Introducción
El 11 de septiembre de 1973, el día en que el gobierno de Salvador Allende en Chile fue derrocado por un golpe de Estado, la junta militar encabezada por el general Pinochet emitió un decreto en el que se mencionaba el nombre de Theotonio Dos Santos. La falta de familiaridad con los nombres brasileños era evidente en el error al escribir su primer nombre como Teotorio. Fue el único extranjero mencionado en esta lista de 95 personas. Sus nombres me eran familiares como figuras públicas clave del sistema político chileno. El decreto ordenaba a las personas nombradas en esta lista entregarse “voluntariamente” al Ministerio de Defensa antes de las 16:30 horas de ese funesto día. Lo que es más, el decreto amenazaba con que la ausencia significaría someterse a “lo dispuesto por la Junta de Comandantes en jefe con las consecuencias fáciles de prever” (Centro de Estudios Miguel Enríquez, 2005: 1).
La lista incluía a los líderes de los distintos partidos políticos de la coalición Unidad Popular (UP), que conformaba el gobierno de Allende, así como a algunos de los principales funcionarios del gobierno. Esta lista de 95 personas también incluía a los líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una organización de extrema izquierda que no pertenecía a la coalición UP. La mayoría de las personas de la lista no se presentó en el Ministerio de Defensa; algunos solicitaron asilo en embajadas, otros buscaron escondite y otros más fueron detenidos tarde o temprano. Los más desafortunados fueron baleados o murieron en los campos de concentración. Theotonio Dos Santos logró encontrar asilo en la embajada de Panamá en circunstancias difíciles (Dos Santos, 1978b: 14); pasaron cinco meses antes de que pudiera salir del país y comenzar su segundo exilio en México. ¿Por qué estaba su nombre en la lista?
En la fecha del golpe, Theotonio Dos Santos era director del Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO), perteneciente a la Facultad de Economía Política de la Universidad de Chile, la más antigua e importante del país. Había llegado a Chile como exiliado de Brasil sólo siete años antes, en 1966. Mientras estuvo en el CESO, escribió sus textos clave sobre la teoría de la dependencia (TD, en lo sucesivo), convirtiéndose en uno de sus pioneros. Poco después de que Allende asumiera el cargo en noviembre de 1970, una persona muy influyente de su partido, el Partido Socialista (PS), buscó en las oficinas del CESO a Dos Santos y a un miembro de su equipo de investigación sobre la dependencia, Roberto Pizarro, para invitarlos a convertirse en miembros. Quizá no sea sorprendente que recibieran tal invitación, ya que el programa de la coalición Unidad Popular se apoyaba ampliamente en la TD. Dos Santos se unió al partido poco después, sin llegar a ocupar una posición de liderazgo, a pesar de tener fuertes vínculos con algunos de los líderes. Como relataba en una entrevista: “Era militante del partido, pero considerado como tal hasta cierto punto, porque había muchos que decían que era intelectual, y llegaban y me decían el compañero intelectual, creo que eso era más una restricción, es decir, era militante, pero era intelectual” (Lozoya, 2015: 269). Empero, la junta militar conocía muy bien el poder de las ideas y quería silenciar su voz.
Una variedad de títulos se asoció a Dos Santos tras su muerte; en los obituarios se leía: “uno de los intelectuales más brillantes de América Latina”, “un auténtico intelectual orgánico”, “un verdadero revolucionario”, “uno de los científicos sociales y economistas más importantes en la historia del siglo XX”, “un economista al servicio del pueblo”, cuyo “aporte epistemológico a las ciencias sociales ha trascendido el espacio regional de América Latina”. Algunas de estas semblanzas son naturalmente exageraciones de admiradores entusiastas, pero reflejan bien el impacto que tuvo en muchas personas y su gran número de seguidores. Era un orador que inspiraba, y podía hablar sobre una gran diversidad de temas contemporáneos de manera crítica y luminosa. Como recuerda un ex colega del CESO: “Cuando Dos Santos está en vena nos recuerda la ‘imaginación sociológica’ de Wright Mills: empieza a analizar la situación política y económica atando cabos por aquí o por allá, cada vez con mayor velocidad [...] allí uno encuentra cientos o hasta miles de hipótesis luminosas, prometedoras hipótesis de trabajo” (Valenzuela, 2018: 2). Habiendo sido yo mismo colega de Dos Santos, estoy totalmente de acuerdo con tal valoración. Sólo quiero añadir que lo que más conmovía a su audiencia y lectores era el optimismo que irradiaba sobre las posibilidades de un futuro mejor.
Dos Santos fue un crítico constante del imperialismo y el capitalismo, y un incansable activista por el socialismo revolucionario. Sus predicciones sobre la situación mundial a veces resultaron ser incorrectas, pero hizo que la gente reflexionara y participara. Era una persona sociable, cercana, cálida y llena de vitalidad, impulsada por sus convicciones y optimismo histórico. Este último contrastó con el pesimismo más bien debilitante de André Gunder Frank, otro colega del CESO, como se ilustra en la siguiente anotación. Debido a su historia personal (su familia había huido de la Alemania nazi), Frank pudo prever correctamente el derrocamiento del régimen de Allende, por lo que aceptó una invitación en la Universidad Libre de Berlín y se encontraba empacando su equipaje para salir de Chile (Kay, 2005a: 1179). Mientras tanto, Dos Santos se encontraba ya establecido en Chile como exiliado, y había comprado una casa en Santiago apenas unos meses antes del golpe militar. A menudo fincaba su optimismo en el lugar equivocado, pero logró efectivamente inspirar a la gente y alentó su participación en movimientos sociales y políticos progresistas.
De manera más convencional, podría describirse a Dos Santos como un intelectual comprometido, un intelectual orgánico, un intelectual público o involucrado. Para mí, su vida y obra quedan mejor plasmadas en la expresión utilizada por Lozoya (2015: 259), la de “intelectual revolucionario”, refiriéndose a un intelectual que no sólo aboga por un cambio revolucionario, sino que también es capaz de revolucionar su campo de estudio.1
I. Años formativos en la academia y en la política de Brasil
Para comprender adecuadamente el surgimiento y el desarrollo de la TD y el legado de Dos Santos, es necesario conocer el contexto en el que se crio. Fueron varios los factores determinantes en la aparición de la TD en América Latina: la turbulenta política mundial durante el periodo de la Guerra Fría y, especialmente, sus ramificaciones en la región a raíz de la Revolución cubana de 1959; la constatación de que el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) no estaba cumpliendo todas sus expectativas y comenzaba a “agotar” su etapa “fácil”; la creciente influencia del marxismo entre estudiantes y jóvenes académicos, en particular los escritos sobre el imperialismo y la descolonización, y, por último -pero no menos importante-, la insatisfacción con las teorías económicas ortodoxas y la sociología de la modernización (Kay, 2019a).
Theotonio Dos Santos nació en 1936, en Carangola, Minas Gerais de Brasil. Estudió sociología, política y administración pública en la Facultad de Economía de la Universidad Federal de Minas Gerais, donde se graduó en 1961. Luego continuó sus estudios de maestría en ciencias políticas en la nueva Universidad de Brasilia (UB), fundada el mismo año que la ciudad -1960-. La ubicación de Brasilia en el centro del país era muy simbólica (al igual que la arquitectura modernista de Oscar Niemeyer), y pronto sustituyó a Río de Janeiro como capital de Brasil. Entre los fundadores de la ub estaba Darcy Ribeiro, su primer rector, quien fomentó los estudios interdisciplinarios, así como el progresismo en los planes de estudio, la investigación y los métodos de enseñanza. Dos Santos se graduó en 1964 con una tesis sobre las clases sociales en Brasil (Martins, 1999: 38). Mientras completaba su tesis de maestría, se convirtió en profesor a tiempo parcial en la universidad, experiencia que recordaba con cariño como “sumamente rica en el campo pedagógico, pero también por el contacto con los más osados de la intelectualidad brasileña” (citado en Dal Rosso y Seabra, 2016: 1036).2 Elogiaba su “magnífico entorno para la enseñanza y el aprendizaje” y lamentaba que el innovador proyecto de Ribeiro hubiera sido “en gran parte destruido después de 1964 por la dictadura militar” (Dos Santos, 2005a: 91). Publicó su primer libro mientras estaba en la universidad: ¿Quiénes son los enemigos del pueblo? (Dos Santos, 1962).
