SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.31 número62El desplome electoral de la democracia cristiana chilena, 1989-2021El Geoparque Mundial UNESCO Mixteca Alta (GMA) como espacio de construcción y aplicación de metodologías participativas índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Perfiles latinoamericanos

versão impressa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.31 no.62 México Jul./Dez. 2023  Epub 31-Maio-2024

https://doi.org/10.18504/pl3162-009-2023 

Artículos

Tensiones institucionales del periodismo a propósito de las tomas feministas en Chile

Institutional tensions in journalism in relation to feminist protests in Chile

Vanesa Saiz-Echezarreta* 
http://orcid.org/0000-0003-1700-0296

Paulina Gómez-Lorenzini** 
http://orcid.org/0000-0002-6261-7722

Belén Galletero-Campos*** 
http://orcid.org/0000-0002-9549-9507

*Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid (España). Profesora Titular en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla La Mancha (España) vanesa.saiz@uclm.es

**Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid (España). Decana y docente de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile paulina.gomez@uc.cl

***Doctora en Periodismo por la Universidad de Castilla-La Mancha (España). Profesora Titular en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla-La Mancha belen.galletero@uclm.es


Resumen

Las tomas feministas en universidades chilenas en 2018 supusieron un acontecimiento mediatizado que para los periódicos de referencia El Mercurio y La Tercera implicó una cobertura que trasluce tensiones entre la voz enunciativa del periodismo como institución y la necesidad de hacerse eco del feminismo de base, protagonista de los movimientos. Desde una semiótica indicial que reconoce los textos como objetos culturales, este estudio, basado en 130 piezas, revela, en medios con posiciones editoriales diferentes, un discurso periodístico compartido que emana de una institución generizada, que muestra dificultad para comprender y comunicar el fenómeno, lo que evidencia mediante el posicionamiento enunciativo adoptado.

Palabras clave: periodismo; feminismo; semiótica; institucionalismo; Chile; opinión pública

Abstract

The feminist protests in Chilean universities in 2018 were a mediatized event that, for the newspapers El Mercurio and La Tercera implied a coverage that reveals tensions between the enunciative voice of journalism as an institution and the need to echo grassroots feminism, the protagonist of the movements. From an indexical semiotics, which recognises texts as cultural objects, this study, based on 130 pieces, reveals, in media with different editorial positions, a shared journalistic discourse emanating from a gendered institution, which shows difficulty in understanding and communicating the phenomenon, as evidenced by the enunciative positioning adopted.

Keywords: journalism; feminism; semiotic; institutionalism; Chile; public opinion

Introducción1

Durante los últimos cinco años, Chile ha vivido un periodo de profundos cuestionamientos al modo de organización política y económica, así como a diversas definiciones en materia social y cultural. Estos cambios han abarcado desde el pacto constitucional hasta las propuestas en torno a la identidad de género, el aborto y la eutanasia, poniendo de relieve fracturas que atraviesan el país en temas de desigualdad de clase, género o raza, además de tensiones intergeneracionales. En este contexto se inscriben las tomas feministas de las universidades chilenas en 2018, conocidas como “el mayo feminista chileno” (Zerán, 2018); acciones reivindicativas dirigidas por mujeres jóvenes universitarias, que hicieron emerger una realidad latente a partir de la conexión de denuncias particulares de acoso sexual en el ámbito universitario con otras dimensiones de la violencia y desigualdad de género (Pedreros Muñoz, 2019; Ponce et al., 2019).

La inscripción de este problema social como un problema público fue posible porque las protestas conectaron emocionalmente con las movilizaciones estudiantiles de la “Primavera Chilena” en 2011, en pro de una educación de calidad (De Fina Gonzalez & Figueroa Vidal, 2019; Lamadrid Alvarez & Benitt Navarrete, 2019). También, porque se alinearon con el movimiento feminista internacional del #Metoo, con las marchas multitudinarias como #Niunamenos en 2017 y con el #8M un año después (Urzúa Martínez, 2019), cuyo espíritu tuvo continuidad en la acción viral internacional “Un violador en tu camino” (2019), de origen chileno. En 2018, las denuncias sobre violencia sexual en el marco del patriarcado alcanzaron un punto de inflexión a nivel internacional y en el país, aunque surgen en 2016 desde la Universidad Austral (Hiner & López Dietz, 2020).

Este artículo analiza la cobertura periodística de las tomas feministas de las universidades en Chile en 2018, con el propósito de generar una reflexión más amplia sobre la condición del periodismo como institución y su participación en la construcción del espacio público mediante sus discursos. Defendemos que, dentro de esta corriente de movilizaciones, el periodismo, representado por dos de sus medios históricos de referencia, El Mercurio y La Tercera, se vio afectado por el cuestionamiento del statu quo que supusieron las tomas feministas.

De forma específica, sostenemos que la cobertura de estas acciones reivindicativas puso en jaque valores patriarcales y acuerdos afectivos tradicionales que caracterizan el seno de las redacciones. Al interpelar las posiciones de privilegio, el feminismo hizo emerger tensiones e incomodidades que se tradujeron en el relato informativo. Se vislumbra que, al margen de las diferencias en la línea editorial, hay un trasfondo compartido en el discurso periodístico sobre las tomas que interpela el acervo del periodismo como institución generizada (Bachmann, 2020) y que se puede observar mediante el posicionamiento enunciativo.

La perspectiva teórica del neoinstitucionalismo analiza los discursos metainstitucionales, especialmente en momentos de crisis, mediante los que el periodismo se legitima y reflexiona sobre sí mismo (Carlson, 2016; Hanitzsch & Vos, 2017). En esta contribución se aborda el análisis de las tensiones descubiertas a nivel enunciativo en torno al asunto polémico de las tomas feministas, desde el que se enmarca el problema público del acoso sexual, vinculado a reivindicaciones como la educación no sexista. En esta cobertura, comprendida como un índice de las prácticas y valores institucionales, se pusieron en juego creencias, se cuestionaron horizontes de sentido y modos de comprender los fenómenos sociales, que afectaron a las posiciones privilegiadas en torno al saber y la legitimidad de las voces de autoridad, entre otras, del periodismo como institución. Los contextos controvertidos plantean “un desafío directo a las funciones interpretativas del periodismo, dando lugar a ‘una lucha continua’ entre elementos en competencia de ‘tono, modalidad, volumen y dominio de los hablantes en un público determinado’” (Lünenborg & Medeiros, 2020, p. 34. Traducción propia).

La hipótesis es que los reclamos de las tomas feministas no encajan con el espíritu del posfeminismo,2 ni están alineados con el discurso neoliberal meritocrático que prima en las luchas por la igualdad en el país (Bensa Morales, 2019; Godoy Ramos, 2016). Hay estudios que apuntan a que es precisamente “el neoliberalismo y su promesa incumplida de emancipación” lo que opera en la base del malestar y de la ola feminista (Ruiz Encina & Miranda Medina, 2018). Creemos que el trabajo informativo y de opinión sobre estos acontecimientos forma parte del proceso interactivo en el que los actores negocian el cambio institucional (Hanitzsch & Vos, 2017, p. 120). Mediante la participación e intermediación en los procesos de definición, desarrollo y deliberación de los problemas públicos, los medios construyen una voz enunciativa desde la que se puede rastrear qué dice el periodismo de sí mismo, qué valores y horizontes de sentido defiende como actor institucional. El producto informativo funciona como un factor que, en términos peirceanos, es un interpretante de la institución en su conjunto.

Desde una dimensión reflexiva, nos preguntamos: ¿cuáles fueron las limitaciones y retos de los periódicos chilenos a la hora de cubrir el cambio cultural que supuso el desborde de las tomas feministas? ¿Fueron capaces de incorporar una autocrítica en la escucha de los reclamos feministas? Las preguntas se formulan a partir del planteamiento de algunas autoras (Djerf-Pierre, 2007) que sustentan que el periodismo no es neutro en términos de género, sino que es una institución generizada, en la que los pilares se asientan sobre valores vinculados a la hegemonía masculina. Al sostener sus ideologías, prácticas, normas y sistemas de sentido, opera performativamente, participando en la estabilización -y o modificación- del sistema de género (Jenkins & Finnema, 2018; Ruoho & Torkkola, 2018).

El periodismo como institución generizada

Consideramos la institución periodística como un conjunto sistematizado de principios de acción, reglas y creencias estabilizadas en el tiempo, que atañen a un área específica de la vida política y social, constituyendo un saber experto sobre la actualidad informativa (Benson, 2006). Sin embargo, las formas del periodismo como institución no pueden comprenderse solo con relación a cómo funciona y se discute en su propio campo, sino también considerando su relación amplia con la sociedad (Lünenborg & Medeiros, 2020). Así, las perspectivas neoinstitucionales (Carlson, 2016) insertan al periodismo en un contexto sociocultural, económico y político amplio, con el fin de observar cómo las rutinas y reglas organizacionales que guían la producción informativa (Sparrow, 2006, p. 155) reflejan las normas de la sociedad (Kaplan, 2006, pp. 173-174). La cultura profesional, en sentido bourdiano, es al mismo tiempo limitadora y capacitante, constrictiva y constitutiva, y los actores -los profesionales de los medios aquí- provocan o resisten los cambios, pues los valores y prácticas están sujetos a procesos de reapropiación, reinterpretación, recreación y contestación (Lünenborg & Medeiros, 2020).

Como explican Hanitzsh & Vos (2017), r35roles e identidades periodísticas son estructuras de sentido que funcionan de manera implícita, hasta que una disrupción o innovación fuerza su explicitación y discusión, haciendo emerger el sistema mediante los discursos. El auge del feminismo chileno y, en concreto las tomas, supusieron un desafío editorial, pues es posible que irrumpieran en la agenda social antes de que los propios periódicos hubieran reflexionado sobre sus posiciones políticas y editoriales acerca de los postulados feministas.

