Introducción
Procesos de deslocalizacion productiva global y sus efectos locales
Los cambios políticos recientemente ocurridos a nivel mundial como el arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y su agenda proteccionista, la crisis de los refugiados en la Unión Europea, el Brexit en Reino Unido o la búsqueda de independencia de Cataluña, sumados a las innovaciones tecnológicas, las nuevas exigencias en el consumo y los problemas ambientales sugieren el fin de la globalización.
Livesey (2017) señala que en los últimos treinta años la manufactura ha sido motivada por la mano de obra barata y los salarios bajos, sin embargo, considera que esta fase de la globalización está llegando a su fin. Su argumento central señala que, con el avance tecnológico, los robots serán cada vez más baratos y eficientes y reemplazarán, paulatinamente, incluso, a los trabajadores más baratos. Por lo tanto, la fabricación podría volver de nuevo a las economías desarrolladas donde se consumen los productos.
A pesar de estos discursos y fenómenos, en México, la manufactura de exportación y el modelo económico global persisten y, en algunas zonas, se intensifican sus prácticas. En cuanto al primer elemento, el eje de atracción para las inversiones sigue siendo, según el presidente del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación (Index), Luis Aguirre Lang, la calidad de mano de obra, la vecindad con el mercado más importante del mundo y los costos logísticos (Romo, 2018) En cuanto al modelo económico, sigue caracterizándose por la creación de áreas específicas para la producción, en las que se incorporan paulatinamente nuevos trabajadores. Estos espacios, forman parte de alguna cadena productiva, donde la producción, distribución y consumo se organiza internacionalmente, mientras que el trabajo, se realiza a escala local1 (Méndez, 1997; Ianni, 1999; Ortega, 2004).
Este modelo, que en principio transformo a las ciudades, también se extendió a los espacios rurales2 provocando el aceleramiento de cambios relacionados con la diversificación productiva, la revitalización de espacios en declive o la modificación de sus estrategias productivas (Arias, 1992). La expansión de este modelo a los espacios rurales fue posible por la disponibilidad de mano de obra, los salarios más bajos, el apoyo gubernamental y los bajos costos en el uso de suelo. En este proceso lo pobladores y el territorio rural se adecuan a las nuevas exigencias mediante un proceso de estructuración de sus formas de vida y del espacio donde habitan. De esta manera puede decirse que los cambios que experimentan los municipios en donde se instalan este tipo de “industrias” pueden cuestionar las formas tradicionales de abordar las relaciones socio-espaciales en términos de binomios (ciudad-campo, urbano-rural). Por lo que su investigación es muy importante para poder entender las nuevas configuraciones que se han conformado a partir de la confluencia de diversos tipos de economías. Por un lado, podemos observar cómo se conforman espacios en donde la producción se destina a la exportación mayoritariamente agrícola y, por el otro, espacios en donde se realiza alguna actividad ligada a la producción industrial, pero que coexiste con otro tipo de estrategias productivas.
Partiendo de este contexto consideramos que existe poca investigación reciente (De la O, 2006ª, Castilla y Torres, 2010, Rodríguez, 2012) que trate de conocer y analizar los efectos económicos y, sobre todo, culturales en las regiones en las que recientemente han atravesado por procesos de llegada o partida de industrias de diverso tipo, específicamente relacionada con la confección de prendas de vestir. Es por ello que el propósito general de este artículo es preguntarse ¿qué cambios y efectos ha ocasionado el trabajo industrial sobre el territorio y el paisaje de las localidades rurales en donde se asienta?
En este escenario, encontramos la posibilidad de combinar el reconocimiento de patrones de localización económico-espaciales en diferentes escalas de análisis, con enfoques micros orientados más en conocer los elementos del contexto histórico-cultural y entender las nuevas formas que constituyen y se recrean en estas realidades socio-territoriales. De manera particular a través de este artículo buscamos conocer ¿De qué manera se han transformado las dinámicas económicas y culturales de los municipios de Altepexi y Ajalpan del Valle de Tehuacán? Además de presentar de qué manera las poblaciones perciben y viven las consecuencias de la instalación de estas nuevas industrias. ¿Cuáles han sido los efectos sociales y culturales?
Las maquiladoras de confección en México
En lo que refiere a la dinámica de la maquila de confección nacional, los años de mayor auge estuvieron relacionados con las políticas proteccionistas adoptadas por el gobierno mexicano a través del aumento de los impuestos a la importación de los artículos textiles desde la década de los cuarenta (Vera y Vera, 2013). Con el fin de la segunda guerra mundial la situación cambió drásticamente, ya que las industrias exportadoras empezaron a enfrentar la competencia de otros países en el mercado internacional.3 En esta misma época, la industria textil norteamericana entró en una fase de modernización de equipo, maquinaria y uso de nuevas fibras textiles, además del surgimiento de la industria de la confección en Asia, estos elementos coadyuvaron a que la maquila de confección de México atravesara por una crisis.
Durante la década de los años setenta ante la competencia mundial en el ramo de la confección, se inició el desplazamiento masivo de ciertas operaciones manufactureras por parte de las grandes multinacionales hacia países del Tercer Mundo; buscando mayores ganancias (Bonacich y Waller, 1994). Las maquiladoras de confección, que surgen en los años ochenta en México se caracterizarían por estar directamente vinculadas a empresas extranjeras, concretamente norteamericanas, que buscaban restablecer su competitividad a partir de la promoción de medidas proteccionistas y el uso intensivo de la mano de obra existente (De la O y Quintero, 2001; Morales, 2000).
