Introducción
Antecedentes en las poblaciones rarámuri
Los rarámuri, o tarahumaras, son un grupo de indígenas americanos que, junto con los pimas, guarijíos y tepehuanos, habitan la región denominada como Sierra Tarahumara, que se ubica en la región suroeste del estado de Chihuahua, en el norte del territorio mexicano.
Se ha observado un patrón de cambio que muestra diferencias en magnitud y forma entre los grupos indígenas del norte del país y aquellos que habitan otras regiones. En parte se puede explicar por un periodo de relativa estasis o poca intervención como resultado de la expulsión de los jesuitas (en 1767), quienes en un inicio fueron el impulsor más importante de cambio por parte de los conquistadores europeos, ya que sostenían las actividades evangelizadoras y propiciaban las condiciones para la llegada de las empresas mineras en los territorios conocidos como la Nueva Vizcaya (Penagos 2004). Los documentos históricos dan cuenta de que los rarámuri en un inicio presentaron cierta resistencia a la actividad transformadora y el sometimiento por parte de los conquistadores, pero tras las primeras revueltas y encuentros violentos donde sufrieron derrotas y masacres, optaron por la estrategia de evitar el contacto y el conflicto con los conquistadores o “chabochis”. Lo anterior hace que muestren un patrón y estado de cambio (biológico y social) distinto al de otros grupos indígenas en el país. Los otros grupos tuvieron un contacto continuo, más intenso, prolongado, e incluso violento, con los conquistadores europeos. Este comportamiento de evadir el cambio, se ha planteado como una condición de resistencia cultural, cuyas connotaciones y aristas han sido discutidas por Sariego (2000).
Desde el momento de los primeros contactos con los conquistadores, los rarámuri adoptaron en parte la estrategia de desplazarse hacia tierras más elevadas que las originalmente ocupadas, evitando así el conflicto (Rodríguez 1999). Su historia biológica vista a través de los estudios genéticos muestra que, al igual que otras poblaciones de la región denominada Aridoamérica, se caracterizan por un patrón propio que los separa de las poblaciones del centro y sur del país (González y Gorostiza 2013; Romero et al. 2017). Aunque históricamente se han producido contactos con otros pueblos lingüísticamente emparentados (Valiñas 2002) y gradualmente con los “mestizos”, el contacto con estos últimos ha propiciado un proceso de cambio cultural que implica la incorporación de recursos tecnológicos y alimentarios.
Actualmente se observa un notable deterioro del entorno por parte de actividades extractivas como la minera y la forestal. La primera de ellas se estableció desde los primeros contactos y a manos de particulares extranjeros. Desde entonces hasta la fecha, las afectaciones al entorno y la salud de los habitantes de la región son fácilmente visibles.
Una aproximación desde la antropometría histórica
El crecimiento humano está determinado por factores genéticos, pero modulado por gran cantidad de variables externas ligadas al entorno climático, cultural y económico. Por ello, las dimensiones antropométricas son un indicador de calidad de vida de primer orden. Los indicadores antropométricos como la estatura, el peso y otros segmentos corporales que tiene un individuo son capaces de reflejar las condiciones de salud y nutrición que ha enfrentado el mismo, a corto y largo plazo. Éstas pueden ser aplicadas para estudiar las condiciones actuales de los grupos humanos (Eveleth y Tanner 1990), pero también las del pasado y detectar cambios a lo largo del tiempo cuando se aplica un enfoque histórico (Cole 2003; Ulijaszek y Komlos 2010), lo cual deja ver la fuerte asociación que hay entre los procesos biológicos y los sociales (Tanner 1994). De ahí que la información obtenida sobre el crecimiento y desarrollo de los niños y adolescentes sea un recurso útil e importante cuando se quieren analizar las relaciones de diversos grupos humanos con su entorno (Tanner 1982).
La estatura final que se alcanza hasta la edad adulta ayuda a medir el impacto que han tenido las condiciones en que se desarrollaron las personas (López y Porras 2003; López y Vélez 2017; Martínez y Salvatore 2019). Otros indicadores como el peso y el índice de masa corporal (la cual expresa la relación del peso corporal de acuerdo a la estatura del individuo) son muy útiles y reflejan condiciones de mediano y corto plazo ligadas con aspectos nutricionales que pueden influir en la morbimortalidad de las personas (Paeratakul et al. 2002). Finalmente, el índice córmico establece la relación entre la talla sentado (incluye cabeza, cuello, y el tronco del cuerpo) y la estatura total, lo que permite estimar la longitud de los miembros inferiores en relación con la estatura total, que son capaces de reflejar si la afectación en la estatura final del individuo se dio en periodos tempranos de su vida.