Se espera que los periodistas actúen de forma autónoma, que definan y hagan cumplir sus propias reglas y prácticas (Benson, 2006). En línea con la noción del sujeto burgués moderno, en su definición ontológica se suele dotar al periodismo de un sentido de integridad y completitud; pero este sueño moderno de cohesión y consenso es una falacia (Deuze & Witschge, 2018). Frente a esta ilusión de autonomía, existen múltiples factores que están alentando la reconfiguración institucional del periodismo: la precarización, digitalización, polarización política, las prácticas de desinformación… Y entre ellos están el feminismo y la igualdad de género como sentido común compartido en el espacio público, en paralelo a otros procesos socioculturales, como la reactivación de las luchas contra el racismo o la perspectiva decolonial. Estas disrupciones obligan a adaptar prácticas y reconfigurar normas, no solo cambiando el perfil sociodemográfico de las redacciones, sino transformando en un sentido profundo las lógicas institucionales del campo.

Los estudios en comunicación, convencionalmente, se han sostenido sobre una visión del periodismo como una institución neutral que, si bien se adecua a los patrones de género existentes, no participa de forma crucial en su definición y sostenimiento. La estructura de género, al igual que los imaginarios de género, ha sido percibida como un elemento externo al que las instituciones periodísticas se adaptaban. Sin embargo, los estudios sobre género y periodismo han apuntado cuatro aspectos claves que cuestionan esta creencia: el género de las noticias, el análisis de la estructura de género en las organizaciones, los modos de representación del género en el discurso informativo, y las brechas en el consumo de noticias entre hombres y mujeres (Bachmann, 2020).

Hace décadas que la teoría feminista señaló que lo que constituye las noticias, y el periodismo, es resultado de modos masculinos de pensar y de las interpretaciones hegemónicas de los varones acerca de lo que es importante en los asuntos públicos y, a menudo, en beneficio de ellos (Bachmann, 2020). Algunas autoras (Djerf-Pierre, 2007; Melin, 2008) han defendido que su origen en la modernidad se cimentó sobre valores asociados a la masculinidad, como la objetividad, la autonomía, la independencia, y su legitimación en la esfera pública burguesa emanó del cumplimiento de una misión de contrapoder de unas élites de las que, al mismo tiempo, formaba parte. Así, el periodismo se ha construido sobre jerarquías y formas de segregación por género: “El estatus, el prestigio y el poder en el periodismo se han relacionado con diferentes concepciones de la masculinidad” (Djerf-Pierre, 2007, p. 99). Según esta tradición disciplinar, funciona como tecnología de género (De Lauretis, 1987, p. 2), al proponer, reforzar y también cuestionar y desplazar los imaginarios del género hacia dentro y fuera de su campo institucional.

Por otro lado, el considerado “buen periodismo” continúa hoy refrendando valores como la independencia y la neutralidad, en detrimento de otros, como la escucha, la empatía o la subjetividad, aunque cada vez hay más atención del lugar que ocupa el trabajo afectivo y emocional (Thomson, 2021; Wahl-Jorgensen, 2019). Como destaca Siapera (2019, p. 6), “el trabajo continuo de crear y gestionar las relaciones con los demás (compañeros de trabajo/fuentes/ lectores/público) necesita una mirada más atenta, ya que puede estar cambiando el carácter mismo del trabajo en los medios de comunicación”.

Los medios actúan como espacios de intermediación en los que escenificar las polémicas y facilitar el diálogo entre perspectivas en conflicto, pero, al mismo tiempo, son catalizadores de los afectos, valores y emociones comunes, y actúan como puentes entre las emociones personales y públicas de modo recíproco, conectando las experiencias personales con lo colectivo. Los profesionales de la información se sitúan en un espacio incómodo, que les obliga a realizar un trabajo emocional (emotional labor) (Hochschild, 1979) para salvar la distancia entre las expectativas del periodismo, que apunta al desapego emocional hacia los acontecimientos, y su rol como mediador de las emociones en el espacio público (Lünenborg & Medeiros, 2020). Por ejemplo, deben encontrar el punto medio en que un relato tiene suficiente densidad afectiva para captar la atención del lector y facilitar la comprensión de los acontecimientos, sin caer en el registro sensacionalista (Rosas, 2018).

En 2018, la prensa chilena tuvo que afrontar la cobertura del acontecimiento mediatizado que supusieron las tomas universitarias. Además, participaron como actores en la controversia pública, con voz propia en los editoriales y como espacio de mediación para poner en diálogo las diferentes perspectivas. Esta coyuntura les confrontó directamente con la puesta en cuestión de valores patriarcales y miradas masculinas inscritas en la sociedad chilena, en general, y en el sistema de medios, en particular. Lo hicieron en un contexto marcado por la incertidumbre compartida y una fuerte intensidad emocional, en el que difícilmente resultan suficientes los ideales de distancia afectiva y las nociones caducas de objetividad propios de la retórica periodística convencional.

La sensibilidad posfeminista

¿En qué contexto mediático se enfrentó la prensa chilena a la incorporación de la perspectiva feminista? Diferentes datos sostienen el posicionamiento deudor de los valores patriarcales de la prensa chilena. Chile es uno de los países con menor porcentaje de mujeres lectoras de periódico, en relación con los varones, solo por encima de Chipre, Turquía y Argelia, al contrario de lo que sucede con los consumos televisivos, donde los polos de desigualdad se invierten (Djerf-Pierre & Edström, 2021, p. 55). A esta brecha en el alcance -61% hombres vs. 49% mujeres al sumar los datos de periódicos digitales y en papel (Asociación de Agencias de Medios, 2019)-, hay que añadir los retrocesos en la dirección de medios de comunicación. El porcentaje de mujeres en cargos de responsabilidad pasó de un 24% en 2009 a un 19% en 2018 (PNUD, 2020). Paradójicamente, Chile es el décimo de 123 países analizados con mayor igualdad de género en las fuentes de las noticias (Djerf-Pierre & Edström, 2020, p. 71), y ostenta una posición intermedia en la adopción de políticas de género desde las organizaciones mediáticas: 3 entre 5 grados desde el polo gender-blind hasta gender-transformative (Djerf-Pierre & Edström, 2020, p. 119).3

En los últimos años, el feminismo se ha instalado como valor común en el espacio público. Está de moda, se ha vuelto sexy (Gill & Toms, 2019). Sin embargo, existe preocupación sobre cuánto durará el interés por el feminismo en los medios, pues podría producirse lo que Kelan (2009) conceptualizó como “fatiga de género”4 y que los y las periodistas se cansen de cubrir y proponer temas de la agenda feminista.

Además, es preciso analizar si el feminismo está alcanzando todas las capas de la sociedad o solo a las audiencias educadas de clase media (Carter et al., 2019), por ejemplo, observando qué tipos de feminismo obtienen visibilidad, qué enfoques y figuras son legitimadas, y cuáles son criticadas o invisibilizadas, teniendo en cuenta que su presencia mediática está profundamente conformada por la interseccionalidad: clase, raza y discapacidad, así como orientación sexual y edad. Cabe pensar, como Gill & Toms (2019) analizan en los medios ingleses, que, en sintonía con los valores de los medios dominantes, generalmente las feministas blancas, de clase media alta, sin discapacidad, pueden llamar la atención de los medios más fácilmente que las mujeres trabajadoras, racializadas o discapacitadas, lo que reproduce la hegemonía tradicional del feminismo blanco institucionalizado, frente a otros enfoques disidentes.

Es indudable que las prácticas sexistas sobreviven aún, tanto en las redacciones como en las representaciones de los medios, aunque se perciben cambios constantes en pro de la igualdad (Djerf-Pierre & Edström, 2020 p. 14; Hanitzsch et al., 2019; Kassoba, 2020), en un momento en que podríamos decir que el posfeminismo participa de la configuración de los regímenes de género.5 Esta sensibilidad (Gill & Toms, 2019) se sostiene sobre el discurso neoliberal de la meritocracia y evita aquel sobre desigualdades estructurales, legitimando como expresión válida del feminismo la celebración de “lo femenino”, esto es, una retórica asociada a las mujeres como guerreras, que suele combinarse con discursos individualistas sobre logros en el trabajo (“ser la primera en…”). Al mismo tiempo, se presentan prácticas machistas como temas del pasado o que solo afectan a las clases populares, aquellas que no tienen suficiente educación o recursos para librarse de la desigualdad. “Decisión”, “elección”, “empoderamiento”, son palabras clave de la perspectiva posfeminista (Martínez-Jiménez, 2021; Giraldo, 2019).

En las tomas emergen disidencias feministas que abren una pluralidad de voces y cuestionan no solo el statu quo, sino la idea de lo que es el feminismo, ampliando su polifonía. Esta perspectiva interpela al privilegio y a la retórica mediática sobre el empoderamiento femenino, produciendo tensiones al confrontar el imaginario posfeminista,6 que lo circunscribe a un tema de actualidad o moda, descargándolo de gran parte de su potencia política (Carter et al., 2019). Las mujeres jóvenes apostaron por acciones controvertidas que alteraban el curso habitual de la institución universitaria y que no se identificaban con organizaciones previas. Emergieron como nuevos actores mediante una lógica asamblearia y desde las denuncias por acoso sexual, y pusieron en contacto una red de asuntos que no había sido conectada previamente en el espacio público: el acoso, la desigualdad de género, la educación no sexista, las disidencias o los derechos LGTBI, entre otros.

