Introducción
Tlatelolco es un lugar emblemático en la historia de México; su papel como espacio de resistencia ha sido clave. Desde su fundación, en 1337, Xaltilolli, ‘lugar del montículo redondo de arena’, fue el resultado de una disidencia del grupo élite de Tenochtitlan: “un grupo inconforme decide trasladarse a un islote al norte de la recién fundada Tenochtitlan” (Matos, 2008). Tlatelolco fue el tianguis más importante de Mesoamérica, sitio de comercio de múltiples mercancías que tenía como formato económico el trueque. También fue en Tlatelolco donde ocurrió la última y decisiva batalla de la conquista española, contra los mexicas, el 13 de agosto de 1521, cuando el derrotado Cuauhtémoc fue obligado a capitular ante Hernán Cortés. Los españoles, ya durante la época colonial, edificaron sobre los basamentos arquitectónicos prehispánicos el templo y colegio de Santiago.
En 1964 se construyó el conjunto habitacional Presidente Adolfo López Mateos Nonoalco-Tlatelolco, uno de los proyectos arquitectónicos y de vivienda social más importantes de la modernidad mexicana. La zona resuena también en la historia del México contemporáneo, pues fue donde el movimiento estudiantil, con la masacre de alumnos de varias escuelas durante un mitin, fue reprimido por el Estado mexicano el 2 de octubre de 1968, y porque en el sismo del 19 de septiembre de 1985 se derrumbó uno de sus edificios, el Nuevo León.
Toda esa historia, resumida en unos cuantos momentos, ha dado al sitio su carácter emblemático. Actualmente sigue siendo un multifamiliar en el que sus habitantes generan relaciones significativas con su territorio. A 500 años de la caída de Tlatelolco ante el conquistador español dos iniciativas expositivas reflexionan sobre el sitio desde perspectivas contemporáneas: Xaltilolli. Espacio de Artes, Memorias y Resistencias y Bienal Tlatelolca.
Xaltilolli. Espacio de artes, memorias y resistencias
El Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), una de las instituciones culturales más representativas de la zona, abrió un espacio dedicado a la reflexión acerca de la historia de la localidad: Xaltilolli. Espacio de Artes, Memorias y Resistencias, una propuesta que incluye una revisión del acervo del Fondo Universitario de Artes de los Pueblos Originarios, Xaltilolli, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que en su página web se presenta como un “fondo centrado en conservar, investigar, digitalizar y divulgar las casi 15 000 obras que la Universidad ha recibido de coleccionistas, artistas e intelectuales; y sigue creciendo con obras de artistas contemporáneos” (CCUT [Xaltilolli], s. f.).
Instalada en un espacio renovado, la muestra recurre a diversas herramientas de montaje museográfico, que incluyen textos explicativos, dispositivos tecnológicos de consulta y códigos QR. A través de estos materiales el visitante conoce piezas arqueológicas halladas en el sitio así como proyectos artísticos contemporáneos que versan sobre Taltelolco como espacio de resistencias. El sitio web explica el proyecto como sigue:
Ofrece experiencias a partir de Tlatelolco como ejemplo paradigmático de resistencias a lo largo del tiempo y de las artes como propiciadoras de memorias, particularmente desde los pueblos originarios en lo que hoy llamamos México. Xaltilolli dialoga con diversos colectivos, artistas, grupos de investigación y comunidades para discutir puntos de vista, discursos impuestos y disidencias [CCUT (Xaltilolli), s. f.].
Con base en estos principios, Xaltilolli exhibe obra relacionada con Tlatelolco y, tomando como pretexto su historia de resistencia, propone una aproximación general a “artes de diferentes comunidades desde el pasado mesoamericano hasta la actualidad, en lo que hoy llamamos México” (CCUT [Xaltilolli], 2021). Así, la exposición tiene dos secciones: una dedicada a Tlatelolco y otra que agrupa las artes de los pueblos originarios.
Esa colección pertenece al Fondo Universitario de Artes de los Pueblos Originarios. Sin duda el uso del concepto pueblos originarios responde a la necesidad académica de agrupar colecciones disímiles (tanto por su origen como por su contenido). Englobar distintas culturas en ese término unificador es una práctica polémica, cuestionada por diversos pensadores contemporáneos, como Emmanuel Tepal, nahuatlato:
El México indígena es necesariamente múltiple, y pensar su posible unión, o al menos su diálogo, es un reto. Se traza entonces la problemática de la unidad de lo múltiple, del entendimiento y conversación de más de sesenta lenguas. ¿Cómo efectuar esto, si lo múltiple exige ser considerado en sus dimensiones concretas, en sus formas “propias” (políticas, culturales, de pensamiento, etc.) desde su lengua? La cuestión de la unidad de lo múltiple, de entrada, es compleja y difícil por obvias razones […]. Ante tal dificultad, la multiplicidad se unifica por medio de abstracciones o términos que encasillan a los muchos, y permiten ejercer poder (Foucault). Tal unidad, por lo demás, es respuesta a situaciones que exigen una “solución” de cierto carácter: político, económico, administrativo, académico, etc. Como respuesta a dicho encasillamiento, los muchos tienen el derecho a salir de la imposición haciendo criticable una unidad más ficticia que efectivamente integrada y reconocida [Tepal, 2020, p. 55].
La cita de Tepal se centra en la perspectiva lingüística, pero puede aplicarse a la cultural, esto es, la que aborda Xaltilolli. La narrativa que organiza la segunda parte de esta exposición sigue un orden cronológico, lo que invisibiliza aún más la diferencia de los procesos de culturas diversas en contextos muy distintos, al igualar momentos en lugares distintos, como si el devenir de cada comunidad fuera en paralelo.
