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Perfiles latinoamericanos

versão impressa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.31 no.62 México Jul./Dez. 2023  Epub 31-Maio-2024

https://doi.org/10.18504/pl3162-014-2023 

Reseñas

Esteban Torres, La gran transformación de la sociología, Buenos Aires, CLACSO, 2021, 463 pp.

*Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Investigador del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Argentina) emiliano.torterola@gmail.com


Palabras clave: Latinoamérica; teoría social; sociología; globalización

Keywords: Latin America; social theory; sociology; globalization

Las ciencias sociales latinoamericanas en las encrucijadas de la globalización académica. Críticas presentes y proyectos futuros

La obra en contexto: producción prolífera y redes académicas

Esteban Torres probablemente se encuentra entre los sociólogos latinoamericanos contemporáneos más fecundos; al menos entre aquellos abocados a la teoría social. La gran transformación de la sociología (en adelante, La gran transformación) forma parte de un febril maratón de publicaciones recientemente lanzadas por el intelectual. Si bien los roles desempeñados -como autor, coautor, editor y/o compilador- han variado en los diversos lanzamientos, no deja de sorprender la capacidad productiva del actual investigador-director del programa “Cambio Social Mundial” del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), investigador-coordinador del grupo de trabajo “Teoría social y realidad latinoamericana” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) e investigador-docente de las asignaturas Teorías y Procesos de Cambio Social y Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC.

Solo en los últimos veinticuatro meses (2020-2022), el investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la Argentina participó activamente en la publicación de al menos cinco ambiciosos proyectos, de los que el CLACSO se presentó casi siempre como casa editora. Repaso: Nuevos actores y cambio social en América Latina (2022), del que es coeditor con José Mauricio Domingues y autor de capítulo; Hacia una nueva sociología del capitalismo (2022), que coedita con Guilherme Leite Gonçalves y en el que participa con un capítulo; Hacia la renovación de la teoría social latinoamericana (2020), del que es editor y autor de capítulo; La gran transformación de la sociología (2021), como autor, y Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro (2020), como cocoordinador, prologuista y autor de capítulo.1

A mi juicio, lo más destacable en este raid editorial es la capacidad exhibida por el sociólogo de ensamblar el trabajo intelectual propio con la construcción de colectivos de investigación y producción científica.2 Esteban Torres es, hoy por hoy, un verdadero homo faber, pero no como subtipo del homo academicus aislado y atomizado -actitud científico-política que deplora y denuncia especialmente en La gran transformación-. Es también promotor del diálogo y el debate mancomunado a escala regional y global. De este modo, rápidamente podemos advertir una congruencia entre la trayectoria profesional del autor con la incitación a construir tanto un proyecto intelectual colectivo y, más ampliamente, un paradigma mundialista promovido aquí desde el “sur” latinoamericano (pp. 67-89, 421-460).

Un último dato introductorio, que no es menor y profundiza el espíritu comunitario que enmarca buena parte de estas aventuras intelectuales. Me refiero a la política de difusión de las obras por parte del autor y equipos. Todas ellas son de fácil, gratuito y rápido acceso para el público lector. Torres, colaboradores y casas editoras (en especial, CLACSO) contribuyen con sus políticas a la socialización de la reflexión y el conocimiento; al intercambio en la región de ideas sociológicas para los debates intelectuales.

La estructura: apartados y temas de La gran transformación

La gran transformación es un voluminoso escrito de 463 páginas (incluido el prólogo a cargo de Álvaro García Linera), que, por un lado, recupera, revisa y profundiza resultados de investigaciones publicadas tiempo atrás por Torres; y que, por otro, ofrece nóveles capítulos que dialogan o profundizan temas, diagnósticos, conceptos o ideas vertidas en los trabajos que conocieron versiones previas.

A este respecto, el escritor advierte al lector que, si bien “cada texto” puede entenderse como una “pieza relativamente autónoma (…) al reunirlos y colocarlos en un orden, se ha generado un efecto de conjunto que colabora en la resolución de un rompecabezas que hasta hoy permanecía desarmado” (p. 22. El énfasis me pertenece). Los fragmentos, o piezas, son ni más ni menos que veinte trabajos agrupados en cuatro grandes secciones: 1) “Sociología y cambio social en América Latina. El compromiso con la transformación de las sociedades”; 2) “El imperativo de la creación teórica. Viejas deudas, extravíos presentes y nuevos desafíos”; 3) “Marx y las izquierdas frente al futuro regional. El eterno retorno, los grandes desconciertos y la necesidad de reinvención instrumental”, y 4) “Apuntes para la práctica sociológica”.