El asunto de las tomas feministas

El problema social del acoso sexual, la educación no sexista y, en términos más amplios, la violencia sexual y la desigualdad de género, ha estado presente en la sociedad chilena en las últimas décadas. No obstante, es a partir de 2016 cuando comienza a cobrar forma como un asunto catalizador del nuevo movimiento feminista estudiantil (Hiner & López Dietz, 2020) y empieza a sentirse también en el ámbito de la comunicación. El 13 de agosto de 2016, el Colegio de Periodistas presenta una carta pública en apoyo a una víctima de acoso sexual, funcionaria de la Universidad Austral.7 En esa misma etapa comienzan a organizarse en la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) y en las universidades, las secretarías de género y sexualidades, y las redes formales e informales que darían soporte al “mayo feminista” de 2018. Asimismo, en marzo de 2018 los centros de estudiantes de Comunicaciones de cinco importantes universidades del país firman un texto exigiendo #MediosNoSexistas.8

Aunque habían existido actuaciones previas ante la ausencia de protocolos frente a la violencia sexual, entre otras, estas acciones no tuvieron suficiente entidad ni fuerza para construir un asunto de agenda. Ni siquiera la primera toma, en la Universidad Austral, suscitó una publicación ni un seguimiento en los periódicos. Fue la provocación de un evento simbólicamente sobresaliente y afín a las lógicas mediáticas, las tomas (25 en su totalidad) y, en particular, la de la Casa Central de la Universidad Católica de Chile -por su excepcionalidad en este tipo de iniciativas-, lo que logró despertar un interés mediático sostenido, capaz de alzar la cuestión a la categoría de problema común, esto es, de interés colectivo en cuanto atañe al conjunto de la sociedad.

Metodología

Las prácticas institucionales del periodismo están inscritas en coyunturas históricas y contextos socioculturales, económicos y políticos específicos (Carlson, 2016). Por ello, antes que ofrecer una definición ontológica es preferible observar desde abajo cómo se practica, y dónde, cómo, por quién y por qué se realiza la labor de informar (Deuze & Witschg, 2018). Proponemos, por tanto, reflexionar sobre el periodismo como institución y las posibilidades de transformación y desplazamiento de los valores y pautas estabilizados en el campo, no en términos abstractos o genéricos, sino particulares.

Corpus

El corpus de estudio está conformado por los diarios de referencia La Tercera (en adelante, LT) y El Mercurio (en adelante, EM), en sus ediciones impresas del 15 de abril al 15 de junio de 2018. Estos periódicos son de propiedad de Copesa, S. A. y El Mercurio, S. A., las editoriales de medios de mayor tradición y tamaño en el país, que se caracterizan tanto por la relevancia de su aporte al debate político local como por tener la mayor influencia en la opinión pública y la agenda mediática chilena (Gronemeyer & Porath, 2017, p. 2946). Se trata de dos medios reconocidos por “difundir el pensamiento político y económico de los chilenos derecha” (Navia et al., 2013), si bien EM tiene una línea editorial de corte conservador y LT, liberal. Dado el peso de ambos periódicos en la historia de los medios informativos chilenos, se escogieron también por su capacidad para actuar como garantes de los valores y prácticas consideradas canónicas, legítimas en el ejercicio profesional. Esto es, resultan relevantes como lugares en los que queda inscrito el canon y, por tanto, son espacios significativos para la observación de las tensiones al respecto de la norma y los cambios en la cultura profesional.

En 2018, ambos medios representaban casi el 59% de la circulación de la prensa matutina pagada (Valida, 2018), sin que existiera en el país un medio digital de similar proyección, importancia y efecto para los propósitos de este estudio.

La fecha de inicio de la muestra corresponde a la de la primera ocupación, realizada en la Universidad Austral de Valdivia, y, la última, dos meses después, cuando de las 25 entidades en toma, 4 habían recuperado la normalidad y 11 estaban en proceso de negociación, con lo cual comienza a reducirse significativamente la cobertura del proceso. Cabe señalar que el periodo más crítico de las movilizaciones corresponde a mayo de 2018, que es cuando tiene lugar la gran marcha feminista (16.05) y la toma de la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile (22.05) (Browne Sartori & Romero Lizama, 2021). Las piezas seleccionadas fueron aquellas que aludían al asunto “tomas feministas” y abordaban su repercusión social.

Durante el periodo fueron publicadas 130 piezas: la primera, el 2 de mayo y la última, el 15 de junio. La distribución por géneros periodísticos se resume en la Tabla 1.

Tabla 1 Distribución de noticias sobre “tomas feministas” en El Mercurio y La Tercera (02/05/2018-15/06/2018). 

Género La Tercera El Mercurio
Editorial 2 2
Columna 15 6
Noticias/Crónicas 47 35
Reportaje 7 5
Entrevista 10 1
Total 81 49

Fuente: Elaboración propia.

Análisis semiótico enunciacional

Se adopta una metodología semiótica, el análisis enunciacional del discurso, aplicado a un estudio de caso. Desde una semiótica indicial, la práctica discursiva -destinada aquí a informar del conflicto que precede y deriva de las tomas feministas- opera como un índice o factor, puesto que “los textos no son sólo ‘objetos culturales’ mediados, sino también dispositivos de mediación de otros procesos culturales” (Abril, 2007). Así, se rastrean e identifican los elementos indiciales que presentan las piezas y evidencian la voz institucional del periodismo chileno de referencia en relación con este asunto, a nivel global y en relación con las líneas editoriales de ambos medios.

Asumimos que es posible estudiar cómo el objeto cultural -una cobertura periodística- representa en su estructura y contenido valores y sentimientos significativos del grupo social concernido -la profesión periodística-. En otras palabras, los productos culturales (textos informativos) se adecuan a los procedimientos normativos y sistemas de sentido de la cultura que los produce, al tiempo que ejercen una influencia creativa sobre ellos: son determinantes en el estilo de vida y la cultura de referencia (prácticas, valores, actitudes, reglas profesionales), al generar desplazamientos, refuerzos, cuestionamientos, en diferentes niveles.

La institución periodística, como práctica sociosemiótica, se inscribe en los textos mediante las modalidades de enunciación, las estructuras tópicas y categoriales, los modos de contar, los universos de sentido propuestos, las designaciones, los focos informativos. Su resultado -en forma de narraciones, jerarquizaciones y representaciones- tiene un efecto performativo sobre las continuidades y rupturas de esta práctica.

Este planteamiento es coherente con las propuestas de Paolucci (2020), para quien enunciar significa instituir un concatenamiento enciclopédico que hace emerger un enunciado como efecto de la conjugación de una voz personal y otra impersonal, donde convergen diversas instancias enunciantes. La enciclopedia aporta una condición virtual que estas instancias actualizan, apropiándoselas al crear los enunciados. Así, al enunciar modulamos el punto de vista de algún otro (un hábito, cliché, otro acto de enunciación), que hacemos nuestro modificándolo mediante nuestro punto de vista. Por este acto influimos sobre la enciclopedia que conforma la cultura profesional, la que podemos reconstruir mediante la lectura semiótica de la enunciación y los posicionamientos enunciativos a los que esta refiere, y que aquí dan cuenta de los valores profesionales y los tipos, categorías y sensibilidades legitimados para hablar del feminismo en los medios, en un contexto sociocultural.

La enunciación, como evento no personal (Paolucci, 2020), abre diferentes posiciones de sujeto que pueden ser ocupadas de maneras variadas y concatenadas mediante modulaciones. Para este análisis proponemos observar el modo en que la enunciación se articula en el territorio de lo impersonal, lo común, donde el ya dicho, lo enciclopédico o estereotipos del hacer institucional periodístico se inscriben en las piezas, formulados por la voz periodística institucional, evidenciando las posiciones asumidas.

Analíticamente, desde las figurativizaciones es posible atender las relaciones de fuerza enunciativa que (en los enunciados) se instauran y la manera de cómo los sujetos discursivos se construyen y muestran mediante las diversas formas de manifestación que toma el discurso (Martínez Solís, 2013). Estas formas de decir reflejan “la actitud valorativa, (y) la postura social que tiene el autor hacia el contenido” (Filinich, 2010); esto es, qué valoración y perspectiva adopta el enunciador acerca del asunto que relata (Peñamarín, 2020).

En esta ocasión, desbordaremos este marco tradicional, para transitar hacia el territorio impersonal de la enciclopedia institucional. Siguiendo a Martínez Solís (2013), exploraremos no solo el marco ni el relato, sino la entonación en tensión que se percibe en la enunciación.

Resultados

Selección, jerarquización y tematización

El espacio enmarcado, la importancia y continuidad dedicada al asunto en la agenda mediática constituyen una primera aproximación al dispositivo de enunciación. Se observa que el asunto fue relevante para EM y LT durante los meses de mayo-junio, no así al inicio, cuando la toma afectó solo a la Universidad Austral, hecho que no cubrió ningún medio de alcance nacional ni regional. Esta situación no es nueva en la cobertura mediática chilena, donde los hechos que ocurren e impactan a las regiones del país -como es el caso, considerando la distancia de casi mil kilómetros que separan Santiago de Valdivia- suelen no ser cubiertos a menos que cumplan con altos criterios de noticiabilidad. A ello no aportaba el que la toma afectara inicialmente solo a la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa casa de estudios y que los temas de género no fueran tópico frecuente en los medios chilenos (Zerán, 2018),

Durante el periodo, LT publicó casi dos piezas diarias de media (1.84) y EM al menos una (1.11). Aunque el grueso de la cobertura lo componen noticias/ crónicas (62.3%), la importancia -en particular en LT- se percibe mediante el espacio dedicado a reportajes y entrevistas (17.69%), opinión (16.15%) y, particularmente, en los cuatro editoriales, dos en cada medio, piezas básicas para reconstruir el posicionamiento explícito de cada organización.