Las poblaciones rarámuri han sido objeto de actividades asistenciales tanto por el sector privado y/o religioso así como por el estado mexicano desde 1935, con el gobierno cardenista; por ello resulta pertinente valorar los efectos que podrían haber tenido dichas intervenciones, y con ello saber si se puede apreciar algún efecto en el estado de crecimiento con las muestras estudiadas desde 1905 y hasta 2014. Algunos autores han observado que cambios en la dieta y otros aspectos ligados al estilo de vida podrían incidir sobre el estado de nutrición, pues se refiere que entre las mujeres de este grupo es posible observar incrementos en el sobrepeso y la obesidad en las últimas décadas (Monárrez et al. 2000, 2004). Estos mismos autores también han sugerido la necesidad de hacer estudios históricos que generen un contexto para interpretar las observaciones sobre el estado de crecimiento y nutrición de estas poblaciones. En un trabajo desarrollado por Peña et al. (2009), se ha expresado que es posible detectar una tendencia secular positiva en el crecimiento de niños con edad escolar provenientes de albergues públicos, después de constatar algunas mejoras en el estado de crecimiento comparando cohortes de los años 1990 y 2007.
Dentro de este contexto nos preguntamos si se han modificado algunos indicadores antropométricos en adultos y adolescentes rarámuri desde 1905 hasta 2014. A modo de hipótesis se esperaría constatar cambios conjuntos tanto en estatura como en peso de los hombres y mujeres mediante la observación de una tendencia secular positiva en el crecimiento que se puedan asociar con mejoras en sus condiciones de vida.
Materiales y métodos
Los datos históricos se obtuvieron de los trabajos de diversos investigadores. En orden cronológico se refieren los datos de Ales Hrdlička (1935) recabados en 1905, seguidos por los de Basauri (1929) colectados durante los años 1925 y 1926 en adultos rarámuri con edades de 30 años en varones y de 25 a 30 años en mujeres. El estudio de Cerqueira et al. (1979) cuyo trabajo de campo se realizó en 1973 y 1974, incluye medidas para adolescentes de 15 a 18 años comparables con el grupo de edad de nuestras muestras, y también presentan datos de adultos de ambos sexos. Otro es el caso de Drusini y Tommaseo (1981) quienes recabaron la información en 1978, aunque las edades no se presentan, se asume que son adultos.
Para el siglo XXI se retoman el trabajo de Christensen et al. (2012) con datos registrados en otoño de 2010 en adultos de ambos sexos con edades entre 30 y 60 años. Mediciones para el verano del mismo año se obtuvieron del estudio de Balcazar (2017) en corredores adultos de ambos sexos. Para diciembre de 2010 se cuenta con las mediciones de Moreno et al. (2018) que incluyen individuos adultos de ambos sexos provenientes de un contexto urbano (asentamientos de la ciudad de Chihuahua) y otro rural (provenientes de diferentes municipios de la sierra). Finalmente, está la muestra de corredores masculinos de Christensen et al. (2014) recolectados en noviembre de 2011.
La muestra de adolescentes estuvo compuesta por 55 hombres (21 tradicionales y 34 occidentalizados) y 10 mujeres rarámuri (residentes en un contexto más occidentalizado) con edades entre 15 y 19 años, con un estado visiblemente saludable. La muestra de rarámuri tradicionales se obtuvo del poblado de Norogachi, mientras que la muestra occidentalizada proviene del poblado de Guachochi, ambas localidades pertenecen al municipio de Guachochi en la Sierra Tarahumara.
En nuestro estudio se tomaron diversas medidas antropométricas de acuerdo con el perfil restringido de ISAK (2001) que fueron colectadas durante la primavera de 2010 y la del 2014. Se tomaron: la estatura total (cm), el peso (kg), la talla sentado (cm) y se calcularon el índice de masa corporal (IMC, peso en kg/el cuadrado de la estatura en metros) y el índice córmico (talla sentado cm/ estatura total cm x 100).
