Capullo y metamorfosis

El título Metamorfosis ya lleva una historia a cuestas: la continuación de un legado en el tiempo. En ese sentido encontramos, entre muchas otras cosas, nombres propios, palabras, categorías, conceptos y sujetos que traen el pasado consigo y proyectan su existencia al futuro, a otros individuos que transformarán el sentido de lo ya pensado, de lo ya construido.

La propuesta de Emanuele Coccia representa una vuelta a las formas más básicas y a los significados más orgánicos. Un golpe al antropocentrismo moderno y a la manera de construir nuestro mundo y las relaciones que tenemos con él. Un nuevo giro epistemológico que se vuelca contra sí: a lo primero que se enfrenta es al sujeto y a su cognición universalista. No es la otredad vuelta hombre-dios, sino el mundo en y frente a nosotros, como conexiones biológicas que tejen un infinito sentido de la vida orgánica. Parte del cosmos hasta regresar a él, pasa por el vientre biológico, materno, social, político, simbólico y así no somos más contenedores de sentido y conocimiento, sino el paso de una energía universal que nunca se detiene, sólo se transforma.

Este nuevo orden de cosas arranca por aceptar el movimiento y el cambio como procesos naturales en los cuales está todo el universo, creando conexiones, relaciones y evoluciones interespecie a cada instante. No se trata del tiempo político de la modernidad progresista, sino del tiempo cósmico de la metamorfosis, que transforma individuos y genera la posibilidad de crear otros: desde el aire que permite que cada ser humano dé su primer aliento hasta los virus que reconfiguran sistemas biológicos y cambian el mundo por completo.

Emanuele Coccia

El autor de esta obra es un filósofo italiano que, a lo largo de sus obras, ha presentado argumentos provocadores para pensar los nuevos contextos y realidades en donde los cambios se hacen más evidentes. Coccia se ha especializado en el periodo medieval, con una fuerte influencia del trabajo de Giorgio Agamben. En su pensamiento rescata autores poco explorados por el canon filosófico actual, como el caso de Averroes, Ovidio y las escuelas presocráticas. Sus propuestas filosóficas ponen sobre la mesa discusiones audaces, apuntan a una refundación de la manera como vislumbramos y analizamos nuestra realidad como especie humana, y nuestra relación con el planeta y el universo.

En Metamorfosis, su séptima obra publicada, se lee una acumulación y evolución del desarrollo argumentativo de temas analizados a lo largo de su quehacer filosófico: el mundo natural, su relación con la especie humana y sus fenómenos culturales, los procesos orgánicos, el cosmos, etcétera. Encontramos un esfuerzo por construir una nueva ontología que escape del antropocentrismo moderno y se configure de cara al universo y las demás especies con quienes compartimos la existencia universal.

Al final de todo, sólo hay metamorfosis

Desde el inicio de Metamorfosis nos damos cuenta de sus intenciones y del espectro de análisis que pretende cubrir. Configurada por cinco secciones -nacimientos, capullos, reencarnaciones, migraciones y asociaciones-, es el o los comienzos de la vida de las distintas especies y su continuidad, el punto de arranque de lo que parece ser una nueva cosmogonía/ontología que escapa a los vicios y fracturas heredados por la modernidad. Premisas como “la vida de cualquier ser vivo no comienza con su propio nacimiento: es mucho más antigua”¹ y “si nuestra vida comienza mucho antes de nuestro nacimiento, también se termina mucho después de nuestra muerte. Nuestro aliento no se agota en nuestro cadáver: alimentará a todxs lxs que encuentren en él una Cena sagrada”,² comienzan a tejer esta nueva concepción de la existencia, donde la metamorfosis está en todos los individuos del universo: los relaciona, los atraviesa; transforma radicalmente la manera como la filosofía contemporánea, la religión y la ecología, entre otras ciencias, explican y justifican la existencia y el desarrollo del ser humano y el universo.

Luego de dejar claras las premisas, en los capítulos subsecuentes hallamos la manera en que el filósofo italiano construye su argumento. Reformulará conceptos como la vida, la muerte, el nacimiento, el cambio, el movimiento, la evolución; todos en torno al motor o concepto principal del libro: la metamorfosis como orden natural de existencia. En este proceso, se verá la vida como una constante transformación y continuación, la cual atraviesa las diferentes especies del universo; y a la identidad de los sujetos, ya no como un límite sino como una condición de posibilidad para un futuro que ya está cimentado en el presente. Esta vida, que continúa y no se delimita por el tiempo de las especies, sino por el cambio y la transformación sin límite que modifican sus relaciones y entornos, es lo que comenzamos a vislumbrar como metamorfosis.

La metamorfosis, en su avance transformador, escala a un nivel político cuando reformula las ideas de casa y vínculo: la manera como las civilizaciones se ven y configuran a sí mismas. Desde luego, el filo crítico de esta nueva propuesta filosófica no deja de lado los elementos fundamentales de nuestra realidad. En este punto, el autor nos lleva a pensar de manera distinta la ciudad, el tiempo como progreso, la nutrición, la ecología, el arte y el cosmos.

En este repensar se tomará en cuenta, como desde el inicio del libro, a todos los individuos -humanos o no- que conforman nuestra única casa -el planeta-, y la relación interespecie que les da posibilidad de ser. De tal modo, se plantea una nueva relación y una nueva forma de actuar, por lo tanto, inequívocamente proyecta una nueva política del ser humano con el mundo.

Al final, esta obra nos deja con la responsabilidad de un análisis distinto, que nos permita virar el rumbo planetario para enfrentar de mejor manera las crisis presentes y futuras. Bajo la concepción de “saber planetario”, o el análisis y conocimiento de la propia casa, Coccia propone reconfigurar viejas concepciones para las nuevas realidades que nos constituyen. Este análisis, nos dice el filósofo italiano, debe comenzar por mirar la vida que está en el presente y nos atraviesa, ya que en ella podemos detectar, desde ahora, los rastros de un futuro:

[…] todo lo que aparece sobre la Tierra es futuro anticipado bajo la forma de apuesta. Todos los cuerpos de la Tierra son un fondo especulativo. Ella misma es un cuerpo futuro y futurista -el futuro de todos los cuerpos-. Esto es lo que debemos aprender. No hay que respetarla por su fragilidad. Debemos vivirla de modo diferente, ya que el planeta es nuestra carne futura. La carne de mañana, de pasado mañana y de mil millones de años por venir.³