El foco de estas noticias estuvo en la reacción de las mujeres frente al modo de intervención y compromiso adoptado por las autoridades universitarias, y prestan atención a los encierros y paralización de las actividades docentes en las universidades, como se percibe en las nubes de palabras relativas a la frecuencia léxica en los titulares publicados, que señalan el objeto frente al que se movilizan, “acoso”.

Fuente: Elaboración propia.

Gráfico 1 Frecuencia de las 50 palabras más repetidas en los titulares de la muestra de noticias analizada 

Los medios podrían haber adoptado enmarcados diversos, por ejemplo, centrados en las prácticas de acoso sexual en los entornos educativos y sociolaborales, o en la violencia sexual y las desigualdades de género, en general, vinculadas a la educación superior. Sin embargo, las tomas, encierros y manifestaciones son acciones de protesta que captan fácilmente la atención mediática al adaptarse a los criterios de noticiabilidad clásicos: conflicto, ruptura del orden, interés humano, dimensión narrativa y afectiva, implicación de actores institucionales, potencial viralidad, posibilidad de captar imágenes icónicas, consonancia con el activismo feminista internacional, etcétera.

El enmarcado pone el foco en los colectivos de mujeres y el carácter de explosión y revolución que tienen los eventos, apuntando al exceso, la radicalidad, la intensidad afectiva y los riesgos involucrados en las tomas. No obstante, ambos medios presentan diferencias significativas. EM da mayor visibilidad a lo institucional, al focalizar la cobertura en la toma de la Pontificia Universidad Católica de Chile y en medidas que el gobierno estaba proponiendo en respuesta a diversas demandas. Esta atención aparece inscrita en palabras clave como: “Rector”, “Piñera”, “Presidente”, “Católica” (universidad) o “Agenda”. En su relato singular, ciertos “grupos” “exigen” un “cambio” mediante “marchas” y “protestas” que se “extienden”, mientras los actores institucionales -“Rector”, “Presidente Piñera”- “llaman” a “abordar” la cuestión para encontrar soluciones.

LT otorga mayor presencia al “feminismo” y los “casos” de “hombres” que han recibido una “acusación”. Además, pone el foco en el ámbito educativo (“Mineduc”, “Educación”, “Carrera”, “Decano”, “Académicas”). Mientras que EM se centra en los aspectos de oposición y conflicto, LT visibiliza elementos de consenso y negociación: “anuncia”, “acuerdos”, “apoyan”.

Si bien el enmarcado se concentra en las tomas y su impacto en la actividad docente universitaria, mediante estas coberturas los medios trasladan la discusión sobre el feminismo y su legitimidad, modulando o traduciendo este debate desde su punto de vista y concentrándolo, fundamentalmente, en torno a la necesidad de desnaturalización de valores culturales, tradiciones y pautas de interacción cotidianas con relación al género.

Si la enunciación modula un punto de vista enciclopédico y se lo apropia mediante los enunciados, en este estudio de caso hay dos elementos clave combinados que articulan este proceso: las tomas y el movimiento feminista.

Las tomas: espacios cerrados/tiempos imprevistos

En ambos relatos, las tomas feministas se figurativizan como entidades; en una suerte de personificación, son más un actor que un lugar o un evento de acción colectiva: “Toma feminista en la U. Chile veta a denunciados por acoso en las redes sociales” (03/05/18, LT). Esta estrategia representacional facilita aglutinar y homogeneizar las tomas en el país como un mismo sujeto, al margen de las características específicas de cada contexto y los actores que las conforman, especialmente las mujeres universitarias.

En términos de espacio, la toma es un asalto, producto de una acción que hace transitoriamente suyo lo que no le pertenece. Desde ahí, emerge la densidad figurativa de su temporalidad: un tiempo inesperado, sorpresivo, disruptivo, excepcional: “Al menos 22 universidades del país se encuentran actualmente en paro o toma, como medida de presión en medio de la irrupción del movimiento feminista” (20/05/18, EM). En lo afectivo, destaca un tiempo intenso: “Las últimas semanas han sido intensas para el movimiento estudiantil” (16/05/18, EM), radical y contagioso: “Chile, eso sí, no es el único país donde el ambiente está crispado” (27/05/18, EM), que emerge en el seno de las universidades y las paraliza.

La toma es un encierro que impide saber lo que sucede en su interior. A este sentido, se suma que los medios exacerban con sus coberturas el aspecto imprevisto de su aparición y extensión. Al enmarcar estas acciones como algo a priori extraño y difícilmente comprensible, precisan de metáforas con una fuerte carga simbólica desde las que construir un relato inteligible para la ciudadanía.

Los medios apelan al marco metafórico de la ola que, en términos intertextuales, puede remitir a la primera, segunda y tercera ola del feminismo, como modificaciones del pensamiento y las reivindicaciones de los movimientos feministas: “Historiadoras y sociólogas afirman que se trata de una ‘tercera ola’ feminista, que sería la más grande registrada en el país” (03/06/18, LT). Sin embargo, en el relato no emerge tanto la noción de tendencia, sino la de un fenómeno natural que plantea el riesgo de transformarse en desastre en la medida en que la ola acabe por convertirse en tsunami, un referente cargado de intensidad emocional en la enciclopedia contextual chilena: “La llamada ‘ola feminista chilena’ cumple un mes, y está lejos de calmarse” (27/05/18, EM); “Esta ola de movilizaciones se ha dado de manera espontánea” (12/05/18, EM).

La deriva hacia el desastre natural se construye al plantear las tomas feministas como algo espontáneo, que parece no tener origen conocido y, sobre todo, con capacidad de expansión no controlada y aparentemente sin límites: “se expandieron”, “escalaron hasta tal punto”.

La ausencia de una trayectoria final prevista activa la presuposición de peligrosidad, pues la falta de conocimiento sobre su contorno, características y proyección apunta siempre al riesgo de radicalización. Este relato se refuerza mediante la metáfora biomédica por la que las tomas pasan a entenderse como una especie de virus, cuya capacidad de propagación resulta ser significativa y de insospechada resistencia, no obstante las medidas adoptadas por las instituciones para darles respuesta. La propagación exponencial del “virus” se revela mediante el efecto de reiteración, al enumerar progresivamente, como parte del contexto de cada pieza, cuántas son las universidades afectadas.

Estos marcos conviven con la metáfora bélica, recurrente en la representación de conflictos, que adopta un tono revolucionario. La toma recupera la condición de espacio (trinchera) donde participan sujetos que combaten y se instruyen para la lucha: “Ante un movimiento que parece no dar tregua, ayer el Consejo Universitario […]” (09/05/18, LT). “Sobre las rejas, lienzos con consignas feministas contra la educación sexista y la cultura patriarcal. En una caseta de seguridad hay tres mujeres con capuchas. Dicen que no tienen voceras definidas y que para hablar con los medios necesitan una carta de petición formal que se discute en sus asambleas de cada tarde. […]” (19/05/18, LT).

En esta última cita se percibe la tensión que supone para el periódico que la portavocía no siga los cauces habituales, sino que se rija por las normas asamblearias. Las tomas, sobre todo a medida que avanzan los días, son retratadas con carácter radical y extremo, relacionado con su resistencia, y como acto violento, pues obstaculizan el normal funcionamiento del sistema educativo y suponen una imposición frente a quienes desean continuar con las clases.

La apelación a este carácter radical -y en cierta medida violento u hostil hacia las instituciones- sirve para desacreditar -o al menos cuestionar- las reivindicaciones feministas, aunque se valoren también como legítimas o razonables, en conexión con las demandas a nivel global. Las metáforas crean una red de sentido que releva el carácter inesperado, descontrolado, irracional e intensamente emotivo de las tomas, una representación que servirá para cualificar a las participantes y mostrar sus acciones como improvisadas, aunque en otras piezas se reconoce la pertinencia de su reclamo y el impacto social que alcanzaron: “Ciertamente, no cabe confundir la demanda por igualdad para la mujer en todos los ámbitos, de amplio respaldo ciudadano, con ciertas expresiones radicales que se ha visto en el mundo universitario, cuya aceptación irreflexiva podría incluso obstaculizar el desarrollo de la vida académica” (13/06/18, EM).

Sujetos: ¿quién son esas mujeres?, ¿qué representan?, ¿de qué son expertas?

El relato periodístico da cuenta de la transcendencia de las tomas feministas por su capacidad de movilizar y visibilizar el tema del acoso sexual más allá del ámbito universitario. Los textos reflejan su carácter de “hito histórico”, aluden a cómo desde el sistema universitario se ha forzado un debate al que toda la sociedad se ha visto impelida casi inevitablemente, incluyendo al gobierno conservador de la nación, que presentó un paquete de medidas (“Agenda Mujer”) como respuesta.

Sin embargo, en coherencia con la retórica de lo inesperado, los medios no leen lo sucedido en un contexto histórico más amplio (Zerán, 2018). Solo hacen breves menciones al auge del feminismo internacional; no establecen como contexto noticioso una genealogía del movimiento de mujeres en Chile, ni conectan el feminismo universitario con otras movilizaciones estudiantiles, salvo la referencia a la toma en 1967 de la Universidad Católica de Chile, pero para contextualizar el carácter extraordinario de la actual.