Esta investigación se realizó apegándose a los criterios presentes en la declaración de Helsinki, cuidando la integridad de los participantes. Los procedimientos de esta investigación fueron revisados en su momento por el Comité Académico del Posgrado en Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Los adolescentes que fueron medidos participaron voluntariamente, tras haber sido informados de los fines del estudio y haber entregado un consentimiento informado firmado por sus padres o tutores y por ellos mismos.
Para determinar una tendencia secular se aplicó un modelo de regresión lineal donde se colocaron como variables dependientes el peso, la estatura, la talla sentado, índice córmico y el IMC, y la variable independiente fue el tiempo referido a partir del año de toma de las muestras.
En el caso de los adolescentes masculinos se hace también la comparación de acuerdo con el grado de urbanización del sitio donde se colectaron, separando la muestra de Norogachi y sus alrededores (tradicional) y la de Guachochi (occidentalizado) que es un poblado mestizo más urbanizado y, por lo tanto, con más población y acceso a infraestructura y otros productos.
Se aplicó la prueba de normalidad de Shapiro-Wilk y, a partir de ello, se determinó si se usaba la prueba T de Student o U de Mann Whitney para evaluar si había diferencias significativas entre los valores de la década de 1970 y los valores de nuestro estudio. Los análisis se desarrollaron con el programa IBM SPSS Statistics versión 19.
Resultados
Estatura en hombres
Se generó un modelo de regresión lineal para evaluar el comportamiento de la estatura de los hombres y el año en que fue colectada dicha información. El modelo muestra que no hay una asociación entre la estatura y el momento del estudio (p=0.89), observándose que los valores fueron similares entre los estudios de principios del siglo XX y los del XXI, con una estatura que ronda los 164 centímetros. La excepción son los datos referidos por Christensen et al. (2012), quienes refieren un valor de 168 cm, mismo que muestra un comportamiento atípico en el contexto de los demás estudios pues incluso en el de Moreno et al. (2018), que es contemporáneo, refiere el valor de 165 cm para su muestra urbana (cuadro 1).
Referencia/Datos | Año de toma y tamaño de muestra | Peso (kg) | Estatura (cm) | IMC (kg/m2) | Talla sentado (cm) | Índice Córmico |
---|---|---|---|---|---|---|
Hrdlička, A. 1935 | 1905, N = 23 | N.D. | 164.2 | N.D. | 87 | 53 |
Basauri, 1929 | 1926, N = 50 | 60 | 163 | N.D. | 83.5 | 51.2 |
Cerqueira et al., 1979 | 1974, N = 41 | 60 ± 9 | 163 ± 9 | N.D. | N.D. | N.D. |
Drusini y Tommaseo, 1981 | 1978, N = 77 | 53.3 ± 5.8 | 164 ± 5.3 | N.D. | 83.8 | 51.1 |
Balcázar, 2017 | 2010, N = 17 | 52.5 ± 7 | 159 ± 5 | 20.7 ± 2.2 | 83 ± 3 | N.D. |
Christensen et al., 2012 | 2010, N = 24 | 79.5 ± 11.6 | 168.4 ± 6.8 | 28.1± 3.8 | N.D. | N.D. |
Moreno et al., 2018. Rural | 2010, N = 64 | 65.8 ± 10.3 | 164 ± 6 | 24.2 ± 3.1 | N.D. | N.D. |
Moreno et al., 2018. Urbano | 2010, N = 35 | 74.8 ± 11 | 165 ± 5 | 27.03 ± 5.2 | N.D. | N.D. |
Christensen et al., 2014 | 2011, N = 10 | 60.2 ± 5.9 | 162.8 ± 3.7 | 22.7 ± 1.8 | N.D. | N.D. |
N.D. No disponible
En el caso de los adolescentes masculinos (cuadro 2) se aplicó la prueba de normalidad de Shapiro-Wilk (occidentalizado p=0.78, tradicional p=0.38) y posteriormente se realizó la prueba T de Student. La estatura de la muestra de origen urbano (167.8 cm) fue mayor y estadísticamente diferente a la muestra de Cerqueira et al. (1979), con un valor de 158 cm (p=0.000), y a la muestra tradicional de 2014 con un valor promedio de 161.7 cm. (p=0.004).
