INTRODUCCIÓN1
Los estudios de género emergieron en las ciencias sociales y las humanidades como un campo de conocimiento que estudia la construcción social del género. Esta área de estudio se originó en los movimientos sociales que luchaban contra la opresión y las desigualdades que sufren las mujeres como consecuencia de los roles de género que les son asignados. Por ello, las primeras investigaciones versaban sobre las mujeres o el feminismo. Empero, al incluirse como objeto de estudio en otras disciplinas, el concepto “género” se ha utilizado y definido de maneras muy diversas, de acuerdo con las áreas de investigación donde se aplica y las corrientes de pensamiento que respaldan las investigaciones. Debido a esto, a este nuevo campo de investigación se le denomina “estudios de género”, y está conformado por varias disciplinas independientes que incluyen la variable género y que, recientemente, se ha extendido hasta las llamadas ciencias duras (Hoppen, 2020).
En el ámbito de la bibliometría y la cienciometría, estudios de género previos han analizado las desigualdades en diversas áreas de conocimiento desde los indicadores tradicionales. Los resultados muestran el predominio en diferentes países de una baja participación de las mujeres en la mayoría de las áreas del conocimiento, una producción inferior de artículos científicos, las bajas tasas de citación que reciben, los sesgos de género en las citas y su segregación disciplinar (Andersen y Nielsen, 2018; Dion et al., 2018; Potthoff y Zimmermann, 2017; Thelwall, 2020; Van den Besselaar y Sandström, 2016). Más relacionado con el tema de estudio de este trabajo, se han realizado análisis bibliométricos para caracterizar los estudios de género a nivel mundial y en algunos países, así como su conformación disciplinar (Hoppen, 2020; Söderlund y Madison, 2015).
Es necesario analizar los estudios de género desde los indicadores bibliométricos tradicionales debido a que han sido ampliamente utilizados en América Latina para evaluar la actividad científica, a pesar de sus limitaciones. Así mismo, en México el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) basa la evaluación del desempeño en investigación de manera heterónoma y homogénea en todas las áreas de conocimiento en el Journal Citation Report (JCR) y el SCImago Journal Rank (SJR), y favorece los manuscritos publicados en revistas indizadas en Web of Science y Scopus. Sin embargo, la producción y el impacto en revistas indizadas al SCI o SJR no muestra los impactos académicos y sociales más amplios y ha fortalecido la producción de conocimiento con fines comerciales en detrimento de la ciencia abierta (Becerril et al., 2018; Gil-Antón y Contreras-Gómez 2017; Vasen y Lujano, 2017).
Esta política del CONACyT es causada por el control monopólico de Occidente sobre la producción y los flujos del conocimiento, lo cual se debe al imperialismo intelectual o académico que ocurre de manera simultánea con el imperialismo político y económico. Este fenómeno permanece intacto desde el siglo XVI y comenzó con el establecimiento del control directo de las universidades y las editoriales por parte de las potencias colonizadoras. En la actualidad, se presenta en forma de “neoimperialismo” y “neocolonialismo”, y causa dependencia académica, la cual genera que las instituciones sean receptoras pasivas de la agenda, los métodos de investigación y las ideas de Occidente, y que se consideren intelectualmente inferiores. La dependencia académica también se refleja en la estructura de la propiedad intelectual y las métricas de evaluación de la investigación, que obstaculizan la descolonización del conocimiento y la eliminación de la dependencia académica (Alatas, 2003).
Las métricas para evaluar la investigación se basan principalmente en dos indicadores bibliométricos: producción e impacto. Debido a que el número de publicaciones científicas y las citas han sido ampliamente utilizados como criterios por los comités de evaluación de la investigación a nivel mundial para otorgar nombramientos, distinciones, becas, fondos y ascensos, los estudios de la ciencia con perspectiva de género han analizado las diferencias históricas en estos indicadores, con el fin de verificar si el menor número de académicas en niveles superiores se debe a diferencias en el desempeño en comparación con sus pares académicos (Thelwall, 2020).
Respecto al indicador de impacto, en el ámbito académico se espera que las citas se den por el mérito científico o la relevancia de los hallazgos presentados en las publicaciones, sin importar el género o popularidad de quien lo escribe. Sin embargo, puede ocurrir que se decida citar a un autor por su prominencia, lo que ocasiona el “efecto Mateo” (así referido el fenómeno de acumulación de bienes, riqueza o fama), o que por prejuicios contra las mujeres se evite citar sus trabajos al considerarlos de menor relevancia y atribuir sus hallazgos a sus colegas masculinos, lo que genera el “efecto Matilda” (Potthoff y Zimmermann 2017). Los estudios que han buscado evidencia del “efecto Matilda” o del “efecto Mateo” en los diversos campos de conocimiento han encontrado que la mayor proporción de mujeres en una disciplina reduce estos efectos y aumenta la atribución de ideas al trabajo de las académicas (Dion et al., 2018).