Desde una visión más conservadora, EM enmarca el feminismo como “movimiento contracultural”, de condición marginal -finalmente extrema-, lo que dificulta la respuesta institucional que, al contrario, debe ajustarse al orden y la estabilidad. No se abordan con detenimiento las limitaciones de las instituciones para responder a las demandas por acoso sexual y tampoco la falta de herramientas para responder a los reclamos concretos que emergen de las tomas.

Esta perspectiva exógena se aprecia también en que los medios presentan “el movimiento feminista” como un todo homogéneo. No se mencionan las distintas corrientes existentes en las asambleas universitarias, excepto, por ejemplo, en EM, para demostrar la división y crítica interna por el mantenimiento de las tomas más tiempo del que parece razonable. Apenas se alude a elementos interseccionales, disidencias, temáticas LGTBI u otros aspectos relevantes en las acciones desarrolladas y los petitorios (De Fina Gonzalez & Figueroa Vidal, 2019; Hiner & López Dietz, 2020). Esta cobertura es consistente con la escasa preparación que hasta entonces exhibían los profesionales de los medios en estos ámbitos, consecuencia, a la vez, del escaso espacio informativo otorgado al análisis del pensamiento feminista y sus diversos posicionamientos, así como a materias relacionadas con la violencia de género y la educación no sexista, por mencionar algunos (Browne Sartori & Romero Lizama, 2021). Ello contribuyó a la tematización del asunto desde el encuadre del conflicto, un criterio genérico en la cobertura noticiosa, que modela la percepción en los asuntos públicos y en la interpretación de los hechos noticiosos (Semetko & Valkenburg, 2000). Este marco supone la presencia de protagonistas y antagonistas, y un foco preeminente en los desacuerdos entre los actores, por sobre otras perspectivas posibles, como son la atribución de responsabilidad, el interés humano o la dimensión ética. Al respecto, Gronemeyer & Porath (2017) han identificado que el marco conflicto es el más usado por EM y LT en sus coberturas en temas políticos.

Para actuar como un espacio de mediación en el que dar voz, equitativamente y desde la sensibilidad moral, a todos los actores implicados y escenificar una controversia, los medios deben incorporar los diferentes puntos de vista. Aquí, se perciben limitaciones para la profundización en los planteamientos del movimiento feminista, incluyendo la falta de lenguaje inclusivo con perspectiva de género en las piezas, o la escasa incorporación en el discurso periodístico de conceptos básicos de la teoría y activismo feminista. En las primeras piezas utilizan “los alumnos”, que se transformará posteriormente en “las alumnas”, pero no encontramos fórmulas como el sustantivo genérico “alumnado” o los desdobles (los y las estudiantes).

“Según cifras de la Dirección de Igualdad de Género […], un 15% de los alumnos dice haber sufrido algún episodio de acoso o abuso sexual dentro de la institución. Los mismos datos dan cuenta de que los casos de acoso que han afectado a las mujeres de la institución son protagonizados en igual número por alumnos y profesores. En tanto, el abuso sexual en la universidad es cometido principalmente por los estudiantes en contra de sus compañeras.” (13/05/18, LT). La pauta de uso privilegia el masculino, lo que, en ocasiones, entorpece de forma clara la comprensión, dado el contexto sobre violencia sexual sobre el que se está deliberando: “Decanos y docentes coinciden en la necesidad de establecer protocolos en las universidades sobre la relación alumno-profesor” (12/05/18, EM).

Mientras que LT adopta una posición más empática y proclive a las tomas, y no tiene inconveniente en utilizar el adjetivo “feminista”, EM mantiene un distanciamiento que se revela en las comillas para referirse a “tomas feministas” y educación “no sexista”, y de fórmulas como “las llamadas tomas feministas”; o en el uso de “Agenda profemenina” en vez de “agenda feminista” para hablar de las medidas de gobierno. EM también opta por un eufemismo como “hostigamiento” en vez de “acoso sexual”; el empleo de perífrasis en su editorial: “Hace mucho que en las sociedades es inaceptable una relación interpersonal de connotación sexual forzada” (16/05/18, EM), y de otras figuras retóricas destinadas a minimizar la incidencia que podrían tener las voces discordantes: “El movimiento de mujeres estudiantes ciertamente está teniendo un efecto no menor en la sociedad chilena” (20/05/18, EM).

La representación de las universitarias bascula entre el reconocimiento de su condición de portavoces de una experiencia colectiva en cuanto mujeres, a cuya visibilización contribuyen generando un debate necesario, y el cuestionamiento de su competencia y legitimación. Durante la cobertura, los medios parecen preguntarse si estas mujeres saben lo que hacen o bien si sus acciones y posicionamientos son fruto de la improvisación y están condicionadas por el carácter intensamente emotivo de la revuelta.

Como señalan otros estudios sobre la representación de las reivindicaciones feministas, las mujeres son caracterizadas, en primer lugar, por su intensidad emocional (Macón, 2014). Según el relato periodístico, durante las tomas las mujeres parecen entrar en catarsis, se dejan llevar por sus emociones y expresan sus afectos en el espacio público como un modo de conectar y crear comunidad: “Las alumnas se empezaron a movilizar tras una asamblea realizada durante la semana, en la que no participaron hombres. Todas conversaron, lloraron y se dieron cuenta de los problemas de género que afectaban hace años a la universidad” (13/05/18, LT).

Si en un primer momento se percibe simpatía hacia este sujeto emocionado, comprometido con “un justo reclamo por la equidad” (EM), con el paso de los días, y, especialmente, tras la toma de la Universidad Católica de Chile, su energía afectiva cambiará de signo. Aparecerá en las piezas la mención a un sujeto enfadado, incluso rabioso, inconformista “a pesar” de que le estarían otorgando lo que pide, que se va radicalizando y puede resultar impredecible e incluso irracional por excesivamente emotivo, por lo que puede ser peligroso. Un síntoma de la dificultad de los medios para elaborar la rabia de las mujeres en el espacio público (Kay 2019): “Ciertamente, no cabe confundir la demanda por igualdad para la mujer en todos los ámbitos, de amplio respaldo ciudadano, con ciertas expresiones radicales que se ha visto en el mundo universitario, cuya aceptación irreflexiva podría incluso obstaculizar el desarrollo de la vida académica” (13/06/18, EM).

Otra estrategia de cuestionamiento consiste en poner en duda la legitimidad de estas mujeres como fuentes expertas e interlocutoras autorizadas, a partir de sus competencias y conocimientos sobre las teorías feministas, la calidad de sus petitorios o su rol como portavoces. Ambos medios coinciden en mostrar a las mujeres como poco formadas y sin una línea estratégica fundamentada. Por ejemplo, LT en el reportaje “Cómo se instruye una feminista en toma”: “Han comenzado con charlas sobre la historia del feminismo. Reconocen que no todas conocen este tema a fondo, pero sí tienen algunas nociones. Las voceras consideran que lo que cada una conoce del concepto es muy personal y que no necesariamente representa a todas, así que prefieren no profundizar” (19/95/18, LT).

Ambas expresiones caben dentro de los sesgos que presenta la cobertura mediática en materia de género y donde los modos de representación en el discurso responden a maneras masculinas de pensar, definir las noticias e interpretar los acontecimientos. Estas representaciones están en línea con lo que plantea Mary Beard (2018) sobre cómo es reproducida el habla de las mujeres en el espacio público cuando defienden sus posiciones. Estos modos que son calificados como “estridentes”, “lloriquean” y “gimotean”, “apuntalan una expresión que sirve para despojar de autoridad, fuerza e incluso humor, aquello que dicen las mujeres” (Beard, 2018, p. 38). Los estilos y contenidos detallados refuerzan, por un lado, los imaginarios de género ya instalados y, por el otro, manifiestan la resistencia de la institucionalidad y la sociedad hacia el cambio en las maneras de comprender e interpretar los asuntos sociales, y de incorporar nuevas sensibilidades, jerarquías y liderazgos que otorguen poder a grupos que han estado hasta ahora fuera de su ejercicio (las mujeres, los jóvenes), o su disposición a hacerlo en un marco posfeminista que atenúa su potencial transgresión política.

En EM la deslegitimación se realiza confrontando la declaración de una alumna-vocera con la de las autoridades, a las que siempre se atribuye una posición superior en el deber y en el saber, cuando las mujeres se asocian al quebrantamiento del orden que constituyen las tomas, consideradas actos violentos.

Al convocar voces para explicar el fenómeno de las tomas y del feminismo, se recurre mayoritariamente como fuentes expertas a mujeres profesionales, académicas y representantes institucionales, más afines al feminismo y progresistas en LT, más conservadoras en EM, que solo cuenta en la muestra con un articulista que defiende explícitamente el movimiento (Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales).

EM ofrece una visión positiva de las instituciones, atribuyéndoles sensatez y deseo de solución: “Rectores llaman al diálogo para terminar con paralizaciones en universidades movilizadas” (19/05/18, EM). Mientras las alumnas “exigen”, los rectores “llaman al diálogo”. El protagonismo de la acción y la iniciativa se va desplazando del movimiento feminista universitario a las autoridades universitarias y al gobierno.

LT ofrece un espacio relevante a las portavocías de las universitarias; mientras, en EM resulta casi anecdótico. En la cobertura hay amplia presencia de expertos y expertas pero se echa de menos el testimonio de otras mujeres, por ejemplo, de clases populares o que interviniesen en el debate desde otra posición, en coherencia con la transversalidad del asunto. Un ejemplo es la falta de testimonios de víctimas de acoso y violencia, a excepción de Sofia Brito, el caso emblemático de acoso profesor-alumna que gatilló la toma de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile; no hay una reparación de los medios mediante la escucha. El relato no aborda el dolor de esta experiencia, ni la dificultad que conlleva presentar una denuncia y soportar un proceso dilatado en el tiempo, cuestión que es, precisamente, parte del origen de las tomas.