Referencia/ Datos | Año de toma y N | Peso (kg) | Estatura (cm) | IMC (kg/m2) | Talla sentado (cm) | Índice Córmico |
---|---|---|---|---|---|---|
Cerqueira et al., 1979 | 1974, N = 41 | 52 ± 7 | 158 ± 26 | N.D. | N.D. | N.D. |
Rivera 2016 Tradicionales | 2013, N = 21 | 50.3 ± 10.5 | 161.7 ± 9.6 | 18.9 ± 2.3 | 86.0 ± 5.6 | 53.2 ± 1.5 |
Rivera 2016 Occidentalizados | 2013, N = 34 | 58.9 ± 9.3 | 167.8 ± 5.6 | 20.9 ± 2.9 | 88.9 ± 2.9 | 52.9 ± 0.9 |
N.D. No disponible
Peso en hombres
El modelo de regresión para el peso en hombres tampoco fue significativo (p=0.397). Al igual que en la estatura, el peso mostró una tendencia asintótica con el paso del tiempo; solo se observaron valores más altos en la muestra urbana de Moreno et al. (2018) y en la de Christensen et al. (2012). Las muestras de corredores (Balcazar 2017 y Christensen et al., 2014) tuvieron valores similares a los demás estudios (cuadro 1).
En los adolescentes, esta variable no tuvo un comportamiento normal y se aplicó un estadístico no paramétrico entre la muestra más tradicional y la más occidentalizada, observando diferencias estadísticas entre ellas (p=0.005). Al no contar con los rangos ni otros datos, no se pudieron comparar los adolescentes de Rivera (2016) con los de Cerqueira et al. (1979) (cuadro 2).
IMC en hombres
En lo referente al IMC, se observó un comportamiento similar al caso del peso, donde el anova para el modelo de regresión no fue significativo (p=0.368) y los valores reportados por Moreno et al. (2018) y por Christensen et al. (2012) fueron más altos mientras que las muestras de corredores y la rural de Moreno et al. (2018) mantuvieron valores similares (cuadro 1).
En el caso de los adolescentes masculinos, el IMC mostró un comportamiento similar al del peso pues mediante la prueba no-paramétrica U de Mann-Whitney se observaron diferencias entre la muestra tradicional y la occidentalizada (p=0.046). Esto se puede asociar en gran medida por la mayor adiposidad que tienen los adolescentes más occidentalizados (porcentaje de grasa= 15.4±4.6) respecto a la muestra más tradicional (porcentaje de grasa= 11.3±3.4) cuya diferencia también es significativa (p= 0.046). La ausencia de datos como el rango imposibilita la comparación con la muestra de Cerqueira et al. (1979) (cuadro 2).
Talla sentado e índice córmico en hombres
En lo referente a la talla sentado los valores fueron muy pocos por lo que no se pudieron comparar en términos estadísticos, pero se observa que son muy similares a lo largo del tiempo, siendo mayor solamente el dato de Hrdlička (1935). En el caso de los adolescentes no se cuenta con datos históricos, aunque la talla sentado de nuestra muestra es mayor que la de los adultos estudiados por Hrdlička, (1935), Basauri (1929) y Drusini y Tommaseo (1981) (cuadro 1).
El comparativo entre la muestra de adolescentes del entorno occidentalizado y el tradicional fue estadísticamente significativa (p=0.041), aunque la relación con la estatura se mantuvo pues el índice córmico fue similar y sin diferencias estadísticas (p=0.551) (cuadro 2). Es importante notar que los valores observados en los adolescentes son muy similares a los de Hrdlička (1935), tanto en la talla sentado como para el índice córmico.
Estatura en mujeres
Cuando se evaluó la relación entre la estatura de las mujeres con año de toma, el modelo no encontró asociación estadística entre ambas variables (p=0.576). Ello concuerda con la tendencia que se puede apreciar a simple vista pues los valores oscilan entre 150 y 152 cm durante todo el periodo estudiado (cuadro 3). En el caso de las adolescentes (cuadro 4) los valores no muestran diferencias estadísticamente significativas (p=0.084) aunque el valor obtenido de la muestra de Rivera (2016) es un poco mayor que la de las estudiadas por Cerqueira et al. (1979) y las de las muestras de adultas.