En este sentido, las bases de datos del SNI han registrado, en el último decenio, una mayoría de mujeres (89.34 por ciento) que hacen investigación en estudios de género (CONACyT, 2021). Por ello, en este trabajo, en lugar de revisar estos indicadores de acuerdo con el género de las autorías, el análisis se centrará en las referencias bibliográficas utilizadas, debido a que estas prácticas repercuten en la evaluación de la investigación y en la consolidación e institucionalización del campo de conocimiento.
Otra dimensión que se puede observar en las referencias bibliográficas utilizadas es si el conocimiento producido es interdisciplinario. Los estudios bibliométricos previos que han hecho caracterizaciones de las publicaciones de los estudios de género han resaltado su carácter interdisciplinar y ofrecen, como evidencia, la gran diversidad de disciplinas que participan en la producción de conocimiento, tales como educación, sociología, historia, literatura, salud pública y psicología, entre otras (Hoppen, 2020; Lundgren et al., 2015; Söderlund y Madison, 2015). Empero, no muestran ninguna métrica de interdisciplinariedad que respalde estas afirmaciones.
La interdisciplina puede ser medida a través de las colaboraciones científicas de investigadores de diferentes disciplinas (Russell et al., 2006). Rhoten (2004) señala que la investigación interdisciplinaria sustancial se expresa en interacciones; el número promedio de conexiones es de seis personas de distintas disciplinas. En los estudios de género a nivel mundial, 75.58 por ciento de las publicaciones tienen uno o dos autoras/es y, aunque la tendencia a la autoría única ha disminuido, sigue siendo frecuente, lo cual es una característica reconocida en el campo de las humanidades y las ciencias sociales (Hoppen, 2020). En el caso de las publicaciones mexicanas de 1975 al 2020, 34.4 por ciento son de autoría única y 50 por ciento no supera los cinco autores. Los documentos que mayor número de autores tienen son intradisciplinarios y están dentro del campo de la psicología social. El gran número de autores en estas publicaciones a menudo se debe a que son estudios de caso que abarcan varios países. Por este motivo, el análisis sobre interdisciplina se basó en redes de cocitación, en lugar de las coautorías.
En este contexto, este trabajo presenta un panorama general para observar cómo están estructurados los estudios de género en México. Para ello se realiza una caracterización a partir de indicadores bibliométricos construidos con las publicaciones en revistas indizadas en Web of Science (WoS), con el objetivo de analizar las limitaciones de los indicadores bibliométricos utilizados en la evaluación del desempeño en investigación de este campo que presenta una alta especificidad. Así mismo, se analizan las referencias bibliográficas utilizadas, ya que estas prácticas repercuten en la evaluación de la investigación y en la consolidación e institucionalización del campo.
El análisis se realizó a partir de la observación de los siguientes indicadores bibliométricos: producción, impacto, estructura disciplinar y referencias bibliográficas utilizadas. La producción medida por el número de publicaciones anuales y el impacto medido por el número de citas son las dos métricas más utilizadas en la evaluación del desempeño en investigación en México. La estructura disciplinar conformada por las principales áreas que producen conocimiento en este campo permiten determinar si existe predominio de algunas disciplinas o si hay una gran dispersión entre muchas áreas del conocimiento. Las referencias bibliográficas compartidas posibilitan identificar a las autoras o autores más influyentes, la existencia de sesgos de género en la bibliografía utilizada y las comunidades científicas alrededor de temas de interés en común o la fragmentación del campo, lo cual repercute en su consolidación.
Cabe resaltar que este estudio no es exhaustivo, ni tiene como fin ofrecer una discusión teórica sobre los estudios de género, sino que es exploratorio y descriptivo, por lo cual puede contribuir a identificar futuras líneas de investigación. Con este propósito, el primer apartado describe las técnicas bibliométricas, software y datos utilizados. En el segundo apartado se presentan los indicadores bibliométricos y se discuten los resultados señalando sus limitaciones.
Metodología
Este trabajo se basó en técnicas bibliométricas para recuperar y analizar toda la producción científica mexicana publicada en revistas indizadas en WoS. La búsqueda se realizó por tema, desde el Core Collection de Web of Science, utilizando las palabras (feminism OR gender OR women) y por dirección (Mexico NOT New Mexico). Los resultados se refinaron por las categorías de WoS que pertenecen a las ciencias sociales y las humanidades. Se obtuvieron 2 mil 104 artículos para el periodo, los cuales se usaron para el análisis de cocitación, que se enfoca en detectar redes de conocimiento de autores con temas de interés en común con base en la cantidad de referencias compartidas (Zhao y Strotmann, 2008).