Fue en la Universidad de Brasilia donde Dos Santos conoció a sus compañeros Vania Bambirra y Ruy Mauro Marini, con quienes formó parte de un círculo de lectura sobre El capital de Marx, lo cual era bastante común en esos días entre los estudiantes de izquierda en las universidades de toda América Latina. Era la época de la Revolución cubana, del surgimiento de movimientos guerrilleros en algunos países de la región y de la creciente influencia del marxismo y el activismo entre los estudiantes. Estos tres colegas, a quienes me referiré como “el trío”, fueron activos en la política y se contaron entre los fundadores de la Organização Revolucionária Marxista-Política Operária (Organización Revolucionaria Marxista-Política Laboral), referida como Política Operária o Polop, para abreviar. Era una organización de extrema izquierda resultante de la fusión de varias agrupaciones políticas revolucionarias más pequeñas, incluidos los disidentes del Partido Comunista Brasileño (PCB), que estaban en desacuerdo con sus políticas por considerarlas colaboracionistas de clases (Martins, 1999: 79).3 Dos Santos había sido activista anteriormente, durante su época de estudiante en la Universidad Federal de Minas Gerais, cuando se involucró con el movimiento obrero y la política socialista.
Mientras estaba en Brasilia, Dos Santos se convirtió en secretario general del Polop, pero luego se alejó de la organización debido a diferencias políticas sobre la estrategia de foquismo, que se basaba en el establecimiento de un “foco” o centro. Un grupo dentro de Polop tomó las armas en su lucha por el socialismo. Inspirados por la Revolución cubana y el Che Guevara, los integrantes de este grupo creían que la revolución podría llevarse a cabo por un pequeño conjunto de combatientes (de ahí el término “foco”) dedicado a la guerra de guerrillas, comenzando por el campesinado, en el campo. El propósito de este foco era desencadenar un levantamiento, extenderse del campo a las ciudades y, eventualmente, derrocar al régimen existente. Dos Santos se negó a respaldar la lucha armada, porque no estaba convencido de que conduciría al resultado deseado; en su lugar, sostenía que lo que se necesitaba era crear un movimiento de masas mediante el trabajo político. Tal como predijo Dos Santos, la lucha armada fracasó y varios de sus camaradas murieron en el proceso (Lozoya, 2015: 272). Uno de los libros de Dos Santos tiene la siguiente dedicatoria: “Comandante Juárez Brito; compañero y amigo, tu muerte no será en vano” (Dos Santos, 1972c).4
En 1963 André Gunder Frank fue contratado como profesor invitado por Darcy Ribeiro para impartir un curso de posgrado sobre teoría sociológica en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Brasilia. Ribeiro ya era un antropólogo conocido y respetado cuando se convirtió en el rector de esta nueva universidad, y cuando su colega, el antropólogo Eric Wolf, le recomendó a Frank. Dos Santos, Bambirra y Marini se convirtieron en alumnos de Frank en la ub. Fue uno de los primeros cursos que impartió Frank, quien tenía entonces 33 años, mientras que Dos Santos tenía 26 o 27 años cuando tomó su curso y participó en sus seminarios. Es posible que sus años en Brasilia (1963-1964), estando inmerso en una universidad progresista, hayan desempeñado un papel en el desarrollo de algunas de las ideas de Frank para su análisis crítico e innovador sobre la sociología de la modernización (Frank, 1967).5 Dos Santos lo recordaría más tarde de la siguiente forma: “Fue en la Universidad de Brasilia donde también conocí a André Gunder Frank y comenzamos sistemáticamente una colaboración de décadas con Ruy Mauro Marini; junto con mi entonces esposa Vania Bambirra, formamos un trío polémico en todo el mundo” (citado en Dal Rosso y Seabra, 2016: 1036-1037).
En 1964 un golpe de Estado militar en Brasil derrocó al gobierno reformista de João Goulart, lo que inauguró un periodo de dictadura de 21 años y llevó a muchas personas al exilio. Dos Santos primero se escondió, y continuó clandestinamente con sus actividades políticas, pero decidió buscar asilo en la embajada de Chile cuando el tribunal de Minas Gerais lo condenó a 15 años de prisión por rebelión en 1965 (Lozoya, 2015: 265-266).6 Llegó en 1966 a Chile, donde algunos intelectuales destacados ya vivían en el exilio, entre ellos Florestan Fernandes, quien ayudó a Dos Santos a conseguir un trabajo en el CESO (Vidal, 2013).
Fernandes era un sociólogo de renombre y amigo de Eduardo Hamuy, un colega también sociólogo y entonces director del CESO. Chile era un lugar atractivo e inspirador en ese momento, tanto para un intelectual como para un activista revolucionario. Diversos organismos de las Naciones Unidas mantenían sus oficinas regionales en la capital Santiago, como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Estas y otras organizaciones internacionales, como la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), atrajeron a algunos de los mejores profesionales de América Latina y de otras latitudes. Varios exiliados brasileños encontraron empleo en estas instituciones, entre ellos Fernando H. Cardoso, quien se convertiría en uno de los fundadores de la TD y más tarde en presidente de Brasil. En el terreno político, Chile también era un lugar emocionante, debido a su cultura política relativamente madura y a la existencia de importantes partidos políticos marxistas. Más aún, Eduardo Frei Montalva había ganado la presidencia del país con un programa reformista en 1964, quedando Salvador Allende en segundo lugar en esa contienda presidencial. Una nueva etapa en la vida de Dos Santos comenzaba de manera auspiciosa en Chile.
II. Exilio en Chile: el nacimiento de la teoría de la dependencia
Una vez instalado en el CESO, Dos Santos intentó recrear el trío de la Universidad de Brasilia con el fin de fortalecer el nivel de investigación del CESO y orientarlo más hacia la izquierda, así como por motivos personales. Vania Bambirra, su esposa, se incorporó a la plantilla del CESO en 1967, al mismo tiempo que Dos Santos logró convencer a Ruy Mauro Marini de mudarse a Chile desde su exilio en México. Marini siguió su consejo y viajó a Chile, donde inicialmente logró conseguir un trabajo en la Universidad de Concepción en el sur del país. Cabe notar que algunos de los principales dirigentes del MIR estudiaron en esta universidad, la cual era considerada uno de los baluartes de este movimiento revolucionario y desarrolló un lazo estrecho con los líderes revolucionarios de Cuba. Después de sólo un año en la Universidad de Concepción, el CESO invitó a Marini a unirse en 1970 y el trío se volvió a juntar, aunque en el exilio. Los tres permanecieron en el CESO hasta el fatal golpe de Estado de 1973. Estos tres actores, junto con André Gunder Frank, son quienes están en el corazón de la vertiente marxista de la teoría de la dependencia. Frank ya estaba en Chile, con un puesto en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chile en Santiago desde 1968. Así, el trío retomó la relación que había formado con Frank en Brasilia, fortaleciéndose aún más cuando este último también se mudó al CESO en 1971. El trío se convirtió en un cuarteto y el CESO se transformó en el centro de la TD en América Latina.7
A mediados de 1967 Dos Santos creó y dirigió un equipo de investigación para estudiar las relaciones de dependencia en América Latina. Un año después el equipo presentó un informe de avances de tan sólo 14 páginas que hoy puede considerarse uno de los textos fundamentales de la TD. En el apartado sobre los objetivos de la investigación proporcionó una de las primeras definiciones de dependencia:
Se trata de analizar la dependencia no sólo como un factor externo que limita el desarrollo económico, sino como algo que conforma un cierto tipo de estructuras sociales cuya legalidad o dinamismo está dado por la condición de dependiente. Al definir la dependencia como el modo de funcionamiento de nuestras sociedades, se ha situado este concepto como concepto explicativo fundamental de la condición de subdesarrollo [Dos Santos, 2015: 29].
Originalmente, el equipo de investigación contaba con seis integrantes, de los cuales sólo Dos Santos y Bambirra eran investigadores consolidados; los demás apenas comenzaban su carrera académica. También hubo algunos estudiantes adheridos al proyecto como asistentes de investigación.8 Una de sus actividades como equipo del CESO fue la organización de un seminario permanente, en el que se invitó a destacados autores sobre temas relacionados con la dependencia en América Latina a presentar su trabajo; entre ellos estaban André Gunder Frank, Sergio Bagú, Marcos Kaplan, Aníbal Quijano, Osvaldo Sunkel, Tomás Vasconi y Pierre Vilar.
Vale la pena señalar que incluso en esta etapa inicial Dos Santos no sólo pensaba en términos de América Latina, sino de manera más general en la economía mundial. En ese momento no existían institutos de estudios latinoamericanos en ninguna universidad de la región, mucho menos centros de investigación sobre la economía mundial. Sólo unos pocos países habían comenzado a establecer centros para el estudio de su propio país desde la perspectiva de las ciencias sociales y a apartarse de la perspectiva tradicional, normalmente conservadora, de la historia descriptiva nacionalista. Las únicas instituciones que tenían un área regional y estaban ubicadas en América Latina eran las diversas organizaciones y oficinas regionales de las Naciones Unidas, como las ya mencionadas cepal y fao, así como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade). En este sentido, también, el programa de investigación de Dos Santos en el CESO fue un esfuerzo pionero.