Esta política de revitalización de la industria norteamericana, fue un elemento determinante para que México a finales de la década de los noventa se constituyera en su principal maquilador de prendas de vestir. Esto permitió que la maquila de confección en México hacia el exterior en cuanto a su organización y esquemas de dirección aparentara ser una especie de símil de la compañía que la contrataba, pero en lo que refiere a la producción esta se caracterizó por el empleo de mano de obra barata, el trabajo intensivo y bajos salarios.4 En este contexto, el desarrollo de la industria del vestido en regiones como la Laguna, el Bajío, Puebla y la península de Yucatán, se caracterizaría por la estrecha relación con las empresas Estadounidenses. En estas regiones empezaron a fluir, pedidos, contratos, diseños y materias primas.
En este esquema, en la punta de la cadena, se encontraban las grandes empresas comercializadoras norteamericanas de prendas, los contratistas de marca y algunos fabricantes extranjeros, mientras que en el otro extremo se encontrarían maquilas de confección, grandes y medianas hasta pequeños talleres familiares. Este desplazamiento estuvo alentado también por la intervención del Estado y de los gobiernos estatales que ofrecían tanto, facilidades hacendarias como servicios públicos, comerciales y de comunicación. Esto favoreció en algunos casos el crecimiento económico momentáneo de algunas regiones y se constituyó como una estrategia de creación de empleos frente a la imposibilidad de generar un proyecto de desarrollo local. De esta forma, la especialización productiva junto al declive económico de las principales actividades productivas en algunos Estados tuvo como resultado la conformación de regiones maquiladoras ascendentes y de regiones maquiladoras interiores en clara desventaja.
En las regiones ascendentes, que comprenden a la frontera y al norte, se observa la especialización en el procesamiento de productos electrónicos y de autopartes; en tanto que las regiones interiores (centro, occidente y sur) se han ido especializando en la confección y el vestido, con bajas remuneraciones y malas condiciones laborales (De la O, 2006b).
Estas condiciones se profundizaron a partir de 2005, al finalizar el Acuerdo Multifibras,5 lo que provocó el cierre de fábricas, mayor incertidumbre laboral y evidenció el deterioro de las condiciones laborales para los trabajadores, especialmente de aquellos empleados en las fábricas más pequeñas y subcontratistas. China fue el país que ganó después del fin del Acuerdo ya que la producción se desplazó hacia ese país por lo que los consumidores, sobre todo de Norteamérica y Europa, empezaron a acceder a bienes más baratos. A este respecto en el 2014 el presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (Canaive), señalaba que en los primeros cuatro meses de ese año ingresaron al país cuarenta y cuatro millones de prendas de vestir (pantalones, camisas, blusas, calcetines y la ropa interior) a precios subvaluados proveniente de China (Becerril, 2014). Según algunas cifras, de 2000 a 2015 se habían perdido cerca de ciento cincuenta mil empleos en la industria textil mexicana y otros trescientos mil en el sector de la confección y del vestido. Esto implicó que, parte de las organizaciones gremiales y patronales buscaran generar acuerdos con el gobierno para realizar acciones que los beneficiaran; algunas de estas propuestas señalaban la necesidad de aumentar los aranceles a los productos que entraran bajo los esquemas de dumping.6 El gobierno de México, ante estas exigencias, entre 2011 y 2016 aumentó 68% el número de medidas antidumping, además que implemento trece medidas, entre las que destacaron, la integración de un padrón de importadores, así como de una lista de precios estimados para importar materia prima y piezas confeccionadas y el acceso a créditos, lo que permitió aumentar su producción quince por ciento (Hernández, 2016).
Tehuacán, maquila de confección y transformaciones territoriales
La historia de la maquila de confección se inicia alrededor de 1930, en su mayoría eran muy pequeñas y trabajaban de forma rudimentaria; algunas se dedicaban exclusivamente a la elaboración de uniformes para las embotelladoras de agua7 y sus dueños eran de origen árabe. Para 1978 existían veintiocho maquilas que daban empleo a dos mil trabajadores y que fabricaban para el mercado nacional y hacían exportaciones indirectas. En 1989 bajo la influencia del Decreto sobre Maquiladoras tenemos un complejo de ochenta maquilas que da empleo a ocho mil trabajadores y desarrollando producción en programas de exportación directas (Juárez, 2004).
Durante esta década se configuran los grupos maquiladores más importantes que propiciarían la expansión internacional de la actividad, dos familias extranjeras se establecerían como las dueñas de los consorcios más grandes en Tehuacán, la familia Hadad de origen libanés y los Fernández de origen español. La familia Hadad, funda la maquila llamada Industria Exportadora Famián, que con el pasar de los años va constituyendo otras empresas, entre las cuales se encuentran Troncos, San Mat, Élite y, para 1999, se fusionaría con otra empresa para conformar el grupo Tarrant. Por su parte, la familia Fernández fundaría el conglomerado de Vaqueros Navarra que con el paso del tiempo se constituiría como Grupo Navarra (Barrios y Santiago, 2004).
Las cadenas productivas y el auge internacional
La llegada de marcas internacionales que buscaban confeccionar sus productos en Tehuacán inicio a mediados de los ochenta y principios de los noventa. Juárez (2004) señala que los primeros años de la década de los noventa en Tehuacán existían cerca de ciento cincuenta maquilas que empleaban a quince mil personas; uno de los factores que propició esto, fue la convergencia entre el saber hacer, previo de algunos pobladores, y la experiencia adquirida por parte de algunos dueños, permitiéndoles acceso a contratos de producción con cadenas comerciales norteamericanas y formar sus propias redes de productores en su mayoría subcontratados.
Otro factor importante que impulsó el llamado boom de la maquila en Tehuacán fue la nueva infraestructura carretera que conectó a Tehuacán con la autopista que corría directamente a Veracruz y a Oaxaca, además de la promoción que hizo, el entonces presidente municipal, Lic. José Méndez en diversas ciudades de Estados Unidos, como el Paso, San Antonio, los Ángeles y Nueva York. En estas giras se exponían los beneficios que ofrecía Tehuacán a las grandes marcas para la maquila de su ropa, con lo cual se buscaba contribuir al desarrollo económico y desde luego el beneficio directo seria para los empresarios que estuvieran en la actividad.