Con estos datos se construyó una matriz para relacionar artículos con referencias utilizando el software isi.exe,2 la cual sirvió para generar una red de dos modos en Pajek (De Nooy et al., 2018) y mapear el conjunto de artículos que tienen referencias compartidas. Después de observar la distribución de las referencias se estableció un umbral de al menos tres referencias compartidas, se eliminaron las relaciones con un umbral más bajo y se extrajo el componente mayor, para concluir en un total de 375 publicaciones (13 por ciento), las cuales comparten de 3 a 29 referencias. Para particionar la red se aplicó el algoritmo de modularidad VOS-“Multi-Level Coarsening + single Refinement” con una resolución de 0.5 y se obtuvo un total de 58 clúster con un VOS=0.986, que es un valor cercano a uno, lo cual indica una alta calidad de agrupación.
La visualización de los clústeres se generó también en Pajek, el cual agrupó en nodos del mismo color los artículos que comparten las mismas referencias. Las aristas indican el número de referencias compartidas y, por lo tanto, las relaciones entre artículos. A diferencia del análisis de cocitación, que se basa en documentos únicos sin importar si son del mismo autor, para identificar a las autoras y los autores más influyentes o más citados se consideró la frecuencia de aparición de los nombres del total de la muestra. Después, con los clústeres se construyeron módulos temáticos y se analizó la similitud de temas para observar intereses de investigación en común.
Análisis de datos y discusión de resultados
Se estima que los estudios de género iniciaron en la década de 1970, en Estados Unidos, con la tercera ola del movimiento feminista de activistas académicas (Hoppen, 2020). En el caso de México, los resultados muestran una producción exigua a partir de 1975 con una tendencia creciente a partir de 1996 (Gráfica 1), año en el que se observa un incremento del 150 por ciento de la producción.
Esto pudo deberse a que, desde la década de 1990, en todo el mundo se dio un aumento en el número de publicaciones y una tendencia a la institucionalización de los estudios de género, así como un mayor número de áreas del conocimiento involucradas; y después de 2010 se amplió el número de revistas de estudios de género (Hoppen, 2020). Este incremento, en el caso de México, en la última década (Gráfica 1), es el resultado de la implementación de una política de evaluación del CONACyT que exige publicaciones de artículos científicos en revistas indexadas al JCR para entrar y promoverse dentro del SNI. Por ello, la mayoría de las publicaciones son artículos (1 mil 552) y muy pocos son artículos cortos para ponencias (153) o capítulos de libros (109).
En general, el crecimiento en las publicaciones que se observa en la Gráfica 1 para todo el periodo (1975-2020) coincide con el lento avance en la institucionalización de los estudios de género en México, que se observa en la creación de programas o posgrados en la Universidad Nacional Autónoma de México (1992), la Universidad de Colima (1994), la Universidad Autónoma Metropolitana (1998, 2017), El Colegio de México (1983, 2002), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (2009), la Universidad Autónoma de Tlaxcala (2014), la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (2015) y la Universidad Veracruzana (2017), entre otras (CIEG, 2020). Así mismo, algunas de estas universidades son las que más publicaciones tienen (Tabla 1).
Universidad | Número |
---|---|
Universidad Nacional Autónoma de México | 324 |
El Colegio de México | 99 |
Tecnológico de Monterrey | 95 |
Instituto Nacional de Salud Pública | 91 |
Universidad de Guadalajara | 91 |
Universidad Autónoma de Nuevo León | 65 |
Universidad Autónoma Metropolitana México | 60 |
Universidad Veracruzana | 55 |
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla | 49 |
Universidad Autónoma del Estado de México | 49 |
Fuente: elaboración propia con datos de WoS.
La caída en la producción en el año 2020 se debe al impacto de la crisis generada por la pandemia de COVID-19 en las universidades y centros de investigación, que afectó fuertemente la productividad científica de las mujeres, quienes tuvieron que adaptarse de manera abrupta a un entorno online y a nuevos modelos educativos (López Belloso et al., 2021). Dado que los hogares se convirtieron en espacios de trabajo, las medidas de confinamiento afectaron especialmente a las mujeres con responsabilidades de cuidado. Las académicas tuvieron que dedicar mayor tiempo a la crianza de los hijos y a la educación desde el hogar, entre otras tareas de cuidados, lo cual ocasionó una disminución en la productividad de la investigación. A nivel mundial, desde el inicio de la pandemia las mujeres han presentado y publicado menor cantidad de artículos que los hombres (Górska et al., 2021).