III. La definición de dependencia de Theotonio Dos Santos
La primera visita de Dos Santos a los Estados Unidos sucedió por una invitación de la Universidad del Norte de Illinois, en DeKalb, para ser profesor en el Departamento de Sociología durante el primer semestre de 1969. Además de enseñar, aprovechó la oportunidad para realizar algunas investigaciones; así, reunió una gran cantidad de material empírico sobre la economía, la sociedad y la política de los Estados Unidos (Dos Santos, 1978b: 13-15). En diciembre de ese año fue también invitado a presentar una ponencia en la 82ª Reunión Anual de la American Economic Association (AEA), que tuvo lugar en Nueva York. El título de su ponencia fue “El imperialismo visto desde la periferia subdesarrollada”, que presentó en el panel sobre “Economía del imperialismo”. El presidente del panel fue el reconocido economista marxista Paul Sweezy, fundador de la revista socialista independiente Monthly Review. Otro ponente en ese panel fue Harry Magdoff, conocido por su trabajo sobre el imperialismo y quien también tenía una relación cercana con la Monthly Review. Los oradores del panel fueron los distinguidos académicos Stephen Hymer, de la Universidad de Yale, Arthur MacEwan, de la Universidad de Harvard, y Victor Perlo, graduado de la Universidad de Columbia y miembro del partido comunista de los Estados Unidos. Este panel presidido por Sweezy fue muy inusual, no sólo porque la mayoría de los ponentes era marxista, sino también por el tema tratado y porque Dos Santos era graduado en sociología y no un economista en el sentido ortodoxo.9
El artículo de Dos Santos se publicó al año siguiente en la revista más influyente y tradicional en economía, la American Economic Review (AER), con el título “La estructura de la dependencia” (Dos Santos, 1970c). Fue tal el éxito del artículo, que se ha reimpreso total o parcialmente en varios medios,10 mientras que el nombre de Dos Santos se volvió un referente en el mundo de habla inglesa. Dos Santos presentó su definición clásica de dependencia en este trabajo seminal, la cual publicó por primera vez en español el CESO (Dos Santos, 1968a: 6), y posteriormente se reprodujo en una recopilación de algunos de los textos escritos en el mismo centro (Dos Santos, 1970a). Se le dio una amplia difusión a esta pieza clave sobre la dependencia en toda América Latina y más allá mediante la reproducción de dichos trabajos del CESO, o partes de ellos, en libros posteriores escritos por él mismo -como Dos Santos (1978b)-, que fueron luego publicados por diferentes editoriales en varios países de América Latina -por ejemplo, Dos Santos (1970b)- y en libros editados por otras personas -como Dos Santos (1972b)-.
¿Cuál es entonces la definición de dependencia de Dos Santos?
Por dependencia entendemos una situación en la que la economía de ciertos países está condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía, a la cual la primera se encuentra sometida [las cursivas son mías]. La relación de interdependencia entre dos o más economías, y entre éstas y el comercio mundial, toma la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes) pueden expandirse y ser autosostenibles, mientras que otros países (los dependientes) sólo pueden hacerlo como un reflejo de esa expansión, que puede tener un efecto positivo o negativo en su desarrollo inmediato [Dos Santos, 1970c: 231].
Una definición casi idéntica apareció en el texto anterior que Dos Santos presentó en la asamblea de Clacso de 1968 (véase nota al pie 9), posteriormente publicado en Dos Santos (1970b: 180). El mismo texto luego se tradujo al inglés por David Lehmann y se publicó en un libro editado por Henry Bernstein, que también suele citarse o usarse como referencia en trabajos en inglés que tratan sobre la TD. Vale la pena comparar ambas definiciones:
La dependencia es una situación condicionante [cursiva en el original] en la que las economías de un grupo de países están condicionadas por el desarrollo y la expansión de otros. Una relación de interdependencia entre dos o más economías o entre dichas economías y el sistema de comercio mundial se convierte en una relación dependiente cuando algunos países pueden expandirse por propio impulso mientras que otros, al estar en una posición dependiente, sólo pueden expandirse como un reflejo de la expansión de los países dominantes, lo cual puede tener efectos positivos o negativos en su desarrollo inmediato. En cualquier caso, la situación básica de dependencia hace que estos países sean tanto atrasados como explotados [cursivas mías] [Dos Santos, 1973: 76].
Hay dos diferencias a resaltar entre estas dos definiciones: 1) por alguna razón, la última oración de la segunda cita (véanse mis cursivas), que refuerza la definición de la dependencia de Dos Santos, se omite del artículo de la AER; 2) la frase “a la cual la primera se encuentra sometida” se omite en la primera oración de la segunda cita, pero se incluye en la de la AER (véanse mis cursivas), lo cual dota de mayor fuerza al enunciado. En un escrito publicado varios años después, Dos Santos (1991: 28) aclara que en las relaciones dialécticas entre los países dominantes y los dependientes, es decir, entre los factores externos e internos, “el proceso de acumulación de capital en los países dependientes está condicionado por su inserción en la economía mundial y al mismo tiempo está determinado por sus propias leyes internas de desarrollo” (cursivas de Dos Santos en el original en portugués).
IV. Influencia del sistema centro-periferia de Raúl Prebisch
Lo que se desprende de estas definiciones es la idea central de un sistema mundial interdependiente, el cual alude a la idea de Prebisch del sistema centro-periferia (CEPAL, 1951; Kay, 2019b), en el que una cierta división internacional del trabajo dicta que los países del centro se industrialicen y se des‑arrollen mediante la exportación de bienes industriales, mientras que los países de la periferia están circunscritos en gran medida a la producción y la exportación de bienes primarios provenientes de la explotación de sus recursos naturales. Tanto Dos Santos como Prebisch califican esto como un sistema de comercio desigual en el que la periferia (o los países dependientes en la terminología de Dos Santos) transfiere un excedente económico al centro (o países dominantes). Prebisch explica esta transferencia del excedente como el resultado del deterioro de los términos de intercambio en la periferia, en cuanto a la evolución del precio de los bienes primarios exportados por los países de la periferia e importados por los países del centro, en comparación con el precio de los bienes industriales exportados por el centro e importados por la periferia. Además de esto, Dos Santos incluyó otras transferencias, como las derivadas de divisas por utilidades, precios de transferencia, regalías, altos intereses sobre la deuda externa y pagos por otros servicios comúnmente tomados en cuenta en los estudios sobre imperialismo. En publicaciones posteriores Dos Santos también introduce el concepto marxista de intercambio desigual derivado del análisis de Arghiri Emmanuel (1972), que se cimienta en la teoría marxista del valor-trabajo y, por lo tanto, no se limita a la producción y la exportación de materias primas por la periferia -como en el análisis de Prebisch-, sino que también surge en la exportación de mercancías industriales, así como de los servicios, de los países dependientes a los dominantes. Sin embargo, Prebisch (1950 y 1964) sí señala la existencia de mano de obra excedente en la periferia como la causante de una economía de bajos salarios, que a su vez es una de las razones del deterioro de los términos de intercambio en la periferia, así como del intercambio desigual. Con esta idea, Prebisch prefiguraba elementos del famoso análisis de Arthur Lewis, publicado en 1954, sobre la “oferta ilimitada de mano de obra” y los términos de intercambio. Tanto la “tesis Prebisch-Singer” -denominación adoptada para el análisis de Prebisch y Hans Singer sobre el deterioro de los términos de intercambio de los países dependientes- como la del intercambio desigual de Emmanuel han creado intensas polémicas que no corresponde analizar en este artículo; véanse Kay (1989) y Valenzuela (1972).
Por supuesto, existen otras similitudes y diferencias, y, aunque aquí no alcanzaría para discutirlas todas, cabe notar que una de las principales disparidades se relaciona con las dimensiones política y social. A diferencia de Prebisch, Dos Santos se había formado académicamente en la interdisciplina y en el marxismo, con lo que fue capaz de aportar estas dimensiones social y política al análisis de las relaciones de dependencia. En sus escritos, Dos Santos siempre hace hincapié en las relaciones de clase y políticas en el interior del país dependiente y en cómo éstas se entrelazan y articulan de manera dialéctica con las del país dominante. De ahí que no viera la dependencia como un factor externo, sino como el resultado de la estructura interna y las relaciones sociopolíticas de los países dependientes. Prebisch no era sociólogo ni politólogo, pero sí fue un actor público notable en Argentina y en el escenario mundial, gracias a sus actividades en la CEPAL y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) (Dosman, 2008; Kay, 2019b). También fue lo que podría llamarse “activista institucional”, pues su objetivo era crear y reformar las instituciones y lograr así un sistema capitalista más justo e inclusivo, mediante un nuevo orden económico internacional. En cambio, los objetivos de Dos Santos se centraban en revolucionar el sistema capitalista mediante un “activismo político”, con el fin de lograr una transformación democrática socialista.
