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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versão On-line ISSN 2448-6914versão impressa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.44 Ciudad de México Jan./Jun. 2007

 

Reseñas

Eva Leticia Orduña Trujillo, Coacciones y oportunidades de la globalización: el caso de la Nicaragua sandinista y sus relaciones con Estados Unidos, México, CCYDEL-UNAM, 2006, 264 pp.

Mónica Toussaint* 

* Instituto Mora, México.

Orduña Trujillo, Eva Leticia. Coacciones y oportunidades de la globalización: el caso de la Nicaragua sandinista y sus relaciones con Estados Unidos. México: CCYDEL-UNAM, 2006. 264p.


Dedicado al estudio de la Nicaragua sandinista y de las presiones por parte del gobierno de Washington que ésta tuvo que enfrentar para llevar adelante su programa ideológico y de desarrollo económico, el libro de Eva Orduña analiza también las escasas oportunidades que el mundo globalizado puede ofrecer a los países pequeños y con una fuerte dependencia hacia el exterior, como son los centroamericanos.

A 27 años del triunfo de la revolución sandinista, el texto nos permite reflexionar acerca de un movimiento político y social de la década de los ochenta del siglo pasado que significó una luz de esperanza para los movimientos de liberación nacional, al tiempo que fue visto como una amenaza por parte del país más poderoso del orbe: Estados Unidos. Asimismo, invita al análisis de la historia de América Latina bajo la perspectiva de dos parámetros: la presencia de una profunda rigidez y autoritarismo hacia el interior de los países, en coexistencia con una suprema debilidad y subordinación hacia el exterior.

Eje fundamental de la explicación propuesta por la autora es el fenómeno migratorio, pues considera que se relaciona de manera estrecha con el desarrollo interno de los países y el proceso de globalización. A la migración se refiere a lo largo del trabajo a partir de la observación de cómo los problemas políticos y sociales han sido la causa constante de expulsión de migrantes en América Latina. Narra cómo en la década de los setenta los principales expulsores de migrantes fueron los países del Cono Sur mientras que, a lo largo de los años ochenta, fueron los gobiernos centroamericanos los ejecutores de la represión que propició una migración masiva hacia el exterior y, finalmente, destaca que los esfuerzos por alcanzar la paz y democratizar la región en la década de los noventa del siglo pasado conllevaron un intenso proceso de repatriación.

En el primero de tres grandes apartados, la autora se dedica a analizar la globalización en su largo proceso histórico pasando por el primer orden económico mundial y las tres revoluciones industriales, hasta llegar a la elaboración de un panorama de los problemas de América Latina frente a un mundo globalizado. A este respecto, Eva Orduña sostiene que las realidades internas de los países latinoamericanos fueron tan adversas que les obligaron a ocupar los lugares más desfavorecidos dentro de la escala de poder, volviéndolos más vulnerables y dependientes de los países hegemónicos.

Nicaragua ante la globalización es el título del segundo apartado, en el cual se hace una brillante síntesis de la actuación del gobierno sandinista en los años ochenta y se identifican las razones políticas y económicas que bloquearon el desarrollo del proyecto nacional del gobierno revolucionario, ubicando tanto las coacciones internas como las externas.

La autora se pregunta cuáles fueron las alianzas que llevaron al triunfo al Frente Sandinista de Liberación Nacional, pero que no tuvieron continuidad en los años posteriores. Su explicación es plausible, pues destaca la imposibilidad del gobierno sandinista para llegar a acuerdos con la burguesía y con la Iglesia católica, a lo que se sumaron los problemas con los habitantes de la costa atlántica quienes se resistían a aceptar las medidas del nuevo gobierno. Estudia con cuidado a las empresas estatales y el fracaso de la política económica del estado revolucionario y ofrece una crítica atinada a la disociación entre los objetivos generales del programa sandinista y las políticas concretas impulsadas. Por último, analiza cómo el gobierno nicaragüense tuvo mayor éxito en el exterior gracias a una participación permanente en los foros internacionales -con pronunciamientos en defensa de la soberanía, la independencia y la autodeterminación y en contra del orden económico internacional que permite los abusos de los países poderosos en detrimento de los más débiles-, lo que le permitió contar con el apoyo de algunos gobiernos latinoamericanos. En suma, la autora incorpora en su análisis una serie de elementos que le permiten ofrecer una explicación científica sólida y balanceada del periodo.

En el tercer apartado, Eva Orduña estudia con detalle lo adverso de la situación externa y las continuas agresiones de Estados Unidos hacia la Nicaragua sandinista. En mi opinión, este es el apartado central del trabajo pues se refiere a la coacción más importante que tuvo que enfrentar el gobierno revolucionario y la cual definió el destino del proyecto sandinista.

Con el fin de ofrecernos un panorama claro de las características y objetivos de la política exterior norteamericana, así como de sus repercusiones en los países de América Latina, particularmente en los del istmo centroamericano, la autora realiza un breve recuento de las tres principales etapas por las cuales transitó esta política después de la Guerra Fría: la Alianza para el Progreso, la administración de James Carter y el gobierno de Ronald Reagan.

A partir de los años sesenta, podemos observar una dualidad en la política norteamericana hacia Centroamérica: por un lado, existía una clara conciencia de la necesidad de realizar una serie de cambios y reformas estructurales para dar viabilidad a estos países y, por otro, se otorgaba apoyo incondicional a los regímenes represivos como el somocista. Continuaban pesando las consideraciones estratégicas sobre la importancia de la región, al tiempo que prevalecían la ignorancia y el desprecio hacia las aspiraciones de las mayorías centroamericanas.

