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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.65 no.2 Ciudad de México Out./Dez. 2015

 

Reseñas

Alejandro González Milea, El silencio de las aldeas. Urbanismo militar y civil del noreste mexicano, siglo XIX

Diana Ramiro Esteban* 

*Universidad Nacional Autónoma de México. México. ramiroed@hotmail.com

González Milea, Alejandro. El silencio de las aldeas. Urbanismo militar y civil del noreste mexicano, siglo XIX. Nuevo León: Consejo para la Cultura y las Artes, 2014. 254p. ISBN: 978-607-8317-44-8.


Este libro descubre y expone una serie de explicaciones, nacidas desde lo urbano y lo territorial, acerca del proceso de colonización que se dio en el siglo XIX para la ocupación del norte mexicano, en particular de Coahuila.

Por años, Alejandro González Milea se ha dedicado al estudio del poblamiento en el norte de México; su principal interés ha sido reflexionar sobre los motivos y los recursos que impulsaron los proyectos de ocupación decimonónicos. Ya en anteriores trabajos, en libros, capítulos y artículos, el autor ha abordado el tema, en unos casos para hablar sobre la organización espacial a gran escala en aras de la explotación mineral y en otro, más reciente, para señalar al reformismo borbónico como uno de los antecedentes en las estrategias y modelos que se usaron en el norte mexicano para formar colonias. En esta oportunidad, expone el pensamiento teórico y las acciones prácticas que ocurrieron desde la segunda década del siglo XIX y hasta sus postrimerías, para formar colonias militares y colonias civiles en el noreste mexicano.

El eje articulador del trabajo es el urbanismo; con la seguridad de que el estudio de la ciudad no puede hacerse de manera desligada del territorio y sus inmediaciones, el libro expone el fenómeno de la colonización a partir de las posiciones teóricas y políticas de la época, de reglamentos y leyes y, sobre todo, de proyectos urbanos que en ocasiones se concretaron y en otras se mantuvieron como idealizaciones.

La estructura del libro refleja una visión deductiva trazada sobre una ruta que va de lo teórico a lo empírico, de la escala territorial hasta llegar a la arquitectónica, pasando con énfasis por la urbana. Este recorrido se hace a lo largo de seis capítulos, precedidos por una introducción que, más allá del tema de la colonización decimonónica, da cabida a algunas reflexiones sobre el estudio contemporáneo de la ciudad y a la posibilidad de superar posiciones tradicionales en torno de la historia del urbanismo mexicano.

El dilema de hablar de colonización o de poblamiento, igual que el de referirse a colonización o a colonialismo, sirven de preámbulo al libro en su primer capítulo. El autor hace un recorrido historiográfico en busca de definir las formas de expansión que históricamente han sido utilizadas y así concluir que las modalidades adoptadas durante el siglo XIX en el norte de México se basaron en parte en los ideales estadounidenses y en parte en la prevalencia de las viejas dinámicas novohispanas. Se asegura que los autores latinoamericanos sí han llegado a formular una tradición propia de crítica al colonialismo, misma que sirve a González Milea como sustento para analizar los procesos que ligan al colonialismo decimonónico del septentrión mexicano con los modelos urbanos que de él resultaron.

A lo largo del libro se evidencia un interés particular por los mapas y dibujos de la época, en su mayoría consultados en el Archivo General del Estado de Coahuila y que, a más de ser explotados como documentos de primera mano, forman parte de los contenidos, cuando se describen y analizan, y en algunos casos se reproducen; se habla sobre el trazo de algunos de ellos, con empleo de colores, acompañados de tablas explicativas con abundante información; no parecen menos importantes los “croquis improvisados”, que según se dice “dan la impresión de haber sido dibujados sobre las rodillas, en pleno desierto” (p. 10).

A partir de la existencia de esos mapas y croquis cabe la disertación sobre la separación que pudo haber entre la realización de un proyecto y su ejecución, cuestión que anima a buscar las relaciones entre los proyectos inicialmente pensados y los resultados alcanzados al paso de varias décadas. Es sugestiva la explicación de que los dibujos de una ciudad ideal no solamente expresan los valores de una época sino que hay en ellos la búsqueda de respuestas universales a problemas temporales: “Cuestionarse cuáles fueron las circunstancias de elaboración de cada dibujo de ciudad, conocer a sus autores o dibujantes y discernir los criterios sobre organización social en que se fundó el ordenamiento del espacio” (p. 59).

Reglamentos, instrucciones y proyectos decimonónicos son recogidos y analizados para explicar el establecimiento de colonias militares y civiles a lo largo de los capítulos 2 y 3; se agradece haber evitado una enunciación cronológica de éstos para en su lugar exponer sus contextos geográfico y temporal, y así conseguir una mejor comprensión de estos procesos de colonización. Se hacen amplias explicaciones sobre la formalización de los proyectos legislativos como promotores de proyectos urbanos y arquitectónicos.