Escribo estas notas acerca de Prebisch en parte porque su paradigma centro-periferia y su trabajo en la cepal, la cual dirigió casi desde sus inicios en la década de los cuarenta hasta su nombramiento como primer secretario general de la UNCTAD en Ginebra en 1964, tuvieron una gran influencia en Dos Santos y en el surgimiento de la TD en general. Por otra parte, hablar de Prebisch también ayuda a aclarar las dos vertientes dentro de la TD, o lo que yo llamo la corriente estructuralista o reformista y la corriente marxista o revolucionaria (Kay, 1989 y 1991). Una perspectiva particular, “estructuralista”, del desarrollo surgió del trabajo de Prebisch y su equipo en la cepal, a partir del enfoque sobre las características históricas y estructurales que dieron forma al proceso de desarrollo de América Latina y otras regiones periféricas del mundo desde el periodo colonial, en contraposición con las estructuras económicas y sociopolíticas que surgieron en los países del centro, o desarrollados, desde la Revolución industrial (Sunkel, 1966; Sunkel y Paz, 1970). Puesto que la estructura y la dinámica de América Latina distaban de las que regían en el centro, la región tuvo que buscar una estrategia de desarrollo propia. Prebisch abogó categóricamente por una industrialización latinoamericana que requería proteccionismo y otras medidas de apoyo del Estado con el fin de superar o reducir los efectos negativos del deterioro de los términos de intercambio, el cual mantenía un límite sobre el potencial de desarrollo de la región. En esa época, y en vista del dominio de la economía ortodoxa, tal propuesta se consideró una herejía. Fue por ello que Albert Hirschman (1961: 13) bautizó el estudio pionero de Prebisch (1950) como “el manifiesto de la CEPAL”, al aludir a otro manifiesto histórico, porque desafiaba la teoría comercial ortodoxa y la división internacional del trabajo existente.11
Consideraría a Osvaldo Sunkel (1969 y 1972), Celso Furtado (1973 y 1974; Kay, 2005b) y, con cierta salvedad, a Fernando Henrique Cardoso (1972 12 y 1973; Cardoso y Faletto, 1969) como los autores más representativos de la corriente estructuralista de la TD, todos los cuales trabajaron, en un momento u otro, en la cepal o en instituciones asociadas como ilpes. Para la corriente marxista de la TD, los colaboradores originales más influyentes, además de Dos Santos, fueron André Gunder Frank (1966 y 1972) -aunque nuevamente con matices-,13 Ruy Mauro Marini (1972 y 1978) y Vania Bambirra (1973 y 1978). Desde una perspectiva más amplia, Prebisch podría considerarse un precursor de la TD, al menos para la vertiente estructuralista. Los defensores del enfoque marxista criticaron a Prebisch y a la cepal por apoyar a la burguesía industrial emergente y por buscar la promoción del desarrollo capitalista, aunque mediante reformas progresistas. En opinión de los autores marxistas de la dependencia, tal proceso sólo apuntalaría las relaciones de dependencia, de ahí su propuesta de una transformación socialista.14
V. El Análisis de la dependencia de Theotonio Dos Santos
¿Cuál es la contribución de Dos Santos a la teoría de la dependencia? Ya hemos mencionado su definición de este concepto, que ofreció como respuesta a su propia pregunta, “¿qué es la dependencia?”, y que es la síntesis más conocida sobre el tema. Si bien el surgimiento de la TD es un esfuerzo colectivo y abarca más que las dos ramas que he propuesto, también hay algunas variaciones entre los autores dentro de cada rama, que surgen del diferente empeño en cada uno de los diversos aspectos del complejo de dependencia o de alguna idea novedosa. Al desarrollar sus ideas sobre la TD, Dos Santos se dio a la tarea de estudiar de manera crítica la obra de la CEPAL, que llegó a conocer gracias al establecimiento de una oficina en la nueva capital de Brasil, donde estudiaba y trabajaba en la Universidad de Brasilia.
Los estructuralistas de la cepal apoyaron inicialmente la estrategia de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI), pero vieron con reservas y críticas la forma en que los gobiernos la estaban implementando. Después de una primera fase de crecimiento industrial acelerado durante la década de los cincuenta y principios de la de los sesenta, el proceso de ISI entró en una fase de declive. Una de las razones del agotamiento fue el cuello de botella cambiario que se creó a medida que las importaciones aumentaron más rápido que las exportaciones. Conforme fue avanzando, la ISI requirió un aumento de las importaciones de bienes intermedios (insumos) y de bienes de capital (maquinaria, herramientas, repuestos), mientras que las exportaciones no aumentaron lo suficientemente rápido para generar las divisas necesarias. De ahí que las importaciones de estos bienes se encarecieran y fueran racionadas, lo cual afectó la inversión industrial y provocó menores tasas de crecimiento, así como grandes decepciones ante las anteriores expectativas de generación de empleo y disminución de la alta desigualdad en la distribución del ingreso.
A partir de su propio análisis y del de la CEPAL, Dos Santos se percató de la creciente penetración del capital extranjero en el sector industrial de América Latina, sobre todo de parte de multinacionales estadunidenses. Anteriormente, los inversionistas extranjeros se habían abocado a la minería y a algunas plantaciones en mayor o menor medida, principalmente para la exportación; ahora comenzaban a dirigir su inversión al sector industrial mediante el establecimiento de subsidiarias, con el fin de sortear las nuevas barreras protectoras para la exportación de sus manufacturas y mantener así su acceso al mercado interno. Dado que la industria se convirtió en el sector más dinámico de la economía en virtud de la estrategia de ISI, el capital extranjero fue ganando cada vez más control sobre la economía nacional mediante este proceso de desnacionalización. Más aún, la burguesía nacional acogió este capital extranjero y alineó sus intereses a los de la burguesía extranjera, que eran los principales beneficiarios internos. Dos Santos condenó a la burguesía “nacional” por subordinarse al capital extranjero. Al igual que los marxistas, consideraba que la nueva burguesía industrial estaba renunciando a su papel progresista histórico.
Dos Santos nombró a esta nueva incursión del capital extranjero y su dominio en la economía, la sociedad y la política del país como “el nuevo carácter de la dependencia”, que fue también el título de una de sus publicaciones (Dos Santos, 1968b; 1972a). Le preocupaba que buena parte del superávit económico de la industria se transfiriera al país de origen de las multinacionales, lo que limitaría el proceso de acumulación de capital y crecimiento económico en el propio país. Para comprender esta situación, recurrió a la teoría marxista del imperialismo, particularmente a los escritos de Vladimir Lenin, Rosa Luxemburgo y Nikolái Bujarin, así como al no marxista John Hobson. No obstante, aun cuando reconocía que las teorías del imperialismo eran un punto de partida útil, también podía distinguir su estrechez: se atenían principalmente a los desarrollos en los países imperiales, olvidándose de discutir las consecuencias que esto tenía para los países coloniales. Ello le impulsó la determinación de analizar, dentro del esquema marxista, las transformaciones de los países coloniales causadas en particular por su anexión a la esfera de los países imperialistas. Dos Santos creía que el capitalismo había evolucionado de manera distinta en los países dominados; por lo tanto, su objetivo era desarrollar una teoría marxista de la dependencia que el marxismo clásico u ortodoxo era incapaz de explicar plenamente. Se trataba, en efecto, de una tarea ambiciosa y controvertida, que emprendió junto con los demás miembros del cuarteto del CESO, y por la que fue criticado tanto por marxistas como por no marxistas (Kay, 1989).
Una característica determinante de esta nueva dependencia para Dos Santos era la dependencia tecnológica. El ciclo de acumulación de capital en los países dependientes no se puede completar internamente porque su sector de bienes de capital es incipiente y rudimentario. De manera típica, la mayoría de, si no es que todos, los equipos, las herramientas y la maquinaria para la extracción de recursos naturales en la región se importa de los países dominantes. Con la ISI, los países dependientes necesitan importar el capital y los bienes intermedios necesarios para hacer crecer su sector industrial. Un país no puede lograr un crecimiento económico sostenible y niveles de vida más altos únicamente mediante el uso más extensivo de la tierra, la mano de obra y el capital, sino que tiene que apoyarse cada vez más en el aumento de la productividad de estos tres factores de producción, y esto se logra mediante la introducción de tecnologías avanzadas y el desarrollo de un sector propio para la producción de bienes de capital. Los países latinoamericanos aún no habían podido echar a andar tal sector de bienes de capital propios, por lo que tuvieron que importar la maquinaria y las herramientas necesarias de los países dominantes, lo cual concedió a estos últimos un poderío aún mayor sobre las economías dependientes. En definitiva, uno de los rasgos esenciales de la dependencia es que los países dependientes carecen de la capacidad de crecimiento autónomo y autosostenido, ya que la realización de su ciclo de inversión requiere, en mayor o menor grado, la importación de bienes de capital y, por lo tanto, no puede lograrse de manera interna.