El auge impactó directamente a la ciudad de Tehuacán y, rápidamente, se expandiría hacia otros municipios circunvecinos; esto acrecentó la migración intrarregional, trabajadores de los pueblos aledaños y de la zona de la montaña se emplearían en la maquila; ello generó algunos asentamientos irregulares y nuevas colonias a las orillas del municipio. La instalación de maquiladoras fuera de los municipios en los que tradicionalmente se encontraba localizada la actividad industrial fue una forma en la que el gobierno estatal trato de resolver el problema del desempleo generado por la falta de recursos para sacar de la crisis al sector agrícola.
Ajalpan, San Gabriel Chilac, y Altepexi, serían los primeros municipios en donde se instalan las primeras maquiladoras a raíz del boom. Durante esta época se crean alrededor de treinta y cinco y cuarenta mil empleos con una derrama de más de millones millones de pesos, tan sólo en nóminas y si a eso se le sumaba lo que una fábrica necesita para que funcione como son telas y botones. Según los datos recogidos por Juárez (2004) para tener idea de la estructura manufacturera industrial y el lugar que en ella tienen las actividades de la maquila de confección se estima que facturó, en el año 2000, solamente en la ciudad, alrededor de cuatrocientos cincuenta millones de dólares, en tanto que la industria refresquera reporto doscientos millones, la industria avícola doscientos cincuenta millones de dólares y el comercio cien millones. En cuanto al empleo, en 2001, Tehuacán registra 23,717 trabajadores y para Ajalpan 8,647 trabajadores.
Cambios en las dinámicas de producción
A principios del año 2000, los niveles de crecimiento de la maquila de confección en la zona se habían detenido; a principios de marzo de 2001, se iniciaría un proceso de contracción de la producción. Esto fue producto del proceso de desaceleración de la economía norteamericana. Ante este escenario muchos gerentes comenzaron a descansar personal o les notificaban que se iba a trabajar menos; otros empezaron con los paros técnicos y junto al paro parcial de la planta productiva, se empezaron a generalizar los recortes al salario y prestaciones (Juárez, 2004). Esta situación se agudizó aún más a partir de que el capital de empresas estadounidenses emigró hacia el sureste del país y a Centroamérica, en busca de mejores costos y mano de obra más barata. En una nota publicada en el diario Mundo de Tehuacán, en 2001, el presidente de la Canaives, José Méndez, señaló que un promedio de veinticinco maquiladoras desaparecieron en los municipios de Tehuacán y Ajalpan, originando con ello que más de mil trabajadores se quedaran sin empleo.8
Los datos del INEGI aportan que, al cierre del año 2003, había sólo veintidós mil 430 empleos remunerados, en la industria maquiladora de exportación textil y del vestido en Puebla. El año 2005 tampoco fue la excepción, con el cierre de las cinco plantas en Tehuacán del grupo Tarrant Apparel Group, vinculadas a Kamel Nacif Borge, que tuvo como efecto inmediato el despido de más cinco mil personas; un número similar hubo en Teziutlán y San Martín Texmelucan, lo que refleja los síntomas de una industria en declive.
Para finales del 2005 se aseguró que el 80% de las plantas maquiladoras en el estado desparecieron y otras permanecieron en la clandestinidad, porque no pagan impuestos, seguro social, ni prestaciones a sus trabajadores. A principios del 2008 se señalaba que durante los primeros setenta días de ese año se habían perdido tres mil empleos de industrias maquiladoras de Tehuacán; diez empresas grandes cerraron y sólo mantienen la afiliación de cincuenta y cuatro mil trabajadores cotizando en el IMSS. El subdelegado de esta dependencia indicó que la actividad industrial decreció en los primeros meses, además, que el registro patronal que se tenía en el IMSS es de tres mil cien patrones, lo que significaba que también existen muchas empresas que no están dadas de alta, lo que representa que hay trabajadores que no cuentan con seguridad social.
En 2009, el año más crítico de la recesión económica en términos de su impacto en este sector, el representante de la asociación de la industria del vestido de Tehuacán, informó que había ciento diez fábricas afiliadas, tanto a su asociación como a Canacintra. Al mismo tiempo, y para el mismo periodo, esta última asociación, informó que había cuatrocientas fábricas en la región, la mitad de las mismas, clandestinas (las cuales, por supuesto, no estarían registradas con ninguna de las dos asociaciones). En contraste, Santiago (2010) estimaba que, en la región de Tehuacán, existían alrededor de novecientas ochenta plantas de confección, incluyendo noventa y ocho grandes, trescientas sesenta y cinco medianas y poco más de quinientos pequeños talleres clandestinos. De igual manera, con lo ocurrido a nivel nacional, representantes de la industria del vestido a nivel estatal en el 2016 señalaban que las medidas tomadas por el gobierno federal en el 2014 habían permitido que marcas como Adidas, Cotton, Lacoste, Levi´s, C&A, Cappini, Religion, Oggi Jeans, entre otras, hayan mantenido su producción en el municipio, alcanzando una producción aproximada de cincuenta mil prendas por semana (Hernández, 2016).
La perspectiva socioterritorial de las transformaciones económicas y culturales
Como podemos observar, uno de los efectos de los procesos de reestructuración económica a finales del siglo pasado fue la deslocalización productiva en diferentes escalas; en algunos casos se estimuló el surgimiento de nuevas áreas de producción que aprovechaban algunos de los rasgos particulares de las regiones incorporando nuevos trabajadores, en otros se articulan los procesos locales a una industria nacional o internacional. Estos procesos, indudablemente, provocan cambios en los territorios, en las formas de organización del trabajo y en los modos de vida de los pobladores. El trabajo que se desarrolla en estas empresas está relacionado con dinámicas de trabajo urbanas que, como parte de sus estrategias de relocalización, han desplazado fases de sus procesos productivos.