Si bien estas tendencias en la producción se observan en general en todas las áreas del conocimiento, el primer desafío que presenta el indicador de productividad, basado en el conteo de publicaciones, es que no muestra el número real de manuscritos en el campo, debido a que las bases de datos (como WoS y Scopus) no contienen la categoría “estudios de género” en su clasificación disciplinar. Las búsquedas deben realizarse utilizando conceptos para buscar en títulos, resúmenes y palabras clave, lo cual ocasiona que los resultados incluyan artículos que utilizan la palabra género en el sentido del sexo biológico o como una variable de un estudio que no se escribió desde la perspectiva de género (Söderlund y Madison, 2015). La categoría “women´s studies” de WoS deja fuera una gran cantidad de estudios de género y arroja como resultado 313 manuscritos en la búsqueda de toda producción histórica de México.
Así mismo, si el documento no incluye la palabra género queda fuera de los resultados de búsqueda, pese a pertenecer a este campo del conocimiento, porque las búsquedas que se pueden realizar se limitan al uso de las palabras en el texto. Esto implica que los artículos de las posturas postmodernas que rechazan los conceptos que implican dualismos quedan fuera. Es claro, por lo tanto, que la cobertura de las bases de datos es poco fiable en este tema (Lundgren et al., 2015). Aunque existen bases de datos exclusivas sobre estudios de género, éstas no son un referente para los comités de evaluación, los cuales se basan en el número de publicaciones dentro de sus disciplinas.
Lo anterior se debe a la exigua institucionalización y falta de reconocimiento de la especificidad de este campo en el país, lo cual se puede observar en el funcionamiento del SNI, que es un referente nacional en política de evaluación científica. Hasta el 2019, el SNI no consideraba a los estudios de género como un campo de conocimiento, sino como una especialidad dentro de otros campos de estudio, lo que ocasionaba que las investigadoras tuvieran que adscribirse y ser evaluadas en ellos; y esto las colocó en desventaja.
En el 2020, los estudios de género se reconocieron como una especialidad dentro del SNI y en el 2021 se incluyeron como un campo de conocimiento en el área de humanidades y ciencias sociales; sin embargo, en el resto de las áreas no existe la posibilidad de seleccionarlos como campo de estudio. Es el caso del área de ciencias de la conducta y educación, donde la producción en este tema es alta. Otro inconveniente del sistema es que las subcategorías del campo están mal definidas y son inadecuadas para incluir la amplia diversidad de investigaciones que se producen. La plataforma sólo permite clasificar la producción en: “políticas públicas y ciudadanía”; “cuerpo y sexualidades”; “feminismo, historia y cultura”; y “salud y género”.
La falta de reconocimiento e institucionalización de este campo y el fomento de la investigación intradisciplinaria también ha afectado los patrones de citación, debido a que no se posibilita la acumulación de citas por la segregación de la investigación en una gran cantidad de disciplinas. Además, esto representa barreras para el intercambio e integración del conocimiento porque las citas reflejan la integración de los resultados de la investigación, sin lo cual no se puede saber cómo están relacionados los hallazgos (Potthoff y Zimmermann, 2017). Al analizar las referencias utilizadas en las investigaciones de género mexicanas no sólo se observa dispersión entre autores de diferentes disciplinas, sino también sesgos de género. De los 100 autores más citados, 48 por ciento son mujeres y 52 por ciento son hombres (Tabla 2); muchos de ellos no realizaron investigaciones sobre género.
Rank | Autora | Frecuencia | Rank | Autor | Frecuencia |
---|---|---|---|---|---|
3 | Judith Butler | 115 | 1 | Pierre Bourdieu | 146 |
4 | Ursula Oswald Spring | 100 | 2 | Michel Foucault | 115 |
5 | Marta Lamas | 98 | 9 | Amartya Sen | 59 |
6 | Marcela Lagarde | 88 | 10 | Hans Günter Brauch | 58 |
7 | Joan Wallach Scott | 66 | 12 | Roberto Castro Pérez | 48 |
8 | Raewyn Connell | 66 | 14 | Andersson Neil | 45 |
11 | Rita Segato | 49 | 15 | Douglas S. Massey | 44 |
13 | Brígida García | 48 | 16 | Murray Straus | 43 |
18 | Naila Kabeer | 39 | 17 | Albert Bandura | 41 |
19 | Emma Zapata Martelo | 39 | 20 | Geert Hofstede | 37 |
Fuente: elaboración propia con datos de WoS.