Teniendo en cuenta la estructura heterogénea y extensa de La gran transformación, pero atendiendo a su vez a la búsqueda de unidad y coherencia pretendida o reclamada por el investigador, considero oportuno y más provechoso para el lector no realizar una interpretación formal o lineal del libro. En vez de realizar un resumen y/o análisis sección por sección o capítulo por capítulo, ofrezco una presentación de los argumentos centrales y transversales de La gran transformación.

Ciencia en sociedad y ciencia de la sociedad. Praxis, reflexividad y crítica sociológica

El enfoque interpretativo del libro aquí propuesto es relacional y multidimensional. Considero que la obra puede analizarse a través de las múltiples relaciones que el autor establece entre el nivel histórico-social y el sociológico-intelectual. Para ser más exactos, como se justificará más adelante, la segunda esfera se encuentra al interior de la primera. No son ámbitos equivalentes y separados. En esta sociología de la ciencia de corte estructuralista, objetivista y que tiene en cuenta las escalas de observación (macro, meso y microanálisis), la disciplina en cuestión constituye un campo al interior de la esfera científica, la cual es, a su vez, un espacio específico y parcialmente autónomo de lo que Bourdieu denomina “campo social global”. Volveré sobre este punto más adelante. Lo cierto es que, si bien estos niveles analíticos no están formalizadas en la obra, el lector podría rápidamente notar la validez de este constructo, al advertir la centralidad y persistencia de nociones o sintagmas tales como “sociedad histórica”, “tiempo histórico” (en el primer caso), “sociología”, “mundo sociológico” (en el segundo y principal nivel).

Simplificando las categorías de Kuhn y en diálogo con la metateoría de Ritzer (1997), estos andariveles podrían diferenciarse analíticamente primero, entonces, entre un polo “externo” y “superior” (social e histórico) y un polo “interno” (intelectual, sociológico), en un continuo científico (Alexander, 1989). En estos flujos y reflujos permanentes entre los niveles, el lector podría sospechar una excesiva y casi determinista influencia del nivel social en el intelectual. Y no estaría equivocado. Para Torres, a contramarcha de lo que considera el predominio de una (complaciente e ingenua) cultura idealista en las ciencias sociales contemporáneas, existe una determinación en última instancia de los factores materiales sobre los espirituales - incluidos los intelectuales, si bien los ritmos o procesos sociales no coinciden con los científicos.

No obstante, la sociología posee una parcial autonomía en relación al campo social global. Su capacidad reflexiva y crítica constituye el referente más importante y poderoso de su limitada independencia. Al mismo tiempo, sus agentes elaboran saberes y definen posicionamientos públicos que influyen, directa o indirectamente, en mayor o menor magnitud, en la construcción de la experiencia social y el curso histórico. Los sociólogos no solo forman imágenes o esquemas interpretativos de la sociedad. Son también portadores de actitudes políticas “conservadoras” o “transformadoras”, para utilizar las categorías clásicas de Thomas y Znaniecki. Con esto último estoy enfatizando que, en la configuración del continuo sociedad-ciencia-sociología, la esfera más sensibilizadora para pensar las mediaciones entre los niveles aludidos en la obra, a mi entender, es la política.

No es descabellado indicar en este sentido que la noción de praxis de Marx (González, 1991) sobrevuela de cabo a rabo La gran transformación (sus premisas, diagnósticos y recetas superadoras), en al menos dos sentidos. El primero es antropológico, y se fundamenta en una paradoja (auto)poiesis: el hombre es un producto social, al tiempo que es el hacedor de la historia que lo constriñe, más no determina. El segundo sentido, que se erige sobre el primero, es ético-político. Al producir la sociedad, los hombres, en acciones recíprocas permanentes, no solo producen un tipo de conciencia, sino que orientan su actividad práctica, como ya se señaló, a preservar o transformar las estructuras materiales y simbólicas de la sociedad.

Entonces, el sustantivo escogido para diagnosticar el estado actual de la sociología (transformación) no solo procura articular la praxis mediante la cual los sociólogos producen su micromundo -teorías, métodos, saberes especializados, etcétera- en dialéctica tensión con la realidad histórica objetiva. Son sujetos y objetos de los contextos que procuran interpretar y explicar. Transformación, sugiero, no solo refiere a un diagnóstico, sino también a una necesidad acuciante: modificar el estado actual de la sociología latinoamericana (y mundial); para lo cual se requiere trastocar las relaciones intelectuales y los compromisos de las ciencias sociales con la agenda pública y la política.