Con la Alianza para el Progreso se buscó realizar algunos cambios estructurales (sobre todo en el sector agrario), impulsar el crecimiento económico y favorecer la democratización política. En el fondo, se trataba de una respuesta al triunfo de la Revolución cubana para tratar de demostrar las virtudes del capitalismo frente a la amenaza del socialismo. Sin embargo, las clases dominantes centroamericanas se opusieron a las reformas sociales y se incrementó la relación con el capital norteamericano, al tiempo que se reorganizaron y modernizaron los ejércitos y los cuerpos policiales con el fin de incrementar la represión interna. Por lo tanto, los objetivos de democratización política y la participación popular fueron relegados, consagrándose así el triunfo de los militares y las clases dominantes locales.

En suma, dice la autora, el temor al comunismo conllevó en este periodo cierta apertura y se elaboró todo un programa para realizar cambios en los países latinoamericanos que resolvieran algunas de las necesidades sociales, pero siempre de manera controlada. Sin embargo, este experimento estuvo condenado al fracaso.

La región centroamericana no era económicamente importante para Estados Unidos, pero debido a su posición estratégica, se mantuvo una preocupación especial hacia el Circuncaribe. En particular, el istmo era visto como un área geopolítica fronteriza en la cual era “preciso evitar la instalación de un gobierno hostil” que pudiera ayudar a un eventual ataque en el nivel estratégico sobre el territorio de Estados Unidos. Existía además un serio temor en el sentido de que lo que sucediera en el istmo pudiera tener un efecto dominó y que alcanzara a México. Por ello, de manera explícita se identificó la política exterior de Estados Unidos con sus valores fundamentales, la democracia y la defensa de los derechos humanos, y se elaboraron nuevas estrategias hacia la región para impulsar las democracias viables buscando una salida intermedia entre las dictaduras y la democracia tradicional.

Con el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua se evidenciaron algunos elementos en el contexto político internacional que habrían de modificar sustancialmente la política norteamericana hacia el área. En primer lugar, debido a la debilidad de su postura y a la fuerza de la política exterior mexicana, Estados Unidos perdió en la Organización de Estados Americanos la posibilidad de intervenir para impedir el triunfo de los sandinistas. Por otro lado, la situación en Centroamérica mostró claramente la ineficacia de los pactos militares regionales, como el Condeca. Y, por último, la derrota de la Guardia Nacional en Nicaragua significó la destrucción de un pilar básico de la estrategia militar de Estados Unidos en América Latina, es decir, la utilización de las fuerzas armadas nativas para garantizar el orden y la estabilidad. De aquí que uno de los primeros objetivos de la administración Reagan consistiera en atacar la contracultura enemiga del gobierno de Washington con un agresivo discurso anticomunista.

Es aquí donde Eva Orduña analiza la manera en que el gobierno de Reagan debió buscar el apoyo de la sociedad y del Congreso de los Estados Unidos con el fin de desarrollar una política de contrainsurgencia especial para los casos críticos, como lo eran los países centroamericanos: la guerra de baja intensidad. En el caso de Nicaragua la finalidad era muy clara: contener al comunismo a través de una estrategia militar basada en la reacción flexible, derrocar al gobierno sandinista y revertir el proceso revolucionario.

Desde la óptica reaganiana, si antes el gobierno de Nicaragua era un gobierno pro-norteamericano, con los sandinistas en el poder sólo se podía hablar de un gobierno pro-soviético, de “un reino de terror comunista” mientras que aquéllos que habían tomado las armas en contra del gobierno sandinista, los Contras, debían ser considerados “luchadores de la libertad”. Por ello, nos dice la autora, la administración Reagan otorgó un apoyo económico decidido para la formación y el fortalecimiento de la Contra, cumpliendo así uno de los principales objetivos de la guerra de baja intensidad que consistía en evitarle a Estados Unidos el costo de una invasión.

La autora concluye este amplio apartado destacando tres aspectos. El primero, se refiere a las medidas de bloqueo económico total por parte de Estados Unidos, así como al bloqueo de créditos y programas de apoyo económico por parte de los organismos internacionales. El segundo, trata de la militarización de la región como saldo fundamental de la participación norteamericana en el conflicto, a lo cual podrían sumarse la regionalización de la crisis política, el agravamiento de la crisis económica, la polarización de la vida política del área, la gran cantidad de muertos, el desplazamiento de la población civil y la persistencia de la guerra. El tercero, se refiere al tema de la migración y a la relación que existe entre la política exterior norteamericana y su política migratoria la cual disfraza de un carácter humanitario lo que en realidad constituye un objetivo ideológico.

En síntesis, el libro tiene la virtud de analizar las presiones del gobierno de Washington hacia Nicaragua, sin dejar de señalar cuáles fueron las oportunidades que los sandinistas dejaron pasar. Quizá la única crítica que puede hacerse al trabajo es que nos deja sumidos en una cierta desesperanza. La explicación sobre las coacciones es abundante, pero la evaluación de las oportunidades es, para mi gusto, demasiado escueta. Aún así, hoy podemos valorar estas oportunidades no sólo en la medida en que el gobierno sandinista tuvo la responsabilidad y la imposibilidad de aprovecharlas, sino como un reto para el resto de los países en un contexto unipolar donde las coacciones de Estados Unidos en las diferentes regiones del mundo son cada vez mayores.

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