La sección dedicada en Xaltilolli a reflexionar sobre Tlatelolco presenta propuestas que problematizan el territorio desde diversas estrategias: algunas, informativas, como una impresionante maqueta de Nonoalco-Tlatelolco de cinco de sus etapas históricas (Figura 2); otras, además de reflexivas, estéticas, como las obras de arte contemporáneo desarrolladas en colaboración con habitantes actuales del multifamiliar. En esas producciones hay un intercambio entre Xaltilolli y Bienal Tlatelolca; algunas de las piezas en el CCUT también forman parte de la Bienal, por ejemplo: SILO/Semillera de Memorias Tlatelolcas, de Laura Valencia Lozada, 2022 (Figura 1); ¿Sobre cuántos pasos caminamos?, de Antonio Bravo, 2021 (Figura 3), y Cuerpo y trayectoria, de Balam Bartolomé, 2021.
(Fotografía: Lucía Sánchez de Bustamante, 2022; cortesía: Archivo Centro Cultural Universitario Tlatelolco, UNAM, México).
Bienal tlatelolca
Bienal Tlatelolca es un proyecto de investigación y exhibición artístico diseñado por Antonio Monroy (Toluca, estado de México, 1984) y Balam Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1975). Cuenta con dos fases: la primera, de investigación, inició en 2019 y se conceptualizó como una serie de residencias artísticas, donde los creadores invitados desarrollaron proyectos anclados al territorio de Tlatelolco. La segunda fase expositiva (del 13 de agosto de 2021 al 5 de junio de 2022), denominada Una Vasija dentro de un Cántaro, se exhibió en el espacio físico de Central de Maquetas -la primera tienda de México especializada en material para maquetas, en operación desde 1956-, en un local de la Torre 5 de Febrero, en la segunda sección de Tlatelolco. La Bienal concibe a los artistas invitados como tlacuilos -término nahua para nombrar a los escribanos o pintores de Mesoamérica-, a quienes se convocó con base en la siguiente premisa:
El punto a desarrollar ha sido la construcción y conexión de los artistas con la comunidad y el territorio que habitan desde una perspectiva histórica, de donde han surgido colaboraciones con antropólogos, cocineros, biólogos, arqueólogos y vecinos. El proyecto está interesado en los hechos sociales, políticos e históricos que han tenido lugar en la zona, desde el período mesoamericano hasta la actualidad, lo que nos ha permitido medir la importancia de Tlatelolco como centro de intercambio social, económico y cultural, que se ha construido sobre ruinas. Tlatelolco relata la destrucción y reconstrucción de México y plantea la arquitectura y construcción de una identidad latinoamericana [Bienal Tlatelolca, 2021].
Más de 20 artistas invitados, entre los que se encuentran, aparte de los ya mencionados: Dulce Chacón, Isaac Torres, Arturo Hernández Alcázar, Erik Tlaseca, Victoria Núñez Estrada y Luis Rochin (Figura 5), desarrollaron proyectos sobre el sitio basados en investigaciones y vínculos interdisciplinarios. En la dinámica productivista en la que se desarrolla la escena artística contemporánea, es poco común que existan este tipo de iniciativas -que, además, son sanas y alentadoras-, que promueven y acompañan proyectos de largo plazo donde la producción tiene un anclaje sólido en procesos de investigación consistentes.
Cada una de las piezas que conforman la Bienal presenta una aproximación a la memoria del lugar, valiéndose de estrategias diversas. Por ejemplo, Esquizos (Ololiuhqui), de Dulce Chacón (Figura 6), obra inspirada en la metodología del Códice de la Cruz Badiano, escrito en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, propone: “Emulando a un naturalista, trabajé en una bitácora en la que describí con textos y dibujos las plantas que se encontraban en las zonas verdes, los jardines y los espacios públicos a través de un proceso de autorreconocimiento de mis conocimientos herbolarios” (Chacón, 2022).
Por su parte, la pieza Tormento, de Balam Bartolomé, recupera piedras de tezontle de la iglesia colonial de Santiago Tlatelolco, intervenidas con material ortopédico (Figura 7). En su propuesta, SILO, Laura Valencia Lozada reúne historias de habitantes del multifamiliar y las equipara con semillas, al reproducir sus testimonios sonoros en un granero que itineró por diversas zonas de Tlatelolco (Figura 1). Estos tres ejemplos permiten entender las diversas estrategias presentes en la Bienal y cómo todas confluyen en subrayar la relevancia del sitio y su relación con sus habitantes.
Muchas de las obras de la Bienal parten de una investigación de la historia del sitio y establecen un vínculo crítico con la realidad actual. Esto representa una aportación significativa, alejada de miradas bucólicas, folclorizantes, esencializantes o exotizantes de lugares con historia, las cuales niegan la vida actual de éstas, con sus problemáticas, tensiones, redes e intercambios.
Conclusiones
Es interesante que existan dos propuestas expositivas sobre un territorio común: Tlatelolco, considerando su historia, sus comunidades, su valor simbólico y sus habitantes. Para ambas es relevante la historia del lugar y, al estar ancladas en el propio sitio, subrayan la importancia del arraigo y pertenencia a éste. Es de celebrarse que existan intercambios entre dos entidades disímiles que pudieron colaborar para producir y mostrar piezas para una y otra exhibiciones. El complemento de dichas miradas resulta enriquecedor.
Sin embargo, existen diferencias en sus perspectivas: en el caso de Xaltilolli, su origen institucional significó un reto insoslayable que, no obstante su intención crítica, construyó una narrativa homogeneizante ficticia que invisibiliza la irreductible multiplicidad de las resistencias que representa. En contraste, la mirada de Bienal Tlatelolca, libre de categorizaciones esquemáticas, problematiza el territorio en el interjuego de su potente pasado con las problemáticas y reflujos de un espacio vivo y complejo en su presente.