Dimensiones analíticas para leer La gran transformación. Una propuesta

Retomando los niveles principales definidos para abordar y analizar la compilación reseñada, sugiero que las mismas pueden (o deben) abordarse a través de tres ejes cruciales. No pretendo realizar un relevamiento exhaustivo de la obra, sino simplemente exponer los aspectos más importantes para que el lector pueda explorar sistemáticamente la publicación.

En el primer eje, el de la experiencia histórico-social, se ubican el espacio y el tiempo (“social” y “sociológico”). A modo de ejemplo. No es posible aquí analizar con mayor profundidad, pero sí resulta menester realizar una aclaración. Al decir de Torres, siguiendo a A. Giddens, “se trata de pensar en los términos de un espacio-tiempo en lugar de tratar tiempo y espacio de modo separado (…). La restitución espacio-temporal permitiría volver a reequilibrar ambas dimensiones, quitándole toda ponderación predeterminada a esta relación indivisible” (p. 232). Con “pensar”, el investigador sugiere, repítase, escudriñar conjunta y relacionalmente el tiempo-espacio “social” -entrelazando la escala global a la regional y local- y, “aguas abajo”, el tiempo-espacio “sociológico” -en tanto provincia de las ciencias sociales-. En efecto, una sociología de la sociología como la de Torres no puede prescindir de estas dimensiones de la experiencia social, y debe indicar de qué manera y con qué énfasis la globalización académica influye y condiciona la producción y circulación de ideales de ciencia, pero también paradigmas o ideas-elementales en las sociologías latinoamericanas; incorporadas subordinadamente a los circuitos científicos mundiales.

Un segundo eje lo conforman las denominadas “esferas de valor” social. Las más relevantes en la sociología de Torres son: economía, política, cultura y, desde luego, ciencia. Lo que le interesa al autor, en este sentido, es realizar un doble ejercicio o movimiento reflexivo. Por un lado, comprender de qué modo -por ejemplo, en la sociedad mundial contemporánea- se producen interdependencias específicas entre estas provincias de la organización históricosocial, e influyen en las reglas del campo académico. De tal modo, Torres observa alarmado en estas últimas cuatro décadas una colonización económica de las actividades científicas. Ello se cristalizó en la formación de un “capitalismo académico mundializado”, que define “reglas sistémicas” de producción y circulación, así como “lógicas de acumulación” del poder y legitimidad en las ciencias sociales (p. 432). Pero también un avance de la cultura política neoliberal en la esfera científica: se prioriza en ella la trayectoria intelectual y el éxito individual; así como la promoción del productivismo y la competencia académica.

Por otro lado, estas “esferas de valor” forman parte de la reflexión sociológica. Daré dos ejemplos. El primero: un meta-análisis, como el de Torres, se interesa por vislumbrar de qué modo estas dimensiones son descritas y/o explicadas por lo que el autor define como “corrientes sociológicas”. Las más relevantes, a su entender, son tres o cuatro: la autonomista, la negacionista y la norcéntrica, con sus variantes reformista y marxista. En efecto, estas tradiciones construyen identidades y alteridades a través de los modelos teóricos y las “actitudes” intelectuales definidas para caracterizar al capitalismo, el Estado y las proyecciones normativas. El segundo ejemplo, que ilustra la imagen del continuo sociedadciencia, refiere al movimiento feminista, el cual dio lugar en las últimas décadas a la “sociología crítica feminista” (pp. 169-171). Este movimiento, al decir del autor, es el que mejor embandera en la actualidad el espíritu crítico y transformador de la sociología moderna.

Un último eje analítico abarca la propia actividad disciplinaria. Su condición de posibilidad es la autoproducción y autonomía (relativa) respecto a las restantes esferas de valor. Me refiero a un conjunto heterogéneo de temas, problemas, debates, análisis sociológicos escudriñados y evaluados por Torres en su metarreflexión: desde el ascenso del citado feminismo académico hasta el declive del enfoque narrativo en la sociología histórica; desde la situación actual del marxismo en América Latina hasta el pasado y presente de la sociología cordobesa; desde los ascensos y declives de las principales corrientes sociológicas en el continente hasta las estériles disputas entre investigación teórica y empírica; ciencia “básica” y “aplicada”.