Normalmente, el proceso de industrialización de los países capitalistas avanzados observa una cierta secuencia, que va desde la producción de bienes de consumo hasta la producción de bienes intermedios y de capital como resultado de los diversos encadenamientos entre ellos. Con base en esta secuencia, Dos Santos notó que la industrialización de los países dependientes tiene el potencial para superar la dependencia económica:
Si las economías dependientes pueden obtener un alto grado de autonomía productiva y desarrollar un importante sector I (de máquinas y materias primas industrializadas), el capital extranjero perdería su capacidad de determinar el carácter de su desarrollo, se convertiría en una expresión puramente artificial que luego sería destruida, haciendo desaparecer la relación de dependencia [Dos Santos, 1978b: 100].
Esta afirmación es bastante significativa, ya que plantea la posibilidad de superar la dependencia dentro del capitalismo y, por lo tanto, que no se requiera una revolución socialista. De hecho, Dos Santos y Bambirra son los únicos autores marxistas de la dependencia que plantean esta posibilidad (Bambirra, 1973: 101), y se acercan tentadoramente a la postura estructuralista. No obstante, el par continuó su análisis con el argumento de que el capital trasnacional había bloqueado tal camino para la extinción de la dependencia, ya que las multinacionales extranjeras trasladaban sus industrias de bienes de consumo a los países dependientes e impedían el establecimiento de industrias de bienes de capital nacionales para mantener su control sobre la tecnología, lo cual tenía efectos nocivos en el avance tecnológico y el crecimiento de los países dependientes. De este modo, la influencia política y el poder del capital trasnacional (o el neoimperialismo, como algunos lo llaman) es lo que sabotea esta posibilidad liberadora para los países dependientes.
Las experiencias de desarrollo de algunos de los países de reciente industrialización (PRI), como Corea del Sur y Taiwán, parecen contradecir esta visión rotundamente pesimista (Kay, 2002). Paradójicamente, a Dos Santos le resultaba difícil admitir que estos países pudieran desarrollar un sector de bienes de capital y lograr una estructura industrial integrada que pudiera limitar y superar los lazos de dependencia. Los dependentistas (como se ha referido a los escritores de la TD) juzgaban a los PRI como meras plataformas de exportación de bienes de consumo industriales que aprovechaban la mano de obra barata. Esto fue parcialmente cierto en la primera fase; las zonas industriales de exportación que se crearon, principalmente en las zonas costeras, tenían pocos vínculos con la economía nacional. Dos Santos también alegó que estos PRI fueron capaces de explotar periodos de crisis en los países dominantes para desarrollar su estructura industrial, pero que los lazos de dependencia se restablecerían en la ola expansiva del capitalismo (Martins, 1999: 77). Sospecho que la falta de voluntad de Dos Santos para investigar con mayor detalle la exitosa experiencia industrial de los PRI también tenía que ver con que daría crédito a la corriente estructuralista de la dependencia, particularmente a la tesis del “desarrollo dependiente asociado” de Fernando Henrique Cardoso (1973), con quien Dos Santos mantenía discrepancias de larga data, de las cuales hablaré más adelante; por ahora sólo adelanto que Cardoso sostenía que los países dependientes podían lograr altas tasas de crecimiento económico. El pesimismo de Dos Santos sobre el capitalismo sólo pudo ser contrarrestado por su inquebrantable optimismo sobre el futuro del socialismo, que es un hilo conductor recurrente a lo largo de sus escritos.
Adicionalmente, Dos Santos negó la posibilidad de una alianza desarrollista entre la burguesía industrial “nacional” y la clase trabajadora, que los partidos de centro-izquierda y el partido comunista defendían en Brasil y en otros países latinoamericanos (Dos Santos, 1967). Según sus defensores, tal alianza permitiría desafiar a la clase terrateniente y a la financiera-comercial, así como al capital extranjero, actores que bloqueaban el potencial de desarrollo del país al oponerse, por ejemplo, a la reforma agraria. Los dependentistas de la corriente marxista aseguraban que la burguesía industrial estaba lejos de adoptar una postura progresista tan nacionalista, ya que estaba estrechamente ligada con las otras fracciones de la clase alta y prefería aliarse con el capital extranjero antes que combatir el (neo)imperialismo (Dos Santos, 1968c). Cambiar las relaciones de dependencia requeriría un enfrentamiento no sólo con la clase dominante dentro del país sino también con la del centro hegemónico. La única vía para romper los lazos de dependencia y lograr un desarrollo inclusivo y equitativo sería una alianza entre la clase obrera, en particular el “nuevo proletariado” surgido de la ISI y el campesinado, y algunos sectores de la pequeña burguesía progresista, en la que el proletariado industrial asumiría el protagonismo bajo la bandera del socialismo.
VI. Un quiebre histórico: el final del camino hacia el socialismo en Chile
Dos Santos (1969 y 1977c) planteó dramáticamente la opción política que enfrentaba América Latina como una decisión entre el socialismo y el fascismo. Lo dijo por su experiencia en el golpe militar de 1964 en Brasil, el cual tuvo como causas la creciente militancia de la clase obrera y el campesinado, así como la profundización de las divisiones y los conflictos de clases. Debido a ello, Dos Santos creía que, junto con las crecientes contradicciones del capitalismo dependiente, esto conduciría a una dictadura fascista o una revolución socialista. La clase capitalista nacional recurrió a la sobreexplotación de su fuerza de trabajo, ya sea por medio de una jornada laboral más larga o mediante la intensificación del proceso de trabajo, con el fin de proteger sus ganancias y mantener cierta competitividad en los mercados internacionales ante la transferencia de una parte del excedente económico a los países dominantes a través del intercambio desigual (Marini, 1972). A medida que avanzaba el proceso de la ISI, las industrias se volvían más intensivas en capital, lo que aumentó los requisitos de acumulación y empujó a la clase capitalista a extraer más plusvalía del trabajo. Esto sólo recrudeció los conflictos sociales que condujeron al dilema expresado tan dramáticamente por Dos Santos (1972c): socialismo o fascismo.
En otros países de la región estaban ocurriendo procesos similares y parecía que la intuición de Dos Santos no estaba tan equivocada después de todo; al gobierno socialista elegido para la presidencia de Chile en 1970 le siguió la revolución sandinista en Nicaragua en 1979 y otros breves intentos de algún tipo de socialismo en varios países. Sin embargo, una ola de dictaduras militares dominó este panorama político desde mediados de la década de los setenta y hasta la de los ochenta, lo que dio marcha atrás a todas estas experiencias (proto)socialistas. Dos Santos escribió una década después que no veía razón alguna para cambiar su postura: “la profunda crisis latinoamericana no puede encontrar solución dentro del capitalismo. O se avanza revolucionaria y decididamente hacia el socialismo [...] o se apela a la barbarie fascista, única [alternativa] capaz de asegurar al capital las condiciones de supervivencia política” (Dos Santos, 1978b: 471).
En efecto, la barbarie parecía haberse apoderado no sólo de Chile con la larga dictadura militar de 1973 a 1989, sino también de otros países que también habían padecido golpes de Estado. El drama chileno marcó un hito histórico, el comienzo de la era de la globalización neoliberal y el declive gradual de la TD. A pesar de ello, la TD alcanzó a extenderse a otros países de América Latina antes de este punto de inflexión, así como a los Estados Unidos y a Europa, donde la diáspora de exiliados de Chile y de otros países latinoamericanos le dotó de un nuevo impulso. La transición chilena al socialismo que se daba mediante las urnas atrajo la atención internacional, a pesar del pequeño tamaño del país y su lejana ubicación, escondido en el extremo sur de Sudamérica y recluido por la alta cordillera de los Andes al este y el vasto Océano Pacífico en el oeste. Muchos académicos, investigadores y activistas visitaron Chile durante los años de Allende para ver este experimento con sus propios ojos. Para los izquierdistas y los marxistas casi se convirtió en una forma de peregrinación religiosa, mientras el CESO, que era el centro de la TD, recibía a un número de visitantes destacados; entre ellos Eric Hobsbawm, Alain Touraine, Paul Sweezy, Lelio Basso y Rossana Rossanda. De la misma forma, muchos estudiantes extranjeros fueron a Chile para investigar sobre tal experiencia transformadora. Fueron las vivencias profesionales y personales de estos visitantes las que sembraron las semillas del movimiento solidario tras el derrocamiento de Allende, y las que organizaron campañas de solidaridad alrededor del mundo para ayudar a asegurar la liberación y el paso seguro de muchos exiliados, así como para encontrarles un medio de vida adecuado en sus nuevos países de residencia.
