INTRODUCCIÓN
La pandemia por COVID se ha convertido en una oportunidad única para experimentar la relevancia y contribución que la salud pública encierra para nuestra vida cotidiana. En América Latina, la interpelación nos resulta especialmente intensa, dado el estándar de las condiciones de vida1 al que está expuesta nuestra población y que sabemos se asocia al nivel de salud. Esta fragilidad resulta más cercana aún si atendemos los niveles de exigencia a los que han sido sometidos nuestros servicios de salud y sus equipos, de base sobrepasados, para dar respuesta a las demandas derivadas de la pandemia en todos sus niveles de atención.
La presente comunicación se aboca a un aspecto particular de la sensibilización que la pandemia ha representado: reconsiderar la relevancia que tienen la teoría y práctica de la salud pública para la formación médica en general y para las especialidades2,3. Enmarcada en la temática de formación de médicos especialistas en salud pública (MESP), con énfasis en Latinoamérica, desarrollamos reflexiones específicas sobre la formación del MESP, su contribución actual y cómo esta contribución puede proyectarse para fortalecer el sentido compartido de quienes trabajan por la salud de las personas y comunidades en consideración del contexto regional con sus fortalezas y espacios de mejora.
Para hacerlo, se revisan algunas nociones de salud pública y se emplea una de ellas, paradigmática, en forma de casos; se pasa revista al proceso formativo y quehacer del MESP, se reseñan y comparan algunos de sus programas de formación, profundizando en un Programa en contexto latinoamericano, para concluir con consideraciones del quehacer de la salud pública y su formación que parecen valiosas para otras especialidades.
Nociones de salud pública, lo público y lo “político” (premisas)
En las ciencias de la salud podemos distinguir 3 niveles de complejidad: básico, clínico y poblacional. Tales niveles se corresponden con el estudio molecular-celular-sistemas, del individuo y de poblaciones. Así, la salud pública (salud poblacional o salud colectiva) se ocupa de la salud de las poblaciones, desde sus aspectos diagnósticos hasta la gestión del diseño, implementación y evaluación de las respuestas a sus problemáticas.
Para materializar sus objetivos, la salud pública articula esfuerzos de monitoreo del nivel de salud de la población a cargo, para lo cual distingue la condición de sano, en riesgo, enfermo (agudo y crónico), en rehabilitación y fallecido, estudia condicionantes biológicos y socioecológicos, incluyendo la forma que adopta la atención de salud, para acercarse a comprender los mecanismos causales y formular hipótesis explicativas. De este modo establece, ante las necesidades diagnosticadas, las bases para dar respuestas mediante planes, programas y políticas de salud.
Los esfuerzos descritos los trabaja desde el sector salud (intrasector), pero también con otros sectores. Esto es, dado que el origen de buena parte de los problemas sanitarios y su abordaje eficaz requiere la participación conjunta de criterios de personas e instituciones con saberes del intrasector y de otros distintos pero complementarios a salud (intersector). Por ejemplo, para formular una respuesta que aborde las lesiones y muertes que se concentran en una zona de carretera (antecedentes sistematizados con registros de salud, fuerzas policiales y legales, entre otros), resulta imprescindible colaborar con obras públicas en busca del mejor diseño de caminos que tenga en cuenta los riesgos asociados a accidentes de tránsito que pueden ser prevenidos o mitigados.
Así, el mundo de la salud pública comparte con el mundo clínico el propósito de mejorar el nivel de salud de las personas y poblaciones. Pero, dado que se ocupa del nivel poblacional, a diferencia del escenario clínico, su contribución la realiza, de una parte, con base en el contexto del cual emerge el proceso de salud-enfermedad específico (de ahí la “compulsividad” por precisar denominadores poblacionales válidos) y; de otra parte, participa de los procesos de toma de decisión propios del mundo público, donde opera “lo político” (otra cosa es la política partidista). Esto es, el establecimiento mediante una dinámica de poder, en la que es esperable la tensión entre distintas visiones, concepciones, creencias y valores, respecto de lo que se considera el mejor modo de vivir juntos.
En la actualidad, el contexto de lo público, y por tanto de lo político, donde se toman las decisiones de qué norma se aprueba o cuánto financiamiento se asigna y que afectan a todos los niveles (establecimiento de salud, municipio, sector salud, intersector, nacional e internacional) parece tener al menos 2 rasgos en el mundo entero y también en América Latina. Y ambos son relevantes para la efectividad de la salud poblacional.
El primero se relaciona con la complejidad y exigencias derivadas de la sostenibilidad. Se trata de una cuestión exacerbada en nuestra región por la conjunción de la alta conflictividad en lo social y lo ambiental, intersección que ha sido advertida como de riesgo potencial alto4 de fractura en la convivencia de una sociedad, lo que puede derivar en la disminución de la estabilidad institucional de nuestros países.
Junto con la tensión socioambiental, el segundo rasgo se asocia a la dinámica tradicional de poder. El sentido y ejercicio del poder y la autoridad, constitutivo de los procesos de toma de decisión en lo político, se encuentra hoy fuertemente desafiado. Esto vuelve cada vez más disfuncional las iniciativas públicas, lo que restringe la efectividad de los esfuerzos también en el ámbito de la salud. Ambos elementos elevan la ya habitual incertidumbre con la que se acostumbra a vivir en América Latina, región en evolución temprana de sus procesos sociales, a veces cambiantes y radicales.
La necesidad de fortalecer la formación de salud pública en pregrado y residencias, especialmente en América Latina
Como se ha constatado crudamente en la pandemia, parece haber consenso en que la recomendación nº 6 que la Federación Mundial de Educación Médica formulara hace 30 años “complementar la instrucción sobre el manejo del paciente con énfasis en la promoción y prevención de la enfermedad”5, aunque con cierto avance, tiene aún un camino por recorrer para alcanzar el objetivo que motiva la recomendación.
Las aproximaciones predominantes en salud en la actualidad soslayan las dimensiones socioecológicas2 y parece lejano el que nociones como la historia natural de la enfermedad y los niveles de prevención, donde se aloja conceptual y prácticamente la recomendación antes citada, se vuelvan un pilar formativo robusto que permee el quehacer en torno a la salud de personas y comunidades3.
En una reflexión que en 2015 publicó la Academia Nacional de Medicina de México6, Borrell analiza la formación de médicos especialistas en América Latina e identifica ámbitos de los que dicha formación se enriquecería y que están relacionados con el acervo de la salud pública. Para hacerlo, luego de estudiar 14 países de la región, recurre a 2 dimensiones analíticas: la política (o institucional) y la propiamente educativa. Se trata de dimensiones involucradas, por ejemplo, en la definición de estándares de regulación de la calidad en la formación. Además, formula propuestas que suponen una masa crítica densa para ser llevadas adelante, requisito que hasta ese momento parece todavía insuficiente.
A continuación, con el fin de ilustrar la contribución actual y potencial que la formación en salud pública podría representar, se ofrecen 2 problemáticas de salud relevantes en América Latina. Son 2 ejemplos de la aplicación del marco teórico-práctico de la salud pública mediante la noción dehistoria natural y niveles de prevención.
Caso 1: ¿Cómo quisiéramos que sea el futuro de las niñas, niños y adolescentes (NNA) de América Latina de hoy?
Diagnóstico
América Latina muestra indicadores de riesgo y daño de los más preocupantes del mundo en el ámbito del consumo de sustancias7,8. La edad de inicio es precoz, las magnitudes de frecuencia son altas con tendencias crecientes, se asemejan cada vez más entre varones y mujeres (con mayor daño en ellas, dada su mayor vulnerabilidad). Los daños son directos (individuales) e indirectos (a terceros), de corto (intoxicaciones, traumas, abuso sexual) y largo plazo (infertilidad, enfermedades crónicas, cáncer, trastornos de salud mental, menor rendimiento cognitivo) y repercuten significativamente en la carga de enfermedad y capital humano país.
Manejo
El objetivo del manejo es custodiar el lóbulo frontal aún en desarrollo; allí radica la base neurológica de las funciones ejecutivas y toma de decisión. La meta es retrasar el inicio del consumo, ojalá hasta los 18 años, idealmente 21 años. La estrategia se basa en el estándar de oro: el involucramiento parental9, parte de la estrategia de “prevención ambiental o estructural”10-14. Consiste en que los adultos significativos acompañen, en una dinámica de red colaborativa, el uso adecuado del tiempo de los NNA para que lo destinen a actividades estructuradas y supervisadas, luego del espacio escolar, como talleres deportivos, artísticos, entre otros. El llamado es a que los adultos, de quienes depende disponibilizar iniciativas y monitorear la asistencia a las mismas, propicien y acompañen de manera regular hasta que se constituyan en patrones conductuales saludables y de autocuidado, minimizando los patrones de riesgo.
Resultados esperados
a) Población general. Futuras generaciones con libertad neurológica constituida, expresan (si así lo deciden) su potencial reproductivo y físico, cognitivo, afectivo, social y espiritual, para así renovar demográficamente América Latina y disminuir la carga país y del ya sobrecargado sistema de salud. b) Formación. La posibilidad de exponerse más ampliamente al sentido, la mejoría de la salud, en instancias formativas más allá del hospital15.
Caso 2: ¿Cómo mejorar la atención de salud elevando la seguridad de los pacientes, y de paso, cautelando nuestra salud como médicos?
Diagnóstico
1:1.000 versus 1:1.000.000 son las probabilidades de morir en pabellón o en un vuelo de línea comercial16,17. Mil veces mayor es el riesgo de fallecer durante una cirugía con anestesia general, comparado con un vuelo en avión. Las repercusiones afectan a pacientes y sus familias, pero también al prestigio, confiabilidad y legitimidad de la atención de salud. Mina las confianzas de la relación médico-paciente, del equipo de salud, eleva las exigencias por nuevas prestaciones (muchas sin efecto beneficioso demostrado), eleva los costos vinculados a tecnología y seguros de mal praxis, entre muchos efectos. Dado que la cultura del sector salud es de mejora continua y existe disposición a estudiar el propio error, la investigación ha sido posible en este ámbito, identificando causas asociadas a la cultura de la toma de decisión, abriendo la posibilidad de aprender el pabellón quirúrgico a partir de la cabina del avión.
Manejo
Dos ámbitos a trabajar son claves para optimizar la toma de decisión y minimizar el error: la dinámica de autoridad y la comunicación. Dos hallazgos críticos: i) ante la afirmación “los miembros junior del equipo no deben discutir las decisiones tomadas por los miembros senior”, 23% de los cirujanos adhieren, contra un 2% de los pilotos de avión18, ii) la apreciación de que “el trabajo colaborativo en el pabellón es elevado” es refrendada por un 62% de los cirujanos, pero sólo por un 41% de los anestesistas18.
Por tanto, para hacerse cargo de estas brechas silenciosas que afectan la adecuada toma de decisión, se busca formar equipos (no sólo grupos de trabajo) y reforzar verbalmente de modo continuo los procesos de trabajo. Estas son las bases de la implementación de la lista de chequeo en el pabellón quirúrgico, un instrumento útil pero de compleja implementación, como lo demuestra el hecho que en Francia se ha vuelto obligatorio para la acreditación recién en el 201018.
Resultados esperados
a) Población general. La disminución de eventos que afectan la seguridad del paciente repercutirá directamente en resultados sanitarios, lo que robustecerá dinámicas deseables para la atención de salud, servicio cuya calidad y satisfacción depende de las relaciones personales. Además, promoverá decisiones más reflexivas y favorecerá la una buena práctica de toma de decisión compartida paciente-médico19. b) Formación. Se responderá a 2 de sus focos actuales de preocupación, la seguridad del paciente y la salud de los médicos20.
El médico especialista en salud pública y algunos de sus programas de formación
El proceso por el que los residentes en salud pública se forman está estrechamente vinculado al quehacer del médico especialista en salud pública, al conjunto de la fuerza laboral de la salud y al contexto general (ciudad, país, región) en que la salud pública “ocurre”. Así, las relaciones entre la formación de residentes, el desempeño cotidiano de quienes trabajan en sus tareas y el escenario en que éstas se desarrollan están imbricadas, de modo que la forma, intensidad y coherencia en que estos componentes y elmedio de cultivo de la salud pública se articulan, condiciona el nivel de logro del propósito compartido: mejorar (incluye mantener) el nivel de salud de personas y comunidades.
La pertinencia del proceso de formación del MESP requiere de una adecuada comprensión diagnóstica del nivel de salud de una población determinada, lo que considera conocer acerca de la población sana, en riesgo, enferma y fallecida. Además, supone acercarse a establecer las causas por las que en esa determinada población se observa esa específica configuración del nivel de salud; esto es, la “fisiopatología” de la salud poblacional. Finalmente, “situarse”, respecto del escenario institucional y contexto sociocultural de la población de la que se trate.
Sólo entonces es posible proponer una respuesta que tenga posibilidades de impactar significativamente. El análogo es claro: a nivel clínico resulta imprescindible precisar antecedentes que permitan formular la(s) hipótesis diagnósticas, incluyendo su historia “médica”, pero también aspectos biográficos, de condiciones de vida y laborales, para entonces proponer un plan terapéutico que movilice medidas generales, farmacológicas y otras que consideren intervenciones de distinta complejidad adecuadas a la realidad específica de la persona (y su entorno) que presenta su necesidad de salud.
Como diversas son las realidades entre países, diversas son las aproximaciones y programas de formación de MESP. Existen básicamente 2 aproximaciones, una desde la salud pública y otra de la medicina preventiva/comunitaria/social. Reflejan 2 posiciones que, si bien ambas contributivas, tienen énfasis distintos y hasta contradictorios. La primera es concebida desde lo público-político e incluye la medicina y la atención de salud; la segunda se entiende de manera inversa, una rama nacida de la medicina21. Independientemente del marco de referencia de origen, ambos están llamados a servir de puentes entre 2 mundos que se requieren y pueden beneficiarse entre sí.
Pese a las diversas formas en que se configuran los programas de formación de especialistas en salud pública en el mundo y América Latina, las dificultades de visibilización son compartidas. Estas se dan al interior del sector salud, con faltas de reconocimiento entre pares expresadas, entre otros, en falta de equivalencia con unidades clínicas (número de profesores, tiempos e importancia en la asignación de espacios de trabajo, salarios); pero también en el intersector, con restricciones al momento de exponerse con empleadores, conseguir puestos de trabajo estables y establecer mecanismos institucionales que legitimen su valor intrínseco de manera semejante al de otras formaciones de igual complejidad. Reflejo de esta baja visibilización es también la escasez de publicaciones específicas acerca de esta formación, en el mundo y en nuestra región en especial.
A modo de ejemplo, la especialidad en salud pública en México muestra una distancia de 30 veces entre demanda y oferta, la tercera mayor luego de radiooncología (45 veces) y medicina legal (38)8. Pero las restricciones se verifican también en países como Japón donde, pese a la escasez manifiesta, hasta el 2016 la especialidad no era reconocida formalmente por la agencia regulatoria nacional; en Italia, que trabaja en armonizar su programa con requisitos europeos, para lo cual debe asumir la nueva realidad epidemiológica y disminuir la formación en el campo de la microbiología; Francia con cupos vacantes pese a su alta demanda; Canadá, Estados Unidos y Reino Unido comparten la misma preocupación22.
Una consideración última de esta sección. Si bien muchas de las competencias del MESP son comunes a otros trabajadores del sector, su especificidad parece estar dada por la combinación de dosis y proporciones de competencias que resulta en un conjunto difícil de encontrar en otros trabajadores de la salud pública. Esta combinación haría más probable que en la práctica ejerzan como expertos con alta credibilidad, logren motivar a la comunidad médica, consigan cooperación y compromiso en tiempos de necesidad, potenciando a los grupos de trabajo.
El programa de Formación en Salud Pública de la Universidad de Chile
El Programa de Formación en Salud Pública de la Universidad de Chile es un programa colaborativo coordinado desde su Escuela de Salud Pública, que entiende al MESP como en un médico actor político administrativo. Su funcionamiento actual es resultado de forjar una buena relación con el entorno institucional de unidades locales, regionales y nacionales del sector salud. Durante 3 años de formación, médicos con al menos 3 años de experiencia laboral, desarrollan un mix de actividades teórico-prácticas en torno a las dimensiones técnica y relacional. Las estrategias formativas centrales son la metacognición y la mentoría, con actividades de tipo lectivo, seminarios, unidades de investigación aplicada, entre otras. Las actividades lectivas se asientan en cursos comunes con los programas de Magíster en Salud Pública y Magíster en Bioestadística dictados en la misma Escuela. Dado el nivel de recursos académicos específicos y, según fue refrendado por proceso de acreditación 201823, el cupo es de 3 estudiantes por año (en régimen habitual, 9 estudiantes en total). El Comité del Programa, compuesto por 3 académicos médicos especialistas en salud pública (uno de la máxima jerarquía académica), 2 con jornadas parciales y uno con jornada completa (el coordinador académico), desarrolla un modelo de gestión que recoge el legado y decide de manera colegiada.
De manera incremental en complejidad (temática y organizacional) recorren 9 rotaciones; las 8 primeras de 3 meses, mientras que la última es de 6 meses. El primer año (rotaciones 1 a 3), completamente intra Escuela (intramural), les expone a trabajar con los programas disciplinarios de epidemiología, gestión y política, para terminar con una rotación de transición (r3) preparatoria a las del segundo y tercer año, todas extramurales. El año 2, los residentes rotan por la Dirección del Servicio de Salud Metropolitano Oriente (r4, una red de atención de salud con población a cargo), la dirección de un Establecimiento de Salud de atención compleja (r5) y concluyen con la rotación por la Secretaría Regional Ministerial de Salud de la Región Metropolitana, SEREMI (r6, autoridad sanitaria regional). Finalmente, el tercer año participan de las rotaciones por el Ministerio de Salud (r7) y el Fondo Nacional de Salud, FONASA (r8, Agencia Nacional de Financiamiento en Salud). Completan su formación con una rotación de 6 meses “electiva” que considera los intereses futuros del residente.