Ubico también en este eje interno y sus múltiples dimensiones de análisis al conjunto de “recetas” ofrecidas por el propio autor para reorientar la praxis sociológica en el continente. Entre los objetivos propositivos más importantes, pueden destacarse: revitalizar el papel de las teorías en las ciencias sociales latinoamericanas; construir proyectos intelectuales superadores de la fase “negativa” disciplinaria actual; institucionalizar un paradigma mundialista3 para la sociología en las encrucijadas globales.

La gran transformación en cuestión, y la cuestión de las transformaciones sociales y científicas

“La ‘gran transformación’ es la dolorosa constatación de un derrumbamiento general y generacional, de una magnitud inédita y de una duración inusitadamente extensa” (p. 16. Las comillas corresponden al autor). El sombrío diagnóstico de época labrado para la sociología por Torres -lejos de ser el primero para la disciplina4- inicia hacia finales de los setenta y comienzos de los ochenta. Lleva ya -de ahí la longue durée- cuarenta años. A pesar y más allá de las promesas generadas por las transiciones democráticas durante los ochenta y las experiencias populares posteriormente, ya en el actual siglo, la ciencia social permanece en una oscura y gélida noche polar, parafraseando a Max Weber. De continuar este derrotero, a juicio del autor, en un futuro no muy lejano y a menos de 200 años de su fundación, se podrá decretar sin sobresaltos el acta de defunción de la sociología: “Todo indica que si en los próximos años poco o nada cambia en la sociología académica (…) pronto no habrá energías ni justificaciones posibles para sostener la existencia de este campo de conocimiento” (p. 19).

Entre las causas del estado calamitoso y alarmante actual, Torres destaca el movimiento de pinzas que dos procesos establecieron -a escala regional primero, y planetaria, posteriormente- en la sociología latinoamericana durante los últimos cuarenta años. En la esfera regional, resalta el “dispositivo de aniquilación política y psicológica que ponen en funcionamiento (…) las dictaduras militares en la década del 70” (pp. 57-58). La contrapartida de la institucionalización de estos dispositivos fueron no solo las derrotas de las izquierdas políticas y científicas durante los setenta. Ya en los noventa, y tomando por trasfondo la integración subordinada y periférica de la disciplina regional al capitalismo académico mundializado, se gestó un espíritu sociológico dócil, atomizado y “despolitizado”. En las últimas décadas, el signo distintivo no sería la neutralidad político-ideológica. Hoy la limitación principal se asocia con su desactivación científica, alimentada por un “compromiso micropolítico, intraacadémico y autárquico” (p. 435).

Es decir, tiempo después de la culminación de la fase negativa-represiva -el aniquilamiento de los proyectos transformadores modernos- se iniciaba la fase positiva-constructiva: la creación, sobre tierra casi arrasada, de una nueva cultura científica en la región, así como una novedosa subjetividad, actitud y motivación profesional, la cual transitó desde la apatía política a la defensa de los intereses corporativos e individuales.

En esta breve genealogía del homo sociologicus latinoamericano contemporáneo, la última agenda colectiva y auspiciosa que se pudo desarrollar en las ciencias sociales de la región, al decir del autor, fueron los proyectos intelectuales democráticos posdictatoriales; pero ellos resultaron un paréntesis en el curso global de la historia social y disciplinar. El crítico y sombrío diagnóstico diagramado abarca: el empobrecimiento e intrascendencia de la investigación social hiperespecializada y sus resultados; el apático y casi marginal rol de los cientistas sociales en la esfera pública y sus debates; la privatización, individuación y mercantilización de la actividad intelectual, hecho que deniega la condición colectiva de la producción del conocimiento y la dimensión pública de la investigación social y la actividad académica.

El observable más representativo y relevante de la situación actual, a juicio del investigador, fue la gestación hacia los ochenta y posterior predominio de la (ya citada) corriente negacionista (CN).5 El inicio y ascenso de la CN en el continente cristaliza y ejemplifica la preocupante mutación de las ciencias sociales. Puede figurarse (la corriente) como la locomotora intelectual, política e ideológica responsable de traccionar a la disciplina en su conjunto hacia una gran transformación. Su combustible es el rechazo de la modernidad - eurocéntrica, instrumentalista, técnico-cientificista- y sus proyectos; la impugnación de la praxis marxista -y los estudios materialistas de la sociedad-; la oposición a las racionalidades “desarrollistas”, “bienestaristas” (“autonomistas”) continentales (Quijano, 2014; Wahren & Schvartz, 2020). Negación e impugnación, entonces, son conceptos afines en la trama de nociones construidas por el investigador cordobés. El espíritu nihilista que anima este paradigma rechaza simultáneamente la razón científica y técnica; la razón de Estado y la razón instrumental-capitalista; objeta por igual la trascendencia de la verdad científica, el espíritu democrático y representativo de la dominación política y los proyectos integradores e igualadores al interior del modo capitalista de producción.