Referencia/ Datos | Año de toma y tamaño de muestra | Peso (kg) | Estatura (cm) | IMC (kg/m2) | Talla sentado (cm) | Índice Córmico |
---|---|---|---|---|---|---|
Hrdlička, A. 1935 | 1905, N = 10 | N.D. | 152.2 | N.D. | 81.8 | 53.6 |
Basauri, 1929 | 1926, N = 30 | 43 | 150 | N.D. | 80 | 53.3 |
Cerqueira et al., 1979 | 1974, N = 29 | 56 ± 7 | 152 ± 11 | N.D. | N.D. | N.D. |
Drusini y Tommaseo, 1981 | 1978, N = 31 | 50.8 ± 7.2 | 152 ± 5.2 | N.D. | 79.6 ± 3.3 | 52.4 ± 1.7 |
Balcázar, 2017 | 2010, N = 8 | 55.4 ± 10.1 | 151 ± 4 | 24.0 ± 3.4 | 80 ± 3 | N.D. |
Christensen et al., 2012 | 2010, N = 40 | 62.3 ± 11.1 | 151.2 ± 6.1 | 27.2 ± 4.4 | N.D. | N.D. |
Moreno et al., 2018. Rural | 2010, N = 40 | 59.2 ± 12 | 148 ± 5 | 26.7 ± 5 | N.D. | N.D. |
Moreno et al., 2018. Urbano | 2010, N = 65 | 67.9 ± 12.2 | 152 ± 5 | 29.2 ± 5.2 | N.D. | N.D. |
N.D. No disponible
Referencia/Datos | Año de toma y tamaño de muestra | Peso (kg) | Estatura (cm) | IMC (kg/m2) | Talla sentado (cm) | Índice Córmico |
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Cerqueira et al. 1979 | 1974, N = 30 | 49 ± 6 | 151 ± 2 | N.D. | N.D. | N.D. |
Rivera 2016 | 2010, N = 10 | 56.2 ± 6.9 | 154.5 ± 5.7 | 23.6 ± 2.9 | 83.5 ± 2.8 | 53.9 ± 0.9 |
N.D. No disponible
Peso en mujeres
Se evaluó la asociación entre el peso y el año de toma de muestra encontrando una asociación entre ambas variables (r2 corregida=0.69) y un valor predictivo estadísticamente significativo (p=0.013). En la figura 1 se muestra el comportamiento de estas dos variables. En el caso de la comparativa entre las adolescentes de nuestra muestra con la de Cerqueira et al. (1979) se aprecian diferencias estadísticas (p=0.009), donde la muestra de Rivera (2016) fue mayor, expresando un comportamiento similar a lo observado en las mujeres adultas.
Talla sentado e índice córmico en mujeres
En las mujeres, el valor de la talla sentado se mantuvo constante en los diferentes estudios con diferencias mínimas. Al igual que en los hombres, se cuenta con muy poca información, pues es un dato que regularmente no se colecta y/o calcula fuera de los trabajos antropológicos.
Discusión
A partir de los resultados observados, la hipótesis de encontrar cambios positivos en el crecimiento, visto a través de los indicadores antropométricos durante el periodo analizado (1905 a 2014) no se confirma en todos los rasgos medidos. Los indicadores de crecimiento en longitud no expresan un aumento, ni una tendencia positiva; si bien tampoco es negativa, la estatura total en mujeres y hombres adultos reproduce una tendencia asintótica, lo que sugiere que las condiciones de salud y nutrición no han cambiado lo suficiente como para incidir sobre los procesos de crecimiento y desarrollo de estas poblaciones.
En el caso de los hombres tampoco el peso y el IMC manifiestan cambios apreciables, y de manera similar a la estatura, muestran una tendencia asintótica. Los datos analizados por Moreno et al. (2018) en adultos, los aquí presentados en adolescentes, otros analizados en Rivera et al. (2020) y aquellos que se presentan en los estudios en escolares por Balcázar et al. (2009) y Benítez et al. (2014, 2017), indican que los mayores cambios en las condiciones de vida de los rarámuri se asocian con la migración a las ciudades y otros centros urbanos. Estos cambios tienen mayoritariamente implicaciones negativas, pues conllevan principalmente cambios en la composición de la dieta, reflejándose en una mayor adiposidad desde edades tempranas (Balcázar et al. 2009; Benítez et al. 2014). En el contexto rural la talla baja para la edad sigue siendo muy frecuente y el sobrepeso es más frecuente en el contexto urbano (Benítez et al. 2017).