La propuesta de análisis que se presenta en este artículo considera que la interrelación entre estructuras y subjetividades colectivas e individuales permiten la construcción social del territorio. Partimos de la premisa que los sujetos significan y constituyen su realidad a partir de las interacciones entre ellos y el espacio que les rodea, en este proceso la dimensión socio-histórica incide también en la configuración de las características básicas de los territorios. Consideramos que el territorio se conforma de una estructura (física, económica, política) a partir de la cual los sujetos significan y al mismo tiempo construyen su territorialidad (símbolos, cultura). De esta forma los sujetos se apropian/construyen/reconstruyen sus territorios diariamente a partir de las diversas interacciones y relaciones sociales que efectúan día a día. En estas interacciones las estructuras objetivas del espacio y los significados individuales, permiten que los habitantes reconozcan su relación con los elementos que les rodean y al mismo tiempo predeterminan las particularidades económicas que se pueden realizar en ese territorio.
El punto de partida es entenderlos como sistemas socioterritoriales complejos, territorios que entrañan y que están configurados por una materialidad económica, pero que también son significados por sus habitantes. En este sentido, nuestro supuesto teórico del cual partimos para desarrollar nuestra definición de territorio rural, se fundamenta en entenderlo como una construcción social, sin embargo, lejos de caer en una posición extremadamente idealista, consideramos que el territorio forma parte de una estructura económica y política, que sirve como punto de referencia para que los sujetos lo signifiquen. Es decir, nos centramos en una reflexión que tiene como eje resaltar las relaciones existentes entre los habitantes y su territorio, de una manera dinámica.
Desde esta perspectiva, buscamos resaltar cómo la interacción de los sujetos con su realidad es un punto medular para entender los efectos por los que atraviesan los territorios que habitan. Por lo tanto, las relaciones con el territorio parten de los esquemas personales que conforman los habitantes en relación con el medio que les rodea. Esto implica que los cambios ocurridos y vividos por sus habitantes forman parte de un proceso constituido activamente, no sólo en el significado que tiene el territorio para los individuos, sino también están articulados con los procesos materiales que ocurren en él. A partir de esto, consideramos al territorio rural como una unidad que articula las relaciones de producción ligadas con aspectos estructurales y, también, aspectos subjetivos, en la medida en la que los individuos lo perciben, imaginan y valoran de modos diversos. En el territorio se entrelazan dos ejes considerados como antagónicos: lo material y lo ideal.
Una cuestión muy evidentemente en este esquema es superar las formas históricas de concebir a lo rural, como entidades homogéneas. Dicha visión con frecuencia describe a estos territorios como estáticos en donde el orden social, en el que se desenvuelve la vida cotidiana de la mayoría de la población es una especie de entidad autarquía, un microcosmos cerrado que se basta a sí mismo en el plano económico-social, institucional y cultural (Entrena, 1998). Actualmente, podemos observar cómo formas de vida y de trabajo, imaginarios y visiones del mundo, a veces radicalmente diferentes, se encuentran, se tensan, se subordinan, se recrean, en este sentido, hay un choque en la construcción social de lo rural.
El territorio rural, en este contexto, es revalorizado como objeto de estudio, al observar el papel que juega dentro del entramado global, es por ello necesario realizar investigaciones desde perspectivas que enfaticen las vivencias de los principales afectados de sus transformaciones. Ellos son quienes experimentan, en primera instancia, los cambios y, en algunos casos, generan sentimientos de desconcierto, anomia, impotencia para controlar los cambios y los procesos globales en los que se ven inmersos, así como por consiguiente incertidumbre con respecto a su futuro.
Desde nuestra perspectiva de análisis, lo rural se construye socialmente y como construcción social está sujeta al cambio. Como consecuencia del cambio suelen experimentarse sucesivos procesos de construcción, deconstrucción o reconstrucción de lo rural. El considerable grado de variabilidad de los ámbitos espacio-temporales en los que pueden experimentarse tales procesos, así como la diversidad de acciones y presiones colectivas que, eventualmente, pueden condicionar los resultados de los mismos, determina el carácter mutante y circunstancial de lo rural, cuya forma de análisis más adecuada es, por tanto, la que adopta perspectivas histórico-procesuales (Entrena, 1998).
Metodológicamente, esta investigación parte de una descripción en términos geográficos y económicos de los municipios de Altepexi y Ajalpan. Reconstruimos la historia económica y cultural de la región de estudio, recurriendo a diversas fuentes de información entre las que destacan las bibliográficas, archivos municipales, periódicos y estadísticas disponibles. Se realizaron entrevistas semiestructuradas a los pobladores de los municipios de Altepexi y Ajalpan. El principal objetivo consistió en entender los elementos que permiten a los habitantes significar el territorio que habitan y conocer sus percepciones sobre los cambios ocurridos a partir de la llegada de las maquilas. En la entrevista se exploró de manera más exhaustiva las vinculaciones emotivas de los habitantes con el territorio. Las entrevistas nos permitieron conocer los cambios y acontecimientos más importantes de la vida de los habitantes; esto sirvió como una estrategia para entender los elementos y hechos que consideran más relevantes y trascendentes que han transformado tanto a su territorio más próximo como a ellos.
El trabajo de campo, la observación participante y la elaboración de pequeñas etnografías fueron herramientas fundamentales para describir y reconstruir las formas de vida que caracterizan a los municipios y a los habitantes.9 A través de estas estrategias se observó la forma en la cual los sujetos interpretan su entorno y, a partir de ello, fue posible reconocer los cambios culturales y territoriales ocurridos en los municipios.