Torres reconoce, no obstante, que los principales referentes de esta corriente en la región (Svampa, de Sousa Santos, Acosta, Quijano, Dussel, entre otros) ofrecen proyectos superadores de la modernidad y sus instituciones. A la fase impugnadora le sigue con frecuencia una agenda propositiva. Se trata de formas de vida rurales, comunitaristas y ecologistas. Los portadores del cambio social, con frecuencia, son los colectivos indígenas, los movimientos sociales, el pequeño campesino. No obstante, para el autor celebrado, estas proposiciones no se apartan de la actitud impugnadora: lo negado es lo histórico-instituido e instituyente de la modernidad: el capitalismo, el Estado, la gran urbe, el industrialismo, etcétera y sus efectos sociales, culturales, económicos en la región. De este modo, la proclamación de formas comunitarias-ruralistas de vida (Wahren & Schvartz, 2020), por ejemplo, contradice la tendencia contemporánea a la ampliación y expansión de las metrópolis; hecho que profundiza el proceso de urbanización de la población a escala planetaria y regional iniciado hacia el segundo tramo del siglo XIX (Soja, 2008, pp. 333-351; Torres, 2020, p. 46).

Advertencias y críticas finales

Probablemente como estrategia intelectual diseñada para resguardarse de las críticas que pudiera recibir plena o parcialmente la obra, Torres advirtió en una de las presentaciones del libro que el mismo es provisorio, limitado y modesto. Se dirige a abrir una o varias discusiones, en lugar de clausurarlas.

Esta advertencia, no obstante, no forma parte del tono utilizado a lo largo de las más de cuatrocientas páginas de la publicación. De hecho, una crítica u observación primera que puede formularse a la compilación es que realiza con frecuencia afirmaciones con excesivo énfasis, seguridad y determinación. Tiende a rechazar los matices, las ambigüedades o contradicciones. Rara vez el lector se encuentra frente a objetos de estudio o relaciones entre los que se abordan y analizan a través de tensiones, paradojas, relieves o pliegues capaces de incitar dudas, preguntas, conjeturas. La actitud epistemológica de Torres se abraza fuertemente a las certezas y las respuestas.

Un ejemplo de esta actitud resulta en el abordaje de los “autores” y sus “obras”. Unos y otras suelen ser esquemáticos, estandarizados, tipificados como unidades homogéneas, cerradas y transparentes a lo largo de La gran transformación. Otro ejemplo lo conforma la vehemencia empleada para realizar el diagnóstico de época. El espíritu que moldea la obra es, como habrá podido apreciar el lector de la reseña en curso, un fatalismo sociológico extremo, inquietante y quizás exasperante. El estado actual de esta disciplina es (sería) una acelerada descomposición que, de no mediar algún cambio, marcha a paso firme hacia su deceso, como ya se señaló. Ahora bien, de “objetivar al sujeto objetivante”, como reclama Bourdieu, esta afirmación parece difícil de sostener plenamente. De hecho, la condición de posibilidad de su enunciación y difusión, encierra una contradicción: ¿cómo es posible que se haya publicado este libro; que se hayan realizado diversos debates en torno al mismo o incluso esta reseña si la situación es tan crítica? Más aún, ¿cómo puede el autor llegar a tal conclusión siendo él mismo un animal de publicación y construcción de lazos intelectuales a escala regional y global encomiable?

Una segunda crítica, sumamente asociada a la anterior, es la siguiente: el autor se desplaza en ciertas ocasiones rápidamente desde el plano descriptivo al prescriptivo. O mejor dicho, prescribe ideas o valores propios como si se trataran de apreciaciones fácticas que no requieren mayor explicación o justificación. De tal modo, en el marco de las relaciones múltiples que pueden establecerse entre “sociología” y “política”, Torres asevera que la ciencia social “nació y progresó como un proyecto intelectual para el cambio estructural de la sociedad.” (p. 20. El énfasis me pertenece).

Esta afirmación puede ser rápidamente cuestionada. Las vertientes más liberales, y ni hablar de las conservadoras, de la sociología no fueron ni son devotas de implementar transformaciones profundas de la sociedad. Sí es verdad, podría decirse, que el espíritu sociológico no es complaciente con la realidad social, y ofrece permanentemente tecnologías de intervención y cambio social. Ahora bien, mientras las sociologías “liberales” y “burguesas” tienden a ofrecer dispositivos (de gobierno, civiles) “reformistas”, las “marxistas” o “críticas” se inclinan, sí en línea con el autor, por diseñar instrumentos estructuralmente transformadores, para modificar con ellos la raíz del orden social (Lamo de Espinosa, 2001). La ciencia social “progresó”, entre otras causas, gracias a las disputas políticas e ideológicas entre los modelos de ciencia y labor intelectual enarbolados por dichas sociologías (Lamo de Espinosa, 2001).

Más allá de este breve debate iniciado con el texto reseñado, quisiera finalizar celebrando el proyecto intelectual de Esteban Torres y equipos, en el que se enmarca La gran transformación. Considero sumamente auspicioso y gratificante, en primer término, sus reflexiones sociológicas desde y sobre América Latina. En segundo término, sus contribuciones al enriquecimiento de los análisis y esquemas teóricos y metateóricos regionales. No solo porque, recurriendo nuevamente a Max Weber, los cientistas sociales no podemos renunciar a las teorías, así como no nos es posible prescindir del pan diario. Sino porque la defensa de las teorías desde y para el Sur Global resulta tanto más urgente cuanto más avanza la razón hiperespecialista, tecnicista y empirista en las ciencias sociales latinoamericanas. Celebro la obra, por último, porque, efectivamente, cumple su principal cometido: incitar la reflexión y el debate sobre el presente y el futuro de la sociología; sin perder con ello, en el horizonte, la acuciante necesidad de que los intelectuales vuelvan a comprometerse moral e intelectualmente con los problemas sociales y las encrucijadas políticas contemporáneas.

Referencias

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1Más atrás en el tiempo, en la puesta en marcha de esta cadena de montaje sociológica deben destacarse dos manufacturas: La teoría social en América Latina: Problemas, tendencias y desafíos actuales (2016) y Lo instituyente. Escritos sobre teoría social (2015). En ambos trabajos, Torres participó como coeditor, junto a Juan Pablo Gonnet, y autor de uno o más capítulos.

2En cuatro de las últimas cinco obras señaladas, Torres participó en proyectos de investigación con una treintena de colegas —muchos de ellos prestigiosos referentes intelectuales de las ciencias sociales contemporáneas—, en los cuales han formado recursos y alentado la cooperación y la producción colectiva de conocimiento. Además de los ya mencionados Guilherme Leite Gonçalves o José Mauricio Domingues, entre los interlocutores más cercanos al autor destacan Álvaro García Linera, Sérgio Costa, Aldo Mascareño, Kathya Araujo, Enrique Dussel, Atilio Boron, Klaus Dörre y Bob Jessop.

3Este paradigma “propone recrear una concepción de la sociología entendida como una fuerza socio-científica localizada y multilocalizada, orientada a la transformación de la sociedad mundial. Para ello, el PM [paradigma mundialista] demanda un nuevo proyecto científico (…), un nuevo modelo de reconexión entre el núcleo científico, el núcleo crítico y al núcleo transformativo de la teoría y la investigación sociológica, así como un nuevo dispositivo de mediación entre la práctica sociológica y la práctica política” (p. 436).

4Hace poco más de treinta años (1990), Lamo de Espinosa recordaba, siguiendo a Alvin Gouldner, que un consenso extendido entre quienes se especializan en teoría social radicaba en la crisis de las ciencias sociales contemporáneas. “Incluso aquellos que perciben la crisis con escepticismo, como R. J. Merton —aseveraba el sociólogo ibérico— se ven forzados a entrar en el debate; tal es la fuerza de la opinión colectiva en este tema” (Lamo de Espinosa, 1990, pp. 1-2).

5Por corriente negacionista el autor entiende “un conjunto de disposiciones que se presenta a sí mismo como una superación rupturista del pensamiento moderno, en particular del marxismo. Lo que en este trabajo denomino «gran transformación» de la sociología regional es el inicio accidentado del (…) período de impugnación de la modernidad, a partir del avance acelerado del negacionismo como corriente sociológica.” (p. 31). Las expresiones teóricas más representativas de esta visión regional dominante son, aun con sus innumerables contrapuntos, el posestructuralismo, el neoanarquismo, el poscolonialismo y el posmodernismo.

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