Entre los distintos casos que se tratan hay que destacar el proyecto de ley de Gutiérrez de Lara de 1822 (pp. 64-68), del que se hace un amplio análisis, así como una reconstrucción hipotética -en un dibujo- de la organización idealizada de las provincias y del trazo urbano de una nueva población. También se tratan las colonizaciones contemporáneas de California -se incluyen dos planos de época- y de Texas, que permiten conocer la pervivencia de viejos problemas como el establecimiento de la población nativa para su control y arraigo, y el uso de la ocupación territorial como estrategia defensiva ante las ambiciones extranjeras.

El estudio de los reglamentos y proyectos para el establecimiento de colonias militares y civiles en el noreste mexicano de 1848 y 1869 se hace en busca de destacar sus especificidades desde el punto de vista urbanístico y, sobre todo, sus implicaciones para el ordenamiento del territorio. De nuevo se habla sobre los rasgos idealistas y utópicos típicos de los proyectos decimonónicos y en particular de las colonias militares septentrionales, se revela una estrecha relación entre la fragilidad de un país amenazado y los proyectos de colonización que tuvieron lugar. Es útil la inclusión de mapas que han sido trazados ex profeso para explicar la ubicación geográfica de las nuevas colonias y así comprender este fenómeno de poblamiento en su escala territorial.

El tema más relevante en este tercer capítulo es el reglamento de 1869, que fuera en su momento el resumen más completo de todas las ideas anteriores sobre el establecimiento de colonias civiles y militares. González Milea ha revisado los 706 artículos de este extenso cuerpo de leyes para finalmente poner especial atención en el tratado tercero, el cual contiene disposiciones de fuerte carácter urbanístico, como el reparto de lotes y solares, los derechos y obligaciones de los colonos, el gobierno civil, la educación y la agricultura; haber extraído algunas reglamentaciones de ese tercer tratado ofrece al lector una óptica singular que no deja duda de las dimensiones de sociedad utópica y de ciudad ideal que caracterizaron a este proyecto. El plano del modelo de colonia ideal, que se reproduce tomado del mismo reglamento, es de gran calidad plástica y remite, como se dice al pie, a especular que muchos proyectos idealizados de ciudad ni siquiera fueron pensados para ponerse en práctica.

Las discusiones y opiniones contemporáneas a la formación de colonias militares en el norte de México son un tema que no se podía obviar en este estudio porque es claro que la implementación o no de estos reglamentos dependió más que nada de las posibilidades prácticas y posiciones políticas del momento; es el que se trata abundantemente en el cuarto capítulo, exponiendo y analizando los comentarios emitidos en la esfera militar y política por voz de la comisión de los gobernadores involucrados, y en la esfera pública, por voz de la prensa. Se recurre a buen número de publicaciones hemerográficas, entre las que destaca El siglo XIX en distintos volúmenes, números y fechas, con base en los que González Milea hace un documentado recuento de la manera en que tuvo cabida el plan de colonias militares en Sonora y Chihuahua. La inclusión de lo acontecido en estas otras porciones del norte mexicano favorece la comprensión del proyecto de colonias militares decimonónicas como parte de un proyecto de nación y, al tiempo, lleva a conocer que cada una de estas regiones tuvo que enfrentar complicaciones particulares que obligaban a soluciones igualmente particulares.

El último capítulo está dirigido a exponer detalladamente el proyecto, formación y resultado en la ocupación territorial y solución urbana de ocho colonias militares decimonónicas en Coahuila; su tratamiento se hace caso por caso y en atención al origen y destino de cada uno de ellos. El análisis documental, con énfasis en lo cartográfico, y la exploración en campo en busca de evidencia material, hacen de esta parte del trabajo una muy original y reveladora de todo lo expuesto hasta aquí.

Los primeros cuatro casos, los más tempranos -Monclova Viejo, San Vicente, El Remolino y Villa de Mier y Terán-, son muestra de la pervivencia de los modelos de poblamiento del siglo XVIII, como el caso de San Vicente, donde se optó por recuperar la construcción amurallada del antiguo presidio, una cuestión que el autor ha podido verificar en sitio. En contraste, las cuatro colonias restantes: El Progreso, Villa de Juárez, Colonia de San José de Aura y Villa de Hidalgo, nacidas en la segunda mitad del siglo XIX y en circunstancias diferentes, evidencian cómo el uso del damero dejó de ser una visión del mundo para utilizarse como una aplicación mecánica.

Un atractivo de este capítulo proviene del interés que ha mostrado el autor en hablar del pasado con base en el presente, es decir, más allá de sacar la historia de las gavetas, ha viajado a estos sitios de antiguos poblados para reconocer y documentar lo que prevalece de su materialidad, y también de su espiritualidad. En esta última parte, Alejandro González Milea hace gala de su calidad de arquitecto para observar casas, plazas y calles: ¿cómo están construidos los muros de una pequeña casa que parece olvidada en el tiempo?, ¿cómo están labrados esos antiguos cerramientos? Con base en dibujos que van de la escala urbana hasta la propia del detalle arquitectónico, se da cuenta de la ocupación del espacio, de la fábrica de los muros, se habla de variantes de adobe y piedra, y sabedor de que la arquitectura no miente -como él mismo ha advertido al principio del libro- traza explicaciones rotundas sobre el pasado y la pervivencia de las colonias militares y civiles coahuiltecas.

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