de la mercancía parece disipar el “mito religioso de la lectura”.23 Es decir, la herencia hegeliana del empirismo. Pues, Marx no intenta aquí procurar la verdad de una esencia oculta tras las ilusiones de las conciencias, sino indagar desde estas apariencias la estructura de aquel fenómeno. Así, la lectura sintomática de Althusser encuentra un problema epistemológico elemental, que Marx inaugura al transformar el objeto de la economía política: la pregunta por “la eficacia de una estructura sobre sus elementos”,24 que solamente habría sido esbozado antes por Spinoza con su concepto de causa inmanente. Sin embargo, Marx no logró elaborar el nuevo concepto de causalidad que sus textos habilitaban. Lo que Althusser identifica en El capital es un tipo de causalidad estructural que opera como la “piedra angular invisible-visible, presente-ausente” de la problemática que funda.25 Una causalidad que no se identifica ni con el modelo de causa mecánica, de origen cartesiano, ni con la causa expresiva que Hegel recupera de Leibniz, en la que cada elemento de la totalidad expresa el principio único que lo constituye.

Así, Althusser se ubica en el espacio de desajuste entre el sistema teórico de Marx y las formas discursivas que utiliza para definir aquel concepto de causalidad estructural que aparece en estado práctico en su obra.26 En efecto, al concebir el problema de la determinación por una estructura Marx no habría podido evitar el uso de las mismas figuras teóricas que combatía. Por ejemplo, la pareja conceptual esencia y fenómeno que está en la base de aquellos otros modelos causales. Para Althusser, la presencia ausente del concepto de causalidad estructural tiene, tanto en las formulaciones teóricas de Marx como en las lecturas que se hicieron de su obra, efectos dramáticos. Se trata del:

[…] juego de un drama real […] en el que antiguos conceptos desempeñan desesperadamente el papel de un ausente que no tiene nombre, para ser llamado en persona al escenario, produciendo su presencia solo en sus fallas, en el desajuste entre los personajes y los papeles.27

La apuesta althusseriana consiste, por lo tanto, en elaborar este concepto clave para la teoría marxista.

Poulantzas, por su parte, no menciona nunca el concepto de “lectura sintomática”, pero en Poder político y clases sociales en el Estado capitalista ensaya un camino similar respecto de los escritos políticos del marxismo. Sostiene que en las obras de los autores clásicos de esta tradición (Marx, Engels, Lenin y Gramsci) no existe una teoría sistemática de lo político en el capitalismo. Lo que encuentra en ellos son tres tipos de conceptos: (i) unos “en estado práctico”, cuya función es dirigir la práctica política en una coyuntura determinada (como la categoría de bonapartismo); (ii) otros más elaborados, aunque no insertos en un discurso teórico organizado (como el problema del burocratismo en la transición al socialismo en la URSS), (iii) por último, conceptos que dan cuenta de la concepción de lo político que está implícita en la problemática marxista (como el de hegemonía).28 Poulantzas lee El capital -igual que Althusser- como una obra no exclusivamente económica y encuentra allí referencias a lo político que están dibujadas “en hueco”, esto es, que se hacen presentes solo “por sus efectos en la región económica”.29

El método de Poulantzas se orienta por los dos “principios materialistas” que Althusser comenta: la distinción entre procesos reales y procesos de pensamiento, y el primado de lo real sobre su conocimiento. La investigación que lleva adelante en aquel libro publicado en 1968 se dirige de los conceptos más abstractos a los más concretos y ricos en determinaciones teóricas. De esta manera, su trabajo consiste en extraer de aquellas obras del marxismo elementos que le permitan establecer a nivel teórico la especificidad de la región política en el capitalismo; sobre todo, de las estructuras políticas del Estado capitalista. Poulantzas no parte de una definición a priori del Estado; tampoco, de la historia de las transformaciones de los Estados capitalistas, ni de la recolección de datos sobre Estados realmente existentes para abstraer su naturaleza común. Antes bien, pretende producir el concepto de Estado capitalista a partir de aquellos materiales teóricos.

Quizás este método sea más evidente en aquel libro, donde reconstruye punto por punto las indicaciones epistemológicas de Althusser. Sin embargo, sus investigaciones posteriores no rompen con este modo de entender el proceso de conocimiento: en todo caso, la enriquecen al incorporar niveles más concretos de análisis. Fascismo y dictadura, por ejemplo, no se destaca por la información empírica que colecta sino por “la excepcional riqueza de las determinaciones teóricas que introduce en el análisis del fascismo”.30 Ernesto Laclau subraya que este libro de Poulantzas se distingue de gran parte de la literatura existente sobre el fascismo porque no agota el fenómeno en un nivel descriptivo ni lo reduce a unas contradicciones simples, sino que asume el ejercicio de producción conceptual que involucra su indagación. Lo mismo podría decirse de los otros estudios sociológicos que Poulantzas realiza luego de Poder político y clases sociales.

Las clases sociales en el capitalismo actual, publicado en 1974, comienza presentando el problema de la determinación estructural de clase que designa, para Poulantzas, los “lugares objetivos ocupados por los agentes en la división social del trabajo”, que son independientes de su voluntad y que se diferencian de las posiciones que una clase asume en una coyuntura.31 Esta comprensión de las clases sociales se sostiene en la crítica althusseriana del humanismo teórico, que hace del individuo la génesis del movimiento histórico. Para el marxismo althusseriano, en sintonía con el movimiento estructuralista de la segunda mitad del siglo XX, es la estructura del todo social la que determina, como veremos, los lugares y funciones que son asumidos por los agentes o “portadores” (Träger) de estas funciones.32 Este principio repercute en los análisis de Poulantzas sobre las transformaciones de los Estados con el proceso de internacionalización de las relaciones capitalistas. Poulantzas advierte que el surgimiento de una nueva línea de demarcación entre las “metrópolis imperialistas” implica modificaciones en la composición económica, política e ideológica de las clases. De manera que, entender las modificaciones en los Estados europeos y sus relaciones con “los gigantes multinacionales”, requiere volver sobre el concepto de clase para situar las contradicciones que singularizan a esa situación de la lucha de clases. El concepto de “burguesía interna”, que Poulantzas propone en este libro, es parte de su esfuerzo por pensar las nuevas condiciones de la lucha de clases en las sociedades europeas de la época, así como las alianzas políticas que se vuelven posibles en esa coyuntura.

En La crisis de las dictaduras, tal vez el libro donde más se hace patente su intervención teórico-política en la coyuntura, Poulantzas entrena una perspectiva que parte de la observación de los desfasajes entre las distintas instancias en una situación concreta: el derrocamiento de las dictaduras militares en Portugal, Grecia y España. Su estudio de estos procesos tiene en cuenta diferentes factores: desde las alianzas de clase, hasta la posición de estas formaciones sociales en la “cadena imperialista” y las formas de desarrollo que esos regímenes pusieron en marcha.33 Lo mismo sucede en su trabajo sobre “la crisis del Estado” en el volumen colectivo que edita.34 Allí, pone en cuestión la comprensión teleológica y economicista del concepto de crisis e insiste en prestar atención a los desajustes entre lo económico, lo político y lo ideológico.

Estos libros se publican en medio del célebre debate que Poulantzas mantuvo con Ralph Miliband entre 1969 y 1976.35 El objeto de esta discusión es, justamente, la cuestión del método marxista. Poulantzas reconoce allí, en su intercambio con Miliband, que la tendencia teoricista que atraviesa su primer libro no se debe a la ausencia de una verificación empírica de su teoría, sino a la manera en que operan los análisis concretos allí presentes.

Lo que no fuimos capaces de ver en su momento -reflexiona Poulantzas- fue que, al sostener firmemente la especificidad del proceso teórico en relación con lo ‘concreto real’, deberíamos haber percibido el particular modo en que lo ‘concreto real’ interviene […] en toda la extensión del proceso teórico.36

Hasta cierto punto, adjudica este error a “una posición epistemológica hiper-rígida”37 que compartía junto con Althusser y su grupo de jóvenes intelectuales. Este señalamiento, que va en dirección de la autocrítica que Althusser emprende en los años setenta, tiende a leerse como un testimonio de su ruptura con el “althusserianismo”. Sin embargo, Poulantzas no rechaza completamente el método althusseriano. Dado que no solo comparte con Althusser los términos en que plantea la desviación (“fuimos demasiado lejos en la otra dirección”), sino que además califica de correcta aquella insistencia que los reunía por darle su especificidad a la producción teórica. “La historia real no puede dejar de afectar a las posiciones teóricas -reflexiona- […] pero jamás modificará las posiciones empírico-positivistas, ya que para estas los hechos no ‘significan’ mucho”, en la medida en que pueden ser reinterpretados ad infinitum.38

Es significativo que Poulantzas se aproxime en estos intercambios a una concepción del proceso de conocimiento como una batalla entre tendencias en pugna, que recuerda a la fórmula althusseriana de la filosofía como una “lucha de clases en la teoría”.39 Su estrategia, tanto en el debate con Miliband como en los libros que publica durante la década del setenta, consiste en sostener el “ataque contra el empirismo y el neopositivismo”,40 en sus distintas variantes: desde el economicismo hasta las teorías que presentan al Estado como una realidad autoevidente. El supuesto teoricismo, entonces, no es sino un modo de hacer sociología que parte de la idea de que los hechos “solo pueden ser comprendidos rigurosamente -esto es, de forma demostrable- si son analizados explícitamente con la ayuda de un aparato teórico empleado constantemente a lo largo de todo el texto”.41 En lo que sigue, explicitamos este aparato que Poulantzas elabora en diálogo con Althusser.

El todo social marxista: historia diferencial, coyuntura y cohesión social

Como vimos, la lectura althusseriana rastrea en el texto de Marx la presencia ausente de su discurso científico: un método que desplaza el problema clásico de la búsqueda de garantías para el conocimiento. La teoría marxista, de acuerdo con Althusser, no plantea el problema de la relación entre el objeto real y el objeto de conocimiento en los términos de una comprobación empírica, sino como una “relación de apropiación”. Esta relación tiene una estructura que, para Althusser, resulta análoga al mecanismo de producción social que Marx estudia en El capital. Es decir, al “mecanismo que produce el efecto de sociedad propio del modo de producción capitalista”.42

A través de un análisis del concepto marxista de Gliederung, Althusser señala que Marx entiende al todo social como una estructura compleja y desigual, que se organiza en función de la articulación de instancias diferenciadas, irreductibles y relativamente autónomas. En efecto, cuando Marx afirma que en todas las sociedades es una producción determinada y las relaciones que funda las que le asignan su lugar e importancia a las demás, pone en acto otra comprensión del conjunto social distinta de la totalidad hegeliana que gira en torno a un “centro”. De acuerdo con Althusser, en sus escritos de madurez Marx entiende la estructura de la sociedad como “un todo orgánico jerarquizado”, en el que la coexistencia de sus elementos está sometida “al orden de una estructura dominante que introduce un orden específico en la articulación (Gliederung) de los miembros y de las relaciones”.43 Se trata de una jerarquía descentrada, unificada mediante la articulación compleja que la define.

Para Althusser, al construir el concepto de lo económico a partir del concepto de modo de producción, Marx sugiere que tanto la estructura conjunta como cada una de sus estructuras regionales -lo económico, lo político, lo ideológico, etcétera- están complejamente determinadas. Aunque esta articulación se explique en última instancia por el entramado material de las relaciones de producción, estas no constituyen un nivel autocontenido y reproducible por sí mismo, sino que son también determinadas por las relaciones que definen las otras instancias estructuradas. De esta manera, las “superestructuras” del modo de producción no son reflejos o manifestaciones de una esencia económica: tienen su especificidad y autonomía relativa.

Esta estructura de estructuras, cuyo concepto Althusser elabora a partir de la noción de causalidad estructural, plantea para la teoría marxista otro problema: el del tiempo histórico. Porque, si el todo social no está regido por un principio causal simple de desarrollo lineal, como la totalidad hegeliana, el objeto de la historia no puede ser entendido ni como una sucesión de continua de períodos, ni como una yuxtaposición de ritmos que remiten a un mismo tiempo de base. Para abordar esta cuestión, Althusser indica dos cualidades del tiempo histórico hegeliano que Marx desplaza: (i) la contemporaneidad del presente, donde la presencia temporal implica la “presencia” de la esencia en sus fenómenos, y (ii) la continuidad homogénea de los diferentes períodos históricos en el desarrollo de la Idea. La estructura desigual del todo social marxista, por el contrario, supone la coexistencia simultánea de los diferentes ritmos de desarrollo de las instancias.

Para Althusser en El capital aparece un modo de entender la historia en términos de una articulación temporal compleja, en virtud de la cual se debe asignar a cada instancia “un tiempo propio, relativamente autónomo, y por lo tanto, relativamente independiente en su dependencia, de los ‘tiempos’ de los otros niveles”.44 Se trata de un “tiempo de tiempos”, cuyo concepto no puede ser leído inmediatamente en las cadencias y ritmos de la historia real, sino que “es preciso construir, a partir de las estructuras propias” de cada instancia.45 De nuevo, en discusión con el empirismo, Althusser considera que no basta con afirmar que existen distintas periodizaciones y ritmos, según los tiempos propios de cada formación, sino es preciso remitir estas diferencias a la articulación que enlaza entre sí los diferentes tiempos. De lo contrario, se corre el riesgo de convertir a estos “tiempos diferenciales” en variables de un mismo tiempo de referencia. Como hacen, para Althusser, los historiadores que sucumben a la “tentación empirista” de considerar el adelanto o atraso en función de un tiempo homogéneo y continuo de base, y no como “efectos de la estructura del todo”.46

Esta articulación temporal compleja, que permite situar el lugar y función de cada nivel en el todo social se condensa, para Althusser, en la coyuntura, es decir, la configuración actual de una estructura conjunta. Althusser encuentra una clave de esta teoría del tiempo histórico en las reflexiones de Lenin sobre la revolución rusa. La figura del “eslabón débil” con la que Lenin explica el estallido revolucionario, no apunta solo al atraso económico de Rusia en relación con las demás formaciones en la “cadena imperialista”. Más bien, señala una articulación específica de circunstancias nacionales e internacionales sobre las que intervinieron las masas populares. Lenin demuestra en sus textos que la práctica política, que tiene por objeto el momento actual o la coyuntura, puede intervenir de manera eficaz cuando apunta a la articulación material que caracteriza a la estructura conjunta en una situación determinada. En este sentido, la coyuntura revolucionaria no se produce por una contradicción económica simple, sino por efecto de:

[…] una prodigiosa acumulación de contradicciones, de las que algunas son radicalmente heterogéneas, que no tienen el mismo origen, ni el mismo sentido, ni el mismo nivel y lugar de aplicación, y que, sin embargo, se ‘funden’ en una misma unidad de ruptura.47

Poulantzas reproduce esta comprensión del todo social en las primeras páginas de Poder político y clases sociales. Definir teóricamente la especificidad del Estado capitalista supone, para Poulantzas, una comprensión “no historicista” de las dos proposiciones fundamentales del marxismo: “toda lucha de clases es una lucha política” y “la lucha de clases es el motor de la historia”.48 Es a propósito de la relación entre política e historia que vuelve sobre los pasos de Althusser,

quien demostró […] que para el marxismo no es un tipo universal y ontológico de historia, principio de génesis referente a un asunto, lo que constituye el principio de inteligibilidad del proceso de transformación de las sociedades, sino el concepto teóricamente construido de un modo de producción dado en cuanto todo-complejo-con predominio.49

En los clásicos del marxismo, la cuestión del Estado aparece vinculada con el problema de la transición revolucionaria. En los escritos políticos de Marx, Engels, Lenin y Gramsci, el Estado se presenta como el objetivo estratégico de la lucha de clases. Ahora bien, Poulantzas considera que estos no desarrollaron teóricamente una respuesta a la pregunta fundamental para la política revolucionaria: “¿por qué una práctica que tiene por objeto el ‘momento actual’ y que produce transformaciones de la unidad ofrece de específico que su resultado solo puede producirse en cuanto tiene por objetivo el poder del Estado?”.50 Para elaborar una solución a este interrogante, Poulantzas propone entender el Estado a partir de la función que aquellos le otorgan en sus textos: a saber, la de cohesión del conjunto de los niveles sociales. Señala que,

[…] en el interior de una estructura de varios niveles separados por un desarrollo desigual, el Estado posee la función particular de constituir el factor de cohesión de los niveles de una formación social.51

Esta función general del Estado no debe ser entendida como una imposición exterior de orden al todo social. Poulantzas explica, en cambio, que esta surge de su propia relación con la lucha de clases. Dicho de otra manera, que la función de cohesión social es la forma que adopta su función de organización del antagonismo de clase en una estructura desigual y descentrada. Poulantzas retoma un párrafo de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado que va en este sentido, donde Engels afirma que el Estado es

la confesión de que aquella sociedad se enreda en una contradicción insoluble consigo misma, habiéndose escindido en oposiciones inconciliables que no puede conjurar. Mas para que los antagonistas, las clases con intereses económicos opuestos, no se consuman, ellas y la sociedad, se impone la necesidad de un poder que, situado en apariencia por encima de la sociedad, debe amortiguar el conflicto, mantenerlo en los límites del ‘orden’ ese poder, salido de la sociedad, pero que se sitúa por encima de ella y le es cada vez más extraño, es el Estado.52

En este pasaje, encuentra la idea de que la función principal del Estado es garantizar la unidad de una formación social, sobre un antagonismo de clase que es irreductible, para impedir que estalle el sistema de producción en el que reposa: las relaciones capitalistas de explotación. Así, para Poulantzas, la relación entre el Estado y la práctica política se comprende mejor si se considera esta función del Estado en la estructura conjunta. Porque, en tanto factor de cohesión de la unidad, el Estado es también “la estructura en la que se condensan las contradicciones de los diversos niveles de una formación” e, igualmente, “el lugar que permite descifrar la unidad y la articulación de las estructuras de una formación” para actuar sobre ellas.53

Las formas concretas, la amplitud y los límites de esta función general están dados, para Poulantzas, por el lugar que ocupa el Estado en la unidad de una formación social determinada. Ahora bien, esta función de cohesión social no es absoluta: precisamente porque cada formación social se caracteriza por la imbricación de varios modos de producción, el Estado opera a través de las contradicciones que atraviesan sus tiempos diferenciales y relaciones específicas en una coyuntura. Por coyuntura, Poulantzas entiende -siguiendo a Lenin- “el punto estratégico en el que se fusionan las diversas contradicciones, en cuanto reflejan la articulación que especifica una estructura con predominio”.54 Por eso, Poulantzas señala que el Estado tiene en los clásicos del marxismo un papel análogo al de la práctica política: así como en el Estado se vuelve visible la unidad compleja de las distintas instancias, en la práctica política -que tiene por objeto o bien transformar, o bien mantener la unidad social- se condensan las relaciones contradictorias de los otros niveles de prácticas.

El Estado aparece, por lo tanto, como una estructura específica en el todo social y -a la vez- como el lugar en que es posible su transformación. En este punto, Poulantzas esboza una comprensión del Estado que excede su modalidad conservadora del orden social, precisamente en virtud de su propia función de cohesión social. Advierte que el Estado puede ser, asimismo, “factor de producción de una unidad nueva, de nuevas relaciones de producción”,55 de acuerdo con cómo se ubique la práctica política en relación con el Estado en una coyuntura determinada. Porque esta puede tender: o bien hacia la conservación de la unidad de una formación social, o bien hacia su transformación. En relación con esto, Julien Pallotta se pregunta si una teoría que define al Estado por su función de cohesión de instancias desiguales no es, ante todo, una teoría de la transición revolucionaria.56

Aunque esta dimensión aparezca más explícitamente en su último libro, Estado, poder y socialismo, atraviesa toda la obra de Poulantzas. Como “estructura en la que se condensan las contradicciones de los diversos niveles de una formación”, el Estado presenta una ambigüedad: es una estructura política que al organizar la dominación de clase produce un efecto de cohesión social y -al mismo tiempo- es el nivel que habilita una transformación de la unidad social, al volverla inteligible. Si bien Poulantzas deja de usar el concepto de cohesión social después de Fascismo y dictadura, esta función no desaparece de su concepción del Estado; más bien, se ve acentuada. En aquel libro, el Estado es el que organiza “la unidad conflictiva de la alianza en el poder y del equilibrio inestable de compromisos entre sus componentes”, bajo la hegemonía de una clase o fracción.57 La unidad del Estado no surge como un efecto directo de la voluntad de esta clase, sino como el resultado complejo de una serie de prácticas desfasadas, contradictorias y no coincidentes. Así, en la idea, presente desde los primeros trabajos de Poulantzas, de que el Estado es el lugar de condensación de las contradicciones de los niveles de una formación social se anticipa su perspectiva relacional del Estado porque este aparece como el propio espacio en que se inscribe la lucha de clases.

También en Estado, poder y socialismo aparece esbozada la distinción -que quizás haya sido el punto más discutido de su teoría- entre estructuras y prácticas o relaciones sociales. Pero desde una fórmula -el Estado como la “condensación material de una relación de fuerza”-58 que subraya la primacía de la lucha de clase sobre los aparatos. Se trata para Poulantzas de dos sistemas de relaciones análogos, en la medida en que ambos se definen por el descentramiento de las relaciones entre sus distintos niveles. Así como no hay una correspondencia unívoca entre los niveles estructurales, no la hay tampoco entre los niveles de las prácticas. Como dijimos, la definición de las clases sociales requiere según el autor un análisis de su composición compleja en cada coyuntura, porque no necesariamente coinciden los ritmos de desarrollo de sus niveles político, económico e ideológico.

Esta distinción le permite deslindar dos campos analíticos: conceptos como los de poder, clases e intereses corresponden, para Poulantzas, al terreno de las prácticas, mientras que otros como aparatos e instituciones están comprendidos en el de las estructuras. La distinción de los dos campos tiene efectos estratégicos importantes. Por ejemplo, las posiciones instrumentalistas suponen una identificación entre el aparato de Estado -sus estructuras políticas- y el poder de Estado -el de una clase determinada a cuyos intereses corresponde. Poulantzas cuestiona en sus libros estas posiciones que niegan tanto la autonomía relativa del Estado, como su materialidad específica. Para esclarecer la postura relacional de Poulantzas, es necesario dar otro rodeo por Althusser. Esta vez, por su elaboración del problema de la causalidad estructural a partir de una transferencia conceptual del psicoanálisis: la lógica de la sobredeterminación.

La lógica de la sobredeterminación: estructuras y prácticas en la tópica

Althusser recupera del psicoanálisis el concepto de sobredeterminación para definir la lógica causal que explica aquella jerarquía descentralizada del todo social. Es decir, el hecho de que las estructuras que lo constituyen tengan diferentes índices de eficacia sobre el conjunto. Aclara que esta transferencia no es arbitraria porque responde a un mismo problema teórico:59 ¿con qué concepto pensar la determinación de una estructura por otra? Una pregunta que apunta a la discusión clave en la tradición marxista sobre la relación entre la base y las superestructuras. Althusser observa que Marx, igual que Freud, “inscribe la dialéctica en el juego de las instancias de una tópica”.60 Por tópica se entiende la distribución de una serie de elementos en un espacio abstracto, en el cual la articulación conjunta asigna a cada instancia un lugar, una función y una eficacia específica. En el caso de la tópica marxista, la estructura económica es la que determina en última instancia a las demás estructuras. Ahora bien, explicar esa determinación en términos de una causalidad estructural compleja, donde lo económico no es un principio que organiza de manera directa a las demás instancias, requiere el desarrollo de un concepto nuevo. En el marco de la redefinición de esa tópica, la sobredeterminación le permite a Althusser especificar el tipo de unidad que vincula la estructura de la contradicción en Marx con su concepto de sociedad y plantear una determinación económica inmanente, en sentido spinoziano, a las relaciones y los efectos que organiza.

Althusser elabora el concepto de esta causalidad a través de la sobredeterminación. Esta supone una lógica causal que no actúa desde el exterior imprimiendo su marca sobre elementos ya preexistentes. Se trata de un “modo de presencia de la estructura en sus efectos”,61 que tiene un antecedente en Spinoza. El único que habría considerado el problema de la eficacia de una estructura sobre sus elementos y la acción de estos sobre la primera. Althusser afirma “que una estructura determinante no existe más que en su diferenciación-relación con las estructuras que ella determina, ni antes, ni sin ellas”.62 En otros términos, que la estructura determinante no es un principio que se actualiza en un conjunto de fenómenos, sujetos a una esencia abstracta, sino que solo es inteligible por esos efectos, de los que emerge en su diferenciación-relación. Así, la sobredeterminación indica en la lectura althusseriana de Marx el mutuo condicionamiento entre la estructura de dominación que atraviesa el todo social y sus condiciones de existencia.

Como concepto de la dialéctica materialista, la sobredeterminación permite mostrar que las superestructuras y las circunstancias históricas son irreductibles: que no se trata de simples expresiones fenoménicas, sino de condiciones a la vez existentes y de existencia del todo social. Althusser encuentra en Lenin un ejemplo de este modo de pensar los procesos históricos en su sobredeterminación compleja -que, remarcamos, no consiste en sumar diferentes variables para explicar un fenómeno, sino en captar cómo se articulan un conjunto de determinaciones eficaces en una unidad específica. La experiencia rusa demuestra, para Althusser, la “naturaleza” de la contradicción marxista: su inseparabilidad del conjunto social en que actúa, o el hecho de que sea afectada por las mismas instancias que gobierna; “determinante pero también determinada en un solo y mismo movimiento […] por los diversos niveles y las diversas instancias que ella anima; podríamos decir, sobredeterminada en su principio”.63

De esta manera, el todo social se presenta en la coyuntura como una unidad compleja, “relación de relaciones”, cuya consistencia no pasa por la “multiplicidad empírica de elementos dispersos”,64 sino por su articulación con dominante. Para diferenciar a Marx de las tendencias economicistas del marxismo, Althusser distingue la posición dominante de la determinación en última instancia: si la sobredeterminación hace notar que la especificidad y la eficacia de cada instancia depende de su posición en relación con el conjunto de instancias que la determinan -y que, asimismo, afecta-, aquella dominancia no se puede definir de antemano. En la tópica se producen desplazamientos y torsiones que desafían la intuición espacial de una base, siempre fija e inmutable, sobre la que se erige una superestructura, suplementaria o secundaria respecto de la primera. Marx solo ofrece -de acuerdo con Althusser- los “dos extremos de la cadena”, y sugiere que es entre ellos que hay que buscar tanto la determinación por la estructura económica del modo de producción, como la autonomía relativa de las superestructuras.65 La tópica social, tal como Althusser la entiende, “no puede reducirse a la primacía de un centro”, pero tampoco diluirse en el “relativismo arbitrario de los desplazamientos observables”.66 Por eso, entiende que las instancias no constituyen entidades sustanciales, sino sistemas regulados de efectos en una unidad sobredeterminada, donde ocupan posiciones relativas entre sí.

Vimos que, en la definición poulantziana del Estado, su función de cohesión social se apoya en esta comprensión de la tópica marxista. Para Poulantzas, el Estado es el lugar donde se “refleja -y no en una relación de fenómeno a esencia- la unidad de una formación”, el índice de eficacia y la sobredeterminación que la caracterizan.67 En Poder político y clases sociales, recurre explícitamente a este concepto para explicar que esa función general del Estado es una función política que corresponde a los intereses políticos de la clase o fracción dominante, y que el Estado tiene una autonomía relativa específica. Es decir, que no es un simple instrumento de la clase hegemónica. Contra la tendencia economicista en el marxismo, Poulantzas sostiene que el Estado no es una expresión directa de los intereses de tal o cual clase; contra la tendencia voluntarista, señala que no se trata de una herramienta manipulada por la voluntad de una clase-sujeto. El problema que se le plantea a Poulantzas respecto del Estado capitalista es equivalente al que Althusser intenta responder a propósito de la tópica: es decir, cómo entender la unidad y la autonomía relativa de las instancias en el marco de la determinación estructural en sociedades de clase.

La autonomía relativa opera para Poulantzas como una bisagra que conecta los campos de análisis que distingue: el de las estructuras y el de las prácticas. Pues, señala “la relación del Estado con el campo de la lucha de clases”; más específicamente, con la lucha política de clases, que concentra la relación entre los niveles estructurales con el campo de las prácticas.68 Como dijimos, este es uno de los puntos más discutidos de su teoría. Miliband, por ejemplo, lee aquella distinción en clave de un “superdeterminismo estructural” que convierte a las élites estatales en autómatas de los imperativos del “sistema”. Adjudica a Poulantzas una postura instrumentalista que le impide precisar el grado y la medida que adopta esta autonomía:69 cuán relativa es con respecto a las fuerzas sociales en juego. En términos similares, Laclau considera que Poulantzas no logra definir con precisión qué entiende por lucha de clases e instaura una antinomia: pues,

[…] o bien las prácticas son un efecto de las estructuras y por lo tanto un momento estructural más […], o bien son una fuerza autónoma que no puede explicarse totalmente a partir de la estructura sobre la que operan.70

Laclau agrega que en el último libro de Poulantzas se produce un efecto paradójico: al poner el acento en la lucha de clases como el factor central del proceso histórico, se reduciría el campo de la determinación de las estructuras, lo que llevaría a una involución en el pensamiento poulantziano. Porque, si a nivel estructural una formación carece de unidad y el Estado no es más que “un conjunto de feudos, clanes y facciones”, lo que explica su unidad es el interés de la clase o fracción hegemónica. En este sentido, para Laclau Poulantzas reintroduce el instrumentalismo que combate.71

El concepto de sobredeterminación nos permite despejar estas discusiones, sin descuidar las salvedades que plantea Poulantzas respecto de su uso ni sus diferencias con la comprensión althusseriana del Estado y la política.72 Frente a la acusación de Miliband, cabe señalar que en la teoría poulantziana las estructuras encuentran sus límites de forma inmanente: no porque les sean impuestos desde afuera por las fuerzas sociales, sino porque estas actúan ya en un sistema relacional sobredeterminado. Por eso, Poulantzas sostiene que la autonomía relativa del Estado es el resultado de las relaciones de poder entre las clases en una formación capitalista, que surge de su especificidad institucional: esto es, de la separación relativa de lo político y lo económico en el capitalismo. Dicho de otra manera, la autonomía relativa es un efecto que produce, a su vez, efectos estructurales. Poulantzas ofrece un ejemplo en Estado, poder y socialismo. Aclara que los límites de su autonomía relativa en relación con el capital monopolista, “en una palabra, la política actual del Estado es el resultado de las contradicciones interestatales entre ramas y aparatos del Estado y en el seno de cada uno de ellos”.73

Respecto de los comentarios de Laclau, la dicotomía que plantea no se sostiene cuando se la examina a través de aquellos conceptos althusserianos. En la teoría de Poulantzas, la lucha de clases se presenta como sobredeterminada por el conjunto de las instancias sociales -también sobredeterminadas- y por las contradicciones entre las diferentes prácticas de clase. De manera que no es simplemente un efecto estructural directo e inmediato. Al contrario, en el Estado se vuelven inteligibles las mediaciones y los desplazamientos que configuran la lucha de clases en una coyuntura. Tampoco podría ser una fuerza autónoma dado que, por su misma definición, la lucha de clases es ya una unidad compleja: ninguna práctica de clase es concebible más que en sus relaciones conflictivas con otras. En resumen, si las estructuras son sistemas relacionales y las prácticas, relaciones estructuradas, sus vínculos deben ser pensados en estricta inmanencia.

Así, el movimiento que traza Poulantzas en su teoría con el énfasis que pone en su último libro en la primacía de la lucha de clases sobre los aparatos de Estado, no solo no se opone a sus primeras formulaciones, sino que las especifica. Lejos de reintroducir el voluntarismo que combate, como sugiere Laclau, se acerca a la unidad sobredeterminada que Althusser desarrolla cuando desplaza la unidad simple de la determinación hegeliana sin “sacrificar” la unidad sobre el altar del “pluralismo”.74 En este sentido, la unidad del Estado no se disuelve ni fragmenta en la teoría de Poulantzas: al remitirla a los conflictos entre clases y fracciones, la considera como una condensación material de relaciones. No es la voluntad de la clase o fracción hegemónica, como si esta fuese una unidad prestablecida que luego se vincula con otras unidades sustantivas, la que unifica al Estado. Esta clase o fracción es, igualmente, una unidad compleja. Por eso, el Estado debe ser considerado para Poulantzas “como un campo y un proceso estratégicos, donde se entrelazan nudos y redes de poder, que se articulan y presentan, a la vez, contradicciones y desfases entre sí”.75 A pesar de la diferencia de énfasis en relación con su primer libro, el Estado tampoco se entiende aquí como un instrumento de clase o una entidad con poder propio. Es “el centro de ejercicio del poder político”,76 pero son las prácticas políticas de clase las que pueden transformar o mantener la unidad de una formación social. Al no ser “un polo/esencia separado de las luchas”, el Estado -tanto en su primer como en su último libro- “no encuentra límites en una exterioridad radical, ya que en su propia materialidad existen límites, internos a su campo, los que han impuesto por la lucha de los dominados”.77

Consideraciones finales

Estamos en condiciones, ahora, de aclarar en qué sentido consideramos que la teoría de Poulantzas se inscribe en la problemática materialista desarrollada por Althusser, incluso en sus formulaciones de la década del setenta. Como vimos, el método que orienta las investigaciones de Poulantzas supone la especificidad del trabajo teórico que, en esta problemática, implica una distancia de lo real con respecto a su conocimiento, que remite a la irreductible opacidad de lo inmediato en la que se cifra la crítica del empirismo. Esta crítica se hace presente en cada uno de los libros de Poulantzas, en los que se desmarca del abordaje eminentemente descriptivo de la sociología dominante. Su teoría se desplaza entre los discursos científico y político, entre los campos de la sociología y la filosofía, donde los conceptos suponen una toma de posición ante las posiciones teóricas adversarias. Lo que ha sido leído -empezando por el propio Poulantzas- como un formalismo teoricista, constituye la singularidad de esta problemática materialista: un tipo de pensamiento que toma “consistencia entre las prácticas teóricas y las prácticas políticas y entre formas de pensamiento, científicas y políticas”.78

Esta comprensión del proceso de conocimiento se traslada también a la manera en que Poulantzas entiende la tópica marxista. Su definición del Estado como factor de cohesión social traduce, a nivel político, la tesis althusseriana del sistema de las instancias sin centro. Para Poulantzas, si lo económico no es un “centro” que regula a las demás instancias en una formación social, entonces se vuelve necesario concebir el papel de una estructura que, sin ser tampoco un núcleo fundante de lo social, funcione en medio de sus contradicciones para darle coherencia al conjunto e impedir que “estalle”. Esa estructura es el Estado que, en la teoría poulantziana, aparece como el “punto” donde se condensan estas contradicciones. Si prestamos atención a esta proposición, el Estado no se presenta aquí como una estructura que unifica a la formación social: antes bien, se trata del lugar en que se torna inteligible la articulación o unidad compleja que caracteriza a una formación social; y, por lo tanto, donde se hace posible operar su transformación o su conservación. La relación entre Estado y coyuntura que esa proposición pone en evidencia es abordada en la teoría poulantziana desde la distinción entre las estructuras y las prácticas. Esta diferenciación no apunta a dos lógicas contrapuestas -la rigidez estructural contra el dinamismo de las prácticas-, sino a la irreductibilidad material y a la unidad compleja de ambas. Su inmanencia es lo que impide pensar como externa la intervención de las luchas políticas en el Estado. En este sentido, es posible decir que, para Poulantzas, no hay política de transformación estatal efectiva que sea radicalmente externa a la materialidad estatal.

En la problemática materialista althusseriana, el concepto que explica la inmanencia es la sobredeterminación. Un concepto que pone en tela de juicio la oposición entre lo estructural y lo coyuntural al mostrar que la estructura no trasciende a sus efectos, es decir, al modo en que se actualiza en una coyuntura determinada. La sobredeterminación -índice del estructuralismo spinozista que despliega Althusser-79 inscribe la historicidad en la propia estructura, que solo es inteligible a través de los elementos en que existe. Al mismo tiempo, indica que los elementos que la constituyen “no son entidades simples que ‘después’ se relacionan unas con otras”, sino “un haz de relaciones”.80 Como sugerimos, esta lógica aparece en distintos niveles de la teoría poulantziana: en la separación relativa de lo político y lo económico, por la cual el primero no es una manifestación directa del segundo; e, igualmente, en la figura del Estado como lugar de condensación de las contradicciones de instancias con temporalidades propias. Al ser entendido como una estructura sobredeterminada, el Estado no puede explicarse más que en relación con el campo de la lucha de clases. Su configuración, sus funciones y límites, resultan inescindibles, en la teoría poulantziana, de las condiciones concretas de la lucha de clases en una formación social históricamente determinada.

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1 Martin Carnoy, The State and Political Theory (Nueva Jersey: Princeton University Press, 1984); Bob Jessop, Nicos Poulantzas. Marxist Theory and Political Strategy (Londres: Macmillan, 1985).

2Jessop, Nicos Poulantzas, 15.

3Étienne Balibar, “El estructuralismo: ¿una destitución del sujeto?”, Instantes y azares. Escrituras nietzscheanas 4 (2007): 155-172.

4Julien Pallotta, “Rétour sur l’Intervention de Poulantzas au sein de l’Althussérisme: la Tentative de Constitution d’une Théorie Marxiste de l’État dans le Champ de la Science Politique”, Décalages 2 (2016); Alexander Gallas, “Revisiting Conjunctural Marxism: Althusser and Poulantzas on the State”, Rethinking Marxism 29 (2017); Jacinta Gorriti, Nicos Poulantzas. Una teoría materialista del Estado (Santiago de Chile: Doble Ciencia Editorial, 2020); Graciela Inda, “El diálogo Althusser/Poulantzas sobre Estado y política (1969)”, Religación 6 (2021).

5Jorge Sanmartino, “Estudio introductorio”. En La teoría del Estado después de Poulantzas, compilado por Jorge Sanmartino (Buenos Aires: Prometeo, 2020), 28.

6Mabel Thwaites Rey, “Complejidades de una paradójica polémica: estructuralismo versus instrumentalismo”. En Estado y marxismo. Un siglo y medio de debates, compilado por Mabel Thwaites Rey (Buenos Aires: Prometeo, 2007), 253.

7Thwaites Rey, “Complejidades de una paradójica…”, 256.

8Natalia Romé, La posición materialista. El pensamiento de Louis Althusser entre la práctica teórica y la práctica política (La Plata: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, 2014).

9Gorriti, Nicos Poulantzas.

10Roque Farrán, Nodaléctica. Un ejercicio materialista de pensamiento (Buenos Aires: Prometeo, 2018).

11Roque Farrán, “Nodaléctica: el método del anudamiento”. En Métodos. Aproximaciones a un campo problemático, editado por Emmanuel Biset y Roque Farrán (Buenos Aires: Prometeo, 2018), 56.

12Inda, “El diálogo Althusser/Poulantzas…”, 136.

13Leo Panitch y Sam Gindin, La construcción del capitalismo global (Madrid: Akal, 2015); Ulrich Brand, Christoph Görg y Markus Wissen, “Second Order Condensations of Societal Power Relations: Environmental Politics and the Internationalization of the State from a Neo-Poulantzian Perspective”, Antipode 43 (2011); Álvaro García Linera, “El Estado y la vía democrática al socialismo”, Nueva Sociedad 259 (2015).

14Marcelo Rodríguez Arriagada, La tendencia materialista de Althusser (Santiago de Chile: Doble Ciencia, 2016).

15Louis Althusser, “Elementos de autocrítica”. En La soledad de Maquiavelo (Buenos Aires: Akal, 2015).

16Louis Althusser, “Prefacio. De El capital a la filosofía de Marx”. En Para leer El capital (Ciudad de México: Siglo XXI, 2006), 33.

17Roque Farrán, “Aproximación al método filosófico y la creación conceptual”, Astrolabio, Nueva época 13 (2014).

18Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 33.

19Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 21.

20Louis Althusser, “El objeto de El capital”. En Para leer El capital (Ciudad de México: Siglo XXI, 2006), 197-198.

21Según la terminología que Althusser emplea en La revolución teórica de Marx, el proceso de pensamiento produce las Generalidades III (conocimientos), por el trabajo de las Generalidades II (los medios de producción teórica) sobre las Generalidades I (las materias primas constituidas por intuiciones y representaciones teóricas); Cf. Louis Althusser, La revolución teórica de Marx (Ciudad de México: Siglo XXI, 2004).

22Althusser, “El objeto de El capital”, 111-ss.

23Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 22.

24Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 34.

25Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 34.

26Romé, La posición materialista, 70.

27Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 34-35.

28Nicos Poulantzas, Poder político y clases sociales en el Estado capitalista (Ciudad de México: Siglo XXI, 1970), 12.

29Poulantzas, Poder político y clases sociales, 14.

30Ernesto Laclau, “Fascismo e ideología”. En Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo (Buenos Aires: Siglo XXI, 2015), 89.

31Nicos Poulantzas, Las clases sociales en el capitalismo actual (Ciudad de México: Siglo XXI, 2016), 13.

32Althusser, “El objeto de El capital”.

33Nicos Poulantzas, La crisis de las dictaduras: Portugal, Grecia y España (Ciudad de México: Siglo XXI, 1976).

34Nicos Poulantzas, “Las transformaciones actuales del Estado. La crisis política y la crisis del Estado”. En La crisis del Estado, editado por Nicos Poulantzas (Barcelona: Fontanella, 1977), 33-76.

35Nicos Poulantzas, Ralph Miliband y Ernesto Laclau, Debates sobre el Estado capitalista (Buenos Aires: Imago Mundi, 1991). Un año después de la publicación de Poder político y clases sociales, Miliband publica El Estado en la sociedad capitalista, un ensayo sociológico empíricamente documentado en el que examina la cuestión del Estado a partir de la realidad económica, política y cultural de las sociedades europeas de la época. La publicación, este mismo año, de una reseña crítica que Poulantzas escribe para New Left Review inicia un debate entre ambos que se desarrolla a lo largo de siete años, donde intervienen también otros intelectuales, como Ernesto Laclau.

36Nicos Poulantzas, “El Estado capitalista: una réplica a Miliband y Laclau”. En Nicos Poulantzas, Ralph Miliband y Ernesto Laclau, Debates sobre el Estado capitalista (Buenos Aires: Imago Mundi, 1991), 159.

37Poulantzas, “El Estado capitalista…”, 158.

38Poulantzas, “El Estado capitalista…”, 161.

39Louis Althusser, La filosofía como arma de la revolución (Ciudad de México: Siglo XXI, 2011).

40Poulantzas, “El Estado capitalista…”, 158.

41Poulantzas, “El Estado capitalista…”, 159.

42Althusser, “Prefacio. De El capital…”, 33.

43Althusser, “El objeto de El capital”, 109.

44Althusser, “El objeto de El capital”, 110.

45Althusser, “El objeto de El capital”, 111.

46Althusser, “El objeto de El capital”, 116.

47Louis Althusser, “Contradicción y sobredeterminación”. En La revolución teórica de Marx (Ciudad de México: Siglo XXI, 2004), 80.

48Poulantzas, Poder político y clases sociales, 34.

49Poulantzas, Poder político y clases sociales, 38.

50Poulantzas, Poder político y clases sociales, 43.

51Poulantzas, Poder político y clases sociales, 43.

52Citado en Poulantzas, Poder político y clases sociales, 48-49.

53Poulantzas, Poder político y clases sociales, 44.

54Poulantzas, Poder político y clases sociales, 39.

55Poulantzas, Poder político y clases sociales, 44.

56Pallotta, “Rétour sur l’Intervention…”.

57Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo (Ciudad de México: Siglo XXI, 2005), 152.

58Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 194.

59Althusser, “El objeto de El capital”.

60Althusser, “Elementos de autocrítica”, 224.

61Althusser, “El objeto de El capital”, 203.

62Rodrigo Martín Steimberg, “El concepto althusseriano de sobredeterminación. Un camino real en la problemática estructuralista” (tesis de maestría, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2014), 3.

63Althusser, “Contradicción y sobredeterminación”, 81.

64Natalia Romé, “Althusser con Spinoza. Hacia una ciencia revolucionaria”, Itinerario 16 (mayo 2020): 167.

65Althusser, “Contradicción y sobredeterminación”, 91.

66Althusser, “El objeto de El capital”, 109.

67Poulantzas, Poder político y clases sociales, 51.

68Poulantzas, Poder político y clases sociales, 332.

69Ralph Miliband, “Réplica a Nicos Poulantzas”. En Nicos Poulantzas, Ralph Miliband y Ernesto Laclau, Debates sobre el Estado capitalista (Buenos Aires: Imago Mundi, 1991).

70Ernesto Laclau, “Teorías marxistas del Estado: debates y perspectivas”. En Estado y política en América Latina, editado por Norbert Lechner (Ciudad de México: Siglo XXI, 1988), 49.

71Laclau, “Teorías marxistas…”, 50.

72Aunque las objeciones de Poulantzas respecto de la sobredeterminación son insoslayables, es necesario tener en cuenta que se dirigen fundamentalmente hacia el uso que hace Balibar de este concepto en su ensayo de Para leer El capital. Asimismo, no se puede obviar el hecho de que la sobredeterminación tenga efectos radicalmente distintos en la concepción althusseriana del Estado y la política, donde abona la idea del Estado como máquina o instrumento “separado” de la lucha de clases. Ver Louis Althusser, Marx dentro de sus límites (Madrid: Akal, 2003).

73Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 161.

74Althusser, “El objeto de El capital”, 167.

75Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 164.

76Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 316.

77Rodríguez Arriagada, La tendencia materialista, 127.

78Natalia Romé, “Elogio del teoricismo. Práctica teórica e inconsciente filosófico en la problemática althusseriana”, Representaciones. Revista de estudios sobre representaciones en arte, ciencia y filosofía 11 (2015): 108.

79Giorgio Fourtounis, “On Althusser’s Immanentist Structuralism: Reading Montag Reading Althusser Reading Spinoza”, Rethinking Marxism 17 (2005).

80Rodríguez Arriagada, La tendencia materialista, 127.

Recibido: 31 de Mayo de 2023; Aprobado: 19 de Julio de 2023

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