VII. De la dependencia a la teoría del sistema mundial: de vuelta a Brasil desde el exilio en México
Dos Santos tuvo la fortuna de retomar sus actividades académicas pocos meses después de llegar a México en 1974, con un trabajo en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la Ciudad de México, la principal universidad del país y una de las más grandes de América Latina, con más de 300 000 estudiantes. Sólo dos años después, en 1976, se convirtió en el coordinador del programa de doctorado de la Facultad de Economía, donde impartió una variedad de cursos sobre economía internacional y economía política de la ciencia y la tecnología, lo que refleja el giro en su investigación hacia la economía mundial, en especial hacia la revolución científico-tecnológica, retomando así el interés que tenía desde temprana edad sobre la tecnología. Impartió también cursos de filosofía y ciencias políticas en la Facultad de Ciencias Políticas y Filosofía de la UNAM (CNPQ, 2018; Dos Santos, 2002: 144).
Como él mismo escribió: “A partir de 1974, durante mi segundo exilio en México, me dediqué a la cuestión más global de la revolución científico-tecnológica, desarrollando junto a Immanuel Wallerstein, André Gunder Frank y Samir Amin, entre otros, una teoría de un sistema mundial en el que se centra mi investigación actual” (Dos Santos, 1998: 68).15 Como luego reconocería André Gunder Frank (s. f.: 2-3) al reseñar el libro de Dos Santos (2002): “fue Theotonio quien hace ya décadas atrás, nos llamó la atención de que nosotros mismos tenemos que hacer nuestro propio estudio de la economía mundial, como luego lo hiciéramos él y yo”. Junto con su compatriota Celso Furtado, entre otros, Dos Santos se convirtió en cofundador de la Asociación de Economistas del Tercer Mundo, cuyo primer congreso tuvo lugar en Argelia en 1976 y contó con el patrocinio del Movimiento de Países No Alineados, formado en 1961 por un grupo de países, la mayoría en vías de desarrollo, que no estaban alineados con los principales bloques de poder existentes en ese momento, los Estados Unidos y la URSS. Su amigo Samir Amin también asistió a dicho congreso (Domínguez-Martín, 2018: 203-204), donde los debates estuvieron muy influenciados por la TD, ya que sus ideas se habían extendido más allá de la región que la había visto nacer, hacia otros países del Tercer Mundo, por usar un término común en aquellos días de la Guerra Fría.
Aunque el trío Bambirra-Marini-Dos Santos coincidió en tomar su segundo exilio en la Ciudad de México y trabajar en la misma universidad, la UNAM, no pudo ya recrear el entusiasmo, la energía, el sentido de propósito y la urgencia política que habían sido el motivo y el aliento de su trabajo colaborativo desde su época de estudiantes. Todos eran ahora personalidades reconocidas, cada uno con sus propios adeptos. Poco a poco se fueron distanciando profesionalmente, cada uno siguió su propia agenda de investigación particular. Aunque Bambirra y Dos Santos publicaron algunos capítulos y libros en coautoría durante este periodo -por ejemplo, Bambirra y Dos Santos (1979 y 1980)-, no estaban trabajando juntos en la TD. Los tiempos y las circunstancias habían cambiado junto con la marea histórica.16
Dos Santos compiló varios de sus trabajos anteriores sobre la TD durante su exilio en México, además de algunos capítulos que escribió en el mismo país, en lo que considero su libro más importante sobre la dependencia (Dos Santos, 1978b). También publicó algunos libros sobre sus nuevas investigaciones acerca de la revolución científico-tecnológica (Dos Santos, 1977b) y sobre la crisis del imperialismo (Dos Santos, 1977a), así como una crítica al “milagro” brasileño (Dos Santos, 1974 y 1978a). Siguió publicando una gran cantidad de artículos sobre política mundial, capitalismo contemporáneo, marxismo, socialismo, el problema de la deuda externa, las empresas trasnacionales y Brasil. Algunas de las investigaciones que inició mientras estaba en México se publicaron años más tarde, después de su regreso a Brasil a principios de 1980 tras la restauración de la democracia, y después de haberse asegurado que la amnistía política otorgada por el gobierno brasileño posterior a la dictadura también aplicaría en su caso (Dos Santos, 1983a, 1983b y 1984).
Durante su regreso a Brasil, Dos Santos se involucró en la política y escribió un libro sobre el camino brasileño al socialismo (Dos Santos, 1986). Fue uno de los miembros fundadores del Partido Democrático de los Trabajadores (Partido Democrático Trabalhista o PDT), que perseguía el socialismo democrático y que llegó a ser el partido de izquierda más grande de Brasil antes de la dictadura, en una versión anterior del pdt. Su líder fundador fue Leonel Brizola, un político a quien Dos Santos había admirado desde su juventud en Brasil y quien fue elegido dos veces como gobernador de Río de Janeiro. El título del partido más grande fue luego reclamado por el Partido de los Trabajadores (Partido dos Trabahaldores o PT), cuyo líder, Luis Inácio Lula da Silva, comúnmente conocido como Lula, contó con el apoyo del pdt en la campaña que lo llevó a la presidencia de Brasil, la cual ocupó durante dos mandatos, de 2003 a 2010. Dos Santos se postuló para gobernador en su estado natal de Minas Gerais, pero no logró los votos suficientes. Posteriormente, se presentó como candidato al cargo de diputado federal, nuevamente sin éxito (Martins, 1999: 60). Cuando Brizola y su PDT rompieron con el PT, Dos Santos se unió al Partido Socialista Brasileño (PSB), un partido con inclinaciones similares, socialdemócratas.
Dos Santos (2002: 103) describió la elección de Fernando Henrique Cardoso a la presidencia de Brasil como un paso positivo en 1995, pero pronto se volvió crítico del giro derechista que dio su gobierno, de su adopción de políticas neoliberales y su autoritarismo reptante: “Cardoso parece querer convencernos de que Brasil necesita hoy un hombre de izquierda con el lenguaje de la derecha” (Dos Santos, 1998: 67). Las diferencias políticas entre Dos Santos y Cardoso convirtieron lo que había sido una relación cordial, mientras estuvieron en Chile, en una relación tensa, cuando regresaron a Brasil. En una carta abierta publicada en 2010, ocho años después del final de la presidencia de Cardoso en 2002, Dos Santos ajustó las cuentas que tenía con Cardoso, al criticar públicamente su desempeño como presidente. Esta carta abierta surgió en respuesta a otra, esta vez de Cardoso a Lula, cuando llegaba el final de la presidencia de este último y en la que Cardoso defiende su trayectoria como presidente al tiempo que ataca la de Lula. Dos Santos comienza su carta de la siguiente manera: “Mi querido Fernando, me veo obligado a responder a la carta abierta que enviaste a Lula en nombre de una vieja polémica que tú y José Serra iniciaron en 1978 contra Rui [sic] Mauro Marini, contra mí, André Gunder Frank y Vania Bambirra, rompiendo con un esfuerzo teórico común que iniciamos en Chile en la segunda mitad de los años sesenta” (Dos Santos, 2010c).
En la carta calificó el gobierno de Cardoso como mediocre y exigió que se alejara del poder en Brasil, de la misma manera que, en su opinión, lo quería la mayoría de los brasileños. Terminaba la carta diciendo que, a pesar de ello, si alguna vez llegaban a reunirse en un evento académico, estaría feliz de retomar sus discusiones sobre la TD y que lamentaba tener que enfrentarlo de esa manera tan radical, dada su vieja amistad. Si bien Dos Santos defendió el gobierno de Lula en comparación con el de Cardoso, tampoco perdió la oportunidad de ser crítico con Lula, y añadió su firma a un manifiesto de más de 300 economistas, en gran parte vinculados con el PT, el partido de Lula, exigiendo un cambio en la política económica. Este manifiesto se publicó en 2003 durante el primer año de la presidencia de Lula; un año más tarde le siguió una carta aún más crítica en la que reprendía al entonces presidente por seguir las mismas políticas económicas que las del gobierno anterior de Cardoso (Leiva, 2008: 86-87).