Representaciones de la masculinidad: límites en el encuadre del acoso

En el marco alegórico de la toma como comuna -territorio de resistencia-, se activa la metáfora clásica de la batalla entre sexos, especialmente con las menciones preocupadas por las tomas no mixtas, en las que los hombres son excluidos. LT hace metafóricamente un “Viaje al interior de la toma feminista”, representado como un territorio inédito, desconocido, espacio cuasi peligroso, al que hay que penetrar para prefigurar.

Las tomas no mixtas actúan como evidencia de un feminismo radical, puesto que la ausencia de varones es vista como un enfrentamiento. Este relato presupone a las mujeres como potencialmente resentidas y vengativas, desde su eventual condición de víctimas. Los espacios exclusivos se leen como espacios de discriminación antes que como lugares seguros y de expresión de la autonomía de las mujeres. Hay que destacar que en las tomas mixtas las tareas de cuidado asignadas a los varones se narran como un hecho relevante que merece atención, en cuanto invierte el tradicional rol de los entes de apoyo.

La mirada es la de un empoderamiento mal entendido por parte de ellas, que no deja espacio a los hombres como aliados. Incluso al dar voz al movimiento para negar o rechazar esta perspectiva de exclusión y confrontación, ya se está predicando su existencia, como en este fragmento que recoge la intervención de la estudiante Alison Díaz de la Universidad Andrés Bello: “No queríamos excluir a los hombres. Ellos tienen que ser nuestros aliados, no nuestros enemigos” (19/05/18, LT), dice Díaz, quien además cita a la filósofa Mary Wollstonecraft mientras habla de cómo irrumpir socialmente sin amedrentar a otros géneros: “El feminismo es un impertinente, porque cuestiona el orden establecido, lo que no quiere decir que quiera destruir todo lo que va a su paso” (19/05/18, LT).

No forma parte de la cobertura la explicación de los perfiles, pautas de comportamiento, factores, medidas de prevención, etcétera, en torno al acoso. En los casos mencionados, la figura del varón no se escenifica de forma explícita como un acosador sino como un sujeto denunciado al que los medios ofrecen la posibilidad de presentar su versión de los hechos, en contraposición con la de la víctima, incluso en los casos en que ya existe una sanción desde la universidad. Esto permite ahondar en una idea desestructurada del acoso que, finalmente, puede entenderse como un cruce de apreciaciones y malentendidos, lo que abre la posibilidad de una interpretación equívoca que apunta el riesgo de que los varones salgan perjudicados injustamente.

En un contexto en que las figuras de poder institucional -como los rectores, interlocutores públicos de las tomas- son mayoritariamente masculinas, en la cobertura no se tematiza la cuestión de la masculinidad. Solo de manera excepcional aparece mencionado en alguna columna el privilegio masculino y su conexión con la masculinidad tradicional.

LT y EM actúan como un dispositivo enunciativo, modulando su posicionamiento mediante la voz de los entrevistados, columnistas y, explícitamente, los editoriales. Con ellos construyen un entramado donde se ponen de relieve las preocupaciones atribuidas a la opinión pública. En ellos hablan de la necesidad de visibilizar una realidad que permanecía oculta y promover cambios en los valores culturales, interpelando a una opinión pública -de la que participan- que parece no haber sido consciente ni de la extensión del acoso ni de otras formas de violencia (que ni siquiera se mencionan). Llama la atención que los editoriales no abordan de manera directa el problema del acoso sexual, que no se tematiza como tal, ni hay preguntas ni explicaciones al respecto. Se da por supuesta su existencia, pero no hay reflexión de fondo ni se conecta con otras manifestaciones de la violencia de género.

Más allá de los editoriales, paulatinamente fuentes conservadoras y de izquierda van reforzando el cuestionamiento a las tomas y marchas que les sucedieron, menospreciando a quienes las defienden, alegando que su objetivo es incitar a la confrontación entre varones y mujeres, y socavar la cultura nacional común. Esto revela un sector de la sociedad que se siente intimidado y rechaza los postulados de un feminismo que considera radical. No ponen en duda la existencia del acoso, pero cuestionan la posibilidad de determinar qué lo caracteriza y limita, y en qué medida se puede distinguir de las “pequeñas humillaciones”,9 si bien criticables, no objeto de sanción. Insisten más en el requerimiento de protocolos adecuados para enfrentar las situaciones que en la modificación de las actitudes y conductas patriarcales: “El debate público ha llegado al extremo de preguntarse si algunos aspectos tan culturales como la galantería podrían estar excluidos de una mirada no sexista. ¿Debe terminar, por ejemplo, que los hombres le abran la puerta de un auto a una mujer para subir o bajar de un auto? ¿Es un gesto bien visto que un hombre pague la cuenta?” (27/05/18, LT).

Se percibe en el tratamiento mediático una cierta empatía e identificación hacia una posición masculina donde los varones señalados por el feminismo se sienten cuestionados e inadecuados. Este punto de vista se acompaña de la prevención acerca de las denuncias falsas, así como de los potenciales linchamientos públicos contra un varón denunciado, situación que en el imaginario opera por extensión para el conjunto de varones. Como sugiere EM, hay que perseguir el acoso, pero hay que hacerlo con cuidado: “Asimismo, es fundamental tratar de impedir que los protocolos de conducta establecidos puedan ser usados de manera manipulativa o simulada. Todo ello impone un esfuerzo especial de quienes hagan las investigaciones en los casos de denuncia, para que la casuística que se examine siente los adecuados precedentes y que se corrijan los protocolos a futuros” (16/05/18, EM).

Esta cobertura expresa la falta de análisis y discusión que existe al interior de los medios de comunicación chilenos, y que alcanza también a la sociedad nacional, en torno a la cultura machista y a los valores, actitudes y comportamientos que la configuran y perpetúan (CEP, 2017). Aguayo & Nascimento (2016) reconocen al respecto, que en Chile existe un “gran vacío de políticas de prevención, dirigidas a población masculina de todas las edades, que cuenten con un enfoque transformador de género” (p. 211). La “necesidad de diseñar políticas dirigidas a hombres que promuevan y aceleren el avance hacia la equidad de género, como las políticas de prevención y abordaje de la violencia, de corresponsabilidad, de salud de los hombres, entre otras” (p. 212) es un tema de reciente emergencia en el país.

Por otra parte, la presencia de un cierto sentido común compartido con los hombres en el tratamiento noticioso de los tópicos que los afectan e intimidan, puede encontrar a su vez explicación en la audiencia modelo (Eco, 1993) prefigurada por ambos diarios. No se debe olvidar que los lectores masculinos son mayoritarios en los dos periódicos, así como en la mayor parte de los medios escritos y digitales del país (Asociación de Agencias de Medios, 2019).

Conclusiones

Este trabajo se ha propuesto ampliar el marco analítico del neoinstitucionalismo aplicando la perspectiva semiótica para considerar las coberturas informativas como índices factoriales de la institución periodística, herramienta para identificar los valores, normas y hábitos afectivos, y sus posibles momentos de refuerzo, puesta en cuestión o desplazamiento. Para ello, nos hemos fijado cómo una enunciación particular modula e interacciona con el conjunto de enunciaciones enciclopédicas de un contexto sociocultural definido.

La voz institucional se tensiona por varios aspectos. En términos generales, los valores, pautas e imaginarios institucionales inscritos en el periodismo chileno de referencia resultaron insuficientes para cubrir este acontecimiento, para el que no tenían incorporados los marcos de sentido ni el conocimiento del trasfondo feminista. Ambos medios se alinean con las élites y el entramado institucional, lo que condiciona la valoración de las mujeres universitarias como fuentes expertas. Asimismo, el relato periodístico apuesta por una sensibilidad posfeminista al primar la voz del feminismo liberal y la idea de que las mujeres ya tienen alcanzada una cierta igualdad, lo que obstaculiza la incorporación del punto de vista de las jóvenes universitarias que representan el movimiento de base.

En este marco -y en consonancia con la genealogía feminista chilena- las voces hegemónicas convencionalmente han sido las de mujeres profesionales altamente cualificadas de clase media-alta. Esta es una de las primeras veces en que mujeres jóvenes, aún en formación, se arrogan el poder y la voz pública; además lo hacen con un sistema asambleario desinstitucionalizado que no responde a las estructuras organizativas clásicas y opta por portavocías rotatorias, sin rostros reconocibles ni interlocución estable con el resto de las instituciones, incluidos los medios. El no ajustarse a las lógicas institucionales, en contraste con la recurrencia a fuentes expertas, estables y reconocibles, habituales en las prácticas periodísticas, se utiliza como indicio de su falta de saber, de organización y de lo improvisado del movimiento.

Aparentemente, los medios se mantienen en el rol de observadores externos, espacios de intermediación en los que se ponen en diálogo las diferentes voces en conflicto. No obstante, la prensa de referencia chilena adopta una posición masculina patriarcal, y busca su legitimación mediante la construcción de un destinatario -figurativizado como el conjunto de una sociedad- al que presupone una posición común ambivalente. La ambigüedad del relato reside en que, por un lado, entra en sintonía y reconoce la pertinencia y justicia de las demandas sobre violencia sexual, y, por el otro, le resta urgencia y grado de legitimidad al hacer hincapié en la existencia de una intensa preocupación ante los posibles excesos que pueda representar la revolución feminista desplegada en las universidades. El enmarcado común fueron las tomas feministas y no tanto su causa, el abuso sexual y las formas de proceder al respecto; no se aprecia una propuesta comprehensiva del problema y una tematización clara sobre el comportamiento sexual masculino.