Dado el carácter colaborativo del programa, con las fortalezas derivadas de la convivencia con estudiantes multiprofesionales de otros programas académicos, se busca asegurar el sello formativo mediante una asignatura distintiva, Sistema de Salud Chileno, que considera 18 meses de trabajo en torno a 5 rotaciones (3 a 8) que tiene como propósito:
Contribuir a formar líderes íntegros capaces de articular personal e institucionalmente problemas de salud pública relevantes y pertinentes en contexto del mundo real con sus tensiones ambientales, sociales y de gobernanza. Considera el diagnóstico, análisis y gestión de soluciones reconociendo en el centro de su quehacer el valor de los procesos de toma de decisión alineados con mejorar el nivel de salud de la población, propósito de la salud pública.
Los hitos evaluativos, enmarcados en la lógica formativa, consideran exámenes anuales y un examen final de graduación. Las otras instancias evaluativas del proceso formativo resultan de sus trabajos de investigación aplicada durante sus rotaciones, que surgen de una priorización acordada entre las necesidades institucionales, los intereses del estudiante y la modulación de la complejidad y carga de trabajo a cargo del profesor encargado. Además, los residentes suelen avanzar sustantivamente o graduarse como Magister en Salud Pública durante los 3 años del Programa. De manera creciente, se consolida una red de graduados que permite un seguimiento de sus trayectorias y mantener un vínculo con el programa.
Competencias trabajadas en la formación del médico especialista en salud pública, contribución potencial a la formación de otros especialistas
Porque persisten aún brechas para que los trabajadores de la salud pública, entre ellos los médicos especialistas, sean reconocidos como socios únicos y críticos para proteger y mejorar la salud de la población24, parece necesario un marco que nos ampare de manera más amplia y funcional. Tal vez, catalizados por la pandemia, se avance en recoger la sugerencia de emplear un nuevo paradigma para la educación médica y la atención de salud, que considere bases de la salud pública y medicina preventiva25.
En América Latina se ha vuelto evidente la interdependencia de las comunidades profesionales que trabajamos para la mejoría en la salud de personas y comunidades, para lo que requerimos sistemas de salud y seguridad social más robustos. Podemos establecer relaciones y alianzas entre las comunidades médicas clínicas y de salud pública para mejorar sustantivamente el abordaje de problemas de salud acuciantes en magnitud y tendencia crecientes que parecen no encontrar respuestas suficientemente efectivas hasta ahora.
Las experiencias formativas que pueden ser una contribución potencial para otras especialidades médicas se relacionan con la posibilidad que los MESP tienen de:
a. Reflexionar críticamente en torno a la toma de decisión, valor distintivo de las organizaciones altamente confiables26.
b. Ejercitar, a diferencia de la prioridad de la acción rápida predominante hoy, un proceso reflexivo mediante “debate contradictorio”, lo que abre espacio a recoger experiencias y desarrollar buenas prácticas asociadas a la cultura de la fiabilidad18.
c. Dado que los MESP tienen que relacionarse con personas e instituciones que cultivan matrices disciplinarias distintas de la médico-sanitaria para alcanzar objetivos a un nivel satisfactorio, se exponen a exigencias en el ámbito relacional que les forja de un bagaje valioso. Una destreza asociada es la identificación de la necesidad de mejor comunicarnos, por ejemplo, mediante el control semántico.
d. Trabajando con equipos multiprofesionales y multidisciplinarios, deben conceptualizar y traducir concretamente para involucrar a otros, aprendiendo a transitar entre distintos niveles de abstracción.
e. Dado su contacto cotidiano con lo público, están obligados a poner atención en el modo de ejercer su autoridad (el poder médico) y transitar a un modo de desplegar el liderazgo, imprescindible de trabajar en el ámbito formativo27, pero conscientes que dejar de ejercer la autoridad adecuadamente es tan nocivo como hacerlo autoritariamente28.
f. Deben practicar el diálogo en función de mantener relaciones de mediano y largo plazo (el horizonte temporal en que trabaja la salud pública), a diferencia de la negociación que representa una herramienta para situaciones límite más bien inmediatas. Pero sin perder identidad.
g. En sus procesos decisionales trabajan formalmente los valores a la base de lo político; se exponen y ejercitan en una particular forma de abordar la tensión ética, propia del choque entre el ethos sanitario y el legal29.