En cuanto a su vida académica, Dos Santos pasó por varias universidades. En 1984 organizó un congreso internacional de economistas que reunió a Frank, Marini y Wallerstein (Domínguez-Martín, 2018: 206), y en 1988, gracias a la ley de amnistía, él y Ruy Mauro Marini pudieron reintegrarse a la Universidad de Brasilia. Sin embargo, en 1992 Dos Santos aceptó un puesto en la Universidad Federal Fluminense (UFF) en Río de Janeiro, donde recibiría un doctorado en economía en 1995. La Universidad Federal de Minas Gerais ya le había dado el mismo título 10 años antes, en 1985, igualmente “por notorio saber”, es decir, por contribuciones relevantes al conocimiento, como las que Dos Santos hizo mediante sus numerosas publicaciones. En este periodo también desarrolló sus vínculos con la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) y con la UNESCO, donde fue coordinador del programa docente conjunto sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible de la red conocida como reggen. De igual manera, ocupó varios cargos directivos en asociaciones e instituciones profesionales, como la presidencia de la Asociación Latinoamericana de Sociología, la membresía del consejo ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Política Científica y Tecnológica, fue consultor del Sistema Económico Latinoamericano (Sela) y director de estudios de la Maison des Sciences de l’Homme de la Universidad de París I. En 1990 se convirtió en profesor asociado de la Universidad Ritsumeikan de Kioto y de la Universidad de París VIII (Martins, 1999: 61).
VIII. Capitalismo contemporáneo, crisis y teoría social
En los últimos años de su vida Dos Santos redobló sus esfuerzos por contribuir a la teoría crítica, y comenzó a escribir lo que terminaría siendo una trilogía, cuyo título fue La trilogía sobre el capitalismo contemporáneo, la crisis y la teoría social. En el primer libro (Dos Santos, 2002) reunió varias de sus reflexiones sobre la TD que se habían publicado en la década de los noventa, así como su crítica a aquellos sectores de izquierda que luego siguieron el proyecto neoliberal. En el segundo libro (Dos Santos, 2004) analizó las principales transformaciones de la economía mundial, así como los desafíos y las oportunidades que éstas brindaban a la integración regional latinoamericana, como una alternativa para contrarrestar la desintegración generada por el proceso de globalización neoliberal. En un libro anterior (Dos Santos, 1993) había ya abordado estas cuestiones, incluyendo el tema cada vez más en boga del desarrollo sostenible.
En el tercer y último libro, Dos Santos (2007) realizó una dura crítica a la base filosófica del neoliberalismo y al fundamentalismo de libre mercado. Destacó la relación entre el terrorismo de Estado y las políticas neoliberales con base en la experiencia de Chile y otros países de la región, y demostró cómo los gobiernos y el capital utilizan las recesiones económicas para castigar al trabajo, socavar los derechos de los trabajadores y neutralizar los movimientos sociales. En este mismo libro, ofreció también un análisis de los largos ciclos de Kondrátiev en el marco de la teoría del sistema mundial, en el que propuso que un ciclo expansivo comenzó en 1994 sobre la base de la revolución científico-tecnológica, y que este ciclo condujo a la enorme transferencia de recursos al sistema financiero.
Para la edición peruana de este tercer libro de la trilogía, publicado en 2010 con un título ligeramente diferente, Dos Santos escribió un prólogo extenso que aborda la crisis financiera de 2007-2009 para evidenciar la inestabilidad del libre mercado y el inicio de un nuevo ciclo largo en el sistema capitalista mundial con consecuencias negativas de proporción colosal. En este prólogo, sostuvo que la profundidad de la crisis podría llegar a abrir la puerta a experiencias poscapitalistas o incluso socialistas con el ímpetu suficiente “para inaugurar un nuevo sistema mundial, asentado en una civilización planetaria, plural, igualitaria y democrática” (Dos Santos, 2010b: 18). No terminó sin antes advertir a los lectores que nadie podía asegurar tal resultado, no había garantías y el fascismo siempre podía volver a asomar su fea cabeza como ha hecho en crisis históricas del capitalismo (Caputo, 2013/2018).
Dos Santos acuñó el término “civilización planetaria” en este tercer libro de su trilogía, aunque no fue en realidad hasta sus últimos años cuando desarrolló adecuadamente el concepto, mientras trataba de comprender el proceso de la globalización: “Como hemos señalado, el mundo está cambiando, drásticamente. Estamos en la frontera de una nueva era económica, social, política y cultural. Lo que la define, y el punto de partida de una civilización planetaria, es, esencialmente, la creación de una dimensión global de la vida” (Dos Santos, 2016: 250). Acto seguido, hizo una útil distinción entre los conceptos de globalización, economía mundial, sistema mundial y nuevo orden mundial, explicando también el significado de su nuevo término:
El concepto de una civilización planetaria se basa en la idea de la convergencia de civilizaciones y culturas hacia una convivencia pluralista en un único sistema planetario. Esta nueva etapa de la civilización aún no se ha materializado, pero la necesidad de sobrevivir en un solo planeta ya ha sido contemplada por los intereses en común de todos los países y todos los gobiernos [...] Todos estamos subordinados a los mismos recursos naturales globales y las poblaciones dependen de un patrimonio biológico y cultural común a toda la humanidad [Dos Santos, 2016: 251; cursivas en el original].
De manera dramática lanza esta advertencia adicional: “¡La civilización planetaria será pluralista, tolerante y múltiple o no lo será!” (Dos Santos, 2016: 13). En un artículo relacionado, convoca a
una revisión de la concepción del desarrollo en términos más sociales, sostenibles y humanos, una participación más fuerte del Estado en la organización de las economías locales, nacionales y mundiales, y un sistema más fuerte de las relaciones Sur-Sur, que sean sustentadas en un renacimiento de las instituciones del Tercer Mundo y un marco civilizatorio, filosófico y político que trascienda la visión eurocéntrica del mundo [Dos Santos, 2011: 45; véase también Dos Santos, 2012].
En el libro escrito en honor a Celso Furtado, Dos Santos (2016) aprovecha otro prólogo extenso para remembrar su relación con Furtado y su participación en el lanzamiento de la candidatura de éste al premio Nobel de Economía en un evento extraordinario en 2003.17 Extraña que no mencionara sus respectivas contribuciones a la TD. Furtado fue uno de los primeros estructuralistas, era muy joven cuando se unió a la CEPAL y llegó a convertirse en uno de los representantes más sobresalientes de la variante estructuralista de la TD. Aunque ambos dependentistas tenían mucho en común, Dos Santos criticó esta vertiente de la TD por su reformismo. Si bien es cierto que los tiempos cambian, la forma en que Domínguez-Martín (2018: 195-196) juzgó a Dos Santos respecto de este libro permanece cuestionable: un homenaje que “resulta sintomático de su identificación [la de Dos Santos] final con el enfoque interdisciplinario y culturalista del gran intelectual brasileño [Furtado] [...] resumido en el concepto de ‘civilización planetaria’, que acabó sustituyendo al socialismo en el horizonte utópico de Theotonio”.
En el prefacio del que resultó ser su último libro significativo, tanto por su contenido como por su tamaño de 561 páginas, Dos Santos (2016: 14) trajo a colación que ya había utilizado el concepto de “civilización planetaria” desarrollado en el libro en una publicación de 1988 -véase también Dos Santos (2010a)-. En un párrafo largo y simbólico de este mismo prefacio hace una mención especial, por nombre y apellido, a cada uno de los comprometidos intelectuales, luchadores y amigos que fallecieron, más de 45 de ellos. Entre estos amigos distingue a Darcy Ribeiro, el primer rector de la Universidad de Brasilia, donde el cuarteto plantó las semillas de la TD (Dos Santos, 2016: 14). Dos Santos fue el último en morir de ese grupo de pioneros marxistas de la dependencia. Este reconocimiento me pareció muy conmovedor; en mi opinión, estaba expresando su último adiós a estos amigos fallecidos y quizá también a sus amigos sobrevivientes, lectores y generaciones más jóvenes.