Estudios previos han señalado que los varones reciben más citas porque publican más que las mujeres (Aksnes et al., 2011; Van den Besselaar y Sandström, 2016). Sin embargo, en todas las áreas del conocimiento también existe evidencia de sesgos en las citas por homofilia de género, lo que causa que los académicos citen con mayor frecuencia autores masculinos y que las académicas sean más propensas a citar a sus pares femeninas (Potthoff y Zimmermann, 2017; Thelwall, 2020). Dado que las mujeres constituyen una masa crítica en el campo, cabría esperar más citas a trabajos de mujeres; si este fenómeno no se presenta, no se pueden descartar sesgos negativos de género implícitos en las prácticas de citación, incluso en las áreas más feminizadas del conocimiento y en los trabajos de autoras femeninas (Dion et al., 2018).
En el caso de las publicaciones mexicanas, la dispersión disciplinar contribuye a estos sesgos de género. Por ello, Potthoff y Zimmermann (2017) señalan que no se puede afirmar que se evita citar el trabajo de mujeres por prejuicios, sino que esto se debe al alcance de las contribuciones en ciertos campos de investigación, la conformación de la estructura del conocimiento, la fragmentación de la ciencia y los límites temáticos, que generan que las académicas citen principalmente fuentes de su propia área de investigación. Aunque los estudios de género han ido evolucionando hacia un campo por derecho propio, las teorías y métodos utilizados se derivan de otras disciplinas con una trayectoria académica más larga, lo cual se relaciona con un menor número de citas en comparación con los métodos intradisciplinarios (Söderlund y Madison, 2015).
El desarrollo de las perspectivas de género dentro de otras disciplinas académicas, distintas a los estudios de género per se, ocasiona que no haya un predominio de las citas del pensamiento feminista. Esto genera una gran variación del impacto, ya que el promedio de citas es 9.65, empero, la desviación estándar es de 15.53, debido a que las citas varían de cero (en 54 por ciento de los artículos) a 341. De un total de 10 mil 157 citas, sólo 9 artículos tienen más de 100 citas y algunos de ellos no fueron escritos desde la perspectiva género, sino que sólo incluyeron la variable “género” (Tabla 3).
Año | Título | Revista | Citas |
---|---|---|---|
1994 | “Continuities in Transnational Migration - an Analysis of 19 Mexican Communities” | American Journal of Sociology | 341 |
2001 | “How does Gender Affect the Adoption of Agricultural Innovations? The case of improved maize technology in Ghana” | Agricultural Economics | 242 |
2010 | “La Via Campesina: The birth and evolution of a transnational social movement” | Journal of Peasant Studies | 194 |
2001 | “Designing Agricultural Technology for African Women Farmers: Lessons from 25 years of experience” | World Development | 158 |
2011 | “Revisiting the Gender Gap in Time-Use Patterns: Multitasking and well-being among mothers and fathers in dual-earner families” | American Sociological Review | 153 |
2002 | “The Acceptability of Self-Collected Samples for HPV Testing vs. the Pap Test as Alternatives in Cervical Cancer Screening” | Journal of Women’s Health & Gender-based Medicine | 136 |
2006 | “Physical and Sexual Assault of Women with Disabilities” | Violence Against Women | 126 |
2007 | “The Determinants of Research Output and Impact: A study of Mexican researchers” | Research Policy | 122 |
2008 | “Knowledge and Use Value of Plant Species in a Raramuri Community: A gender perspective for conservation” | Human Ecology | 102 |
2000 | “Making Carpet by the Mile”: The emergence of a Mexican immigrant community in an industrial region of the US historic South” | Social Science Quarterly | 94 |
Fuente: elaboración propia con datos de WoS.
Esto se debe a que las investigaciones de género se dan dentro de una amplia gama de preocupaciones que incluyen la variable “género” tanto de manera centralizada como periférica. Por ello, las investigadoras publican en revistas de sus respectivas disciplinas, no en revistas de género, porque escriben desde un enfoque intradisciplinario. El número de revistas donde se publica es muy alto (844) y las que más concentran publicaciones no están especializadas en género (Tabla 4). Es el caso de la International Journal of Sexual Health, con el número más alto de publicaciones (52).
Revista | Número de artículos |
---|---|
International Journal of Sexual Health | 52 |
Revista Inclusiones | 39 |
American Journal of Human Biology | 39 |
Revista Ra Ximhai | 28 |
Historia Mexicana | 27 |
Value in Health | 25 |
Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales | 25 |
Noesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades | 25 |
Agricultura Sociedad y Desarrollo | 25 |
Colmena. Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México | 24 |
Fuente: elaboración propia con datos de WoS.
