El objetivo del libro es oponerse a las actitudes separatistas en general y, en particular, al caso de Cataluña. El mismo Savater advierte que «...esto es un panfleto. No un tratado, ni un estudio académico, ni una refutación erudita de puntos de vista ajenos... La cuestión del separatismo no es un tema para escribir una tesis..., sino una flecha envenenada que ha hecho diana en el mismo centro de nuestra convivencia nacional» (p.13). No obstante, decidí hacer una reseña del mismo porque, de modo análogo, el libro plantea temas de ardua discusión en la biopolítica: uno de ellos es el respeto a la diferencia dentro de un estado nacional. Sin duda, varias partes del libro no son una discusión académica en forma; no obstante, plantea preguntas acerca de ese límite difícil entre la igualdad y la libertad, el diálogo, la verdad y otros que están presente en los estados modernos.

Este libro posee dos partes. Una primera, «Contra el separatismo» (pp. 23-42), es la teoría general o los argumentos centrales contra el separatismo. La segunda es una colección de artículos, la mayoría de ellos publicados en El País (edición de España), relacionados o complementarios con la primera parte.

Savater menciona cómo la construcción del Estado moderno implica desaparecer o ampliar, si quiere verse así, los lazos comunes de las comunidades pequeñas (como en Grecia fueron los Deimos), por una estructura legal, que posteriormente será reconocido como el estado de Derecho. En pocas palabras, se tiene que establecer un marco legal que una lo diferente por el carácter de ciudadano. Por supuesto, de inicio no todos entraban en el estatus de ciudadanos, sino que se fue ampliando hasta llegar al siglo XX.

Es interesante cómo precisa Savater ese carácter de libertad e igualdad que surge en la Revolución francesa al desontologizar el concepto: «…que nacemos igualmente destinados a la ciudadanía con los deberes y garantías inherentes a ella y, especialmente, con idéntico derecho a decidir acerca de la gestión de la sociedad» (p. 29), independientemente del origen regional, lengua, religión etcérera.

Esta afirmación es crucial para discutir el separatismo. Este último termina siendo una regresión a estadios anteriores a las democracias, donde la comunidad que comparte caracteres especiales puede decidir sobre sí misma y por encima de los intereses del Estado. Savater defiende así algo bien conocido: debe haber un derecho a la educación, en particular cívica, que incluya incluso signos que articulen o establezcan o quizás recuerden esa pertenencia abstracta, que es la ciudadanía. En última instancia, una educación que evite el integrismo del tipo que sea, reconociendo que dentro de una sociedad democrática conviven estilos de vida diferente y a veces antagónicas, en donde el convencimiento es la única vía que tenemos.

Savater señala que las razones para rechazar el separatismo son (pp. 38-42): 1) es antidemocrático: los ciudadanos son los portadores de derechos, no los territorios. 2) Retrógrado. 3) Antisocial. 4) Dañino para la economía. 5) Desestabilizador. 6) Crea amargura y frustración. 7) Crea un peligroso precedente.

La segunda parte, titulada «Estocadas»¹ (pp. 43-91), presenta 11 pequeñas notas, publicadas principalmente en periódicos, que complementan y reiteran lo señalado en la primera parte.

En particular se realiza la comparación con el caso de Euskadi. Suele reiterar que la lengua y la educación en una sociedad democrática debe fomentar la inclusión y no generar divisiones. No niega que haya valores fundamentales de una nación, pero que por eso mismo se deben combatir los separatismos y regionalismos o, mejor dicho, sus excesos: «Uno puede querer a los suyos sin caer en nepotismo ni tampoco volverse nacionalista… Pero es sensato y muy aconsejable apreciar el Estado de derecho -y los símbolos nacionales que lo acompañan-, porque es el respaldo de la ciudadanía el que nos permite la libertad dentro de la igualdad» (p. 67).

El libro así es un panfleto, como dice el autor, pero inteligente, que nos ayuda a recordar los riesgos del igualitarismo así como los excesos individualistas.