Los patrones de actividad física se ven modificados, tanto en escolares (Balcázar et al. 2009), como en los adolescentes (Rivera et al. 2020), con las consecuencias fisiológicas y complicaciones metabólicas asociadas al sobrepeso que son claramente visibles en los adultos, especialmente en los hombres (Moreno et al. 2018). Sin embargo, el mismo trabajo de Moreno et al. (2018) muestra que las mujeres enfrentan escenarios muy similares en términos de sobrepeso y sus complicaciones, tanto en el contexto rural como en el urbano. Los datos aquí analizados convergen con esta problemática, pues las mujeres adultas y adolescentes, tanto en los contextos urbanos como rurales, no mostraron mayores estaturas que se pudieran asociar con mejoras en sus condiciones de vida durante el crecimiento.
El peso mostró una tendencia al aumento en general, que se puede apreciar también en las adolescentes que participaron en este trabajo. Lo anterior se traduce en mayores riesgos para la salud, ya que tanto el sobrepeso como la obesidad favorecen el desarrollo de enfermedades como diabetes mellitus tipo II y varios tipos de cáncer (Calle y Kaaks 2004). El trabajo de Monárrez y Greiner (2000) permitió visibilizar la problemática en el caso de las mujeres, que tiene implicaciones de género, además de factores como la densidad poblacional que se asociaron con el sobrepeso. Monárrez et al. (2004) encontraron que factores ligados al componente social y cultural en rubros como la belleza, la salud y la maternidad, mostraban asociaciones con ciertas preferencias y construcciones en torno al cuerpo, donde la obesidad ha sustituido la condición de sobrepeso como atributos ligados a la belleza y las capacidades reproductivas de la mujer. Es importante señalar que autores como Kennedy (1978) han referido que la acumulación de grasa en las mujeres es un elemento social y culturalmente valorado por los rarámuri. A partir de los datos etnográficos recabados en otras investigaciones podemos agregar que la condición de esposa y madre (mukí-mujer), como elementos femeninos, suelen asociarse con el sobrepeso (probablemente también asociado con un aumento de peso gestacional y los múltiples embarazos), pues las jovencitas solteras, que son llamadas tewé (que significa niña) suelen ser más delgadas. Socialmente, la condición de soltería también suele empatarse con la delgadez.
Monárrez et al. (2004) asocian la densidad poblacional con el sobrepeso, y esto se puede asociar al acceso a alimentos industrializados, ya que la rentabilidad de su venta supone ciertos niveles de consumo difíciles de sostener en comunidades con pocos habitantes, debido a los costos que implica el desplazar estas mercancías en los caminos y distancias del territorio serrano. Por otra parte, están presentes las tiendas de LICONSA (antes CONASUPO) y otras tiendas locales que no solo venden insumos de la canasta básica, sino que también ofrecen alimentos industrializados. Esto implica que los recursos de algunos de los programas sociales, como vales para alimentos (por citar alguno), no solamente sean dirigidos al acceso de productos de primera necesidad, sino que pueden favorecer el acceso a alimentos con características nutricionalmente no deseables. Esta situación se puede articular con las preferencias o atracción por ciertos alimentos que no forman parte de la dieta tradicional y en cuya composición predominan las grasas e hidratos de carbono simples (Monárrez et al. 2004).
La ausencia de un impacto significativo en el crecimiento tanto de los hombres como las mujeres rarámuri se puede explicar, en parte, debido a la persistencia de deficiencias alimentarias que están presentes y afectan principalmente a los niños y niñas de entre 12 y 24 meses de edad (Monárrez y Martínez 2000). Además, la dieta en los albergues, a pesar de ser mejor que la de los hogares, aún presenta deficiencias (Benítez et al. 2014). Los resultados que sugieren posibles mejoras en el estatus de crecimiento presentados por Peña et al. (2009), refieren a mejoras en el estado de crecimiento en los escolares más jóvenes y este comportamiento prácticamente desaparece para el grupo de edad de 12-14 años. Lo anterior se podría explicar por algunos cambios en el periodo preescolar y se podría asociar con una mejor nutrición, quizá como efecto de apoyos basados en esfuerzos conjuntos como la distribución de leche que hace la dependencia de gobierno LICONSA (SEDESOL) en asociación con la Fundación José A. Llaguno, por ejemplo. Aun así, las carencias siguen siendo importantes y la nutrición familiar en general escasa y con fuertes fluctuaciones estacionales. Los infantes son el sector de la población más vulnerable y al ser un periodo de crecimiento muy sensible por presentar una velocidad de crecimiento alta, las afectaciones en este periodo no se recuperan a pesar de que tengan mejoras nutricionales en edades avanzadas. Quizá esto explique por qué no ha cambiado la estatura ni la proporcionalidad corporal a lo largo del periodo comprendido en este estudio.
Es importante señalar y preguntarse sobre el papel de algunas actividades económicas como la tala de árboles y aserraderos desarrollados desde el contacto con los conquistadores, así como la minería, incrementada en las últimas décadas. Dichas industrias planteadas y defendidas por los gobiernos y el Estado mexicano como motores de desarrollo y beneficio de las comunidades, distan mucho de serlo en la práctica. Nuestras observaciones sostienen que su presencia en la zona no ha resultado en beneficios concretos para la población indígena de la región. Las condiciones de crecimiento corporal no reflejan mejoras sistemáticas en la salud y nutrición de los miembros de esta etnia. Por el contrario, estas industrias se han traducido en un deterioro importante de los ecosistemas en los que viven los rarámuri favoreciendo la pérdida de la biodiversidad y de la cantidad de recursos de los que ellos tradicionalmente han hecho uso.
Estas observaciones también invitan a la reflexión y cuestionamiento de los efectos de más de cincuenta años de políticas planteadas desde la perspectiva indigenista en la región, como en su momento ha señalado Sariego (2000). Por el contrario a lo que puede esperarse, los procesos de integración y asimilación han dejado resultados adversos que se aprecian en el incremento del sobrepeso y la obesidad en los miembros de este grupo, lo que los empieza a llevar a las enfermedades asociadas, como se ha visto en algunos grupos indígenas norteamericanos, como los pimas en los Estados Unidos (Esparza et al. 2000). Por ello resulta de gran trascendencia impulsar campañas de información y educación en torno a la alimentación y la importancia de la actividad física. Asimismo, es importante que se visualice el valor nutricional de los productos industrializados por medio de cambios en el etiquetado y otras medidas que prioricen el acceso a una alimentación saludable en las comunidades rurales y urbanas (todo ello sin dejar de lado que la población llamada mestiza también presenta afectaciones y riesgos en su salud).
Limitaciones y alcances del trabajo
Es importante señalar que el número de estudios y fuentes para recabar esta información es reducido y que las metodologías antropométricas solo se han estandarizado hace poco tiempo, registrando nuevas medidas como el IMC. Los grupos de edad no son tan homogéneos como se esperaría, pero ello obedece también a que es complicado integrar muestras en la región, debido a la distancia en que están dispuestas las rancherías. Por la misma razón, la mayor parte de los trabajos más recientes se han enfocado en población escolar.
Por otra parte, es importante aclarar que, aunque en los estudios de Balcázar (2017) y Christensen et al. (2014) los datos son de corredores, dicha actividad no implica cambios en la forma de vida de la población en general, ya que no realizan algún tipo de entrenamiento y a pesar de que presentaron valores bajos tanto para la estatura como el peso, cuando éstos fueron excluidos para los análisis no se modificaron las relaciones señaladas entre las variables antropométricas y el tiempo. Sus características somáticas se pueden explicar porque los corredores en su mayoría provienen de contextos más tradicionales y no por una especialización funcional.
Conclusiones
A pesar de una serie de políticas sociales y económicas impulsadas en la región desde 1935, no es posible observar cambios en indicadores como la estatura o la proporcionalidad corporal. Sin embargo, el sobrepeso y la obesidad muestran una tendencia al incremento, especialmente en los contextos occidentalizados con los riesgos a la salud que ello implica. Los procesos macro y microeconómicos, con otros aspectos culturales y sociales en este grupo, articulan algunas estructuras de género que inciden sobre el cuerpo femenino y han favorecido el aumento del sobrepeso en las mujeres rarámuri, independientemente de su edad y del contexto donde se desarrollan. Por lo tanto, se recomienda se replanteen las intervenciones en la región para corregir la tendencia actual y se hagan extensivas a los demás pobladores de la región como los mestizos, quienes también presentan afectaciones similares.