La propia sorpresa de los medios y de la sociedad chilena ante el movimiento es respuesta a una cierta no-problematización de estas conductas así como a una falta de sensibilidad e interés respecto de ellas. En la base del mayo chileno estuvieron denuncias y abusos de poder no visibilizados ni discutidos como tópicos en los ámbitos universitarios y mediáticos, en las encuestas y trabajos, en los espacios privados y públicos. Un rol fundamental en el desborde de las ocupaciones y en su masificación ocupó precisamente la necesidad de introducir un cambio significativo en torno a la normalización y desafección hacia ciertas conductas, así como hacia la subrepresentación de las mujeres en amplios sectores de la sociedad, incluidos los medios (Fernández Ramil, 2020).

Las mujeres universitarias feministas son representadas como radicales, pero no el contexto ni lo que les pasa, la violencia no se describe como algo radical. Aunque se sancionan reiteradamente las prácticas de acoso, hay una tendencia a circunscribirlas a casos concretos y no explicarse como un elemento estructural de la sociedad. A menudo se presupone que las prácticas más graves son un fenómeno en vías de erradicación o una rémora que atañe a un grupo reducido de varones machistas. Esto conecta con la preocupación por la exclusión de los varones y su señalamiento injusto, a consecuencia de una reacción resentida o vengativa de parte del feminismo. Se advierte en esto, una cierta convergencia, si no complicidad, entre ciertas prácticas machistas presentes en el periodismo como institución y que se traslucen en la enunciación de ciertos temas, con las audiencias masculinas, con las que compartirían ciertas visiones, reacciones y temores.

Las movilizaciones estudiantiles, al menos desde 2011 y, específicamente, la emergencia de un movimiento feminista de corte generacional con base en las universidades a partir de 2016, podría haber sido un síntoma suficiente para no interpretar las tomas como algo inesperado, o sin vinculación con las acciones que se venían realizando. La cobertura reprodujo un posicionamiento objetivista, desde una mirada externa a los acontecimientos, como si no afectase a la práctica periodística y sus estructuras organizacionales. Solo encontramos un reportaje en LT (5/05/18) con foco en la desigualdad en los medios. Enunciativamente no se posicionan como actores que están siendo también interpelados.

Desde ese lugar, la emergencia de este nuevo feminismo resulta inesperada y sorpresiva. Y, de nuevo, cabría preguntarse: ¿a quién pilla por sorpresa lo sucedido?, ¿a quién le costó comprender lo que implica el acoso y la violencia contra las mujeres? La cobertura funciona como un síntoma de la falta de incorporación en los medios de referencia de valores, conocimientos e imaginarios sobre el movimiento feminista -educación no sexista, interseccionalidad, disidencias-, evidenciado, entre otros, por la no utilización de lenguaje inclusivo básico. Este sesgo masculino se aprecia también en la dificultad para aproximarse a la escucha de las víctimas, a la expresión afectiva y emocional de las mujeres en el espacio público, y al mostrar la rabia y el enfado como radicales y peligrosos.

Es preciso indagar en cómo las tensiones descritas fueron una oportunidad para la reflexión en el periodismo chileno, analizar en qué medida se produjeron o no desplazamientos en los criterios, valores y pautas institucionales. Por ejemplo, en línea con otros campos profesionales, en febrero de 2019 se creó la Red de Periodistas Feministas, un síntoma de los efectos de la movilización feminista universitaria. La integración de la perspectiva feminista podría modular la enciclopedia en torno a roles, valores y acuerdos afectivos en el periodismo, reconstruyendo la posición de enunciación, abriéndola a la diversidad e interseccionalidad, con el objetivo de repensar las prácticas periodísticas como espacios de responsabilidad y justicia, no solo en lo tocante al género.

La agencia periodística -y su capacidad de incidencia social- dependen tanto de las condiciones estructurales, organizativas, sociolaborales, de las expectativas en torno a la función y modelos de rol que pueden ser adoptados, como de las prácticas de los sujetos individuales en que todos estos elementos sistémicos se encarnan (Ruoho & Torkkola, 2018). Ambos aspectos, estructurales y subjetivos, están generizados y conforman un contexto general desde el que habilitar una reflexión sobre la institución periodística. Percibir, analizar y hacerse cargo de las tensiones inscritas en los textos periodísticos en relación con ambas dimensiones puede favorecer su transformación.

Referencias

Abril, G. (2007). Análisis crítico de textos visuales. Madrid: Síntesis. [ Links ]

Aguayo, F., & Nascimento, M. (Eds.). (2016). Dos décadas de estudios de hombres y masculinidades en América Latina: avances y desafíos. Sexualidad, Salud y Sociedad, (22), 270-220. [ Links ]

Asociación de Agencias de Medios. (2019). Overview prensa anual. Santiago de Chile: Asociación de Agencias de Medios. [ Links ]

Bachmann, I. (2020). Gender and News. En K. Ross (Ed.), The international encyclopedia of gender, media, and communication (pp. 1-11). Hoboken, N. J.: John Wiley et Sons. https://doi.org/10.1002/9781119429128.iegmc208 [ Links ]

Beard, M. (2018). Mujeres y poder. Un manifiesto. Santiago: Planeta. [ Links ]

Bensa Morales, J. V. (2019). Una mirada desde «la otra orilla»: explorando la influencia del Feminismo en la reforma del Estado a partir de los casos de España, Chile y Perú. Politai: Revista de Ciencia Política, 9, 13-39. https://doi.org/10.18800/politai.201802.001 [ Links ]

Benson, R. (2006). News media as a “Journalistic Field”: What Bourdieu adds to new institutionalism, and vice versa. Political Communication, 23(2), 187-202. https://doi.org/10.1080/10584600600629802 [ Links ]

Browne Sartori, R., & Romero Lizama, O. (2021). Movimientos sociales en contextos de crisis: consideraciones sobre la ola feministra estudiantil y los medios de comunicación chilenos. IC - Revista Científica de Información y Comunicación, (18), 115-130. https://dx.doi.org/10.12795/IC.2021.I18.07 [ Links ]

Carlson, M. (2016). Metajournalistic discourse and the meanings of journalism: Definitional control, boundary work, and legitimation. Communication Theory, 26(4), 349-368. https://doi.org/10.1111/comt.12088 [ Links ]

Carter, C., Steiner, L., & Stuart, A. (Eds.). (2019). Journalism, gender and power. Nueva York: Roudtledge. https://doi.org/10.4324/9781315179520 [ Links ]

Centro de Estudios Públicos (CEP). (2017). Estudio Nacional de Opinión Pública núm. 79. Santiago de Chile. https://es.slideshare.net/DireccindeEstudiosde/encuesta-cep-abrilmayo-2017Links ]

De Fina Gonzalez, D., & Figueroa Vidal, F. (2019). Nuevos “campos de acción política” feminista: Una mirada a las recientes movilizaciones en Chile. Punto Género, (11), 51-72. https://doi.org/10.5354/0719-0417.2019.53880 [ Links ]

De Lauretis, T. (1987). Technologies of gender: essays on theory, film, and fiction. Bloomington: Indiana University Press. [ Links ]

Deuze, M., & Witschge, T. (2018). Beyond journalism: Theorizing the transformation of journalism. Journalism, 19(2), 165-181. https://doi.org/10.1177/1464884916688550 [ Links ]

Djerf-Pierre, M. (2007). The gender of journalism: the structure and logic of the field in the twentieth century. Nordicom Review, 81-104. [ Links ]

Djerf-Pierre, M., & Edström, M. (Eds.). (2020). Comparing gender and media equality across the globe. Nordicom. [ Links ]

Eco, U. (1993). Lector in fábula. Los cooperación interpretativa en el texto narrativo. Barcelona: Lumen. [ Links ]

Fernández Ramil, M. de los A. (2020). Sueños de igualdad. Crónicas sobre feminismo en Chile. Santiago: Uqbar. [ Links ]

Filinich, M. I. (2010). Enunciación. Buenos Aires: Eudeba. [ Links ]

Gill, R., & Toms, K. (2019). Trending Now. Feminism, postfeminism, sexism and misogyny in British journalism. En C. Carter, L. Steiner, & A. Stuart (Eds.), Journalism, gender and power (pp. 97-112). Nueva York: Routledge. https://doi.org/10.4324/9781315179520-8 [ Links ]

Godoy Ramos, C. G. (2016). “No somos feministas”. Género, igualdad y neoliberalismo en Chile. Revista Estudos Feministas, 24(3), 881-879. https://doi.org/10.1590/1806-95842016v24n3p871 [ Links ]

Gronemeyer, M. E., & Porath, W. (2017). Framing political news in the Chilean press: The persistence of the conflict frame. International Journal of Communication, (11), 2940-2963. [ Links ]

Giraldo, I. (2019). Posfeminismo / Genealogía, geografía y contornos de un concepto. Debate Feminista, 59, 1-30. https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2020.59.01 [ Links ]

Hanitzsch, T., & Vos, T. (2017). Journalistic roles and the struggle over institutional identity: The discursive constitution of journalism. Communication Theory, 27(2), 115-135. https://doi.org/10.1111/comt.12112 [ Links ]

Hanitzsch, T., Hanusch, F., Ramaprasad, J., & de Beer, A. S. (Eds.). (2019). Worlds of journalism. Journalistic cultures around the globe. Columbia: University Press. https://doi.org/10.7312/hani18642 [ Links ]

Hiner, H., & López Dietz, A. (2020). ¡Nunca más solas! Acoso sexual, tsunami feminista, y nuevas coaliciones dentro y fuera de las universidades chilenas. Polis. Revista Latinoamericana, 20(59), 122-146. http://dx.doi.org/10.32735/S0718-6568/2021-N59-1590 [ Links ]