Hoppen (2020) reporta tendencias similares a nivel mundial en este campo de estudio, con una producción muy dispersa entre revistas, instituciones y países. Estados Unidos, que es el país con mayor producción, posee sólo 2.24 por ciento del total. Para el caso de México esto se pudo corroborar al revisar dónde fueron publicados los artículos más citados, ya que sólo dos artículos están publicados en revistas especializadas en género (Tabla 3). La dispersión disciplinar presenta desventajas para las académicas dedicadas exclusivamente a esta área, porque las citas no sólo son indicadores de impacto, sino también de visibilidad e influencia (Andersen y Nielsen, 2018). Esto ocasiona que las académicas que están haciendo investigaciones de género sean evaluadas con los criterios de otras áreas del conocimiento más consolidados; es decir, con tasas de producción, citación y visibilidad más altas.
Al analizar el contenido de los títulos y las palabras clave se hace evidente que los estudios de género en México se caracterizan por contener investigaciones enfocadas en su propio campo y sin relación con los estudios sobre la distribución asimétrica del poder entre hombres y mujeres o el género como constructo social y cultural. Si bien esto se debe a que no existe una categoría disciplinar en las bases de datos para clasificar los estudios de género adecuadamente, y las búsquedas no permiten hacer una discriminación idónea de los resultados, también es consecuencia de que las autoras y los autores publican en revistas que no se especializan en este campo, aun cuando escriben desde la perspectiva de género.
Otro desafío en este campo es que la amplia y vaga definición de los estudios de género causa dificultades para analizarlos desde la bibliometría, en comparación con otras áreas de investigación (Lundgren et al., 2015; Söderlund y Madison, 2015; Madison y Söderlund, 2016). Es el caso de las colaboraciones interdisciplinarias, que en general se reflejan en las coautorías y las disciplinas de adscripción de los coautores. Sin embargo, en los estudios de género esto se dificulta debido a la tendencia a la autoría única, como se mencionó en la introducción.
Las colaboraciones interdisciplinarias son valiosas porque generan comunidades científicas en torno a problemas de investigación complejos que requieren contribuciones de diversas áreas. La colaboración interdisciplinaria se mide por el número de interacciones cercanas para crear conocimiento, en contraposición con individuos vagamente conectados que se insertan en la estructura tradicional disciplinar (Rhoten, 2004). Debido a la falta de información sobre redes informales, su estudio se ha basado en estructuras formales, identificadas a través de las publicaciones en un tema. Estas comunidades pueden observarse al agrupar autoras y autores en redes bibliográficas por medio del análisis de cocitación, mismo que detecta grupos densamente conectados, lo cual indica que están leyendo los mismos textos, que comparten intereses u objetivos y que dotan de un significado similar a sus conceptos (Teixeira, 2011).
En el caso de México, dado que los estudios de género tienen escaso nivel de institucionalización (Buquet et al., 2020), es importante analizar cómo está conformada la estructura de conocimiento, lo cual posibilitará determinar si es un campo interdisciplinario. Para revisar esta cuestión se realizó un análisis de cocitación o referencias bibliográficas en el que se pueden observar los patrones de comportamiento de las comunidades disciplinarias, así como la estructura intelectual de las áreas de conocimiento, a través de su aparato referencial (Zhao y Strotmann, 2008). Este análisis permite hacer inferencias sobre los paradigmas en dominios de conocimiento, debido a que un documento citado está relacionado en contenido con los documentos que lo citan y las citas son indicadores de uso, calidad, impacto, influencia y obsolescencia de la literatura científica (Garfield y Merton, 1979).
Las comunidades científicas se caracterizan por tener un patrón de referencias en común. Esto no sólo implica que están leyendo la misma literatura, sino que comparten objetivos científicos, lo cual podría conducir a múltiples programas de investigación interconectados, en lugar de trabajar en agendas aisladas de investigación. Dado que no todo tema de estudio tiene desarrollo de comunidades científicas, se debe evidenciar la existencia de estos vínculos densos entre investigadores e identificar temas interrelacionados a través de autores influyentes en el campo para determinar la dirección de un tema (De Solla Price, 1963; Teixeira, 2011).
A mayor cantidad de referencias bibliográficas compartidas mayor es la cohesión de una comunidad, debido a que los autores comparten objetivos de investigación y los dotan del mismo significado, lo que conduce a la institucionalización de un campo de conocimiento. Como se puede observar en las redes bibliográficas de la Gráfica 2, éste no es el caso de los estudios de género en México, ya que de 2 mil 104 publicaciones sólo 375 (13 por ciento) comparten de 3 a 29 referencias. Por lo tanto, no es un campo consolidado e interdisciplinario, ya que la interdisciplina implica cruzar las fronteras disciplinares “para crear una base común de explicación” (Wilson 1998: 8) y un modelo integrador multiobjetivo. Las conexiones interdisciplinarias son fundamentales porque permiten investigar problemas complejos de manera unificada al fusionar saberes para crear nuevo conocimiento (Rhoten, 2004).
A nivel mundial los estudios de género son un campo de estudio en crecimiento, pero en algunos países son apenas una disciplina emergente, lo cual se refleja en sus contenidos y las citas (Söderlund y Madison, 2015). Éste es el caso de México, ya que, a diferencia de otros campos de estudio que se caracterizan por tener clústeres con una alta cantidad de nodos densamente conectados al interior, la Gráfica 2 muestra una exigua cantidad de clústeres con esas características.
Además, al organizar estos clústeres en módulos temáticos, construidos mediante una asociación semántica de los títulos de los artículos, se puede observar que, aunque hay temas de interés compartidos (Tabla 5), son pocos los clústeres que citan los mismos autores (Gráfica 2); de ello se puede inferir que sus programas de investigación específicos no están dirigidos a un objetivo común, ya que no hay grupos cohesionados que aborden problemas bien definidos, sino investigadores aislados (Rhoten, 2004).
Módulo | Clústeres | Tema | Vértices |
---|---|---|---|
1 | 1, 3, 8, 9, 12, 22, 26, 37 | Mujeres en la economía y la empresa | 96 |
2 | 5, 6, 10, 21, 28, 33, 36, 40, 42 | Salud de las mujeres (cáncer, reproducción, menstruación, anticoncepción, VIH, aborto, peso) | 61 |
3 | 19, 20, 27,30, 32, 49 | Mujeres, liderazgo y comportamiento organizacional | 45 |
4 | 13, 16, 17, 18, 23 | Violencia contra las mujeres y masculinidad | 42 |
5 | 14, 39, 41, 46, 51 | Estudios antropológicos de la mujer | 23 |
6 | 4, 15, 44 | Trata de mujeres con fines de explotación y trabajo sexuales | 23 |
7 | 2, 34, 55, 56 | Programas sociales para mujeres | 17 |
8 | 11, 45,48 | Mujeres, ecología y sustentabilidad | 12 |
9 | 7, 54 | Matemáticas y género | 11 |
10 | 29, 38, 58 | Estudiantes, género y TIC | 9 |
11 | 35, 57 | Orientación sexual y actitudes | 7 |
12 | 31, 50 | Migración y género | 7 |
13 | 24, 25 | Mujeres en la literatura y lingüística | 7 |
14 | 52, 53 | Mujeres y uso de la tecnología | 6 |
15 | 43 | Mujeres en la academia y la ciencia | 5 |
16 | 47 | Familia, embarazo y adolescentes | 4 |
Total | 375 |
Fuente: elaboración propia en Pajek con datos de WoS.
La poca cantidad de artículos que comparten referencias (13 por ciento) con umbrales bajos evidencia que los estudios de género en México muestran fragmentación, la cual se presenta donde hay falta de interrelaciones. La fragmentación de la ciencia es preocupante porque plantea límites para el intercambio, la integración y el crecimiento acumulativo del conocimiento; así mismo, representa un gran obstáculo para que los hallazgos de la investigación adquieran importancia (Potthoff y Zimmermann, 2017).
Esto podría deberse a que gran parte de la producción se da en otras áreas consolidadas que incluyen la variable “género” en sus investigaciones, pero que no están vinculadas a los estudios feministas, lo cual ocurre a nivel mundial, no sólo en México (Hoppen, 2020). El término “estudios de género” se usa para denotar una diversidad de enfoques intradisciplinarios o intermedios y, en algunos casos, también interdisciplinarios (Lundgren et al., 2015).
Aun con las limitaciones que presenta el indicador de interdisciplina basado en los datos de WoS, no se puede descartar que sea una aproximación válida que hace evidente la fragmentación, debido a que no hay consensos teóricos en el campo (Lundgren et al., 2015). En este sentido, las publicaciones mexicanas se relacionan con 259 categorías disciplinares de WoS y sólo 45 de ellas se identifican como estudios de la mujer (Tabla 6).
Disciplina | Publicaciones |
---|---|
Social sciences, interdisciplinary | 239 |
Education & educational research | 213 |
History | 126 |
Humanities, multidisciplinary | 126 |
Sociology | 78 |
Economics | 69 |
Psychology, clinical; public, environmental & occupational health; social sciences, interdisciplinary | 52 |
Women’s studies | 45 |
Social issues | 45 |
Political science | 42 |
Fuente: elaboración propia con datos de WoS.