IX. Sobre los orígenes y la importancia de la teoría de la dependencia
Aunque los orígenes de la TD son diversos y varios autores ya habían utilizado anteriormente términos como “dependencia” o similares, no fue hasta mediados de la década de los sesenta que Dos Santos, Marini y Bambirra (“el trío”), así como Frank (“el cuarteto”) y Cardoso comenzaron a usar el concepto de manera sistemática. Tal vez el primer antecedente de la variante marxista de la TD se remonta al intercambio de ideas entre el cuarteto durante sus años en la recién fundada Universidad de Brasilia (Wasserman, 2012). Parece representativo y apropiado que esto sucediera en Brasilia, la nueva capital de Brasil ubicada en el corazón de América del Sur, ya que la TD fue ante todo una audaz crítica de las teorías dominantes del desarrollo norte-céntrico, al igual que una manifestación de la creatividad del pensamiento crítico desde la perspectiva del Sur. Pensadores como José Carlos Mariátegui (1928/1955) con sus “Siete ensayos” y Raúl Prebisch (1950) con su “Manifiesto de la CEPAL” habían dado los primeros pasos en dirección a esta crítica, pero fue la TD la que logró un impacto global y marcó el punto de no retorno en la búsqueda de una voz autóctona de la región. Las limitaciones de la TD palidecen ante la contribución que la teoría hizo a las ciencias sociales en lo que hoy podríamos denominar la descolonización del conocimiento.18
Se han hecho muchos análisis y críticas de la TD desde una variedad de sectores y hasta se han dado debates entre los dependentistas (Kay, 1989).19 Por ejemplo, Cardoso y Faletto (1979: XXIII) tildaban de absurdo el intento de formular una teoría del capitalismo dependiente con sus propias leyes de movimiento. Cardoso anteponía la discusión de diferentes situaciones de dependencia a la pretensión de construir una teoría general. Por otra parte, Bambirra (1973: 7) consideraba que la vertiente marxista de dependencia aún no había alcanzado el estatus de teoría,20 a pesar de todos los avances teóricos que Marini aportó a la TD desde una perspectiva marxista. José Valenzuela (s. f.), colega del cuarteto del CESO, es más enfático: argumenta que “el enfoque no ha logrado avanzar al status de un corpus teórico compacto y de orden mayor”. Yo añadiría que tampoco la vertiente estructuralista lo ha hecho. Es posible que la TD no fuera una teoría en el sentido estricto de la palabra, pero sí era un fenómeno social, político y cultural de su tiempo.21
Dos Santos se vio en la necesidad de discutir con Cardoso acerca de quién engendró la TD, después de tomar a mal una afirmación de Cardoso (1980: 163) en la que intentaba adjudicarse el origen de la TD como autor exclusivo. Dos Santos replicó que él ya había anticipado la tesis de la dependencia en una publicación de 1966, la cual Cardoso leyó y citó posteriormente.22 Aclaró además que hicieron “varios seminarios juntos en Santiago de Chile y, a pesar de ser yo más joven, creo que nos influenciamos mutuamente. A pesar de que muchos autores hayan intentado revelarse como creadores de la teoría de la dependencia, fuimos André Gunder Frank, Fernando Henrique Cardoso y yo. Considero eso una cuestión secundaria” (Dos Santos, 2002: 145-146).23 Frank (2003) hizo alguna referencia a este comentario de Dos Santos y estuvo totalmente de acuerdo con él, yendo aún más lejos al afirmar que no era sólo una cuestión secundaria sino que no debería ser un tema en absoluto.24
Después de dejar Chile en 1973 para nunca más volver a vivir en América Latina, Frank “reorientó” su investigación y publicó su último libro importante sobre Asia, que él mismo calificó como su mejor libro (Frank, 1998: v; Kay, 2011). A pesar de que América Latina ya no era el foco de su investigación, Frank permaneció firmemente arraigado a la región; como afirmó Dos Santos (2005b): Frank “se sentía ante todo un latinoamericano”. Su amistad superó la prueba del tiempo, como lo ilustra el hecho de que cada uno aportó un capítulo a un libro en honor del otro (Dos Santos, 1996; Frank, 1999). Tras la muerte de Frank en abril de 2005, Dos Santos escribió un conmovedor obituario en el que relataba la última visita de Frank a Brasil en agosto de 2003:
El propio André también pudo al fin regresar a Brasilia, São Paulo y Santa Catarina. A pesar de la etapa avanzada de su enfermedad, se propuso viajar a todos estos lugares para dar fe de que la teoría de la dependencia nació en 1963-1964 a partir de nuestros debates y descubrimientos en el magnífico entorno que ofrecía la Universidad de Brasilia para la enseñanza y el aprendizaje [Dos Santos, 2005a: 91].
Ahora bien, las reflexiones del cuarteto en la Universidad de Brasilia efectivamente sentaron el precedente de la TD, pero se desarrolló y maduró mediante la continuidad en su investigación en el CESO en Santiago. Tanto Dos Santos como Marini conservaron buenos recuerdos de su breve pero intenso periodo creativo en el CESO. En palabras de Dos Santos (2005b):
Exiliado en Chile como nosotros, André se incorporó al Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, de la que yo era director. También estuvieron Ruy y Vania, lo cual nos permitió realizar muchos proyectos en conjunto [...] La experiencia del gobierno de la Unidad Popular fue un gran estímulo para el trabajo intelectual, un laboratorio fantástico para analizar el cambio social y la revolución. Frank vivió esta realidad muy intensamente, con el apoyo de su esposa Marta, quien era chilena.
Dos Santos (1970a: 11) había elogiado también el ambiente fraterno del CESO por facilitar un debate abierto y franco, lo cual era por lo general poco común en los círculos intelectuales. Ruy Mauro Marini compartía ese afecto: “El CESO fue, en su momento, uno de los principales centros intelectuales de América Latina [...] el secreto de la intensa vida intelectual que lo caracterizó [...] fue la permanente práctica interna de diálogo y discusión” (citado en Cárdenas, 2015: 122).25
En los últimos años de su vida, Dos Santos recibió numerosos títulos de doctorado honoris causa de universidades de Perú, México, Argentina y Chile, así como múltiples distinciones y premios, entre ellos el Premio Mundial de Economía Marxista otorgado por la Asociación Mundial de Economía Política (WAPE, por sus siglas en inglés). Sorprendente y vergonzosamente, no recibió un doctorado honoris causa por la Universidad de Chile. Sin embargo, poco después de su fallecimiento, amigos y ex compañeros del CESO organizaron una ceremonia en honor a Dos Santos que se llevó a cabo en el edificio histórico más importante de la Universidad de Chile, a sólo un par de cuadras del Palacio Presidencial donde Allende murió el 11 de septiembre de 1973.
¿Sigue vigente la teoría de la dependencia? Su corriente estructuralista mutó en neoestructuralismo como una respuesta para lidiar con la arremetida del neoliberalismo, y quienes trabajaban dentro de la vertiente marxista gravitaron en gran medida hacia la teoría del sistema mundial. Mientras que la mutación en neoestructuralismo podría considerarse un paso atrás en el sentido en que incorporó elementos del neoliberalismo y abandonó algunos aspectos clave del estructuralismo (Gwynne y Kay, 2004), la transición a la teoría del sistema mundial podría considerarse una sucesión natural, especialmente para aquellos que eran sus precursores teóricos, como fue Dos Santos, aunque, a diferencia de Frank, quien abrazó completamente la teoría del sistema mundial, siguió usando el concepto de dependencia hasta su muerte.
Al intentar responder a la pregunta sobre su pertinencia, algunos especialistas han escrito sobre el valor duradero de la TD (Kay y Gwynne, 2000); sobre su vida, muerte y resurrección (Beigel, 2006); sobre su ascenso y caída, con una amplia opción a su posible redención (Cortés, 2016; Sánchez, 2003); sobre su actualización (Katz, 2019); su reformulación (Rodrigues, 2014); su regreso (Pimmer y Schmidt, 2015); para reafirmar su relevancia (Kvangraven, 2020; Özekin, 2020); sobre llevarla más allá de sus fronteras (Oliveira, 2019), y sobre su muerte (Vylder, 2020). Cualquiera que sea el veredicto sobre la vigencia de la TD, es indudable que resurgió después de la crisis financiera de 2007-2009.26 La pandemia desatada por la Covid-19 en 2020 también impulsará nuevas reflexiones sobre la dependencia y el sistema mundial.
X. Conclusión
La contribución de Theotonio Dos Santos a la teoría de la dependencia fue mayúscula y siempre será recordado por su trabajo pionero sobre el tema, así como por su aportación, aunque menor, a la teoría del sistema mundial. La TD refleja un periodo histórico en América Latina que influyó e inspiró los movimientos estudiantiles de las décadas de los sesenta y los setenta, así como a los movimientos antiimperialistas a nivel mundial. La TD también dio forma a los programas políticos y gubernamentales en varios países; reformó los planes de estudio y de investigación en muchas universidades, y ayudó a descolonizar nuestras mentes, si bien cabe admitir que ha habido retrocesos con el surgimiento de movimientos reaccionarios y el auge del neoliberalismo. Por ello el legado de Dos Santos como intelectual revolucionario sigue vigente.
Dos Santos estaba en la parte medular de este movimiento de dependencia. Aun sin tomar en cuenta el valor de estas teorías y la contribución de Dos Santos a éstas, puede reconocérsele con toda seguridad que alentó a nuevas generaciones de académicos y activistas a tomar los problemas reales que enfrenta el mundo como punto de partida, los problemas de sus propios países y sus pueblos. Le entusiasmaba abonar al camino hacia una ciencia social que reflejara las realidades del Sur dentro del contexto mundial, y desaconsejó constantemente la aplicación irreflexiva de teorías que provienen de una realidad diferente.27 Sus numerosos escritos y conferencias en todo el mundo fueron una inspiración y una motivación que llevaron a muchos a desarrollar una creatividad y un activismo intelectual críticos en favor de la humanidad.