La muestra cualitativa de esta investigación fue obtenida a partir de la técnica de bola de nieve, se buscó conocer el punto de vista de tres diferentes grupos de edad tanto hombres y mujeres de 15 a 29 años de 30 a 59 años y de 60 años en adelante. Esta diversidad permitió realizar dos tipos de reflexión, por un lado, una que buscó conocer cómo y de qué manera los habitantes generan o no una relación de apego con el territorio. Por otra parte, presentar los cambios territoriales y culturales que han ocurrido en Altepexi y Ajalpan.
Transformaciones culturales y económicas en el valle de Tehuacán
En el análisis histórico del Valle de Tehuacán, podemos conocer algunos elementos sobre la historia de la agricultura,10 su importancia económica y de comunicación, desde la época colonial, debido a que se encontraba sobre la ruta que unía a Puebla con la capital del virreinato y a Veracruz y, también, a la ciudad de Oaxaca. Además de las particularidades de su clima semiárido, que, aunque lo hacía menos atractivo para las actividades agrícolas, los hacendados que se establecieron compensaron esta desventaja dedicando sus tierras a la ganadería y finalmente algunas de las estrategias implementadas por sus pobladores ante la escasez de lluvias en la región que fue la implementación de un sistema de riego mediante canales.
Este sistema de riego permitió la interconexión entre algunas localidades del Valle, entre las que destacan Altepexi y Ajalpan, localidades que pudieron producir y comercializar diversos productos; con ello contribuyeron al dinamismo económico en la región. Las actividades desarrolladas en estas localidades a principios de siglo XX estaban relacionadas no sólo con el quehacer agrícola. En Ajalpan se elaborarían ladrillo y tejas de manera artesanal, mientras que en Altepexi se instalaría una fábrica de telas. Décadas posteriores estas localidades, se constituirían como los municipios en los cuales el trabajo industrial, materializado en la maquila de confección, sería el más importante.
Con la instalación de las maquilas, se dio un fenómeno económico caracterizado por la conjunción de esta actividad con las tradicionales ligadas al campo y las artesanales. Algunos artesanos y campesinos en ciertas estaciones del año intercalarían su actividad con el trabajo en la maquila. Sin embargo, con el paso del tiempo los más jóvenes, comenzaron a dejar de lado las actividades realizadas por los padres y abuelos y se enfocarían al trabajo industrial, lo cual impacto directamente y de manera diferenciada en la dinámica de los municipios.
Los fenómenos de la multifuncionalidad y la desagrarización han formado parte de la historia de Altepexi y Ajalpan. Gran parte de los padres de los entrevistados, cuando tenían doce años, se dedicaban a otro tipo de actividades que no estaban relacionadas con el trabajo en el campo o la elaboración de artesanías. Mientras que otros trabajaban el campo labrando su propia tierra o como peones.11
Parte de las personas que laboraban en el campo, cuando eran épocas de malas cosechas en la región, nos comentan que familias enteras migraban “buscando donde trabajar, algunos llegaban hasta Morelos a la zafra. En Ajalpan y Altepexi, durante los noventa, la elaboración de canastas de carrizo era una actividad económica importante nuestros entrevistados señalan que fue una ocupación que proveía de mejores ingresos que el trabajo agrícola y no era tan agotadora. Algunos de los entrevistados dijeron que en su juventud esta actividad era muy importante para el sustento de sus familias, pero con el arribo de la industria avícola,12 ésta se convirtió, para la mayoría de la población, en una mejor opción de empleo.
Como podemos observar Altepexi y Ajalpan son territorios rurales que, a lo largo de su historia, han estado relacionados con algún tipo de labor manufacturera, por lo tanto, aprender las actividades de los nuevos trabajos fue menos difícil. En este sentido, los pobladores de estos territorios, se relacionaron y combinaron distintos quehaceres laborales y modos de vida a lo largo de su historia, sin embargo, para los pobladores la maquiladora de confección es la industria que ha tenido mayores repercusiones en estos municipios.
Efectos de la maquila de confección en el Valle de Tehuacán
El territorio es producto de la historia general de la región, la historia particular de cada municipio y de las vivencias de los habitantes. Las vivencias hacen referencia a un proceso en el que sobresalen los recuerdos compartidos que dan significado a la historia de cada territorio. La interacción entre la historia y las vivencias permite reconstruir, permanentemente, los recuerdos. En las personas de mayor y mediana edad se distingue una mayor valoración emotiva de su entorno. Debido a que han desarrollado más vínculos con el territorio de residencia, caso contrario el de los jóvenes, quienes aún no han establecido relaciones tan duraderas, y por lo tanto en la mayoría de los casos sólo es el lugar de residencia.
En gran parte de las entrevistas las personas entre cincuenta y sesenta años consideran que han ocurrido diversos cambios en su municipio los últimos diez años, entre los que sobresalen las formas de vestir y actuar de los pobladores. Consideran que el trabajo en la maquila de confección ha modificado el comportamiento de los jóvenes, tanto mujeres como hombres. Los jóvenes son atraídos por este tipo de trabajo por la posibilidad de ganar dinero de manera inmediata y, en algunas ocasiones, continua, aunque paulatinamente, debido al cierre de maquiladoras de tamaño mediano, el trabajo se vuelve escaso y más competido, lo que implica peores condiciones laborales. Para algunos jóvenes la escuela pasa a segundo plano, mientras que otro sector considera a la lengua de los abuelos (el náhuatl), como un signo de atraso por lo que dejan de practicarla. También entre algunos jóvenes el consumo de alcohol y el uso de drogas como la marihuana se han convertido en prácticas comunes.