La conformación de los estudios de género, tan dispersa en diferentes disciplinas y revistas, plantea desventajas para las académicas dedicadas de manera exclusiva a este campo, ya que los indicadores bibliométricos se consideran imparciales y son muy utilizados por los comités de evaluación de la investigación, los cuales se establecen de manera disciplinar. Entre los retos que presentan los estudios de género también está la conformación de la estructura académica actual de las universidades, que en realidad no está preparada para transitar hacia la interdisciplina, ni ofrece incentivos para ello. Además, en las evaluaciones las prácticas interdisciplinarias no son recompensadas por igual en comparación con la investigación disciplinaria (Rhoten, 2004).
El reconocimiento de esta especificidad en Europa ha generado que, dentro del campo de las humanidades y las ciencias sociales, se haya propuesto utilizar el “marcado de género” para facilitar la organización de la evaluación en: enfoque de género, perspectivas de género y aspectos de género. Esta taxonomía no se refiere al “nivel de contenido de género”, sino a que la investigación demuestre conocimiento de la tradición de los estudios de género para contabilizarla como publicación dentro del campo. Esto implica que los “estudios de género” connota una forma de pensar, no un campo que puede ser delimitado (Lundgren et al., 2015). Más que una solución, esto es un ejemplo de un esfuerzo institucional por adoptar criterios más justos de evaluación.
Dado que la ciencia afirma basarse en la meritocracia, las diferencias en la productividad y las citas relacionadas con el género sirven para justificar las brechas en las carreras académicas. Revisar la estructura de un campo y sus indicadores contribuye a visibilizar si las desigualdades están relacionadas con sesgos de género, lo que hace más lento el avance de las investigadoras y las limita a puestos inferiores, manteniéndolas infrarrepresentadas (Van den Besselaar y Sandström, 2016).
Finalmente, esta mirada a los estudios de género hace visible la imperiosa necesidad de superar el neoimperialismo o neocolonialismo académico, que influye en la política científica de nuestro país y, por ende, en los sistemas de evaluación y flujos de conocimiento al privilegiar los fines comerciales (Alatas, 2003). Al utilizar el JCR y el SJR como referentes se impide que se visualice el impacto científico, económico, político, social y cultural de los resultados de la investigación en la región. Si bien no existen instrumentos para medir estos cambios o determinar cuánto ha contribuido una investigación a generarlos, es innegable que se necesita reconsiderar los indicadores para evaluar la investigación (Reale et al., 2017), sobre todo en un campo tan específico como los estudios de género.
Conclusiones
Este trabajo presenta un panorama de los estudios de género en México a través de un estudio exploratorio y descriptivo de las publicaciones científicas en WoS, para determinar las implicaciones de la investigación en materia de evaluación. Las técnicas bibliométricas aplicadas posibilitaron identificar una gran dispersión entre disciplinas, revistas y citas, así como la inexistencia de comunidades científicas con agendas de investigaciones comunes, lo cual evidencia la falta de institucionalización del campo y de reconocimiento de las investigadoras, que deben adscribirse a otros campos del conocimiento consolidados. Esto las deja en una posición de desventaja en los procesos de evaluación de la investigación, ya que deben ser comparadas con pares de disciplinas con indicadores del desempeño más sólidos.
Los resultados también muestran las limitaciones de los indicadores tradicionales y la necesidad de institucionalizar el campo, al reconocer su especificidad en los procesos de evaluación. Así mismo, es crucial cohesionarse en torno a agendas comunes de investigación, ya que la fragmentación de la ciencia no permite integrar los resultados y plantea serias limitaciones para la comprensión de un fenómeno. Aunque se espera que las citas se den por la relevancia y calidad de un trabajo, no por las características o el género de los autores, en sociología de la ciencia hay evidencia sólida que demuestra que la reputación o prominencia de un autor influye en las decisiones de citación y ocasiona el llamado “efecto Mateo”. Por ello, se debe reflexionar sobre las prácticas de citación (Potthoff y Zimmermann, 2017).
Revisar el estado de los estudios de género a través de indicadores bibliométricos tiene relevancia debido a que en México actualmente es obligatorio pertenecer al SNI para desempeñarse en investigación en las universidades del país; además, los comités de evaluación del SNI valoran la cantidad por encima de la calidad, porque evaluar la calidad implicaría mayor cantidad de recursos humanos y tiempo para poder hacer revisiones cualitativas con expertos en cada línea de investigación. Dado lo anterior, las evaluaciones se limitan a indicadores cuantitativos basados en las métricas de WoS y Scopus (Castaños-Lomnitz, 2006), las cuales implican una lógica comercial que funciona en contra de las publicaciones en acceso abierto (AA) no comercial, que se producen para considerar las peculiaridades y las necesidades de nuestra región (Becerril et al., 2018). Los resultados de este trabajo muestran las limitaciones del sistema de evaluación vigente, cuyos criterios de valoración no pueden medir el impacto político, cultural, social y económico que han tenido los estudios de género.