Hochschild, A. R. (1979). Emotion work, feeling rules, and social structure. American Journal of Sociology, 85(3), 551-575. [ Links ]

Jenkins, J., & Finneman, T. (2018). Gender trouble in the workplace: applying Judith Butler’s theory of performativity to news organizations. Feminist Media Studies, 18(2), 157-172. https://doi.org/10.1080/14680777.2017.1308412 [ Links ]

Kaplan, R. L. (2006). The news about new institutionalism: Journalism’s ethic of objectivity and its political origins. Political Communication , 23(2), 173-185. https://doi.org/10.1080/10584600600629737 [ Links ]

Kassoba, L. (2020). The missing perspectives of women in news. Bill & Melinda Gates Foundation. [ Links ]

Kay, J. B. (2019). Introduction: anger, media, and feminism: the gender politics of mediated rage. Feminist Media Studies, 19(4), 591-615. https://doi.org/10.1080/14680777.2019.1609197 [ Links ]

Kelan, E. (2009). Gender fatigue: The ideological dilemma of gender neutrality and discrimination in organizations. Canadian Journal of Administrative Sciences, 26(3), 197-210. https://doi.org/10.1002/cjas.106 [ Links ]

Lamadrid Alvarez, S., & Benitt Navarrete, A. (2019). Cronología del movimiento feminista en Chile 2006-2016. Revista Estudos Feministas, 27(3). https://doi.org/10.1590/1806-95842019v27n354709 [ Links ]

Lünenborg, M., & Medeiros, D. (2020). Journalism as an affective institution. Emotional labor and the discourse on fraud at Der Spiegel. Journalism Studies, 22(12), 1720-1738. https://doi.org/10.1080/1461670X.2021.1873820 [ Links ]

Macón, C. (2014). Género, afectos y política: Lauren Berlant y la irrupción de un dilema. Debate Feminista, 49, 163-186. https://doi.org/10.1016/S0188-9478(16)30009-3 [ Links ]

Martínez-Jiménez, L. (2021). Postfeminismo neoliberal: una propuesta de (re)conceptualización desde los estudios culturales feministas. Investigaciones Feministas, 12(2), 371-382. https://doi.org/10.5209/infe.73049 [ Links ]

Martínez Solís, M. C. (2013). Los géneros desde una perspectiva socio-enunciativa. La noción de contexto integrado. Revista Latinoamericana de Estudios del Discurso, 13(2). https://periodicos.unb.br/index.php/raled/article/view/33382Links ]

Melin, M. (2008). Gendered journalism culture. Malmö: Department of Journalism and Mass Communication-University of Göteborg. [ Links ]

Navia, P., Osorio, R., & Valenzuela, F. (2013). Sesgo político en las lunas de miel presidenciales: El Mercurio y La Tercera, 1994-2010. En A. Arriagada & P. Navia (Eds.), Intermedios: Medios de comunicación y democracia en Chile (pp. 37-59). Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales. [ Links ]

Padovani, C., & Bozzon, R. (2020). Media gender-equality regimes. Exploring media organisations’ policy adoption across nations. En M. Djerf-Pierre & M. Edström (Eds.), Comparing Gender and Media Equality Across the Globe (pp. 99-144). Nordicom. [ Links ]

Paolucci, C. (2020). Persona: soggettivitá nel linguaggio e semiotica nell’enunciazione. Firenze: Bompiani. [ Links ]

Pedreros Muñoz, P. M. (2019). De la consigna “educación gratuita y de calidad” a las tomas feministas. Cartografía singular de mutaciones colectivas de la sensibilidad. Chile, 20112018. La Deleuziana. Revista online de Filosofía, (Dossier - Primer Coloquio Red Estudios Latinoamericanos Deleuze & Guattari), 149-158. [ Links ]

Peñamarín, C. (2020). Fronteras afectivas de la esfera pública y semiótica pragmática. CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, 25, 61-75. https://doi.org/10.5209/ciyc.69968 [ Links ]

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). (2020). Nuevo mapa del poder y género en Chile (1995-2018). Santiago de Chile: PNUD. [ Links ]

Ponce, C., Nina-Estrella, R., & Ortiz Arraiza, A. (2019). ¿Qué pasa 7 años después del estallido del movimiento estudiantil?: convergencias en los movimientos chilenos de 2018. Cátedra, (16), 171-185. https://revistas.up.ac.pa/index.php/catedra/article/view/609Links ]

Rosas, O. V. (2018). News media and the emotional public sphere | Strategic avoidance and strategic use: A look into Spanish online journalists’ attitudes toward emotions in reporting. International Journal of Communication , 12, 2114-2132. https://ijoc.org/index.php/ijoc/article/view/6789/2350Links ]

Ruiz Encina, C., & Miranda Medina, C. (2018). El neoliberalismo y su promesa incumplida de emancipación: bases del malestar y de la ola feminista. Anales de la Universidad de Chile, (14), 189-201. https://doi.org/10.5354/0717-8883.2018.51152 [ Links ]

Ruoho, I., & Sinikka, T. (2018). Journalism and gender: Toward a multidimensional approach. Nordicom Review , 39(1), 67-79. https://doi.org/10.2478/nor-2018-0002 [ Links ]

Semetko, H., & Valkenburg, P. (2000). Framing European politics: A content analysis of press and television news. Journal of Comunnication, 50(2), 93-109. https://doi.org/10.1111/j.1460-2466.2000.tb02843.x [ Links ]

Siapera, E. (2019). Affective labour and media work. En M. Deuze & M. Prenger (Eds.), Media making: Productions, practices, and professions (pp. 275-286). Amsterdam: Amsterdam University Press. https://doi.org/10.2307/j.ctvcj305r.22 [ Links ]

Sparrow, B. H. (2006). A research agenda for an institutional media. Political Communication , 23(2), 145-157. https://doi.org/10.1080/10584600600629695 [ Links ]

Thomson, T. J. (2021). Mapping the emotional labor and work of visual journalism. Journalism, 22(4), 956-973. https://doi.org/10.1177/1464884918799227 [ Links ]

Valida. (2018). Boletín de Circulación y Lectura. Santiago de Chile. http://200.91.40.166/valida/boletin-de-circulacion-y-lectura-diarios-y-revistas-1-semestre-2018/2018-10-08/135127.htmlLinks ]

Urzúa Martínez, S. (2019). Aportes a una etnografía de los movimientos feministas: recursos expresivos en las marchas #Ni una menos y #8M en Santiago de Chile. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, 1(35), 115-124. https://doi.org/10.7440/antipoda35.2019.06 [ Links ]

Wahl-Jorgensen, K. (2019). Emotions, media and politics. Cambridge: Polity. [ Links ]

Zerán, F. (2018). Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado. Santiago de Chile: LOM. [ Links ]

1Este trabajo se enmarca en el proyecto I+D “Problemas y públicos mediatizados: emociones y participación” ((PPMEP) PID2021-123292OB-I00). Ministerio de Ciencia e Innovación en España (FEDER. Una manera de hacer Europa).

2Isis Giraldo (2019) realiza una genealogía y una revisión de este marco conceptual, y lo define como “un discurso contemporáneo acerca de la subjetividad femenina dominante en los contextos urbanos que está intrínsecamente conectado con una ideología neoliberal del yo y que se nutre del feminismo al tiempo que lo desmantela”, bloqueando el carácter emancipador y de transformación política que es consustancial al movimiento feminista (Giraldo, 2019). La cultura popular mediática ha sido un lugar de inscripción privilegiado para esta sensibilidad que se construye sobre la idea de que la igualdad de género ya ha sido alcanzada y favorece la circulación de una versión “soft” o estilizada de los valores feministas (Martínez-Jiménez, 2021).

3Este estudio analiza la adopción de políticas de igualdad de género, antiacoso y de conciliación de la vida laboral y familiar en las organizaciones mediáticas y establece 5 niveles desde su ausencia (gender-blind), orientación a cambios estructurales (structural-change oriented), medidas para promover el balance de la vida familiar y laboral (work-life balance), sensibilidad hacia las políticas de género (gender-sensitive) y apuesta por políticas que transforman las relaciones de género (gender-transformative).

4La fatiga de género se produce al intentar compatibilizar el esfuerzo por declarar las instituciones neutras en términos de género y/o presentar la igualdad como una meta alcanzada y, al mismo tiempo, dar cuenta y resolver las desigualdades estructurales que, debido a la contradicción, finalmente se explican en el marco de asuntos excepcionales o singulares.

5El concepto de régimen de género se define como la suma de significados, prácticas y procesos de toma de decisiones que inciden interseccionalmente en las diferencias de género en un campo o ámbito social, como por ejemplo el periodístico. Se vincula con principios y normas, en ocasiones, inscritos en estándares y políticas formales que dan forma a las relaciones de género en el sector que se tome de referencia (Padovani & Bozzon, 2020).

6En este artículo utilizamos el término posfeminismo siguiendo la propuesta de Isis Giraldo, que lo comprende como “un discurso contemporáneo acerca de la subjetividad femenina dominante en los contextos urbanos que está intrínsecamente conectado con una ideología neoliberal del yo y que se nutre del feminismo al tiempo que lo desmantela”, bloqueando el carácter emancipador y de transformación política que es consustancial al movimiento feminista (Giraldo, 2019).

9Declaraciones realizadas por el ministro de Educación Gerardo Varela en la Comisión de Educación del Senado el 15 de mayo de 2018.

Recibido: 12 de Septiembre de 2021; Aprobado: 24 de Febrero de 2023

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons