Para quienes nos dedicamos al estudio de la historia, la filosofía y la cultura, los tiempos actuales no han sido fáciles, más bien nos ha tocado vivir una época de convulsiones en la que nuestras disciplinas se han sacudido en espasmos de alteración, ni duda cabe que vivimos profundos cambios. Los años recién pasados han sido simplemente increíbles para la historia del mundo, a quienes nos ha tocado la fortuna de atestiguar el inicio del siglo XXI hemos experimentado lo que nuestros ancestros jamás pudieron haber imaginado. Hemos atestiguado variaciones en la política y la economía que no hubiésemos supuesto apenas hace treinta años.

Igualmente asombrosas han sido las transformaciones en la tecnología que ahora nos permiten acercarnos con más precisión a la comprensión del tiempo, las distancias, el conocimiento y la información. Qué duda cabe que vivimos en un periodo de cambios acelerados que han alterado la percepción de nosotros mismos y la que teníamos del mundo. Cambio que resulta provocativo al mismo tiempo que problemático, aunque para nosotros no es una novedad, ni la metamorfosis ni sus honduras; lo que acontece actualmente siempre ha estado ahí y siempre lo estará, por lo que no nos queda otra opción que avenirnos con el cambio y con los ajustes que éste nos solicite.

La revolución en el uso de las computadoras alrededor del mundo desde finales del siglo XX probablemente ha sido el más intenso reto que han recibido la historia, la cultura y las ciencias sociales, debido tanto a la naturaleza de la tecnología como a las circunstancias de su introducción. La aplicación de la tecnología de la información tiene la capacidad de otorgar poder, pero al mismo tiempo, la capacidad de desestabilizar por lo que las sociedades, instituciones y hombres que recurren a ella deben adaptarse a la radical transformación que se produce en los esquemas del conocimiento. Aunque no la usemos directamente es cierto que la Internet ha afectado nuestras vidas, añadiéndole experiencias que nos hacen superar cualquier miedo que hubiésemos tenido para su uso y aplicación. Su uso seguramente ha redefinido nuestras identidades y reducido las diferencias entre nosotros y con los otros, lo que puede ceñir beneficiosamente las aflicciones de nuestra cultura, tales como el etnocentrismo y el racismo productos del abismo que se abre entre los que todo lo tienen y los que carecen de todo.

Con la premisa de unir tecnología y creatividad aplicada a la explicación del cambio en nuestro continente, en este número de Latinoamérica se conjugan ciencias sociales y cultura. En “El viaje y su relato” Beatriz Colombi se adentra en la exploración de los relatos de viajero con la declarada intención de aportar a la sistematización de este descuidado género, al retomar recientes investigaciones se detiene en el estudio de los narradores, de los que señala su carácter “anfibio” que se ubica entre lo fáctico y lo real. José Miguel Lemus en “García Márquez: el prestidigitador de las palabras” se impone la tarea de entresacar la influencia que sobre el autor colombiano tuviera el mexicano Juan Rulfo. Rastrea, mediante el análisis de aspectos estilísticos, la ruptura de la tradición literaria. En busca de la relación entre sistemas políticos e industria cultural Sebastião Guilherme Albano presenta su artículo “Musas transitorias, dictaduras, industria cultural y conocimiento en Brasil” en el que dibuja el horizonte de las relaciones entre las dictaduras militares en Brasil y el ascenso de la industria cultural en el siglo XX. Descubre en esta relación el papel que las políticas de cuño nacionalista desempeñaron en el declive de proyectos progresistas y a favor de la instrumentalización de contenidos sociales. Señala la importancia de los medios de comunicación en la conformación de la llamada actualmente sociedad del conocimiento. Silvia Limón se adentra en el mundo simbólico prehispánico de los Andes en su artículo “Entidades sagradas y agua en la antigua religión andina”, en el que según lo prometido en el título, se acerca al estudio de la significación del elemento agua para los diversos grupos incaicos y preincaicos sin olvidar, por supuesto la evidente relación fecundadora que tuviera con la tierra. Para ello se vale del análisis iconográfico que también describe en el cuerpo de su trabajo. Dando un salto temporal, pero dentro de la misma línea del análisis político y simbólico, Eusebio Andújar en “Aspiración antiimperialista e intereses nacionales: las relaciones exteriores entre México y Perú 1930-1945” plantea, a partir de la revisión de la documentación de la legación mexicana en Perú, la preponderancia de los aspectos políticos sobre los económicos y comerciales, hace notar la cercanía ideológica entre el gobierno mexicano y el aprismo peruano, y específicamente con algunos de los dirigentes de esta institución política. En “¡Sea la América para la Humanidad!: el americanismo universalista de José Martí”, Eugênio Rezende de Carvalho busca identificar las raíces del americanismo martiano, vinculado a la percepción que el prócer tenía del humanismo con el propósito de señalar los alcances y puntos de identidad que unirían a la región. Por último, en este número se abre un espacio para añadir ideas del funcionamiento e importancia de las microempresas, en su artículo “Aportes para la caracterización sobre microempresas y fuerza laboral”, Fernando Neira dice que poco se conoce sobre los aportes de las microempresas a las economías nacionales a pesar del importante papel que tienen en la creación de empleos. Se presenta un horizonte de los enfoques a los que con más frecuencia se acude y las debilidades y fortalezas de los mismos.

Con la certeza de que los artículos aquí presentados lograrán una bienvenida en sus respectivos campos de conocimiento y conscientes de la responsabilidad que a ello nos compromete, en Latinoamérica nos obligamos continuamente a las tareas de incorporación y difusión de ideas que redunden en beneficio del conocimiento de nuestra región.

Comité Académico

agosto de 2006