En principio trabajar en la maquila se percibió como una opción que, definitivamente iba a cambiar su vida en el aspecto económico. Pero esto sólo fue al principio, cuando empezaron a cerrar, la gran mayoría no tenía una alternativa de empleo lo cual desestabilizó a la población, ya que muchos habían accedido a préstamos o a la compra de productos a través de créditos. Los cambios que los pobladores consideran más importantes se refieren a las relaciones sociales. Respecto a ellas señalan que
“antes, tradicionalmente o como parte de la cultura [de Ajalpan fue que], todos éramos solidarios, nos conocíamos y saludábamos, había mucho respeto y ahora todo eso se perdió. Hay muchos jóvenes que se comienzan a avergonzar de lo que somos y eso es lo más terrible que puede pasar" (Ana Edith, 31 años. Ajalpan).
“Cuando llegó la maquila, la gente vio una opción; definitivamente, vio algo que iba a cambiar su vida, en cuestión económica, en todo, pero nada más fue una etapa en donde me doy cuenta que empezaron a construir, pero de repente cuando cerraron las maquilas la gente también empezó a correr, distorsionó, desequilibrió a los muchachos…" (Francisco Palacios Crisostomo, 43 años. Altepexi).
Para gran parte de nuestros entrevistados, “los jóvenes de antes se sentían más orgullosos de sus raíces indígenas; actualmente, ya no tienen identidad. Si ven a la abuela de enaguas o al abuelo de calzón, lo desconocen” (Margarita Villalva, 54 años. Ajalpan). Los jóvenes también consideran que:
“antes eran los abuelitos quienes mantenían las tradiciones todavía y las llevaban al pie de la letra, al menos es lo que yo he visto. Cuando se hace una fiesta los abuelitos son los que van al frente de todo los que organizan, los que van al frente de todo" (Jesús Urbano, 19 años. Altepexi).
En el discurso de los pobladores se presentan comunidades unidas y estables en donde el conflicto no aparece como una característica importante. Sin embargo, a partir del análisis de la historia común y particular de cada municipio el conflicto y el poder son también elementos que inciden en las formas de apropiación de los habitantes de su entorno. En gran parte de las entrevistas destaca un discurso sobre la división entre el indígena y el mestizo, el cual se reprodujo en la división territorial de cada municipio y que incide en las relaciones sociales establecidas entre los habitantes.
En el caso de Ajalpan en varias entrevistas se enfatiza la distinción entre la gente de razón y del pueblo. Entre los discursos destaca que la gente del pueblo se dedica a la canasta, hablan en náhuatl y la gente de razón no, y tampoco usan trajes típicos y su piel es más clara. Este fenómeno ha dado lugar a una configuración territorial muy particular “…la gente indígena, o del pueblo, está confinada al oriente; los hacendados por la parte norte, en el centro habita la clase media” (Margarita, 54 años. Ajalpan).
En el caso de Altepexi observamos que esta división es totalmente opuesta, históricamente en este municipio, la tierra se ha convertido en un recurso concentrado en pocas manos. Esto está relacionado con la bonanza productiva que a principios del siglo XX produjo la producción de jitomate. La tierra, al ser un recurso escaso, se convierte en objeto de riqueza. Es importante señalar que existe una correlación directa entre quienes tienen tierra y quienes pueden explotar los depósitos de agua que alimentan al municipio. Esto ha generado una diferenciación al interior del municipio, quien viven en el centro es considerado nativo y tiene derecho a poseer tierras.
Los efectos, por lo tanto, de la maquila en los municipios y los pobladores son percibidos de dos formas, negativos y positivos. Entre los positivos los pobladores observan que sus municipios han progresado, por ejemplo, muchos de los jóvenes ahora pueden estudiar, ya que pueden trabajar medio tiempo en la maquila, muchos tienen la oportunidad de cursar la primaria, la secundaria, la prepa, hasta una carrera. El poder adquisitivo que les brinda el salario en la maquila les ha permitido acceder a ciertos artículos y servicios que años atrás era imposible. Antes de la instalación de las maquilas de confección en el Valle de Tehuacán no existían muchas opciones laborales para las mujeres; la mayor parte de los trabajos eran como sirvientas en Tehuacán o en establecimientos como papelerías o tiendas de abarrotes. Aunque la gran mayoría se dedicaba al hogar, un sector muy reducido, elaboraban antojitos, quesadillas y tostadas que eran consumidos por los trabajadores y pobladores en general.
El ingreso de las mujeres al mundo laboral industrial provocó cambios en las pautas relacionados con el lugar que ocupan dentro de una sociedad tradicional, como regularmente se define a los municipios rurales. Las mujeres no debían, ni podían trabajar, pero la necesidad cada vez más apremiante fue un factor que impulso el ingreso de las mujeres a esta actividad. Esto las constituyó en su momento en la principal fuerza de trabajo este sector. Sin embargo, a diferencia de los hombres, reciben una remuneración más baja. En algunos casos, son las jefas de hogar, que mantienen a sus hijos, debido al abandono de la pareja, en este sentido son mujeres, que deciden transgredir el rol aprendido por tantos años.
De sus experiencias recuperan lecciones y construyen un imaginario del futuro distinto para sus hijos; esta idea guía su camino para tratar de cambiar su situación. En ese imaginario, la idea de mejoría se transforma en la búsqueda de un trabajo propio, en el que resuelvan la contradicción de estar fuera y lejos de los hijos y cumplir con sus roles familiares. El trabajo de ser una actividad complementaria en su vida se convierte en un eje muy importante. Para los más jóvenes, el trabajo en la maquila es con el que más se identifican ya sea para apoyar a sus familias o poder continuar sus estudios; comienzan como ayudantes generales desde los 12 o 14 años. Otros, al observar que no es tan pesado comparado con el trabajo en el campo y que los beneficios económicos son mayores, prefieren dejar de estudiar y dedicarse de tiempo completo a esta actividad.
Estos procesos de interpretación y significado de los efectos de la maquila de confección por parte de los pobladores se construyen a partir de sus experiencias inmediatas e influye mucho la etapa de vida por la que estén atravesando. Los mayores siempre hacen una valoración con el pasado más lejano, con los valores inculcados cuando eran niños caracterizados por la disciplina y rigidez. En cambio, los adultos jóvenes reinterpretan el pasado inmediato e intentan construir una personalidad más flexible, que busca liberarse de la severidad, mantienen algunas prácticas, como el respeto hacia los mayores y el hablar de usted, aspectos que constituyen un sistema de referencia que trata de articular el mundo tradicional y el mundo moderno. Los jóvenes, por su parte, fundamentan su forma de comportamiento a partir del presente, en el cual hay una constante negación del pasado, tratan de romper con él en todos los aspectos, buscan diferenciarse en todos los sentidos, especialmente los que se refieren a la apariencia.
Una característica común de los entrevistados es que trabajan desde edades muy tempranas. La gente de mayor edad comenzó su vida laboral trabajando en el campo o elaborando artesanías y algunos como obreros en las empresas avícolas. Sus hijos fueron quienes ingresaron a las maquiladoras recién instaladas mientras que otros se emplearían en el sector servicios siempre en auge en la ciudad de Tehuacán. Para los jóvenes la opción laboral más popular fue y es la maquila de confección, que simboliza el acceso a cierto consumo relacionado con los imaginarios y visiones del mundo urbano, ropa, celulares y otros aparatos electrónicos.
Un elemento económico y simbólico muy importante es lo rural, las tres generaciones de pobladores entrevistados tienen concepciones muy diversas sobre lo que significa la vida en el campo. Al interior de una misma familia, los abuelos, los padres y los hijos visualizan la vida rural desde perspectivas que resultan en ciertos sentidos incompatibles. Para algunos abuelos la lengua y el cultivo del maíz son prácticas que afirman su identidad, para los jóvenes de los municipios la agricultura ha dejado de tener sentido, así como la lengua y la reivindicación del campesino. Esto no significa que menosprecien la vida de sus abuelos o padres, pero su percepción sobre lo rural está influida por una historia en la que el trabajo en el campo es considerado una actividad desvalorizada, mientras que la maquila de confección es para muchos un trabajo con más beneficios y con un estatus diferente. Sin embargo, esto no anula su pertenencia al mundo rural, sino que se plantea en otro sentido.
En el caso de los abuelos en cuanto a su relación más estrecha con la tierra, ésta se halla vinculada a los discursos que, en su momento, permeaban al campo mexicano. Esto era considerado el motor del desarrollo y quienes laboraban en él eran pobladores comprometidos con el desarrollo de la nación. Lo anotado implicaba ser reconocidos como un sector de la sociedad muy importante, que se distanciaba también de la imagen del indígena, remplazada por el campesino productor.
Por otro parte, los hijos de estos campesinos trataron de mantener ese discurso, sin embargo, las condiciones económicas y sociales eran muy diferentes a las de sus padres. El ideal de que la vida rural era una muestra del desarrollo no correspondía con la realidad inmediata. Para esta generación, esto implicó una recomposición en los elementos de apego hacia el territorio, mientras que para sus padres la tierra y el pueblo eran básicos para vivir en su municipio, para ellos la familia se constituye como el elemento principal que los une al territorio. En segundo lugar, prevalece el trabajo, pero ahora se caracteriza por la transición hacia el empleo en diversas actividades, buscando, en primer lugar, el bienestar familiar. Para ellos, el campo es un lugar adecuado para vivir, ya que es tranquilo y no existen los mismos problemas de inseguridad que en la ciudad.
En las historias de los jóvenes observamos que el principal vínculo con el territorio es a través del trabajo en la maquila, varios de los entrevistados consideran que es el empleo que les permite acceder a un nivel de vida mejor que el de sus padres o abuelos. El salario y los bienes que consumen les permiten distanciarse del estigma de indígena y campesino que ha marcado su historia. A diferencia de sus abuelos y padres consideran que el campo es un lugar aburrido, en ocasiones atrasado, a diferencia de la ciudad en donde existen espacios de diversión. De igual manera, el trabajo en el campo, en comparación con el de la maquila, es percibido como una característica del pasado que mantuvo a sus abuelos y padres alejados de ciertos bienes y servicios que, actualmente, son considerados necesarios para diferenciarse de otros habitantes. La realidad socioterritorial de estos municipios, implica referirse a las transformaciones ligadas a una pluralidad de actividades, las cuales modifican esencialmente dos esferas: al espacio y a las relaciones sociales.
Esta última esfera considera al mundo rural, como un espacio de vida y un referente para la constitución de la identidad que, al ser afectado de manera directa o indirecta, por la dinámica económica regional, se resignifica y adquiere diversas connotaciones. La vida cotidiana en este sentido, se nutre de diferentes contextos, el resultado es que, en estos municipios, los modos de vida sean diferentes a la concepción tradicional de pueblerino, pero también a la de lo urbano
Las transformaciones que impactan los procesos de trabajo y producción, modifican también las formas de socialización, las instituciones sociales, los patrones, valores socioculturales y los modos de vida. Por lo tanto, tenemos discursos que por un lado consideran que el trabajo en la maquila de confección es una oportunidad para mejorar sus condiciones de vida, pero al mismo tiempo es el trabajo que desarticula las relaciones primigenias del territorio de apego: el respeto y la comunidad. Parece que existe una relación de apego/desapego en el tejido social que compone a estos municipios. Es decir, el desapego como se ha señalado refiere principalmente al menosprecio de su pasado indígena. Por otra parte, el apego basado en sus raíces indígenas idílicamente imaginadas se centra en el fomento de las relaciones cordiales entre los pobladores. Es interesante observar que cuando existe un factor externo como la maquila, estos valores son nuevamente constituidos como blasones que buscan en el pasado, los elementos que pueden cohesionar a las sociedades actuales.
Conclusiones
Hacia nuevas formas de entender lo rural
En términos generales nuestra propuesta parte en primer lugar del análisis de los elementos estructurales que son significados por los sujetos para poder entender las particularidades socioterritoriales. Del conocimiento de los elementos objetivos establecemos las relaciones que constituyen el sentido a partir del cual los sujetos interpretan y configuran la realidad.
Este análisis permite observar la importancia de estudiar a los territorios desde la visión de los sujetos, enfatizando las distintas interrelaciones estructurales e históricas que se dan en su conformación. Este enfoque nos aproxima al conocimiento de dos de las dimensiones más importantes que constituyen una realidad territorial: los elementos estructurales, como son los aspectos ecológicos, económicos y políticos y por otro lado los elementos culturales, materializados en las prácticas cotidianas y las tradiciones, con lo cual se genera una visión más dinámica de los fenómenos espaciales.
El enfoque socioterritorial desarrollado en este artículo busca destacar que los espacios rurales son territorios en constante transformación, producto de la convergencia entre elementos históricos, económicos y simbólicos. Una perspectiva de este tipo permite desmitificar el análisis de lo rural y considerar el fenómeno de la multiactividad como una característica que históricamente ha configurado algunos territorios rurales.
Para el análisis un elemento importante fue la estrategia metodológica, la cual nos permitió comprender que las características económicas y sociales de los territorios son producto de la articulación de diferentes elementos, en donde convergen fenómenos locales y globales. En este proceso primero entrevistamos a las personas de mayor edad, hombres y mujeres que han habitado gran parte de su vida en los municipios de estudio y a partir de lo cual logramos conocer cómo era el Valle de Tehuacán, qué actividades económicas eran las preponderantes y cuáles eran las actividades diarias de los pobladores.
De esta manera fue posible elaborar un marco de referencia para entender las transformaciones experimentadas en el Valle de Tehuacán. La información, producto de las entrevistas y la búsqueda hemerográfica, permitió reconstruir la historia del valle. Con base en los recuerdos y experiencias de los habitantes se logró reconstruir el pasado de los municipios. A partir de la confluencia de la historia oral y la historia escrita, conocimos la historia de la región y también las actividades económicas y sociales que se realizaban, cómo se vivía, cómo se vestía, cómo era la relación de los habitantes con el territorio y cómo se ha transformado. De esta forma, logramos delinear los elementos que configuraban lo rural y parte de los elementos de pertenencia de los pobladores. A partir de las entrevistas reconstruimos algunos elementos de la historia personal de los habitantes, los temas de mayor relevancia fueron, la historia familiar, la trayectoria educativa y las representaciones del espacio. Posteriormente, fueron entrevistadas personas de mediana edad entre treinta y cuarenta años, quienes vivieron los cambios, producto de la llegada de las maquiladoras. De sus historias se desprendieron las respuestas a las siguientes preguntas ¿Cómo han vivido las transformaciones? ¿Cómo se han transformado los espacios? ¿Qué nuevos vínculos subjetivos se han originado con el territorio?
Finalmente, indagamos sobre la historia de los jóvenes de entre catorce y veinte años, quienes están viviendo, directamente, los cambios que provoca el trabajo industrial. En sus experiencias encontramos otras referencias de construcción territorial diferentes a las de sus padres y sus abuelos. A partir de ello podemos señalar que la vida rural, en los municipios de Altepexi y Ajalpan, es una muestra de la diversidad y las incesantes transformaciones que estos territorios y sus pobladores han experimentado a lo largo de su historia. En estos municipios se observan nuevas formas de vivir y de imaginarse en el mundo rural, ejemplifican que los cambios económicos y sociales no solo implican transformaciones de tipo estructural, sino también nuevas pautas de diferenciación en el interior de las comunidades y una redefinición de los roles sociales.
Entre los cambios más importantes se observa la incorporación de elementos culturales de tipo urbano en la vestimenta de los pobladores jóvenes que marcan una diferencia entre la gente de ciudad y la gente de campo. Los jóvenes viven en el campo, pero su estilo de vida es urbano. Los entrevistados consideran que en la manera de vestir se reconoce el grado de integración de un individuo a la cultura moderna. Los roles sociales se transforman y adquieren otros sentidos, por ejemplo, el ser mujer ya no sólo está relacionado únicamente con ser ama de casa o madre. El trabajo en la maquiladora de confección ha modificado de manera más rápida y visiblemente las características sociales y económicas de los municipios de estudio. El boom económico en la región, durante la década de los noventa y el arribo de nuevas formas de comunicación transformó el tejido social. A los jóvenes no les interesa seguir el patrón de vida que décadas atrás llevaron los padres que tienen tierras de cultivo: sembrar, labrar y cosechar.
Los pobladores señalan que ha existido un desplazamiento de los valores tradicionales, por los económicos. En el pasado señalan que a pesar de las diferencias, existía cierto respeto y solidaridad, pero actualmente hay una preeminencia de lo económico sobre ello. A pesar de esto, el territorio es el lugar de apego en que se construyen definiciones propias sobre lo rural. La forma en la que cada grupo de edad estructura los efectos de la maquila en su territorio es producto de la convergencia de la historia particular y familiar, además de la historia general del municipio.
El Valle de Tehuacán es una realidad socioterritorial dinámica, está constituido por una enorme variedad de historias, en el análisis presentado podemos observar como las estructuras sociales condicionan, pero no determinan las posibilidades de acción de los sujetos, ni la forma en la que interpretan los cambios ocurridos. Por lo tanto, en el análisis de los procesos generales de producción del espacio y de los lugares, implica tomar en cuenta la historicidad de los procesos y el ejercicio de la intencionalidad de los sujetos que configuran los territorios.
Una perspectiva de este tipo contribuye a la comprensión de los mecanismos que conforman las formas de construcción del territorio. Por otro lado, también nos permite comprender que las características económicas y sociales de los territorios son producto de la articulación de diferentes elementos locales los cuales están relacionados con otros procesos que suceden a escalas diferentes.